MERMET, CÉSAR
CALLARSE LA NARANJA

Por eso fútil de palabras muere
la planta, el árbol, en débito de fruto,
hablado por hormigas, ávidas como sílabas.
Por floraciones excesivas fina el hombre
fuera de su estación, impuntual para siempre,
asfixiado por flores, sin hacienda ni tienda
ni escritura en el cielo,
en absoluta desnudez de copa,
sin suave sombra sobre su piedra escrita;
agobiado de azules, más leve que olvidado,
venidero termina, como un hijo,
en blanco consumado, en aire, en nada,
como los disipados muertos en la transparencia.

Por habla de industrioso oficio,
por irse en savia, en vicio, en pétalo morado,
el dicente carcome tronco aireado,
disgrega su columna,
y aserrín, mármol-polvo, chirle tiza en el agua,
exangue llanto de lechoso yeso,
se vierte en el dispendio.
La carnadura, la encarnada vida,
la vida de su forma, la forma que su cuerpo
anduvo entre las cosas y los otros,
hablada en el aliento, se dispersa.

Calla.
Y ni siquiera digas �calla�
y contra florar, no digas nada;
diciéndolo, no cedas floración antes de enero,
hasta el febrero grave
no te llenes de pájaros las ramas;
antes de otoño no semines,
corola inútil no despliegues,
polen vacuo no cante el cascabel oral que agita
furiosa fronda, armazones rojas.

Por uso impuro de palabra pura,
por abuso de impulso al impudor translúcido,
aguacil en el viento,
tornasol del ala contra la tormenta,
el hombre dice y hace su desgracia,
deshace y enmudece su inicial palabra,
desdeña y pierde pronunciar su fruto.

La carnación que acrece hueso y sangre,
espacio y beso, estirpes, tiempo y guerra,
con sólo respirar aire callado,
hálito padre de silencio madre,
el habla lo evanece.
Con boca en flor el hombre, su consistir disuelve,
expira y cede tiempo al cielo
y su substancia a olvido.

Condensada paciencia en absorción insomne
construye vericueto, dureza del carozo
y nombre amargo blanco y casto
germina en su madera.
Hombre con nombre silenciado intacto,
impone peso espeso en su específica fortuna.
Y emparentado con la tierra, fructifica
el mundo sobre el hombro.

Parentesco terrestre
al yerno parco, da trigales, lino,
camellas, camelleros, vino, dátiles,
legiones, derechos navegables,
lana, mujeres, yeguas,
bosque, pan, leche y mieles,
ciervos, condado, fiestas, crónicas y unicornios
cantados por palabras que enrarecen la casta.

Por causa de palabras,
primero de la honesta,
después de la sabrosa y la lujosa
y condenadas turbas en enjambre,
erinas, muchas, sueltas palabras devorantes
de médulas del acto,
del ancho y noble peso serio de la mano;
por floración intemperante dicha,
ya nunca serás aquel que hace brillo en el arma,
ceñudo olor que agrupa camaradas,
cavadura en la tierra con el vientre en la pala,
llamamiento de abejas dulcemente
a la axila del techo de las hembras.

Y no serás quien pesa en Dios, si reza.

Calla, plántate y cuaja en gajos agrios,
silencio que en acopio, combe el zumo.
Callarse la naranja, hace dulzura.

1971

DESPUÉS DE TODO

Ya nunca llegarás a tiempo.

Después de todo,
el mundo había sido sin ti
todos los días.
Después de todo
las cosas deben perseverar
en lo que fueron.
Transfiguración, después de todo,
es palabra de domingo.
En la semana, traje oscuro,
y palabras amonedadas.
Después de todo
puedo morir sin ti,
tal como moriré
sin recuperar el sabor
del agua del pozo de las golondrinas,
bajo los naranjales de la infancia.
Después de todo
para morir no hace falta
lo que sería necesario quizás para vivir.
Está por anochecer y no viniste,
está por terminarse la vida y no llegaste.

A qué quejarse….

Después de todo
tú eras lo diverso de mi vida,
lo ajeno, lo frutal y lo excéntrico,
exterior a mi sistema,
extranjera en mi órbita.

