AZCONA CRANWELL, ELIZABETH
A UN POETA

El amigo del amor reparte actos
agita su bandera encendiendo jirones en los candiles
claros,
se dice, se proclama primer habitador del misterio del
mundo.

El acaricia mujeres como largos vasos de alcoholes
oscuros,
conjura ríos que anticipan un mar cálidamente
posible,
antiguos bosques ácidos que terminan de día,
casas color de lluvia y de tabaco.

Y mis ojos lo niegan y lo invitan a los gestos primeros,
mi tiempo le esperanza la voz, le enloquece las manos
y yo aprendo a saludar su avidez
a conocer por fin al dios menor que adora en su lecho.

BALADA DEL SUBSUELO

Ya diluvió la vida muchas veces
la piel como ceniza de otro mundo
insolencia de lluvia que enmudece más lejos
que la avidez terrestre.
Y los blues tan nocturnos
en los atardeceres de Chicago
si un domingo desierto te amenazan
los rascacielos de soledad y ruina?
El lago se ponía como gris
para conversaciones en que nada es la nada
donde nada resiste este andar afiebrado
por Wallace Street, el market y las noches.

La voz negra, mendiga, que transforma en
sustancia de olvido
el saxo solo de la calle East River
y en Harlem hay quien trueca su color y su miedo
por una borrachera de marino
violácea como junio.

Por qué la madrugada se decide en el sur
y hay un tono de sur en la mirada
si el azul es color
apenas porque el gris le fue distante?

Si, Vietnam, sí raza perseguida
con el no suplicante al fondo de la voz
sí alineación de barro clausurada
por la avidez alerta y el acecho.
Cuando el alma y la tierra se equivocan
repetimos preguntas en un codo del río
– la luz es como un río si se muere temprano-

¿Cuál es tu reino, tu día, tu poema
como un acre rocío de palabras?
Oh desterrada, te has perdido en el filo de tu oficio
sobre la niebla baja en la mirada de tu amante.

¿Qué es esta visión de fuego
que pulveriza a un ángel en terrazas de plomo
si Sutton Place bosteza su cobre luminoso?

Es el viento asesino
las mariposas como estrellas muertas
en aquel parabrisas que vuela hacia Vermont
son un error del sol en añicos suspensos
y Vietnam y Vietnam en la sombra,
opacidad de polvo, centella subterránea.
Pero soy yo, mi vida y esta llama minúscula de amor
confiada a cierto hablar de permanencia.

Todas las cosas tiemblan cuando aprenden el ritmo
de la luz
un pájaro ha temblado
sus sueños se han vuelto peligrosos
de tanto invierno nuevo.
Mi amante con sus ojos que recuerdan el Caspio
me habla de cosas como el sol, las lilas
una calle se duerme innominada
en su idioma de azul extranjería.
Las mariposas duermen en el viaje a Vermont
tal vez alguna supo que una flor le era única
y que al tocarla estaba el infinito.
Hay una sola piel que duele entre fuego y resina
se sigue la liturgia del jazz en pasos extraviados
que juntan Market Street, el baldío y el cielo
y esa venta del alma por una bocanada de calor
caprichoso.

Y ya hemos madurado
sabemos de la mesa solitaria aunque el amor tan nuevo
se rebele
decir que allá en Vietnam las noches tienen espalda
de neblina

decir, ah si, decir que el aullido guarda color de tierra
en sus orígenes
decirse forastero con colores de pozo en el silencio
y saber que la tierra nos resguarda con un poco de
noche.

Después, nos beberemos cada uno el amor que nos toca
alguna flor quizá nos acompañe
la tierra nos dirá que ya es bastante
algunas noches juntos para llevarse a cuestas por
la herida.

-Pero Vietnam y Wall Street y el tiempo que nos une
y el único destino fantasma entre dos culpas-
No hablar de mariposas en un vidrio cualquiera
vale más la pisada perdida que un pájaro de invierno
en la ventana
que un combate de brasas en el atontado corazón.

Tu amante te ha traído su amor desde tan lejos
m�s lejos que Vietnam y que los muertos nuevos
en la sombra.
El cielo imaginado en leña vieja como el color de
infancia
no es más que este vacío cruzado por estrellas
psicodélicas
y este fuego que incendia sus raíces
sin una noche para sus designios.

Canta el color del aire respirado entre lisérgico y
abedules
ansioso por los dioses de otros mundos.

Nuestra unión, tan pequeña como el sol en la tarde
nuestro nombre extranjero en el fierro tan crudo
que dibujan los pájaros.
¿Es verdad que en Vietnam los cielos truenan otro
nombre en cenizas
es verdad que los niños lavan su sol en barro y en
gritos sin destino?

Mi amor sonríe sobre Broadway Street
y piensa en la montaña que amamos y en la risa.
El tiempo no se acerca al espacio
Vietnam aparte, tempestad y silencio.
Otro dolor nos cuenta la oscuridad caída
desde su cielo ajeno.
Los ojos del mar Caspio son la verdad ausente
y allí baja la niebla con su viaje desnudo.

El salmo del subsuelo disemina las voces
la mutación refleja de las cosas del mundo
yo sé que estoy aquí, que me pierdo, que amo.

CANTO SECRETO O RENDICIÓN DE ELECTRA

Padre:
fatiga ya este oficio asaltante de cenizas
custodio de tinieblas
porque el amor es cosa de este mundo
y el duelo es demasiado largo.
Mi espasmo sofocado
reverencia la estrella de la tarde
pero nadie descifra sus anuncios de fuego.
La tierra es lo que es y el agua lo que dura
el aire y todo eso que te aleja
sin que nadie me traiga
la imperiosa sustancia de tu cuerpo.

Armo un sagaz olvido para lo invulnerable
soy lugar de la tierra que padece las aguas
donde un viejo naufragio resplandece
esclavizando a fuego de memoria
envenenando el aire donde otros
te respiran la muerte con holgura.

La palabra de amor
me asedia desde adentro
nadie mide su altura impenetrable.

