BRUGHETTI, ROMUALDO
A UNA COLUMNA DE AGRIGENTO

En el calvero del bosque,
en el recinto de la hierba,
el pie ordenó a la pierna: sube,
la mano al brazo: sube,
el pecho a la cabeza: sube.
Subió la voz a la garganta,
la boca subió a los ojos,
y ojos, voz, manos
erigieron la columna,
émula del cuerpo, libre
de la pesada voracidad de la tierra
que no agota su cielo.

ALEXANDER CALDER

Nadie sabía de los brazos del gigantón con frescura de pan y párpados de sol, ni que sus manos tejían platillos de follaje del verano, maderas fosforescentes de las constelaciones, armaduras de metal con cinturas de pétalos y juegos malabares; sueltos los dedos en el balanceo de linternas nostálgicas, abanico de la madrugada con barbas de arenas de la noche, espacio de pantallas parpadeantes y sonrisas de plumas.
El gigantón reía cabalgando praderas de nubes entre los verdores del bosque matinal.

BARCA DE CIELO

Se sentía nube, río, mar
y se dejó tentar por la nube,
por el río,
por el mar
en donde río, nube y mar
desbordan en el sortilegio
del agua
que vuelve a ser nube,
libre barca de cielo.

(�Corona de cielo para tanta lágrima�, 1966)

CRIATURAS DEL CAOS

Corola de sol,
la rosa;
estallido húmedo
de entrecerradas hojas,
la noche;
polvillo de oro en el mar
bullente de la colmena,
la abeja;
dintel del cielo,
fantasma alegre de la lluvia,
pequeña sombra de párpados,
la nube.

¡Erguidas criaturas del caos
vuelto luz
en el misterio de sus labios
constelados de espuma!

DÍAS CLAROS

En el soñoliento otoño,
en el cambiante atavío
de las estaciones
cuando no se sabe si nace el día
o si naufraga la tarde,
dan ganas de subir
hasta las casas más empinadas,
golpear a la primera puerta
diciéndole al que abre:
�¿Me deja usted pasar
a la azotea de su casa?�.
Sorprendido o fastidiado
alguien acaso
recuperándose dirá:
�Suba, suba usted,
es hermoso en los días claros�.

EL ÁRBOL WALTER GROPIUS

Deseo que en este árbol pájaros de muchos colores…
W.G.

Un árbol fue en busca de un pájaro:
un árbol con un pájaro en la garganta,
un árbol con alas y ojos de pájaro,
un árbol con colores de pájaro;
un árbol para el pájaro del día,
un árbol pájaro vida,
un árbol pájaro mundo,
un árbol pájaro canción
en el corazón de todos los hombres.

EL CANTO

El trino se oye de un pájaro.

(�Las nubes y el hombre�, 1962)

EL CIPRÉS DE SILOS

El ciprés subió verdísimo
por el cielo,
a las nubes tocó,
sol y lluvia bebió;
a sus orillas días y estaciones
perpetuaron fosforescentes ramas,
y subía, subía el ciprés.
A él acudieron aves y aves
y el ciprés
se puso a cantar, a cantar
con las aves del cielo,
vivo pájaro en el canto.

EL COLIBRÍ

Las ramas del agua se escurren
entre las rocas y las hierbas,
zigzaguea el sol en el bosque
y el colibrí
enciende su cuerpecito cromático:
su pico negro,
lanza pequeña
en el cáliz de la flor,
sus remos emplumados
con la gracia de un bailarín aéreo;
va, viene, y ya está lejos de mí,
estela de luz
de una ausencia,
rayo solitario en el estanque quieto
que esta noche será visitado por la luna.

EL HUESO

La pradera
en la curva de sus verdores,
el lago
en su órbita de arena,
los pinos
erguidos desde su resquicio
de tierra y piedra,
la montaña
con sus manos
que exploran el cielo,
el cielo
con sus nubes,
dominio de la lluvia,
las flores, la casa,
el hombre: el hombre
y a sus pies la carroña
asistida por un ejército
de invasores
que devoran la pulpa
para que se cumpla
el es y será del hueso
en la blancura reluciente
de su signo.

