HARRIAGUE, MAGDALENA
Cuando se miran las hojas

Cuando se miran las hojas,
frontera que me confirma
la estadía en el mundo,
desde esa curva de dispersión
como último asidero se desprende
toda costumbre de remembranza,
y hacia lo alto me derramo,
hacia la vastedad
que todavía recibe a distancia
los compases del corazón extinguido.

Árbol que señala la vestidura
de la vigilia,
de qué manera inocente
coloca un trampolín de hojas
hacia la gélida intemperie
del espacio que me succiona
y a donde caigo
recién nacida a la ancianidad.

¿Qué puedo decir del páramo

¿Qué puedo decir del páramo
desde esta torre
donde mis ojos montan
en los cuervos buscadores?
¿Qué puedo hablar
de los elegidos,
príncipes de la pobreza
apacentando cabras
al mismo paso
de las estrellas?
¿Qué puedo agregar
al tembloroso canto
interrumpido
a tajos de silencio?
¿Acaso, que una espada
desde arriba lo corta
y que por ella suben
las palabras?
¿Acaso no basta
estar sabiendo de este modo
cuáles son las cintas
que sostienen al mundo?

Al fondo de aguas irisadas

Al fondo de aguas irisadas
vislumbro grandes guardarropas
forrados en blanco inmaculado
como interior de ataúdes.
Se abren como valvas
y despliegan colchas y manteles
con herrumbre que se vuelve
follaje y ventanales,
explosión del sol
en aliladas galerías.

Y todo sube al aire y a la ronda
de los camposantos,
desflecados
como babas del diablo.

ALGUIEN EN EL PÁRAMO

Páramo. Paseo de los diablos,
con plantas abortadas
y una especial historia de solitarios animales.
Áspera su docilidad,
puntiagudo su olor y su horizonte.
¡Oh! comarca de vientre espinoso.

Desde el primer momento estaba aquí
inamovible y verdadera su esterilidad,
su ley de paciencia,
su ambiente sin jugos
endurecido por colores viejos.
Desde el primer momento
los pájaros le graznaron
recortados en un tiempo amarillo,
mientras el agua
jugaba una ilusión polvorienta.
Por muchos siglos
fue extendido en distintos lugares
pero con la misma frustración.
Sin embargo,
pronto adquiere una configuración precisa
y ocupa un sitio.
Se convierte en costra de un país determinado,
en suelo incomprensible de cabras.
Entonces, una flor delgada
se atreve junto a las marcas de pezuñas,
y un afilado silbido
comienza a resbalar sobre las piedras.
Alguien penetra su aridez
y extiende el corazón
en parecido círculo de muerte.
Sus ojos acompañan la negación a los frutos
y su piel resuelve temperaturas de fatiga.
Empujando su lentitud, cruza el páramo,
disciplinado en pasos definitivos,
mientras entrega a su contorno
un suave movimiento de fatalidad
y de cosa establecida.

ARA

Todo sirve, todo cumple.
Lo innumerable
que por sorpresa ilumina
o devasta,
la inmolación exigida
por los sobrevivientes �,
el inocente abatido,
la tela de araña
partida al acaso,
el roedor tras la hipnosis
de la serpiente,
suceden por natural ajuste,
por el eje más pequeño
ladeando las grandes ruedas,
el presente estrago como herencia
de remotos desniveles,
los demás en cada uno,
combinados,
rituales del orden,
llámese caos,
vorágine, dolor entero,
o remanso, sublimación,
florecimiento.

Porque todo,
todo es holocausto.

(�Pruebas en descargo�, 1967)

ARRIBA, AFUERA, CLAUSTRO

Llamo, llamo,
flotando adentro de una boca
como una inmensa
caverna al vacío,
cuyo aliento
me sostiene y amaga
volverse palabra,
proyectarme a un asidero
de entendimiento.
Desde abajo,
por mi atadura sube
la luz sin resises
de mis moradas,
fotografías de la ausencia
como reflejos en serie
subiendo monstruos y aguas,
y el torpe hormigueo
y las batallas
y unos días como gemas
diminutas,
con decisiones de mi pertenencia:
lo mío irreversible
en su viaje perpetuo.

