YÁNOVER, HÉCTOR
10

HIROSHIMA

Doscientos ochenta mil muertos, compañeros.
Y una muñeca de arcilla los recuerda.
Una semana de años los recubren
a los doscientos ochenta mil muertos,
y otra vendrá, y vendrá otras,
pero nunca jamás olvidaremos.

Eran las ocho y treinta en la mañana,
un seis de agosto y fría era la muerte.
La guerra despedía sus veleros
con doscientos ochenta mil muertos
sorprendidos en la luz de su última mañana.
Sesenta millones precedían esta súbita muerte,
y eran pobres, mendigos, claudicantes,
señores, obreros y poetas;
resortes de ciudad en la mañana,
palanca de las horas venideras,
centrífugas del mal, del bien, del hambre,
del sol de fiesta, de la noche y luna.
Rociados de tormentos, de alegrías.
De días, días, días
segados en la luz de un fogonazo,
tronchados por los bárbados del aire,
cortados por los monstruos de occidente
donde vive Walt Whitman perseguido,
donde escapa la vida de Sandino,
donde Aguirre convoca a sus hermanos
porque lo van a matar su puño en alto.

Oh, América;
de ti partió esta muerte.
Aquel pobre muchacho dirigía
el rumbo de su avión hacia el oriente.
Aquel pobre muchacho pensó en su traje a cuadros,
en su corbata a rombos tricolores,
en su heladera a plazos,
y dejó sus recuerdos para mirar el cielo
que se cubrió de sangre
con la sangre de doscientos ochenta mil muertos.
Compañeros, doscientos ochenta mil murieron
y el muchacho sonrió,
¡pobre muchacho!

Antes recordaban sus muertos con más muertos
y ahora ponen en sus tumbas una muñeca de arcilla;
pero este seis de agosto
doscientas ochenta mil muñecas desataron sus vidas,
y sin amarras
poblaron todo el cielo con sus alas.
Una gigantesca muñeca de arcilla
donde nació esta muerte aterrando a los vientos,
y un llanto, un rezo, una plegaria,
por los que vieron cabalgando a la muerte
en el aire y de mañana.

Mientras tanto,
catorce signos dicen:
�dormid tranquilos,
el error no volverá a repetirse�.
Doscientos ochenta mil muertos, compañeros,
y dicen: fue un error,
piden disculpas,
no volverán a hacerlo.
Pero estos doscientos ochenta mil muertos
andan por las calles
y golpean las puertas de los pueblos,
y gritan, y lloran, y claman: defendednos,
defended nuestros hijos, nuestras casas,
defended el cielo que veíamos,
el aire a que aspirábamos,
la paz,
esa paz a la que ya llegábamos.

Fue el seis de agosto en la mañana
y doscientos ochenta mil muertos
rebasaron la esclusa de los cielos,
doscientos ochenta mil muertos
componen doscientos ochenta mil lamentos,
doscientos ochenta mil muertos,
¡doscientos ochenta mil muertos!

El Japón,
aquel lejano archipiélago,
despertó a nuestros ojos
como un huracanado piélago de muertos.
El Japón,
aquella angustia vieja por nadie conocida,
nos descubrió su vida
con sus muertos.
El Japón,
sólo un grupo de Tojos, fetiches y asesinos,
nos descubrió su pueblo
con sus muertos.
Y ahora dicen: fue un error,
piden disculpas,
no volverán a hacerlo.

Que recuerden los pueblos de la tierra.
Que recuerde París,
que sus calles transitadas por mis sueños
no vean la muerte.
Recuerda Roma,
que tus siglos tuteándose en la gloria
no vean la muerte.
Recuerden Pakistán, Malasia y Bombay,
que vuestros nombres aún cubiertos en mis ojos por leyendas
no vean la muerte.
Recuerda Londres,
que tus plazas cuidadas por leones salvados por la guerra
no vean la muerte.
Recuerda Stalingrado,
que el amor por ti salvado
no vea la muerte.
Recuerden Oslo, Sofía, México y Río,
que vuestros niños tomados en las rondas
no vean la muerte.

