BUSIGNANI, MARIO
AMBIG�EDAD

Más allá de la forma que enumeras
mi amor y mi deseo te perfilan
cambiante. Son recuerdos y quimeras
que en tus varias imágenes desfilan.

Junto así tus inéditas maneras
a esta porfiada herida que encandilan
los fuegos y cenizas que exasperas.
Viriles penas mi fervor afilan.

Y si bien en ti misma perseveras,
volubles seres en tu ser vacilan
resplandecientes. En su luz vulneras
la red con que mis ansias te vigilan.
Y en el arduo panal donde me esperas
plurales nombres tu sabor destilan.

AMBIG�EDAD

En la noche, lejano, un canto de mujer destella
y vierte su licor en las ondas de mi sueño.
Esa desencarnada voz allana
mi corazón y en mi pecho late incontenible
estremeciendo cálidas memorias, delicados ecos.
¿Quién es ésta que moja, sin tocarme,
mis ojos y mi lengua? Mientras canta
la siento penetrar, desnuda y ciega,
en mi carne y mis nervios y mis huesos.
Unísono mi cuerpo vibra con la oculta garganta
y en sus secretos manantiales me disuelvo.
En ambiguo abrazo la canción me desborda y me posee
como si la voz distante de pronto fuera
mágicamente mía.

ANOTACIONES A UN ALMANAQUE
DE NOTAS

A Néstor Groppa

En esta sosegada tarde camino en tus poemas
por el humilde San Salvador que enamorado nombras
y ando con ojos nuevos por esas calles y alguna esquina
que recobro en las querendonas páginas de tu libro.
En él contemplo barrios y suburbios, vecinos
que trajinan, viven y perduran en tus notas
con sus oficios y sus ansias, sus vinos y sus recuerdos.
Con la ayuda de tu conjuro toco
el corazón de viejos amigos, ausentes hoy,
y en alguna olvidada mesa, con flores
y tucanes de gastado hule, bebo
nuevamente el gozoso vino de la amistad.
En tus imágenes recorro espacios y lugares
que yo también anduve, sin mirarlos,
y comparto recién ahora su gracia esquiva,
sus estancadas horas, su río apacible.
Contigo asisto a los ramales y juntas del tiempo,
no sereno siempre, donde el Jujuy de antes
y este San Salvador se unen y diseñan
una sola y transparente estampa, de Colonia,
de aldea y de Ciudad creciente. Este antiguo tiempo,
recobrado en tus recuerdos, que huele
a vetiver y toronjil, con árboles venerables,
santarritas, luciérnagas y pilpintos, madapolanes
y visillos de macramé
Y este nuevo tiempo de San Salvador
con palomares torres donde anida tanta gente
y bandadas de gorriones que salen de la escuela.
Este San Salvador de quenas y charangos
entre galerías y servicentros, letreros luminosos
y semáforos. Y sin embargo
velas lloran inconsolables lágrimas de sebo
por la muerte milagrera de la Sibila.
San Salvador de Jujuy, calle Urdininea
donde el flanboyant y el cedro azul
y las asiduas páginas en que anotas la hora,
el día y los años de mi Provincia cotidiana.

CANCIÓN

Desde los filos
regresa el aire,
la piel estremecida
sueltas las sienes,
el pecho lleno
de leves ramos.

Regresa el aire.

Tiernas imágenes
repite el río.
Rozan los sauces
la misma espuma.
Silban iguales mirlos.
Ay, sólo yo desando
pasos de olvido.

Regresa el aire.

CAÑADA

Sus vegetales minas
excava en la floresta
abatiendo la cuesta
con aguas serpentinas.

Qué naves de espesura,
qué gorjeando sosiego
Con qué rumor labriego
asciende la llanura.

En su interior umbrío,
cuánta presencia esquiva
y en la salvaje ojiva,
qué cielo de rocío.

Una luz olorosa
de nogales y helechos
late en los pechos
del agua que se empoza.

De resina y de lodo
el aire se desvela.
Y un rayo de gacela
fuga por el recodo.

(De �Memoria del Asombro�)

CAUTIVO

Toco el azul ambiguo de tus venas
transparentes, el cuerpo en que reposas,
venas que suben desde silenciosas
vertientes donde tu sabor serenas.

Toco tu piel, la piel que asoma apenas
en torno a un ramo de algas misteriosas,
viaje arrebatador, portal de rosas,
asedio que sonriendo desordenas.

Tu hermosura diseña en minuciosas
olas un territorio de azucenas,
espacio en que me rindes y encadenas
e inmolas a tus mieles imperiosas.
Desde mis despojos sin cesar revivo
y sin cesar de ti muero cautivo.

CIELO

En sus puntuales páginas escribe
Dios sus poemas puros. Alta vega
donde la luz su corazón entrega
y en volubles imágenes lo exhibe.

A sus playas de efímero Caribe
la nube de tatuados brazos llega
y en los tenues tapices que despliega
los sueños del crepúsculo describe.

Crece el tiempo sus frías amapolas
en su profunda mies, e invade en olas
de polvorienta muerte nuestros hombros.

