BORDELOIS, IVONNE
ALABANZA DEL CAFÉ DE LA ESQUINA

Esa que atiende el bar nunca pidió una coima.
Aquél en la ventana no ha secuestrado a nadie.
El muchacho en la mesa del fondo no trafica cocaína.
La adolescente en esa esquina no se prostituye.
Una señora lee el diario y otra, más lejos, un libro de Neruda.
El chico que ha entrado a mendigar no piensa en asaltarnos.
Ese viejito fuma; mira el aire y los árboles.
La música es tan suave que deja oír a los zorzales.
Un mozo limpia los espejos con cariño y energía.
Entra el sol por la puerta.
Yo estoy escribiendo estas palabras.

Hemos fundado una pequeña república de paz en un mar
/de tiburones y pirañas.

Los poderosos pasarán pero yo sé que mi café será eterno.

AUTORRETRATO

Me fui muchas veces sin llegar del todo nunca
sin regresar nunca del todo tampoco.
Me enseñaron a ser cauta los amigos ilustres
que golpeaban a sus mujeres
y un amigo asesino que tengo, con su piel de magnolia.
Una vez hice el amor con un marinero griego
bajo un cielo invencible.
Odio a los mentirosos, los avaros y los cobardes
pero adúlteros, ladrones y vagabundos
son costumbres de mi compañía.
Los varones me temen
pero los chicos y los animales no se me resisten.
Me gusta reír con mujeres de los ridículos horrores
que los hombres inventan.
También el vino es de mis amigos, y en la noche la música
y las ciudades cuando oscurecen
bajo el rumor callado de mis pasos.
Sueño a menudo con pájaros, gatos o caballos
con casas oscuras de amplias escaleras donde casi naufrago
entre objetos antiguos y hermosísimos
y con seres y cosas que se perdieron sólo en apariencia
y reaparecen con gloriosa fidelidad.
La vida es una lengua demasiado enigmática
para seres humanos
y la pena de descifrarla acaso más alta
que el esplendor de todo abrazo. Soy yo así a mis cuarenta y ocho años, solitaria y deslumbrada.
Hombres de poca fe, yo elegí la mejor parte.

AUTORRETRATO

¿Cómo era, Dios mío, cómo era?
J. R.
Jiménez
¿Cómo era aquello?
¿Cómo vino el amor? ¿Cómo se iba?
¿Dónde quedaba el mar?
¿Quién era el mar, entonces?
¿Por qué me acuerdo siempre de tu voz, cuando reías?

CANCIÓN DE AMOR DE LA GEOGRAFA

A veces en lo alto de la noche me atropellan
las muchas cosas que no entiendo de mi vida
seres que pasaron como huracanes oscuros o como ráfagas de
ángeles
avisos en deslumbrantes códigos
que nunca llegué del todo a descifrar.
Queda un estruendo que me persigue y mi vida amenaza
asemejarse
a un manuscrito en idiomas antiguos
en manos de un mediocre estudiante.
Aún me asombra —me deslumbra— la violencia,
la estatura del tumulto que acechaba aún extraño las muchas veces en que al borde del abismo una
mano,
una sonrisa venida de la nieve
me detuvo.
Pero hoy quienes me azoran
son la clemencia y hermosura de la vida amaneciendo
en un patio sereno de zorzales.
Y soy sólo la custodia de este pequeño grupo de palabras
que se aleja subiendo las colinas
antes de que llegue nuestro atardecer.

CANCIÓN DE AMOR DE LA GEOGRAFA

Vino la vida a mí
con ojos de torcaza y delantal celeste
mi vida vino caminando jueves
alta y silenciosa y distraída
ella siempre sonríe como si fuera vida de otro
alguien que no conozco y sin embargo vagamente me recuerda
viene mi vida y me saluda suavemente
como si enferma yo estuviera,
como lejos.
Ella despide un aroma a veranos olvidados,
a caballos de infancia,
a carta que no fue.
Viene lenta y las manos cargadas de castañas
como si fuera el tiempo de antes
ella se sienta frente a la ventana
trae viento,
jirones de palabras que tuvimos, alguna foto tuya,
un vals.
Yo la miro quedarse
—sus ojos de torcaza, su delantal celeste—
tanto la miro que de pronto
ya no está más y cruje
tiernamente su paso por la puerta del fondo
y sé que es nunca
ya.
Y sé que es tarde.