Recuerden Madagascar, Santiago, Pekín, Buenos Aires,
que vuestros ojos mezclados en la espera
no vean la muerte.
Recuerda Madrid,
recuerda porque todos te recuerdan.
Y tú, mi Córdoba recuerda,
que no quiero que veas la muerte.
Recuerden todos:
tú, madre mía que crees en tu hijo,
y tú, mi hermano enamorado,
y tú, amigo de mis venas,
y tú, compañero que nunca he traicionado.
Recuerden, recuerden, recuerden�

Fue en Hiroshima,
un seis de agosto de hace siete años;
y doscientos ochenta mil muertos
por el aire de su última mañana,
rebasaron la esclusa de los cielos con sus alas.

(De �Elegía y gloria�, 1958)

Hiroshima, A. P. (6 de agosto de 1952). En el lugar de la explosión�
el alcalde se inclinó ante el monumento que es una réplica, muy aumentada,
de una muñeda de arcilla�
Sobre el monumento el escultor ha grabado 14 caracteres japoneses cuyo
significado es el siguiente: �Dormid tranquilos, el error no volverá a repetirse�.

13

13

Te aseguro que estoy tan realmente metido
en mis esfuerzos cotidianos,
que me olvido del cosmos cuando lloro;
pero salgo.
Me siento como entonces sobre el mundo y canto,
de manera tan potente,
que se asustan los astros porque creen
que he da salir del mundo caminando,
pero vuelvo.
Y así voy,
de ostracismos de llantos a barbarie de altura.
He estado triste, volveré a estarlo.
Hoy estoy desaforado.

1958

Vamos por corredores, por paredes manchadas,
por llanto, por crepúsculo, por lodo.
Por entre muertos vamos pisando manos,
pies, cuerpos partidos en mitad de su luna.
Nuestra infancia allá lejos
grita porque la alcemos,
pero nos pesan tanto los años que llevamos .
por entre muertos vamos.
Nos asustan las luces y las sombras,
nos alegran las sombras y las luces.
Vamos por entre dudas, por entre odios vamos.
El tiempo está vencido,
rodeado de embusteros tenebrosos,
de penumbras de cuentos, de palabras.
Vamos por dentelladas
saltando entre los dientes de la fiera,
ahuecando las manos porque la vida caiga
y aprisionar al pecho un corazón en beso.
Por entre muertos vamos,
sucios los pies, el alma con las manos sucias,
la piel curtida, la savia sin oriente.
A lodo vamos, a impotencia los puños en las piedras,
la locura marchando a paso de ganso en la cabeza.
Por entre muertos vamos, por pueblos masacrados,
por dominios, sistemas que cada día encierran
un nuevo grillo en una nueva trampa,
una nueva cadena en torno a las muñecas.
Vamos desorientados, enloquecidos, tontos:
las azadas trabajan un orbe de sepulcros.
Por entre muertos vamos, sin olvido, sin pausa;
por eso cuando suenan las flautas,
cuando el tambor golpea, cuando el clarín nos llama,
cuando dioses, consignas, voces desorbitadas: tememos,
es la muerte terrible la que llama.
Yo no quiero encerrarme en una caja ciega,
yo no quiero envolverme en el olvido sordo,
pero entre muertos vamos,
entre dolor sin fondo convertido en rutina,
entre mundos borrados con el codo
mientras las manos sueñan�

(De �Arras para otra boda� �1958�, 1964)

24

Ya está serio y seguramente confundido
siguiendo viejas huellas.
Ahora todo vuelve a comenzar para el viajero
en la alta noche que gira y gira y gira.
Pero él está sumiso y grave,
sin su sueño gigante de bolsas de dinero,
ni su manía de mujeres jóvenes
que se iban llevándose sus trastos lastimosos
de semi-viudo y abandonado inconsolable.

Murió el fotógrafo que fijó en cartones
mi inagen juvenil, entre tifones de imprecaciones
a Dios y a las mujeres; está en la muerte,
ojalá allí encuentre
el sueño que ya aquí no le llamaba.

