VOCOS LESCANO, JORGE
¿CÓMO PUDO SER?

¿CÓMO pudo ser
que tan justamente fueras?

Que fueras —digo- como eras
cuando te vi aparecer,
humillando primaveras,
luz de todo amanecer.

¿Cómo pudo ser?

Que fueras —digo- y tuvieras
lo que debías tener
en suavidad de maneras
y hondura de atardecer.

¿Cómo pudo ser?

Que fueras —digo- y que hubieras,
sin mudar, de mantener
tu nobleza sin fronteras
y tu entereza al querer.

¿Cómo pudo ser?
Que fueras —digo- y siguieras
siendo como eras, mujer;
y encima de eso me vieras,
y en mí te pudieras ver.

¿Pero cómo pudo ser?

1982

COPLA

El tiempo, porque te has ido,
si pasa, será por fuera.
Por dentro, la primavera
para mí no se ha movido.

1957

VESTIDO

TE vistes con mi dolor:
te vistes y cada día
te queda mucho mejor.

DE PRONTO BRAHMS…

DE pronto Brahms. Por el dichoso huerto
de ternura y de paz que entre paredes
fuiste capaz de levantar y puedes
de claros frutos mantener cubierto,

de pronto empieza Brahms con su concierto
segundo para piano, con sus redes
que son, puestas en tren de hacer mercedes,
capaces de pescar en el desierto.

Un allegro, otro allegro, y en seguida
la gravedad soñada y dolorida
del andante en la voz del violoncelo.

Tú conmigo. Los dos, con el andante,
sin temor a morir, que en este instante
si esto no, Dios sabrá lo que es el cielo.

1982

DE PRONTO UNO COMPRENDE

DE pronto uno comprende:
porque la luz, las flores, los sonidos,
la hermosura del aire y la canción,
todo es igual, porque los días siguen
su dichosa labor sobre la tierra,
y los rostros se cruzan, y hay cabellos
despeinados de amor y tanta vida;
sí, porque todo esplende
como un vasto jardín incomparable,
pero uno está mirando
y con el alba, de regreso, siente
que no es feliz, que acaso hubo algún tiempo,
pero que ahora sólo está mirando
como se ve pasar un viejo río,
como si el mundo fuera natural,
de pronto, por todo eso,
y por más todavía y mucho más,
de pronto uno comprende
que algo se ha roto al fin, que algo ha cesado
dentro del propio ser, como una gracia,
que uno puede silbar o decir cosas
pero que ahora la memoria existe
y ya no hay salvación,
que es tarde, tarde para todo,
y el alma rueda sola bajo el cielo,
desasiada y ajena, y es inútil,
comprende, sí, comprende.
Y todavía faltas tu,
faltabas tú, radiante entre palomas,
por balcones altísimos.

1971

DEL CANTOR

CUANDO cantaba la flor
qué bien cantaba,
qué bien cantaba el cantor.
Porque al cantar el fulgor
de la flor, la luz más pura
del día se adivinaba
junto al fulgor, si no oscura,
como andando en andador;

porque el cantar el olor
de la flor, con la dulzura
del olor se respiraba
toda, toda la locura
del aire a su alrededor;

qué bien cantaba,
qué bien cantaba el cantor
cuando cantaba la flor.

1973

EL INVIERNO

EL invierno, el invierno. Si hasta ahora
para él en mi canción no hubo alusiones,
debe deberse a que en los corazones
siempre la dicha es más cuando demora.

Claro que yo sabía de la aurora
con la empapada hierba, de los dones
de sol, y si su gloria no di en sones
no fue más que por darla justo en hora.

Pero ahora el invierno me rebasa.
Todo en la calle y todo por la casa
gritando está su avasallante encanto.

La escarcha, el frío, la llovizna, el viento,
fuego son, combustión, pasión, portento.
Y no hay quien pueda ya atajar el canto.

1984

ELEGÍA

A la memoria del pequeño Alfonso, que andaba jugando
y lo encontraron muerto.

AUNQUE era tuyo y claro que podías
llevártelo otra vez, como acontece
con todo lo que es nuestro por los días;

aunque en los días todo permanece
sujeto a ti y no alienta otro cuidado
que obedecerte como te obedece;

tú podías, también, haber dejado
para después, Señor, ese deseo,
también un poco hubieras esperado.

Yo no sé, tú dispones, pero creo
que siendo tú quien eres y tu gloria
tan infinita que hasta yo la veo,

no debía de ser tan perentoria
la falta que te hacía como para
tenerlo tan presente en tu memoria.

