SOSA LÓPEZ, EMILIO
ANVERSO DEL SER

Es una columna que jamás se posa, es como la lluvia
que sostiene sus nubes.

O la semilla que echa arriba un árbol; como árbol
libera al viento.
Y hace visible la tierra como una llanura o una montaña.
Como montaña rompe su rayo contra el trueno

Con sus crótalos la mujer asusta los caballos y es prisa
para el que camina,
pan que trae su hambre.
Ella es un agua que vuelve a su venero, un río que
rehuye la sed,
un sendero sujeto a un cabello.

ARGUMENTOS

El rencor suscita orgullo.
El orgullo transforma el rostro en máscara.
La máscara es siempre anversa y hueca.
Anversa y hueca es la hipocresía.
La hipocresía es mera envidia.
La envidia apetece el poder.
El poder engendra culpa.
La culpa es nuestra enfermedad.
Toda enfermedad es postración.
Postración extrema es la del demonio.
El demonio se refleja en el hombre.
Con el hombre recrudece el rencor.
El rencor suscita orgullo.

CAÍDA DEL ÁGUILA

Un telegrama dice que el mundo está deshecho,
que la isla ha perdido sus contornos y es negra
la niebla que la envuelve; sus puentes yacen rotos
y que a orillas del Támesis los hombres ahora leen
como antaño en las aguas la leyenda de Hamlet.
Pero nuestros ojos están distantes para ver todo aquello
y a solas imaginamos entre sus ruinas el poema
con sus nuevas metáforas que caen como plumas
coloreadas de sangre, el poema del siglo
que ahora el viento impreso en periódicos expande.

(De “Sentimiento de la criatura”)

CANTA CON EL DOLOR

El agua que de la frente baja al mundo
canta con el dolor de los frutos maduros.
Da nacimiento a la muerte, perpétua
el sonido de la luz. Pero aún más arriba,
¡qué claridad de gozo, qué bello indicio
de vida alientan los follajes de las nubes!
¿Acaso puede alguna vez
morir en torbellinos de ceniza, esa hermosura
irreal de las altas columnas,
esos moldes de flautas hurtados a los aires?

Yo anudo mi vida, le doy raíz, sustento
a mi día futuro.
Doy abrigo a una gota
para nacer de nuevo.
Y con secas semillas vuelvo a los ciclos de la tierra.
No soy, por cierto, el que cosecha tu belleza.
Apenas soy dolor en este viento que ronda
aquí abajo,
áspero y alanceado como lengua de piedra.

Esto ya es el desierto con su árbol endeble,
la más baja escala de tus colinas florecientes.
Y es difícil sostener aquí la majestad del día
con sólo voltear, con diferentes nombres,
el único fruto de la muerte.
Mas, erguido, encrespado por rayos ocultos, digo:
-¡Estoy aquí!
Y levanto mi corazón de las cenizas.

Pero tú lo sorprendes una vez más,
lo colmas de luz nueva,
lo purificas con el llanto.
Oh, Cosechador, ¿es que súbitamente
irradia con tu obra la gracia del mundo?

DE REPTILES Y SAURIOS

En Chicago, 1966, con todos mis ascendientes
muertos
cuyos ojos no vieron más que sueños
como los cocodrilos.
Entramos
por una galería de la Wabash Avenue.
Dos negros barzoneaban entre sus puertas
de cristal, oscilando al andar
como dos ahorcados.
Y mujeres sentadas en los bares
en torno a sus brebajes desapacibles,
viudas enguirnaldadas
con baratijas de feria.
Gigantesco
el cadáver que velaban.
Y yo, moviéndome en medio de esos
comistrajos,
versuto y menádico
como un cocodrilo.

DIÁFANO

Siguiendo la pista donde todo
es hoy
e histórica la plaza del
venteconmigo,
un pleno domingo de íncubos
le ponía el alma
a tu traje.

Oh viejo César envallejado,
tartacallado.

Y, sin embargo,
cómo quisieras alejarte hoy,
escaparte del hueco
de tu engrabado,
impávido o sombrío
en tu entumecimiento
de tullido.

Tan sobreusado sobre el tiempo.
Sólo con guiños
espasmódicos
los días te saludan
desde sus horcas.