Dirás que también el agua
es exterior al sediento.
Pero después de todo
la sed es un espejismo,
un vicio y un vértigo del espíritu
sufrido en plena carne.
Y después de todo
quien se muera de sed bien lo merezca.
Y total ya es de noche.
Después de todo,
mientras cantamos se hizo de noche,
y la canción es la luz salvada al día
después de todo.

1964

EL CANTO EN EL VERANO

El canto en el verano
desecha el meritorio día de los hombres,
renuncia a las medallas solares sobre el pecho
y se acuesta en los prados
a escuchar los subsuelos de la hierba.

El canto en el verano declina sus potencias,
en vacancia y delicia abandona su lanza,
y el sol se irrita y muerde
un acero indolente entre las flores.

El canto en el verano no trabaja en sus fábulas,
madre de las hazañas
El mundo flota a ciegas como una flor girando
en un círculo verde de designio alcanzado.
El presente es un fruto precioso del olvido.

Y careciendo el tiempo de propósito agudo,
el canto se recuesta sobre los frescos prados
a rozar la mojada mejilla de la hierba.
Y la muerte se sienta a la sombra del ocio
con sus suaves cabellos de duelo a las espaldas,
meditando algún gajo de displicente hinojo
entre los dientes fríos y los oscuros labios.
Y los pies sin destino le bailan en el agua.

1951.

ESTACIÓN EN EL SUEÑO

Ahora que te miro
acodada en el cuadro
insomne y encendido de tu tren destinado,
ahora que contemplo
desde mi viaje destinado y oscuro
cómo te desplazas, cómo me desplazo,
ahora que presencio, perplejo del corazón
el suave, inexorable desencuentro
de nuestros grandes rostros frontales a la noche,
ahora que esto viendo
cómo despierta el tiempo,
cómo se mueve el aire inmóvil del milagro
sin saber si soy yo o eres tú quien lentamente parte
en paralela, deslizada pérdida y flotante sigilo,
ahora que estoy perdiéndote
-ah despaciosa, prodigiosa desgracia en marcha-
ahora que termina esta estación en el sueño,
este delirio de la vigilia,
estas maniobras numerosas,
estas luces cifradas
que amonestan con guiños rítmicos
a quienes se comportan iluminándose
en un cruce de esquemas
en un equívoco feliz de horarios
entre azar y destino,
ahora que estás todavía al alcance
de la desnuda vara de esta elegía,
escucha, escucha, escúchame
sonámbula, soñada,
despierta, baja, vuelve,
antes que los silbidos estridentes
declaren a lo lejos que el viaje recomienza
con su chirriante coro de doliente obediencia.
Escúchame y despierta,
no prestes fe a la magia gradual del infortunio,
no creas al prestigio del movimiento,
ni a la aceleración inerte de la costumbre.
Ahora comienza el ruido grande, el ruido encadenado,
pero escúchame,
si no fue verdadero este diálogo en el margen
tampoco es cierta la partida,
y toda articulada sucesión es falsa.
Todo es mentira, escucha, todo es mentira
salvo la crédula verdad de nuestros engaños
deslumbrándose quietos en la pausa.
No partas, escúchame, despierta,
despiértame si parto,
no creamos en la aviesa persuasión del infortunio,
aquí probablemente debiéramos haber bajado,
es en esta estación donde amanece,
este desvío solitario fuera de los grandes tramos
donde el suspenso viaje tomó silencio y agua,
es el justo kilómetro del alba,
un paraje de sombra en primavera
salpicada de jilgueros como de rocío,
donde un caballo y una flor de alfalfa
interrumpen los rieles para siempre.
Aquí debiéramos haber bajado.

Escúchame mientras puedas, pasajera,
no creas que son dioses
los pequeños operarios con linternas,
no otorgues potestad al ojo ciego del semáforo,
todas las señalaciones del destino
operan por delegación de nuestros poderes
y por mansa conversión hace tiempo olvidada,
para mayor salud del cielo
y por el plácido sueño de los sometidos.

Y sin embargo, mira
cómo te desplazas, cómo me desplazo,
qué desconcierto de las referencias,
qué vértigo suasorio,
qué inmóvil alejarse,
qué traslación astuta,
qué convicción oblicua
de ir para nunca,
mira cómo se estira al sesgo
la perfecta pausa frontal en que nos contemplábamos.

