RUBIO, RICARDO
ACERCA DE LAS COSAS

Tramo la disposición de un libro,
sus apartes,
su historia absurda,
su vana intención de gusto.
En cualquier página aguarda el dolor
que da sentido a la insolencia.
Cada frase es un intento,
cada imagen, una sucesión de grises.

En este instante, llueve,
y es mucho más de lo que suelo hacer.

Inéditos

ALREDEDORES

Las aves en la tarde,
las azucenas y el silencio,
el fondo rojizo del infinito,

todos habitan
este pequeño corazón.

CAVILACIONES DE PESO FRENTE A LA NATURALEZA DE LAS COSAS

Frente al olvido, el tiempo que hay en mí
reclama su parte, su desquite;
advierte haber dejado el gran destino
en manos de una sonrisa fugaz
o en los huecos que la historia desviste
en cada esquina.
Frente al olvido, lo dicen las flores,
cada caricia fue una vibración extranjera.

Acaso los deseos se cifren solo en presente
y adjetiven un futuro con sueños
o con un abrazo que redima.
Pero luego llegan las voces y el lamento,
los corredores insospechados,
la infamia de la ceniza.
Quizá los gritos sean parte de esos sueños
de esa vibración que no puede detenerse.

En la deriva de las fechas,
aire, tierra, árboles y ríos,
la naturaleza toda teje leyes que aturden la piedad,
que rechazan el perdón de los débiles,
que siembran el verbo del castigo,
que buscan la contienda, que devoran.
Ahora mis manos disienten esa esgrima,
condenan el peso de la espada
y son recuerdo lejano en el espacio,
no quieren pensar en la epopeya.
La historia se desviste en voz alta
y aquel que fui cuando no era
quería ganar la batalla del justo,
la lucha del ardor entre las llamas,
la luz en la razón de ser.
En cada entonces, el destino reía como hoy,
con su eterna ebriedad.

DE REGRESO

Me verán volver entre líneas de agua,
simplemente,
sin más deseos que partir
gota entre las gotas.
Será a plomo y en silencio,
un paso inmóvil
desde el umbral de la hondura.
Me libraré del apego
a las maderas de esta casa,
a los bolsillos llenos de imponderables.
Saldré de esta ropa, de este latido,
para ser disperso.

Me iré sencillo
a conversar con la niebla.

DEL MODO MÁS ABSURDO LA MENTE JUEGA A LA VICTORIA

Lucho para alcanzar cierta voz,
para sembrar jazmines en el recuerdo;
y no importa el recato ni fallezco por dobleces.
Mi deseo desconoce el descanso.
Aun cuando tomo el destino con templanza
omito el principio y la razón del dilema.

Avanzo sin saber, a tientas,
olvido que pienso, que respiro
aun cuando surgen los tropiezos,
los roces con lo frecuente,
con lo sencillo, con lo fácil.

Muy tarde advertí que la gesta
conspira, agita, agota,
intenta enmudecer la luz que relumbra
al calor de un alimento sincero,
al susurro de un hijo, ante la mujer que amo.

En la calle la ferocidad nunca canta,
se solaza en el acecho, traiciona,
y retuerce al mundo.
No hay cardinales en el cosmos,
por eso regresar no es derrota.

Dejo el escudo, me quito el correaje,
bebo la sed y agito el trueno de la noche.
Entretanto, la casa sueña con un coro de alegría,
con el brillo de esa luz que la mujer enciende.

ETERNAMENTE AHORA

Siempre este ya pegado a los ojos.
A cada instante un segundo baladí,
un ahora infinito que nutre y azora
el presente de las indecisiones:
instantáneo, efímero.
Inaferrable

ETERNAMENTE AHORA

Siempre este ya pegado a los ojos.
A cada instante un segundo baladí,
un ahora infinito que nutre y azora
el presente de las indecisiones:
instantáneo, efímero.
Inaferrable.

HADO

Soy a este mundo,
indago ecos de un secreto
que recorre sus pasillos.

Acaricio las manos del origen
con un recuerdo incomprensible
que brota de la oscuridad.

Vine con odas y azucenas,
cálculos y martirios,
con un escozor parecido a la destreza.

¿Qué hago con esta carne
en medio de la nada?

