GIRRI, ALBERTO
INSTRUCCIONES

Abre en la página, el pasaje
cuando el dostoievskiano hombre subterráneo
expone su mortificación, perplejo,
resuelto a perdonar si lo abofetean,
a ser magnánimo.

Y procura seguirlo
en su ingenuidad dialéctica:
¿Cómo se consigue
administrar magnanimidad y perdón
con alguien que nos abofetea obedeciendo
casi seguramente a dictados naturales,
incontrolables?

Continúa. Acompáñalo al estallar
su propensión taimada, cuando permite
que germine la idea de venganza,
aunque de inmediato
abandone el intento, inerme:
Cómo vengarme, alegrará,
de aquel culpable
que en el fondo no es culpable,
pues de análogo modo que los objetos
desaparecen en el aire apenas los miramos
se evaporan las razones,
y no distinguimos culpables, las ofensas
no son ofensas sino imprevistos,
predestinaciones;
¿cabría
acusar a alguien por nuestro dolor de muelas?

Y arribas a la proposición capital,
el desmoralizado personaje
resumiendo sus congojas,
que hacer tuyas:
Irrealizable la venganza, impracticable
porque el directo, legítimo
resultado de una conciencia es su fijeza,
es descalificar cualquier acción.

Arroja entonces el libro, ofrece tu mejilla.

(1972)

¿Y SI EFECTIVAMENTE,
LA NATURALEZA IMITA AL ARTE?

¿Y si la eventualidad
de que un borracho camine
barrios enteros de prostitución,
y asomado a patios, ventanas,
masculle demandas inquiriendo
por gigantas, una Leda altísima,
rubia, gorda o flaca,
nos supone presenciar
en acción una de las posibles,
inesperadas consecuencias del sentido
con que Miguel Ángel recreó
y modeló su Leda con el cisne
imaginándola metáfora (eso dijo, tal cual),
para iluminarnos en pleno cómo es
extraviarse enajenado en un rapto
de pasión física?

¿Y qué de prodigioso, además,
si a partir también de la misma situación
se da el azar de toparnos con fieles
de T. S. Eliot,
borrachos
memoriosos de Prufrock que juren
haberse consolado en burdeles
donde las mujeres van y vienen por los cuartos
hablándoles a sus clientes de Miguel Ángel?
(1976)

A LA POESÍA ENTENDIDA COMO UNA MANERA DE ORGANIZAR LA REALIDAD, NO DE REPRESENTARLA

Lo que en ella place
place a la índole de las cosas,
inicialmente sin ir dirigidas a nadie,
y en esencia visiones,
y la reflexión
determinando que impulsos, ideas oscuras,
cobren análogo peso, homologadas
en sentencias que otras
sentencias transforman,
apremiadas
por lo que la poesía exige,
lo que el poema
ha de ofrecer a la vista,
afectar a los sentidos,
lo que tendrá
de móvil ofrenda
en un mundo estático,
y lo que el paisaje, los millones
de universales gestos piden,
ser formulados
en tejidos de perenne duración, claros
de diseño, voces modificando
hábitos de conceptos y categorías,
y atendiendo
a que más allá de la verdad
está el estilo,
perfeccionador de la verdad
porque en sí lleva
la prueba de su existencia.

Escríbela,
extrae de ese orden
tus objetos reales,
mayor miseria
que morir o la nada
es lo irreal, lo real sin objetos.

(1966)

A UN LECTOR DE KEATS

No obstante el simple
y efectivo mensaje del ruiseñor,
melancolía
exenta de artificio,
suspiras aún
por la belleza del tiempo, cultivable
campo de los acontecimientos,
por el aliento
sin cambios, preservado
con esa eternidad que envuelve
lo temporal, la circunstancia,
y que la Oda describe,
te ofrece directamente,
como por el gusto conoces
qué es una manzana.
Sólo
que cuando estás a punto de lograrlo
te lo impides desviándote en el recuerdo
de paraísos que te expulsaron,
y entre ellos buscas
aquel del cual lograste
arrancar una dicha para siempre.