Ay pasajera insomne,
¿no me dirás al fin
cuál de los dos trenes es el que parte?
¿Quién de los dos dudó,
que puso en marcha al sino?

1963

ESTÁN QUEMANDO

Están quemando,
en los pequeños patios
y detrás de las tapias opulentas
y más allá del parque, hacia los campos, arde.
Están quemando.
El verano caduco
están quemando.

Caminemos, ven, caminemos por esta grave fiesta,
mientras queman amémonos, callemos,
escuchando al destino arg�ir en las fogatas.

Están quemando.
Es que declaran muerto al gran verano,
es que toda la gala del año consumieron.
Están quemando.
Entre ardientes acequias de corriente llama,
entre el sordo sonido de la temprana quema
pasemos a los parques, caminemos arriba,
entre la luz dorada de los álamos lentos.
Abajo están quemando,
entre rondas de sweaters, las risas atardecen

Están quemando.
Pasemos por el humo,
herrumbres de arcaico olor esta amistad de otoño,
atravesemos la nostalgia fastuosa del humo;
las extensas exequias del estío
están quemando.
Crucemos por la gala fracasada del tiempo,
están quemando,
caminemos, inexorablemente escoltados de llamas.

No queman más que el verde consumado,
no más que la belleza que cumplió su estío,
a la estación que entrega su verdad usada
están quemando.

Tu sweater tiene olor tardío,
pasemos por el humo, que se enrede en tu pelo
con la tristeza en briznas del otoño.
Crucemos las pacíficas banderas del humo,
atravesemos los solemnes arcos, la sencillez del humo.
Están quemando.

¿Se dirá que es tristeza este ademán del aire
que inmensamente eclipsa azul la tarde,
que tanto huele a madurez cumplida,
que tan serenamente nos comprende?
Están quemando.

¿Dirás que es de tristeza esta espesura aérea
este espesor en calma,
la despaciosa densidad humosa, su ambulante sombra,
la esperanza sorda que la tarde difunde?
Están quemando.

Mira arder los veranos abundantes,
la acumulada gloria del gran año,
el oro vegetal en láminas sonoras
en la azulada altura de las alamedas,
cayendo a las hogueras.
Mira quemar al tiempo sus productos,
mira arder al festejo,
las ceremonias tácitas que unánimes vecindades celebran
por idénticas órdenes de ritual y de juego.

La dulcísima tarde están quemando.
El año culminante están quemando.
Las hojas leves que alumbraron los días,
están quemando.

Respira el humo vivo, amiga,
aspira este incisivo olor amante y acre
de muerte vegetal resucitando,
ave de humo de doliente esperanza.
Inhala este color obscuro, bienoliente a mañana,
esta ácida calidad futura, nutrida de pasado, sin
embargo;
esta índole tenue que vivifica el alma,
hecha de polvo de nervatura muerta, sin embargo;
un prolijo, crujiente contorno dentado
que sin embargo el fuego muerte, muerde y devora.

Nos respira el humo,
nos aspira la vida, nos envuelve,
quiere sentir qué olor a pasajero amor
ofrece nuestra carne.
El humo dice:
-Ellos están quemando.
Salgamos a sentir
el dulce olor a vida de estas pesadas llamas.
Dispendiosos amantes
su insensato estío están quemando.

El ancho cielo de esta hora dice:
-Abajo están quemando.

1950

* Nació en Santa Fe el 11 de octubre de 1923.

FINA, EXACTA, INEXORABLEMENTE

La araña que no duerme ni vela,
que sueña su vigilia
y que en el techo de tu pieza teje;
las plantas que en tu casa amortiguan el tiempo,
las cosas desechadas
que obedientemente aguardan al fondo de tu patio
y que en las chapas del galpón melancólico de los trastos
toman lluvia y sol inútil;
toda la lenta permanencia con que te proteges,
hasta la dulce película de cebolla
de tu camisa de prometida joven,
todo habría de ser rasgado
fina, exacta, inexorablemente,
si de verdad mi amor amara en ti
más tu semilla que tus ramos.

