WALSH, MARÍA ELENA
“INDEFINIBLE ESENCIA”

“Indefinible esencia”
Bécquer

Nunca nombrarla, nunca.
Ni callarla siquiera.
Solamente crecer de sus raíces
con asombrado llanto.
Ser y morir tan sólo
para justificarla
como naturaleza
y sumisa costumbre.

Madurará con pausa
y exactitud de necesaria estrella
y sólo incertidumbres
me probarán su órbita,
su doloroso amor, su cumplimiento.
Será un desgarramiento
elemental, constante.
Desesperada espera
-lo sé- desesperada.

Y sin embargo, nada
persistirá más cierto
que su sabiduría
que sus sencillas fiestas.
Como el rosal seguro de la rosa.

Y yo seré la sombra
de su florecimiento,
yo viviré acatando
su voz y su silencio,
en indefensa tierra,
irrenunciablemente.

* Nació en La Matanza, provincia de Buenos Aires, el 1de febrero de 1930.

ARTE POÉTICA

Rarísima, desesperada
complicidad de los papeles.
Es muy lindo decir naranja
pero la tinta cómo duele.
Cuánta fatalidad nos hace falta.
Yo no sé cómo hay gente que se atreve.

Me olvidaría de vivir
pero aprendí cómo se muere:
clavándose una lapicera
en el amor a la intemperie
o resbalándose memoria abajo
sin paliativos, infinitamente

Y me pregunto para qué.
No hay apariencia que conteste.
Al fin y al cabo me pondría
a hacer espuma con laureles
y cambiaría la posteridad
por una basurita, por un peine.

Hace tiempo que tengo ganas
de decírselo a mucha gente:
sepan que callo de certeza
y que fallezco de obediente,
y que no tengo la menor idea
y que me desespero para siempre.

Cuánto más cómodo sería
imaginar entre los peces,
disimular como el rocío
todo delito transparente,
colaborar con intachables piedras
o llamar por teléfono, o que espere.

Hasta cuándo podré durar en un empleo tan urgente,
tan frágil, sin escapatoria,
escarbando lo que sucede
en zonas sumergidas donde todo
se quiere arrepentir pero no puede.

La verdad es que soy testigo
de festividades solemnes,
que padezco una colección
de musicales intereses,
que ríos y manzanas me autorizan
y estoy a cargo del color celeste.

Pensar que no sabremos nunca
qué pasa dentro de las nueces.
No me pregunten. Con locura
y con el permiso de ustedes
me voy a agonizar otro poquito
con las palabras. Hasta que me lleven.

ASUNCIÓN DE LA POESÍA

I

Yo me nazco, yo misma me levanto,
organizo mi forma y determino
mi cantidad, mi número divino,
mi régimen de paz, mi azar de llanto.

Establezco mi origen y termino
porque sí, para nunca, por lo tanto.
Soy lo que se me ocurre cuando canto.
No tengo ganas de tener destino.

Mi corazón estoy elaborando:
ordeno sufrimiento a su medida,
educo al odio y al amor lo mando.

Me autorizo a morir sólo de vida.
Me olvidarán sin duda pero cuando
mi enterrado capricho lo decida.

II

Me siento responsable del rocío.
Por mi culpa la piedra está callada.
Comparto la velocidad del río.
Tengo la obligación de la alborada. Me importa demasiado el mundo. Ansío
su condición de lágrima y espada.
Nada sucede en su transcurso, nada
que no pase primero por el mío.

Sepan que por el viento me suicido,
que me atribuyo el mar y que concedo
a un tribunal de lluvia mi latido.

Asumo el día y cumplo sus deberes.
Vivo la ira de los hombres, puedo
amar con el amor de las mujeres.

III

Pájaros, necesito con urgencia
disimular mi nada. Necesito
ser la continuación de mi presencia,
sobrevivir en desatado grito.

Me da mucha verg�enza el infinito,
me humilla la sagrada permanencia.
Queriendo desafiarlas me repito
en obras de amorosa trascendencia.