Claro que nuestra sangre es muy avara,
que de pedirte más nunca termina,
mas su razón en esto era muy clara.

Bien lo sabía hasta la golondrina
que en las torres de Córdoba buscaba
siempre, al llegar, la torre más vecina.

¡El era todo lo que allí quedaba!
¡No tenía otra cosa nuestro hermano!
¡En él la casa entera se miraba!

La casa, sí, la misma que tu mano
tanto bendijo en otro tiempo hermoso,
la casa donde siempre era verano.

Donde al arrullo de un violín dichoso
nuestra infancia pasó tan dulcemente
como el sueño de un ángel en reposo.

Donde después la madre, de repente,
se fue quedando sola, sola y triste
con el recuerdo de cada hijo ausente.

¿Por qué, por qué —me digo- tú quisiste
que el hermano volviese a aquella pena?
¿Por qué le diste el hijo que le diste?

Si triste, con el tiempo ya serena,
nuestra madre se estaba en su retiro
como se está en sus días la azucena.

Mas la vida de pronto tomó un giro
lleno de luz y entre los viejos muros
el aire ya no fue sino un suspiro.

Y es que él estaba y con sus inseguros
pasos iba encendiendo en cada cosa
de los perdidos ecos, los más puros.

Con él, la primavera victoriosa
volvió a sembrar de blusas aquel cielo,
con él la rosa al fin volvió a ser rosa.

Y nuestra madre andaba en su desvelo
como un viento de amor y todo el día
tras él vivía casi como en vuelo.

Volaba, sí, porque él le devolvía
toda la gloria que hubo en esa casa,
con él a todos ella nos tenía.

¿Y el hermano? ¡Oh, imagen que no pasa!
¡Yo le vi y a su lado sentí el fuego
del ser que entero en gratitud se abrasa!

Yo vi crecer la vida sin sosiego
como un río en sus ojos deslumbrados,
crecer, Señor, crecer hasta que luego,

con un tronar de bosques descuajados,
con el furor de un rayo fulminante,
la muerte se instaló por todos lados.

La muerte en mucho menos de un instante,
la muerte en muchos menos que una nada
vino y se fue con todo, terminante.

Junto al triciclo azul, junto a la espada,
junto al caballo de volantes crines,
por siempre se detuvo su mirada.

Ya sé que arcángeles y serafines
le llevarían hasta ti, cantando;
que de amor gemirían los confines.

Y que tú le estarías esperando
con mil patios de sol y abiertas flores,
y él seguiría sin saber, jugando.

Pero allá se acabaron los amores.
Los días ya no tienen más sentido.
Las cosas no podrían ser peores.

Como una amarga sombra sin sonido,
la pobre abuela va de pieza en pieza
sin convencerse de que lo ha perdido.

Dándole vueltas toda la cabeza,
de pieza en pieza cruza el pobre hermano
desparramado a mares su tristeza.

Y todo es triste y late muy lejano.
La casa es un naufragio sin salida.
Y lo que se haga y todo ha de ser vano.

Señor: tuyo es el tiempo, su medida.
Quien de ti viene volverá a tu lado.
Mas por lo mismo que es así la vida,
con él, con él hubieras esperado.

ELEGIAS BREVES

A una adolescente

EL ancho asombro de tus ojos
puesto sobre las cosas; ese brillo
desde tus pasos; y tu piel
que era como encontrar de pronto el alma.
No hace falta
nada más.
¿Quién tomará en las manos una flor
sin memoria? ¿Qué música
tendrán los días que inventar
para llamar al sueño?

A un mendigo

EL temblor de tu mano sostenía,
para otros, las coronas, el vino.
Porque estabas
el viento no los arrasó, pudieron
sobrellevar el esplendor, la dicha.
Cumpliste, sí.
Con qué ternura escucharás ahora
cantar el mirlo desde aquel laurel
donde al llegar las ropas te cambiaron
por todas las estrellas.

1971

ES COMO PARA NO OLVIDARSE…

ES como para no olvidarse
mirar a una mujer y a un hombre puestos
a besarse.

Claro que aquí, con tantos, tantos de estos
besos como hay, los besos, se diría,
son una cosa más de cada día
que apenas si se ve de tanto darse.

Claro que aquí, con tantos tan dispuestos
siempre a besar, de puro acostumbrada,
la gente ve los besos como nada
y al verlos cruza ya sin enterarse.

Pero habría que ver, ver los aprestos
de exaltación, los indecibles roces.
Y ver también las cosas que conoces
allí mismo empezando a remontarse.

