CANTONI, CÉSAR
¿DÓNDE ESTA LA VERDAD?

¿Dónde está la verdad?, le pregunté a mi madre.
Y mi madre me dijo que no sabía.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al filósofo.
Y el filósofo adujo que sólo cobijaba dudas.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al científico.
Y el científico apenas esbozó una hipótesis.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al artista.
Y el artista puso el acento en la belleza.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al político.
Y el político tuvo palabras engañosas.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al gendarme.
Y el gendarme empezó a disparar su arma.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al obispo.
Y el obispo me amenazó con el infierno.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté a los dioses.
Y los dioses permanecieron mudos.

(De El fin ya tuvo lugar, 2012)

AYER VINO MI MADRE

Ayer vino mi madre muerta a visitarme.
Vino vestida de entrecasa, con su gastado delantal a cuadros,
que colgaba de un gancho en la cocina.
No preguntó por nada ni por nadie. Simplemente,
quería saber si todo se encontraba en orden:
las camas tendidas, los cuartos ventilados,
las plantas podadas y con agua…
De paso, me recordó que la felicidad no dura,
que el amor es triste y duele demasiado
y que, al final, sólo queda arreglárselas como se puede.
También me dijo que no comiera dulces
y, sobre todo, que me cuidara del invierno,
que, en invierno, el viento suele ser traicionero en las esquinas.
Después, cuando la tarde agonizaba,
salió a la calle, saludó a los vecinos como de costumbre
y se fue con su escolta de ángeles indulgentes.
Sí, ayer vino mi madre muerta a visitarme.

AYER VINO MI MADRE

Ayer vino mi madre muerta a visitarme.
Vino vestida de entrecasa, con su gastado delantal a cuadros,
que colgaba de un gancho en la cocina.
No preguntó por nada ni por nadie. Simplemente,
quería saber si todo se encontraba en orden:
las camas tendidas, los cuartos ventilados,
las plantas podadas y con agua…
De paso, me recordó que la felicidad no dura,
que el amor es triste y duele demasiado
y que, al final, sólo queda arreglárselas como se puede.
También me dijo que no comiera dulces
y, sobre todo, que me cuidara del invierno,
que, en invierno, el viento suele ser traicionero en las esquinas.
Después, cuando la tarde agonizaba,
salió a la calle, saludó a los vecinos como de costumbre
y se fue con su escolta de ángeles indulgentes.
Sí, ayer vino mi madre muerta a visitarme.

CRÓNICA DE NOCHE BUENA

Un Papá Noel sonríe al que lo mira
desde el escaparate reluciente
de una casa de regalos.
Con espíritu celebrante,
la gente se agolpa por la calle,
cargada de paquetes.
Sólo los perros, que duermen
plácidamente en la vereda,
permanecen ajenos al rito navideño.
La noche va cayendo ahora
y el cielo se puebla de bíblicas señales.
Entre el culto pagano y la fe cristiana,
la cruel realidad de los chicos que mendigan
sigue reclamando un redentor.

CYNTHIA Y JHON

Leo en el diario: “Ayer murió Cynthia Powell,
la primera esposa de John Lennon”.
Hace tres décadas y media murió John.
Ambos alguna vez fueron jóvenes
y estuvieron enamorados.
La gloria, incluso, adoraba sentarse sobre sus rodillas.
Después llegaron las controversias.
¡Qué rápido pasa todo: el tiempo, la vida,
los amores irresponsables…!
Hoy Cynthia y John son historia.
Y la historia, como se sabe, es nada.

DICEN QUE EL AMOR ALARGA LA VIDA

Dicen que el amor alarga la vida. Y, por lo visto,
también ayuda a escribir bien: Onetti
tuvo cuatro esposas —sin contar infidelidades—
y vivió voluptuosamente 84 años.

Otro que supo amar con creces (aunque pasó
sus mejores años en la cárcel)
fue el poeta turco Nazim Hikmet:
“Llegué a estar loco de celos por mujeres que amé”,

confesó en un poema autobiográfico.
Y agregó sin rubor: “Engañé a mis mujeres,
pero nunca hablé mal a espaldas de un amigo”.
Sí, al menos sus amistades gozaron de lealtad.

Neruda tampoco se quedó en aprontes. En su caso,
habría que hablar de María Antonieta,
de Delia, de Matilde —sus esposas legítimas—,
entre otras historias no tan claras.

Y están los que penaron en soledad,
pero tuvieron su Ophelia —como Pessoa—
o su Felisa —como Kafka—, amores contrariados
que se apropiaron de su corazón.

Esto confirmaría que detrás de un gran hombre
siempre hay una mujer —o dos… O quizá tres…
O acaso un centenar— y que, además, para escribir El Quijote
es necesario estar enamorado.