Canto, desesperadamente canto
con voz de tinta y letra de agonía,
rota por dentro, loca por afuera.

Me duele ya la eternidad de tanto
predecir con furiosa rebeldía:
-�Mañana cantará mi calavera�.

BALADA DE LOS VERANOS

Canción que me recuerdas el verano,
sus lejanísimos amaneceres.
Vuelves como el olor a infancia,
de los mismos jardines vuelves
y subes a mi corazón
a resonar antiguamente,
despertando en su sueño y su vigilia
el eco de las cosas más solemnes.

Qué voz te habrá dejado así, perdida
entre las otras voces, cuando llueve,
para que a mi sangre, de pronto,
a latir gozando regreses,
llena de inusitadas hojas,
húmeda de cordiales fuentes;
para que seas resplandor caído
de todo este milagro permanente.

A ríos, a montañas, a ciudades,
a ventanas abiertas me devuelves,
a un barco blanco detenido
en una bahía celeste,
a la nostalgia en alta mar
bajo las nubes de diciembre,
a caras, a perfumes, a silencios,
a aquel remordimiento que más duele.

Fuiste estrella recóndita en la noche
primera del amor adolescente, y al amparo de tu armonía
sus sombras fueron más alegres.
En todo me reconocías
y seguiré reconociéndote
como la confidencia de un verano
que es todos los veranos para siempre.

Quiero que permanezcas todavía
fiel en mi corazón como la muerte,
apareciendo, inesperada,
en el cansancio de mi frente.
Que me devuelvas el imperio
de los jardines inocentes,
que olor, rumor, sabor de infancia muerta
resuciten contigo tantas veces.

BALADA TRISTE

Era el otoño y era la llovizna,
la inicial certidumbre del poniente.
Mis pasos desandaban su tristeza
mientras sobre la tierra conmovida
era el otoño y era la llovizna.

En el transcurso de las avenidas
todos los pájaros habían muerto,
y las hojas llovían cautamente
sobre la hierba, cerca de mi sangre,
en el transcurso de las avenidas.

¿Qué llanto conocí, qué desconsuelo
bajo los árboles deshabitados?
Cuando en la fuente se reconocía
un cielo de palomas lejanísimas
qué llanto conocí, qué desconsuelo?

Oh muros de mi sed, aquellos muros
que no sé si existieron a mi lado;
bebí en ellos soledad de siglos,
luz funeraria, fríos alusivos.
Oh muros de mi sed, aquellos muros.

Triste ejercicio el de invadir la niebla
por ámbitos inciertos, declinando.
Atravesé desconocidos puentes
en el amanecer de los faroles.
Triste ejercicio el de invadir la niebla.

Todos los pájaros habían muerto
en el transcurso de las avenidas.
Qué llanto conocí, qué desconsuelo:
era el otoño y era la llovizna,
todos los pájaros habían muerto.

BORRADOR DE TESTAMENTO

Me ocurres por amor, en Buenos Aires
precisamente y a la edad oscura
en que uno desconfía porque ha visto
garabatear pizarras a la muerte,
y acumula nociones de naufragio,
coraje en naftalina, días rotos,
dolor en pañuelitos y quién sabe.

Tómala, recupera entre tus párpados
tanta dura invención como mis ojos
quemaron, tanta oscuridad inútil,
y disuélvela con la luz que tienes
para que pueda yo por fin cubrirme
de tu salud, no conocer reparo
más que tu permanencia defendiéndome.

Ambulo entre manías y escaleras
y de pronto me ocupas, desbaratas
peligros, soledad, desasosiego,
promueves hábito de la alegría
y desanudas inocentemente
hilos de tal desorden compartido que yo me empiezo y canto porque estás.
Pero si me acabara de improviso
te dejo inolvidable testimonio,
es decir, en el aire y en papeles
nuestra privada suavidad, la ilesa
manera de integrarnos, eso es todo,
porque de veras ya no tengo nada
más que la intimidad que nos ocurre.

