BLASETTI, ALBERTO CLAUDIO
AQUARIUM

A la luz de la luna los cementerios
tienen algo de cetáceo blanco,
un olvido que les llega de lejos,
una benevolencia que guarda cierta pérdida,
anterior, de sus huéspedes. Y, también,
tanto misterio, tantas voces, tantos trinos�

¿Oyes? ¿Oyes al mirlo blanco, al que no existe?
Esos cetáceos son sapientes porque no ignoran
que si se uniera el polo norte con el polo sur
se produciría la resurrección de los muertos.

Y, súbitamente, Leila volvería con su ramo de primavera,
con su blusa de seda cruda y con aquella sonrisa
de adversidad resignada, que la hacía más lejana,
todavía.

El amor, en una mirada, cruzaría como presagio
otra bóveda celeste. Dulzura, entonces, abandono
para que todo lo que flota llegue a destino.
Todo lo que ondula, todo lo que vuelve�

AZULEJANDO UN CAMPANARIO UMBRÍO

Las terrazas tienen
las largas noches para olvidar
lo ocurrido.

Dos insectos apetecen
el alba y callan
como si supieran.

Las edades enmarcan,
sin embargo, un destino.

Ni siquiera sabemos
Lo que nos está pasando.

Jardín licuado
en la pupila ciega.

CAIRELES Y GAMUZAS

Si los dioses son árboles por venir
y el olmo, una deidad tardía,
en la penumbra donde murió

la madre, es posible encontrar
una clave; rocío en la esponja,
cesta de la cenéfora, vacía.

CASANDRA

El veneno de los ofidios suaviza las ruedas del anochecer
y entonces la isla, con la glicerina de sus nativas
cae en la ranura del horizonte.

Las calas crecen junto a la glorieta
y los cuerpos de las luciérnagas se prenden como lentejuelas
a la túnica transparente de la mujer
que tiene contactos con el más allá.

Alumbrada por la luz de sus pómulos
llega hasta el mar y percibe en sus uñas
un débil temblor de fondo que armoniza
con la impregnación del universo.

CASTORES QUE SE ALIMENTAN CON TOPACIOS

La pieza, por el olor del más allá, parecía un barco anclado
en lunaciones distantes; pero estaba aquí, en una zona
que mira al poniente cuando el día baja de las altas acacias.

En su interior, pasaban los castores las noches invernales
confundiendo el amor con la compensación de la intemperie.
Tenían su madriguera en el ropero, en el túnel de un retrato.

Comían los topacios de los collares y pensaban en las criaturas
por nacer, que pueden llegar tersas al lugar de la emboscada
gracias a esas madres tiernas que habitan ciudades cosmopolitas.

Estas jamás delatan a los castores, aunque saben que, en ocasiones,
entran en la cama sigilosamente, buscan refugio debajo
de la almohada y les beben el agua del primer sueño.

CILINDROS MESOPOTÁMICOS

Todavía permanecía en las fases
buscando cierta coherencia
equinoccial.

Como si lo bello apareciera,
en puntas de pie, dejando atrás
persianas entreabiertas.

Y los ídolos, con incrustaciones
tardías, los ídolos mojados iluminando
la parte del bosque

donde los alados temían ser
descifrados por cofradías
anteriores.

CLELIA

Siempre pido, al acentuarse el anochecer,
que no inclines demasiado la pensativa
linealidad de tu cuello para que, en el búcaro
de los ojos, no se derrame el licor
de los crisantemos.

(De “Clinamen”)

CORO INVISIBLE DETRÁS DE LA GLORIETA

Períodos breves,
flores de tonos
claros�

Una cierta insinuación
versátil� Alguien hirió
a su hermano y no recuerda
cuándo, con qué silencio
compartido desde
la madre.

Los cometas
van a otro cielo
pretendiendo olvidar.

