NEGRI, HÉCTOR
AUSENCIA

Su pueblo no era un pueblo como todos los pueblos
nacía en una calle, terminaba en un río.
Y la calle era apenas una luz misteriosa
y su pelo rodando por sus hombros el río.

Por las tardes andábamos, tomados de la mano
inundados de sol, de suavidad, de estío.
Contemplando las casas, las veredas, el cielo
una canción llegaba con su tenue sonido.

Una tarde me dijo, mira aquella bandada
los pájaros vienen volando por el río.
Y supimos del agua donde el amor se inicia
destellando silencios, murmurando caminos.

Otra vez nos besamos, soñando levemente
las manos enredadas en su cuerpo y el mío.
Y ese beso no fue como todos los besos
empezaba en sus labios, terminaba en el río.

La soledad que tengo, esta tristeza siempre
es por su pueblo lejos. Se perdió en el camino.
En la luna de marzo o en la noche de otoño,
en la flor silenciosa o en el frágil rocío.

La llamo y es inútil. Ella quedó tan lejos
se fue con el misterio de su beso y el mío.
Y de un pueblo que no era como todos los pueblos
empezaba en su pelo, terminaba en el río.

La Prensa, Suplemento Literario, 2007

BANFIELD, NOVIEMBRE, ASÍ VACIO

Para esperarlo
(y porque en Bánfield
en noviembre
a veces todavía hace frío)
compré unos escarpines
blancos.
Andrea
se burlaba:
¡son tan grandes
se va a perder dentro�!
Y reíamos
imaginándolo
con la piel moradita
y el perfume suave
en esos escarpines
desmesurados
decididamente inmensos
para un bebé
recién nacido.
Un día también le traje
un perrito de mazapán.
¡Un bebé no come mazapán!
pero el perrito era tan lindo
lo acercaba al cuerpo de Andrea
cada mañana:
mirá como creció desde anoche
me decía
siento que se mueve
y el perrito de mazapán lo saludaba
¡Hola bebé! Se llamaría Bautista
o Bernarda, si era nena
(aunque Andrea estaba segura
que sería varón).
Para que tuviese su cuarto
(no es bueno que los bebés
duerman con los padres
aunque los primeros meses sí)
y pudiese jugar
porque la casa no es grande
empezamos a techar el patio
y hacer una ventana
por donde entrase el sol.
Van a venir pájaros a mirarlo
decía Andrea
porque en noviembre
aunque haga frío
Bánfield se llena de pájaros
que juegan con los chicos.
Bautista
o Bernarda
nuestro bebé.
Según la última ecografía
(y la repetimos tres veces)
medía veintidós milímetros y medio
toda una proeza para sus
doce semanas
iba a ser alto
y grande
como el papá
o hermosa como la mamá.Se veía en la pantalla
Nuestro bebé.
Pero
su corazoncito había dejado de latir,
ya no vivía.
En vano la obstetra se empeñaba
en buscar
algún signo
un movimiento.
En vano Andrea repetía
tocándose el vientre
lo siento
vive.
No, no.
Había muerto.
No latía.
Apenas si flotaba
en el líquido que debía contenerlo.
¿Un virus,
un accidente,
esas inexplicables muertes
que la ciencia
aún no ha descifrado?
No sé.
Dios,
si existe,
acaso alguna vez
pueda decirlo.
Era nuestro bebé.
Yo le cantaba todas las mañanas Andrea lo acariciaba
en su vientre.
Anoche
guardamos en la mesita de luz
(bien al final del cajón,
para que no se pudiesen ver)
los escarpines, el perrito de mazapán
y este Bánfield
que tendrá noviembre
alguna vez
con frío acaso
seguramente con pájaros
pero sin Bautista ni Bernarda
así vacío.
De ¿Adónde fueron los pájaros?, 2006.

CANTILENA

Para Eva María

La noche clara
por la ventana
(no por la puerta
toda cerrada
toda desierta)
por la ventana
que estaba abierta
abierta y sola
entró la luna
la luna cierta
por la ventana
llegó la luna
clara y abierta
la noche clara
la luna cierta
vino la luna
por la ventana
no por la puerta
y te encontraba
la noche cierta
toda dormida
la luna clara
la noche abierta
toda dormida
toda dormida
Eva María.

Yo te miraba
así de lejos
por los espejos
de la ventana
toda dormida
la luna clara
la noche cierta
por la ventana
toda dormida
la noche abierta
y te besaba
la noche sola
abierta y sola
sola y abierta
y te besaba
toda dormida
nunca despierta
Eva María.

Si una mañana
se abre tu puerta
(no la ventana
que estaba abierta)
sino la puerta
siempre cerrada
siempre desierta
la luz despierta
del nuevo día
así de clara
así de cierta
así de mía
la luz abierta
te besaría
clara y despierta
ya sin ventana
sólo la puerta
tuya y abierta
abierta y mía
la puerta abierta
la luz sin puerta
toda despierta
Eva María.
El Puente del Sur, Bánfield, 2000

FALLUJAH (IRAQ)

Por las tardes
cuando el sol
se escondía
por las viejas murallas
de la ciudad antigua

(su luz apenas
se filtraba
en las hondas callejuelas)

andar por Fallujah
era sólo un juego
una hermosa alegría.

