CHOUHY AGUIRRE, ANA MARÍA
¡OH! JUVENTUD…

¡OH! juventud que se asomara ardiente
al borde de la luz con todo el viento
y el agua sobre el pecho y los deseos
como una flor abierta, sonriendo.

¡Oh! errantes por los campos y los montes
con caballos salvajes que corrían
del largo río el impetuoso curso
en el que luego todo se perdía.

¿Quién sostendría tus floridos ramos
de laurel? Ah, con manos fatigadas
¿quién los livianos arcos, las columnas?
el pelo suelto, el sol sobre la cara.

Si todo está, espíritu, perdido,
días hermosos de verano quedan
como vagos suspiros, tristes hojas
que el tiempo pierde y el amor acerca.

¡Oh! jóvenes felices, os envuelve
la deslumbrante llama y el encanto,
¡ah! los cuerpos desnudos en la hierba,
lo que está vivo y tiembla como un arco.

AY, EL AMOR ES TRISTE…

AY, el amor es triste, la juventud es triste,
todo lo que es hermoso se cubre de tristeza.
¡Oh! luz más pura que las luces del crepúsculo,
desciende sobre mí, suave como la hierba.

Recuerdo los lejanos días en que me amabas
en los jardines donde habíamos crecido,
tantas nubes errantes llevaron nuestros sueños
hasta la tierra llena de jazmines caídos.

CAMBIO

HE soñado en la noche con nueva poesía
no ya aquel monocorde latir de roca fría.

Lejos de un dolor viejo que ha dejado mi verso
como espaldas de niño, curvadas de universo.

Poesía de carne para que viva y muera
como la vida humana así percedera.

Llena de savia nueva tan extraña y nerviosa
que aspire sin tormento la perfumada rosa.

Y a su contacto suave, voluptuoso y caliente,
tiemble la sangre joven como una llama ardiente.

CASTA Y DESNUDA VOZ

CASTA y desnuda voz aquella
en la pureza de la tarde,
en soledad y en armonía
con la existencia y el paisaje.

Si la palabra se derrama
desde mi boca, está la tarde
que la recoge y que la guarda
hasta que crece y ¡ay! se abre.

¡Oh! la palabra despertada
en la pureza de la tarde,
casta y desnuda voz de tierra,
maravillosas soledades.

CORO DE LAS MADRES

Yo quiero que mi hijo pueda llegar al mundo
Y que su vida tenga un sentido profundo.

Yo quiero que mi hijo vea la flor temprana
Al comenzar el día y al abrir la ventana.

Yo quiero que mi hijo pueda mirar al cielo
Para verlo azulado, sin inútil recelo.

Yo quiero que mi hijo tenga una sangre mansa
No la lleve el destino a ignorada venganza.

Yo quiero que mi hijo viva una larga vida
Amparado en la tierra frutal y bendecida.

Yo quiero que mi hijo no derrame su llanto
Que su voz sólo tenga modulación de canto.

Yo quiero que mi hijo tenga un trabajo rudo
Para que pueda darle lo que mi amor no pudo.

Yo quiero que a mi hijo tenga un trabajo rudo
Para que pueda darle lo que mi amor no pudo.

Yo quiero que a mi hijo le sonría la vida
Y yo olvidaré todo, que el amor todo olvida.

Yo quiero que mi hijo vea limpias sus manos
De la savia sagrada que nutre a los humanos.

Yo quiero que mi hijo sea árbol de ramas
Y que pueda decirle: perdurarás si amas.

Y quiero que mi hijo entregue su semilla
Y su humano destino a otra vida sencilla.

Yo quiero que mi hijo viva todo lo puro
Mas la tierra está yerta en su tálamo obscuro.

EL POETA

DESDE la sangre viene el misterioso
gesto de tu palabra sensitiva.
De la raíz, la fuerza siempre viva
del agolpado canto doloroso.

Voz del ligero viento rumoroso
árbol desnudo o piedra reflexiva
y sólo un corazón que lo reciba
agonizando siempre y sin reposo.

Todo entero y abierto y ofrecido
alto sobre los muros y caído
de cielo y tierra y llanto penetrado.

Larga mirada que aún espera y ama
y el tormentoso mar desesperado
quiero al costado puro de la llama.

FATIGADA DE CUANTO…

FATIGADA de cuanto es triste bajo el cielo
sobre tu rostro vengo a detenerme apenas,
como un pájaro errante solo y desfallecido
alcanza en un jardín una fuente de piedra.

Cómo mi alma descansa si te evoco, amor mío,
y al mismo tiempo llora su apasionada queja;
partir de nuevo al aire lejos de ti, parece
que es estar separada del agua y de la hierba.

INÉDITO

Quiero ver el soneto de pañuelo
bombacha larga y faja en la cintura
que pueda parecerse su figura
al hombre triste de mirar al cielo

Erguido como un árbol sobre el suelo
abandonada y bella la postura
sobre su frente sombra o raíz oscura
caiga bien lacio y renegrido el pelo

Cruzado irá a la espalda el manso acero
donde se hamaca siempre el fiel talero
que roza mientras duda su alpargata
y tiembla el campo cuando estira el brazo
y parece que el viento se desata
para ayudar el vuelo de su lazo.