(�Esa piedra cruel�, 1968)

EL MAR Y LA COLUMNA

I

Se levantan velas en el mar,
la bahía levanta cálices de flores,
los pinos escuchan a las olas,
y las colinas reposan.

Un niño llora en la playa,
el agua llora en la roca,
las líquidas centellas triscan sobre el niño
con su espuma del sabor de la lágrima.

Dejo mis ojos en el vaticinio azaroso del día,
dejo mis nervios en la luz de la tarde:
entro en el mar y levanto a mi vez el canto
de los pinos cimbreantes en las colinas.

Sueño, quizás me adormezco, me abandono
al sol que endulza el reposo de los sentidos
y anuda la sangre a la tierra:
la tierra que su proa aclara en el mar antiguo.

El mar antiguo: el mar de Jonás, de Eneas y de Ulises:
parpadeante lámpara de luz y de tinieblas
que socava el secreto del tiempo y rememora
la vida de los hombres y los siglos.

Navego este hechizado mar: siento
de los crujientes maderos su quejido,
la fiereza del viento y de las nubes,
la tormenta que azota las aguas,
la tempestad que hiere la nave,
la acosa y arremolina
levantando cascadas de verdes azules ríos,
torrentes despeñados del cielo
y de las entrañas de la tierra; el mar
que enardece la arrebatada existencia
de su atenazante abismo.

II

Navego, navego la grávida medianoche
con los destellos plácidos
de la Osa Mayor y la Menor y el León y el Toro.
Navego
con Ulises, el alejado de Itaca,
acercándome a las tenebrosas rocas musicales.
La dócil cera viene a cubrir los oídos
navegantes; calla la canción de las sirenas,
huye el viento, y el navío
asedia el rostro del silencio del mar,
enemigo de las osadas piedras suicidas.

Qué de batallas, qué de siniestros choques,
qué de saetas y de lanzas se entrecruzan,
qué de zarpas del color de la sangre de toro,
qué de llamaradas,
qué huir y expirar y nacer y resucitar
bajo la luna clara e impasible.

III

Oscuro vástago de leyenda, busco
el mar en su caja de geranios,
sus delgadas orillas con violines,
con naves como pájaros;
con fuegos verticales y furias
y bahías en la niebla o estallantes de alba.
Busco del mar la intrepidez de su júbilo,
el ondulante ritmo de las colinas y las montañas,
el bordoneo de las guitarras y las estrellas,
la sedosa lluvia de las horas calmas.
Y busco el perdido rayo de los poetas
en el mar solitarios:
tanto relámpago de sueño y padecimientos,
tanto tronco desgarrado y aún vivo
en las ramas míticas del aire, tanta voz
de agonía y de plenitud humana; una columna
dórica a cuya sombra veo erige su canto
de gozos imprevistos.

…Aquella columna en el espacio sueña
y roe la corteza del tiempo que no cesa.

(1949)

EL PÁJARO Y LA PALABRA

A la palabra le salió un pájaro
y al pájaro un gran bosque
y al gran bosque el día y la noche
y al día y la noche el mar;
y al mar le salió el cielo
y al cielo
las aguas de los ríos
y a las aguas de los ríos
el barro de la tierra;
y al barro de la tierra
le salió el hombre
y al hombre un pájaro,
un bosque, el día y la noche,
los ríos, el mar,
la palabra;
y a la palabra volvió a salirle
un pájaro.

(�Hay cosas que duelen�, 1965)

EL RUISEÑOR

Abro la ventana
en la noche:
la noche acumula
angustias y llantos.
Abro la ventana
al ruiseñor
oculto en el bosque,
no en su garganta;
y siento que la ventana
y la noche
y yo mismo
somos el ruiseñor
que canta.