Como si de tu ojo
también colgara un candado,
claustroperchado o
simplemente.

EL CARACOL

La mañana estalló en mi corazón y rápidamente
comprendí
que mi gozo era como la gracia conteáctil del caracol,
entrar a un antro rumoroso al que está adherido el
cuerpo,
refugio y sostén.
Era como un incendio sentir la mañana en su plenitud,
tanto como recogerse uno dentro de otro,
en un caparazón.
Entonces se ve cómo arde el corazón por dentro y por
fuera.
Tal era la mañana brillando al trasluz.
Igual al caracolillo que yo veía deslizarse lentamente
sobre las piedras.
Alzaba rutilante sus cuernos.
De pronto se encogió y quedó inmóvil dentro de si,
Y aquello era como defenderse o morir: un éxtasis.

EL PEQUEÑO AMELO

La sífilis hubiese podido ser también
una estupenda valija aprisa,
paradoja
de la vocación, Morgue, preso
entre máscaras.
A sesenta y un años después
la misma realidad subsiste.
¿Habrá cinco años más para nosotros?

Esta intimidad de un delirio lúcido
es como el sol,
penetra
por ventanas vejadas,
va por corredores de sombra.
Allí están los muertos.

Graciosas criaturas
aún con amor en las vísceras.

¡Nuestra hiperbólica ilusoria!
Las sucias resinas de las fábricas,
las ascárides y coprolalias
de la industria
forman charcos como lagunas
en las playas y arroyos.

¡Tipología de multitudinarios cadáveres
junto a un monocol podrido!

EL SILENCIO

El silencio habla de ti,
de tus manos que apenas se posan,
de tu cuerpo que linda
con una fronda oscura.
Y hay un río de ojos cerrados
que te cruza.

Habla de ti como de una nube íntima
o de un ave inmóvil en el agua,
habla con el desarreglo del amor,
con voces que caen
al fondo de los estanques.
Habla más allá de mis labios
de azogue
y rodea y enclaustra tus senos.

-El silencio es una alada región
que retiene tu sol.

EN DESLUMBRANTE OSCURIDAD

En deslumbrante oscuridad,
donde sólo un arco de gaviota sostiene
la pura idea de la noche,
quebró el amanecer
las altas grúas del puerto
con sus brazos alzados
a un terror abstracto.

Entonces medí
los inciertos límites de la nada,
tan poderosos en la lucha
como visiones que vuelven a surgir,
láminas a través de lluvias
litúrgicas
o edificios que restallan
en innúmeras lámparas.

Allí los negros trazos del tiempo
exudaban sus viejos cuchillos
en tumulto,
y el aire olía a embriaguez
junto a esos muros
tan desasidamente solos.

Y como un ascua que se desprende
y cae al fondo
de las escarpas del sueño,
o roza tus laderas
de hierbas aherrojadas,
al pie de las columnas
del Seagram intacto
he visto suspendida
la eternidad.

Una forma que deshabita el alma
y apenas posada sobre la tierra
te libera.

FIGÓN DE ARLES

Solían dejar de pronto sus pinceles
van Gogh
y ramos de gladiolos
se consumían en sus ojos
para luego subir lentamente
el camino
y llegar al rincón
de un figón de Arles.

Atropellaba sillas y mesas
y un odio de fuego
transportaba al cielo la escena;
se veía que llevaba a Dios
como una amante
pegada al cuerpo.

Todo poder era posible en él.

Absorto mirada las astillas resecas
de muebles que retornan
rígidos
a su azufre,
rápido como nadie
en quedarse así,
en la absoluta quietud
del desamparo.

Y sentía desgranarse
como un pan vivo la luz,
aunque más poderoso era, por cierto,
para él
lo que el trazo del pintor
con terror oculta,
interiores de cartón y ventanas
del insomnio
donde no hay salida.

H. S. MAUBERLEY

Máquinas de hacer literatura,
Profesionales.

Pero él sólo, con frío arrebato,
inventó el nuevo arte de la poesía,
vortex.

Un fresco gigantesco
para la época.

Luego abril partió con él
entre los pétalos de una mansa
penumbra.

