CASTELPOGGI, ATILIO JORGE
�FILM DE UN HOMBRE QUE MARCHA EN SILENCIO�

Un hombre camina por la calle.
Sobre el asfalto llovido ve saltar otras imágenes.
Se levanta la solapa de un impermeable que abriga
su silencio.
Ciertos espejos del recuerdo retornan como de alguna
lejanía.
El frío que estaba en el viento corre por las esquinas.
A las seis de la tarde giran las sirenas más aullidos
que todas las sombras.
Así uno a uno se recoge el desencuentro.

Pero siempre existen dos en un lugar del mundo.
Ella tenía los ojos tremendamente solos.

Nos encontramos.
Fue allí donde los relojes se recuestan sobre la cinta
magnética de un disco sin fin como equilibristas
de su propio destino
sin más testigos que nosotros. Fue allí.
(Por la ciudad los coches corren desesperadamente
sin llegar a ninguna parte).

Después cambiaron, cambiamos.
(Y la ciudad fue otra porque no la empezaron juntos).

Más allá de todo surgirán los días que escondieron la
luna detrás de las persianas,
porque la intimidad de un tímido es el mejor recurso
para lanzar un grito.

Ella viajaba hacia lo imposible desde todos los caminos.
El subía alrededor de la pasión hacia la ruta de un
secreto,
sin duda el hombre sólo sueña con ser algo más
hermoso que el destino.

Ellos después lo comprendieron, pero el derrumbe de
muchos días los separaba.
(El cadáver de un pájaro se adscribe al vuelo pero
muere acá, en la tierra).

Ahora seremos como la voz que nunca se dijo
-pensaron-
únicamente la sensación de la vida por dentro.
Además todo puede transcurrir en nuestra imaginación
como un asombro sobreimpreso entre la bruma de lo
que pasa
y el silencio que nos ampara para ser de puro
pensamiento.

Sin embargo siempre esperamos más de lo que
pudimos ser
por eso nos visita la nostalgia.

Un hombre camina por la calle,
ya pasan alrededor de sus miradas las otras partes del
mundo como si no hubieran existido nunca.
Sólo un retrato gris sobre el último eslabón de la
memoria limitando su vacío.

De él sale la espera como si se evadiera de la niebla,
apenas yo que me encuentro despierto
terminando un poema.

Tenía los ojos tremendamente solos.

(�Las máscaras�, fragmento-collage, 1967).

�MANCHA VERDE�
(o el monólogo de la creación)

Hoy cae la vida mitad espacio abajo del sueño
de mis ojos.
Un verde hecho de sombra en pleno mediodía
a pleno atardecer de sol en sombra,
un verde de dolor como la vida cuando el amor
golpea con sus manos despiertas,
cuando viajamos hondo por la carne de la tierra
por no decir la muerte.
Entonces yo, para entonces, quisiera ser un verde
fatigado de luces,
un futuro vivido de sueños despiertos,
o la sabiduría de unos papeles viejos que estrujan
el misterio y la memoria.

Por ahora yo miro
me desvisto a cada hora de sentidos anónimos,
me reduzco a palabras, salgo de vestiduras,
soy yo, tal vez ángel de infierno,
tal vez muchacho de ciudad con ansias de vivir
como una gran herida sonora de la lluvia.
Por eso creo (creamos) como una permanencia
del asombro,
como una irresistible manera de existir, de persistir.
Crear a grandes saltos de los ojos
a grandes saltos del sueño,
de una parte de nosotros que a veces ni siquiera
sabemos.

Porque la vida siempre nos da el tiempo justo para
seguir envejeciendo
o para tener acaso distintas soledades;
iluminados, oscuros, y nada, y todos, y aún, y siempre.

(A veces se necesita un Van Gogh que nos preste
su locura).

Un verde, un verde olvido que recuerdo
o un gran recuerdo que no olvido,
solamente una mancha sin rostro,
o una lastimadura de follaje contando la historia
indefinida de unos árboles.

En ti hoy miro mancha verde todo lo que le pasa
a un hombre
desesperado, amado, desorientado, buscando soluciones,
mujeres, árboles, ciudades, casas, departamentos,
camas para acostar la sed, pedazos de parques,
campos, caminos,
y sobre todo a quién decirle amor,
un amor enorme de caricias sin fin, sin palabras,
sin explicaciones, sin ritos, ni flores, ni campanas,
un amor rápido, estirado,
sin después ni antes sin ahora y sin nunca,
un sueño, un pedazo de luz, un poco de sombra,
un hombre en busca de su propia voz, un hombre,
un hombre como yo, un hombre.

Te he visto hace mucho, hace años y días, mancha
verde
tal vez soy yo desde mil años después de ser ahora
tal vez sea el poder existir o esta pasión de nacer
de la nada
como una ilusión que corre más arriba del tiempo
y de la vida
como una hoguera infatigable que consume algo
nuestro,
algo infinito que se va de las manos, de los ojos, del
sueño,
y no podemos detenerlo ya
más.

(La creación termina fuera de la vida
el día después que uno sube hacia el destino sin
saberlo siquiera).

