CHAILA, SALVADOR
1- NIÑO VERDE

Soy el niño verde,
hecho de suspiros y otoños al viento,
que tiene de hierba la palabra,
de hoja ancha el pensamiento,
de árbol interminable y caminante,
los sueños, los indicios.

Soy abertura inconclusa del trigal,
entrada al insomnio,
cerradura del conocimiento errado
y la sinrazón obtusa
de los amantes ebrios,
bajo los naranjales del estío.

Soy el niño verde,
mirada azul,
abierta madrugada que me frustra en sombras,
que me persuade en llanto,
sustancial camisa de pobreza para recorrer mundo,
vestido y desvestido,
adiós,
no importa.

Soy la pequeñez que vuelve,
entrando en la cobertura del ocaso, y entorna los veranos
para desmerecer los vínculos del viento.

Soy un pedazo desconocido
de esta parte del mundo,
que estando sobre el vuelo
eterniza niño.

* Nació en Santa Rosa de Leales, provincia de Tucumán, el 26 de diciembre de 1948.

10 – CUANDO NACEN LAS CARICIAS

A veces recorro
el espacio de un continente herido
con el palpitar de un sueño
y la perpleja memoria
del miedo en el hambre cotidiano.
Hay un dolor
que emerge de la lluvia
por los ojos vacíos del silencio
y nos aqueja un diluvio incontenible
cuando un niño sin manos
desaloja el llanto de todos
en la navidad del aire.
Nace todos los días
el dios que ansiamos
para redimir la piel y la parásita nostalgia
que sobreviene en racimos de rostros ancestrales.
Cuando el arado hunda el dolor más adentro
y la semilla suspire un caudaloso amor de frutos
me traicionarán la sombra y mi rastro sobre el mundo.
Aprendo a pronunciar tu nombre
paz
caricia
alegría
sobre tanta muerte perdida resucitas
y la mirada en las alturas
para sacudir la tierra de este amor marchito.
Cuando nacen las palabras
rescato en inclemencia
la demorada transparencia de mi propio sueño herido.
(mil novecientos ochenta y dos)

11 – ZAFRERA

Me duele la raíz de tanto invierno
que crece en canutos maduros
y en machetes
cuando levantas una paz moribunda
sobre el tenue cielo del poniente.
Me convoca tu cuerpo dolorido
en la paz de un tarco centenario
para grabar el grito
en el cuero de tanta soledad abierta
y el misterio crecido del azúcar
manchado y en cadenas.
Me duele tu nombre y tu cintura
tu vientre marginado
tu olor vegetal
tu flor perdida
por un altivo augurio de trenzas y guitarras.
Vierto mi sangre en tu coraje
en tu nombre de tierra fértil constituida
para que tengas un hijo que prolongue
mi sueño de cantor
mi propia sed de sol en un arpegio
por el eterno bramido del trabajo
y este agrio destino que me olvida.
(mil novecientos ochenta y tres)

13 – TIERRA EN SUEÑO

Contemplo a veces
lo que queda del hombre
en estas calles azules de despojos altos midiendo el sudor el esqueleto alado
para desconocer el hijo
el padre
la patria
y entrar pesadamente en el alba
con los pájaros humeantes
de un canto perdido y la miserable sed que vuelve.
Muchas veces la tierra de uno
es nada más que polvo
cuero y planta
insecto lejanía sudor
ciudad animal corteza.
Pero la tierra de uno está en el alma
con un trino azul y las alas desplegadas
en la inmensidad de un sueño.
(mil novecientos ochenta y cinco)

14 – DESAMOR

Me cansa el desamor
la ambig�edad del viento
el recuperado olvido
la impura sonrisa de la calle quebrada
y la separada sombra de este cuerpo moribundo.
El muro del principio
cierra la puerta de Dios
hacia el infinito real
de tus ojos que estaban en el relámpago crucial
antes que nada.
Separado de la nada ambigua
me atrevo a deletrear tu nombre para comenzar el misterio inseparable
el destartalado albergue de las sombras insomnes.
Vigilia enajenada que me asiste
para entrar en los piélagos del olvido
o de ese odio que me involucra con la vida.
Me apura el desamor
desde siempre.
(mil novecientos ochenta y seis)

15 – EL QUE CANTA POR MI BOCA

¿Será acaso Dios
el que escribe los rincones,
el que me dicta extraños sinsabores
en los tapiales del aire?
¿Será que tiene fe en el hombre,
que le habla,
que le mira,
que salpica chispazos de su luz,
en las venas del silencio?
Yo sé que él me está buscando
irremediable,
y que le escapo
en las insufribles transparencias de la noche.
Yo sé que él sueña
con mi regreso, más allá de la gris arena del ocaso
y de los hirientes pájaros del olvido,
yo sé que me indulta por derretirme en la nostalgia
y que detrás de estas paredes
está aguardándome, infinito.
¿Será acaso Dios
el que canta
por mi boca?
(mil novecientos ochenta y siete)