Y otra vez los ropajes de hierro
y ojos de leopardos
y muchachos adornados bajo los ópalos,
cascos y herraduras de oro
reluciendo sobre los empedrados
de Roma,
todo el frenesí del amor,
membra disjecta,
al trasluz de su máscara parlante.

Emanaciones del espejo de Pitia.

Tiempo que nadie eludirá,
labrado
para el cortejo de su memoria.

(De �Máscaras�)

HAY SONIDOS DE LLUVIAS

Hay sonidos de lluvias y rotas alas
que no sangran,
viejas puertas que el viento
cierra con estrépito,
y utensilios que vigilan
y latas de sardinas que navegan
en la noche,
tan amarga de pronto
como los residuos de vasos de cerveza.

La casa misma parece tenebrosa.
Y hay envoltorios que se abren solos
en la oscuridad,
trajes de sollozos en sus perchas
inútiles,
tus breves pasos huecos,
o cartas sin palabras que se acumulan
contra el tiempo,
o tus caricias
enmarañadas en las gavetas.

Porque eres de ti misma
tu propia esencia.

LÁPIDA JUNTO AL MAR

Estabas junto al mar como raíz al viento
germinando el follaje de deseos no cumplidos
con la muerte invisible que mira los rostros uno a uno
hasta grazarlos sin descanso en su piedra inocente
lápida azul que entonces vibrabas en la carne de un
sueño
alisándose los cabellos como una cascada alegre
sobre tu piel de nieve, suave y resbaladiza,
que ocultaba la roca en que yacías con tiempo
desde tu encarnación, dulce fruto cerrado.

Tu boca ya es el viento que me muerde al pasar
vana ya en sus intentos de incontenibles furias
mano que el polvo ha diseminado y que reposa en mi
frente
volviéndome los ojos hacia el mar
en la cálida noche
curvando tu torso de duro mármol palpitante
en la noche que ahora no recuerdo si me hería de luz
o lloraba
junto a tu cuerpo o al mío, anudados y frágiles,
perdidos para siempre en la arena, en el viento.

LOS SANTOS

Cuando el vaso del cielo derrama el oro de las sombras
y las hojas como hombres arrastran plegarias,
y entra en la procesión del tiempo
el viento que ha de barrer
sueños y memorias, imágenes condenadas del fuego,
húmedas hiedras asidas a los muros,
nuestra voz desciende a las entrañas del silencio
y puebla los bosques con palabras y nutre
con secretos torrentes la tierra descarnada,
haciendo brotar el fruto como un salmo pequeño.

Entonces nos arrodillamos
sobre el umbral de nuestro suelo árido.
Y vemos que otro sol
ha bajado aquí para empobrecernos
como a ciegos avaros que la ceniza consume.
Y con tristeza volvemos a morar
en el reino doliente,
ebrios de un esplendor nostálgico,
maravillados detrás de nuestros ojos muertos.

Y oramos junto a un mundo de macilenta belleza
en tanto que junio nos aguarda
para unir tierra y cielo.
Así, en desolación y despojo,
el florido bosque de la oración propaga hacia
septiembre
su incendio de flores.
Y nosotros, más humildes que troncos,
pacientes como colinas sumidas en terror,
entramos en deslumbrante ámbito
con el verano en nuestros brazos.

LUZ QUE SEPARA

La luz puede hacer de tus ojos
una gran distancia,
un largo río de mi voz.

No obstante es una lámpara vacilante
el día,
anda por las escalinatas de una torre.

Fantasmal
la noche florece en tu rostro.

Y hay rechazo o heridas
en el viento.

Victoria es la luz, quebranto el día.

Una guerra que jamás se apaga
el amor.

Pero lo distante
se apodera de ti.