Ver, ver y ver, hasta no haber más restos
de lo que fue, o parecía que era.
Ver hasta no ver más que una escalera
por donde va la vida a eternizarse.

Estos, digo que algunos de éstos,
motivos son que obligan a parase.
Porque es verdad que no es para olvidarse
mirar a una mujer y a un hombre puestos,
puestos a besarse.

1980

LA CASA, LA PUERTA, EL BESO…

LA casa, la puerta, el beso:
tal la historia que no fue,
o si fue, fue apenas eso.
Pero pasa que la casa
no se ha movido ni pasa
por más distante que esté.

Pero ocurre que la puerta
que fue cerrada está abierta
por más que nadie la ve.

Pero sucede que el beso
con el sueño vuelve ileso
por más que nadie lo dé.

Nada más, o apenas eso
-la casa, la puerta, el beso-
la historia que digo fue.

Una historia sin regreso
que sigue con todo el peso,
que en llamas sigue y en pie.

Dios sabe esperando qué.

1980

LA CLARIDAD DA MIEDO

LA claridad da miedo. Justamente
por ser como es, de tanta y tan subida,
no hay ojos que le puedan dar cabida
ni que con ella puedan tender puente.

Tan diferente y sin antecedente,
tan de si misma punto de partida,
no hay mirada que empiece no vencida
y de ella entera no termine ausente.

Pero ahí está, tan de uno, tan ardida,
tan abarcando el alma de repente
que ver no importa porque igual se siente.

No claridad, torrente, sacudida.
Da miedo, da pavor que tan presente
pueda de pronto estar toda la vida.

1984

LA POESÍA

ERES, por lo escondida y transparente
que estás en cada ser y cada cosa,
como la fuente, si, como la fuente
que aunque escondida fluye y es hermosa.

Pero también estas tan evidente
que la evidencia te hace misteriosa.
Y eres densa y te muestras como ausente
como la rosa, si, como la rosa.

Como una y otra simultáneamente,
para guardar tu esencia milagrosa
te vuelves una, siempre diferente.

Y cuando el alma llega codiciosa
te das en rosa si te busca en fuente,
te das en fuente si te busca en rosa.

1954

LOS AIRES Y EL DESTELLO

¡Oh, si un día me vieras,
oh, si me vieras, con la madrugada,
volver por las afueras
del Sur, si tu mirada
diera conmigo entonces, con mi hada!

No sé, tal vez cambiada
por el vivir, amiga, y por las cosas,
ya vivas olvidada
de mí, de las hermosas
claridades del Cerro de las Rosas.

Tal vez por dolorosas
sendas, no sé, te inclines todavía
sobre las mariposas
o sueñes la alegría
de tanta blusa y tanto como había.

¿Quién imaginaría,
quién de nosotros, quién, que un soplo leve
de tiempo borraría
la dicha, que tan breve
soplo perdiera al fin todo relieve?

Cuando a veces se atreve
mi corazón y en el recuerdo toco,
inútil es que lleve
la memoria de a poco
buscando llegar más a lo que evoco.

Como un enjambre loco,
como una nube que no sé si es nube
ni sé lo que es tampoco,
todo me nace y sube,
contigo vuelvo a todo lo que tuve.

Tardes por las que anduve,
desvío de Saldán, sombras de Arg�ello
donde yo sé que estuve,
los aires y el destello
del verano y las flores y el cabello.

Y en medio de todo ello,
constelación final, constante guía,
para hacerlo más bello,
la lumbre que esparcía
tu andar, y tu mirada todavía.

Nada cuenta que mía
no fueras nunca porque ciertamente
hoy lo mismo daría.
Lo que cuenta al presente,
lo que importa es que fueras, simplemente.

Que allí, como una fuente
cuya pureza suma los rumores
de todo el prado ardiente,
tu blusa de colores
juntara todos, todos los fervores.

Que las cosas mejores
del Cerro -los amigos, los veranos-
y los alrededores,
no fueran sueños vanos
y por ti se tomaran de las manos.

¡Encendidos desganos!
¡Altas nubes de amor y de belleza
por los cielos lejanos!
¡Y siempre esa tristeza
del alma que a mirar la vida empieza!

Mi sangre, mi cabeza,
cauce fugaz pero sin tregua unido,
conservan la pureza
de aquel estremecido
llamado que te hacía mi silbido.

Nada se me ha perdido,
nada de aquellas dulces caminatas:
ni el decir distraído,
ni el olor de las matas,
ni siquiera el color de las corbatas.