Pero las leyes del retorno
tan sólo a mí me fueron reveladas.
El templo era una llama
partia un humo largo de las hojas
se inmolaba algún claro anima lleno de bosque.

¿Qué escondía la luz
con qué gesto de augurio se crispaban las cosas?
La curva del oráculo
vaticinó las señas del apego más hondo
aquel amor sin pactos
que me nombró la ausente de esta tierra.

�No busques a lo lejos, mujer, quien te posea
el designio es amar lo más cercano
un océano próximo que te ceda el secreto de sus
aguas�.

Juicio de la memoria
confabula tenaz que mutiló ni amor por lo distante.
Nunca fui ajena de mi propio origen
porque hacia allí es más líquida la noche
y el abrazo que acecho tiene la forma de mi vida.

Estoy cavada en tu silencio, en tu vieja sonrisa
en el tiempo de las quietas arenas
de gravísimos besos sin custodia
el mundo se olvidaba la gracia en las historias de tu voz
tu reino destellaba en los cirios y las caras mutables
y toda mi fiesta niña danzaba en el haz de tu risa.

Si alguna vez, siquiera, otro me hubiese sometido
como el oro o el vino mi beso lograría
reír o condenar.

Pero el peso del sino que bajó hasta mi alma
tiñó de tus raíces los frutos ásperos de mi corazón
y tanto imperó en mí tu costumbre cercana
que sólo fui un rehén de mi belleza.

Dónde estás, dónde hallarte
en la región secreta que el mundo no maldice?
Agonicé mil veces la pregunta
pero esta vez enmudeció el oráculo.
No hay piedad, no hay respuesta
para un amor desnudo que se oculta
no hay concilio para los asesinos de la realidad
aunque el pecado asista por mandato secreto
y sea blanco y bello como una brusca espada.

De qué he de ser culpable
por qué no rompe el mundo
su irreverencia por mi amor de sola?

Acato mi designo de vengarte
nada me importa el crimen ni la sangre
acepto ser el arma, tejer tu nueva ley
establecer el tema de tu muerte.

Me rindo a la venganza
he de ser de la culpa como soy del amor.

Así conoceré el lugar sacrificial, el filo que me acusa
¿será tal la condena que me libre de amarte?

La pregunta se ahueca en un acre murmullo
el mundo es una triste palabra sin respuesta.

CITA

La amazona de arcoiris y muerte se hundió de amor
en el lago sombrío.
Cada noche sin luna, su caballo remonta una viudez
de estrellas
para beber del agua que la abriga.

DE LA ERA DE PISCIS A LA ERA DE ACUARIO

A Héctor Hugo Coda

El mundo hizo girar sus vandálicas huestes y no
entendimos los desplazamientos. Una sordidez
quedó fuera de nuestro medio y nuestro hablar.

Y sin embargo: oye cómo el canto te agita. Oye
como la novedad del siglo te cambia aire tras aire
y te respira con las intermitencias del vacío. ¿Qué
guardas para tu memoria? Quieres sacar a flote
tu nueva permanencia para entender los ruidos
y mudanzas del cielo.

Ahora sí ¿qué noche vendrá desde los astros? Ya se
han puesto de acuerdo los nombres de la nada.
¿Y cuándo tu camino se enredó en las raíces?
¿Quién lentifica las transmutaciones de esta materia
indómita, de este secreto ser que se quiere
nombrarle, nominado después de cualquier cambio?

También tu nombre se agita por permanecer, por
ser hablado, por escucharse. Tu nombre va a
decirse entre cambios de oxígeno y de piel. Tus
ojos quieren la llama perdurable aún con la visión
de campos arrasados: los poseen, intentan
apropiárselos aunque los miren devastarse.

Has estado solo cierto tiempo frente a tu condición de
ser que va a morir. Has preguntado cosas a los
naipes, te has vuelto a los planetas pretendiendo
tocarlos con tu inventado personaje. Colgada de
tu cuello luce tu hoja de ruta, el nombre de tus
convidados ebrios por tu vino de imán y tus
costumbres. Ya sabes la palabra que dividió los
pueblos y las razas para encontrar aquello disputado
entre poder y guerra. Su afán de componerse
un lugar dadivoso, de abundancia y calor.

Tristes negociaciones de frac y de vuelos suntuarios.
Hoy ceden su lenguaje armado por señales.
Ausentes componedores de la tierra, altos justificantes
de las desgracias de los otros. �El mal es necesario�
-dicen en transportes de alcohol y apremio
mediador. Ya se ha pactado con la vida, navegan
seres el espacio azul. Se ha pactado con líquidos
sangrientos que sólo se doblegan a quien vende
o sucumbe.

Si trajimos de algún sitio perdido todo este nuevo
preguntar, si aceptamos que todo absurdo trae
una pequeña llama para alumbrar esta conducta
inextricable, si sostenemos que el amor es poco,
poca la luz, estallaremos en órbitas gigantes para
representarnos el dolor de vivir.

Vivir porque hay un sol que en el diario saludo se
vuelve lumbre, porque la noche abriga y el
páramo seduce en su incontaminada claridad.

Si es que habitamos nuestro propio destierro, si
halláramos un haz de soledad, una pequeña celda
de dulzura y apenas un reflejo de vela para el
coloquio audaz con cada uno de los momentos
que dejamos. Si demoramos pensando en otro
tiempo y en brasas alejadas que saben nuestra
voz, porque nos conocieron cuando aún no
podíamos hablar, en una infancia que se asomaba
al mundo para prometerle más grandeza.

Rezaremos el nombre de los padres y el nombre de
los padres de los padres. Y todos esos padres que
aguardaron para que el sol pudiera celebrarse. Y
si se pierde el nombre ya es tan poco. Y si se
pierde esa ración de amor que no perdurará, que
volverá a la tierra en la gota de lluvia, en el
agua del charco cuando la lluvia cesa.