CANCIÓN DE AMOR DE LA GEOGRAFA

Cómo me gustaría ser tu amor
y besarte en tu pecho de Aconcagua
subirme por tus piernas hasta el Delta del Tigre
cómo me gustaría ser tu Vilcabamba
y abrazarte por todo el Chimborazo
y ser toda la noche tu Uritorco
y besarte entre las cejas Cacharí y trepar por tu cuello Chivilcoy
y ovillarme por siempre en tu Tegucigalpa
cómo me gustaría ser tu Curuzú Cuatiá
acariciando tu Mandisoví
cómo quisiera
que ninguna Catamarca te arrancara de mis brazos
para que fueras todo mi Ecuador
hasta que Ushuaia nos extinga, vida mía,
Yaví del Cerro, mi Aconquija, Huinca Renancó.

CANTO DE AMOR A LA TRISTEZA

Démosle lugar a esta tristeza.
Su covacha de escobas,
su peluquería de barrio con olor a cucaracha,
ese señor gordo que arrastra pantalones nublados,
este sótano del que sale como un tumor la noche.
Hay tantas ganas de llorar en el aire,
tanta viejita torcida para siempre,
tanta muchacha obesa,
tanto chico tonto,
tanta casa en ruinas,
tanto perro perdido,
tanto árbol olvidado en un carro de basura.
Démosle a esta tristeza su carita de mugre,
su almohada de sollozos,
su cama en la vereda,
su amigo cartonero,
su caballo cansado,
su teléfono mudo.
Dejémosla jugar en la vereda rota,
en la tarde zurcida, en la mirada gris del jubilado
recostado en su banco como un felpudo sucio.
No permitamos que la decoren y la tapen y la disfracen para
fiestas,
para Año Nuevo o Reyes,
para San Valentín, para las murgas,
ni para Navidad.
Que no la descubran los noteros,
que no la proteja la parroquia,
que no la muestren por televisión.
Ella quiere ser ella, la tristeza.
Sin gritos, ni pañuelo, ni protesta.
Sin proyecto barrial, sin elecciones.
Sin la mano tendida.
Sin consuelo.
La tristeza, nomás.

CARTA DESDE EL BARRANCO

Te escribo desde el Sur.
Bajo la sombra del gran gomero en la barranca escribo.
Este lugar vino hacia mí
aire en el aire,
viento en el viento,
boca.

Pasa gente como insectos prensados
como lo rancio del aceite,
como explosivos bultos, como sacos de harina,
como hastío,
como hormigas disculpándose.

No sé cómo decirte todavía
que sin embargo atrás del cielo
un lugar nos espera de caballos
de bandadas de mar
de alto pampero.

Yo estoy aquí y aquí te escribo.
Siento que llegas por el aire
viento en el viento,
boca en la boca,
cielo.

CASIDA DE LAS MUEBLERÍAS DE VIEJO

A veces me pierdo dentro de inmensas mueblerías de viejo
buscando mesas, sillas, camas que hubiera podido habitar y
compartir
con amigos,
con hijos, con amantes o con seres extraños
con los que nunca me encontré.
Me asalta entonces el olor de maderas antiguas que descienden
de la casa de mi abuela
un reproche de piano abandonado,
el rencor de un espejo polvoriento en un rincón de la memoria.
Allí están los roperos como oscuros ejércitos custodiando la
infancia, allí la biblioteca encantada donde surgían grabados de mujeres
/bellísimas
que amaban a mi padre.
Allí un color de cedro relampagueante a la distancia
entre viejas conversaciones misteriosas
palabras en francés para que nunca comprendiéramos
que se abrían como cofres de alcanfor o escondites de cartas
olvidadas.
Ese polvo que circula en las grandes mueblerías soñolientas
despierta en mí todo un pasado traicionado
un porvenir que crecía entre los muebles como un helecho
erróneo.
Viajo con melancolía entre jarrones y sillas desfondadas
dulces fantasmas detenidos en el tiempo
y un rumor de cortinas ajadas me acompaña
como un eterno llanto sofocado.
Hasta que un camión pasa, me señala la puerta como un tajo de
/sol en la vereda.
Salgo a la calle y me saluda
el luminoso estrépito en que vivo.