¿Y tú, por qué inmediatas
razones irás hoy con tu cuidado?
¿Por qué gratas o ingratas
cosas de qué ignorado
mundo andarás? ¿Quién estará a tu lado?

No sé, pero he pensado
que aunque quisieras no has de haber perdido
tu mirar asombrado,
tu apego por el ruido
de las acequias que hemos conocido.

Que al cambiar de vestido,
como antes dudarás, frente al ropero,
si subirás a un nido
o si tendrás primero
que pasar a pedir un compañero.

Así es como te quiero,
así, como te vi toda la vida,
dichosa y sin sombrero
por la tarde encendida,
de luz y sueños nada más vestida.

Te quiero agradecida,
como yo, de ese tiempo, de ese instante
que marcó la partida
del corazón amante
para vivir la vida hacia delante.

Y que por más distante
que esté en el alma y brille en la memoria,
siempre ha de ser bastante
para que nuestra historia
no resulte del todo transitoria.

Porque ésa es la victoria
del sentimiento y de la transparencia,
y ésa es toda la gloria
y ésa es toda la esencia
de la hermosura que hay en la existencia.

Tal vez tengas conciencia,
no sé, quizás ni lo hayas entendido,
pero yo no tengo urgencia
de decir que no olvido,
que aquí estoy y soy fiel y vivo unido.

¡El Sur, cielo encendido!
¡Dicha del aire, vida, mi morada!
¡Oh, si hubieses sabido
aunque hoy no sepas nada!
¡Oh, si me vieras con la madrugada!

1936

NO ES FACIL, DIOS…

SOLO en lo que tu mano nos brinda cada día,
sólo en lo que nos das, tenemos que quererte.
Pero quererte así, de lejos y sin verte,
no es fácil, Dios, no es fácil, y jamás bastaría.

Cada mañana el cielo con su luz renovada
te obedece y dichoso repite su tarea
de iluminar la tierra para que el hombre vea
tu huella por las cosas desde siempre trazada.

Y tu huella, lo mismo que el viento en las banderas,
se agita en cada ser, le colma y resplandece.
Y por eso la vida sin cesar nos parece
como el andar de un sueño para el que no hay fronteras.

La vida, sí, la vida. ¡Qué mágica corriente
de estrellas y de flores, de rostros, de sonidos!
¡Y con la sed que altera nuestros pobres sentidos!
¡Y con la pobre sangre que se agolpa en la frente!

Pero el alma es distinta. Tú sabes, tú bien sabes
que lo que el alma busca, lo que la tiene hambrienta,
no es la vida ni nada de lo que ella sustenta,
sino tú mismo, tú, que en la vida no cabes.

Hambre de ti tenemos, un hambre que fulgura,
que corta hasta el aliento, y aturde, y obsesiona.
Pero es de ti, de hallarte algún día en persona
y poder ver de cerca tus ojos, tu figura.

Hambre de estar contigo, de hablar, de dedicarte
las horas, el afán, el sentimiento entero.
Y saber que es verdad, que todo es verdadero
y que después podemos todavía pensarte.

Pero tú nos das cielos, ríos, atardeceres,
ciudades con amor, y campos, y palomas;
cosas que hablan de ti y en las que casi asomas
pero que nunca son ni pueden dar lo que eres.

Y así no es fácil, Dios, y quererte es un ansia
que acaba con nosotros y acaba con tus bienes.
De acechar, de soñarte nos estallan las sienes.
Y siempre estamos solos. Y a la misma distancia.

1971

PRECISAMENTE PORQUE IGNORO…

PRECISAMENTE porque ignoro dónde
marcado el tope está de la medida,
mas sé que hay algo donde está escondida
la marca que a ese tope corresponde;

porque este día con su luz subida
o esta flor que en aroma le responde,
bien pueden ser la máscara que esconde
la señal justamente convenida;

a cada cosa nueva que aparece
la voy viviendo como si ella fuera
desde siempre y de todas, la elegida;

desesperado como si supiese
que es verdad, que no hay nada más y es la postrera,
la última cosa que me da la vida.

1977

QUERERTE, AMOR, QUERERTE…

QUERERTE, amor, quererte es como un viento
que me llevase el alma noche y día.
Quererte es como todo el sentimiento
y como toda la melancolía.

Te quiero tanto y tanto en el momento
cambias, que nunca llegas a ser mía.
Siempre eres otra y sigo yo sediento,
y sigo solo y en la lejanía.

