VILLEGAS OROMÍ, ALFREDO MARÍA
COMO LAS PERDICES

A pesar de los miedos que me avanzan
Rechazo las razones. No las entiendo.
Me muevo haciendo caso a los instintos
Como las perdices batarazas.
Refugio mis seguridades en los charcos
Y me defiendo
Del hambre insaciable de los perros
Acurrucándome en el pajonal.
Con la mirada atenta —y la cabeza gacha—
Escucho un tronar de perdigones
Sembrados al voleo,
Creciendo en un hedor de pólvora y azufre.
Es la muerte clandestina de los pájaros.
Los surcos serpentean los juncales,
Las pajas vizcacheras, las flechillas,
Recorridos y cubiertos
Por un pelo de agua. Se demoran
Como ríos somnolientos, desbordados
Desde la cuenca del Salado bonaerense.
Martinetas, coloradas, copetonas
Son mis hermanas.
Conocemos el dolor de los exilios;
Expulsadas por la reja y los trigales
Del suelo que alguna vez ha sido nuestro.
Por ahora
Habitamos territorios marginales
—Resistiendo la amenaza y el despojo—
Aunque se escuchen pisadas en el barro
Y el odioso ladrido de los perros.

CUANDO ESCAPA EL DÍA

He observado
La calma descolgada de tu pecho
Los dos soles
Son
Irrepetiblemente el mismo.
Las sales han trepado
Los labios
Hasta el verbo,
La íntima palabra que no he dicho.
Los gestos
Que tus manos despertaron
Se sumergen,
Se duplican. Mujer
Rama Carnal,
Has desatado el rito y los enigmas.

DEBÍ DECIR TE AMO

Debí decir te amo.
Pero estaba el otoño haciendo señas,
clavándome sus puertas en el alma.
Juan Gelman
Debí decir te amo
Pero la ausencia pudo más
Que la inutilidad de los enojos;
Las miradas perdidas
En dormir en camas separadas
O en no dormir en los sillones duros.
Debí decirlo
Pero la costumbre pudo más que la falta de perdón;
Y no lo hicimos. Ninguno de los dos.Los brazos no se tuercen,
Por amor se abrazan.
Se acarician. Acompañan.
Debí amarte más, diciéndolo.
Pero me pudo el desencuentro al darme cuenta
De cada cosa que no tenemos en común
Y pesan cada día más que aquellas que tenemos
¿Y seguiremos teniendo?
Debí decir te amo y no lo hice
Porque esta vez fui yo el que no pudo.
Y no lo dije.

EL RÍO DE LOS PÁJAROS

Aquel atardecer (era diciembre)
Tus brazos amarraron mi cintura
En un sobresalto de palomas.
Caminamos juntos calles abajo
Deseando, sin saberlo todavía,
La complicidad del Río de los Pájaros.

Fuimos dos chicos
Midiendo cada paso
Con esa lucidez adolescente.
Tu pelo era un escándalo
Disputándole luz
A la claridad de la luna correntina.

La tierra colorada era una fiesta.
En el barrio,
Más allá de las barrancas,
Rezongaba solitaria una acordeona.
Alguien estaba deshilachando un chamamé.
El aire del Norte olía a vos.
Esa mezcla enamorada de perfumes
Se cargaba de pasión en los abrazos.

Sentados en el suelo
Mis dedos jugaron con el agua.
Junto al río (el de los pájaros)
Nuestras manos se buscaron en silencio.
Tus labios indecisos no dijeron nada
Aquel atardecer.
Era Diciembre
Y el cielo nos miraba, sorprendido.

EPITAFIO

a mí mismo

Lo sé.
La muerte no es ajena a mi destiempo.
Descarna cada lado de mis brazos.
Se retuerce en mí.
Ahora.
El mismo. El infatigable
Pájaro aurinegro
Descarga sus dardos en mis manos.
El golpe inminente,
Fatal,
Es necesario.