LA PALABRA

QUE tormento tan hondo
recoger la palabra
limpiarla de su sangre
y que no quede exhausta.

Borrarle los colores
sin que parezca pálida,
y devolverla al viento
que la lleva en su espalda.

MARINERO EN TIERRA

LEJOS del mar, de su mar,
está el marinero en tierra,
por aguas rojas de sangre
va su barca carbonera
sin mástil y sin paisaje
para clavar su bandera
adonde marchará el hijo
de la tierra marinera.
Pero tiene nervio y alma
al viento como una vela,
hombre de Santa María
novio de la panadera.
Cómo quisiera esperar
el que este puerto le diera
�la blusa azul ultramar
y la cinta milagrera�.

MIS DÍAS TRISTES DE ANTES�

MIS días tristes de antes eran días alegres,
sólo es triste este instante pues te pierdo, amor mío,
ya nunca más tu rostro desplegando las luces,
entreabriendo las ramas para que viera el cielo.

Te veo errante y solo por antiguos caminos
donde árboles dichosos podrán mirarte siempre,
donde la hierba suave acogerá tu cuerpo
y la flor más pequeña te tendrá de la mano.

¡Oh! porque todo el aire me detiene y te aleja
si habitara en tu espíritu un momento tan solo
ese tiempo sería más largo que la vida,
y la muerte temprana suave como una nube.

POEMA DE LA ADOLESCENCIA

¡AH! corazón del hombre lacerado de tristeza
desde hace siglos ya y junto al mar desconocido
y con sólo una voz entre los vientos que descienden
bajo las hojas tiernas, verdecidas del estío.
Está todo naciendo de la muerte, solo y nuevo
desde los huecos grises tras mis párpados cerrados
como la luna fría y descarnada que aparece
y los pétalos quietos de la rosa deshojados.
Y los barcos de humo navegaron en las olas
de un mar celeste y puro sobre las ramas de pinares
por donde va la infancia de los sueños que se alejan
hacia los altos muros de dolor interminables.
Luego sentí corrientes derramadas que venían
hasta toda mi sangre por mi alma y mi ternura
para que amara y viera las cosas que están creadas
con un llanto inicial desde la flor a raíz oscura.
Era la juventud que me envolvía como un río
yo dije: -¡qué bonita está la rama del manzano!-
y se asomó la hierba rumorosa hasta la tierra
y se voló la brisa amanecida del verano.
Era el vuelo de pájaros que están locos y libres
girando, ay, por las nubes calladas y los cielos
sobre la tierra sin herida y sobre las colinas
y junto a las ciudades de los hombres prisioneros.
Y la voz de las aguas extendida por los valles
y los árboles viejos con sus brazos florecidos
temblando en el ocaso con dulzura infinita
sobre los campos largos, silenciosos y dormidos.
Eso lo resguardé bajo el asombro de mis ojos
hasta la tarde clara y misteriosa que vendría
a traerme el destino tan triste que me dieron
y que ya ciegamente por mis venas descendía.
Como si no estuviera todo gris, envejecido,
y ardiera una vez más desde mi mano apasionada,
porque era el mundo mío que se alzaba bajo el cielo
y yo estaba sonriendo ante la luz, enamorada.

SIENTO QUE NADA EXISTE…

SIENTO que nada existe puesto que tu te has ido
y quien sabe que gentes retendrán tus miradas,
cada día mas lejos cuando ya ni te acuerdes
yo buscaré tu imagen entre las verdes plantas.

Mi amor crece muy solo mientras pasan los días
y tu alma tan grande junto a la mía pasa.
El destino separa mi mano de tu mano;
tengo mis dulces ojos arrasados en lágrimas.

SONETO DEL DOLOR

EL dolor que está en mí, que va conmigo,
que a mi costado marcha y me ensombrece,
que es presencia de un daño que no digo,
en mi llanto se nutre, crece y crece.

Cómo duele el amor, su gesto amigo,
la dulce voz que nos desvela y mece,
la raíz que detiene cuando sigo,
una voz de ala fría que se ofrece,

Pienso que ha sido extraño mi destino
ver al polvo rodar por el camino
y a mi palabra en mí como un tormento.

Yo que quise tener la vida entera
toda sin soledad y sin espera
sobre la tierra quieta y junto al viento.

TERCER SONETO TRISTE

TENGO ese quieto cielo destrozado
sobre la dulce palma adolescente
como sangre de pájaro caliente,
aún viva de rumor enamorado.

No sé si va cantando a mi costado
o sube fuera donde ni la siente
mi juventud perdida en la corriente
del largo río oscuro y fatigado.

Muerte de niña de asustado pecho
queda un reposo en el flotante lecho
hermoso y suave que tal vez espera.

No hay ya ternura, nada, entre las ramas,
apenas sostenida hasta que ardiera
voy por el río abierto de las llamas.