Llevábamos
mis hermanos y yo
el pan
recién amasado por la abuela
hasta el horno
de Jafid
metido
en desnivel
bajo la tierra.

Qué bueno
y hermoso
era el horno de Jafid:

de allí
brotaba
el aroma
suave del pan
recién cocido.
La abuela
recomendaba:
vayan con cuidado
no se distraigan
jugando a los tejos

no derramen la masa.

Nosotros corríamos
sin olvidar
sus palabras

por las calles
estrechas

(Fallujah antigua
es así
las casas se juntan)

y después de saludar al carbonero
negro de hollín
en el portal de su tienda

y a los mercaderes
que venden telas y cacharros
y papas y trigo

llegábamos
con la masa
(que no se había derramado).

Jafid
nos deseaba la paz
la metía junto al fuego

del horno
empezaba a salir
el olor
del pan
recién cocido.

Un poco después
el almuecín
llamándonos a rezar

porque Dios es más grande.

Y la oración
y ese pan
que la abuela preparaba
y Jafid cocía
todo, todo, reunido,
vivo
en Fallujah.

Un día
o acaso una noche
(no sé si fue día o noche)
el cielo se iluminó por
incontables luces

(pero no eran estrellas
ni tampoco la media luna
con la que Dios se anuncia)

sacudieron el cielo aviones
ráfagas de disparos
misiles y cohetes
y bombas

horadaban los muros
mataban a las gentes
destrozaban las casas.

Y después, todavía
soldados
en tanques y camiones
y orugas
matando
y matando.

(Matando
a Jafid
que cocía el pan
y nos saludaba
deseándonos la paz
al carbonero, negro de hollín
a los mercaderes
a mis hermanos
a la abuela).

Los soldados
mataban
y mataban.

Extranjeros.

Hicieron de Fallujah
una inmensa ruina
donde ahora se apilan
escombros, sólo escombros
y la muerte.

Ya casi nada queda.

No llevamos el pan.

En el silencio de los pájaros
(que también han muerto)
a las cinco de la tarde
no llama más el almuecín.
Apenas la sombra
de una antigua mezquita
convoca
a los sobrevivientes

Fallujah
nada ha quedado de ti
sólo ésta inmensa tristeza.

Pero no hay otro Dios que Dios
y Dios es más grande.

El Puente del Sur, Bánfield, 2004

LA VOZ DEL VIENTO SOBRE EL JAZMINERO

La voz del viento sobre el jazminero
se mezcla con la lluvia en la mañana
gime como si fuese
un puñado de agua
corren azules caballos desbocados
detrás de la ventana
y yo que estoy
en el silencio de tus ojos
perdido en el misterio de tu alma.
Río que cae sobre tu piel y fluye
desde el derrumbe de la madrugada
rayos que quiebran la luz azul del cielo
ecos oscuros, absortas llamaradas,
y ese viento sin paz, sin un remanso,
no perdonando nada
y yo que estoy
en la zozobra de tus brazos
hundido en el misterio de la nada.
Entre el murmullo gris de la tormenta
sucumben las palabras
vuelvo sobre tu corazón y siento
en el abismo de tu cuerpo el agua
curvarse por órbitas secretas
desvanecerse sobre las montañas
y yo que estoy
en el misterio de tu pelo
besando la mañana.
La Prensa, Suplemento Literario, 2006.

LAMENTO

Para que vuelva
como una danza
la lluvia
cae
sobre los campos.

Los pájaros abren
la estación de amor.

Y en el azul
las garzas blancas
recogen su peinado.

Para que vuelva
el viento roza
los escondidos lugares
de la tierra
aquellos
que sus ojos soñaban.

Y una voz que viene
desde lejos
la nombra.

Para que vuelva.

Para que ella vuelva.
Pero yo estoy solo
en el confín de este mar
cercana ya mi noche.

Y una inmensa bruma
cubre todo el cielo,
anegando los espacios,
los tiempos.

La Prensa, Suplemento Literario, 2006

MI ABUELO FELO

A María Magdalena

Mi abuelo Felo
Felo mi abuelo
cabeza y pelo,
largo los brazos
fuerte el abrazo
que me subía,
que me tenía,
que me miraba
mi abuelo Felo
que me besaba.

Felo mi abuelo
mirada y pelo:
si yo dormía,
si yo lloraba,
él me cantaba
yo me enojaba
él se reía
él se encantaba
yo no dormía
yo lo miraba
Felo mi abuelo
cabeza y pelo
sólo jugaba.

Mi abuelo Felo
murió una tarde
yo no sabía.

Y lo buscaba,
y lo llamaba:
lo perseguía.
Felo mi abuelo
cabeza y pelo
murió una tarde:
ya no volvía.