METÁFORAS

Muros de plumas, hierros de sal, temor y temblor de las
sustancias.
Es el alma que baja por grados y números al reino
infinito,
las anudadas sierpes de la sabiduría, las gemas
devorantes del silencio.
Tal la esplendente noche de la abstracción donde sólo
lo mágico
abre al ojo del día sombra que de sí mismo es.
Y soles, simientes de la mirada taladrante, destellos de
la alucinación en la mente inabarcable,
mundo de Dios y tránsito de lo único, corona que la
disolución de la muerte
refleja y borra sobre el polvo.
Vanos reinos acuden a morar las escalas de lo
incorrupto,
sórdidas hordas de palabras, putrefactas heridas de las
letras,
oro vil de las páginas.
El canto se disgrega en la aridez del relámpago.
¿Cómo acoger entonces la unidad, cómo saltar el muro
de los sentidos,
rodear las vastas redes del olvido, postular otra historia
del alma,
al margen de estos osarios crepitantes?
Muros de plumas, hierros sal, destruyéndose en la
no palabra del tiempo.

(De “La fábula”)

MISÁNTROPO

Para burlar su destino
se hizo inicuamente urbano.
En verdad, un ser
fuera de la naturaleza,
sintiéndose vivir
entre una multitud de muertos
por miedo a la vida.

De estas oscuridades,
perseguidas con supremo equilibrio
hasta la flagelación
y el éxtasis,
consumó su impasibilidad
como un erotómano,
una apolillada tonalidad
de vida
bajo cristales de sol.

Gusanos de sótano
eran los hombres para él.
Y astuto él mismo
junto a sus utensilios,
raspadores y sandáraca,
apenas fue un copista más
entre otros locos.

En su retiro de Croisset
un día vio el ojo de Dios,
colgante y resplandeciente
como una araña.

MUERTE DE PLATÓN

Ella converge y trae en su temblor
la luna que se esparce y agita
como puñal,
zarcillo del tobillo
que no ha cedido aún su ritmo,
oficio fiel, urdimbre
de un tejido mental
que prefigura un río.

Agonía del pensamiento dispuesto
a herir en libertad.
Soles
inundan sus cabellos y
ya aquietada
vaga la tarde por el prado.
La columna al fin termina
en ruina
Así la voluntad.

Una suave ambición se instala
en torno del anciano.
Ante sus ojos pétreos
la muchacha gira,
inclina la cabeza,
sujeta a sus miembros
la fugacidad de la hora.
-Habítame, pues tanto se parece
morir a danzar
o infundir en la flauta
el grito de las rosas,
puntuales mensajeras.

(De �Crónicas)

MURALLÓN ABAJO

Y fue primero el esplendor de la nada.

Un ojo que sostiene las cosas
o pone su abismo
en junturas de hierro.

Una furia
compacta y fría.

Y viejos postigos abolidos
oscilando en las sombras
de la ahuecada luz,
donde una muchedumbre es devorada.

Aquella indeterminación hería
la visión instantánea.

Y cual si la belleza
de lo inhabitable
trajera otra memoria en su ola deshecha,
los muros agolpaban el espacio.

Y el día extremaba su poder
encandilando el aire
tras la malla que oprime.

Giraban los fragmentos del sol
lanzando hacia lo oscuro
su cielo de cemento.

Y en arpas o sonidos de adversidad
trepaba la erizada
sombra del mundo,
aguzados sus filos en larga vibración.

No había sueño allí
sino una roca ardiendo.

Una agonía que el alma distrae
de su fuego
y encuentra prontamente
el ojo fijo de Dios.

PALABRAS

Las palabras acortan las distancias
y crean distancias.
Sin ellas, todo se aproximaría
al caos,
a lo indistinto,
fragua ardiente del ser.
Ajenamente nos asisten
las palabras.
Las palabras son frías u opacas
como los minerales,
conducen la energía del espíritu,
pero mantienen las distancias.
Son distancia en sí mismas,
diferencias,
separación
en la pura necesidad
del amor.
Porque el amor es lo terrible:
tú y yo, distintos,
cuando sólo querría
ser en ti.

PALABRAS LE BASTARÁN AL MUNDO…

Palabras le bastarán al mundo para que
semejante a un almanaque de colores
aleje hacia el zodíaco su demonio,
lúgubre pesadilla de insectos
vituperados,
con sus cuchillos y lanzadas
bajo el ojo del niño.

Lo minúsculo enseña pronto
que es prisión el mundo,
admirable red que él comprende
atento a sus cubiles
como Creso en su imaginación,
aguardando a que el tormento
o la muerte
sean sus cómplices en la exigua batalla.

