PAOLANTONIO, JORGE
CELEBRACIÓN

mujer de corzuelas en los ojos
gorriones en la nuca manos como ríos de perfume
en la cocina de mi infancia
hacedora de festividades
silente tejedora florecida en abrigo
y en olmo de pura sombra
deshojando confidencias
vistiendo santos de irreverente tizne
harina laurel romero cilantro de la vida
pan enterrado en ceniza sopa de llanto
letras que apenas
zapatillas de evitadignifica
tirana de las hormigas
cabalgando su siglo de asfalto
oliendo a nísperos
muriéndonos el salitre de la casa vieja
amparándonos
ojalá me alcance el canto
para rondarle el perfil y coronarla

DE LA PESADA CARGA

no puede abjurarse de las viejas máscaras
como quien vende un caballo cansado
no es castigo
sino carga pesada
que sacude huesos y destripa letargos
para señalarnos cómo amamos cuánto tanto
una tristeza sube a mi cuchara
me alimento de las hilachas de mi nombre
para que las almas aligeren
la llaga
de la perplejidad.

DEL REINO

la muerte suele perseguirnos
como carancho de lejos
pone objetos a distancia para marearnos la pupila
achicarnos el presente
hay que subir entonces
a los ojos del colcol
a la seda contagiosa de la oruga a la morera
al pan que leuda
al frescor y terciopelo del durazno
decir tienen que caer los velos
en una llamarada
que al fin nos ponga en el reino buscado
allí
donde la palabra es barca hacia la luz
hendiendo la tiniebla.

EL OTOÑO HUELE

el animal sentado dice
que tiene agua en las rodillas pies de viga
que las palometas la han comido la alegría
que a pesar de ser argentino
se quedó sin ganas de caminar sobre las aguas el animal sentado deja correr ojos y hojas
y pone la mirada de color herrumbre
en la frase del obispo
a nadie se le negó lecho ni tumba
el otoño huele a viejos en umbrales polvorientos
ay
cómo se viene la vida tan callando.

HUÉSPED OSCURO

ha tocado la frente hacia el final de la tarde
ha nombrado las hierbas
convocado las lenguas del naufragio
en el hombro del mundo
hay un cántaro donde late el diluvio
escribirá nuestro signo
un pez de plata precipitándose al olvido
y encenderá una señal
para quitarnos la bruma de las manos
nuestros ojos serán un cascabel de vidrio
la lluvia misma
una levedad buscándose en el río que migra
de las orillas del miedo
habremos entonces
el tatuaje sello marca la agonía
de los que repiten lo posible:
hay un huésped oscuro
para cerrar
la última pregunta
de los dolidos párpados.

LA NAÚFRAGA

las tardes de lluvia
eran el reino de mi abuela Ana Olimpia
que dejaba su cetro en el parag�ero
y
jugaba con el orbe
desganada
de mano en mano
de nieto en nieto
mientras el ojo de la radio
le encendía el valseo
o la marcha en las noticias o los bandos milicales
en su trono
discurría somnolienta
sobre el resplandor de su vida de náufraga
tras haberse arrojado de barcos quietos como las penas profundas
manotazos de ahogada
para conseguir un hombre que la anclase
en una casa grande con amapolas y alcatraces
era otro tiempo su tiempo claro
otro muy mar
de mar revuelta
el mar de la indigencia
para muchacha hambreada de patria y de promesas
donde todo era remo muelle de paso cosa de peso ramos secos de albahaca en una estancia pringosa
con humedad soplando sus huesos de caña
otro mundo sí
sin cabida para florilegios
descubrió que la cocina era su nave insignia
sintió y sin quererlo supo que los caldos más espesos
la remontarían
hasta paladares y bastones de mando
donde el amor no era sino cordura
a la hora cenital de repartir orgasmos
en hostias salseadas y rubor fingido
una vez
en puerto
tuvo un hombre apuesto y seco
que le podó la soltería con la certidumbre
de sus asientos contables para el ferrocarril de los ingleses
contramaestre con ojos de perdigones de sal
la puso a achicar su corazón ya inundado de tanto cielo ajeno
parió tres veces
luciérnagas en medio de un garrotillo aleve
y cada vez
el velamen de su vientre soportó los embates del aire
contra su cerrazón de simple extranjería pero Ana Olimpia
la náufraga encendida
no dejó que le floreciesen nudos en la garganta
dicen que dijo
mientras con las manos se abrazaba la cabeza
ecco ecco la patria
y desde entonces aventó sus hornallas hasta explotar la caldera
y el velamen
y hacer que la salsa volviese al aceite
y éste a la oliva
y al laurel florido
en un ejercicio de pies de un alma
finalmente en tierra firme
solo el tiempo irremediable
le trajo nietos y carcoma en la bitácora vacía
yo la vi discurrir somnolienta
y sé que nunca dejó de soñar
con esa casa grande
la de amapolas y alcatraces
besadas por la lluvia mansa
tarde o temprano
el agua regresa
al lugar que alguna vez fue su dominio