1958

MANERAS DE AUSENCIA

De lo que me faltas, crezco,
tu falta me alarga hasta mañana,
del aire de tu ausencia respiro,
del tiempo que me faltas
rejuvenezco,
del hambre tranquila de tenerte
me alimento,
tu no estar me acompaña
en la noche y el día
como el anillo de largos años
cuyo extravío ciñe el dedo
de desnudez y desconcierto.
De lo que me faltas, crezco,
como las ramas hacia la luz,
imposible y nutricia.
Tu falta me alarga hasta mañana,
mañana es tu mejor nombre,
la luz futura te arregla los cabellos
y es para encontrarle al día siguiente
que consigo anochecer cada día.
Yo enriquezco de tu falta,
qué incontable esperanza
acumulas faltando,
a cada instante
es más preciosa tu ausencia
y yo el único que tiene en la mano
el monto entero de tu falta.
Porque ensayé el derroche
por festejarte presente y ausente,
desperté mis subsuelos,
encendí minas,
multipliqué cristales,
puse al oro en celo,
ayunté las yemas,
me supe inagotable.
Tender a ti, abarcar tu escándalo,
bloquearte las jugadas
las travesuras y las coreografías,
me hizo espacial, curvo y abierto.
Me faltas como el gramo de menos
que pone en marcha el mecanismo,
como la repentina falta
del leve pájaro
pone en marcha el duraznero y cimbra
y toda la luz de la mañana parpadea.
Me faltas ahora benignamente
como la lluvia al campo
cuando las primeras gotas comienzan.
Me faltas como el regalo prometido
en el gozoso noviciado de la espera.
Me faltas como en la víspera de la fiesta
falta la música a todo el pueblo
y todos viven de la música que les falta,
y los cuchillos y herraduras del herrero
ese día se templan con la música de mañana
y tañen, cantan, cortan y galopan felizmente.
Me faltas como la posesión más querida,
como un campo en otra provincia
en la época en que la mies madura,
me faltas como una plantación de limones
al otro lado del río,
que amarilla y aroma por detrás del sueño.
Pequeña, clavo de olor, especia del alma,
me faltas necesaria simple y segura
como le falta el azafrán al guiso pálido.
Por favor, tú, mi falta,
acentúame el tiempo, oriéntame el espacio,
hazme dinámico y esdrújulo,
lánzame faltándome
por sobre el largo día,
ayúdame a vivir desazonándome,
accióname como un dulce desnivel,
como el declive que echa a rodar
el siglo inerte de la piedra,
como la diferencia de sensación
entre el tobillo izquierdo y el derecho
de donde nace la marcha,
y como el otoño adonde fluye
toda la savia del año
hasta agolparse en los racimos.
Me gusta que me faltes,
es extraño,
estoy cómodo con mi carencia,
siento que la vida me debe,
que la luz siempre paga,
y benévolamente contemplo la calle
con sensatez y tolerancia
como un acreedor agrario de buen pasar
y corazón sin agriura
dejo que transite en paz el día,
que el tiempo trabaje por mi cuenta,
que las horas se afanen,
que los pájaros vuelen en mis dominios,
que las palomas ilustren mi calma,
sin reclamar los dominios de mi calma.
Por favor, no dejes de faltarme,
fáltame así de suave,
fáltame suavemente,
yo saboreo tu falta como una mata dulce
nacida al borde del agua,
con sabor a transcurso y a promesa
de su gusto a mata dulce,
cumpliéndose sabrosa, interminablemente.

1963

NADA PARA DARTE

Hoy no tengo para darte nada
tómalo y guárdalo
hoy no tengo para darte
sino esta flor del aire,
toma esta nada plena
aprecia el delicado gesto
de no obligar tus ojos
ni tu recuerdo a nada.
Hoy no tengo para darte nada
toma mi nada no la pierdas
ya que es liviana guárdala en tu pelo
cuando te peines cántala y respírala,
hagamos hoy la prueba de no darte nada
a ver de qué manera altero
el equilibrio de tus muebles, faltando
a ver si de algún modo las flores del comedor
se inclinan graciosamente libres,
aludiéndome,
durando hacia mi olvido.
Astutamente cedo, doy mi ausencia,
juego esta carta llena de temblor
y de absoluta apuesta,
hoy no quiero darte nada
a ver si puedes caminar sin ello.
Porque este sábado no te doy tributo
te faltaré con equidad discreta
y en la misma medida en cada barrio
no interfiriendo ni la lluvia ni el árbol que gotea,
como un tamaño claro pesando en todo sitio,
cortésmente, livianamente ausente,
con retiro gentil
y además transparente.

