NARI, FORTUNATO
AÑO DE LLUVIA EN GRONSON

El año que las aguas se llevaron el puente
y anegaron los campos, no hay quien no lo recuerde.
Florecían en Gronson las retamas doradas,
el amargón, el trébol y los montes de acacias.
La voluntad de octubre devolvió el amarillo
a las primeras ramas y al herbazal tupido.
Una noche callada quienes se desvelaron
escucharon medrosos ir y venir de pasos.
Despertaron oyendo la voz que repetía
un nombre que en la zona nadie reconocía.
�¡Debes cuidar la estrella del pueblo, no lo olvides!�
Y en Gronson no se sabe si tal estrella existe.Se alejaron los pasos, rumor oculto y lento,
y un pájaro pequeño se coló en el silencio…
En el ochenta y uno la luna fue de lluvia.
Se perdió la cosecha del zapallo y la uva.
Entonces se plagaron las hojas del naranjo
y en Gronson nadie supo de qué modo curarlo.
Arruinaron el césped las lluvias excesivas
y en el solar umbrío proliferó la hormiga.
El jardín descuidado se cubrió de naranjas
rajadas en el suelo, podridas por el agua.
Se ve que hay caracoles ocultos en el huerto.
En el coraje herido de las hojas lo advierto.
No se podaron nunca las ramas de ese monte.
Ya no nos atrevemos a cruzarlo de noche.
Y hay un árbol gigante que se fue ennegreciendo:
El corazón de Gronson de plenitud ha muerto.

EL SOÑADOR INVISIBLE

Hay un puente invisible en el camino
que nadie ha señalado;
sin embargo el amor lo ha descubierto,
porque el amor es un relámpago.
El Custodio invisible me ha ofrecido
contarme el porvenir; su desolado
murmullo en la tormenta y el silencio
ha sido claro.
La fogata invisible a mediodía
se ennegreció en el árbol.
Ese lugar aún siente
pero no tiene llantos.
Pasa un tren invisible que se aleja
a través de las lluvias y los campos,
deshojando la turbia rosa de humo
que arroja hacia el pasado.
Desde el faro invisible no se avista el escollo solitario,
a lo lejos suceden los tumultos,
por donde pasa un barco.
El molino invisible en la neblina
llama en vano a los pájaros;
en la mañana fría la bandada
aterida ha callado.
Un caballo invisible en la llanura
mi manantial ha hollado;
escuché su relincho y me di cuenta:
era negro el caballo.
Y en la fuente invisible
ya no abrevan los cántaros,
ya no pudre las hojas el otoño,
ya no cumple en los frutos el verano�
La bandada invisible por los cielos
inmensos ha cruzado.
Invisible, mi corazón la sigue
porque conoce el canto.

LA INVENCIÓN DEL ECO

Hay un solo pastor, y aún la tierra
no tiene tasadores ni cercados.
Aún no corre el veneno en los torrentes y en cada atardecer vuelve el rebaño
de la colina plácida
al mínimo redil hospitalario.
El que viene detrás se llama Abel
y regresa cantando.
Él juega y triunfa al inventar la rima,
y alza un vuelo de voces sobre el prado.
�¡Oh, Hermosura, Hermosura, bienvenida!�
canta la magia de la luz su canto.
Y llegó el día en que sintió el creciente
latir de la simiente en su costado.
Era su sangre ese poder oculto
que lo estaba colmando.
Y no sabía que la misma fuerza
se gestaba en la entraña del hermano.
Abel a gritos lo llamaba:
�¡Has abierto la tierra con tus manos!
En ella triscan mis corderos
y la luz del Señor brilla en los pastos!
¿Ya aprendimos los dos a amar la tierra?��
Caín se erguía en el sembrado:
�¡Sólo a Dios hay que amar�!�,
le respondía el labrador adánico.
Y la hora expectante comprendía
que todo dependía de aquel diálogo.
Y aunque ya merodeaba aullante y torvo
el lobo que comiera de su mano,
Abel seguía riendo a carcajadas
y extendía los brazos:El éxtasis del sol lo poseía
y su gozo vibraba como un dardo.
�¡No es posible otro amor!�, Caín porfiaba
al irse juntos hacia oscuros campos.
Y en ese instante se sintió el silencio:
la paloma del trigo había callado.
Es que fue aquella la primera tarde
con sangre de verdad sobre el ocaso;
es que aquel grito en la garganta herida
fue devuelto al ovil por el espanto.
Y el fulgor incesante de la estrella
inició su temblor en el espacio,
y el primer eco que volvió del monte
preguntaba al primer desesperado:
�¿Acaso el Todo sin el hombre es nada?
¿Sin nuestra sangre es Dios un solitario?