¿Dónde has caído, ser? ¿En qué zona del siglo que
no te reconoce y te exige tu miedo y tu holocausto?

Fuera del tiempo llueven las palabras; la moda las
reclama para sí. Se buscan claves entre las
sinonimias del pasado, nombres de emperadores
que nuestra adolescencia recreó. Caen los
bosques desde los cuentos de la infancia, los
palacios de arcilla y de durazno, inventados un
estío marino.

La juventud persiste sin piedad. Su aliento martillea
el amor y todo lo presiente la madurez iluminada,
la vejez improbable que no despertará a otro
sol, o a la sabiduría.

¿Quién puede asir una sustancia móvil, como ésta de
los días que nos rozan? ¿Quién puede con la
voluntad del nombre y el poder de la voz? ¿Quién
puede, en fin, hacer de los sucesos la esencia poseída
de una existencia móvil como la estrella
peregrina que al mismo tiempo brilla y enmudece?

Encontrar la conciencia es tarea demente. Un afán
de gigante que se dobla de amor por tocar lo
pequeño. En el mundo seremos. Fuertes como
una llama, variables como el viento de octubre,
tristes como la lluvia, sedientos como el pan del
verano. Y solos al final, con la certeza del lugar
puro donde perece la palabra.

Con azules molinos combatidos por las enunciaciones
de la tierra, con el viento a los pies y los
rezos de sal como amuletos, por la alondra que
dijo la mañana aunque ignorara el lila de sus
tonos, por quien adivinó su corazón, sin conocer
su bárbaro destino: antes que las repeticiones
de la historia oigamos los sonidos del espacio.

Nos hablaron de trigos mercenados, creemos en Homero
y la Biblia, en la sabiduría de lo oculto, en
el candor que niega el indagar, en algunos poetas,
en cierta música ordenada que nos resguarda
del delirio.

Astro tras astro, exploraremos nuestras caras
y nuestras mínimas esperas.
En uno será el sol, la tormenta de verse
la condición de generarse solo y necesario
como un hombre primero frente al mundo.

DE LO MUTABLE

A Mina Gondler

Fuego hecho de candor, de pérdidas, de pesarle a la
noche del dolor, de ser pura desnudez entre
sobresaltos y caricias.

Es aquí la caída. Esto que se oye como lenguaje solo,
como única distancia.

Cortina que no deja mirar, que no deja decir, que
no deja creer que este fuego es reflejo, sustancia
inverosímil.

Algo arde también en aquel universo castigado donde
nada le pasa a nuestros gestos. Como un rojo
tabaco arde la rica hoguera sus luces de otro
mundo.

Y golpeo la lluvia, el silencio, el lamento.

Soy un fervor desprotegido que trata con el sol.
Conozco los sucesos del mar y el idioma que ocurre
entre sus aguas. Puedo vender el día de mi cuerpo
al sexo misterioso. Se me paga con una luz
precaria medida por el tiempo.

Elijo mis recuerdos al nivel de la gracia. Pasa si Dios
asiste y es memoria.

El fuego me supone y pretendo donarlo entre los
rostros huecos que preguntan cómo se puede dar
si no se tiene.
Es que este fuego ya no se propaga, se ha gastado a sí
mismo de tanto serse fuego. Y hay ese no saber,
la sombra que inmuniza.

Ya no puedo decirme, decirme es un amor que no
existe, una voz que es silencio, pero en llamas.

DE LOS OPUESTOS

No es el amor a veces dos seres que se aman
sino un modo del mundo
de conmover un equilibrio triste.

Expiamos el mito que nos sube a la cara
hasta volvernos ebrios de una inocencia vieja
certeza desnudez de la palabra.

Porque si atravesamos el espacio
como un error que crece en el único tiempo conocido
llegaremos muy pronto al final del amor
perderemos de golpe la región dominable
llameante de existencia.

Era nuestra fanática voluntad de acercarnos
de conocerlo todo antes de amar
y merodear entonces por las grandes caídas
las bellas ceremonias
y las noches sinuosas de inventar tanto encuentro.

Hay algo de este mundo
que ha quedado en nosotros para siempre
hemos hablado un nombre tantas veces que ya no
tiene peso
y mirado la mirada demente que vuelve sabio el
cuerpo.

Despertar a la sed bajo unos ojos
cuando cada sentido es capaz de la lluvia
la piel podía ver, las manos escuchar
la paciencia del ojo era infinita
para tocar la tierra hasta romperla.

Que dulce aplicación, qué terquedad de ola
de nudo irreverente que no corre el gran riesgo de
saberse.

Si nadie piensa nunca en domar a las flores
por qué limarlo todo, someterse a la ley que no se
entiende
ansiar que algunos gestos anticipen el reino
como siempre en tinieblas.

Es inútil cavar en el silencio.

Del amor concluido
sólo el lenguaje sobrevivirá.

DESDE LA BRUMA

Grandes cortinas caen frente al ojo que busca

DIÁLOGO DE LA LEJANÍA

A Tahereh Saffarzadeh A Tahereh Saffarzadeh ANÓNIMO (Persa)

Un don de nieve y fuego es curiosa opulencia de
la noche
el sonido se esconde de los naipes vetustos
temo al silencio
su baja monarquía oculta en el lenguaje
y el vino de la memoria triste
alumbra suavemente.

Las palabras fascinan como peces o frutas
digamos que en la nieve hay horas que se esconden
que la nieve es de día
con su caer durable que se opone al fuego apresurado
es lo mismo consumirse en lo ardiente
que perderse en el frío de la tierra.

Hablo de lo invisible
las cosas y sus nombres instantáneos
siguen robando huecos al espacio.
Las tazas de la tarde, los cigarrillos, un plato azul
lejos de la abstracción de la dulzura
formas precarias de aferrarse al día.

Llegué hasta aquí en dos caras
– una reina en harapos –
a defender lo que comprendo apenas
al destierro abrigado de una noche de exilio
y mi violenta aldea de los pájaros
loca por volverse morada en algún hueco corazón.

