GUGLIELMINO, OSVALDO
12 DE ENERO DE 1882

Por Uñorquín andamos todavía
sin un toldo, ni un perro, ni una yegua
para pelear de pie por esta legua,
esta tierra final, su último día.

Por Uñorquín andamos todavía
sin un toldo, ni un perro, ni una yegua;
somos cien nada más y no habrá tregua
que entregue al blanco nuestra rebeldía.

Ya no hay agua, ni charqui, ni fogones,
ni un hueso que roer, ni una corambre
que no hayamos mascado. La agonía

muerde raíces, yuyos cimarrones
que sostienen las lanzas entre el hambre.
Por Uñorquín andamos todavía.

CACIQUE BAIGORRIA

Dejen el tajo en mi costado abierto.
Dejen manar la vena de mi brazo.
Yo no quiero estas vendas con el lazo
que aprisiona los dioses del desierto!
A un jefe de la tierra sólo muerto
lo han de llevar. Que venga ese lanzazo
que busqué, desde el alba hasta el ocaso,
legua a legua y a pecho descubierto!

No me carguen en cruz y prisionero.
Aun atadas, me arranco con las manos
este vendaje vil. Ya viene el día

y yo me muero en libertad, me muero
sin fronteras, fortines ni cristianos.
Libre me voy con esta sangre mía.

CANTO FUNDAMENTAL

(fragmento final)

Dulce es cantarte, Patria, en el Oeste,
donde Juan Elizón te señalara
y Dardo Rocha mismo, entre trigales,
-gobernador de ensueños- te fundara.

Dulce es cantarte, Patria, en el Oeste
de carretas, de bueyes y majadas,
de impacientes relinchos por el alba;
dulce es cantarte, Patria, donde nace
el entrañable río de la sangre,
en la mañana nueva de los surcos
donde el coraje finalmente entierra
la última patriada, la simiente
del trigo fundador de las ciudades,
el trigo generoso del olvido
donde maduran todas las cosechas.

Dulce es cantarte, Patria, en el Oeste
de la tierna familia convocada
en el nombre de Dios junto a la mesa
del potro desatado de la infancia
galopando hacia adentro por tus leguas;
oeste de la rosa enamorada
encendida en las plazas domingueras,
del pensativo amor junto a la tarde
musical de los cielos y la tierra.

Dulce es cantarte, Patria, en el Oeste
de los rostros amados, detenidos
en el aire callado de la pena
y en el facón prendido a la cintura
del nieto de Rosales, cosechando
el duro pan sobre la tierra ajena.

¡Oh, nuestra y para el mundo, Patria nuestra
de Cardosos, Tabordas y Pereyras,
dulce es llevarte para siempre atada
al alto corazón, en montonera,
en cara o cruz, chuzazo y alarido
en fortín, en mangrullo, en descubierta,
en tierra generosa para todos
y en galope perdido y osamenta!

Dulce es haber nacido en tu llanura
y pulsar la mañana venturosa,
guitarra de tu pueblo, en el poema.

COMANDANTE LUIS PIEDRABUENA

Se fue a buscar las otras soledades
y los otros inviernos y veranos
para el hombre, los límites lejanos
que guardaban las líquidas edades.

Capitán de mareas y piedades
de todos los naufragios, con sus manos
enarboló los días soberanos
y ató al peñón austral las tempestades.

El rumbo Sur de lobos y ballenas.
Su rumbo Sur que grita desde el mando
para arponear el tiempo sumergido

y ancárselo a la patria en las arenas.
Su rumbo Sur que sigue navegando
la inmensidad del mar y del olvido.

EL CANTO ENAMORADO

a Nelly, esposa; muchacha del oeste.

De qué pampa llegaste, qué llanura
te dio su tiempo de agua y mariposa?
Qué soledad esquiva y ardorosa
dejó en tus ojos su mirada pura?

Ahora es la verdad, es la ternura
de la tarde, en el árbol, melodiosa;
la tierra interrogada y silenciosa
junto a mi voz, tu juventud murmura;

Puedo decir el viento y la distancia,
el rumbo de las leguas, la callada
memoria del desierto, su aventura;

puedo decir el cielo de la infancia,
el hombre y el trigal, la madrugada,
el corazón de luz de la llanura?

(De “Retablo Pehuajense”)

EL INDIO

Yo estoy aquí, yo estoy del otro lado,
eternamente vivo en la frontera
del odio, del dolor, la montonera,
de mi raza y mi tierra desterrado.