ANIVERSARIO

Por nuestros disfraces nos reconoceremos.
Estamos habitados de silencio.
Pero todavía hay huesos, músculos, y una mente que
ordena.

Me erguí, quise salir.
Las cosas ausentes me aplastaron.

AUTO DE FE

Vuelvo a mi piel después de suicidarme cada día.
Entonces siento un eco fantasmal: el poema.
Pero mi barro celoso devora todos los sentidos y sigo
hambriento.

Las aves carniceras tienen el orgullo de celebrar su
crimen
y el horror de vivirlo.
Mi doble está allí y yo con él, siguiéndome.

Poesía, el vacío de tenerte y no tenerte,
permanece como un cadáver que duerme.

CONTAMINACIONES MELANCÓLICAS

El tembladeral de los recuerdos excita el corazón y lo
devora con sus viejos esclavos la tempestad
y el sexo.

Jugador no apuestes al destino de tu sangre porque
una mujer vedada por el tiempo te espera.

Lo he leído en las líneas de tu mano y estoy aquí
(los muertos vuelven en las mismas llamas que
consumieron su vida).
Y amamos el infierno que atesora imágenes de lo que
nunca fuimos.

Caballo de plata que abandona la noche,
la luna enmudece como un juguete perdido de mi
infancia.

(�El adiós incompleto�, inédito)

CRÓNICA DE SOLEDAD

Pobre el que olvidó su sombra entre dos dudas.
Una la de su vida que pierde sin saberlo.
Otra la de dejar salir a la esperanza sin destino,
y algo que fue ya sin remedio y que no vuelve.

Qué pena no saber buscar las cosas cuando es su tiempo
y luego lamentarse.
Qué pena es encontrar la muerte antes de haber vivido
lo que es de uno.

Qué vale entonces el llorar cantando:
dos bellos ojos y la nada nunca,
y ese morirse de hambre
antes de abandonar las ganas de hacer poesía porque
sí, sencillamente
aunque no valga nada,
sabiéndose infinito, anónimo, ignorado,
eterno en libertad y preso a cada instante.

Qué delicia tenerte —soledad-
acá entre papeles y desorden
entre el agua, la noche y los trenes que vienen de
la sombra.

Enfermo hasta el trasluz
te veo en los bolsillos a mendrugos de sueños.

Es cierto, hay que vivir, no vale arrepentirse
ni escuchar las atroces verdades que nunca han existido,
y aunque el frío envejezca las siglas del dolor
no vale ya la pena guardar el alma adentro del abrigo.
Total desnudo parece que es más simple.

Es necesario sin embargo hacer belleza a toda costa,
llenar la sílaba, el silencio con optimismo, es claro,
para que todos puedan seguir tocando hacia la luz;
y apagar el invierno que se nos viene a cuestas
encaneciéndonos la sangre, irremediable.

Soledad,
gracias por esta compañía,
así, simplemente, conmigo
conversando.

DE ANOTACIONES DISPERSAS

1

Apenas somos unos condenados a plazo fijo
¿y qué podemos hacer?
Por eso escribimos lo profundo que se gusta después
que las palabras dejan
la imagen de su propio pensamiento.
Crear es no poder soportar un dolor sin pronunciarlo
o poseer la verdad en uno mismo.

2

Aunque me parta un brazo o una pierna
desde mis mutilaciones anteriores
sigo siendo un hombre,
alguien entre los distintos hombres que se transforman
en la realidad de uno de ellos
ése que fui, que soy, o que seré,
nunca lo supe del todo ¿quién, cuál?
Todavía no poseo el mágico silencio para entenderlo.

3

Hay que haber envejecido para nacer.
Sin embargo las fechas están borradas y nadie nos
responde.
Los recuerdos que no se comparten duelen al hallarlos
cuando son apenas sombras.
Entonces el porvenir entra en el pasado y uno vuelve
a morir.
Pero amamos el poema porque resulta inalcanzable
y siempre estamos en él.
No existe nada más difícil que abandonar un sueño.

4

El amor se parece tanto a la vida que no puedo
reemplazarlo con nada.
Pienso en lo que fuimos una noche que no conoce
pasado,
en lo que seremos aún despojados de todo,
inocentes de nuestra verdadera insatisfacción.
La pesadilla tiene la irrecuperable eternidad
que ya no poseemos.
Allí donde quiero mi verdadera imagen.

(�El alucinado�, 1963)

DESTINO

Yo estaré a tu lado siempre en las mañanas al salir el
sol,
estaré en los atardeceres en que el verde de los parques
se hace amparo de la noche,
en que la noche se hace lugar de cita para el destino
de los enamorados.
Estaré en medio de la ciudad que imprime gritos y
bocinas,
en medio de la ciudad callada al borde de un lecho en
despedida,
entre la gente que indiferente pasa como una multitud
desconocida,
en los recuerdos, cuando los pensamientos son grandes
ríos corriendo hacia el pasado,
en medio de una lágrima posada entre tu nombre,
en el crecimiento de tu cuerpo que tiene un lenguaje
suspendido a la altura donde nace la vida,
entre la risa azul de las cascadas de unos dientes que
muerden el amor,
en la desesperada tristeza de unos llantos reprimidos,
en las olas salvajes que desatan las injusticias de la
tierra,
y en el contorno de un mañana mejor que avanza
lentamente.
En él estaré yo,
no olvides de esperarme apretando tus grandes
corazones como un frente de amor interminable.