CANCIÓN

Almas sin el amor, ave dejada
en los terrenos de la maravilla:
cuando no haya más hojas
y se acaben los días
yo seguiré buscando
tu luz recién nacida
-alma sobre rebaños levantada-
para hacer las mañanas de mi vida.

El enlutado mundo que habitaba
ahora es cielo que mi frente pisa.
(Si se apagaran todas
las uvas de la viña
o se muriera el pan
en las espigas,
este incendio frutal de mi esperanza
en otra tierra se levantaría).

Tu mano era mi mano desde siempre,
tu voz mi voz, y yo no lo sabía.
Anduve con tu sombra
al lado de la mía
por mortales caminos
y celestes orillas.
Eras un sueño en busca de mi frente
para nacer, y yo no lo sabía.

Ya mis ojos usaron la belleza
y fueron en sedienta cacería
-con su lastimadura
de límites y aristas-
al pámpano desnudo
y a la rosa vestida,
buscándote desde los miradores
con el Amor-Que-Todo-Lo Imagina.

Cuando tú fuiste la increíble imagen
yo era la des y el vaso y la bebida.
Las puertas y los frascos
cubiertos de ceniza
guardaban el perfume
de la melancolía
mientras los palomares te esperaban
con el Amor-Que-Nada-Se-Imagina.

Aunque tu providencia me negara
el alimento para la alegría,
aunque me entristecieras
la intemperie divina
con pájaros callados
y sombras pensativas,
aunque olvidaras, aunque no existieras,
mi corazón igual te cantaría.

CANCIÓN

Bosque de Maryland,
nieve y nostalgia.
Por árboles amanecidos
las ardillas suben y bajan.

Amor mío,
si yo me muero enamorada
mi sudario será esta tierra
con su perfume de escarcha.

Las voces ¿qué voces?
suben, voladas,
a mí, que estoy en un país
lejano y con dos ventanas.

La sombra de una gaviota
todavía me moja el alma.
Amor mío,
el mar nos une y nos separa.

En tu ternura hay flores celestes
en verano, con ruidos de agua.
Oh si una estrella
desde tus ojos me mirara. Bosque de Maryland,
nieve y nostalgia.
Por árboles amanecidos
las ardillas suben y bajan.

CANCIÓN CON SILLAS Y MESAS

Amigas mías de madera
que están mirándome los huesos.
Hemos cruzado el mar y el tiempo
para encontrarnos infinitamente.

Quién soportaría la noche,
sus desoladas invenciones,
si el alba no las confirmara
a éstas que miramos y son
árbol que no termina de morir.

Amo la dura paciencia
con que describen el espacio
y su fidelidad de contemplarse
frías de bosque, sobre unos zapatos.
Amo su inocencia de criaturas
que un Dios no hizo y que los hombres
usan y rompen y se olvidan.

Mundo que nos amenazas
con hoteles y barcos blancos
para que no tengamos más morada
que el amor y lo que Dios quiera:
sólo ellas nos acompañan
con su piedad de gastados animales
donde caemos a desconsolarnos.

COMPLICIDAD DE LA VÍCTIMA

Besé la mano del guardián
y lo ayudé a bruñir cerrojos
con esa antigua habilidad que tengo
para borrar innecesariamente
toda huella de bien habida corrupción.
Permití las tinieblas,
rigores me tranquilizaron.

Saludé agradecida
al aumentado déspota
y agité flores y banderas
en honor de su rango
de sembrador de oprobios para prójimos
pero no —quizás- para mí.

Odié a las otras víctimas
en lugar de hermanarme
y no quise saber qué sucedía
en el vecino calabozo
o tras los diarios, más allá del mar.
Por eso me dejé vendar los ojos,
sencilla y obediente.
¡Es tan dulce la vida sin saber!

Acepté el castigo
con hipocresía de estampa
por si lo merecía mi inocencia
y fui capaz de denunciar
no al amo sino a la insensata esclava
que desdeñaba protección y ley.