Todos los perros demorados
Han revuelto mi sangre a dentelladas.
Mi muerte
Es
La sílaba final que nunca dije,
El último verbo conjugado.

ESTEÑA

Tú me llegaste de un país tan lejos
Que a veces pienso si será soñado�
Delmira Agustini
En un estruendo de llamas se rompió la noche.
Ella se asoma,
Descalza
Y Esteña.
Como un comodín desordenado
El amor le apareció de golpe
Desenrejando un corazón entumecido.
De Montevideo al Sur, 2006

ILUSIÓN

Te he descubierto
En esos márgenes de viento entrelazado.
De aquella incertidumbre de palabras
He guardado
Aquel pequeño tiempo entre los dos.

Hemos vivido. Ahora
Nos espera el mañana no fundado,
Otro tiempo…

Nuestro exacto lugar para sembrar la vida.

LA BUENA MUERTE

Dentro de esta casa
Ciertos silencios me desnudan.
Tal vez fuera la memoria de tus pasos
Libres de los ásperos vaivenes de los días
O aquellas partículas de polvo en los rincones
Traducidas en ecos de otras voces
Que rescatan instantes de la infancia.
Entre sombras, acercas el roce de tus manos
Amansando mis hombros.
El aliento de tu boca
Susurra tu presencia de risas escondidas
Burlando las dos caras del espejo.
Una es la vida
Y la otra
Es una ilusión que amaina mis tormentos.
Entonces me pregunto ¿Qué es la Buena Muerte
Cuando no existe una palabra que contenga
Al hermano mayor sobreviviente?
Amago el desamparo vacante de caricias
Que te daré nunca. Suspendidas
Como gorriones muertos en el aire.

LA MONEDA PERDIDA

Buscó el amor, esa última moneda
por la que hurgamos un bolsillo roto.
Graciela Zolezzi
Estuvo sin hallarla tanto tiempo.
La recordaba desvelándole las lunas;
Aparecía,
Impredecible,
Alborotando quietudes y moradas.
Ciertos causes le anunciaron
Su necedad en guardia:
Ese tacto de metal entre los dedos.
Nunca fue de Oro;
Apenas un bronce con marcas prematuras
Y derrotas imprevistas.
Un reverso en blanco,
Una cara austera
Y un relieve gastado,
Casi incomprensible.
El frío de mayo le sorprendió de golpe
Cuando una mujer azul
Se le instaló en los ojos:
¡Estaba acariciando un canto irregular!
Esa moneda que creyó perdida.

MEMORIAS DE ARAMINDA

Déjame sola: oyes romper los brotes… /te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases / para que olvides…
Alfonsina Storni
Herida por el alba
Ella escribe.
¿Adónde van sus manos
Cuando le hablan del mar?
¿En qué piedra
Habrá tallado su voz
Y su memoria?
Ella no lo dice.
Cree que no lo sabe
Porque han sido todas,
Cada una:
Solitarias piedras en el agua.
Las que ella, de mañana, sigue viendo
Desvestida por la luz que la rodea
Mientras escribe
Y seguirá escribiendo para ella.

NACIMIENTO ÚLTIMO

He nacido una noche de verano
Entre dos pausas…
Vicente Aleixandre

…En un tiempo
Que no alcanzan nuestros brazos,
Árbol que levantas
Los dedos afilados. Espinas,
Voces,
Dedos descarnados hacia arriba.
El apretado nervio,
Todo este manojo de tendones
Desatados
Intentan arañar el azul
Hasta sangrarlo. Tu hambrienta piel
He vencido
Dolores apagados.

…La raíz
Es más firme que el deseo.

