ETCHECOPAR, DOLORES
*

una vez
escuché a la niña inca detenida en la montaña
sostuve su pequeña mano en la mía
su mano tocaba la hierba de un reino
y la posé sobre mi pecho
cada cosa anhelada irradia un silencio que protege
me fue concedido sostener una pequeña mano
en las sombras de la montaña
y cantar lo inusitado lo breve de un cielo
que se espanta con el pensamiento

*

entonces vi que la ciudad se hundía
y grité después mucho después
un grito que me llevó de mí hasta el tiempo
y no se oyó
dónde era que yo rogaba por nosotros
los que íbamos
íbamos
con las aguas y las flores y los restos
de una frase a medio decir
porque el No alumbraba ese lugar inmenso
donde el viento de las palabras
soplaba sin cesar
y nos apagaba

*

MARÍA INÉS MATO nadó las aguas
más frías del planeta;
cruzó el Beagle, el canal de la Mancha,
un estrecho impensable del mar Báltico.
Sin trofeos, ni estadios
sus travesías parecieron inventadas.
Bordeó el glaciar en paralelo,
en círculo la isla de Manhattan;

aguas que expulsan con su mezcla ácida,
raras aguas que entregan
su cauce de vértigo.
María Inés Mato eligió en lo abierto
mareas de montaña
y volcanes helados,
oleaje turbio del mundo sensible
cenizas, peces, barro.

¿Quién acepta una nadadora sin pie
o ese imposible desequilibrio?
Con una pierna menos y sin prótesis
entrenó como una disidente;
en el verso libre encontró ritmos,
palabras que sostuvieran el calor;
en la falta de gravedad del agua
se llenó de voces;
nadar es hablar con la respiración.

Al mar del sur le habló con la memoria
de las mujeres yámanas,
a bordo de sí, con la corriente
del cuerpo hizo canoa
para llevar el fuego a la otra orilla.
María Inés Mato unió el estrecho
que separa Malvinas. Brazada tras
brazada, de la guerra abre olvidos;
una huella de espuma, un puente blanco,
un rastro en el agua de los vencidos.
¿Quién acepta una nadadora sin pie
que explora las bajas temperaturas,
sin rayas marcadas ni andarivel,
en las olas de su propia ruptura?
Con aire, un mar en contra se horada.
Del agua helada dijo duele muchísimo
pero es una frontera,
un cruce, solo eso.

Sin traje de neoprene
se zambulló en los hielos antárticos,
la gorra de goma de los nadadores
emergió inédita entre los témpanos;
un video muestra el barco guía
y su continuo braceo
bajo el ancho vaivén de una gaviota.
Coordenadas desiertas
que borran cualquier marca.

Proezas hacia adentro
probadas con el pulso.
Si cada persona es su propio mapa,
el suyo traza líneas,
casi imaginarias.
María Inés Mato buscó aguas frías
mares renuentes a la aceptación,
nieve hendida del planeta ¿o qué
callados, secretos límites cruzó?

De Aguas, 2013

*

riamos del zigzag que hace la vida cuando pasa
como liebre escurridiza
corre y despista su pradera
oh dicha radiante sortear con esa gracia el pequeño fin

*

no supo ir al paso
inhaló el peligro del rayo
que apuraba su sangre
la punta del mundo se infectó en la herida
tuvo madre breve como la sombra de un pájaro
sobre su lomo
ella le dio de comer de sus ojos
hojas mordidas por el frío
se le deshizo en la lengua
el nombre de aquel alimento
y desde entonces busca entre las piedras
la danza de sus sonidos
nunca dicha la curva
que oculta lágrimas
en lo alto de la pena
la frontera de la noche por venir
reverbera en sus patas
en el remolino de la crin
la palabra dicha

a un caballo

*

mientras leo el roce de la ferocidad
que recorre mi espalda
algunas palabras forman pequeñas canoas
las empujo al cielo que relumbra devastado
advierto que mi cabeza se inclina en la lectura
como la de mi padre
cada vez el amor llega con esa pendiente
al libro que se abre y pide
que deje afuera las armas
lo que ellas han destruido
la brisa sola
la respiración alcanza a mover las páginas
de otro mundo

*

confiada aún cuando el hacha
hiende su corteza y la savia apresura
su última canción hacia las hojas
desaliñada casi idiota
pedalea contra el viento
la voz no tiene sitio en mí
me despide
con veneno y con luz demuele mi lamento