LA LLEGADA

Del mes de mayo, del ámbar,
bajo la sombra de avellanos ungidos al amanecer,
a once pasos del pasmo que la noche extiende detrás
de gravísimas voces en pregunta,
urdido entre sueños por la fiera del instinto
cuando rebate páginas en la fronda de sal,
nací al sol de una diosa blanca
y de tres mujeres de mi estirpe
coronadas por los signos,
donde tres veces tres es el pan de la armonía.

Dejé en el umbral los collares húmedos,
la costumbre del silencio y mi condición de pez.
Eduqué la mirada en los ojos de mi madre
y crecí con las friegas del roble entre los vivos.

Repetí los versos que agitan el fuego
y bebí la miel de las bellotas con jarabe de muérdago
entre paños blancos.
La Dama Encantada disipó la bruma
y entre aromas de moras silvestres,
palán palán y azafranes intensos,
las olas de purificación ordenaron las esferas.

No fui un ángel entonces sino un simio desnudo
a orillas del mar.

LA RAZÓN ES CIEGA CUANDO SE AGITAUN PRISMA

Cualquier palabra no es tu palabra;
no es tuya la voz del niño
con garganta de trueno,
ni el color del tulipán, ni la brisa del sur.
Ese escudo no te cubre del temor,
esa cota no impide el paso de las flechas.

A veces, la luz se dispersa
para dejar un hueco confuso
en el ojo de los hombres.

Cuando los bosques en tierras aún indecibles
no imaginaban su follaje,
cuando el sol era un punto
con todos los puntos encendidos,
cuando los astros eran fragmentos
de un único astro incomprensible y loco,
y la molécula vibraba en la insistencia,
el escriba ya era parte de un recuerdo
en la materia,
y aunque sus ojos no atinaban ni el espíritu
ni el hueso, ni el calor, ni la intemperie,
en su inercia la vida planeaba la risa de la pasión
y el cuarto oscuro de la ciencia.

Luego un hombre entrevió el roce, la fisura,
el músculo partido
por la simple disolución de la franqueza.

Y gimió.

LA RUECA

Hay un reclamo de lógica
en la espalda del viento,
un reclamo de espacio y de ciencia
en la sabiduría de las rocas.
Como nave cristalina,
el tiempo reviste la desnudez de la tierra,
y los profanos hijos del ancestro se pintan de colores
y se visten de espejos nunca vistos.

Y hay más formas de huir.

Baja un llanto esmeralda
acariciando la mansedad de la montaña,
trae mineral con una verdad a cuestas.
Alguien descompuso esas semillas
y creyéndose sabio les dio una cifra,
y cifra y letra formaron parásitos de papel
que no sacian nuestra sed de invitados sin regalo.
La claridad brotaría de viejas filosofías no escritas aún,
los astros nada saben de palomas ni de credos,
pero el suelo ha dado flores e insectos,
y sin contarnos nos envuelve en silencio y a él volvemos.

Y hay otras formas de huir.

Objeto de grandes pensadores
con grandes cerebros y fortunas,
y profetas, magos, monjes e ingenieros.

Objeto de inútiles pisadas, de invasiones, de colonización,
de intrépidos periplos alrededor de qué o de quién,
de formas y dibujos, de forzados cambios
y de lluvias atómicas que nada saben de núcleo ni de átomo.
Por eso el suelo aguantando no es sed y es amparo;
sin embargo, el gemido asoma en el desierto
y el grito en el volcán.

¿Quién me dará una almeja y un balde de arena?
¿Quién me enseñará a no saber nada?

Y otras tantas formas de huir.

De Pueblos repentinos, 1986

LAS RESPUESTAS

Cuando la oscura vértebra de la noche
dibuje la penumbra en mis ojos
o marchite las plantas que más quiero,
con las manos llenas de respuestas
reiniciaré el camino del silencio.

Continuaré con la sombra,
iluminadamente solo.

De Simulación de la rosa, 1998

LOS ÁRBOLES Y LOS DRUIDAS

Extendido a la sombra,
morada de la noche,
retraigo los lugares de mí:
las espinas del tojo y el agua de lluvia.
Una mano agrícola contrae estas venas
y siembra un silencio antiguo
en la geografía del azar.