(�La mano y su viaje�, 1964)

Bergman, Bergman,

Bergman, Bergman,
no penetre
en el bosque nevado
donde Dios
es solamente el frío,
y hay un árbol que esconde
una altísima mujer de capa oscura,
moradora de esa casa
con chimenea
que suelta crespones grises.

Cuando se abarca el entorno

Cuando se abarca el entorno,
cuando a él se va
en amistad sabida de antemano,
las cosas se identifican con los rostros
que en nosotros dormían.
Y la totalidad regresa
a su refugio
y prepara una segunda propagación
por la palabra.

De tal manera la creación

De tal manera la creación
me regala obras,
que en ellas me defino
artífice por absorción,
mano inmóvil que colabora
en la piedra simbolizante
esculpida por otra mano,
contraparte del destello
de una alhaja tan valiosa
como tener todo el día
para mirar el día.
Tanto me cobija,
tanto me habla y me escucha
y me alza de pasada,
que soy parte del viaje
y las batallas
como fango que se adhiere
a esas ruedas.
De tal manera recibo hermanos,
devuelvo hermanos
como trigo a la tierra,
que abismalmente
puedo decir que estoy sola
en el más glorioso desierto.

Descalza y abandonada

Descalza y abandonada
debajo de un puente,
llorar es no llorar,
es penetrar despacio
en una ciénaga
con orillas
que son nuestro cuerpo.

Desde lo oscuro necesario,

Desde lo oscuro necesario,
la muda travesía se coloca
paralela a una fuga,
y las antenas en alerta
contactan
el repentino desplazamiento
de la entera luz
que demora disolvernos.
Continuo como uno ya otro,
Dios no Dios más que Dios.

Desde lo oscuro necesario,
la muda travesía se coloca
paralela a una fuga,
y las antenas en alerta
contactan
el repentino desplazamiento
de la entera luz
que demora disolvernos.
Continuo como uno ya otro,
Dios no Dios más que Dios.

DESTINOS

Es difícil
ingresar en presente y destino,
sabernos como una planta
o un animal que crece y cae
en el justo sitio merecido.
Es difícil
el sortilegio a dos puntas
mientras Dios nos mira.
Porque hay monstruos en torno
que se acomodan bajo un gesto apacible,
hay larvas,
hay hongos,
hay niños aparentes,
seres cotidianos amaestrados por los días
aprovechando el silencio
para crecer hasta demonios,
Es difícil tanto acoso,
la ciudad y la gente y su zarpazo,
y lo escondido que susurra
viniendo de tanto signo remoto.
Para después deshojarnos,
ser el despojo,
el mínimo puñado que permanece,
cuando también lo demás somos nosotros,
será nosotros abriendo posibles
sin el cuerpo que esquivamos.

DÍAS QUE VIENEN

Pedro:
hay tanto afuera de los libros,
tanto para lectura
desde el cuerpo erizado de antenas,
apoyando en puro instinto,
en área explicación
que antecede a las palabras.
Porque hay días que vienen
que ya estallaron arriba
y aguardan para mostrar la cara.
Los animales ya conviven con ellos,
se entienden con certeza de regreso,
de amistad con sus dominios.
Sobra tiempo y falta tiempo.
Es bueno que te aferres
a los detalles cercanos,
a este contorno
verificado por tus abuelos,
que los derrames
como una victoria desde el caballo,
porque ya les veo su color amarillento,
su estatismo de grabado.
Sobra tiempo y falta tiempo.
No distraer el minuto
posible de tantear con las manos,
agotar el arroyo,
las distancias ingenuamente alambradas,
esto que se llama día de verano,
corral de piedra,
adolescencia con carpinchos huyentes,
ese lagarto que explica desolación,
el aullido en la noche
secundado por murciélagos.
Sobra tiempo y falta tiempo.
Ya son antiguos tus pocos años,
el ganado
que mueve un motivo de estirpe,
esta casa impostando su principio.
Todo habla y todo escribe, ¡ay! Pedro,
pero el oído es lento,
y los ojos claudican
por demasiada despedida.