DESTINO DE BUENOS AIRES

Buenos Aires comienza siempre en el destino de un
sueño o a la altura de un recuerdo más o menos
intenso,
a veces es como un gran pensamiento que se interna
adentro de uno mismo lleno de fervor por las cosas
más mínimas
o alguna mujer por la cual corremos sin saber el por
qué ni hasta dónde llegamos.
Otras veces es un inmenso mapa de encuentros más o
menos hermosos
o una piel dibujada en los croquis de una guía de
turismo.

Porque yo conozco las calles de mi ciudad a superficie
de todas mis sonrisas y mis llantos,
el barrio o los pedazos pintados por el asfalto
o esas zonas que nos miran desde las vidrieras lujosas
abiertas a toda tentación como si fueran los labios
de una hembra
que lleva todos los deseos de la tierra.
Yo conozco el centro lamido de perfumes y gentes con
caras distintas llenas de apuro en los teléfonos
públicos,
y esas otras donde se trafica el hambre del amor y la
sed de algún abrazo,
y barrios elegantes y horizontales más modernos,
o esas de pizzerías y cines surtidos en que todo es
igual como un tango de Discépolo.
Cambalaches para llorar a gritos y jugo de frutas y
copetín al paso y ese hasta luego siempre
subiéndose al destino.

Conozco también las calles más sombrías limitadas
por reuniones de bancos y casas de cambios y
monedas
donde se lotean fortunas que amasaron los otros,
y bajos con yirantas grises para el gusto de algunos
marineros,
café de fantasmas que tocan acordeones de París y
whishys dormidos en la noche,
y vidas con historias lejanas que nos dicen las cosas;
de maternidades donde rato a rato nace la vida
repitiendo el prodigio del tiempo,
o las calles del mercado enloquecidas de chatas y de
bodegones como en un puerto lejano,
o los bazares de Lima o la vieja Balvanera de los
compadres perdidos
que hoy negocian compra venta otros hombres,
o casas para morir o para amar, casas de citas y
sombría soledad,
con parejas que caminan la desdicha de un balazo
o el suspiro hermoso en el momento de la entrega
como un grito de la sangre.

Pedazos de suburbio, de parque, de vía y terraplén,
barrios del sur o de San Telmo y conventillo,
paredes neblinosas que guardan secretos colgados del
pasado
y ventanas con olor a confidencias sobre la piel en
sombra de algún atardecer.
Calles donde sentí el amor que ahora no recuerdo.
Calles donde nací a la orilla de un rosal y una glicina
que se mueren adentro de mi boca de muerto
empecinado en vivir.
Callejones para escupir al cielo de tanto penar sin
remedio,
veredones llenos de escaleras de domingos de latas y
riachuelos,
calles que alguna vez me costearon emociones hasta el
peso de una lágrima.

Aquí empezó la vida porque nos encontramos (vos y
yo, tal vez…)
de caminito soleado hasta un dos por cuatro orillero
y romántico,
paredones de madrugada o cafés de las tres de la
mañana.
Allí cantó Gardel sus serenatas con letras de Le Pera.
Acá Manzi estiró imágenes del barrio de mis sueños
soltando a sus Malenas.
Qué cosa me traen pasar por las esquinas sobradas de
recuerdos,
la casa en que he vivido, los años de mi infancia, o
“el dolor de ya no ser”.

Por eso Buenos Aires tiene también otros rostros que
no enseña sino después de intimar muchos sueños.
Las calles del barrio de las latas llenas de moscas y
baldíos,
o el corazón con ratas hambrientas como el hombre
corriendo en los desag�es y en los grandes adoquines.
Y borrachos más allá de Boedo que cantan bebiéndose
la noche
en la copa de sombras que nos deja una letra llena de
recuerdos,
de parecitas soleadas y madreselvas que todavía van
quedando como un vino sobre el andar del
tiempo para mirar las cosas largamente,
con amigos puestos en las venas más hondas que tocan
la nostalgia.
Y cantinas sonoras de nombres italianos,
de chiantis y barberas olorosos y antiguos,
y viejos golondras con cara de otra vida perdidos en
la niebla
como una lenta y espaciosa muerte.

Por eso desde el centro febril del corazón voy
llamando a Buenos Aires,
desde las colas fabulosas de varias cuadras a las siete
de la tarde,
de las calles de perros sarnosos con visión demorada
de locos vagabundos,
desde las cortadas con restaurantes,
desde el rumor porteño que hilvanan los nombres de
Esmeralda y Corrientes,
o de las otras con grandes llamadores y macetas y
gente sentada en el verano;
del almacén con estaño y naipes gastados y
parroquianos de caras nostálgicas
mirando quizás el viejo “paese”,
o simplemente a un tango que comienza a soñar en
una historia
más allá de la tumba donde se esconde la lluvia, la
ceniza, el viento, la memoria.
Desde allí voy llamando a Buenos Aires.