LA LUNA DEL HIJO DE MEDEA

¿Es verdad que de noche, como el ángel, asomas?
¿Es verdad que en tus manos un sueño de palomas
acaricia callado las espigas caídas
que la hoz ha segado y han quedado perdidas
en los inmensos campos como palabras solas,
como palabras quedas que algún pájaro herido
en el grave silencio del hambre ha recogido?
¿Es verdad que en tu entraña de doncella sin tiempo
desemboca afiebrado su secreto un camino?
Tal vez corre en sus huellas vagabundo el destino
del amor que de noche me acongoja en los restos
de las mieses segadas, los almiares enhiestos,
los rastrojos hollados, las gavillas colmadas
como esposas rurales en un umbral sentadas…

LA SALVACIÓN

Allá está la ciudad amenazada.
No se puede esconder, no tiene huída.
Es inútil que finja estar dormida
o se condene a resistir callada.
Ya tendrá su campana descolgada
junto al pichón que amaneció sin vida;
la mirada del niño, dolorida;
la boca del cantor, ensangrentada.
Aunque el mundo la olvide en el desierto,
o se exilie en las cumbres de granito,
caerá el airón de su cabeza, muerto.
Pero el Cordero, la canción del hombre
que invoca en nuestra voz al Infinito,
a la ciudad devolverá su nombre.

LA SED

Si tú te volvieras claramente y me miraras
podríamos cruzar el camino
y andar.
La tarde.
En el sol los penachos iluminan.
La Sed
es blanca.
El resplandor no llega al claro de los árboles.
(Entre los troncos
meditación sin nadie).
Todo lo que podremos saber si tú dijeras �Vayamos�.
Un pájaro salvaje graznará en la hondonada.
Y detendrás el paso.
Muy cerca
el eco.
Todo el horizonte
andando.
La tarde blanquea en los penachos.
La sed
alumbra.
Una canción hacia el cauce.
Escudriñarán tus ojos por el viento dormido. Quedará una lágrima en la rama del pájaro:
Soledad.
El hato del pastor se fue en la nube:
El eco
preguntando.
Podrás quedarte sola y no te abrumará la hierba.
Hacia el último pájaro
sabrás.

LUZ CREPUSCULAR

Cuando salí en la tarde
a completar los campos, la misma luz del Génesis
usé para el trabajo,
la que inventó Dios Padre
a seis días del sábado.
Y más allá del trigo,
al mirar hacia abajo
donde crece y se agosta
el lirio del pantano,
vi al hombre que no puede
permanecer callado,
que si no canta y nombra,
o camina obstinado,
desprende de los cauces
su pedazo de barro
y lo modela riendo,
dándole manotazos,
o mientras lo acaricia
lo moja con su llanto.
Aquella tarde agreste
lo encontramos cantando.
Lo llamé como siempre
levantando la mano:
�Hola, Antonio, ¿qué pasa?
Di qué hay de nuevo, hermano�.
Y me mostró la obra que había terminado.
Y con su voz tonante,
mezcla de gleba y salmo,
�por fin logré —me dijo—
encerrar en el barro
un haz de aquel crepúsculo
que Dios miró en el caos�.

MÁS ALLÁ DE LA SÉPTIMA SIMETRÍA

El vacío, aparente como un hecho
cuya faz inefable es la distancia,
me ha mirado, impasible, y su silencio
me conduce y me abarca.
Por tanto zarpo en la profunda noche
del puerto del olvido, mientras llama
el clamor inaudible, que no ignora
que hay otro reino más allá del alma.
La sentencia del génesis me nombra en la roca del mar final grabada;
y el ángel del secreto, que me espera,
si no lo arriesgo todo, se degrada
al influjo indomable de la incógnita
que el velamen astral sopla y desgarra.
Y bajo la amenaza del latido
me arrojo hacia el fulgor de la palabra
ciego y desnudo y solo con mi forma
a darle forma a una emoción fantástica.