EL AIRE EN COMÚN

Desde el aire que no consume a solas
todo lo recibo en préstamo,
su alimento no es exclusivo,
lo respiro con el mundo restante,
lo cabalgo mientras tenga indumentaria,
huesos cubiertos,
cabeza que elabora su andanza
hasta más tarde,
hasta el traspaso
que sobreviene sin fisuras,
implacable.

El ojo del día

El ojo del día
sigue el haz de luz
en línea hacia delante,
y consigue testimoniar
como relato de un solo camino.

El ojo del sueño
se expande en rayos infinitos
y cada uno es un viaje.
¿Cómo explicar lo simultáneo?

El ruido de caramelos

El ruido de caramelos
y papelitos estrujados
crece como pasto ofensivo
entre los espectadores.

Y nadie observa
que en el chorro iluminado
desciende Bergman
en silla de ruedas,
envejeciendo
a medida que se acerca
a la pantalla.

El y no otro

El y no otro
es quién sale a ver
por la mirada.
Desde ella sale
en redescubrimiento
y repaso de los contornos
que El y no otro
prodiga.
Sembrador trenzado
en las transfiguraciones
de Su siembra.
El y no otro
es quien llega y se asoma
para mirarse
por mi ojo.

En los salones desmantelados

En los salones desmantelados
de la casa ya cumplida,
sólo quedan
colgantes de vidrio color sangre
en torno a candelabros,
racimos de corazones turbios
arriba de las puertas,
y un último cuadro
donde los pabilos
ondean débiles estandartes
de la muerte, que a veces
le cuelga pájaros del follaje
como adornos de Pascua,
o le abre cuevas
con un fondo de estrellitas
que son pares de ojos.
Hay un sollozo que puede tocarse
porque es el vaho
que reinstala los muebles
y las fiestas,
y una anciana orgullosa
cuyos pasos de bastón
son mullidos y lentos
como andando bajo el agua.
El sollozo
se ubica en mis pulmones,
entra en la turbina de su origen,
y soy el testigo que muele lágrimas
para estallarlas
sobre el adiós de una estirpe
que pasa al otro lado.

Encadenados a las traslaciones

Encadenados a las traslaciones
del tribal desparramo,
presidiremos como tótem
la compulsión de las circunstancias.
No será nuestra cabeza entonces,
sino un molde inasible
pero cierto,
gota de aire
vigilando la consumación
de algunos árboles y casas
ya sin verdad,
soplo de huesos y objetos
con la señal de nuestros dedos,
dinámica que a la distancia
brota con lo nuestro
en criaturas que de este modo
habrán de exhumarnos.

ENUMERACIÓN EN UNA ESTANCIA

Desde una misma antig�edad crecen los días,
desde anteriores hojas,
desde apilados ladrillos fáciles de ruina,
y es imposible enumerar su ciclo,
sus grandes pasos siempre iguales
dando la vuelta sobre vegetaciones y paredes.

Las mínimas hojarascas se mueven según la orden
y cumplen su diminuto destino.
Pero el tiempo
es desprolijo en la distribución de la muerte,
y a veces quedan algunas señas de juegos inocentes
en la cal de la casa,
y polvo de conversaciones
en la corteza de los grandes árboles.