Y lo que acabas de probar
retorna entonces a lo cotidiano,
Keats se esfuma,
Su Oda
reina nuevas lecturas,
una más
en la rara serie de presencias
que lastima perder,
y tu
azorado, conjeturando
qué habrá dentro de ti
nacido también para no morir,
para que luego del fin,
cerrados los labios, tu lengua no enmudezca.

(1966)

ARS LEGENDI

De movimiento rápido,
llano en palabras y esilo,
directo y simple,
noble en las ideas,
nuestro Homero es Homero
por el efecto general,
no por sus detalles aislados,
pero los profesores disienten,
apabullan con el principio
de que los clásicos encierran demasiado
para el elemental entusiasmo de legos
sin otras armas que buena fe,
curiosidad y candor,
y someten la lectura
al potro de la exactitud,
cuestionan epítetos, versiones,
tornan retorcidas las ideas,
oscura la modalidad,
un Homero
artificial y urbano,
al servicio de claustros,
compuesto, limpio de fantasía,
el exang�e cuerpo
que justifica la lamentación de Voltaire
señalando que las humanas letras
suelen ser maltratadas por la estupidez,
inhumanas, tediosas.

(1968)

BYRON REVISITED

Primero, el simple, fiel
reconocimiento de esos
que se guían por lo que sienten,
lo que creen sentir,
y cuyo tributo
es acercársele
como para tomar una flor,
recapturar briznas
de cantos,
como enamorarse
y cándidamente
arrojar
luz en devotos fragmentos,
fósiles, la amarilla
fronda de un alma
presa del tedio, aislada
en su privilegio
de amistad con el Ángel.

Luego,
el desdén crítico
paseándolo en un territorio
pleno de exageraciones,
algo gótico, la sumisión
al confuso siglo romántico,
las latitudes
que tocan pasadas grandezas,
intimidades en desuso;
y la obra
entrelazada con la precocidad
de un gigante, un cojo, un pie maltrecho
deshaciendo desde niño
innúmeros brazos.
Asegúrese
sus afecciones, las ahora
módicamente seductoras poses,
el Maldito, el Amador, el Libertario,
el Protestante moderado y flexible,
su oculto empeño
en hacer coincidir arte y creencia.

Y a través de unos y otros,
sin signos de fatiga,
lo que permanecerá inmune,
la peculiar carga del verso
(juego literario aparte,
Aparte estilo, manera,
Trucos, esfuerzos retóricos
en pos de una individualidad),
exigiéndonos aceptar que ella,
no el desplante verbal,
es lo decisivo
y lo que su inmortalidad ofrece
como postura, fecundo germen
del que puedes extraer tu materia,
tu oído, forjarlos
en medio de asociaciones,
referencias, símiles,
y la traicionera y dulce idea
de un tono que sea exclusivo de ti,
byroniano por el ímpetu
pero adecuadamente moderno
en los detalles,
al nivel de tiempos y torturas
un poco viejos hoy, tan temidos
como entonces,
cuando el insociable lord componía.

(1964)

DE ABRIR LOS OJOS Y NO OIR

Sordo, sordera al entredicho
de palabra y comunicación,
palabra y representación,
y significación,
palabra y lo indecible.

Sordera por conformidad,
la del sordo
a que palabras y hechos
se contemplan sin interferirse,
desgranándose según
sus propias órbitas,
libradas las palabras
al puro engendrarse, puro manar de ellas
solamente palabras,
nombrando,
no qué es lo que nombran,
nombrando, pero sin acercarse por completo
a disolverse en lo que nombran,
nombrando, como argumento
para deshacerse de lo que nombran;
nombrando para que lo nombrado
tenga su rótulo, centro, núcleo,
que es la palabra que lo nombra,
y no haya así vacío, ni miedo al vacío.

Sordo,
sordera
de abrir los ojos y no oír,
cercanísimo parentesco
con la que ataca a las almas
decapitadas por la Palabra de Dios.