EL VASO

Conocemos el lado visible de las cosas:
pájaro, colina, nacimiento, muerte,
y agotados el ojo y el tacto
vivimos su misterio y penetramos
en el hueso y la pulpa de la vida,
en el color, el sentido y la sustancia
de los días y las noches
que el vacío alimenta o extingue
en el vaso que bebemos.

ES EL AMOR

Omnia…

VIRGILIO

A María Luisa

Dejadme aquí, dejadme oír el acompasado ritmo de
las fuentes
y seguir, bajo los eucaliptus, el vuelo circular de las
golondrinas:
la lluvia afina sus pequeñas flautas en las alturas,
el aire respira con nuevas voces, sonidos, aromas,
palabras interiores,
y Amor, humedecidos los melancólicos ojos,
aviva en su boca un dulce fuego de rojas flores.

En tanto que el río corre tocado por las nubes y el
tiempo,
yo quiero, esta tarde, habitado por un sueño imposible,
despedirme del tedio del mundo, arrojar mi angustia
al viento
como navegante que remonta la marejada de su
aventura
bajo los invariables meridianos, los soles, los astros
infinitos,
insomne para la música del espacio y sus quimeras.

Viviente en el corazón de los días, en ardua tregua
no desespero
por un fulgurante torbellino, voluptuosa isla; no,
abruptamente,
vulnerable el alma en el transcurrir implacable de
las horas,
he sufrido y sufro por los hermanos tristes,
segados
como perdidos juncos en ciegos campos de exterminio,
en laberínticas ciudades,
en recintos endemoniados donde la muerte se apodera
sin piedad de la vida.

He vivido, errante huésped de soledad, poblado de
crepitantes fuegos,
oyendo, enardecida sangre, la marea de mi
desguarnecido llanto de exilio
en lo hondo del ser, comarca rebelde de hombre
cuya existencia nacía a la libertad como un rito
o se desataba con furia, tensas furias que en él
relámpagos encendían,
para arrojarlo, náufrago, sobre arenas de olvido.

He salido, intrépido, en mañanas de arrebato y de
dulzura,
en albas cruzadas por turbulentas tempestades
destructoras:
he crecido, fervoroso de estío, vivo el pecho, a un
digno vivir
que a hombre y mujer hiciera vislumbrar un
mundo nuevo,
el gozo de la flor, el canto de los libres pájaros
que sus vuelos celebran sobre las frescas hierbas y las
azules praderas del cielo.

A esta lucha he penetrado sin cuidarme de la victoria
o la derrota,
sólo sabiendo hermoso el gesto de la tajante decisión
del alma,
oteando horizontes venturosos y mediodías de
dialogantes pensamientos,
mientras en derredor irrumpían la avaricia, la falsedad
y el mancillado orgullo,
las deprimentes pasiones y las opresoras miserias; oh
los grandes dolores y las caídas
que veía acercarse a mí, y como un agonista, detenía
sus precipitados golpes.

Era el tiempo de los jóvenes años, de los jóvenes años
que, con su dramático signo, dejan en las cosas su
acento como el agua de un río;
tocan a hombre y mujer, niño y paloma, rosa y nube,
y se vuelven gotas potentes, fértil viento y eclosión de
lluvia, hasta poseer la tierra
en inspirado rapto, en pródiga entrega nutricia, con
el claro desprendimiento
que purifica y alumbra, estrella de perdurable luz sin
noche y sin día.

Felices y lacerantes tiempos que regresan a mi memoria
y la despiertan
y otra vez a la vida desamarran en el avatar del destino:
siento que en mí madura la batalla irrefutable,
aires de esperanza rodean mi cabeza, la alivian,
aclaran el estremecido corazón, nutren su existencia,
fluyendo del vacío hacia mis manos una alumbradora
brújula.

Va a comenzar el combate, la ardiente batalla de
la vida,
pero dejadme aquí, dejadme tomar fuerzas un
instante:
quiero oír todavía el acompasado ritmo de las fuentes
y seguir el vuelo circular de las golondrinas,
en tanto, el aire respira con nuevas voces, sonidos,
aromas, palabras interiores,
y Amor, sí, Amor, humedecidos los melancólicos ojos,
aviva en su boca un dulce fuego de rojas flores.