Ahora toma y sumerge
su candorosa víctima,
ata a la rueda
el cortapalo mutilado,
da un giro al incesante
esfuerzo del mundo.

Y lo que el acróbata consuma
mientras clava su diente
con ardor legítimo,
alivia el grito
que el deseo acumula,
balanceándose en la radiante mañana.

PEQUEÑA ODA

Eres la palabra total, el canto inmóvil de las lenguas, el
cimiento donde los himnos hormiguean,
fuente del pensamiento, la mirada del verbo, vaso de
espacio en que la lejanía se concentra.
En ti lo diverso es uno, el mar es uno con la tierra, uno
el destino de las razas dispersas.
Y eres rosa de fuego, y eres rosa de sueño, inmutable,
fijada en la cruz del tiempo,
gota de eternidad, girando alrededor del día único,
formando corona
con el trazo constante de su brillo,
siempre igual y absoluta e inmersa en el amor, como la
danzarina que concierta
una esencia, un estar increado en el múltiple hechizo de
lo inestable,
transparente de sí misma, ausente de sí misma, dando
forma a una idea,
a la inasible llama de la belleza,
como la vida entera que te canta y roza la muerte y
desprende del polvo
otra vez la agonía.
Oh, intacta, oh desnuda, silenciosa morada, miras los
soles que te acunan
hasta que en tus entrañas sea rehecho el día.
Y salvada la luz de la fragmentación de nuestras almas
sea tu soledad la nupcia pura del dios vedado a nuestras
lágrimas.

PROSA PARA WALLACE STEVENS

Supongamos que la poesía sea
un suelo firme
sobre el abismo.
La poesía es escritura,
escritura bajo la piel.
Supongamos la soledad.
Sol y edad,
poder y experiencia.
Nuestra luz es mental
Como la pintura.
Supongamos la muerte
-o su límite, el sueño.
¿De dónde viene lo
imaginario
sino de la muerte?
El soñar nos invade.
Intercambiamos imágenes.
La vida se hace sueño,
lo imaginado
vida.

(De �Diario de pintor�)

RUINAS

En algún sitio el desquiciado
sentimiento de ser
debe arrojar su inútil carga,
estatua mutilada,
desescombrada,
realzada luego por algún concepto
de armonía
preestablecida.

Desnudo fantasma de
mármol,
contorsionados los hombros,
con su cabeza vuelta a un lado,
rostro que se contrae
para no ver,
ruina de una discordia
que no cede.

(De �Invisible trama�)

SE OYE DESDE LAS SOMBRAS

En la soledad de tu cuarto de hotel
donde el silencio muerde como un látigo
se oye la corrosión.

Y los muebles que allí lucen o esperan
como máscaras vivas,
acompasan lo muerto, son osarios,
sudarios de maderas con llanto,
torva carcoma de la disgregación.

O voltejeando
bajo los largos relumbrones de tus zapatos,
hacia las hendiduras o rincones
del moho,
pinzas frágiles, uñas, agujas
con veneno, paralizan un grito
simultáneo aquí-allá,
huyendo estando rígido.

O apartándote tú mismo hasta el vano
de la puerta contigua,
mientras oscila la cortina
de apolillada angustia, alguien
que sale o llega hasta tus nervios,
en la distancia que aproxima la muerte,
laboriosas mandíbulas ocupan
resquicios de la duda
con sus áridos élitros.

Y agujerean la memoria
de ese dios que te esconde
entre la piel y el manchón del espejo,
entre suspiros o zumbidos de larvas,
bajando hacia la lenta escoria del mundo.

(De �Isla cercada�)

SEDUCTOR O CANÍBAL

Seductor o caníbal de aros de oro,
en su irradiación, junto al postre,
pasea el porte de lo sagrado
y lo grotesco,
aun aguijoneado por las moscas
apenas distrae su gesto de bronce,
irrisión de lo humano,
haciéndonos diferentes bajo la piel
como el amante que recorre
los muslos de su amada tendida,
asocia valles, nieves
en su insatisfacción,
no ve lo real,
brujo que vuelve su magia
contra sí mismo
y se ata,
pone su cuerpo junto al hormiguero
de la mente,
y se debate allí y crece
en la soledad;

despreciativo es más que el sol,
aunque fanfarroneando
teja en la danza un habitáculo
de nudos invisibles
donde él mismo es su látigo.