33
RUEGO PARA AGUSTÍN MEAULNES

Arrebatarme quiero de los brazos de hierro,
de pensar cada paso y no darlo,
de sentir la ternura deshecha
rodando como un vaso.
Tú, Agustín, que vives entre helechos y ráfagas,
tú que transitas ojos inconmensurablemente abiertos,
tú que cierras y abres la mano sin haber tomado nada
pero sintiendo entre los dedos y en la palma una extrañeza,
una nostalgia que te obliga a volver,
que te acusa de no haber sido lo suficientemente rápido,
inteligente, sensible.
Tú, Agustín, que no sabemos si tienes a jirones el corazón,
si vistes tus sueños de harapos como los mendigos
para que nadie les pida nada,
si has trizado tus manos como el polvo
para estar en toda partes y en ninguna:
ten lástima de nuestras búsquedas
y haz descender sobre nosotros
el vino de los oficiantes y la autora de las aproximaciones.
Abre tus brazos,
seca nuestras lágrimas con el viento de tus incursiones,
con las hojas que se trasladan a tu paso,
y ampáranos.

(De “Elegía y gloria” -Cantos de la espera- 1958)

3

PARA VINCENT VAN GOGH

I

¿Qué puede Vincent contra nosotros la vida,
y qué puede la muerte que burlamos
hasta desconsolarla?
Mas cuando ella llora,
y por no verla llorar,
nos pegamos un tiro ese momento.
Tan sólo que luego tu dormitorio en Arles, Vincent,
que es mi coraza,
quedará solo como un cuadro,
como una foto,
como un recuerdo.
Yo lo amo más que a la noche estrellada,
y aún más que a las barquitas de Saintes-Maries.
En esta pieza se inventa el sueño de la noche
y se enlaza la huida de las barcas por los cuernos,
hasta que derraman estrellas como tizones
y flores como heridas.
La manta roja y la amohada de plumas.
¿Oyes, Vincent, cómo trabajo tu nombre
lentamente en este insomnio,
cuando aún mis 23 años
no tienen ni una noche?
Yo, tú sabes, pondría mis libros bajo la mesa
y usaría tu valija que está bajo la cama;
en la pared del árbol colgaría el retrato de mi padre,
y a su izquierda, tu dormitorio en Arles.
Pintaría tu nombre en las esquinas
y un poema escrito a lápiz.
Yo te diría cosas,
y tú pondrías en la tela lo que el pudor me calla.
Asomados a la ventana nos veníamos hacia mí,
en este cuarto que comparto en Buenos Aires,
y soñábamos con Córdoba,
con el poema como un soplo de mundo que alimento
y con el dormitorio de Vincent Van Gogh en Arles.

II

A la boca del jardín público alguien lee el diario.
Los que caminan por los paseos nos aman sin saberlo.
El parroquiano del café nos ignora porque no lo miramos.
Luego vuelvo a la pieza.
Me canso de las estrellas que reflejo en el cielo
y de que ellas, después, me trepanen los huesos.
Y vuelvo a la pieza.
A veces me canso de mirarme y pienso en Théo.
Pero vuelvo a la pieza.
A la izquierda pondría el dormitorio de Vincent Van Gogh
y en él, a la izquierda, en Arles
el dormitorio de Vincent Van Gogh en Arles;
correría el espejo a la derecha,
y tendría otra vez el dormitorio de Vincent Van Gogh en
Arles.
A ti te contaría cuentos
impúdicamente le hablaría de caperucita roja,
de la cenicienta
y de los siete enanos que bailan en mis ojos.
Te diría mis versos minuto a minuto y sangre a sangre.
Te diría: entiendes?
y tomaríamos un café con leche.
Allí te daría este poema,
y tú me regalarías
el dormitorio de Vincent Van Gogh en Arles.

Luego, del brazo,
visitaríamos la tumba donde descanso yo
y tú leerías:
Ici repose
VINCENT VAN GOGH
1853 — 1890
Pondrías un cielo azul sobre la lápida
y nos iríamos a fotografiar juntos
a la cascada del zoológico.
Yo te pedía mi retrato
y tú pintabas �el poeta�,
y cuando aún mis 23 años
no tenían ni una noche,
de puro triste,
te hacía este poema.

8

La luna del manantial
que tiñe el berro de rojo,
está llorando.
La noche,
hace un boquete de luz
por mirarla.

(De �Elegía y gloria� �Amor� 1958)

8

Extraño modo de andar entre fusiles
este mi modo de reír de todo.
Extraño modo y sin cambiar de tono
pasar al llanto cruel.

Toda la pena ajena merece una gran cura
y la mía merece que en poemas
toda la pena azul se trueque un día.