(Fragmento-collage, 1960)

DIARIOS DE SENSACIONES

Un hombre cae al abismo y otro
y otro más.
Después empezamos a caminar pesadamente.

Creo que de un escaparate extraño,
tal vez de un anticuario, emerge mi rostro,
máscara de ángulos y vértices: piel, hueso, misterio.

Así me lo devuelven cada día los espejos
sin estar
huyendo con todas mis presencias.

Vida y muerte continúan en él.
¿Y yo? ¿Yo dónde?

Sólo tengo el horror de no saber nada, nada.
El sueño es la memoria del olvido.

EL COMIENZO

El hombre sólo se entiende por los increíbles misterios
que lo rodean.
Más allá nada sobrevive ni yo mismo.
Apenas si queda la absurda violencia de no pensar.

Nunca volvemos.
Otros regresan con nuestra cara.

EL ECO

Es una canción que sube desde nosotros,
del aire que brota adentro del silencio,
de la eternidad que no reconoce la soledad desnuda
de las piedras.
Acaso un rumor que nos está aguardando
o el abrazo final de la voz que se queda dormida
para siempre.
La sensación de volver después que uno ha partido.
Algo que fue y ya no es sino memoria oyéndonos pasar.

EL TERCER CONOCIMIENTO

Dormir es entrar en la niebla con los ojos abiertos
descifrando otras vidas que aún no vivimos.

Tengo la impresión fascinante de actuar frente a
la nada.

Quizá el instinto sea la divinidad más costosa.

Muro derrumbado de un espejo
mi semejanza nace de su imagen rota.

ESCUDO DE ARMAS

Porque soy raza de sombras me alimenta la noche.
Dos hombres en mí —no uno- hacen el poema que
es el más importante de todos mis recuerdos.

Dos hombres perdidos, distantes, diferentes,
yo en medio, sin conocerlos, sin conocerme.
Dos hombres en mí.Afuera la lluvia cae inútilmente
inútilmente sin saber por qué.
Pero no estoy solo
las piedras me siguen escuchando.
Tengo la simple eternidad que guarda el polvo

GARANTIA DE LIBERTAD

Construida enteramente por mí
-absoluta-
en una casa lejana que nunca es la misma te desvisto
ya sin recuerdos.

Junto a nosotros, el desgaste sutil de los objetos, hace
más triste la espera.

Hoy, otra vez el tiempo mira pasar a su propio cadáver
que a cada instante asesina.

En él me encuentro también absoluto.

Pero la existencia nos da un solo espejo para vernos
la cara
y me he quedado ciego y sin memoria.

Libres son los amantes porque no conocen la saciedad
ni el cansancio.

GENITAL

(1821 — Pancho Ramírez)

Un sesgo de galopes asombrados
raja el púlpito verde del pampero
mientras bajan guitarras y chasqueros
y columnas de estruendos colorados.

Se desgarran torrentes despoblados,
se destrozan cuchillas y senderos
y picadas que encienden sus aleros
desbrindando los ojos afiebrados.

El río es un caballo de agua pura.
La Delfina una extraña porcelana
galopando en su macho y su blancura.

Y el Supremo —de estrella y fuego vivo-
una hoguera crujiendo en la mañana.
Caudillo genital, definitivo.

HISTORIA DE MEDIANOCHE

En este inaudito negocio que tengo con la ciudad
se multiplica tu imagen,
es un juego alucinante que suprime los recuerdos
por el dolor.

Todo se reduce al crematorio anonimo de unos días
vencidos
aunque otro payaso calcado de nuestro sueño haya
muerto bajo la carpa.

Monólogo de fantasmas los espejos sólo reflejan
sombras.

LA CASA ABANDONADA

Carro de cristal, el sueño conduce a todos los recuerdos,
ante él, nuestro pasado se abre como una confusa
nostalgia.

Oscuros leñadores sacrifican mi casa abandonada y
apenas el fuego deambula en una vieja canción.

No conozco el por qué de ese derrumbe
ni los viejos rencores que amamantan el polvo,
pero pongo mis deseos en libertad y nazco sobre su
imagen.

Resulta tan importante ser que nos volvemos
desconocidos.
Morir es estar solo.

(Por la calle un mendigo golpea las puertas para pedir
la sangre que no se usa más).

LA TORRE

Símbolo de lo absoluto, la realidad,
es apenas una cicatriz del misterio,
una de sus infinitas posibilidades,
la revelación más increíble y mágica de lo inexplicable.

Las campanas suenan siempre diferentes
aunque el bronce y el badajo sean idénticos.
El aire cambia.
Después un alarido hueco nos devora por dentro.

Prisionera, todo la noche viaja sobre mi cuerpo,
desnudo y solo.

LAS LLAVES SECRETAS

La inmortalidad es un contraste sin formas que
comienza siempre.
Así nos vamos convirtiendo en la resurrección de la
lejanía.