EL BOSQUE ES EL OLIMPO DE LOS DIOSES TARDÍOS

Filamentos acuáticos
en el corazón de la luna.
Futuros ofidios esmaltados

en verde� Los flamencos
descienden un rosado apacible
en la tarde, perpleja

de hiedras que se alargan
hacia el anunciado
desfallecimiento de la luna.

ÍCONO

Por esa manera de aferrarse a las cosas
y de no olvidar -que es no querer morir-
creo que en el fondo del recuerdo
hay una idólatra puliendo las maderas
mojadas por la lluvia.

(De “Zigurat”)

III

Hay un color complementario
que al pálido atormenta
Y para los virtuosos
la pérdida de la juventud
tiene la opacidad de la mica
que amarillea en el tílbury.

(De Arquitrabe y solsticio)

INFORTUNADAS QUE NACIERON UNA NOCHE DE ECLIPSE

Ahora, desde lejos, ven que había un Paraíso
en la tarde vacua y acompañada,
en los fondos de una casa que parecía
pertenecer a las regiones del olvido.

Eso, ahora, cuando se han perdido
las posibilidades de crecer en inocencia
y todo queda como en un medallón
rodeado de incertidumbres deliciosas.

Vanas conversaciones se referirán a temas
que ya no interesan. Lo que quedó atrás
tiene el color del tesoro, su forma,
su perfume débil, callado y anhelante.

Por eso todas usan, con cierto ahínco,
polveras esmaltadas por luces en desuso
sin saber que llegan de la hora del nacimiento
las sombras, abovedadas, de sus párpados.

(De Las vetas del ágata)

INSECTÍVOROS EN UN ESTAMPADO DE SEDA CHINA

La condición humana tiene algo
de cereza volviendo, rugosa,
de la tierra.

Sólo los grandes músicos,
los ornados en las alas por idiomas
perdidos,

ellos, capaces de diluir aún más
los suspiros aéreos, traen de la aurora
vestigios de transformación

y siguen como si nada ocurriera,
pese al silencio de las lilas,
nevadas.

LA ABSTRACCIÓN COMO TOTEMISMO

Si la guinda es el corazón de la tierra
reducido, por supuesto, a sus pasajes
de desaliento,

los animales muertos y los helechos
que dieron origen después al vacío
de los espongiarios

no terminan de morir por el decurso
del tiempo. Renacen de las luces
oscilantes de la desolación

y así rotan bajo formas cóncavas,
en aquello que fue efímero
por su reducción inicial.

Formas elongadas, capaces de visitar
vidrieras y del sol féculas fecundas
o hebras sin fin develado.

En el semiarco violáceo
quedan restos
del ahogo.

LA AMAPOLA QUE NOS SUEÑA

Vestidos de vivientes, llenos de irrealidad,
afortunados en lo que no somos,
pensemos en las cualidades de estas flores
que hacen de la transitoriedad un estado
y unen la memoria lunar con la memoria solar.

Son las inmóviles de la siesta,
cuando todo se adormece y la costa
es una extendida papverácea
que produce bienestar, vacío, exclusión�

Entonces nos parecemos a la canoa
sin ocupante
que se deja llevar por la corriente.

¿Sin ocupante?

¿Pero y ese dulce fruto
amarillo
que es el buen tiempo?…

LA PLENITUD LUNAR DE LAS INCAPACES MELANCÓLICAS

La luz del paisaje va del pliegue
del bosque -que ya es abrigo-
hasta la comisura de unos labios
rituales.

He visto antílopes en silvas
de porcelana. Y desde los campanarios
la caída de la tarde tiene algo de cereza
con esponsales aúreos.

Al anochecer, la lasitud de la seda
sólo admite gamos de atonía.
Delicadamente detrás, de lo invisible
nace lo voluble.

(De “Las vetas del ágata”)

LAS ESTRELLAS DESCALZAS MIRAN BENGALAS, A LOS LEJOS

En la madera y su lluvia
se abre la iniciación;
porque seguimos siendo

idólatras, moramos en ciertas
situaciones biográficas y peldaños
de resurrección.