Queriéndote, queriendo me desvivo
por cercar y fijar y hacer cautivo
tu ser, tu nuevo ser, tu último aliento.

Mas una vez y siempre y muchas veces
llego y no estás, te vas, desapareces,
y todo, todo, todo es como un viento.

1954.

TU PELO, COMO UN RIO…

ESTE Brahms con su Cuarta Sinfonía parece
hoy más que nunca Brahms, lo que es decir muy mucho.
Pero también muy poco, por el modo en que crece
de grandeza en grandeza mientras ahora escucho.

Es claro que con él siempre el prodigio es cierto
y otra vez ya lo dije, sin que lo haya olvidado.
Fue al hablar del andante del Segundo Concierto,
cuando entra el violoncelo por los dioses tocado.

Mas hoy es, viene a ser, no obstante la muy clara
memoria en que la tengo de tan y tan oída,
como si por primera vez mi oído escuchara,
como si por primera vez la oyera en la vida.

¿Y qué hay, qué puede haber, para que cada acorde
siendo igual, siendo el mismo, suene distinto y sea
lo que antes nunca fue, que es este estar al borde
todo el tiempo del llanto que por salir golpea?

¿Qué puede haber que desde la medida viveza
del allegro inicial, a la fuerza arrollante
del otro en que concluye, pareciera que empieza
cada nota a ganar y ser más al instante?

Bueno, con Brahms sucede lo que en la poesía:
con lo que el lector pone siempre es nuevo el poema.
Y ocurre que a la orquesta para esta Sinfonía
le sumo yo un acento que no había y que quema.

Y ese acento no es otro que el que tu pelo enciende,
Señora, desde un viejo sillón que hay en la casa.
Tu pelo que una rosa prende en el aire y prende
la música a la rosa que en ella se hace brasa.

Pelo, pelo, tu pelo, como un río sonoro
de armonías inéditas, poblando va de sones,
todos en plenitud y en apretado coro,
las cuerdas y metales de violas y trombones.

Pelo, pelo, tu pelo, como en mágicos pases,
todos pegando justo donde más emociona,
suyos hace los temas, las frases, los compases,
y así hasta terminar en la sin par chacona.

Pelo, pelo, tu pelo, locura sin olvido,
lágrima fiel y cima del musical anhelo.
Ah, si fuera que fuese que pudiera haber sido
que Brahms, por ti ayudado, se oyese desde el cielo.

1984

USTED QUE ES DE ALLI…

USTED
que es de allí, que de allí viene,
cuénteme:
Río Cevallos qué tiene,
qué tiene que yo no sé.

Qué de más, en cielo, en sierra,
qué tiene de más en qué,
para que no haya en la tierra
lugar alguno que le
ponga sombra o ponga el pie.

Qué de más claro o profundo
tiene, qué de más en qué,
para que nada en el mundo
le hable tanto al alma de
Dios que en todo está y se ve.
Usted
que es de allí, que de allí viene,
si lo sabe, dígame:
Río Cevallos qué tiene
que es así y que yo no sé.

1980

VERSO CLARO, VERSO OSCURO…

VERSO claro, verso oscuro:
no entiendo la diferencia
sino como una igualdad.

Porque si vale es seguro
que quema su transparencia
o quema su oscuridad.

1973

Y NO SABRÁS…

Y NO sabrás, como no sabe el viento
que por las hojas va, dulce o perdido,
lo que tu paso por mi vida ha sido,
lo que tú has sido para el sentimiento.

Y no, tú no sabrás lo que tu aliento,
dentro de mí, del ser más escondido,
con sólo un roce apenas ha podido,
lo que con nada pudo en un momento.

¡Qué has de saber! Feliz, desentendido,
desdén y más, y más porque es olvido,
no llega, cruza y ya se pierde el viento.

Pero las hojas bajo el firmamento,
las hojas…
¡Oh, si hubieses presentido
la eternidad que has puesto en movimiento!

1957

Y TANTA COSA…

Y TANTA cosa que para otro día
dejé pasar, mientras me decidía.
Esas lecciones de filosofía.
Y el piano. Y hasta un verso que venía.

Y tanto sueño como fui dejando
para después, para quién sabe cuándo.
Cierto perfil de amor que estaba hablando.
Y noches. Y otros cielos fulgurando.

Y ahora ya no hay más después ni nada.
No hay más, no hay más. Las sendas que no anduve
no he de andar. Ya no hay más que una gran nube

donde no hay pie, ni paso, ni pisada.
La vida es dulce pero despiadada.
Y yo, que encima de eso me entretuve.

1977