Aún perdura junto al pozo, junto a las verjas,
la inquietud del inicial trabajo
cuando empezó a cortarse el campo,
y la sorpresa de molinos
ayudaba las secundarias palabras del viento.
Aún caminan antepasados
erguidos en la maravilla de muertes muy solemnes,
y algún rincón
ha quedado virgen de posteriores perturbaciones.
Por eso hay sitios con trebolares como recién creados,
con aromas tan profundos
que aún se perciben los dedos de Dios.

Pero nunca hay sosiego absoluto,
porque una ronda demasiado larga
agita los contornos de la quietud,
y los grillos y los pájaros actuales,
se confunden con los otros, resucitados y puros,
fantasmas indispensables
en los espacios que deja el silencio.

Y llega la desprendida mansedumbre de las ovejas,
como un atardecer
quebrando lo rectilíneo del mediodía,
y todos los animales andan con sensación de amparo
y a la vez, de humano acoso,
que los hace mirar con ojos capaces de oración.

Y una honda percepción de sucesivas vidas
comienza a moverse en torno,
y quedan especiales sombras y aterradores musgos
detenidos en una postura para muchos años,
porque son lo contrario de la sequedad,
de la disolución.

Y surgen plantas repitiendo los moldes,
de manera que en cada rama
se enroscan siglos de creación.
Y en los rostros rescatados de algunas flores
se improvisa un paraíso todavía intacto.
Y por sobre todas las cosas,
la criatura aprende
una beneficiosa certidumbre de infinitud,
y comienza a elaborar faenas lentas y completas.

ESCENAS

I

A veces, las tinieblas,
el ala de los cuervos
interfiriendo la luz,
opacan el sentido de una manzana
que desploma su madurez
como principio de agonía.
Sin ambargo,
el gusano y la humedad,
agentes en apariencia nefastos,
comienzan
el homenaje de las sustancias,
y son la curva
predestinada a cerrarse.

El ojo liberado,
el corazón con doble vista,
asume su albedrío,
y entre influjos dispares
elige interpretar la alegría
de la podredumbre,
dulce abono
en los procesos que arrastran
al último deslumbramiento.

II

Una anciana,
a medias en este lado,
acaricia impresiones,
subcosas verídicas
para ella
y los moradores sutiles
que pueblan la nostalgia,
el retroceso al refugio
de los progenitores.
Cuando esto sucede,
solo en apariencia
empalidece el testigo,
el tragador de toda imagen,
y esas manos al descuido
son los juncos en la brisa,
lo gratuito
que contempla el descanso,
para dar el justo adorno
a ciertas horas
concedidas como pausa.
En torno y adentro
mora el Padre grande,
obsesivo martillo
dándole a todo,
no golpes,
sí, avisos, avisos,
paulatinamente incrustando
una certeza.

III

En el muro, una libélula
posa desaprensiva
su destino,
expuesta a las ráfagas
en cumplimiento
de su temblor.
Un poco más que alas
sale de ella,
una respuesta
que amplía su tamaño,
aunque en esencia quede
circuida por su instante.

El otro insecto,
es el testigo humano
en el pavor de la conciencia,
en la noción
del mientras tanto.
Esa variante
lo extiende hasta los bordes
convertido
en torre de vigilancia.

FORMA DEL ENCIERRO

Aunque derive
hacia seres diversos que me explican,
hacia progresivos sistemas
como enfrentados espejos,
no salgo de Dios,
permanezco en la sustancia ordenada
que Lo denuncia.

Voy por los presentimientos
hasta cuerpos distantes
que resultan ser el mío,
entonces me repliego,
asumo la clausura y descanso.

FOTOGRAFÍAS

El ojo indagador traspasa y advierte
ciertas manos peligrando su albedrío,
cierta frente en guardia,
cierta atmósfera
de verdugo justiciero,
de regidor compulsivo,
de cable que salva pero encadena
a lo tocado en suerte.
En ellas se descubre
lo intercambiable como ventanas
sobre jardines opuestos,
el sosiego sospechoso
por animales crispados,
por plantaciones reptando
contra la caída.
Un ambiente indefenso,
un halo de episodios
posteriores al retrato,
ha sometido esas figuras
a un intermedio de quietud,
algo como forzado consuelo
en vísperas del exterminio,
como decir: �toda noche,
todo cuervo, toda blasfemia
siempre es una tierra
donde la luz germina�.