(1975)

EL DIBUJO COMO POEMA

Suelto corcovear, la mano
y lo tangible, hurgando:
flores, gatos,
cabezas, arabescos, arboleadas,
que la mano, mano y mano mental,
abstrae, del espacio
lo real en trazos, ideas visibles,
modelos al abrigo del languidecer
en carnes, rasgos,
colores, savias:
flores, gatos,
cabezas, arabescos, arboledas,
por la mano rapiñados del tiempo,
y fuera del tiempo
por fervor de la mente, el valimiento
de no ser copias serviles sino formas,
purificada acentuación de formas:
flores
cuyos pétalos nunca
se despegarán,
gatos
a los que ya ni ladridos,
relámpagos, silbar de pájaros,
alterarían,
cabezas
en sonrisas (o en desamparo),
definitivas,
arabescos
de brazaletes, estelas, rúbicas,
arboledas
desde ahora extrañas
a provocaciones del viento, escarcha,
calamidad de frutos
madurando hasta pudrirse.

Bocetos, diseños,
la mano
como tentativa en espirales, curvas,
de flores, gatos, cabezas,
arabescos, arboledas,
que siéndolo continuarán siendo
flores, gatos, cabezas,
arabescos, arboledas,
perduración
aunque el iconoclasta escupa
por enemistad con las imágenes,
como no importaría
el espástico, alborozado
dibujando en el aire entidades
muy diferentes de las que contempla, desfigurar
de su mano sin control, propósito
de su difícil inteligencia, indescifrable.

(1976)

EL POEMA COMO INESTABLE

Estado, o materia, que cuestiona
a través del poema,
¿vivimos
una vida que nos pertenece,
o nos vive ella,
dependientes
de qué y cómo ella
rasguea y tañe en nosotros?
Y entendiendo
que lo singular, casi nuestro
único medio de reconocernos,
queda en lo que transcurre
del nacer al crecer, ser
sanos y enfermos, morirnos,
¿no es vital, asimismo,
lo ilusorio de lo fijo, movernos
en seguimiento de lo fijo, el poema
como vehículo, cerrado y concluso,
para atesorar un presente
sin detrás ni más allá,
el poema, finjámoslo,
acosador de lo inapresable,
obseso registro
de cuándo se abre la rosa,
cuándo
cae pulverizada una estrella,
cuándo
la hierba que pisamos
vuelve a enderezarse?

De comprender esto
el hacedor de poemas lo es, deviene
un hacedor de poemas,
y en comprenderlo
apoya su afirmarse
por los poemas que hace,
y la vislumbre
de que si no fuera así sus cantos
expresarían de él sólo lo discorde,
y ninguna unidad, ni siquiera
mostrándolo como el gozoso, centelleante
predicado de sus cantos.
( 1976)

EN LA LETRA, AMBIGUA SELVA

1

El ritmo de lo escrito
es el ritmo del que escribe,
y el texto el poema,
en parte mecanismo verbal,
en parte sistema de correspondencias,
es con el mundo una sola entidad.

2

La forma equivale
a convicción interna,
y la letra la emplea con vistas
a proveer al mundo de significados,
y aun para el Significado,
y aun para subyugarlo
con le prejuicio de que la palabra
traduce y vierte lo ideado.

3
Lenguaje y estilo
penosamente edifican jerarquías,
y al lograrlo
el mundo queda en suspenso, extático,
aunque luego el producto se descompone,
su linaje se vulgariza,
suena escarnecido y degradado
como fofa, mustia potencia,
y las líneas mejores, las ejemplares
y musicales tiradas, apenas si sobreviven
como detrás de un vidrio, burla y tedio,
¡oh pobre Olimpo!

4

¿Campos donde el que más despoja
es el que avanza?
¿Trampa y recompensa
para los que perseveran
enfermizamente atentos a apoderarse
de la totalidad atreviéndose
a lo banal absoluto de escribir
“Cierren esa puerta”, o “Quisiera dormir”?
Cuanto trace la escritura
será interpretado, obtendrá respuesta,
como a los piadosos se les permite
orar según les plazca, convencidos
de que Dios escucha y lee
hasta las pisadas de una hormiga.