CUADRA FEROZ

En el cuadro del Mercosur,
a nuestros hermanos brasileños
que han prohibido el gerundio
llegando, entrando, atropellando, subiendo, vibrando,
brillando, abalanzando,
temblando
jadeando, salpicando,
rompiendo, desbordando,
llamando, llameando, devorando,
avanzando, cayendo, levantando,
acariciando, susurrando
un no sé qué quedan balbuciendo,
suplicando,
mordiendo, muriendo,
tremendo,
nefando,
horrendo
volviendo
tan callando

CUADRA FEROZ

Aquí voy al encuentro de ese tapir que con sólo mirarme me lastima
y la cara de perro altanero del señor que me cruza
la pinta de suicida de aquel adolescente
la señora con el pelo domado por recuerdos de antiguos ruleros
y la gorda arrastrando la bronca de sus viejas alpargatas
la bizquera del que conversa solo con sus grandes zancadas
el chico abandonado que me empuja
el que tiende el volante sabiendo que voy ciega,
la vieja que mendiga con un gesto maligno,
esa mujer,
a quien yo conocí como un antílope,
y ahora la va de bruja, llena de trapos negros.
Y yo que me visto de celeste
sintiendo
que no son tan sólo demasiados, sino
demasiado desdichados y horrorosos
y yo, la emisaria, la Casandra
de este juicio final,
tampoco soy mejor.
Dios mío, dios mío,
por qué nos has abandonado.

EL ALEGRE APOCALIPSIS

En el primer día
pasará el ángel que borra las motocicletas.
En el segundo día
pasará el ángel que apaga la televisión.
En el tercer día
pasará el ángel que arrasa los autos, los aviones y los barcos.
En el cuarto día
pasará el ángel que destruye los avisos comerciales.
En el quinto día
pasará el ángel que acalla las sirenas de ambulancias y bomberos.

En el sexto día
llegará el ángel del silencio:
sólo se oirán los árboles, el mar y las estrellas.

En el séptimo día
los hombres comenzarán a hablarse nuevamente, suavemente,
cara a cara.

EXORCISMOS

Y yo me iré. Se quedarán los pájaros
cantando.
Y yo me iré.
Me iré y me quedaré. Me quedaré en los pájaros, cantando.

EXORCISMOS

Nuestros días son los ríos
que van a dar a la mar que es el amor

EXORCISMOS

si solamente pusieras tu mano sobre mi corazón
si solamente pusieras mi mano sobre tu corazón
entonces esta herida pavorosa
del otro lado de la cual se ve el infierno callaría
si solamente pusieras mi mano sobre tu corazón
si solamente pusieras tu mano sobre mi corazón

EXORCISMOS

No sólo que te fueras
sino que te fueras
tan callando

HOMBRE TAI CHI EN LOS JARDINES DE PALERMO

Él ha encontrado el centro de su cuerpo
y desde allí
ahuyenta la ciudad
exorciza su estruendo
cava un cauce quieto desde el cielo a los árboles

se despliega
trébol azul de cuatro pétalos
venera el aire, le devuelve
su resistencia y su misterio de agua
oye la lentitud y la dibuja
se demora en sus músculos de nieve
prueba la fuerza de sus piernas contra el límite invisible
llama a sí la levedad del horizonte
alaba

todo el parque desemboca en su danza silenciosa

lo escuchan hechizados los horneros

y se va
levemente inclinado hacia el oeste
y sin dar nunca vuelta la cabeza.

NUEVO SERMÓN DE LA MONTAÑA

Bienaventurados los pobres de verdad, porque no han sido corrompidos.
Bienaventurados los mansos, porque son los únicos que nos pueden
proteger de los violentos.
Bienaventurados los que lloran y cantan, porque el dinero no los
ha anestesiado.
Bienaventurados los ciegos, porque no pueden leer los diarios
/ni mirar la televisión.
Bienaventurados los sordos, porque no los alcanza el estrépito.
Bienaventurados los desconocidos, porque nos salvan de los famosos.
Bienaventurados los que ayudan, porque son demasiado pocos.
Bienaventurados los humildes, porque esos ya no existen.
Bienaventurados los que callan.

Bienaventurados los desesperados, porque nos enseñan la verdad.

SEÑOR AMOR

A veces viene la vida Subo y desciendo por la escala de mis días, mis ciudades,
la carroza de flores de los años antiguos,
mis amigos brillando por las noches y mi padre silbando junto al
mar.
Y yo desando los nombres de todo lo llorado
y me extiendo a la sombra de grandes bosques que se olvidan
y miro tiempos en que fui como ingrata y extranjera por calles
/enemigas
buscando un beso donde pudiera despertar.
A veces oigo la lluvia que viene de mi infancia
y me acaricia y me cura y me requiere
y vuelve a aparecer por las terrazas mi madre tendiendo ropa
/al sol.
Pero yo he mirado las líneas de mi mano
y sé que el alto viento de la vida ha de volver a revolcarme
y sé también que volverá la voz que siempre dice:
�Recuerda que yo soy el señor y el amor tuyo.
No tendrás otro amor más que a mí�.
Inéditos
como gran ola que me alza y me arroja y me deshace
como gran ola que me estalla y me estrella
y me desnuda y me desnuca y me destruye
en las arenas de un cielo sin piedad.