He podido saber

He podido saber
como se baja en redondo �,
blandura giratoria,
irremediable,
mientras los brazos buscan
salientes amadas para asirse,
el nombre mágico de Cristo,
mi madre, disminuyéndose
a partícula de olvido.
Todo pierde identidad
en la blandura giratoria,
irremediable,
que me lleva como gota
en descenso disolvente
hacia el mar,
liviano como nubes,
en ese abajo
que puede ser
altura indiferente.

HERMANDAD

Abanico receptor abierto,
absorbo
la bocanada excesiva,
el testimonio de los ojos ajenos,
lo externo vuelto mío
en la cárcel anterior a la boca,
en la nebulosa
por arriba y por abajo
de un esbozo
que podría ser palabra,
aunque derive en giros de humo
que agoniza en los bordes,
como de una probeta
de fallido experimento.

Sin embargo, me regocijo
de no bastarme a mí misma,
y en mi cuota de carencias
cuento con el tiempo
de mis hijos y sus hijos.
Papeles, piedras, milagros
huesos de relectura
que tumba adelante
han de saciarme.

La mente tentacular abraza

La mente tentacular abraza
y hace compañía,
vigilancia como hermandad
de los que observan,
elaboraciones
alrededor de todo acto,
con matices, esferas,
encadenamientos
según la transferencia
del asedio humano.
Pensamos, acumulamos
para dar paisaje
a los sucesos.

LA VIDA, SIEMPRE

Así,
entre paisajes
que también son natales
de una infancia no vivida,
pero vigente
desde la memoria
que me recorre en proyectos.
Así,
sobre una hoja
como único suelo,
me estiro en oruga
y atravieso nervaduras,
extensiones acordes
con el destino,
igual elipsis de ofrecimiento
y caída en el tumulto
de nuevas apariencias.
Así,
estar como soy
o hube de ser,
en su dirigida circunstancia
siempre.
Así, bajo el agua
progenitora y sustento,
ondulo y suelto tentáculos,
me regocijo en otra forma
también contingente,
y que ahora es lo posible
de oscuros desplazamientos
que me rigen.
Así,
hacia adentro
de lo mío aproximado,
salgo a cielos espesos
donde me recuerdo
puramente entrega.

Liberadas de la gravitación,
Liberadas de la gravitación,

Liberadas de la gravitación,
con el solo sesgo de la brisa
como única fatiga,
las mariposas anuncian
en temblores y detenciones,
la importancia del código
dibujado en las alas,
las siglas de polvillo
en espera
del traductor de profecías.
Y mientras tanto,
se resuelven en doble plano
a semejanza de todo principio:
lo inocente externo del color
como efímero adorno,
y adentro, los cráteres,
las espadas,
los ojales que comunican
a un infierno celeste.

Los párpados ofrecen

Los párpados ofrecen
la oquedad comunicante,
y la expectativa
es la dicha del miedo
donde descubro
los túneles de exploración
cuando ya estoy en ellos
espantando murciélagos,
pero oyendo agua,
oyendo pasto y duraznos por afuera,
el huerto paralelo
que podría espiarse por las grietas,
si la aventura
no apurara al fondo,
si no llevara así
irreversiblemente
a la caldera de las anulaciones,
podría ver ese fragmento,
mi cara de perfil,
el muro rosa viejo
con una galería profunda
para la siesta de los perros,
podría ver dónde estuve,
dónde sigo estando,
cuál es mi número o mi nombre,
quiénes me acompañan,
qué fue de mí desde entonces.