Desde siglos un clavo sobre otro clavo construye la
abstracción muda de un gran dolor.

Como un terrible símbolo también nace el hastío
y los perros hambrientos que devoran su propia
soledad.

Pero el hombre se inclina una y otra vez sobre la boca
del amor para oírse nacer.
De nuevo las cuatro paredes de esta pieza pesan en
mi estómago.

LAS SOMBRAS INSÓLITAS

Los últimos gestos me maquillan la cara.
La desesperación corre pero el polvo está inmóvil.
Después se siente un gran cansancio.
Insensiblemente las sombras van perdiendo su misterio.
Una palada de tierra somete la vanidad de todos
los espejos.
Nos suicidamos no por estar arrepentidos de la vida
sino porque queremos otra.
Vengo de tan lejos que es inútil pensar.

LIBERTAD

(1871 — Benito Juárez)

Juárez, miro tu mano, si, tu mano,
tu cabeza de indio, tu cabeza,
esa cosa ancestral de tu grandeza,
tu varón de metal americano.

Pienso en la lucha, pienso en la belleza
-fértil semilla traducida en grano-.
Siento tu fuego al rojo, aquí, cercano,
y la terca oquedad de tu firmeza.

Juárez, Benito Juárez, digo el nombre
tu nombre de combate que molesta
al moderno invasor, astuto y fuerte.

Y sintiéndome un hombre de tu hombre
te prometo pelear hasta la muerte.
¡Cómo cuesta ser libre, cómo cuesta!

LOS OFICIOS ANÓNIMOS

De tanto y tanto andar se gasta más el corazón que
los zapatos
y uno se encuentra de cara con la vida.

Por eso tal vez escriba a impulsos,
desgarrando mis carnes como si fueran vestiduras
extrañas,
por eso estoy aquí, desnudo, con mis huesos,
en el vaivén de un ómnibus
caminando hacia mi propia cárcel,
la de todos los días.

Entonces empiezo a existir en un gesto cualquiera
y alguien, nadie, yo mismo, se confunde entre la gente.
Nuestros gritos son parte del silencio.

LOS SOBREVIVIENTES

Desgraciadamente duramos más que la embriaguez
y apenas nos queda el mito de lo que pudo ser.
Ahora el adiós ha puesto su sabiduría en el hechizo
de lo desconocido
mientras rueda un manojo de llaves escaleras abajo
y un latido se detiene para siempre.

Las cicatrices emergen de algo que fue nuestro y luego
será olvido y recuerdo socavando el pasado:
el vano de una puerta tapiada por los días
o una habitación abandonada que arrasa los despojos
del amor:
objetos, cenizas, ecos,
raíces que crecen como ídolos
o el goce enloquecido aún ardiendo en medio de otras
sombras.

El sacrilegio está en lo que se ha perdido
nunca en el fruto hermoso del pecado.

MESA DE DADOS

Siento la nostalgia como una cálida pereza,
después vuelvo vistiéndome con ropas de otras
gentes
y no me reconozco más.

Vivir es aceptar un mundo rodeado de fantasmas.

MUERTE

La muerte es como haber huido de uno mismo,
como algo que se desprende y hemos perdido sin poder
rescatarlo jamás.
Algo con otro nombre,
tal vez como la mirada del ciego que toca en su
música la luz que se le escapa de repente.
La muerte es no poder crear a la altura de nuestra
propia magia,
es cambiar de lenguaje o hablar desde otro idioma
que no sabremos nunca,

y olvidar la sed que tuvo ese otro vagabundo que
pudo ser un sueño.

Es no recordar,
no poder decir que alguna vez vivimos en el destino
de unos ojos,
no poder tocarnos para adentro ni aún en la secreta
nostalgia del pasado.
Cambiar de risa
o resignarnos a ser un instante del mundo.

Pero la vida transcurre y sigue y se renueva,
y somos objetos usados;
sólo un gesto cansado en la fatiga del tiempo,
tal vez la flaqueza lejana que guardan ciertos pasos
ausentes,
tal vez la demolición de la sombra cavando alguna
eternidad que todavía no tenemos.

Porque todo lo demás se despide sin pensar siquiera
en el camino que puede llevar la memoria.

Y volvemos a ser otra cosa.

Posiblemente la expresión del silencio
o la espera que acaso es
como empezar de nuevo.

NOSTALGIAS

Aquellos lugares que son un rescate del tiempo
perdido,
claves de nuestra propia insatisfacción.
Los recorro: trozos de esquinas, bares, paradas de
ómnibus, plazas, cines.
Las mismas cosas pero veladas por lo que nunca quise
que fueran: nostalgias.

Ahora entiendo por qué la alegría también se aleja
aún cuando levantemos imágenes borradas por el
miedo.
Lo único que hace falta es comprender dónde termina
la ilusión:
ese pasaje hermoso de lo efímero, ese excitante de la
vida.

Sin embargo resulta muy necesario aprender a sufrir
porque ya no queda nada
ni aún lo que será después.

Solamente el infierno de la incertidumbre,
apenas un grabado de mi verdadera imagen
o la incomprensión de un rostro que nos hizo soñar
alguna vez.