EJERCICIO PRÁCTICO PARA NIÑOS EN EDAD ESCOLAR CON UN COROLARIO

Como se sabe, los minerales, los vegetales y los tejidos animales tienen comportamientos diferentes.
Si tomamos, por ejemplo, un clavo, una papa y un trozo de carne
(no realizar con partes humanas la experiencia)
y los dejamos fuera de la heladera,
veremos que el clavo no se corrompe,
que la papa se corrompe mucho después que la carne,
que se corrompe rápidamente.
Corolario: el hombre, como se sabe, está hecho de carne;
en consecuencia, es lo más predispuesto a corromperse.

EL PERRO LLEGO OLFATEANDO

El perro llegó olfateando,
reconoció la estatua
del prócer de la plaza
y orinó contra el pedestal.

Después se alejó con otros perros,
indiferente al juicio de la historia.

EN AQUEL TIEMPO

En aquel tiempo, mi padre criaba patos y gallinas.
En el gallinero también había cerdos, cuises y conejos.
Y hasta llegó a haber faisanes de exóticos colores.

Durante el día, las gallinas y los patos salían a la calle
—mi padre había hecho un pequeño agujero en la pared—
y se paseaban alegremente por el vecindario.

Cuando llovía, las zanjas no alcanzaban a evacuar el agua
y la calle, que era de tierra, se convertía en laguna.
Los patos tenían, entonces, el control del mundo.

Todos sabían que los patos y las gallinas pertenecían a mi padre
y nadie osaba tocarles una pluma. Sólo si los gitanos,
con su costumbre de asediar lo ajeno,

rondaban alguna vez por las inmediaciones,
mi padre salía de prisa a reclutar las aves
y no volvía a soltarlas hasta que aquéllos se marcharan.

En aquel tiempo, siempre venía mucha gente a mi casa.
Como buen anfitrión, mi padre mataba dos o tres patos o gallinas
e invitaba a comer y a beber a las visitas.

Cuando mi padre murió, las gallinas y los patos
no tardaron en seguir su ejemplo y el gallinero quedó deshabitado.
El progreso, entretanto, iba llegando clamorosamente.

Ahora la calle está asfaltada, las veredas tienen cordón,
hay drenajes para la lluvia en las esquinas
y, como los viejos vecinos, somos menos felices.

EN LA PLAYA DE ESTACIONAMIENTO

Iba a arrancar el auto aquella tarde
cuando una mariposa,
que apareció de la nada,
se puso a danzar sobre el parabrisas.
“Es el espíritu encarnado de Chuang Tzu
que prenuncia el estío”,
exclamó mi acompañante.

Y yo le creí,
porque basta amar la poesía
para ser sorprendido por algún milagro.

(De Diario de paso, 2008)

FÁBULA POSMODERNA

Según los expertos, muchas especies naturales
se hallan en vías de extinción.
La lista incluye tiburones, ballenas, cocodrilos,
lagartos, lagartijas, águilas, cormoranes, lechuzas,
garzas, chinchillas, huemules, musarañas, entre otras variedades. (Hasta el hombre, con su lógica destructiva,
ha puesto en riesgo su propia supervivencia.)
Al parecer, la naturaleza no sabe defenderse sola.
Salvo en el caso de las ratas,
que siguen multiplicándose.

FAMILIA TIPO CON PERRO

En la foto estamos papá, mamá, mi hermana,
el perro de la casa y yo.
Papá está serio, como siempre,
mamá está linda, como siempre,
mi hermana está asida al brazo de mamá,
el perro está absorto
y yo estoy más rígido que un soldado,
pendiente de la cámara.
Papá y mamá salieron de foco hace bastante,
mi hermana se jubiló,
al perro lo mató un tranvía
y yo, momentáneamente,
me aferro a esta foto que encontré entre otras,
plena de reminiscencias
y tan implacable como el tiempo.

LOS CAMINOS DE LA VIDA

Buda transitó el Noble Camino,
Lao-Tsé eligió seguir el Sendero,
Cristo tomó la ruta del Calvario,
yo, menos proclive a dogmas y vía crucis,
ando y desando una calle periférica
cuya única verdad son los grafitis.

ME LEVANTO TEMPRANO

Me levanto temprano y leo el diario;
alguna vez, también leí a Homero, a Virgilio.
No trabajo, no hago gimnasia, tampoco tengo metafísica.
¿Para qué sirve esa cosa a la hora de cruzar la calle?
Todo Heidegger es nada frente a la arremetida del 307.

Poco me inquieta el yo poético (hace mucho
que las disquisiciones literarias dejaron de enredarme);
me preocupa, en cambio, mi propio yo,
que acaba de contraer angina,
y el yo de los que pernoctan bajo los puentes.