Yo estoy aquí, yo estoy del otro lado,
eternamente muerto en primavera,
muerto para la patria y la bandera
nacidas de mi cielo y mi costado.

Dónde están mis caballos y mi lanza?
Qué hicieron de mis toldos y mis yeguas,
de mi país, mi pueblo y mi coraje?

Por qué si me llevaron la esperanza,
por qué si me apartaron de mis leguas
me dejaron perdido en el paisaje?

EL TORDILLO

Por qué perdida pampa encaminaste
tu galope feliz a la querencia?
Dos veces blanco, porque en ti llevaste,
ligera carga blanca, la inocencia.

Huíamos los dos y galopaste
por charcos y por cardos tu violencia
y estabas limpio, altivo y sin dolencia
y la noche detrás, cuando llegaste.

Por fin la sombra emparejó tu aliento
y pegaste la última espantada
por la luz mala que amagó tu flanco.

Y yo quedé de pie. Y por el viento
emprendiste de nuevo la jornada
con un jinete para siempre blanco.

IDA Y VUELTA DE JUAN SIN ROPA

(Fragmento)

El hombre debe ser como la vida,
un continuo alejarse, inaugurando
un tiempo de llanura fugitiva.

Así nace el idioma de este canto,
que en el alma del hombre está la historia
junto al designio aún no revelado.

Es el canto que trajo Juan Sin Ropa
con descuidada voz, como traía
un pueblo para el mundo en su congoja.

La patria se desangra por su herida
cuando mira en la playa, sin bandera,
el tiempo solitario de sus días.

Enfrentan sus destinos hombre y tierra
con triste desnudez�Ella le abre
el deseo infinito de sus leguas.

Y él se da hacia el Oeste, alto paraje
por donde el cielo, numerosa patria,
deja su eternidad sobre las tardes.

Oh, haber perdido el rostro de la infancia,
el aire de la risa donde un niño
con su alegre memoria lo nombraba!

Su angustia va creciendo hacia el olvido.
Al morirse en los ojos fatigados
gime en el corazón todo el camino.

Nadie recoge el eco de sus pasos,
ni levanta su nombre y lo sostiene
con la voz victoriosa del quebranto.

Y lo lleva el dolor rumbo al Oeste,
y tras los horizontes del silencio
su soledad con la llanura crece.

Ya rodeado de ausencia está su cuerpo,
l�mite de su amor, donde comienza
la quietud sin retorno del desierto.

Juan se detiene allí donde el futuro
muestra los dulces pastos, mientras llora
por la extraña comarca su terruño.

¡Oh, qu� lejano, qu� salvaje idioma
guardado en soledad como un asombro
le grita su rencor a Juan Sin Ropa!

Viene desde la piedra, desde el hondo
refugio secular, desde los aires
que anuncian infinitos abandonos.

Rodeado está en el mundo de la tarde
por el tiempo sin ley, nunca amparado
por las breves jornadas de la sangre.

Busca su corazón el desencanto
con la angustia total, desesperada
que arroja por las almas el ocaso.

Y él lo recibe allí, donde la patria
llora su despedida, en las fronteras
donde su ser antiguo se desangra�

Pero empieza a nacer desde su pena
como una triste planta que del yermo
va levantando las oscuras fuerzas;

porque él es el dolor, el vivo tiempo
donde el llanto se nombra; la llanura
pierde su latitud en su recuerdo.

Baja a ordenar su mano las ocultas
fuerzas perdidas en los duros pastos,
mientras en los umbrales de su lucha
le va diciendo el corazón sangrado
que la vida es por siempre y es fecunda
si la tierra se mide con su llanto.

JUAN SIN ROPA

(fragmento final)

Empieza aquí de mis penas
el remate despiadado.
Con el derecho ganado
-soy parte de su destino-
le pido al pueblo argentino
que lo apunte con cuidado.

Una mañana el más chico
vino del pueblo corriendo;
yo, que estaba recorriendo
mi trigo que se caía,
presentí lo que decía
desde la calle, gimiendo.

Monté de un salto, al galope;
me lo afirmé contra el pecho;
él, por el llanto deshecho,
balbuceó que un escribiente
estaba echando a la gente,
que el juez le daba el derecho.

Que el comisario seguía
fielmente sus instrucciones;
que andaban en comisiones
los milicos obligando,
que iban familias cruzando
y había demoliciones.

Me largué desesperado
con el pensamiento fijo,
en un carro un crucifijo
iba guiando un familión.
Me punzaba el corazón
el llanto aquel de mi hijo.