(1972)

EN LA PALABRA, A TIENTAS

I

Fallidas incursiones, intentos
de siembra que no rinden
el adecuado, proyectando fruto,
como no se recogen uvas de las espinas,
higos de los abrojos.

II

Señales desalentadoras,
las que anuncian
que únicamente caben acuerdos
por símbolos, condicionales,
y que nuestro lenguaje usual
adolece de precario en todas sus instancias,
literal, figurada, sugerida,
y de falsedad
los pensamientos hablados.

III

Oraculares consultas,
el exagrama del I Ching
que previene de ayudas
poco claras, las palabras
y su externa brillantez,
con la eventual excepción de Blanco,
voz eminente en su simplicidad, venida
de la simplicidad de lo blanco.

IV

Invocaciones
de adverso alcance,
contrario al esperado,
verbosos énfasis
haciendo que el que invoca
aparezca ante lo invocado,
y donde “Muéstrate”
implica: “Te invocamos
hasta hacernos presentes en ti.”

V

Sólo el poema
sonríe, sabiéndose
inconcebible como otra certeza que un medio
de obrar y amordazar con palabras,
y sabiéndose objeto, de las escasas
tentativas exitosas de forjar un objeto,
epítome del yo que por la enmarañada
selva paladea su propio gusto,
amigo al cabo de la palabra, ahora
su indiscutible, benéfica
arma aun para atacar lo que ama.

(1972)

ESTIMAR SEGÚN OTROS OJOS

Mientras Flaubert
presumió vaticinar para el arte
un porvenir científico,
Nietzsche, a su vez,
presagiaba que la ciencia
desembocaría en el arte,
forzada, remedio último.

Ninguno acertó. Hubo que aguardar
por los que programaron que al llegar
el artista a los confines de su campo
se mordería la propia cola,
sometido a entrar en la historia
no por lo que es sino como documento.

Y dieron en el blanco. Divulgóse
desde entonces que el arte es arte
en tanto se alce en contra del arte,
y que la estética, desinteresada
de su viejo problema madre,
lo bello y se esencia,
tiene que limitarse ahora a rogar
que no experimentemos,
que solamente juzguemos.

Melancólico devenir, si se piensa
cuánto de incitante e inocuo
resultaba, en suma,
discutir de la Belleza.

(1972)

FRASES, VARIANTES DE TI

Frases, variantes de ti,
énfasis
simultáneamente puesto en retenerlas
y en tus turbulencias.

“Es difícil modificar los dioses”,
le dice Shatov a Stavrogine,
y te arrimas a la convicción
de que los dioses deciden por ti
y además te ignoran.

“Si Dios no existe
qué clase de capitán soy yo”,
brama un borracho
que discute con los Karamasov,
y aturde tu ánimo,
le agrega obstáculos, dificulta
tu capacidad de reconocer
ninguna dicha, armonizar
lo de acá abajo, lo supremo.

Y locuciones
sobremanera raspantes, como de peces
en períodos de celo,
impregnando tu cabeza
como el olor de una sala de hospital,
y endebles, huidizos fragmentos,
la maraña de una loca
que vaga por la Plaza Lavalle;
“Je suis russe, fran�aise, viennoise,
je m`appelle Rosemarie,
Rosemarie, confirmation name.”

Esparcidas por el azar, acaso
repositorio de la frase absoluta,
común a todos,
la que enuncie, establezca,
que tu sino puede ser revelado
aunque nunca descifrado,
que la trama despista, el desenlace te sorprende.

(1970)

GERTRUDE STEIN SUGERIRÍA:

Por rutinaria, olvidar
la presión de que el estilo
es el hombre, fisiognómica
de la mente, exceso,
y confiarse
al mero, fiel enunciado
de lo que uno ve,
el poema
de la mesa, jarras, vasos
sobre la mesa, vistos
diferentes una y otra vez, repetición
que es lo que uno sabe
que está viendo,
y por más
que lo que ve escribiendo
no se oye mientras lo elabora,
y aunque al ver
lo que ve nunca se aclare
cómo ocurre,
¿prisioneros
de las jarras, vasos, mesa,
presos
visualmente del juego
de la subjetividad,
caídos
en objetivaciones
de nuestra subjetividad?