De Tu Sangre Bajo el Sol , 1977

NIGHTFALL

No quiero que me encuentres,
Tengo miedo.
Los caminos que me esperan son extraños,
Son absurdos. Las huellas señaladas
Se esconden bajo un cielo oscurecido.
La noche resuelve, lentamente,
Su inmensidad de estrellas indecisas.
El silencio es tan grande,
Tan austero
Que me aturde un recuerdo sin palabras.
Las hadas te dirán que no me vieron.
A pesar de la insistencia de su magia
No encontraron mis ojos florecidos.
Viento y desierto
Han sido cómplices
Escondiéndome en su densa polvareda.
En realidad
No quiero declararte
La azul profundidad de mis heridas. No te puedo decir que he descubierto
El asombro inoportuno de mis manos,
El temblor de las letras confundidas,
La ansiedad que no acorta las distancias.
La noche ha caído sin pensarse,
Sin saber que estoy sólo
Y tengo frío.

NO

Otro cielo no esperes, ni otro infierno.
Juan José Hernández
Si pudiese soportar todo este peso,
Estas negaciones de vida.
Este desorden
¡Ha sido pronunciado tantas veces estos días! Y me llené de vacíos
Lastimándome las manos.
Se me fueron las voces
Y el prodigio del amor es un rumor ausente.
Tengo un solo �no� sobre mi espalda
Y en él
Se desgarran mis tristezas.

OJOS SUBJETIVOS

Por no querer sufrir, sufrí muchísimo
Silvina Ocampo
Ya quisiera saber a quién espero.
Cuál de mis ignotas creaturas será
La que me desbarate esta inanición del alma,
Este quedarme inmóvil y así,
De ojos subjetivos
Y horas estaqueadas en los charcos.
Amontono soledades, palabras escritas,
Arrepentimientos y plegarias en el mármol
Como si ellas no fueran necesarias.
¿A quién hablo cuando le hablo a nadie?
Es mi propia voz la que molesta,
Insegura y cabizbaja como una servidumbre,
Una esclavitud esperanzada en apariciones
Y milagros
Que no suelen sucederme. Entonces,
Se pone de pie, enmascarada
En un alerta apenas comprensible. Ya quisiera yo vencer esta nada de verdad,
Este delirio que va deshilvanando mis miserias.
Y esa mirada que no viene a rescatarme.
Y tu mirada,
No la conozco y tarda como un grito
Reptando un callejón de ecos ausentes.

OTOÑO EN PATAGONIA

El sur tiene esas cosas. Es diferente.
El aire golpea las mañanas
Volcando las heladas sobre el pasto;
Un viento irreverente y patagónico
Enloquece la piel hasta mis cejas
Con la cruda austeridad de la intemperie.
El constante dorado de los álamos
Ilumina el verde oscuro del otoño.
Los tamariscos defienden las acequias
De la sequedad en clausura de los riegos.
Los días cortos y las noches largas
No interrumpen las horas de lectura
Entre frazadas pobres
Y la luz mezquina. Las velas
Segregan parafinas en silencio.
Mis párpados vencidos
Resisten el frío de allá afuera.
Heroicas ventanas transpiradas,
Fogones encendidos y tizones
Son ámbitos internos. Protegidos.
Fronteras del calor y el movimiento.
El sur tiene algo tuyo.
Inmensidades restringidas para otros
Y un olor particular. El de tu cuerpo.

POR LA SENDA DEL QUIJOTE

Como un ebrio
Herido de muerte, equivoco el rumbo.
Mi mala nostalgia y peor melancolía
Esplenden en mi andar desorientado.
Transito los caminos a los tumbos
Intentando disipar esta neblina,
Esta cerrazón
Hecha insistencia de destierro.
¿Adónde vamos, amor?
¿Adónde vamos,
Con hijos a punto de destete
En medio de una tierra traicionada?
¿Cuál será la huella por hacer
Que los conduzca,
Que les permita perseguir
Su propio tiempo de leyendas?
Sé que tu mano se estremece
Sujetando mis riendas y el apero
Mientras tus ojos se ajenan buscando
Un horizonte mezquino en claridades,
Lobuno en un cielo de tormentas.
No te acobardaron jamás los desafíos,
Por eso, te pido
Subas en ancas de aquél moro pampa
Y salgamos, otra vez,
Por la senda pasionaria del Quijote
Abriendo los caminos nuevamente.
De Tiempo de Leyendas, 2003