Los Ogros impacientaban la greda
arrullando urgencia y quemazones;
los Elfos cerraban los bosques
con fraguas y arquerías;
los Espectros villanos,
robadores de calma en las aguadas;
los Colosos que al menor ruido
fatigaban el estruendo.
Y había Gnomos para alegrar las fiestas
donde no llegaba el Lanzador de Esporas;
Gigantes de Piedra y de Fuego
caminaban la tierra de la vida
y el imperio anterior.

Esas son mis leyendas,
extremos de los días y las noches
regidos por el roble,
genealogía de sueños
donde intentan volar los Urogallos,
donde el Grifo juega a duende,
donde el Fénix es azul y no es bueno.

Celta impaciente, mi madre,
evita el Fantasma de los Abedules:
echa al aire su oración y canta.

De Entre líneas de agua, 2007

NADA SABEMOS SALVO EL DESENCUENTRO

Simulo distracción mientras agito otro tiempo
que inflama el corazón del amanecer.

Cierro los ojos e imagino los signos
de un lenguaje universal.
Busco razones
mientras palpito tristezas
derramadas en las grietas
de un espacio perplejo.

Cuando el alba abre caminos,
absorta, la lucidez se espanta.
¿Con qué veneno ahogamos la insistencia
y la ilusión, si de nadie es la luz de la distancia?
Ninguno es dueño del color con que atardece.
La conciencia navegó milenios para llegar aquí
y forzó un hombre aturdido
en medio de las piedras.

Hay alamedas heridas de sed,
pájaros con estertores de pánico,
pequeños peces luchando contra el invierno.
Pero hay manos de mujer
a lo largo de mi espalda
que mitigan la ferocidad de la vida.
Así siento las caricias y los desaires.
Ahora los años acosan para siempre,
y son apenas silencio
en el fondo de un gesto.

NOS MANTENEMOS AGUA EN UN ESTANQUE MENSURADO Y ATÓNITO

Acaso consagramos las tardes al estupor.
Alejados del ya,
indagamos lugares sagrados de la memoria:
los pródigos sueños, las tantas quimeras,
las ambiciones que crecían temerosas
con lentitud de otoño.

Tristemente, el niño se obliga
a dejar la ingenuidad y juega a estar cansado.

Las horas se hacen interminables días en la luz.
Inteligibles las cosas se ufanan de existencia.

La decisión es al fin un nervio que obedece,
un latido que se expresa, que se abre.
El tiempo deviene en el verdadero sí de las manos
y descree de oscuros enemigos revelando un calor
que no sucumbe al frío de la tristeza.

Aún así la paciencia hace lentos los meses,
los siglos llevan en andas lo indecible de lo eterno,
la levedad y la caricia se someten a la ansiedad,
el olvido se hace nunca y la esperanza brisa.
El antes alberga una quietud
y el ahora una historia y un silencio.
No tenemos tiempo más que para nombrarnos.
Casi siempre el árbol es más débil que su flor.
Nacemos para ir perdiendo la luz de las estrellas.

De El color con que atardece, 2002

REPASO DEL PRINCIPIO SIN FECHAS HEROICAS

Frente al olvido, el tiempo que hay en mí
reclama su parte, su desquite;
advierte haber dejado el gran destino
en manos de una sonrisa fugaz
o en los huecos que la historia desviste
en cada esquina.
Frente al olvido, lo dicen las flores,
cada caricia fue una vibración extranjera.

Acaso los deseos se cifren solo en presente
y adjetiven un futuro con sueños
o con un abrazo que redima.
Pero luego llegan las voces y el lamento,
los corredores insospechados,
la infamia de la ceniza.
Quizá los gritos sean parte de esos sueños
de esa vibración que no puede detenerse.

En la deriva de las fechas,
aire, tierra, árboles y ríos,
la naturaleza toda teje leyes que aturden la piedad,
que rechazan el perdón de los débiles,
que siembran el verbo del castigo,
que buscan la contienda, que devoran.
Ahora mis manos disienten esa esgrima,
condenan el peso de la espada
y son recuerdo lejano en el espacio,
no quieren pensar en la epopeya.

La historia se desviste en voz alta
y aquel que fui cuando no era
quería ganar la batalla del justo,
la lucha del ardor entre las llamas,
la luz en la razón de ser.
En cada entonces, el destino reía como hoy,
con su eterna ebriedad.