Un don de nieve y fuego, un don de no durar
para dejar una carga extranjera
que desconoce su poder de residir la tierra
la ciudad del dolor, la deformada caudalosa.

Cuando sé que en el mar hay una hora
con balas de agua y sol
me aparto de este vértigo
de la velocidad que crece como un canto
pasado al margen de la vida.

Este tiempo tan solo
en los meandros del fuego y de la nieve
con la cuerda de su ola beatífica
se persigue con pasos entre años, con saltos entre horas
que calcan su oquedad de fantasma.

Tiempo de olvidos, de los deseos sin memoria.
De equinoccio a equinoccio
desde el trópico ardiente
hasta el rumor helado de esta noche
con las cartas del miedo y este vino que incauta
la verdad de saberse total y muy distante.

Y al fin tiempo sin luz
apaga el paso de la noche
con la letra de su constante transformar.
Queda la patente lejanía
hurtada a la pericia de las cosas
víctima voluntaria de sus careos implacables.

DONDE CAMBIA LA LUZ

Consuela a la luz solitaria y al sol
en su tristeza; ven, como la noche,
pues terrible como la verdad es el sol.

EDITH SITWELL

EL ESTADO DE ALERTA

De pronto comprendemos: estamos en la vida
y un duro sol golpea nuestra capa de mitos
hay modos que nos cercan, hambres que nos
reintegran nuestro ser
culpas como vigías que reclaman un gesto.

Existe esta conciencia sin espacio
que se pone a buscarse entre designios
y se estira en el tiempo para oírse la voz
para no sucumbir en la demencia de sólo presentirse.
Es que no ha fabricado su raíz con el cuerpo
han pasado sobre ella personajes que esgrimen el amor
inconstancias cerradas, conmociones,
los vientos de la tierra no se abren a su sed.

Y duele haber deseado tantas cosas que luego
desdeñamos
jóvenes y terribles, ya le hemos dado mucho a la
primavera,
a la tarde, a la lluvia, al brusco aliento del amante.
Nos parte en dos el tiempo con su dureza ajena
la mitad de nosotros se sumerge en la vida
y el otro rostro huye maldiciendo su imagen.

Entonces asomamos la cara
por entre besos y costumbres húmedas
para saber si es cierto que hay una voz que rompe
el infinito
con rayos de esperanza.

Pero no hay voz, tan sólo un cielo hendido
por máquinas que tuercen la vertical del mundo
es difícil el sol
aunque adoremos su caliente tensión en nuestras
manos.

Se nos sigue apretando de tanto Dios y muerte
a pesar del espacio
del fiel aprendizaje.

Y somos de la vida
aunque la vida queme y nos desdoble,
somos la suelta sed de las palabras.

Depuración del tiempo
sombra que gira en medio de las cosas
y un buen día el candor que renace, la esperanza
del mundo.

Es el día en que osamos asistir al silencio
con el fervor del alba
y mirar la caída del tiempo en el vacío
con la misma mirada con que asimos el vuelo de los
pájaros.

(�Los riesgos y el vacío�)

EL MURO

Por la ciudad de siempre, mientras caen las luces
y músicas extrañas descifran el crepúsculo
hay algunos que repiten mi nombre, que
despiadadamente transitan por mi imagen.

Creen saber mi vida,
la verdad de mis tardes con su silencio a cuestas.
Ellos dicen “su risa” y es el viento sin tregua de una
mañana oscura,
ellos dicen “sus ojos” y es un país desierto como un
mar infinito.

Yo no sé si lo saben
pero hay días que me invaden de pronto como una
salvación,
días largos, intensos, con la altura de algún tiempo
cumplido
un sol amaneciendo toda la luz del mundo.
Y otros en que la oscuridad quiere mis manos
y me rebelo en golpes insensatos a una puerta sin eco
mutilo mi vacío, dejo crecer la soledad como un
abrigo viejo
madurado en la voz, sin esperanza.

Yo quisiera mirarme en sus palabras
saber lo que recorren dentro de mi amor desconocido,
quisiera ver desde ellos el viento que me aturde,
qué forma tiene entonces mi vacío
conocerme en sus manos que nunca me descubren.
Pero jamás veré mi rostro entre sus días
mi imagen dibujada por sus ojos.

Fijada para siempre a un lado del espacio
en medio de mi voz y sus palabras
es la tierra desnuda
el país imposible.

(�Poemas�)

EL POETA EN LA VELADA

El hombre de la vida cierra de golpe las puertas de
la noche.
Se olvida su intemperie gastada a fuego líquido.
Se ocupa de reir.

No conoce acontecimientos ni presagios ni lunas
macilentas ni mañanas distantes. El aire sobre sus
hombros tienen una nueva liviandad.

Ya ni el espacio lo recuerda. Es el momento en que
su boca esgrime lentas figuras de humo y él mira
desde lejos su verdad fosforescente.

Toda su vida está de pie contra un piano musicador
de misterio.
Y el vaso que sus dedos levantan contiene el infinito.

(“La vida disgregada”)

EN ESTA VOZ

Cascadas de palabras
habladas en las curvas del día
encarcelan el tiempo
callan la desnuda intención de decirse.

Y mientras
yo ardo entera
a la luz de un poema silencioso.

ESTO QUE SUBE Y TOCA TU PALABRA

Es un hablar de nieve
esto que sube y toca tu palabra.
Se dobla el otro extremo del espacio
allá donde el verano compromete
la ciudad en que habitas.

Alejada por la tierra implacable
tu cara es el azar de mi memoria.
Centellean los pájaros servidores del frío
y obedezco a los cóncavos designios
que te anuncian con colores helados en las ramas.

Voz de sol en destierro
manos que denominan cosas
entre huellas y pinos solitarios.

Yo sé mejor de lejos tu nombre de flor cruda
jugada en la inocencia.

Rotan su luz opuesta los solsticios
y hay un cambio secreto que le nace al lenguaje
agazapado en un rincón del mundo.