Soy escéptico a fuerza de entrenamiento: ¿A quién
debo dar fe?, me pregunto. ¿A la historia, suprema ficción,
o a los historiadores, supremos mentirosos?
Descreo de los Libros Sagrados y sus predicciones;
para mí el fin del mundo tuvo lugar en el pasado.

Hablo poco, evito los amontonamientos.
No fumo, no me drogo, no ultrajo mi cuerpo con agujas.
Vengo de ningún sitio y voy hacia ninguna parte.
Todo lo que deseo en la vida
es una lata de cerveza cuando tengo sed.

MI PERRO ME HABLA

Mi perro me habla y yo lo escucho.
Es ordinario y callejero,
como los perros de Diógenes.
De ahí, tal vez, proceda su sabiduría.
No fue a la escuela,
no tuvo guías que lo guiaran
ni consejeros que lo aconsejaran.
Ergo, puede pensar libremente
(éste es su mérito más grande)
y, además, con alegría
(algo poco habitual en el que piensa).
En su filosofía, no cabe el platonismo;
tampoco hay margen para ídolos
ni mitos traídos de los pelos.
Como no recibió bendiciones,
nadie lo tiene en cuenta en el debate:
“No es más que un perro indigno”, aseguran,
y le arrojan un hueso con desprecio.
Sí, mi perro me habla y yo lo escucho.
A veces, yo también le hablo a mi perro,
pero, ¿qué puedo explicarle?
Él ve claramente el horizonte
donde mis ojos sólo ven la bruma
del discurrir civilizado.

MIENTRAS CRUZO LOS RIELES

Pienso en ese tren de vapor
que ya no pasa, ese tren esforzado
que venía de lejos, piafando
y pitando entre señales de humo,
como un animal vivo del campo,
en alegre, furiosa carrera contra el viento,
y que a mí me gustaba mirar cuando era chico,
mientras cruzo los rieles con óxido
de la estación abandonada
y la vieja campana de bronce
vuelve a sonar, de pronto, en mi memoria.

NI PERRO QUE VIGILE MI CASA

Primero, murió mi padre.
Después, murió mi madre.
(Antes habían muerto mis cuatro abuelos.)
Más adelante, murieron el médico,
que me curaba los resfríos,
y el cura, que me eximía de los pecados.
Finalmente, murieron los poetas que tanto amaba,
mis viejos maestros en el arte oscuro.
No tengo esposa, tampoco tengo hijos
ni perro que vigile mi casa en soledad
(el último perro que tuve murió sin avisarme).
Cuando era chico, un ángel de yeso
sabía velar por mí desde la hornacina,
pero me lo incautó la jerarquía eclesiástica.
Ahora yo soy mi propio dios
y me invoco a mí mismo.

POÉTICA DE LA BASURA

Todas las noches junto la basura,
la saco a la calle en una bolsa
y regreso a la casa.

(Tal la rutina de un hombre
que compone el papel de antihéroe
en una película olvidable.)

Antes de entrar, saludo a mi vecino
—otro astro de Hollywood venido a menos—,
que también ha salido a sacar la basura.

Luego, hostigado por los perros del barrio,
pasa el camión recolector
y se lleva las sobras de otro día de mierda.

RETRATO A LAPIZ

Cuando el artista J. R. Butin me retrató a la edad de siete años,
no imaginó, seguramente, que se me caería el cabello,
tampoco que sería poeta —título discutible—
y mucho menos que, luego de cinco décadas y media,
su dibujo continuaría colgado en una pared de mi escritorio,
como si el niño lleno de ilusiones
no quisiera abandonar al hombre de hoy.

TRAICIONÉ A MIS PADRES

Traicioné a mis padres: no acaté su legado
ni recorrí el camino trazado por su índice.
Defraudé a la ciudad: no tuve oficio ni empleo
y mi voto sólo llevó inquietud a los burgueses.
Menosprecié a los dioses: no veneré sus máscaras
ni me hinqué ante sus nuncios terrenales.
Desoí a la razón: cuando hube de callar, solté la lengua;
cuando hube de ser cauto, puse el dedo en la llaga.
A una edad en que ya debería preparar mi alma,
alivianarla para su despegue,
no puedo hablar siquiera de arrepentimiento.
Condenado por todos los discursos,
sigo escuchando la impenitente voz de la poesía,
su incitación a la desobediencia.

UN ARTE INVISIBLE

El poeta camina
desnudo por la calle,
pero la gente no lo ve.

El poeta va al cine,
sale de putas,
viaja en colectivo,
siempre desnudo,
pero la gente
mira para otro lado.

El poeta no tiene modo
de llamar la atención,
porque la poesía
es un arte invisible.

La poesía se escribe
sin palabras.

(De Un arte invisible, libro inédito)