LENGUA DEVORADA

I
la palabra fue fuego
tajo lacerante
encendida flor de lava
incandescente pústula
sobre el labio del inicio
y no es verdad que nacieran pájaros
y no es verdad que nacieran peces
y no es verdad que descansase
todo era lengua ávida de abismos
IV
diga
la lengua devorada
pupilas clavadas en la fruta madura y bajo la mesa
picotea
la gallina muerte
IX
mancha venenosa lengua viperina
que se parte en dos y nos destierra
al ártico y al hambre de justicia
la que no das
la que nos niegas
vestida como vas
de juez o de puta.
Secuencia
verano se meterá en la piel mojada
ventilarás la malasangre
afilarás los dientes
polícroma fruta cocotero durazno terciopelo
y algún mañana
los peces de color
van a nadarnos la saliva
y una piedra caliente
bajará muertos de pie
hasta el fondo del río de la plata.

MOLINO

María Vidal exultante
me envía la estampilla del molino
donde traía olivas para la molienda
le mando una postal abarrotada de risas
las he venido guardando
desde los tiempos arcanos de la finca
por donde pasaba el agua de la abundancia
y todos éramos enanas biografías.

PARA TOMAR AGUA DE UNA TINAJA

queme la urgencia de la sed
donde empieza el incendio
destaje el veneno
atisbe frescor liviano
eco de pozo verdín oscuro
oiga caer duraznos priscos
gota de la sombra helada
donde la cara de la luz
derrota umucutis siesteros
jarros cuencos escudillas
que se cuele la dulce fiesta
milagro chiquito
tinaja
que me llueva por dentro

QUIROFANÍA

IV
me cabe una vieja bandera entre los dientes vacíos
y las abejas dormidas
pero los labios cruzan aire de janas besan lacre caliente para sellar la espera
del crepúsculo y la inocencia
tengo niños doblándose en mis puños
una sed de caranchales acudiéndome
aguas vencidas de mi antigua tristeza
soy escasamente apenas
un vestigio enjoyado por el miedo
y una precaria luz
acongojada.
V
los otros que te amaban
despejaron tu alarido ebrio de vinos indefensos
prestaron el filo agrio de sus ojos
para escuchar tu respiración salvaje
en el frasco de sangre gemebunda
alta como un dios inacudido
señalando praderas de sal y estatuaria de carne
los otros que te amaban
desataron tu pecho entre las rosas
para que entraran tordos a comerte las ganas
estabas todo harina
en las hierbas sigilosas de tu pelo mojado
bajando de las acarnes maltratadas
pisando los dedos buscadores petrificando las flores aciduladas
para subir a tu aire
besar los bordes de la vida
y hallar la llave de tu casa
colgada de tu corazón.

UN BOSQUE DE SILENCIO

1
Estábamos en el rumbo de los paisajes lentos
y mujeres con un yugo a sus espaladas
yo vengo de sus ojos
de su mirada encendida por los pimentones
sus cazuelas de labio picoso
su paso cansino
la Ludovina perfumaba Guayamba
con coplitas de pura picardía
pero dejaba en casa el corazón sangrando
por la niña quebrada en convulsiones
y manotazos de ajenjo en el brasero
agudo el canto
vibrando la chirlera de su caja
agudo el canto
y atrás
una voz queda y oscura
yo vengo de su abrazo
2
cada vez algo se va de mí
disgregado desleído en todas ellas
que nacieron sabiendo las mañanas claras
las tardes procesionales
las noches para elegir estrellas
algo se aleja
de toda luz visible
donde se abisma la ceguera y crece la certeza
que estuvimos de paso
y siendo tantos
éramos
solo aquella dulzura creada
por ellas
para entender la dicha.

Y SI EN SUEÑOS ACUDIESE LA MUERTE

y si en sueños acudiese la muerte
no temerán su modo dijo ella
como agua en las piedras
luz tras rendija
viento barriendo la hojarasca
no temerán su modo
y fue piedra bajo el agua
pan multiplicado
rendija
hoja perdida en mediodía
candil ardido
la vistieron sin zapatos y en verdad ya no temimos el modo
cuando la vimos o partir en andas
coronada de ausencia
para esconderse tras canceles
sin panes ni peces ni zarzas ardientes
solo el antiguo gesto colgando de sus labios