INSTRUCCIONES PARA PROVERBIOS

No que sus obras, consoladora carga,
estriben en sosegarnos, contribuir
a nuestras soluciones desde rígidos,
determinados e indelebles perímetros;
no que su irradiación,
alertándonos, consista nada más
que en un externo apelar, pedestre
y sin examen, de uso indiferente,
como se recurre al uso apropiado
de enseres, un tenedor, peine, cepillo.

Y sólo a partir de allí
sabremos reconocerlos en su flexibilidad,
en lo que ganan y enriquecen
al diversificarse, ampliar sus alcances.
Concretamente,
se verifica con cualquiera, al azar,
mejor todavía si se toma alguno que nunca
hayamos recordado,
acaso éste,
vagamente oriental,
Una mentira conduce a cuarenta verdades,
y del cual desplazamos sus miembros
hacia las direcciones posibles:
Cuarenta mentiras conducen a una verdad,
y luego,
Una verdad conduce a cuarenta mentiras,
y también,
Cuarenta verdades conducen a una mentira.

Habremos así
tocado el punto, la espontánea
persuasión de que no mantienen los proverbios
sujetos exclusivos;
ninguno
rige la sentencia hasta siempre,
ninguna
de las piezas de un proverbio
lograría alternar tantas veces de sitio
como para que la sentencia se apañe,
sea ininteligible, de balde,
y tampoco
ninguna sentencia que se modifique
eventualmente en una distinta
se negaría a reaparecer cuando nos haga falta.
(1975)

LA INCERTIDUMBRE COMO POEMA

No se conoce de poemas
descansando instalados en el triunfo,
la madurez, sazón pétrea.
Al realizarse,
paralelamente asisten a un mudar
de sus bríos, sutilezas,
irónicos contrastes,
y a negruras, olor
marchito de sus variaciones del ánimo,
exuberancias, gravedades, ternuras,
gracias, ornamentos
un resquebrajarse
de la adecuación del sentido al sonido,
y aquellas tensiones
por el efecto de conjunto se adecua
al rotar de maneras, tonos y sellos privativos,
y a que el arrebato de ir poniendo
palabras en ejecución, enlazando
los giros y cláusulas, estriba
en recibirlas por su sabor,
un gusto
como conocimiento y significación
de lo saboreado.

¡Estén atentos,
escribas potenciales
soñando que el romance con cada
poema que de sí desgranen se eternice,
prepárense más bien para verlos
invertidos, incesante inversión,
reconocerlos de tal modo
que allí donde elogiaron la vida
se leerá que la muerte es
la parte útil de la vida,
y donde ensalzaron la piedad
ésta será teñida por extravío,
y la credulidad por prudencia,
lo pésimo por bondad,
lo furibundo por sano!

(1976)

LECTOR HIPÓCRITA

Por sorpresa
te asomará ese estado de atención
propicio para empezar a darte cuenta
de que nada de lo que te toca pudo
enseñársete fuera de las páginas,
o haberte sido dejado en herencia,
fraterno legado.

Ten paciencia, por sorpresa,
aquí y allá, cuando tu cara
enrojezca de verg�enza, de sentirse
contempladora de dramas, ajena a éxodos,
crucifixiones, hégiras,
y cuando vaciles, desconcertado,
deslizándote por el conflicto de Pascal
entre corazón y mente
(finesse y geométrie),
o sufras
de algo similar al vértigo
que ante el vacío despidieron
las postreras tentativas de Mallarmé,
el último Mallarmé, su conciencia
de apostar, inspirarse, atreverse,
con objetos inaccesibles.