Un tren acaba de partir y decimos adiós a alguien
que fuimos.

Siempre amamos lo que ya no existe
y es demasiado tarde.

NUDO EN LA MADERA

Los relojes no alimentan el tiempo sino la duda que
nace de ellos.
Ya no importan ni ese agujero que cuelga en la pared
ni la ceniza devorando una rosa,
ni la plegaria que se eleva ante un ídolo de piedra.

Los gestos que sabemos de memoria han perdido
la razón.
Jamás existimos: eso que estuvo en nosotros fue
un sueño.
Pero ahora el pulso del azogue nos devuelve lo mágico:
la realidad.

Asesina de sí la luz se deshace a pedazos.

OBJETO DE ARTE

La lluvia está en todas partes como en un viejo verso
de Verlaine
y los objetos abandonados toman forma de vida:
un paraguas roto,
o tal vez la sombra de un llavero que nos abre las
puertas del recuerdo.

Así las cosas comúnmente extrañas se ubican siempre
en la nostalgia,
trozos de nombres que amamos un día sin saberlo
siquiera,
relojes,
una caja llena de secretos, de fábulas, de penumbras,
de realidades un poco más allá del olvido.
Entonces la imaginación hasta puede ser una palabra,
un montón de dudas,
o apenas una moneda antigua cargada de
acontecimientos,
y sucesos que pasaron un día,
o a lo mejor pedazos de ilusión perdidos en algunas
cartas amarillas con sabor a lejanía,
o algo que se queda como fuera del tiempo.
Pero la realidad a veces se nos cambia de sueños, de
desencuentros,
y es quizás un pequeño objeto de arte,
una postal escrita no sabemos dónde,
o esta lluvia que hoy vuelve como un verso muy viejo
de Verlaine.

PIEDRA DE SANGRE

Muero enfermo de mi propia vida.
Pero aún las monedas gastadas del poema me compran
el corazón.

Libertad hembra desconocida que poseo en la soledad
de un sueño.

Afuera un tumulto de pájaros alarga el horizonte
y aquí en mi pecho, el palo de una pena me cierra
la garganta.

RAZÓN

Te quiero porque las voces grabaron una música
eterna adentro de tu cuerpo.
Porque además tus ojos hacían llamados extraños más
arriba del tiempo.
Porque sentí al poseer tu piel el placer de la lluvia
escribiendo en el viento.
Por la razón muy simple de matar a esta angustia que
nos llega de pronto.
Además porque me moriría si no tuviera a quién
decirle amor.
Además porque no sabría caminar sin tu presencia.
Porque si no te viera en traje de esperanza mordería
a la muerte de repente.
Y por la infinidad de cosas que yo no sé decir ahora
y por las otras que no aprenderé a decir jamás.
Te quiero por la razón poderosa del deseo.
Porque posees el preciso momento de una tarde
cualquiera.
Porque no puede vibrar sino en tu canto.
Y además porque la eternidad sigue escribiendo amor
aunque me quede sordo sin poder escucharla.

RECUERDO

El silencio cae dando gritos destinados a decir algo
común para los dos.
Se cumple el plazo de esperar el adiós.
Pero las lágrimas son alas y no sabemos volar.

Siempre creímos que la vida era morirse adentro de
una boca.
Ahora el paraíso está consumado en alguna calle
donde escribí tu sombra,
allí donde comienzo a recordar.

(Tus ojos engañan el porvenir de la noche).

Además necesitamos mucho mirar el pensamiento
cuando estamos ausentes el uno del otro.
A veces somos ciegos llevando todos los sueños
metidos en la miradas que aún no conocemos,
pero las lágrimas son alas y no sabemos volar.

RESUMEN

A veces pienso si la vida no será nada más
que unos cuantos objetos que nos ayudan al recuerdo,
o un conjunto de ansiedades más o menos frecuentes
o el hastío de saber que el vértigo es anterior
a la muerte.

Ocurre que muchas veces encontramos cosas sin
sentido.
Caras familiares de tanto no haberlas visto nunca.
Acontecimientos que no se podrán determinar si
fueron alguna vez.

Tal vez queramos poseerlo todo,
alcanzarlo todo,
por eso nos tapamos los ojos de abandono mirando
sin ver el pensamiento.

Así recorro lo que me rodea para llegar a comprender
que existo:
las campanas del viejo carillón que se derrumba,
las letras que formaron algún nombre,
o esta vida que reduce la ilusión como si fuera
la instantánea de un mito.
Quizá me busque en un siglo que nos dure la
fracción de un segundo.
Quizá esté en el pantallazo de un fotógrafo perdido
adentro de su propio magnesio.

Quizá desnude demasiado los hechos y los mire
por dentro:
la manera atroz de la verdad que nos tira a la cara
muchos desengaños,
pedazos de traiciones, de palabras, de banderas,
de pasiones de otro tiempo,
o tal vez me encuentre en esa postal que tuve junto
a mi padre lejano
desde un ayer que no ha pasado todavía.