LAS ESTRELLAS VOLCÁNICAS

Una noche de plenilunio
cayó un aerolito
sobre las escalinatas del polo.

Y rodó hasta el sótano
donde, abrazados a jarras
de vidrio, esperaban los muertos.

(De El esmalte del ruiseñor)

LAS HILANDERAS DEL ÁRTICO

La estrella circumpolar
bajaba su luz buscando
las huidizas hilanderas

del ártico. Sabía que, finalmente,
el invierno se iría
en una bugatti blanca.

Como se había ido Selma,
de Thulé; como terminan
yéndose las magnolias

que no fueron depositadas,
a tiempo, en los cementerios
helados que eligen los meteoros.

PARA ADORAR LAS ALAS ES NECESARIO DEJAR LIBAR

Las nubes menores
no quieren pensar,
simulan recuerdos

porque no ignoran
que toda ofrenda
sugiere casquetes polares.

PLANTACIONES DE TÉ EN TIEMPO ANÓMALO

El azar es la cabeza de fuego
de una quimera mayor que pasa, raudamente,
y ni siquiera despierta al dragón
de su voluptuosa relación con los mármoles.
Hasta que suele aparecer una demudada
con antorchas vacías

y se puede reconocer, entonces, a la adversidad
con los guantes calzados en un jardín equívoco.

Plantaciones de té tiemblan tras los vitrales.

TABLAS DE DECLINACIÓN MAGNÉTICA

Todo hombre tiene la oportunidad,
alguna vez, alguna vez, de ser pájaro.
En la bolsa amniótica predominan
los ojos rasgados. En los cadáveres,
también. El culto del lenguaje
se parece a los muertos.

TADMOR

La noche era un antílope.
Su luz, la clave triste
que pierden las almenas.

Tadmor:
si del caparazón
hinchado del verano
sacaste los huevos
de desolación y de exterminio,
los polvos de fugacidad,
los amarantos
de la extinción,
entonces tú sabes
que la mutación
contiene lo perenne.

¡Fatalidad e ilusión, que extraña arena!…

Tu corazón de pájaro
unió el polo candente
con el polo frío

y así nació la pubertad
que es un baño en el índigo…
Y de la unión de la hesitación
y la dirección de las golondrinas
advinieron la cabellera de ébano
y la subterránea libertad.

Y del himeneo de la memoria
y el olvido, la piedra bezoar
y el perfil de las pensativas.

Porque todavía en Tadmor
está el anillo
para frotar los párpados
de la belleza muerta.

(De “Tadmor”)

THAIS

El mar penetró en la tierra
para dejar su canasta con moluscos
o, tal vez, esa colección de frambuesas
gustadas en el delta del destino.

El mar penetró en la tierra
para lamer esos caracoles que guardan,
en su interior, las formas lacónicas
del más allá.

El mar penetró en la tierra
con sus valvas de antiguo alfarero
que conoce las propiedades de la humedad
en el dispendio del fauno y la Vía Láctea.

Y las garzas la miraron
como manicura del instante.

VIII

Siesta en calma Capelinas. Frambuesas.
El estío. Corolas. Cintas lacias.
Y, de pronto, la tragedia
como una respiración chiquitita.

(De Ecuación con alondras)

XXXI

(a María del Carmen)

Nosotros estábamos en los ídolos, aun antes
de nacer,
cuando presentíamos la loba somnolienta
con el río muerto en los ojos,
cuando luz y sonido eran formas de la
distancia
y la música misma una fecha en espera.
Todo fue incierto luego: frente a altares
borrosos
empezamos a ser paulatina verdad.
Cuando ya nada, ni una fina red de memoria
pueda recuperarnos,
cuando una lluvia igual a la amada siga
desvaneciéndose,
ellos conservarán su madera en nosotros.

(De “Diosma”)

*Nació en el barrio porteño de Constitución, en 1923.