16 – ITINERARIO

Te abandono a la orilla de este mar
sin ningún sueño
transformando ficciones y rencores.
En los muelles del vicio
el espejismo desbarata los mandatos
para encarnar la paradoja de la revelación
y el yunque que alberga un tiempo aniquilado.
Rearmo el viejo itinerario
descubriendo paraísos y proezas
en la sangre que convoca
y esgrime desconciertos
para pronosticar maremotos y ciclones
sobre la piel naufragante y solitaria.
Alejarse de todo lo que amamos
para regar el páramo
y sacudir inclemencias
precipicios
desiertos
lejanías.
Largo cataclismo que estremece
tu cuerpo cuando descubro el estupor
en la cercana permanencia.
En este total hundimiento ahogo la pena y la alegría.
(mil novecientos ochenta y siete)

17 – MI PADRE SE HIZO LAUREL

El laurel de la casa de la infancia rota
se pudrió del tronco
porque nadie quería sus hojas
en los fideos soleados del domingo
amasados con el barro de los sueños.
Necesito una rama hoy
para resucitar a mi padre
desde el naufragio de sus ojos
que me miran sin llanto
con el agua en la piel y la palabra.
A veces el pueblo se teñía de azul
y mi padre dibujaba sobre la corteza
de mis sueños
un viejo laurel con un duende
en la mirada
y una torva soledad que le crecía
desde sus mugrones y el recuerdo.
Sólo cuando mi padre se hizo laurel
se transformó
la nostalgia en alas
y quedamos mirando la tierra arada
que nos cubría el canto.
(mil novecientos ochenta y ocho)

18 – ACOPIAR TRISTEZAS

Dentro del árbol hueco
escondíamos
nuestro amor temprano.
Radiante rostro del canto
ahondado
gozoso
recuperado.
Asemejabas un ave simple
anidando en las entrañas de la luz
para acechar ofrendas
presagios
y congojas.
Cosecho el sutil fruto
en la implacable madrugada
que me regresa para hacer el mundo
o el amor
en los apagados árboles del deseo
mientras acopio la tristeza
lenta
divagada
herida.
Ningún vuelo puede devolvernos
el nutrido tiempo de la lima de Persia y la mojarra
del maizal en luz
la verdolaga del cañaveral
sufriente
y el hervor de la sangre del estío.
(mil novecientos ochenta y ocho)

2 EL CANTO DEL GALLO

Se esfuerza el verano en llamas para florecer
dentro de la vida
y sangrar por la sangre de todos.

Es un estertor del cansancio
marcando el exacto límite
cuando las formas huyen
y el sonido se hace asombro.

Es un río perdido su destino
de equivocar senderos interminables,
en los rituales que nadie necesita,
y pide la piedad sangrante
detrás de los oscuros tapiales
de los sueños.

Canta en los plumajes del día
cuando la espuela se clava irremediable
y alguien sabe que la luz se pierde
en un alto aleteo de misterios.
(mil novecientos sesenta y siete)

20 – MATINHOS

El sol tiene un cuero oxidado
sobre la arena
abre sus heridas y se pierde de sal
y pobres pájaros volando a un infinito
cerrado de palabras.
El sol está llorando
sobre la ciudad blanca
que retuerce sus luces
a un costado del agua.
El sol se derrite
sobre las barcas que esperan
aquel inútil viaje.
(mil novecientos noventa y tres)

21 – TARDIAMENTE

Tengo que abrir un cielo sin derrotas
en la contienda que viene
y anida en alarido
cuando el olvido cotidiano nos inunda.
Tengo que intentar la piel
astillando un cielo
por un ángel recrudecido de sueños
cuando el hijo no viene
cuando el amor es un ahuecado abandono
cuando la tristeza es una estrella de ausencia
naufragio empecinado y solo.
Absurdo ocaso
calcinado gesto en la intemperie hiriente
estar sin estar tardía totalidad del abrazo
fugitivo consuelo
desmemoria.
(mil novecientos noventa y cinco)

23 – REMBERTO ÁLVAREZ, MESERO.