(1973)

LITTERATI

Ser Proust, Henry James, Valéry,
o no ser nadie,,
ser Baudelaire,
o no escribir ni una línea,
erigirse, inapelables,
en analistas y expertos
de los males de las letras,
patólogos de sus épocas,
jueces de sus cofrades,
y discriminadores del éxito
(que desean, y desean desdeñar),
como afortunada conjunción
de crítica y aplauso,
triunfo de la probidad
enunciado de algo que cuenta.

Y al resplandor de órdenes supremos,
menos que cáscaras
chapaleando en una magra,
bien educada fecundidad
que los aleja de quimeras
y gustosa sustituye
el voraz esfuerzo de Balzac,
los conflictos de Flaubert y sus burgueses,
el anonimato del primer Cervantes,
la conversión de Tolstoi,
por una lucha amable, diálogos
inmunizados, sin asperezas con el medio.

(1964)

NUNCA UN POEMA ES
LO QUE SU AUTOR CREYÓ

De charlatanería emotiva
hubiera calificado Nietzsche
tus laboriosos éxtasis,
y de locuacidad
sin sustancia el producto, por ajeno
a las más usuales prescripciones:
melos, armonía, pathos,
y por huérfano del privilegio
que tan pocos ostentan, punto
de examen de su validez,
el precioso
don que funcionara, y sigue aún,
en Horacio y las “Odas”,
la pericia
(arg�iría el exaltado filólogo),
de concentrar en el mínimo
volumen y cantidad de signos
lo tenue o sencillo, lo medio o templado,
lo grave o sublime,
la máxima fuerza, energía,
como compendio de realismo
e incitación,
una estructura
de palabras mosaicos de palabras
en que cada voz irradia su eficacia
hacia la derecha, hacia la izquierda,
y sobre la totalidad, el conjunto.

PARÁBOLA

Largo lapso habrá cumplido
antes de desentrañar a qué lo instigan
los señuelos de la vocación, notoriedad,
dones en esordecedoras pugnas,
o el asépticos apartarse de todas
las vías maestras de la gloria
como obstáculos que le impedirían
ser él mismo.

Si aspira, orgulloso
de su envidiable modestia,
al rótulo de creador menor,
se concentra en excitar con cosquilleos
marginales aficiones de sus contemporáneos,
en entretenerlos hasta que se aligeran
de la presión de las circunstancias;

Melville hilando airosamente
historias marineras y de caníbales,
de caníbales en vez de pieles rojas,
un Fenimore Cooper de los mares del sur.

Si se calla, sumergido en la lucidez
de desalentar lo transitorio,
y por lealtad a ensueños juveniles
embiste después con planes, visiones
comúnmente llamadas un fracaso,
inquietantes alegorías del mal,
es que en sus ejercicios primerizos
contempló el transcurrir de una etapa,
fase de prueba, tanteos inmediatos,
y pasa a interrogarse que acecha
en la opaca impermeabilidad del alma,
cómo dialogar con la región oscura, convencer
de que la diurna es un crepúsculo;

Melville guiado por la infalible
pericia sin trabas de Shakespeare
para descubrirnos que navegamos en un breve
Dardanelos detrás del cual asoma el magno océano,
definitivo y desolado.

Narradores, ¿qué hicieron con él?,
¿por qué no cundió debidamente
la hazaña, uno que se aventuró
a extremas tensiones,
a representar su papel
desnudo de escolares,
retóricas idolatrías?
¿Por qué aún brotan entre ustedes
tantos sospechosos apóstoles
del rigor, la economía narrativa,
disgustados de que Melville asestrara
su magistral “Llamadme Ismael”, imborrable,
malográndolo en seguida
con heterodoxas, enfadosas disgresiones?

(1972)

PREGUNTARSE, CADA TANTO

Qué hacer
del viejo yo lírico, errático estímulo,
al ir avecinándonos a la fase
de los silencios, la de no desear
ya doblegarnos animosamente
ante cada impresión que hierve,
y en fuerza de su hervir reclama
exaltación, su canto.