Los sonidos hacen la noche

Los sonidos hacen la noche
y espantan los contornos
como devastación propicia
a la entrada en la hondura
con otros caracteres:
lo verdadero
de distintas faces
a través
del apoyo ocasional
de esa música intermedia.
Entonces se respiran
entrecruzados cielos,
y todo se deshace,
suben las paredes
en busca de otro sitio,
como lentas hojas
de un otoño inverso
que desanda su entierro.
Y solo en la ventana
se sostiene
el peligro del bosque,
todavía latido
que sobrenada el presente.

MADERAS CON MI MADRE

Lo que era vida
como una nobleza cumplida en voz baja.
Lo que era paso amortiguado, y cielo sumiso,
y aire despertado por voces infantiles.
Lo que era piedra recién planeada
y casa dormida bajo las palomas.
Todo se ha venido aquí,
a colocarse en rígida postura dentro de tu muerte,
a sumirse en el paisaje de tus células opacas,
de tus miembros derrotados.
Todo circunscripto
por éstas maderas que tuvieron pájaros.

Te miro desde el borde de tu disgregación,
desde tus manos lentamente trágicas,
poco a poco activadas por gusanos,
por donde sube un sabor a castigo,
a despiadado mandato de Dios.

Te miro a través del invierno que se colgó de tu cuello
y tuerce tu suavidad hacia orillas friolentas,
a regiones abiertas,
a mundo con otro color, con otras criaturas.

¿Estás solitaria o escoltada por lo nuestro?
¿Seguida acaso, por días de sol, por animales fieles,
por arboledas que acosan tu inmovilidad?

Tu palabra se abrió y va sobre los niños
como una mano tutelar.
Hay objetos con tus gestos adheridos
y decisiones ordenadas por tu silencio.
Sin embargo, muchas veces
sólo eres piedra contra la piedra de los días,
y únicamente te guarda el tiempo.

Y te conviertes en una larga resignación
contenida por maderas,
mientras yo cuento una hora menos,
un día terminado.

MEDIODÍA

Luz,
cara en el sol,
y un árbol cerca
también gritando la frescura.
Así se distribuyen
segundos en blanco,
la plenitud como fuerza
contra la sombra.
¡Oh! detención,
¡rodeo del aire sin espera!
Esto es el día,
los matices constructores
con la causa entremedio.
De los pecados de omisión,
absuélveme.

OFICIO DE MOSCAS

Ellas,
especialmente lujuriosas,
dan forma circular al verano,
Y nuestras manos
se inutilizan sobre sus giros
anunciadores del horror.

Desde ellas parte una burla
como juego perverso,
un vaho espeso de agonía
que nos derrota la paciencia,
que nos vuelve
espectadores
involuntarios de su oficio,
resignados al presentimiento
que el zumbido desprende.

¡Oh agoreras pegajosas
anticipándonos la dispersión!

PÁJAROS

Pájaros como furia leve
iniciando la mañana,
con trinos que levantan el cielo,
el movimiento,
las direcciones que azoran,
que clavan certeza de vida
y de vigilia.
Han venido hasta la luz
desde un hueco pardo donde temblaban
su noción de pausa,
de escondrijo inocente
expuesto a un estallido de pasos,
de presencia no vegetal,
no de aire ni de tiempo.
Detrás de la atención son aceptados
como cuerpos gratuitos de la gracia,
detalles que caen con sigilo
dentro del hombre
para cargar su memoria.
Pájaros creando el día,
la infancia, las ventanas.
Nadie se los sorbe en presente,
en realidad que señale
un Dios jubiloso.

A distancia,
entre cal y vacío se los exhuma,
pájaros para el regreso necesario
desde algún desamparo.

(�Criaturas en los siglos�, 1960)

PARALELOS

Tal vez un búho,
un perro oscuro desde el hambre,
una mano extendida al frío,
a la limosna que daña.
Tal vez otros ojos en vigilia,
otro aullido adentro del viento,
otro cuerpo que agota un silencio.
Tal vez,
más animales con sentencia,
más pordioseros,
más azote de plumas en la noche,
puedan decir la soledad,
el desierto con huesos.