POEMA SECRETO

Es tan poca la fe, tan cruel la gente
de este pueblo aturdido y mal clavado
a una cruz de fatiga y de pecado,
que se llora y se reza inútilmente. Muy rara vez una razón sapiente
nos traduce sin trampas el pasado.
Los falaces invaden, maltratado
por la violencia, el porvenir muriente.
Hoy es ayer. Mañana aquí tropieza.
Me duele el mundo, su impiedad me hiere
y ensombrece mi pálida cabeza.
Entre tanta ceniza el pan se muere
y se hunde mi navío en la tristeza.
¡Cómo quieres que el canto nos espere!

QUE NO TIEMBLE LA OVEJA

Recorrió la heredad como el sol en la viña.
En el reparo abierto del solitario aprisco
nos esperó en la tarde. Sonaban las esquilas
del rebaño reunido.
Cada oveja en el prado, cada lobo en el monte,
antes de que encendiera su lucero la noche,
escuchó Su palabra tranquila cuando dijo:
�Sígueme�� De tal modo nos sentimos llamados
en la hora que esconde pena, camino y árbol.
Llegamos y lo vimos en el día sin miedo.
Comprendimos el sino que nos llevó a venderlo.
Asumimos la hora de la sangre vertida
para que en nuestra sangre se prolongue Su vida.
Nos fuimos� Mas no quiso que nos fuéramos solos
como la oveja que oye los aullidos del lobo.
Resucitó, y al vernos temblando temerosos
se apiadó de este pobre corazón asustado.
Nos mandó la visita de un ángel innombrado
que al anunciar Su gloria nos dijo: �No temáis��
Nos basta Su palabra para el largo reencuentro.
Que no tiemble la oveja, ya que el Pastor ha vuelto.

RAÍCES

I — Abuelo Esteban
Aquel molino alto que ves a la distancia
por encima del trigo que se llenó de pájaros,
es el de aquella casa que nos fundó el abuelo,
el que trajo a mi tierra sus cepas de milagro.
El abuelo italiano del ladrillo y la parva,
cuyo rostro conozco por un viejo retrato,
cuyo gesto retengo por la faz en mi espejo,
cuya hondura disfruto por un nido en el gajo:
un corazón que late repartido en la casa,
en la sangre triunfante de papá y sus hermanos�
II — Mi padre: Bautista
Aquel molino alto que ves allá, a lo lejos,
que sobrepuja el monte donde canta el verano,
es el de aquella casa donde fue mozo el hombre
que vivió la aventura del amor derramado,
que en esta tierra santa de la alfalfa y el toro
encendió siete hogueras, inventó siete cantos,
trazó siete caminos de rectilínea meta,
conectó siete fuentes de paz y de trabajo,
multiplicó por siete la sonrisa y la fuerza
y el corazón sublime de mamá en todos lados.

SONETO DE LA NATIVIDAD DE LA ROSA

Era un rumor venido del desierto.
La brisa voladora una mañana
lo trajo hasta la rústica ventana
como el presagio de un jardín abierto.
Los hombres se miraron: Era cierto,
en la indómita arena, en la lejana
vislumbre de una aurora inmensa y grana
el silencio cantaba: ¡El sol no ha muerto!
Y negando la muerte porque el día
afirmaba sus dones y subía
como un ala extasiada y temblorosa,aquel rumor que trajo la distancia
nos decía en su idioma de fragancia
¡que Dios había vuelto en una rosa!

TIERRA PROFUNDA

Voy a morir aunque florezca octubre,
sin que nadie se entere. Será santo emprender algo tan serio
así, naturalmente,
como un muchacho libre se enamora
sobre la tierra verde,
donde el yuyo rastrero y la alta rama
de modo igual esplenden,
y el nemoroso edén
renace y nos envuelve.
¿Cómo será morir
en estos días en que nada muere?
Yo bien sé lo difícil que es partir
desde enero a diciembre;
pero si he de encararme a lo supremo
mejor hacerlo en esta cima alegre,
cuando el ave altanera gira y lanza
su graznido secreto, tercamente;
y el pastor hechizado errante va,
en vano va por la extensión agreste
en busca de la niña más hermosa,
la que no encontrará, la que ya vuelve
de huertos y confines encantados
con sus flores silvestres.
El día que me estoy vaticinando
se acerca, ciertamente:
solitaria la moza hacia mi tierra
con su brazada viene.
Por eso hay que esperarla en pleno octubre,
aunque todos se enteren…