Por pereza me dejé coronar
de puños o serpientes
y admiré sin fisuras
a hujieres y embalsamadores,
el fascinante escaparate de los serios.No supe competir el sufrimiento
y orgullosa de su exclusividad
inventé argucias contra la rebelión
y jamás en sus aguas dudosas me metí.

Fui custodia del fuego
-a mucha honra- para pequeños meritorios
y santones cubiertos de moscas.
Juro que nunca vertí veneno en su sopa
y en mis tiempos de bruja les alivié las llagas,
favor que me pagaron con incendios
pero yo perdoné
porque ¡es humano quemar!

La razón del verdugo
justifiqué callando y otorgando
y preferí durar decapitada
que trascender a mi albedrío
porque la libertad, ya sabéis, amenaza
con alimañas de perdición
como abismos a los pies de un paralítico.

Dormí con la conciencia
engrillada pero limpia.
¿Qué culpa tiene una sombra?
Quise investirme de prestigio ajeno
y el sometimiento era vínculo
me contagiaba un solemne resplandor.

Por eso permanezco
fiel a iniquidades y censores.
Al fin y al cabo me porté bien,
supe negociar
mi pálida y frágil sobrevivencia.

DE MIS TIEMPOS

En mis tiempos había tiempo.
Recuerdo bien que por ejemplo
la higuera derramaba esparcimiento
y una rosa nos duraba
mucho más que cualquier empleo.
Por otra parte las siestas
se pedían prestadas a la muerte.

Quizás el tiempo era como las frutas,
se regalaba a los vecinos
después de verlo madurar.
Se compartía en las veredas
entre abanicos y señores
de sosegada camiseta,
mientras parsimoniosamente
iban escobas y venían
amontonándolo como importante

Y la eternidad, sentadita
en su silla de paja, porque sí.

Es que era siempre tan temprano
y tan segura la abundancia,
la inundación de treguas oportunas,
que se guardaba el tiempo en los sombreros
y un día se lo derrochaba todo
en un solo saludo, saludando.

Uno viajaba en libro a todas partes
y visitaba diferentes ocios:
el de al lado, el de enfrente, el de las tías.
No se había inventado
el maleficio de la prisa, no.
De ninguna manera. Los espejos
esperaban de sobra
que uno peinara su pausado pelo,
que uno se terminara de encontrar. El tiempo era un perfume y no venía
nadie a medirlo ni guardarlo en cajas.
Los trenes todo lo que hacían
era aludirlo en los horarios.

Se podía llorar a gusto
porque eran lentos los rincones,
o quizás porque había aún macetas
donde depositar una lágrima
sin que las flores se opusieran.
O porque la llovizna hablaba
en un idioma sin resentimiento.

Todos usaban tiempo y lo perdíamos,
cómplices de su lujosa concurrencia,
y hasta el hastío
era un modo de ser de los balcones
que enternecía delicadamente.

Creo que todavía queda un poco
de tiempo verdadero, pero lejos.
Pero muy lejos, en algunos patios,
refugiado en aljibes.
Se queda todavía en niños solos
que reinan sobre umbrales
y en la lustrada majestad del gato.
Supongo, ya no sé, nada sabemos. Tiempo sin ser castigo.
Yo llegué a conocerlo: está enterrado
en lo más vivo de mi corazón.

Después vinieron los Relojes.

DICIEMBRE

Cuando me olvido de la muerte, cuando
miro la abeja en su panal y miro
al cielo, en fin, a Dios elaborando
la luz, el agua, el aire que respiro,

entonces puedo realizar un blando
tránsito por la flor, por el suspiro,
por calles que me van enamorando
de esta tierra casual donde deliro.

¡Qué pródigo en perdón es el momento
en que me atrevo a resolver mi suerte
en esperanza, en pájaros, en vida!

¡Qué de campanas en la sangre siento
cada vez que me olvido de la muerte!
Pero sucede que ella no me olvida.