Penetro en un castillo

Penetro en un castillo
de paredes blanqueadas
como corresponde
a la proximidad del mar
y a las señales transparentes
en los giros de las gaviotas.
Y tanteo los corredores
con enrejadas aberturas
por donde el valle
de los nacimientos
disuelve la clausura.
Y alcanzo la segunda galería
casi en los cimientos,
donde la sombra del extraño
lo delata
en el agrande paulatino
de su poderío.
La voz intraducible insiste
una orden que desoye el sirviente.
El sirviente desanda los corredores
balanceando el mutismo culpable,
y desemboca en el viento
al pie de la escalera
donde aguardan las visitas.
Sólo atina
a dar el nombre del amo
envuelto en el aliento
de la instantánea desmemoria.
Las visitas recogen el olvido
desde la cara del asesino,
y se retiran sacudiendo
la incómoda evidencia
de la venganza subterránea.
Eternamente huésped
vuelvo a la mesa tendida.
Y aguardo frente al asiento
cuyo respaldo
crece como hiedra.

PERRO EN LA NOCHE

En lo oscuro,
hay formas que de pronto paran su balanceo,
hacen el hueco de la expectativa
para que un sollozo se suelte en perro,
en gutural miseria hacia la luna.
Así vemos la noche,
puesta para cubrir un animal,
cumplida en perro,
en sombra que se ladra a fondo,
con nosotros
sacudidos en palmoteo de orejas,
traspasados a esa lengua,
a esa limosna de saliva en la mano,
a ese lomo erizado
de donde el viento toma voz,
y el árbol,
concavidad para el terror.
Así,
cercados por dientes y pezuñas,
retrocedimos a la jauría que le crispó el descanso,
somos con él, ladrido y oscuridad,
un todo perro desafiando a Dios.

PLAZA Y FINAL

Con la casual justicia con que a veces
se distribuye el sol y el pan,
suele darse una pausa equitativa
abarcando un trozo con habitantes,
ocasionalmente juntos en una plaza,
intercambiándose niñez y ancianidad,
en fraterna disposición para mirar las horas
decolorando los contornos,
y el rumor superado como recuerdo
detrás de los árboles.

Cuando los cuerpos se realizan sin memoria,
limitados a miembros que descansan
paralelos a un camino,
secundando la aceptación de línea
de una verja,
de un muro en despedida,
se hace posible
desnudar de rostros cada rostro,
quitar episodios de las manos,
reducirse a sonrisa,
a benigna boca sin discurso.

Y habitarse como último lugar.

Puro y nada,

Puro y nada,
todo sobra en la noche
replegada en sí misma.
Sobra el dolor
en el nudo de la pregunta,
la pregunta es el nudo
que ahorca la noche
por el dolor que se excede
mientras habita
esta comarca
donde es puro y nada.

RETABLO PARA MI PADRE

Porque diste vuelta la espalda
y comenzaste a caminar hacia otros lados,
tu suelo crece afuera de tu sangre.
Y lo andan extranjeros con perros muy altos
desapegados a la insistencia de tu sombra.
Y usan el vacío de tus gestos habituales,
y gastan tu voz y el tacto de tu aire,
y tus proyectos
olvidados en rincones desprolijos.
Y tocan el revuelo de tus pasos en la gramilla,
y el declive de tu memoria abrazada a los troncos.

Porque junto con el aumento de las plantaciones
trepa un abandono vegetal a tu persona,
a todo lo que salía de tus manos
en una sencilla creación de cosas nobles.
Comienza tu desposesión gradual
a medida que los árboles
penetran el tumulto de pájaros nuevos
y las estaciones se prodigan con igual maestría,
y ni tu inquietud prendida al clima,
ni tus pensamientos
estirados hasta el tajo de la madrugada,
ocupan ahora el cierre súbito de alguna puerta,
ni el tono violento en otra boca.