Qué punto del espacio
enlaza como un encuentro grave
tu decir y mi ausencia?

Algo ocurre en un sitio del alma
que desconoce sus predilecciones.

Levanto una mirada de fiesta prohibida
limada de una pérdida.
Ya no descubro cosas, las invento
de las sopladas voces de oscuridad y exilio.

Nunca se empieza a amar sin una chispa
de error en la mirada.

La distancia es a veces
un mudo espacio de reconocimientos.

HISTORIAL DE MUJER

Rien que cette jeunesse
qui fuit devant la vie…

PAUL ELUARD

I

Algunos retuercen su libertad, borran sus cielos
dentro del exilio, muy lejos del lugar en que
nacen sus pupilas.
Ellos saben la vida. Prescinden del amor para vivir.

Otros necesitan arder en la demencia,
conocer el angosto camino hacia un trópico de luz,
asistir con urgencia a sus actos no siempre
consecuentes.

Estos se parecen más a mí.
A mi modo de estremecerme.
A mi carcajada que se rompe en el polvo como el
cristal de un capricho.

II

Las tardes caen lejos
como oscuros telones de un teatro infinito,
yo giro lentamente
sobre el eje del cuarto y de la tierra.

Aquí está la vida que asistió a mi nacimiento
al claro oficio de mi infancia
a la pérdida inútil de las horas.
De aquel lado está el mar de mis veranos,
sus olas se resisten a llenar para siempre la tierra
de caricias.

Aquí mi adolescencia,
su frustrado suicidio por amor, la cara hacia el alto
viento de la noche,
su alegre ceremonia no demasiado libre todavía,
sus fiestas errantes derivadas del fondo de la tristeza.
Y esta es mi juventud de luces despiadadas
y de rituales torpes nunca concertados,
haciendo un alto fuego de sonidos y mitos
de amor interminable.

Sigo siendo mujer creciente y única hacia todos los
ámbitos del mundo,
reconocida acaso entre los gestos
de quienes sólo esperan por mis probables hijos.
Soy mis ropas, mi nombre, mis inventos,
las palabras que elijo para crear la vida,
mi alargada esperanza.

Podría ser un gusto nuevo, el sólo sueño de alguien,
la desconocida a quien se nombra por el color del
traje,
la que hace ciertas cosas,
esa mujer que caminaba a solas con su reflejo opaco
en las vidrieras,
que llevaba su audacia a proclamar un fin de calles
en el horizonte.

III

Adela Taros que he descubierto.
Cielos de la locura.
Tierra lejana, corazón del mundo:
dejadme las promesas del amor que despierta
nuevamente.

¿Pero, y los peligros?
el peligro de contagiar a otros con una estéril prisa
que nadie necesita,
el tenaz peligro de recordar el vaho de los ríos,
de emparentarme con sus colores robados a la tierra
de pensar sólo en mí cuando conozco lejos las
estrellas,
cuando un bosque me envuelve de curiosas resinas,
de ajena densidad de cuento de hadas.
El peligro de desear el respeto de los otros en lugar
de aprender a respirar,
de hundirme para siempre en la nostalgia rancia del
amor.

IV

¿De quién es esta voz parecida al llamado de los
barcos,
a su largo lamento de partida?
¿Por qué la reconozco y su grito me alcanza
para medir la altura de algún dios?

Basta ya de inventarme los tiernos desenlaces,
de acudir a mis propias señales embozadas en calles
del olvido,
basta ya de esta hosca ternura por mi propio corazón.

Quiero ser sólo una lenta libertad desplegada por
fin sobre los hombres,
una caricia suelta sobrevolando el cielo de mi amor.

Las deidades del amanecer han de acatar el joven
gusto de mi boca,
prosternarse ante mi insomnio lleno de nombres y
dulzuras.

Aquí donde comienza mi país solitario,
en mi casa detrás de la intemperie,
a orillas de mi nombre,
el nuevo rostro del mundo tendrá que amanecer.

IMPOSIBILIDAD DEL LENGUAJE
O LOS NOMBRES DEL AMOR

A Mirtha y Néstor Grancelli Cha

Hay quien sucede entre las cosas dejándoles un gusto
que las cambia. Es obrar como si el aire se
partiera, con el fervor lunático de no saber si la
sustancia calla o resplandece. Existe la materia
donde se hunde la vida. Acontece la forma y el
tiempo se diseca como un gran pájaro apedreado.

Hay quien sabe qué hacer con las memorias y ordena
el ejercicio de los días. El asunto es seguir,
vivir con los objetos y nunca con los nombres
polvorientos. Incrustar los recuerdos en las
claras cuestiones de la tierra.

Pero mi única materia es la sustancia de mi vida. Me
sucede el lenguaje y le ocurren las figuras
nostálgicas, el humo de vivir.

Y cuando digo de este nudo de ausencia porque
alguien ya no está y digo que lo amaba por un
dormir estrecho de reconocimientos y un despertar
ajeno para el frío, cuando oigo que me era
necesario y este gran hueco que es él mismo se
hace también de una sustancia imperceptible.
(En cambio su omisión de mí se transforma en
un día cruzado por los hechos y el mundo.) Mis
maneras no alcanzan a separar el sentido de su
voz de lo que calla al paso de la noche.

Yo leía prolijamente las iluminaciones en su cara.
Con sus modales fabricaba mi casa, su morada
de voces era el sustento de mi vida.

Pero cuando lo digo no lo vuelvo a vivir, ni siquiera
lo creo. Sólo es como las aguas. Es abrir una
lluvia que diluye los gestos, la realidad que le
nacía a todo.

Y cuando hablo del avance del tiempo en el olvido,
no estoy diciendo nada, apenas lego a las palabras
la fuerza que les restaba cuando aún eran
sombras y no frases.

Nombrar es un cuchillo. Asestarles palabras a las formas.
Cuando ya las he dicho, la oscuridad
secuestra su azul fosforescencia.