EL BOSQUE DE AGONÍAS

Vengo de las manos de Dios,
soy del amor y de la tierra.
Ya me recogerán los días
con una flor en la cabeza,
tumbada bajo el cielo del otoño.
muerta de amor, de vida, de tristeza.

Vengo de una noche cerrada
como el vientre que me tuviera:
traigo su forma de silencio,
su lejanía sin estrellas,
por eso nazco cada amanecer
con el pájaro fiel que me despierta.

Tuve ojos y lágrimas cuando
me miraron por vez primera
y cuando me tocaron tuve
casa de carne verdadera,
y el que llegó con el amor me puso
un alma de ternura y de violencia.

Perfumes que hacían sufrir
y músicas que daban pena,
largo sabor de los colores
y superficiales esencias
a mí vinieron como criaturas
y todo el cuerpo se me fue con ellas.

Que Dios diga si supe amarlo
en los hijos de su belleza,
que digan los jardines muertos
si yo no fui su primavera,
que me devuelvan en locuaz memoria
lo que no supo eternizar mi lengua. Vengo de los ojos del Ángel,
soy de su ausencia y su presencia.
Es su ternura como un río
que me rodea y me sustenta,
que viene a mí desde agraciada fuente
con su voz me hace temblar, y tiembla.

Soy tu enamorada y le debo
el dolor y la fortaleza.
Esta divina flor de amarnos
sube de raíces eternas
y un infinito nace cada día
de su tallo en olores de pureza.
Vengo de toda caridad,
soy de los seres que me encuentran
en misteriosa simpatía,
y me iluminan y me llevan
a sentir en sus almas lo que siento
con otra luz reconocida y nueva.

Soy de la palabra que duele
en una sangre de tragedia,
y de su aliento que decae
como la ceniza o la arena.
soy de la soledad que inventa voces
que nunca se podrán oír de veras. Vivo en un bosque de agonías,
al aire de la adolescencia.
Relámpagos me dan dulzura,
palomas me traen la guerra,
ramajes musicales tapan ese
cielo completo que la sed espera.

Que el agua profunda me cuide
y me asista su transparencia.
Vaya desnuda, y mi caudal
sean las cosas que no tenga.
Que el fuego me traspase y me levante
al aire duro donde todo quema.

Vengo de las manos de Dios,
soy del amor y de la tierra,
ya me recogerán los días
con una flor en la cabeza,
tumbada bajo el cielo del otoño,
muerta de amor, de vida, de tristeza.

FIGURAS DE LA NOSTALGIA

En un lugar del aire, no recuerdo
en qué lugar del aire aparecía
como una rosa súbita quemada
por todos los otoños de la tierra,
fragante a soledad compadecida,
en un lugar del aire.

Dormía en todo júbilo y de pronto
a oscuras despertaba en la tristeza.
Los ojos eran húmeda morada
de su cuerpo de niebla, y recogían
en la inutilidad de cada instante
su corazón llovido.

Venía usada y frágil de otro tiempo,
de otro espacio, lavada en tantos ojos
como ramas y días tiene el mundo.
Cuando llegó mi turno de acogerla
fui distraído puerto de su viaje
antiguo y tan cansado.

La soledad en altamar tenía
más sal de su sabor que de la espuma.
Sueños como gaviotas me querían
alejar de su cálida presencia,
pero ella era mi playa de amargura,
mi altamar y mi barco.

En bahías azules esperaba
incomparablemente melancólica.
Isla de musical indiferencia
en un agua de luces sumergidas
como trémulos órganos sonando
en el secreto fondo. Tal vez en una luz reconocida
-aquella luz amada en algún rostro
que el olvido descarna lentamente-
por la ciudad inmensa me guardaba
su pudoroso amparo, como un alma
sin otra compañía.

Después, en una ociosa primavera
amortajó con pétalos de nieve
toda felicidad que amaneciera
como una hundida víspera de siempre
y veló con pasión insoportable
mi eternidad de sueño.

En un lugar del aire aparecía lavada por antiguos ojos, nueva
como el último invierno de la Tierra,
y duele su fragancia todavía
ahora de ceniza y para siempre
viajera deshojada.