Cómo, para entonces,
persuadirlo a que reconozca
nuestra apatía, convertidas
en reminiscencias de oficios inútiles
sus constantes más íntimas, sustitutivas
de la acción, sentimiento, la fe;
su desafío
a que conjuremos nuestras nadas
con signos sonoros que por los oídos andan
sin dueños, como rodando, disponibles
y expectantes,
ignorantes
de sus pautas de significados,
de dónde obtenerlas;
y su persistencia, insaciable,
para adherírsenos, un yo
instalado en otro yo, vigilando
por encima de nuestro hombre
qué garabateamos;

y su prédica
de que mediante él hagamos
florecer tanto melodía cuanto gozosa
emulación de la única escritura
nunca rehecha por nadie,
la de Aquel
que escribió en la arena, ganada
por el viento, embrujante poesía
de lo eternamente indescifrable.

Preguntárnoslo, toda vez
que nos encerremos en la expresión
idiota del que no atina a consolarse
de la infructuosidad de la poesía
como vehículo de seducción, corrupción,
y cada vez
que se nos recuerde que el verdadero
hacedor de poemas execra la poesía,
que el auténtico realizador
de cualquier casa detesta esa cosa.

(1975)

QUIEN HABLA NO ESTÁ MUERTO

Un curioso sae interesa por la frase,
literalmente
vertida del alemán, un verso.
La aparta, la despliega
sobre la mesa, bien manifiesta, intuyendo
al margen de su obviedad el ánimo
de sustentar lo que se quiera
en cualquier circunstancia, aseverar
monólogos o diálogos,
desmentirlos;
fácil de ser memorizada
como tersa y metálica variante
del bíblico “Tienen boca mas no hablan”.

No le dura casi. De improviso
es como golpeado, despertado,
la vecindad de otra lectura
previniéndole que no existen
verdades objetivas,
y que si así no fuera
¿cómo legitimarlas, a través de qué?;
y su inicial devoción, sumisión
a la frase, se tambalea,
vacila hasta desleírse,
escudriñándola de nuevo, extrañado,
como un inquisidor, ensombrecido,
recriminándole no haberle hecho entender
que su certeza, irrefutable en lo exterior,
tiene tan descorazonadores límites
(no,
“Quien habla no está muerto”,
sino,
“Quien habla probablemente no está muerto”);

y desazonado, indispuesto
consigo mismo, a sí mismo
puesto bajo la acusación
de quimérico, crédulo,
de culpable ligereza
en entregarse a deducir
que lo evidente es verdadero.

(1975)

SEMÁNTICA

Cuál
con certeza
es
la palabra sacrificial,
o sea la que enriquece,
cuál,
la cósmica, inicial y final,
cuál
la enterrada, presa,
codiciado venero de las lenguas,
cuál,
la que es fórmula,
no se nos revela
al absorberlas
y decantarlas
pasando como por cribas
sus asociaciones, el vario
rumor de sus desarrollos,
energías y límites.

Nunca conseguiríamos
llegar a la médula,
atrapar
qué significó, exactamente,
Dante con amor,
qué quiso Sócrates con areté.

(1964)

VISITANTES ILUSTRES

Supongamos
que en la casa de tu mente
aparece Monet,
paseándose
desde la hora del día que nace,
considerando el exacto
sentir del aire,
la temperatura, el renovado
deslizarse de la luz,
y tú
atento a su respiración,
contenida para no herir
los paisajes que crea,
crea y estudia, estudia.

Una leve
vuelta sobre ti mismo
y ya habrá otro, ahora un viejo,
quizás el rostro burlado
del caballero de Seingalt, ruinas
de aquel vigoroso ejemplar,
Casanova
desahogándose con blasfemias, soliloquios
que recomponen intrigas, seducciones.

Y de nuevas vueltas
nuevas presencias, algunas
más perversas,
difíciles de expulsar,
tenazmente aferradas, molestas.

En la casa de tu mente,
donde puedes, asimismo,
darles ánimo, órdenes,
someterles cuestiones
y responderles,
y que no es enemiga de nadie
ni amiga parcial de nadie,
y que te empuja,
sólo te exige
recibir sus visitas
como una de ellas, William Blake,
aceptaba la imaginación,
al pie de la letra.

(1968)