PROFESÍAS INMEDIATAS

Todo está por cumplirse.
Presagios de un viento trillador
Desanudan las cuerdas del infierno.
Profecías inmediatas se trepan hasta mí
Acollarándome con este temporal
Del que no podrá rescatarme ni tu nombre,
Ni la mujer contenida en ese nombre,
—No el de los otros que dicen ampararme—
Y así esta orfandad será perpetua.
Me asola una garra intransigente,
Que baja en los estruendos
Y enmudece mis manos de escribir
El pensamiento, los latidos,
La impaciencia.
Nudos y trabas amagan soltarse en la tormenta
Dejándome aún más sólo y descubierto
Sin siquiera la excusa de una asfixia.
Se hielan con la lluvia
Todos los rezagos de mi historia.
Mi voluntad está desarropada
Y ya es hora de salir.
Sé que me nombran,
Aunque nadie esté esperando que yo vuelva.
De Nacimientos y Agonías, 2005

RAÍCES

Las raíces no están lejos de casa,
Son humo y viento.
Tierra que esconde las heridas en su vientre.
Son manos que me crecen por dentro
Y señalan
Los rumbos y la edad de mis espaldas.
Escarabajos de luz
Que van urdiendo
La resaca y el humus en el suelo.
Son olor de mujer
En tempestades de pecho descubierto
Que consuelan el cansancio de mis brazos.
Son tus ojos mirando los jazmines,
Tu pelo enredado
Y esa voz que calla
Lo que tus gestos revelan
Traicionando el silencio y las palabras.

SOLEDAD SIN PALABRAS

Nunca estuvieron los árboles tan solos.
La aridez de mis ojos es más severa
Que los pájaros desnudos de paisaje.
Su canto silencioso me lastima
Porque no puedo resolver
La inmensidad del tiempo
O la distancia.
La quietud de la helada en estos campos
Me devuelve la imagen de otros fríos.
Tal vez tan quietos y callados
Como éstos. Pero, por cierto,
Más reales y precisos.
Son aquellos que me crecen por dentro
Y me dejan
Las manos vacías,
El corazón desierto.
En esta soledad de ventanas despobladas,
De horizontes austeros y monótonos,
Es más terrible la falta de caricias,
Es más difícil encontrar una palabra
Que te nombre
Y me libere del destierro
Al que he sido condenado por mí mismo.
De Mensajes Escondidos, 1999

TE LLEVARÉ CONTIGO

Te llevaré en mi Sangre
Desarraigada
En un temblor de espinas;
En los respiros hondos
De tu pecho y el río. Te abrazaré los miedos partidos en la noche
Acurrucado en tu cuerpo
Como una flecha encendida.
A pesar de los grises
Mis labios vacíos te besarán los ojos
Hasta aprender de memoria
El olor de tu vientre,
Hasta llevarte abrojada
Sobre mis viejas heridas.

UNA PALOMA MUERTA

No me hallo en esta soledad que me circunda,
Que exacerba mis sentidos, dolorosamente.
Me pierdo en el zanjón donde descansa
Una paloma muerta
Entre la escarcha voraz de todo agosto.
Me ahoga esta ausencia que me ocupa.
El extrañamiento del espíritu
Me habla del Ser que ya no escucho.
Soy el extraviado.
El que no puede más con sus orgullos.
El que insiste a pesar de los fracasos
Y trata de encontrar en todas partes
—En cualquiera— tus manos sanadoras,
Tu vuelo sin fronteras.
El aire despejado de la noche.
Estás allí y no te veo.
Me apartan los abismos y ya no tengo fuerzas
Ni voluntad crispándome las alas.
Ni amor. Ni Dios. Ni nada.
Me sigue atormentando mi miseria,
La falta de piedad para conmigo.