Y eres, apenas, un memorable señorío
dignificando atmósfera de extraños.
Sobre todo, eres el final del tiempo fijo
que me ataba a ese contorno.
No obstante, indefinidamente
me estás regalando un caballo nuevo
y un paraje de sauces,
y en cada renovación de frutos
tu lejano impulso autentifica el sabor y la forma,
y la casa
se ha quedado con los trazos que tú le dejaste:
circuida de calles, como la muerte.

(“Oír la tierra”, 1956)

SEMEJANZA

Lázaro, y otra vez el aire,
después del bajo cielo
que a sí mismo se envuelve,
y del ojo que verifica
se reducción de agua.
Después del encierro
durante la pausa ante la otra puerta,
extraña es la abertura sorpresiva
detrás de una palabra,
y las segundas manos,
y el segundo fervor a los días y a las gentes.
Extraño es el préstamo, el regalo,
la invasión de un cambio en los contornos,
ese oído, ese tacto,
la lengua con vestigios de fosa,
y la anterior apariencia que no basta,
no alcanza, no sucede,
no se ajusta a comarca y pensamiento.
En el largo recuerdo de ese instante
algo ha quedado atrás, irrepetible.

Tal el amor y su derrota,
y la piedra que un día se retira,
Lázaro y otra vez el aire.

SEÑALES EN LA FLOR

Antes del juego concéntrico,
aglutinado
para los sucesivos nacimientos,
antes que se poblara el tiempo
ya estabas como dibujo grácil.
Desde allí hasta ahora,
te venero,
tú y lo demás,
tú y el todo,
resumen en su cúspide,
resumen no acabado todavía,
hasta que seas huella fosilizada
o espectro oral que informe
cuánto el Ordenador
se gozó en la elipsis
de tu hechura y sacrificio.

Sí. En el vacío se entiende.

Sí. En el vacío se entiende.
Se entiende
porque algo está
y uno es quien llega y lo asume,
y lo demás se disuelve
para ser elemento
de esa asunción
que no es acontecer.

Cuando sucede,
uno ya ha sido lo que entiende.
El traspaso queda
como ropaje
que usara un extraño.

(�Sucede en los mundos�, 1971)

TEMA PARA UN AMIGO

Nos permitimos unos a otros
arrancarnos la resignación o el milagro,
intentar una clave inédita en el prójimo,
olvidar que somos todos el mismo círculo previsto.
Aunque distraiga la memoria
un diferente tamaño del tiempo,
igual estamos en un día del medio,
igual con un reloj implacable,
igual quemando y en espera.
Ahora que estamos seguros
de un paso relativo,
seguros de un Dios sin semejanza,
podemos colgarnos unos de otros
hasta el ahogo en retroceso,
como en el vientre que nos tuvo
con manos que tejían un resguardo.
Puedo decirlo: amigo, hermano,
me apoyo en tu hombro,
te doy el mío como firmeza o declive,
como tierna aniquilación
en compañía.

TIEMPO HACIA DELANTE

Cruzo un juego de niños
en paisajes donde largamente
reside la inocencia,
mientras las manos y los ojos
caen desde el corazón
hendido a dos mundos, a dos puertas.
Aprendo lo que germina
todavía en aliento,
en arranque de actitudes,
pero se me pierde
la explicación en resumen
como fueron los trazos en las cuevas,
y solo me queda lo venidero
como jauría
que hace horizonte.

Todo mirar es nupcial,

Todo mirar es nupcial,
ensamblamiento
de lo visto y el vidente,
contrato de afirmación
del mundo,
repliegue en la matriz
que piensa.
Todo mirar
es traer de vuelta
símbolos y especies
a la morada
que los educa y acaricia.