*

vuelvo al pozo de tu amor
voy a beber otro sorbo para seguir
mis pies llevan tu forma despeñada y caminan
como caballos pequeños hacia la muerte
estarás allí padre
en el salto de mi alma
mi madre se habrá alejado
tendré que levantar la voz para llamarla
pero tú padre
sé que estás haciendo tiempo
en el borde de tu muerte
cada día de mis días
una puntada más
une lo que está separado
hasta que en toda su extensión sólo brille
el hilo transparente de tu amor
esa orilla nueva
donde yo desaparezca

*

mi vida como liebre lleva una bala
está en apuros y mira
entre las margaritas aplastadas y el granizo
cómo levanta el día sus alas de la hierba
en este punto de la llanura que desaparece
entre el miedo y la luz
donde el árbol solista canta muy despacio

*

después no hay consuelo no hay pecado
hay nubes que alumbran rosas que
se deshacen donde nadie echa raíces
pero sí un infinito
un canto alrededor alrededor
de lo que llora en mis manos cuando duermo

yo ruego que la noche no hiele las flores
que el día abra sus puños
y que adentro estén mis ojos
viéndote reír

*

detrás de la empalizada ladran los perros atados
dos hijas al final de los hijos
al final del amor
dan lástima cómo ladran sin parar
cuando nace la última hija
la primera apaga la luz de su infancia
los perros atados ladran y lloran
sin saber por qué están atados
detrás de los árboles ladran toda la mañana
la primera hija nunca entra a la infancia de la segunda hija
los perros atados se vuelven hostiles entre ellos
ladran a la inmensidad a la que quieren volver
han trazado un círculo alrededor de la segunda hija
un área reservada de la que no puede salir
los perros atados gruñen al extraño que se acerca
no esperan ser liberados por quien no conocen
la segunda hija aprende a ladrar como los perros atados
ladra como ninguna dice desde lejos la primera hija
no espera ser liberada por quien no conoce
los perros atados ladran hasta quedar sumidos en el desánimo
pobres perros sin saber por qué siguen atados
por un momento callan con esperanza perplejos luego
cuando la primera hija que ya no es hija ni joven
se adentra en el ladrido y ajusta el nudo

1

hay un espacio entre mi madre y yo
tiene una piedra
allí encontré al cartero llorando

18

en mi casa algo grave le sucedía al silencio había hielo
en un ojo un jardín aterrado era el otro
en la oscuridad nevaba los pasos de mi padre
rápidos llegaban en un día a todas mis edades y entraba
esa luz en mi oído esa luz que quieren los árboles
para tocar el día más allá de sus ramas
más allá de sus frutos heridos por el hielo
yo quería tocar la mañana de esa ciudad
que se iba en los trenes

2

te quiero hasta el cielo
porque en lo azul en lo rosado
en la nube blanca ya no estamos
vos y yo tan separadas
como acá tan dolidas
que cuesta tocar la risa tocar el corazón
y el cielo está para que yo te quiera
hasta la tierra
donde me falta reunir en uno solo
los dos ovillos los dos colores
tu hebra y la mía
harán la trama del tiempo que queda

21

la tejedora enhebra su soledad
teje y teje durante años
le duelen los ojos
sus dedos han comenzado a deformarse
algunos puntos se escapan
y la trama se hace más liviana
la tejedora
no sabe qué tejen sus manos
sus agujas aéreas
la dejan atrás
no sabe qué hacen
entre los hilos ciegos
los puntos que se escapan

22

la casa es una gran madeja
que ovilla el silencio de tu amor

(De El comienzo)

47

acerco mi corazón a la oscuridad de este río
¿qué harán sus materias coléricas y la dulzura
que viene del fondo?

¿tengo voz
para llegar a esta ciudad
a este tiempo?

la devastación no alcanza a detener
el traspaso de un pensar delicado
cada cosa
ruega amor

8

tu muerte y mi vida
están sucediendo juntas
se extrañan
se crían

EL POZO

mi hijo no hace pie en el alba
tampoco hace pie esa ciudad donde estuvimos
ni el tren que iba a Berlín
ni los muertos que suben y bajan
la ropa de los vivos
nada hace pie ni la pobreza ni la risa
ni los ruidos feroces ni las luciérnagas
bajo el gran país que suelta la noche
digo unas palabras aparto a la extraña mujer
que se prepara en mi sollozo digo unas palabras
antes de que ella me enmudezca con sus fábulas
y su desmemoria
mi hijo no hace pie en el alba
el tren que iba a Berlín
los vivos que suben y bajan
la ropa de los muertos
nada hace pie
en el llamado
nada hace pie
en el silencio ese niño
nunca sabrá
por qué afuera de la luna
golpean a un viejo caballo