LA FORMA

Dios sigue haciendo piedras y animales
con las antiguas formas de la vida.
Sigue poniendo pájaros iguales
sobre la misma tierra repetida.

Pero para la voz recién nacida
todas las cosas son originales
y al cantar las descubre, sorprendida,
desde su cárcel, desde sus umbrales.

Si estoy en medio de la noche y siento
que otra vez vuelven con la primavera
la renovada antig�edad del viento
y la luna que vi por vez primera
muero, pero renazco al otro día
húmeda de reciente alfarería.

OBJETOS EN SOLEDAD

Entrar en una casa, comer frío.
La ternura dejó sus zapatillas
debajo de una sombra. Desconfío
del sigilo de lámparas y sillas
y de algunas conductas amarillas.

Lo que se queda quieto alarma, duele,
comete pánico, derrama el canto.
No hay estadística que no revele
tijeras en la fila del espanto,
un alfiler que se parece al llanto.

No habrá quien traiga párpados de afuera,
solapas, humo, señas ateridas.
Un ruido de rincones desespera
y solamente muebles homicidas
dicen preparativos, despedidas.

Uno gana modales de sospecha,
envejece de tanto desconcierto. No hay más remedio que una flor deshecha,
que vigilar un cigarrillo muerto.
Sociedad bien anónima, por cierto.

Y lo peor es que la almohada acosa
con inminencia lúcida. Dormir
tiene una ambig�edad tan peligrosa
que en tales noches nunca hay que decir:
de esta desolación no he de morir.

ODA DOMÉSTICA

No sé, pero supongo que algún día
hará frío en los libros y tendremos
que consultar las hojas del verano.
Nos habremos cansado de aludir,
no quedará papel ni llanto
para desperdiciar en poesía.

Por ahora vamos a perpetuarnos
en la fugacidad de la cocina,
a padecer el cotidiano
fallecimiento de las cucharitas.
Una diaria estación de cacerolas
nos ensucia pequeñamente el aire.

Dan asco las ideas puras,
verg�enza la botánica, pudor
la desnudez del pensamiento.
Mejor es ser sumisamente cuerpo afanado, manos eficaces
para abrochar el delantal del mundo.

Un día los periódicos dirán
que el amor se ha caído en la basura,
que los ángeles agonizan,
pero no acudiremos, ocupadas
en asistir obligatoriamente
a una melancolía de botones.

Así, bajo monótonos auspicios
recibimos delirios preparados,
paquetes de quebranto y una
encomienda de risa natural
enviada por la primavera
para resucitar de vez en cuando.

He pensado a menudo en todo esto
mujermente agobiada de plumeros.
Nos amenazan hortalizas,
nos corren copas, números, pelusa,
nos arrebatan tiempo reservado
para comprar una porción de sueño.

En la suma de los pañales
y el tintineo de los desayunos,
en repetidas dosis de mercado
y en la elaboración del miedo
se nos va, se nos va el latido
que dedicábamos a la locura.Y los que calzan sombra masculina,
heredado poder, cómodo imperio,
ordenan nuestra humana servidumbre
mientras se ponen seriamente
a fabricar los tajos de la guerra,
el obstinado pan del sufrimiento.

RECHAZANDO UNA INVITACIÓN
A IR AL CINE O PARTICIPAR EN
CUALQUIER OTRA ACTIVIDAD MUNDANA

Tengo tan poco tiempo y tanto amor
tanta necesidad amontonada,
tan pocos ojos para tanta flor,
tanto preparativo para nada.

Días inútiles me han puesto avara
del privilegio de tu compañía
y cuando algún motivo nos separa
es como darle cuerda a la agonía.

¿Para qué vamos a desperdiciar
entre la oscuridad, entre la gente,
tantas intimidades sin usar
como tenemos, tanta luz urgente?

La vida rigorea y multiplica
recíproca abundancia en tiempo escaso.
No te imaginas lo que significa
estar enamorada con atraso.