(1945-1961)

ESA PIEDRA CRUEL

Fue la piedra indescifrable
y el sol que calcina la piedra,
la reduce a ceniza.

Sobre esa piedra,
bajo ese sol y su ceniza,
dioses testigos del vértigo
bebieron la sangre,
royeron los huesos del hombre.

Pero las manos del hombre
labraron piedra tras piedra,
miles de piedras, en el tiempo;
erigieron alabanzas a la belleza,
esa piedra cruel inagotable.

FÉNIX

Canta
el mar con sus voces fosforescentes,
la tierra con sus bocas voraces,
el cielo con sus aires claros
y el relámpago de la tormenta,
y la palabra canta
en la perfección de su círculo,
tronco acosado por el hacha del verdugo,
leño reducido a cenizas.

¡Fénix,
mito del poeta,
recreador del mundo!

HOMBRE MUNDO HOMBRE

Sube al escenario
(ruedo de mitológicas calmas
y relámpagos)
entra en el camarín
(remanso de ávidas promesas
espejeantes)
escóndete entre bambalinas
(expectante vacío
en el sucederse del viaje)
húndete en el hueco de la sala
(círculo de cómplices
exilios cotidianos);
el previsible espectáculo
despliega sus puntuales voces
fieles al coro azul de la mañana.

Cifra del drama
llave de la comedia
muerde el pulmón dormido
del tablado
golpea la rugosa corteza
de la platea
cumple tu ceremonioso
ritual
ríe llora sueña
rómpete las uñas
pélate los codos
las frases suenan bien
frescas bocas de la luz
en las mejillas del verano:
el desnudo fuego la atónita ceniza
ejecutan el vibrátil arabesco
de su danza.

Magia de la letra
que a la sangre otorga tumultos
y quebradizos lagos de sosiego
arden en la entraña
las palabras
con su peso color
cadencia sonido;
túnel del grito
piel rojiza de la mano
estoque de la paloma
en la noche del alma.

Y rebalsan rebosan rebasan
su repertorio de sol de luna
inventan fuentes rostros
pupilas enardecen abismos
naufragios laberintos
vértigos edifican
posadas con labios estrellas
ramas con flores guitarra
manzana
madrugada.

Brechas obstinadas en sonoros
mudos diálogos
imágenes que se devoran
a sí mismas
y su crecer de verde hoja
reanudan en el tiempo
geometría de la pulpa y el número
flauta delirio balcón pausada estrella
el mar repica campanas
el cielo empina horizontes
la tierra apura trigales
pájaros duendes colinas
hebras de los bosques
cantan en el mar
en el cielo en la tierra
que entreabre sus húmedos labios:
ruiseñores de un obcecado todo
búhos de una zozobrante nada.

¡Hombre mundo hombre!

(�La imagen y la palabra�, 1973)

ICARO CAÍDO

P. Brueghel

En el vaivén de la vida
nos sentimos de pronto crecer
en la rama más alta,
en la cima que desborda la montaña,
en la cúpula que acuna el aire claro,
e imprevistamente somos
Icaro caído
en el fondo del mar siciliano
bajo el cielo más azul de la tierra,
arriba, impenetrable,
como una piedra muerta.

LA BARCA

Cuando llega el sueño
entro en mi barca.
Dejo mis huesos en la hierba
y recupero la memoria
de otros viajes.
No hay dolor, ni frío,
ni castigo, ni hambre.
Remonto ríos y mares
y una nube con su mano
me señala otra barca
que está cerca del cielo
en la que navego y navego
en ésta y en otras vidas.
Al cabo de las noches
descubro que la noche
es una sosegada barca
y la barca
tiene la forma del sueño.