(De Notas salvajes)

LA TRANSMISIÓN DEL AGUA DE LOS CUENTOS

había una vez
hubo un día
había una vez
hubo una mano vacía
había una vez
hubo la transmisión del agua de los cuentos
bosque pequeño bajo la nieve
(el silencio estaba en esa mano)
había una vez
hubo alegría iba a empezar
la búsqueda de los tesoros
había una vez
yo buscaba el comienzo
y me dieron los sonidos de un antiguo llanto
(tuve que calmar esos sonidos)
había una vez
pero todas las palabras se acostaron para morir
y hubieron nubes y dos percherones atados a un carro
había una vez
hubo viento helado
que arrojaban de una altísima montaña
y niños que preguntaban:
¿cómo es del otro lado del viento?
pero bellas mujeres se llevaban a los niños
al gran parque oscuro
había una vez
hubo un día
hubo un bosque pequeño
bajo la nieve
bajo el silencio
bajo la mano vacía
bajo los hilos
de la muerte o del sol

MEMORIAS DEL NIÑO

I

me espanta este río
arrastra la flecha de mi espalda
las margaritas que retienen el mundo
se elevan atribuladas
antes de gritar estuve aquí
con los árboles caídos de mi cara
vi la nieve
la nieve vi la nieve
la leña sumergida en los cabellos de la antepasada
se encendía y hablaba
atajaba el bosque en la puerta del niño
la oscuridad
esa leve cascada
que enloquece los sonidos de la memoria

II

bosque de ligerísima luz
llévame lejos del que habla
las lenguas se han secado
cuelgan del espejo que no hay que mirar
pastor de las aguas
pastor de los besos
llévame lejos del que habla
sin piedad

III

protejo una mano pequeña
en medio del mar
aprieto la mano pequeña
dentro de ella protejo
el latido del mar

(De Canción del precipicio)

POEMAS DE LOS HIJOS

todo ha cambiado en los recuerdos en las sílabas en las lágrimas
hermosos hijos todo cambia en la mañana
en los viajes en la noche todo ha cambiado
el regocijo y el miedo que rodean mis órganos
han cambiado
tantas veces mudé de piel que me voy pareciendo
al aire del mundo

hijo
antes de nacer
me abrazaba el mar con tu luz adentro
busqué la punta del hilo del corazón
tenía un daño el corazón un precipicio tenía
no supe dónde yo era clara dónde oscura
y te alcé con todo lo que en mí había
yo quería un hilo fuerte para tu pecho para tu risa
no supe girar a tiempo las aspas del molino
que a veces escuchas llorar al fondo de la casa
recuérdame indistinta al crujido de las ramas
un abecedario de tus rodillas afirmadas
al árbol que trepabas y crecía de tu asombro
recuerda las piedras que levantabas del camino
sus aristas sus destellos de ojo embebido
de niño te supe antiguo y lento
cuando ibas hacia el vacío radiante de un tesoro
hijo en toda mi vida
apoya tu cabeza
hija
están dormidos los pescadores
podemos escuchar el agua el agua sola
y la luna
su pequeña mano en tu frente
este viejo sitio te ampara
el torvo aguilucho en su palo
la liebre inasible
el andar vacilante y confiado del zorrino
cada rama florecida cada gota de rocío te ampara
separa de la maleza las briznas venidas de tu infancia
ellas te mecen los sueños
al mar que vimos a la tardecita ve
al azul de Fra Angelico con tu canción de los Beatles ve
apoya tu corona de suspiros en mi pecho
tú percibes cuando las cosas
que usamos para vivir y para reunirnos
dan un paso secreto hacia la belleza
no tengas miedo de la ausencia intratable
mientras ella arrecia tú avanzas
y atesoras
de cada legado
la curva fulgurante

hijo hija largo alumbramiento
suelos sin caldear que se fueron de mí
y aun así todavía
doy a luz un vacío donde rezar
un hijo una hija
no allí donde me ciegan
los nombres cansados de las cosas
sino donde pueda darme absolución
una palabra que anide y cante
como algunos pájaros
cerca de la caída