La pena porque sí no es mi locura,
ni me apasiona ni me da el aliento
para andar con la pena de postura.
Mi pena deber ser aprovechada,
volcada en un poema o en un grito
que revele mi alma y la deshaga
en lluvia, que atormente al infinito.

Por eso cuanto peno dejo escrito,
y vacío me voy, mas no contento.

11

Un tiempo fraternal, humanamente,
sin hongo, sin jaquet y sin cadena,
vendrá tras estos llantos y estas penas.
Y un aire conocido y hermanado
a otro aire que presienten estas venas,
del aire le hablará.

Mondo y lirondo, acicalado espíritu,
imperturbable el ceño.
Silbando llegará despreocupado,
raído el pantalón en desaliño,
el saco sin botones
cubriendo un corazón de armiño,
el tiempo que yo aguardo en mi escollera
cansado de esperar,
ronco de pena,
pero firme, apostólico y seguro.

* Nació en Córdoba.

III

Grande como es la tarea de vivir
y nadie que la viva.
Hondo como es el ojo y tan vacío.
Serio como es mirar y no ver nada.
No desfallezcas corazón
y continúa golpeando esta mañana.

LAS INICIALES DEL AMOR

SOLEDAD
de la primera boda con Dios.
Angustia lejana como un eco
que instalada en la carne conmueve las palabras
y echa un temblor de hoja azotada al cuerpo.
Una cuerda de acero nos recorre los huesos
y la agitan con fuerza en la boca del túnel
el no saber a un costado y el saber al otro.

Tendré que calafatear mis naves nuevamente,
tendré que hacerme a la mar.
Esta tierra vacía estallará en pedazos.
Hay que barrer las dudas
y llenar las tinajas con las voces del canto.
Una guitarra habemos de guardar
para añorar el terruño por las noches,
una fotografía de nuestra alma de niños,
y lo demás, el sortilegio, el duende,
nos encontrarán en cualquier parte,
al final de la gruta del diablo
o en las esquinas de las aguas del cielo.
Sólo que no hay que temer,
repito: no hay que temer,
el temblor tiene que irse al fondo de los mares
y allí pudrirse y desaparecer
en el gran viento submarino.
Tenemos que aprender la libertad
como se aprende un rezo
tenemos que creer en ella,
hablar a partir de ella
y al timonel que agosta los racimos
y agua al vino,
matarlo,
destruirlo,
aventarlo en la arena del vértigo y que arda!
¡Ah cuánto cuesta aprender a usar
el traje de la sinceridad en cada día!
¡Cuánto cuesta ser fiel a la verdad
de nuestra íntima condición de hombres!
Salid monstruos,
fieras cebadas de la mesa tendida
y el beso a la hora exacta,
bestias que pastan su sapiencia
sobre los cadáveres frustrados
de mil generaciones.
¡Todos los caminos son hermosos!
No hay rutas vedadas
para el que se asume integralmente
y parte en busca del conocimiento.
No me toquéis manos de cementerio,
lenguas untadas en dulce,
mentirosas.
Odio la experiencia,
que no me instruya nadie en los peligros que corro.
Odio los recuerdos.
El mundo empieza cada mañana.
El ayer es una ficción.
Sólo los días por llegar viven en la esperanza
y son como una gran bandera
que hay que ir desplegando sin reposo
hasta más allá de las estrellas.
No soy optimista,
la palabra es creo
creo en Dios padre todopoderoso
que construyo día a día.
Creo en la magia y en lo misterioso
porque conmigo están desde el primer latido.
No temo nada.
¡Quiero no temer nada!
Y al dragón que se ponga de espaldas a la luz
para cerrarme el camino,
¡le abriré la cabeza!
Pero no son ellos quienes me cierran el paso,
son manteles limpios,
sábanas de hilo
y la seguridad de mi pan cotidiano.
¡Ojalá fueran monstruos o hidras del acaso!
Ojalá estuviera en los dados ventura y desventura
y todo fuera cuestión de arrojarlos.
Mundo que te me has metido como una astilla bajo la piel.
Palabras que me van rodeando con su sonsonete manoseado.
¿Hay que cerrar los ojos
o abrirlos con las uñas a dos manos?
Hay que embestir
o el estallido de la tierra nos seguirá al infierno,
sonando.