LA BELLEZA

He buscado la Vida, la Libertad, el Amor,
las gestas heroicas, las justas rebeldías,
las tentativas puras,
y he sentido que la gran Esfinge es muda,
que la Justicia es ciega, que la Libertad
es alimento dulce y amargo,
y he vuelto una y otra vez a esta tierra
para crecer y esperar, para cantar y combatir,
fiel a mis impulsos
-no flujos trémulos del aire,
ni mareas repetidas del mar,
ni nubes que reiteran el color de otras nubes-,
y he alentado la agitación que funda Agitaciones,
la idea que clama por la Idea,
la edad que acrecienta las Edades
con el relámpago que ampara y nutre
a la Belleza:
esa joyante fruición del misterio
que conmueve el corazón de lo Absoluto.

LA PALABRA

Ah, la palabra, la palabra,
libre de los profanadores
de la palabra,
como los ágiles peces de los ríos
o los pájaros de luz de los cielos
o el vino que colma del vaso
su vacío
en la claridad y el misterio
de la palabra.

Ah, la palabra, la palabra
en su rueda que fluye
como el agua y el viento:
de Heráclito, el río que no vuelve,
de Pitágoras, el eterno ciclo que no cesa,
de filósofos y poetas, la ilusoria sirena
del armónico futuro
en el sonido musical del instante,
en la noche sin fin
de la garganta del tiempo.

Ah, la palabra, la palabra,
una mirada asida a otra mirada,
un vaso de agua
del pozo del corazón,
relámpago
que su fuego no consume
al oído del amor
y prepara el vuelo
de la primavera.

(�Enigmas y claridades�. 1976)

LA REDONDEZ DE LA TIERRA O EL AMOR

De cuerpo y alma en el fluir de las estaciones
se volvieron sombras que deforman los espejos,
sombras que el páramo
devora con su boca seca
de pupitre del desierto;
sombras que se alejan y alejan
en marejadas opuestas.

En el límite de su delirio,
con un temblor parecido al espanto
entran y salen del día
como por la puerta de su casa,
encienden un fósforo
en la punta de un promontorio,
destierran la tristeza
y sus temibles lenguas,
enhebran en sus labios
convites de boca de horizontes.

¡Bocas que comparten el relámpago
en la redondez de la tierra!

(�Historias cotidianas�, 1970)

LA TIENDA PATRONA

Oh la gran tienda,
patrona de todos los corazones,
alhaja de insólitos pelos y colores,
piel de los cinco continentes y sus islas,
inventora del ombrello tascabile,
de la candela mangia fumo,
du coq qui fume, y otras maravillas.

Oh descaro de aquel hombre
y de aquella mujer, a dos pasos
de tantas pepitas de oro,
apestillados por su carne mortecina,
peatones distraídos.

LA TORTOLA

�Con los dedos se peinaba
la memoria de cabellos de lago�.

MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS

Con los dedos se peinaba
la memoria de cabellos de lago,
la tórtola.

Con el pico de seda rizaba
las ramas de camelia del bosque,
la tórtola.

Con los ojos de cuello de cisne
contemplaba la luz de diamante del día,
la tórtola.

Pero con la voz, con la voz
del lago, del bosque, del día
cantaba, cantaba,
la tórtola.

LE PECORELLE

Como una rama unida a otra rama
están le pecorelle
en su árbol de silencio
y trémulas de nostalgias
y de temores nocturnos
en la luz incierta del día
no se sabe si son un bosque o un lago
perdido en el espacio verde
o una nube inmensa y repetida
que ha soltado su barca por el cielo

LOS CISNES DEL AVON

El puente abraza el agua
y en el abrazo suelta
la blancura de los cisnes,
nubes que se deslizan
por el río
con su pausa de cielo

MITOS DEL SUEÑO

La tierra y el mar
a las nubes dibujan pies
de barro y de rocío,
pero las nubes
entran y salen
de los bosques del cielo,
afilan sus perfiles de aire
y edifican espacios de luz,
mitos del sueño.