Remberto Álvarez
mesero
que nace y vive en Cartagena
me sirve el café tinto de mañana
con la sonrisa abierta a los treinta y tanto grados
cerca del mar y de los sueños.
Tiene un corazón sediento
amansado de mar y sacrificio
como sus pájaros
que viven enloqueciendo plegarias
en la espuma del mar que apenas mira.
Cuando el ladrillo la arena la pared
el hijo la mujer el salario y el sueño
lo atormenten
nos hundiremos de soledad
en la miseria de los días para siempre.
Remberto Álvarez
camina y camina
por la sonrisa del viento.
(mil novecientos noventa y nueve)

24 – EL ÁRBOL QUE CANTA

Soy tu tierra
y aquí me quedo.
Soy tu mar
y me navegas.
Dejo una red en los muelles azules
de la sedienta madrugada
y transformo los dinteles de la sombra
en un beso que inventamos
con la energía del silencio.
Soy el árbol que canta
en la superficial vivencia
de los pájaros translúcidos
después del sueño que llega arrastrándose
dolido.
Soy el camino que trastorna
la mano suplicante
y la sorprendente flor abierta
por tanto desierto que nos queda.
Soy tu tiempo
mínimo
irresuelto
en los oscuros relojes de la nada.
(dos mil tres)

3 – SEPTIEMBRE

Tiraremos de la luz
hasta saciar el hambre y la melancolía,
mientras se llene el árbol de la calle,
con mi propio sueño pobre
y esta rica soledad
que lastima mis vigilias de veranos y locuras.

Ese trino cuajado de recuerdos,
desde el olivar expectante
y el vuelo que proyecta soles a tu paso,
septiembre lunes dieciocho
a las dos de la tarde,
mi alma sangrando soledades y destierros,
de mil novecientos no sé cuántos,
lejanía de toda la ternura
con el viento en contra.

Oh Dios,
este tórrido corazón que siempre pierde
para sentir la piel desmemoriada,
la humedad relativa del olvido por ciento,
consumido en un vientre de guitarras,
nunca lluvia y los ojos empañados
y el amor llenando la cárcel
la última ventana.

Oh Dios,
que mides la hondura del olvido
y ese desierto abriendo la sangre,
tu pollera gris y el buzo azul ,
sobre el árbol la tristeza,
te confieso padre
que tengo a Dios encerrado para siempre,
y esta tarde el moño blanco
quedó en la vereda
con las hojas desenterradas del odio
y las voces de siempre por siempre.

Oh Dios,
vengo a medir los demonios
que nadan en la lluvia,
con tu mano sobre mi mano
y la campana que espera los finales,
y este andén que llora silencios sobre los durmientes
para sentir el cansancio de los siglos.
Oh Dios,
mírame los ojos y búscala,
detrás del aroma a tierra herida,
en el mortero sollozante y mustio,
en la mazamorra que se apaga,
en un recuerdo ardido,
encuéntrala por esta lentitud hiriente que me lleva.

(mil novecientos sesenta y ocho)

6 – AL SUR DE LA PENA

A eso de las seis
sucede la nostalgia
y me sumerjo en mares remotos
en ríos perdidos.

A eso de las seis,
despojado de tu nombre y tu perfume
me anula el habla
y me enturbian los vinos memoriosos,
los translúcidos gallos de la deshora plena.

A eso de las seis,
emancipado de la tierra,
malherido de canciones,
náufrago de la luz,
invento el duende y la sirena
para sentirme vivo.

A eso de las seis,
la desgarrante soledad me abreva
con la afilada sonrisa
que nos arrojan los monstruos del fracaso.

A eso de las seis,
sucede la nostalgia,
más al sur de la pena,
muy al sur.

(mil novecientos setenta y cuatro)

8 – DENTRO DE LA AUSENCIA

Se tuerce la eternidad
sobre tu sombra y escapa a las alturas
de los ventanales del odio.
Escalando el alma de las cosas
para sentir tu soledad
creciendo sin sentido
sobre las siembras perdidas.
Soy o no soy un duende.
Soy o no soy un árbol.
Soy o no soy un niño.
Luego vengo a sentir un río incansable
dentro de la ausencia
cuando la locura esparce
las esquirlas de tanto olvido.
(mil novecientos ochenta)

9 – EL HERRERO

Creador de diablos
en la fragua del olvido
cobra vuelo en víboras sedientas.
Con una mano escondida golpea el verano
para abrir el cielo dorado
y amansa sinsabores en las tardes perdidas.
Saborea un sueño
con alas de silencio
y las estrellas del yunque
se escapan por sus ojos.
(mil novecientos ochenta y dos)

CONSTRUIR LA AUSENCIA

Te alertará la sangre
esta tarde de la flor perdida
para convalidar esencias y rituales mágicos
en un sueño no soñado.

Hace falta una pequeña muerte,
para llegar al olvido,
cuando el río se lleva los nombres
y contranombres,
los besos y contrabesos,
y admitimos la desmemoria y el odio
sobre el abrazo desesperado,
a contramano de todo nacimiento.

Esta sombra
desvelada
me ata la sinrazón y la esperanza
para guardar los despojos del recuerdo
en la calle de antes.

Construyo con los ojos del aire
esta ausencia,
delirante,
cuando abro la sangre de todo lo soñado
para sentir la caricia que no llega.

(mil novecientos setenta y dos)