Sólo esta hora de soledad me ha concedido Dios;
me han dado visiones y luces para ordenar el rumbo.
No hay más bodas con Dios que la primera,
si la dejo pasar,
al volver el rostro ya habré encanecido,
no sabré nunca en qué se fue mi vida,
entonces tendré recuerdos:
ágiles palabras de empleado de rutina,
corteses respuestas de amanuense y de hortera,
seguridad de comerciante,
aplomo de millonario.
Entonces ya no sabré.
Entonces estas palabras serán para mí oscuras.
Entonces la verdad será mi verdad
y la sabiduría mi conocimiento.
Entonces sabré todas las cosas
y ni una sola angustia
me sorprenderá royendo el ruedo de la noche.
Y mi sangre será un arroyo apacible
y mis problemas serán terribles pero superables,
tendré una sonrisa renovada cada día
y sabré más que los poetas
porque pisaré fuerte sobre la tierra,
y en el recodo de los años
pensaré que no he vivido en vano.
Escucha Dios, no te vayas.
Dame fuerzas para vivir como debo vivir,
ahuyenta el miedo de mi pecho
como ahuyentaste a los que traicionaban su especie
de la puerta del templo.
¡Exijo que te quedes porque te necesito!
La azada de la muerte no es grande para mis brazos
yo también puedo segar a los míos
y avanzar sobre sus cadáveres.
Pero no me llamo la guerra
ni la peste
ni la desorientación
ni el arrepentimiento,
me llamo el Poeta
y aunque no soy pastor angélico
y mi memoria es de este tiempo,
un violento deseo de eternidad aguijonea mis huesos.
Soy el poeta.
Soy tu igual. Nunca me he olvidado de ti.
Te llamas Homero, Jesús, Buda,
la palabra vela sobre el mundo
y velará por todos los siglos de los siglos.
No soy más que lo que eres,
si estás en mi,
muerde con tanta fuerza mis huesos
que yo pueda ser digno de servirla!
Ella fue el principio y ella será el fin,
sé adónde va y de dónde viene,
vivo al acecho, como al acecho,
duermo acechando esa voz que reclamo.
Andaré, Dios,
viviré para verte a mi lado,
escalaré la frente de siglos
y hablaremos entonces por toda la eternidad!
Y mis palabras serán fuertes como el trueno
y leves como las primeras gotas
de una lluvia soñada
y mis brazos serán el iris de la tarde
y el vapor de los ríos,
integrado estaré a las cosas que andan
por su derecho en la tierra
y ni el ay más lejano me será ajeno
y el perfume del campo será también el mío.
Cada partícula del aire
será parienta de mi especie
y mis ojos verán desde todos los ojos
y desde las hojas de los paraísos.
Será el grande amor,
el poderoso amor,
aquel que no se borra
ni cuando todo el aire es un solo acero hiriente.
Ahora he hablado,
he salido de mí para remar por mis palabras.
Y las palabras han formado un río
y he ascendido por ellas hasta todos los mares.
Las palabras que digo todo lo curan
�son la suprema medicina�
cierran heridas y ponen alas a mi cuerpo.
Las palabras que digo son más buenas que yo mismo
y no puedo abarcarlas.
Me llenan y me desbordan
y forman a mi alrededor un halo mágico
donde soy indestructible.
Ellas me defienden.
Tienen mi rostro y mis manos
y son más fuertes y mejores
porque son el último sueño de la carne
y su prolongación hasta el Dios que habita en ellas.
Si las discordias de los hombres son diferencias de lenguaje,
la armonía es la misma palabra enamorada.
Mi destino es obligar al amor
como el del rosal dar sus flores.
Estoy obligado a encerrar en mis voces
a todos los hombres del mundo,
estoy obligado a decir mis palabras
para que así como me protegen,
rodeen y protejan a todo lo que vive.
No quiero ni me importa la gloria empapelada,
ni que se sepa mi nombre ni el color de mis ojos,
mi ambición es más vasta,
mi deseo más hondo que todos los deseos,
mi vanidad terrible no se contenta con nada:
quiero salvar al hombre,
elevarlo sobre las ferias y las plazas,
sacarlo de sus casas y las fábricas
y como el flautista llevarlos,
no a ahogarse en los ríos,
sino a purificarse y salvarse en las aguas del amor.
Por eso Homero, Jesús, Buda, no son nombres que venero,
son mis compañeros de lucha, mis dulces hermanos de pelea.
Conozco sus flaquezas porque son mis flaquezas,
sé que la hermosura de sus rostros no está en sus rostros
y que sus manos no terminan en ellas.