MÚSICOS AMBULANTES

Nada piden al polvo de sus zapatos,
ni a los cabellos enmohecidos por la niebla,
ni a sus rostros de pastores sin rebaño
en la ciudad sin pizca de memoria.

Algún viandante se detiene, mueve
pies y manos como en un baile,
busca algo en el secreto de los bolsillos,
canturrea, sonríe y dice
estirando la mano:

¡Bello es vivir y bailar
cuando el corazón aletea!

PAESTUM

Memoria, ojo del misterio,
espejo del silencio,
¡el mar, otra vez el mar
empuña su robustez de toro
libre en el viento!

Memoria, piedra caída,
ceniza de los siglos,
¡el mar, el mar monta en su carro
de nubes para el combate,
para el laurel
que aún aguarda su frente
entre tanta flor marchita
y ojos que lloran!

Como un relámpago trunco
o una existencia
quebrada en mitad del viaje,
el mar de Poseidón
navega por el camino
de Paestum,
estatua inmóvil,
columna dórica,
árbol de la piedra
en las ramas del tiempo.

RETRATO DE MI MADRE JOVEN

Mi madre está sentada e inclina la cabeza
y la nostalgia le toca la frente y la sorprende
en el leve aire que despeina sus cabellos.
Piel de maduro duraznillo tienen sus mejillas
y en su corazón un murmullo de hojas de otoño.
En tanto el rojo pañuelo, pluma en su garganta,
y el rosa y el blanco de su blusa le oyen musitar:
soy joven, sonrío, sueño; hoy es primavera.

TODAVÍA LA ROSA

Antes de la rosa
fue la espina,
tierra reseca,
y antes de la espina
fue el yermo,
y antes del yermo
el aire seco,
sin rocío,
la lágrima.

Y la lágrima
fue antes del viento,
y el viento
antes de la lluvia,
y la lluvia
alzó su luz de pradera,
y la pradera
fue corola del jardín
cuando la tierra
se encendió de verde.

Y el verde
sube por el tallo
de la tierra,
y el tallo
fue antes de la flor,
y la flor
antes del hombre,
pero el hombre
abre los ojos
al amor,
y el amor
edifica el espacio
de la rosa.

UN NIÑO

Estábamos en la colina:
hablábamos
olvidados de la colina,
del ojo de trigo,
de las manos de las flores.

Sólo un niño salió al camino
por el camino
para tocar con sus dedos
el azul de la colina.

UNA RAMA EN EL TIEMPO

A veces, me digo, soy el viento:
como el Pampero irrumpo
con mi manotón de aire
y destierro la fatiga de la niebla.

A veces, me digo, soy el mar:
el mar en la violencia de sus olas,
o que alza como una bandera de paz
su azul incorruptible.

A veces, me digo, soy el trueno:
el trueno que sacude la tierra
aletargada, que remueve el aire
y lo vuelve cristal reluciente.

Pero, a veces, simplemente soy un hombre:
un hombre con voz de desamparo, un hombre
que vive, sufre y sueña en el mundo,
sobre el abismo de las palabras muertas.

En ese instante, digo: Amigos,
necesito una pausa. Jesús
muere en todo hombre
que sufre muerte abominable;
el Amor, la Justicia, la Libertad —
lodo y miseria
en la piel eruptiva de una lágrima.

Y pido una pausa y de esta pausa
regreso y digo:
el poeta es el reinventor
del hombre en el sinfín del Hombre:
pozo de agonía,
flor o nube ¡efímera y constante!

Una mano
se abre a tanta penuria
para retemplar mi sangre
como una rama que crece en el tiempo.

UNA VACA JOVEN

Volaba una vaca joven
más que un pájaro,
más que el viento.
Veía, allá abajo, a otras vacas
chiquitas, oscuras en el pasto verde;
estaba feliz, se reía con sus grandes ojos,
reía de sentirse pájaro,
de sentirse viento. De reír y reír,
triste pájaro que recoge sus alas,
se le escurrieron las lágrimas:
sola en el aire, confusa
con sus ojos tristes de vaca,
dejó de volar.