(De �Círculos�)

SISTEMA Y PEREGRINAJE

Yo regreso a menudo entre voces que imploran
cayendo hacia el abismo de las noche vacías
la soledad o el sitio donde el amor se regocija
donde flores esplenden y fuentes se responden
con el gozo del mismo entrañable poder
de estar y padecer, de redimir y ver
la integridad del alma concentrada en palabras
y también entre voces de amor regocijadas
que afirman con el ímpetu de olas enamoradas
los instantes curvados sobre la sed de amar
que es llorar y tornar y al fin recuperar
el tiempo de la gracia entre tiniebla y lágrima
junto al sitio o al término donde las voces callan
donde la tierra calla como una inexpresada
voz que olvida los vínculos y crea sin palabras
un canto sin comienzos aún mayor que el silencio
como un peregrinaje a través de otro cuerpo
de otra voz, de otro sueño que nunca es el recuerdo.

(De “Encantamientos”)

* Nació en la ciudad de Córdoba el 15 de enero de 1921.

SOLAMENTE HIERE

Solamente hiere lo que no te aproxima,
el reflujo de turbias fachadas
fetichizadas,
las piedras incandescentes del camino
o esos escaparates
de vidrieras del sueño
que el sol tritura con su grito.
Hiere lo que no es tu sombra frágil,
tu adorada espada de lágrimas.

Hiere el escenario de nuestros días
efímeros,
librado ahora a un viento
que lo desmorona,
tu vestuario que huye en un tren de cristal
que no se detiene ya,
tu esmeralda que deja extraviado tu nombre
o mi memoria que te transparenta
como una sonámbula agua de luna.

SOLDADO DEL MONTÓ

Verdadero viaje por el Inconsciente
fue su regreso a Ítaca y su venganza,
viejo postrado, guerrero astuto,
fantasioso aunque siempre ignoró
el arte de los aedos.
Sabía empero
que el que posee una muerte
posee por sí el don visionario.
Lanzado pues a sus devaneos.

Oudeis, soldado del montón,
herido en un muslo supo temprano
que el dolor tiene a veces
el agrado del estiércol.

Con ánimo doméstico
se hizo héroe para sí,
urdió venganzas y saqueos,
Toda enfermedad es postración.
luego sirvió a la soldadesca
y entre gritos y ayunos
forjó su idea de un lecho fiel.

Sabiéndose nadie para los dioses
tramó en su mente una epopeya
de aventuras sin límites.
Pudo llegar así al dominio
de los sueños.
Vio a Polifemo,
a Circe en su castillo
rodeado de leones y lobos;
bajó al Tártaro,
gozó secretamente a Nausíca
y volvió de mendigo al hogar.
¡Glorias a ti, follón,
que te rascas y sonríes!

SOVENHA VOS

Los rayos que tu ardida tumba arroja
sobre piedras que no lavaron las aguas
y rostros pobladores de ciudades del sueño
que ninguna mano ha edificado,
sino la maldición de cielos destruidos
por lágrimas tenaces de impronunciable horror,
dicen, en medio de la fragua en que yaces
tu belleza y tu orgullo,
como un charco de ternidad
en la porción infinita del dolor y la sed.
Allí tu cabeza tal vez rota de luces,
tu seso mortificado entre odios de diamantes,
tal vez inútilmente teje con sus hebras finísimas
las vivificantes aguas del Rostro,
recuerdo atroz que se vacía
por alcantarillas y puertos
donde el mar, devorador de hechos y de hombres,
apenas si acude a tu corazón solitario
que no puede cesar ni alabar
en el abismo de tu visión de Dios, asesinada.

Pero aquellos pasos que prolongan los tuyos
por el mundo, vuelven a andar,
transponen los tallados umbrales,
suben hasta su cuarta de fantasmas
sin hallar reposo en la aflicción de tus cantos,
hasta que de sus trazos surges iluminado,
con brillos que acribillan
los impotentes muros de la muerte,
oh, tú, perdonado para el día que aguardas,
recuérdame en el fuego que te purifica.

(De �Por amor de la fiebre�)