Somos gremio de zombis que no sabe
estar sino en rebaño distraído.
Si uno en su duración apenas cabe,
por qué precipitarse en el olvido. Todo enajenamiento es agresión
y en defensa legítima te mando
a diferir esta disipación
para mañana, para no sé cuándo.

SOLO DE MADRE

Preguntóle después el Señor a Caín:
¿Dónde está tu hermano Abel? Y
respondió: No lo sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?

GÉNESIS

Quizás debiera arrepentirme
de haber parido
y con las manos sobre un regazo
vacío de árbol fulminado
quedarme aquí lejana
sin preguntar paraderos
a un arpa colgada
ni reclamar certezas
a esfinges de condecorado hielo.

Dime Caín qué has hecho
del amor que fundé con sacrificio,
de la criatura errante
errónea o como quieras llamarla
que se perdió en el mundo de los vivos donde la puse sobre sus dos pies
lamiéndola como oveja ciega.

Una y otra mil veces
tanteo los objetos que amaba
y aquí dejo para encontrar
cuando volviera de su extravío:
libros y banderines,
zapatos, Dios mío, que aun no regalaría,
músicas sepultadas
que no me atrevo a resucitar
en redondeles negros
con orificios que dan mala espina.

Penélope de remordimientos,
náufraga en un mar de culpa
recomienzo el peregrinaje
a la esperanza,
a la isla improbable
donde me digas que todo es pesadilla,
que nunca ni por qué lo castigaste,
que no te debo este calvario
incertidumbre y arrugas.

Es tu hermano, Caín, aunque no quieras,
y de tu misma raza
idólatra de violencias
que no mamó precisamente
de mis adentros
sino de seno varonil, Caín,
el mismo que alimenta
tu saña de cazador
inicuamente altivo y sordo
disputando al hermano
el sable justiciero
y la jerarquía de ángel
que ninguno merece. Tu hermano, si de veras descarriado,
digno sería de atroz sentencia
pero no de la venganza
de un alacrán sin rostro
que se siente dios bajo un cascote.

Tú también eres hijo
y quisiera bañarlos
a los dos en amniótica inocencia
ay, y abrigarlos juntos
con la manta fraterna y haraposa
que cubre a un par de rescatados
del infierno,
como yo vuelvo exhausta
del páramo de la cólera
arañando un perdón que no me cabe.

Acaso duermas olvidado
mientras yo paso las de Caín.

TELEGRAMA

La ciudad organiza
metálio suspiro
y párpados de tiza.
No importa, yo te miro.

Ráfagas van pasando
de tiempo traicionero
y nadie sabe cuándo.
No importa, yo te espero.

Un niño que no llora
asesinó al asombro
con ametralladora.
No importa, yo te nombro.

Eran menhires, son
el ángel y el amigo
viendo televisión.
No importa, yo te sigo. Un pájaro responde
con brío debilucho
y nadie sabe dónde.
No importa, yo te canto.

Pasan sombras aciagas
con el dolor desnudo
y dedos en las llagas.
No importa, yo te ayudo.

Quizá el amor termine
o dioses del olvido
lo destierren al cine.
No importa, yo te cuido.

Hay besos en probetas
y máscaras de cuero
que acunan escopetas.
No importa, yo te quiero.

VIDALITA

Me da una tristeza
este olor a nadie
tan antiguamente
pobre Buenos Aires.

Modestos silencios
suben de la calle
y son parecidos
a los hospitales.

Ante una ventana
se vuelven cobardes
bastantes humanos
y hasta algunos ángeles. En un cenicero
cabe una catástrofe.
Por ejemplo un peine
representa cárcel.

Perece mentira
pero qué desastre
es ver que las hojas
se van de los árboles.

Estas cosas pasan
cualquiera lo sabe.
Los otoños son
unos criminales.

Aquí no hubo guerra
sólo un homenaje
a frecuentes víctimas
del tango y el aire.

Hasta las paredes
se sienten culpables.
Nadie se imagina
lo que es Buenos Aires.