Un conocido encontré
y me gritó que volviera
y que el tiempo no perdiera
en sacar lo más valioso
�antes que aquellos sarnosos
le levanten la tranquera�.

Apenas le pregunté:
-¿Y mi trigo y mi centeno?
-Miré- me dijo mi sereno,
hasta nos quitan el trigo;
ellos sostienen, mi amigo,
que es sembrado en campo ajeno�.

Ahí me nubló la locura
y regresé a la carrera;
cargamos la casa entera;
sacamos los animales
y con unos pastizales
prendimos la sementera.

Fuimos así por la calle
pidiendo a Dios protección.
Cerca de la población,
cuando la noche se alzaba,
miré para el Sur� brillaba
de mi alma la quemazón.

El pueblo era un campamento
de llantos y de fogones;
no alcanzaban los varones
para tanto sufrimiento
y venían con el viento
lejanas lamentaciones.

KUONYIPE

(fragmento)

Hechicero:
¿En dónde están los dioses,
los espíritus nuestros
que habitaban el árbol,
las piedras y los vientos?
¿Dónde se han ido, oh tierra,
a qué escondido tiempo
que no escucho sus voces
que apagaron su aliento?

¡Ya no regresa nadie
desde el anciano sueño,
desde el limite frío
de los últimos hielos!
Solos andan los hombres
por tus sendas viviendo,
perdidos en sí mismos
bajo el lejano cielo;
solos con sus pasiones,
sus destinos abiertos
como frágil canoa
por los mares desiertos.
¡Oh, Kuonyipe, Kuonyipe
que no escuchaste el ruego�!
¿Qué le has hecho a tu hermano,
a tu patria, a tu pueblo?
Yo, el Uskón, te lo digo:
¡nuestros dioses han muerto!
¡Sólo hay frías cenizas
bajo el sagrado fuego!
¡Oh, Kuonyipe, Kuonyipe
la desgracia al acecho
busca el pecho del hombre
con sus perros hambrientos�!

LA QUEMAZON

El relincho anunció la llamarada
y la locura revoleó sus crines.
Indios de fuego, rojos danzarines
maloqueando la seca empalizada.

Pasa sobre el dolor la caballada,
sobre el grito, la angustia, los clarines.
La noche se alumbró hasta los confines
con la furia en los potros incendiada.

Cuando buscó la luna en las arenas
el mangrullo, el corral y los tres ranchos,
sólo halló el horizonte embravecido,

después el humo que se eleva apenas,
el salitral, el viento, los caranchos,
la ceniza impalpable del olvido.

LOS CUENTOS PATERNALES

Cuando tú cuentas, padre, me parece
que un antiguo perfume de verbena
me endulza el corazón y la edad buena
nuevamente en mis ojos resplandece.

Pero de pronto, padre, me acontece
medir tu voz con luminosa pena
como a la pampa descuidada, plena
de nueva aurora una ciudad le crece.

Y siento tu niñez de tierra y cielo,
tu juventud doliente sin quebranto
y las leguas de hombría que anduviste.

Las setenta jornadas de tu anhelo
son las vivas raíces de mi canto
que del nombre del suelo recogiste.

MAGALLANES
(1520)

Navegó por el rumbo del Ministerio,
por siglos de leyendas, por el mito
de las aguas de fuego, al infinito
precipicio fatal del planisferio.

Navegó de la Vida hacia el imperio
del Miedo, del Espanto, del maldito
país donde titanes de granito
mantenían la Furia en cautiverio.

Desembarcó los útiles de guerra,
la sentencia, la horca y el cuchillo,
la muerte administrada y expiatoria.

Y ante el ángel absorto de la tierra
el Sur del mundo inauguró el caudillo
con la pena del Hombre y de la Historia.

MAMÁ CARMEN

Después dirán, lo sé, que no fue cierto;
que no fui negra, Carmen, ni sargento;
que no parió mi amor de cara al viento
diez y siete milicos del desierto.

Que a este último que traje, este hijo muerto
cruzado sobre el potro y mi tormento,
no lo velé con lanza y regimiento,
no lo enterré yo misma a campo abierto.

Que no me aguanté sola, despenada
la esperanza a mis pies, con mis morenas
muertes de patria a chuza y alarido.

Que no me quedé sola en la patriada,
sola conmigo y diez y siete penas,
sola sobre la pampa y el olvido.

MEMORIA DEL PADRE

Ya lograste, por fin, la lejanía.
Ya no hay leguas de tiempo ni distancia.
Ya no estás allí, de donde me traía
aquel pago bravísimo tu infancia.