He comenzado a salvarme porque me he reconocido.
Pero no basta que me salve,
es necesario que se salve el hombre.
Las voces de lo ruin,
se han eslabonado como los aceros de las cadenas,
pero basta una sola palabra arrojada a su tiempo
para que salten las vértebras que las tienen unidas.
Hay millones de cuevas, depósitos innumerables,
las hormigas se mueven como si ese traer pajas
fuera el destino para siempre.
Allí va el grillo cantor sonando fuerte su violín
y es por todos despreciado.
Pero él es el héroe,
el oscuro héroe de la geografía,
él ha construido la tierra,
él ha poblado los aromos,
él ha forjado el cielo.
Sus hermanos son las bestias inocentes,
la flora,
los niños.
Tiene más poder porque él es el poder,
porque él crea el poder;
tiene más fuerza porque él es la fuerza
y el padre de la fuerza.
Nadie sabe dónde pasa el invierno
pero al salir al aire de la primavera
se le encuentra de nuevo en los caminos.

No hay más bodas con Dios que la primera.
En la soledad de la primera boda con Dios,
me he casado por siempre con su gloria.
Soy indestructible
porque soy el adjudicador de la vida.
Soy humilde
porque soy todopoderoso.
En cada pliegue de mis vísceras,
los enanitos de la eternidad
trabajan el fuego de la eternidad.
He tenido visiones de cielo e infierno
y por mi boca han hablado los ángeles redentores.
He trabajado mi canto toda la larga noche
y el alba ha sorprendido mis cabellos revueltos.
Soy el ser ambicioso con que el hombre
ha pisado la tierra y hecho historia.
Me proclamo de estirpe de guerreros
y del tronco invencible de los sabios,
oscuro, en el silencio de mi pieza
soy las patrias, los héroes y sus cantos
y en las noches solemnes de los astros
yo dispongo del cielo y sus milagros.

Y que ahora la música del mundo,
no ahogue las palabras de mi canto.

(De �Arras para otra boda� �Las iniciales del amor�, 1964)

MIGUEL

Señor de los ejércitos de plomo,
rey de pluma
liviana maravilla.
Mi capitán austero,
mi solitario goce,
hijo de toda mi alma.

Cuando el clarín se escuche
que tú le escuches.
Cuando el pífano suene
que tú le suenes.
Cuando la guerra truene
que tú la acalles.

Que todo cante en tu redor.
Que todo anuncie el esplendor.
Que todo viva.

Si pierde el mundo la cabeza
tú ya la pierdes.
Si se recobra
tú la recobres.
Y si tiemblan que tiembles.
No te quiero Polifemo,
hombre entre hombres, Miguel,
mi señor, mi compañero.

(De �Arras para otra boda� �Córdoba�, 1965)

PARA SOÑAR

Para soñar te quiero, fe;
para estar en la tierra como en el agua,
y en el sol y en las praderas
estando como si nada.

Para tener los ojos limpios
y las manos confiadas.

Para reír te quiero.
Para decir moviendo la cabeza, sí o no, despreocupada.
Para alzar la mano en el tumulto con cinco dedos altos,
como una cosa celestial, alada.

Para silbar componiendo el nudo de mi corbata.
Para escalar los picos de las montañas.
Para mirar la luna por la mañana.

14

Me estimo como el más fuerte,
pues de tan hondos dolores acometido me veo,
y sigo diciendo al cabo: vivo y creo.

Toda el agua que yo bebo
no alcanza a mojarme el labio,
y el corazón, que es más sabio,
ni en el mar halla consuelo.

¿Y qué haré con esta vida
que en desventuras no cesa,
y que reír aún no sabe
y que vivir aún no empieza?

Si fuera más liviana la trama de mi corazón
se hubiera roto ya;
si menos poderosa
de muerte me vestía.

Me estimo como el más fuerte,
pues de tan hondos dolores acometido me veo,
y sigo diciendo al cabo: vivo y creo.