Todo lo que pedí para alcanzar a hilvanar la emoción
desde mi sangre,
todo lo que gané para dejar una sílaba rodeada con
mi vida,
o aquello que nunca supe y sin embargo me abre
otros caminos
buscando algún lugar donde pueda aunque sea
beber un instante tan sólo de mis sueños.

A veces pienso: los cuartos también cambian y van
tomando la forma de alguien que estuvo en ellos.
Así todo pasa mientras envejece de pronto la memoria
y hasta olvidamos lo que nunca fuimos.

Ahora vivir resulta sólo tentar la luz con los ojos
cerrados.

Es tan difícil sortear el ruido de los años que camina
el silencio.

RETRATOS

La vida nos va construyendo a imagen de la muerte
hasta encontrar la máscara definitiva que nos
está destinada.

Después sabremos que existe lo inexplicable.

Sin embargo más allá queda algo de nosotros
perdurando en el polvo de los días
o en regalos que nos otorga la vida como un recodo
en el camino:
perfumes, nombres,
una pintura que imprime un ballet sobre el cadáver
de un cigarrillo que fue el goce de unos labios.
También esas trampas que levanta la vida y que bien
puede ser la oficina donde sobrellevamos el
dolor de nuestras necesidades.

Pero la poesía ama las palabras como las muchachas
que auguran el porvenir de nuestros ojos
un poco absurdamente.

Esperar es un inconcebible milagro que uno
desconoce apenas
aunque siempre retorna algo que nos toca de pronto
en el pasado.
Entonces la eternidad late en la enormidad de un
momento
y sólo quedan los retratos como una colección
de gestos de otras épocas:
casi una forma lacerante del recuerdo,
tal vez alguna inaprensible atmósfera de lo
que fuimos.

SED

Tu nombre hecho de pulso de seda,
de largos dedos como un gran zarpazo hacia el amor.
Tu nombre que restituye la ansiedad de poder
empezar a reconstruir el mundo.
Tu nombre que cubre las ojeras con que el espejo
fotografía mi insomnio
y conoce la posesión nocturna de mis secretos.
Tu nombre que no quiero envejecerlo
ni tampoco darle los rostros opacos que lloran
la costumbre,
la hechicería de tus máscaras que se iluminan por
dentro y me hacen vivir sólo pensándote.
Ya nunca podré arrancarte porque eres la esencia
de mi mismo,
la eterna duda de lo que pudo o puede ser.

A veces llegas cuando la nostalgia se ve pasar
conducida por un gran carruaje metido entre
la bruma,
otras en las lágrimas de un objeto cualquiera
donde las horas están detenidas bajo la llave de
algún recuerdo apenas pronunciado.

Entonces anotamos brevemente fechas dobladas
en el papel de otros olvidos,
contraseñas lúcidas, sordas, irreconocibles,
diez años, veinte días, mil veces, qué importa si
fundimos lo presuroso de no perdernos
con un desconocido nombre dicho para adentro o
solamente presentido.

No tenerte es haber envejecido de miedo ante un
dolor enorme
o sentir una duda como esa niebla que azota sus
látigos más ciegos ante los muertos que
viven todavía.

Ahora el amor sólo puede encontrarte en los oídos
sigilosos con que escucho el paso del deseo,
o en la incertidumbre que es un hueco lleno de
sombras rotas con vocación de vértigo,
o en la antigua palabra que no dijimos porque
la sed estaba más cerca que las lágrimas.

Entonces me parece no tener a nadie, ni a mi
propio cuerpo,
apenas un puñado de luz cristalina que va a estallar
de pronto
o una secreta lujuria que me empuja hasta salvarme,
entonces necesito tanto verte para conservar algún
pedazo de piel, de mirada,
de sensaciones que me pueden ayudar a seguir
existiendo.

A veces te encuentro en una palabra como cuando
escribo un poema
en la alegría de crear aunque sea un mundo de
invención
o en los ojos de un gato que salta sobre la imagen
que nos devuelve un espejo sin sospechar
siquiera su significación exacta.

También estás en el coro de fantasmas de unas casas
mojadas por el vahído de la lluvia
con sus notas diferentes y sus historias pequeñas y
olvidadas,
o en esas campanadas que se sienten adentro de la
noche cuando todo es lejanía,
o en aquellas crónicas desconocidas para los demás,
de tazas de café a medio tomar,
de incertidumbres que no se nombran porque
enmudecen de pronto,
de gemidos ahogados entre la crispación de un
momento, de manos entrelazadas,
de ansiedades arrojadas al viento como una exhalación.

Y vuelvo, y escribo, y pienso, y siempre estoy en ti.
Miro sobre las vidrieras, sobre los ojos brumosos que
arrojan los letreros de colores.
Miro sobre mi corazón en llamas, sobre mis escombros
que quieren reconstruirse
y siempre estoy en ti.

Denuncio mi tristeza como una sombra vagabunda
y algo que pasa:
tu rostro que nunca se repite a sí mismo.