Ya regresó la soledad ardorosa
al potro, al medanal, la sementera.
Se perdió en el confín la mariposa
devuelta a la salvaje primavera.

Mas yo miro tus manos poderosas
-puños de pampa arisca y cielo amigo-
pesadas de honradez y generosas
por la costumbre fraternal del trigo.

Y pude ver de nuevo al padre fuerte
luchando por el pan y por la casa
y cómo cerca de su humilde muerte
el aire puro de la patria pasa.

(De �Esta heroica memoria de la tierra�)

PAMPA MUERTA

Esa tarde de Dios pusimos flores
entre el cielo y la tierra; los cipreses
-brújulas hacia un tiempo sin dolores-
contaban las memorias de otras veces.

Horizonte de cruz: las hondas preces
cambiaron en entraña los dolores;
el sometido afán aún estremeces
en la triste canción de otros colores.

Oh, joven pampa, oh virgen pampa muerta;
qué extraña en la distancia tu llanura
con surcos sin alientos vegetales.

En ti crecerá el alma descubierta
en dulce eternidad, con la ternura
de tu amor que soñaba con trigales.

(De “Mensaje”)

PUULLCHAS:

(Cinco guerreros bailan el Choiquepurún —danza del
ñandú- siguiendo las figuras que marca el recitado)

Aquí está el huevo, aquí, entre las breñas,
en la arena caliente del verano.
Se oye picar por dentro al pichicheu.
Sólo una débil cáscara separa
el misterio de todo con el mundo.
Ya se raja, se quiebra, ya se parte�
Tan�ran�tan�ran�tan�ran�y deslumbrante
entra la Creación por los sentidos!
Agazapado estoy sobre mis patas
por esto que me pesa, luminoso,
y aquel rayo distante que me quema
los ojos sorprendidos, mas me anima
a levantar el cuerpo tembloroso
y a ensayar los costados mutilados.
¡Oh, cómo tiembla todo, qué difícil
es alcanzar la vertical del aire
y ponerse de pie sobre la vida!

Alguien rompe de nuevo el equilibrio
y me doy con la piedra lacerante.
Nada tengo a mis lados palpitantes,
ay, ni manos, ni manos para asirme
del círculo callado que me mira�
¡Quiero salir, quiero escapar a esto!
Debo intentar llegar hasta las cosas,
hasta ese fresco que me llama
seguir la mariposa que me enseña
su colorido vuelo entre las matas�
Una caída más�y otra�No importa,
porque vuelvo a empezar, porque sostengo
más firme la cabeza, levantada,
y por el pico abierto y martillante
el mundo va llegando a mis entrañas�!

¡Oh, cómo brilla Dios, cómo deslumbra!
Todo corre hacia El por la distancia.
¿Qué fuerza viene a mi que me levanta
Y hace trotar mis patas por la tierra?
Corriendo estoy también como los otros
junto al viento que silba y me acompaña.
¿Quién eres tú que saltas a mi encuentro?
Eres la liebre dices; pues corramos
al borde luminoso de las aguas.
¡Qué revuelo, Señor, cuánto alboroto!
¡Qué hermosos los flamencos y las garzas!
Espera que bebamos otro poco
y ya verán después quién llega antes:
si ellos por los aires o nosotros
subiendo por los campos hasta el cielo.

Ha sido un dios, el Dios, seguramente
el que quebró mis alas para el vuelo,
para la pampa azul y el río eterno
que cruza luminoso por las noches;
oh, patria de las aves donde nunca
puede llegar el hombre con su intento,
con sus piedras veloces, con sus perros,
con los gritos salvajes que me espantan.
Yo sólo puedo huir por la llanura,
reino del cazador y de la muerte.
¿De qué sirven mis patas y mis fintas
por guadales, por médanos y cerros?
Cautivo estoy de leguas y arenales,
desterrado del cielo, condenado
para siempre a la tierra limitada,
expulsado del viento que levanta
desde el manquen altivo a la torcaza.

TUPAC AMARU

Traigan los cuatro potros y la perra
que lamerá su sangre, los violentos
potros que partirán los elementos
originales que su pecho encierra!

Atenlos a los rumbos de la tierra,
a la rosa fragante de los vientos,
al agua, al fuego, al aire con los tientos
más fuertes del dolor y de la guerra!

Atenlos a esta cruz americana
que es también cruz de amor, viva madera,
justo verbo de pie que piensa y siente;

átenlos a la vida, a la mañana,
a los dioses que empuñan su bandera…
que hay que descoyuntar un Continente!