Si al menos fuera algo de mi vida lo que cayera dentro
de su reino. Si al menos lo que el tiempo
deshace fuera sustancia misma de ese tiempo.

Pero estamos perdidos. Ni tributos, ni el contorno
palpable de este hablar. Y es entonces cuanto
todo se pierde en divagar y estar y representarse
y vivir y enloquecerse con la noche, un vaso y
las palabras.

Sitio que vive y no responde, lugar donde dura una
frase que ajena memoria ya estaría olvidada en los
vaivenes de este mundo. Quedarse, tratar injustamente
de que el tiempo se apegue a esto que
también huye, a esto que se dice, se repite, trata
de merecer este juego supremo de luces y de amor.

Estoy, quizás estamos. Pero ¿qué es estar, qué es vivir?
¿Por qué se está, se vive, no se contesta a otros
llamados con nuestra voz insuficiente que sólo se
sabe ahondar sobre sí misma?

En un lugar desconocido, algo responde a mi llamado.
Algo que está en la niebla que me acierta un
sonido inescuchable. Está en la lluvia que
presta su idioma devorante para nuestra necesidad
de las respuestas, para la fiebre de inventar las
palabras. Está en las otras músicas y en la
lejanía donde las cosas duran de una nueva manera,
donde la libertad de amar se vuelve el modo de
fabricar un gesto más lejano que aquellos que
tanto hemos guardado.

Estar, verse, devorar las imágenes.

Fuera de las contestaciones orgullosas, de la ambición
de días con la tierra a nuestros pies.

¿Qué confieso? ¿Dónde está la luz? ¿Qué supone ese
afán de seguir en la ausencia y en las voces no
dichas?

Es algo que estremece. Lo repito funcionando muy
solo en la manera de callarse cuando todo está
hablando casi insaciablemente.

Hay voz, destellos, pájaros, olvido. Sabiduría del
olvido. Apertura de todo lo que calla. Respuesta.
Silencio.

(�Imposibilidad del lenguaje o los nombres del amor�)

INGRAVIDEZ

Tu territorio invade mi jardín solitario
saltas a cada hueco
tus gestos van llenando de fósforos el aire.
Todo es la paz ahora
esta alegría de tu persona y tu palabra.
Y en el amanecer inmenso, un miedo dulce, apenas
insinuado.
No es esta saciedad feliz lo que me alarma
sino el destino del agua que la colma.

JARDINES OLVIDADOS BAJO LA NIEVE

A William Golightly

1

Una palabra sublevada tocó las cosas con su pronta luz,
la mañana guiaba su austera ceremonia
y el efebo recordaba su infancia con las figuras de hielo.
Cierta mujer contaba generaciones en un sol de
inocencia
un coral luminoso aquietado entre vidrios.
Se pensó en deletrear los parajes de la tierra
y escuchar el sonido que hacían en el alma sus colores.
Me hablaron del tiempo de Dios
de las otras palabras.
Nos serenamos las culpas aunque en la lucha contra
lo inmenso
alguien quedó atrapado por el error de su sonrisa.

2

Mañana nevada en Iowa
luz blanca sin piedad entre los álamos,
ocultación de pájaros, animales segados por el frío.
Y encontraste tu nombre. No aquella palabra,
tu nombre a ramalazos
entre cualquier cresta de ola o basural, despojado
de oficios,
mareas de tu impreciso corazón, caerás de tu fácil
creencia
caerás como caes a la nieve
desde el amotinado trópico donde encendías
las palabras. 3

Tengo el mal demorado dentro de mí
los gestos de lo dulce y lo ocioso
han disfrazado sus conatos rebeldes.
En algún sitio el mal subyace como emboscada tierra
y persigue un sol al que destruir.
Yo tengo el mal y el mar y el mal
y los detritus y la mágica herida
que puede cambiar la cara del castigo
-ungirlo con las culpas-
y se abrirá la mano principesca para la expiación
del fuego.
En vano se pronuncian razones
o se hace el canto en las hogueras recelosas,
la fiebre sirve para vernos mejor.
Y ya no tengo aquella, tu palabra encendida
y ya castigo por no tener aquella, tu palabra
y ya no puedo castigar porque no hay más la sed
en tu palabra.

Así se inició el gesto
así apagué los ruidos de la tierra
y me quedé mirando por la nieve, hablante en tu
silencio.

Y escuché los sonidos donde no había más que posición
de pájaros cubiertos
y así entendí la anécdota del carísimo espacio
que devora sus árboles
osados de iluminar al sol.

Detritus hondos en la arena,
mal embozado tras los gestos,
jardines olvidados bajo la nieve.

4

Ya no serás.
Ya nadie será en mí como la voz lejana que ahora
me construyo
antes de replegarme y hacer un equilibrio
entre la anunciación del mal y su distancia.

Con la nieve fundida haré la flor del sueño
la selvática flor que conoce su ruta y su equipaje.

LA ROTACIÓN DE LO VIVIENTE

A Valeria Watson

Todo lo que transcurre cambia los huecos que
separan las cosas,
ese aire seco y detenido como la maldición de las
estrellas,
no es porque sí nuestro temblor ante su lumbre
silenciosa.

Cuando la tierra, muda de flores
nos muestra que la paciencia es el perdón
y enterramos un día cada día
-la mañana es un orgullo nuevo
la esperanza es el cielo que transforma
y desconoce la majestad de sus barreras-
hay que guardarse un tiempo
para mirar en él los vaivenes del día
distanciarse de los juegos terrestres
fundirse en el color tan viejo de la tarde
reflejada en las aguas.

Las estaciones son a la vez puntuales, caprichosas
y encierran las sorpresas del espacio.
Los lugares se mezclan, se entrecruzan los modos
de sentir,
los campos de amapolas convierten su exultancia
en rito del lenguaje
y nada más se alcanza a conocer de las confusas
apariencias.

El suelo que pisamos no es el mundo
ni este diálogo de personas violentas, consternadas,
celebrantes a veces en el viento de marzo
o en las conversaciones que nos hacen vivir:
es el modo de ser y de pasar
y es convertirnos sólo en sueños tristes
que aún no se han quebrado en la palabra.