1958

PUES LA CANCIÓN ES CULPA

Está pasando el aire
y canta
con amable tiempo,
agua va y agua viene
por el día delante
hasta los árboles floridos.

En la frente, en la frente,
en la frente refrescan
los espacios venideros del alma.
Y la calma
y la calma se yergue esbelta y cimbra
como palma dichosa en el rocío.

Con tan fácil manera
de verde luz del día
prepara con rumores,
madura a gran enjambre
la redondez ardiente del fruto meridiano.

Es verdadera de entera sencillez
y fácil la verdad de lo viviente:
verdad hace verdad
y flores fruto.
El desarrollo afirma
el tiempo afirma
y el espacio desenvuelve asertos claros.
Ah, fundaciones diurnas,
estaturas del énfasis,
soterrada insistencia.

Afirmativas plantaciones,
juramentados bosques
y ríos declarantes.
Persistir, persistir,
áspero credo de los cardos.

Adiós, canción cumplida y alcanzada.
Se ha cumplido otra víspera del mundo
y la tierra reposa irredimida.
Salí a ganar un corredor ardiente
y hay más pasado y culpa sobre los frescos prados.

He gastado mi porción de milagro
en complacer doncellas músicas
y todo lo que queda es lo cantado.
Pues la canción, que cuesta un alto pólen
graciosamente aventa en fina música
la frustración desconocida al hombre.

Pues la canción que embriaga y no alimenta
y deja fuera a su cantor exhausto
en beatitud astuta, triste, frágil.
Pues la canción, tangente de oro fácil,
doliente, inútil, pura, austera en vano,
pues la canción es culpa.
Pues la canción es todavía culpa.

Y hay gran pasado y culpa sobre los verdes prados.

1953

TEJEN Y LLUEVE

Qué dulce es la desgracia cuando madura
cuando su tenue fronda crece
como mojada hiedra
en días de lluviosa primavera,
cuando parece que el aire joven
llueve de dicha.
Qué parecida al gozo grave
la gravidez ligera de los días futuros,
el zumo espeso de los años vividos
fermentando designios venideros.

Tejen, en la hilandera lluvia tejen,
en el zumbante tiempo tejen,
tejen y llueve;
mientras la dulce primavera llueve,
siento que en la callada sangre tejen
una imagen sonora pura y nefasta,
en el centro vibrante de un tapiz ardiente
de destinados días.
Qué dulce es la sustancia de la desgracia
cuando es futura,
cuando madura en calma
y tejen, llueve
en sigilosa fecha, secreta primavera.

1963

TENSITAS

Mantener la pelota en movimiento invicto,
sostener su vaivén en transparente calma,
inspirarle malicia en impulsión oblicua,
alcanzarla como a lo imposible,
devolverla como arma,
como palabra cierre de aceleradas réplicas;
humillarla furiosamente a tierra
impulsándola al vuelo,
hurtarla vivamente a inercia o margen:
eso es el juego,
entre los límites de las marcas.

Atleta, bailarín, hombre del juego,
celebra, crece, brinca y sirve
al implacable ritmo,
al diálogo en que tu sino se conversa
en ordalía bailada entre la luz y el tiempo;
mediador incesante, acude diligente
y llega antes que tu propio peso opaco,
a alimentar diástole y sístole
del espacio que late.
Sométete al necesario azar del golpe;
porque no eres ni el amo ni la causa, jugador;
eres el angélico yo, el sirviente que oficia,
el elocuente acróbata lector,
no el autor que legisla
la blanca velocidad diminuta
cifrada y soberana.

Y es el juego, el traslúcido,
el móvil, el versátil dios,
y no sus confrontados comulgantes.

1978