Ahora vuelven esos recuerdos que no tienen pasado:
tus piernas de hambriento sobresalto cuyo andamiaje
relampaguea en todos los rincones de mi
imaginación,
pedazos de piel que he bebido para no olvidar,
y el amor como un recinto tragándonos en el
estremecimiento de la eternidad.
También las maderas clavadas en el viento para
construir la casa que está allí, siempre distinta,
en cualquier parte,
nuestra casa que rueda mordida por la continua
búsqueda donde en ciertos días nos reconocemos
inagotables.

Afuera llamean las corrientes donde se desviste Buenos
Aires entre una multitud deshojándose como una
ciudad de muertos,
y ya no hay nadie sino esta sed que embruja los
sentidos, que nos ata desde cualquier distancia.
Y aquí mi biografía de nacer y morir en ti.

Perderte sería amputar a la ilusión la mejor de sus
partes,
esa con la que puedo decir: �soy, acá, me ves�.
Y además las mínimas postales de la risa cuando el
gesto pide apenas un abrazo
o el rostro de la pasión más triste que sale de un cuadro
de Modigliani llamándola de nuevo a revivirla,
o aquella frase de Eluard repitiendo: �Y el amor está
en el mundo para olvidar el mundo�.

(Siempre las historias suceden en lo más inconcebible).

Pero muchas veces el deseo de tenerte es una avalancha
que embiste adentro de las venas como un caballo
en el espanto encabritándose.
Entonces me siento todavía más solo que nunca,
y una muralla de infinidad de cosas pone la ciudad
en medio
y quiero llamarte fulgurando en el relámpago de mi
imaginación,
y nada: casas, gentes, cafés, bocinas, discos, números
telefónicos, direcciones, descuentos febriles,
y nada
sólo la mágica reconstrucción de los objetos que
tuvimos adheridos como una substancia vital,
profunda, inacabable.

Pero te busco aparatosamente maquillado de vida, en
mi necesidad de ti que es otra manera de decir
te quiero,
y llegas. Llegas en lo nunca conocido del todo.
Y llegas potranca fina suntuosamente ataviada de
desnudez, mujer que quiero tener pegada a mi
sangre para sentirme cada vez más y sentirte,
en este darnos lo que es absolutamente nuestro,
lejos de la situación que podamos tener con los otros,
en este poseer la intimidad más inviolada,
sin ayer, ni mañana, sin disfraces;
sin vestiduras que lloran la costumbre.

Ahora desde la idea del corazón hacia la vida sólo existe
un paso para alumbrar el sueño
y esta insaciable sed que no termina nunca.

(Los espejos nos reflejan después como fotografías).

(�El alucinado�, fragmento-collage, 1963)

SUBCONCIENCIA

Los amantes jamás proceden de la indiferencia ni de
la madurez
porque el amor crece en la desesperación como el
enfermo en el momento de morir.

Así continuamente el placer consume fuego humano
y exige los disfraces más vertiginosos para cumplir
sus deseos.

Pero hay que liberarse del miedo íntimo que se aferra
a cualquier cosa
y desconocer la saciedad, imagen desnuda del cansancio
y las leyendas delirantes que incineran la nostalgia
y el tiempo
-altas torres de cremación y olvido-.

Desde un sótano invisible nuestros antepasados vejan
la memoria de la soledad.

TARJETA DE IDENTIFICACIÓN

Pensar es acaso un deslumbrante viaje hacia el abismo
de nuestra sangre,
el desenfreno de un grano de polvo atrapado por la
eternidad.

Pero la imaginación arde como un relámpago hundido
en la memoria.
Después nos perderemos en el abismo brumoso de
otros nombres.

La posesión nos hizo uno, y uno seguimos
aunque esclavos de libertad nos separemos
porque sentimos el placer de la fugacidad.

Matamos para sobrevivir.

TEOREMA ÚNICO

Desde cero a infinito todos los signos están dados,
pero la solución todavía es un enigma.

Después el hombre se transforma en agua, en tierra,
en olvido.
Su herencia única resulta el sueño.

La poesía es el refugio de una implacable desolación.

VAGABUNDOS

Los vagabundos saben mucho porque nunca
descansan,
porque conocen los secretos de la noche,
porque en la noche vienen las muchachas a adivinar
los sueños.
Inventaré esta historia para cubrir tu ausencia.
Inventaré esta noche como el verano.
Inventaré un murmullo transparente que cubra el
mundo todo.
Idioma de tu voz, dialecto íntimo apenas pronunciado
por tu boca.
En soledad, lleno de gentes, adentro del bullicio,
caminando en la noche a veces,
monologando con las formas azules de las puertas.
En Soledad, ciudad de mis sollozos,
me siento solo adentro de mí mismo.
En soledad. En soledad y recordando.

Desde que yo te conocí he comprendido los cantos
que desnudan la alegría
y el inmenso placer quemándonos los ojos.

Creo que el final de la vida deberá ser así:
algo como tus pasos cuando llegas y te estoy esperando.
Seremos vagabundos tomados de la sangre
haciendo amor a grandes rasgos de esperanza,
como la noche, que vive enamorada de la sombra,,
y la persigue por el mundo.

(“Frente del corazón”, 1959)