Todo lo que transcurre
no es sólo el perseguirnos de los días y noches
sino los lentos modos que la memoria elije
para torcer la oscura medida de las cosas,
del gesto que transforma la luz de los ayeres
y no es más que una mano dormida en el olvido,
de aquel llamado que estableció la cercanía
y hoy se pierde en un ruido cada vez más lejano.

Estos pretextos ágiles donde la vida canta
serán lugar para ceremonias naturales y efímeras
que nazcan y se apaguen a su hora
como la flor que nadie arranca.

LÁZARO

Apagada la ira, dormido el sexo, el mundo en una
ola de ceniza.
Resucitar así. Y mientras ¿qué hace el alma en estos
escarceos del milagro?

LÁZARO

En lo que escribo, un sentido se crea, una presencia
se destruye.

LÁZARO

¿Te alarman mis ausencias?
Escudriña en las flores, rasga la oscuridad,
ese fulgor custodio es mi gran sed que te acompaña.

LOCO

Era loco y callaba.
No quería gustar, ni ver, ni oir.
Yo descubrí el idioma de los pájaros que se
encrespaba jubiloso
cuando el sol o una mano le besaban la piel,
enamorados.

LUGAR DE LA DURACIÓN

A Jorge A. Paita

De tanto arder en la misma mirada
he olvidado el color de las flores.

Prisionera de una música triste
que lleva el mismo nombre del amor
me perdí tras los juegos solemnes de las cosas.

Es la ausencia que ocurre si el amor no termina
en el momento sabio donde la tierra cambia.

MANTRA

Persistir
con la sola memoria de este polvo
formado en una imagen,
preso en un solo límite.

Prefiero la mutación de los que asciende
otra forma de ponerle sus colores al mundo
la música a la tierra.

Una palabra más cercana
para el nombre de Dios y sus espacios infinitos.

MORADAS DEL POETA

1

Heló de pronto en su silencio ardiente.
Derroteros antípodas le marcaban un punto solitario
y eran zarpas sus ojos de pasajero castigable.
Cuando hubo de cantar con la memoria libre
apenas rozó un hueco sin gravedad ni asilo.

Y tan sólo pedía un poco de orden
una manera clara para los sucesos de su estar,
como si algo del aire le soplara el espacio
donde se incrusta el ser de cada cosa.

Quiso ser esa luz del día tan ajeno,
la costumbre y la lumbre,
su anarquía lavaba las heridas del que enmudece
con el sol,
cazaba lejanía en el grito del loco y de los pájaros.

Pero necesitó la forma de decir,
cuidar sus propias aguas de un amarillo natural,
creer que unírse al otro lo era todo
desborde y lucidez
y el vivir
oxidando una atmósfera más verdosa y más ávida
que la cuenta del tiempo.

2

Y hubo el silencio de la tierra y los astros,
seguiste amando el templo del sonido.
Mi alienado poeta: tira muy alto tu mirada y no sigas
porque hay un ruido a hombre antes de hoy y mucho
atrás de hoy.

Una nueva mecánica y en el robot se crea la
misericordia,
será tu misma cara de asaltante perplejo e inmaduro.
Te pedirán la luz y la sabiduría
que reines en la asepsia monacal de una virtud robada,
sin la tensión exacta entre tu alma y tu gesto
que estruja sin piedad las lilas
y corre al porvenir eléctrico y dorado.

Pretendías tu minúscula casa entre los gestos de
la noche
pensabas en el pan bendito por Jehová, en tu hostia
y tu jazz,
en un avión para sustituciones, en tu ilusorio ser
en las miradas de quien entiende cómo es el vacío
y ya no lo convoca.

Y pedías unas gotas de orden
y pedías un hueco apenas que te cuidara el espacio.
Creías en tu poco camino de riesgos diminutos
y en un amor que plateara tu cárcel para mirarte
más adentro.

Cuando ya lo tocabas hubo este espejo gris
cuando ya lo tocabas y hasta era tuyo el modo
de volverse lenguaje entre tus dedos.

Loco debió haber sido quien explicó de ti.
Ya sabrás para siempre la razón de tu distancia
hacia las cosas
para que seas tú y no otro perdido.
Para que seas tú y no tu propia máscara.

Para que entonces seas y te mueras abierto
con la primera luz a tu costado.

NAM DIHN

Nunca hubo soldado más perplejo y más niño que
no supiera el nombre de su lucha. Viejas calmas
hindúes lo amparan contra el barro y el hambre.
Y en un cielo oriental su breve nombre nutre el color
dormido de una estrella, que consuela su herida
desde lejos

POEMA PARA DYLAN THOMAS

La tierra más lejana me crece hasta las manos
algo ha venido a golpear mi mediodía solitario
algo como una imagen el fondo de Swansea.

Porque tu rostro niño vive en los sueños del estío
y ni el alcohol derrota las regiones más altas de la
sangre.

Todo es tan poco, Dylan,
nadie se pregunta cómo te habrá ardido en las manos
aquel viento de Gales
ni si es bueno vivir por las leyendas de tu antiguo
corazón
por tu salto enamorado entre un mirlo y un charco
de verano
por tu infancia de abuelos y de garzas
y de soles bailando su alegría en tu pelo de cobre
por tu risa de signo y tu piel invencible.

Todo es tan poco, Dylan,
contemplar cómo los hombres mueren al margen de
su propia aventura
cómo la ciudad está blanca de tanto viento inútil
fría de tantos pasos dispersos hacia nada.

La ciudad está vacía, la tierra está vacía
los hombres nunca saben doblar hacia la vida
y la vida está a solas, nostálgica de hombres.
Porque este cielo que tú ves y la alegría
y el canto milenario que llevamos algunos
mezclándose al asombro
no caben en ningún sitio, hermano mío de la dulce
lengua de pájaro,

en ningún sitio. Y los deseos queman nuestro alrededor
y el sol de los crepúsculos no es una fiesta roja
sino un triste sol seco de partida.
Todo es tan poco, Dylan, que al borde de los días
los distintos alcoholes nos invitan como el tuyo a la
huida.
Les damos muchos nombres, son alcoholes de música
o de gestos,
de luces delirantes que en los tiempos diversos nos
embriagan.