18

Estoy lejos de mí. Cae la lluvia.
El rayo enciende un paisaje de tibieza
y arrulla la tormenta.

Crece el sordo rumor
y sobre el techo de mi pieza
tres mil tambores baten
fantasmas, en mi ausencia.

Pienso en la lluvia,
en mi padre que no creía en ella
y se burlaba en su presencia,
en el día que llegue cuando muera
y sin mí, como ahora, llueva y llueva.

(De “Elegía y gloria” -Cantos de la espera- 1958)

POEMA 10

¡Tantas veces me siento ante el papel vacío
y me levanto luego disconforme y airado!
Pero vuelta a seguir. Es vanidad, me digo,
vanidad solamente. Y lo escribo.

(De �Las estaciones de Antonio�, 1973)

POEMA 3

Y las niñas románticas
que piensan enamorados de ojos azules
abstraídos entre las flores del cantero,
buscando en los recodos viejos silfos,
ellas creen que aún hay gente como yo
sobre la tierra.

POEMA 6

Volar y volar tan alto como se pueda volar
ascender loma tras loma los cerros del buen soñar
caminar a la ventura como barca en alta mar
y de la vida y del hombre no hablar demasiado mal.

QUIERO LLORAR

Por los poetas que nadie ha conocido,
por los que derramaron sus canciones al azar,
por los que un día zarparon para el nunca jamás.

Por quienes bajo los cuatro soles
esperaron lo que espero,
por aquellos que mañana esperarán,
por los que ahuyentaron sus cuerpos del combate,
y por los que aún luchan, quiero llorar.

Por mi estatura de hombre a todo trance,
por el desdoblamiento de mi dolor,
por mi rostro llorando,
por la injusticia de haber nacido antes
del siglo sin dolor;
hoy,
y en este tamaño de mi poema:
quiero llorar.

VI

Para Ana María

Troncharon una palmera
bajo la luna dorada.

Amarillos sus cabellos,
su oculta frente cansada.
¡Pobre palmera tronchada!
El duelo de las palmeras
tiraba noche a la cara.
La tierra, desde la vida,
no creía y le miraba.

Tan triste me sentí al verle
que me entró su muerte verde
y se me durmió en el alma.

VIII

La noche se ha cobijado como una niña en mis ojos
y las desiertas palmeras duermen sueños de palmeras
donde se trepan los monos.
Estoy sentado en un barco oyendo el correr del agua,
bajo la tierra y el cielo, el alma corre y se apaga.
La vida sueña y de su sueño salen ríos,
praderas donde vivir, ciudades; cuerdos y locos.
Yo pienso en lo que vendrá
y en la niebla no distingo si son brillos de verdad
o son las luces de un foco.
La noche se me ha dormido como una niña en los ojos.

X

El camino verde-gris
las casas a la distancia
chatitas como tres naipes
perdidos de la baraja.

¿Quién vivirá en ellas, Dios?
¿Qué será lo que les pasa?
El mundo que duelo yo,
¿qué diapasón, qué nostalgia?

¿Cómo será allí el pregón
de la guerra a la distancia?
¿Qué pensarán de nosotros
los del camino que pasa?

Yo llevo en el corazón
tres casitas de barajas,
un juego que no se dio,
y siempre pasa que pasa�

XIV

Gatos del sol por el borde del sol.
Pulgas del mar por la orilla del mar.
Gentes de Dios, cerca de Dios, sin llegar�

XVII

Un poema como una rosa y todo el mundo adentro.
Un poema como una mujer hermosa y todo el mundo adentro.
Un poema como un tibio sol de otoño y nosotros contentos.

XVIII

Sin respiro, a trechos sofocado,
sin cesar voy cargado
de angustias en acecho.
Sin nada,
sólo con lo que siento,
voy subiendo las cuestas del alma,
sus repechos.
Seguro,
casi ciego de futuro,
voy a llegar al sol
y acostarme en su lecho.

XXI

Quién sabe dónde andarán
los sueños del 3 de marzo
los días que ya pasaron
y la juventud del canto.

Dónde andará el corazón
que se elevaba del cuerpo
para andar como un señor
por entre gritos y vientos.

Se fue el ayer, ya se irá
el hoy, todo se irá;
¡trabaja amor, mientras tanto!

(De �Arras para otra boda� �Pequeños poemas�, 1964)