Pero todos moriremos de alcohol como tú mismo
cualquier tarde de invierno.

POEMA PARA KATHERINE MANSFIELD

Acaso porque hundiste tu sed en lo pequeño
porque hiciste mosaicos del corazón del mundo
es que hirió hasta el fondo tu nostalgia del orden?

No importa. Es de la tierra de donde parte el cielo
lo inmortal es minúsculo como el adiós del día.

Así uniste minutos en un golpe de tiempo
seres del desamparo se entrecruzaron gestos
desde cualquier esquina o cualquier paso.

El mundo es eso a veces
de un segundo cualquiera parte el ancho relámpago
que nos dice la vida.

2

¡Katherine! Han gritado las sombras cuando te alzó
la muerte
y los planetas fijos han gritado Katherine
para impedir que el miedo te apagara la huida
que el peligro te hiciera de piedra hasta el silencio.

La eternidad te fue una dura herida
nadaste hacia el dolor
como si nadie más pudiera ser tu imagen.

Tú que te oscureciste al dar la primavera
has dejado tu nombre por las mínimas cosas
porque un poco de luz las sobreviva.

Y aquí te llama el sol y agigantan tu imagen
las costumbres de un mundo que a veces te recuerda.

RITUAL DE VIOLENCIA

Jóvenes bestias acechan en lugares ocultos
se desplazan nutridos por el odio
odio que es caridad transformada en cuchillo
memoria del dolor como una espada.

Jóvenes bestias desdeñan su atavío de carne
y a la vez desconocen qué llama les asiste desde
mundos lejanos
hay armas que tabletean nombres de la muerte
en parajes conocidos
caen balas pequeñas, cruel lluvia sobre el corazón.
De a ratos, parecen respirar las tinieblas
baja la claridad por el miedo y la sangre,
pero en las sombras el saludo es cautivo
la desnudez que pierde su vocablo es peligrosa
bajo el sol.

Hasta hace poco bastaba el propio fuego
blanda parecía la tierra, propicia la mecánica
del tiempo
nos tentaban las aguas, las frutas del verano,
trenes que atravesaban parques empapados de
encuentros y de gozo.
Futuros penitentes, trazábamos las formas de los
ágapes
con pequeños escándalos de luz en el vino y la piel.

Hoy ya no crecen formas de las maderas conocidas,
los pasos y las sombras se han borrado despacio
empezamos a contarnos las razas, las especies,
el mundo con nombres de países y multitudes azoradas
mientras callan los pájaros
y huyen los animales hacia su verde lar sin posesiones.

Nuestra pequeña vida, luz de vela,
trepa asustada por las esquinas de la noche
y se acuesta sin ruido en los meandros de la desolación
para esperar el día que se dejó la luz en un rincón
del miedo.

Todo lo que ardía seguro ante un juego de astros
y destino
cae de pronto hecho cenizas
y el tiempo es una vieja intención del olvido.

Furia y vértigo
rituales de la verdad y el fuego.
Y no hay dios, ni maná, ni alguna voz perdonadora
en esta forma despiadada de ejercer el amor.

SE REVELA Y ALUMBRA

A Alejandra Pizarnik

Quisimos que el amor dijera el porvenir, el oculto
mecanismo del tiempo, el ruido de la vida.

Le supimos la voz, su propia música oscura en las
ventanas.

Y no ha quedado nada, si un leve resplandor
desdeñando su
forma por las cosas del mundo.

Sin embargo en la rosa tantas veces mirada se ha
encendido
una luz que transforma el sentido de la noche.

(�De los opuestos�)

UNIDAD

Si unes el paisaje con la memoria, te alumbrará
el silencio.
Se cantará en tu voz la eternidad de una hoja
que tiembla.

VISIONES DE RELÁMPAGO

Ignoras quién te ha herido pero la mordedura
duele en tu garganta.

VISIONES DE RELÁMPAGO

Mi pensamiento se llenó poco a poco
con una luz de fin del mundo.

ANTONIN ARTAUD

Sólo puedo escribir cuando no hay nada en mí
que me beba el poema antes de pronunciarlo.

VISIONES DE RELÁMPAGO

Quise contarte el mundo a mi manera.
Quise hablarte de ti.
Y te asustó el cuchillo iluminado con que tallé el
alcance de tu nombre.

VISIONES DE RELÁMPAGO

¿Tienes miedo?
No es más que el viento que propone otra versión
del cuento a los fantasmas.

VISIONES DE RELÁMPAGO

Sobre todo cuando estalla la luz y para ti no ocurre
la claridad certera.
Vuélvete a las tinieblas. Siempre hallarás un sueño
que te salve.

VISIONES DE RELÁMPAGO

Si desde esa intemperie que ha despojado tu orfandad
algún pájaro herido te alcanzara
¿no lo alimentarías como a la flor más cara de
tu tiempo abrigado?

VISIONES DE RELÁMPAGO

Algo se cierra en lo que digo
se afina una palabra.
Dentro de ella hay silencio. Y amanece.

VISIONES DE RELÁMPAGO

El que te ama esculpe para ti una cueva de soles
por todo el aire donde pasas.

VISIONES DE RELÁMPAGO

¿Por qué te niego la mirada?
Temo que se descubra una niña perdida
con su gran miedo azul al fondo de los ojos.

VISIONES DE RELÁMPAGO

Creíste hacerlo todo con palabras y dones
y no supiste ser el vino de mi sed, el sol para mi cara.

VISIONES DE RELÁMPAGO

Tu alegría feroz cae a mi pena.
No me atrevo a diezmarla
y tiemblo gentilmente bajo el sol de tu risa.