Y en sus arduos desiertos estelares
tiende el misterio sin cesar sus mares
y huye en tenaz constelación de asombros.

CUERPO

Entre el ser y el no ser
te columpia tu sueño
y te deja sin ti
sumergida en lo negro.

Sólo te une a la vida
la vigilia del pecho,
que en el vellón del aire
hila tu aliento.

De ti nada se sabe
sino del cuerpo,
gajo caído
en los linos del lecho.

¿En dónde late ahora
lo que de ti yo quiero,
lo que te forma a ti
más allá de tu cuerpo?

Vacantes de ti misma
tus juveniles miembros
yacen macizos
como miembros ajenos.

Ah! Si ya no volvieras
tú de tu sueño,
si regresaras otra
¿para qué me valdría
a mí tu cuerpo?

DANZA

Súbito mástil de jazmín, avanza
de su gozoso corazón cautiva
y vuelta signo y música deriva
por los puros meandros de la danza.

Es pos de un sueño que sin fin se esquiva,
sobre su andar de luz se yergue y lanza
y encadenando imágenes alcanza
fragilidad de nube fugitiva.

Su forma en nuevas formas se sucede.
En diálogo su cuerpo transfigura
y al aire sin cesar su rayo cede
y sin cesar sus miembros inaugura.
Sobre sus pies por fin se abate y pliega
y en plenitud de rosa se sosiega.

DESLINDE I

Tú no cesas en límites precisos,
la vecindad del aire entre tus dedos,
el pelo en que la luz anuda espigas,
la piel que te separa de otras flores.
Te evades en solícitos enjambres
que no detienen las redes del cuerpo
ni las sílabas del nombre que renuevas.

Tú no eres sólo tú. Juntas imágenes
y sueños míos, formas y recuerdos.
El niño que llama desde un río abandonado,,
la levedad de pájaro en que vivimos,
los hijos que respiran tu sonrisa.

Los amigos que nos unen
beben su copa alrededor de tus ojos
y entre tus manos arden apacibles
los muertos que comparten nuestra casa.

Y esta tierra que a diario me enamora
y sosegadamente, espera.

DESNUDA, SU CABELLO…

Desnuda, su cabello amada suelta
frente al cautivo espacio del espejo
y enciende un resplandor de sol perplejo
sobre los hombros y la espalda esbelta.
Por ese vivo manto sólo envuelta
colma de flores el lago del espejo.
Denso de blancos ecos, el reflejo
sólo es presencia en forma y luz devuelta.
Como ante claro ventanal el ave
se asombra porque su ala está impedida,
el ánimo turbado ya no sabe
cuál es la imagen y cuál la vida.
Si tanta gracia en la apariencia cabe
¿qué belleza no espera sumergida?

*

Amo los dones de tu cuerpo, fresca
morada donde te abres cristalina,
las rojas uvas de tus besos,
su afilado licor, su fina espuela
en los ijares de la sangre alerta.
Y el sabor de tu lengua, ya madura,
dulce cola del pez de tu deseo.
Amo los dones de tu cuerpo, fresca
morada donde te abres cristalina.

EN TIBIO HUECO SE ABRE

En tibio hueco se abre aquí la fronda
y se entrega en corolas tropicales
que el lánguido remanso copia en su honda
pupila de solícitos cristales.

El sol hunde sus brazos en la onda
y en ella apresa rojos otoñales.
Con paso perfumado el viento ronda
herido por un canto de zorzales.

Flota en el bosque tímida neblina
que teje vagos velos irrisados.
Entre los árboles ensimismados
camina ya la sombra vespertina.
Y en la rada que forma la colina
arden raros veleros nacarados.

(De �Tiempo Ensimismados�)

ETERNIDAD

Vuelvo a este río de mi infancia
que palomas y árboles aclaman.
Mis ojos vuelan entre flores y entre nubes
mientras mi corazón descansa al sol
sobre la arena húmeda, esponjando
sus fatigadas plumas.
Mi alegría retoza en la corriente
y muerde trémulas espigas.
Ahora el río me posee
y soy el cauce,
el agua y la ribera que la define.
Detengo así
a ese otro río
que todo lo transforma:
hombre, paloma, árbol, río.
Otros vieron, verán su ardiente espuma
mas hoy discurre en mí y para mí y en mi poema
ya quieta imagen y no obstante río.
En el confín Jujuy yergue su frente
que empañan brumas leves
a modos de indecisos pensamientos.

GÉNESIS

Me abandono al éxtasis
de esta sinfonía;
asumo
ámbitos antepasados,
arenas vírgenes donde
el día y la noche
enjambran en una
constelación inmóvil.
En polen indeciso
yacen
nombres y seres.
Se entrelazan
los rumbos, la estrella, el viento.
Agua,
peces,
gorjeos,
hombre:
vocablos de un inédito
conjuro.
Su Boca
separa ahora lo indistinto,
desde ahora
el sexo insaciable
conspira hacia el origen.
Soy
el primer hombre
y Dios
es mi prójimo.

IMÁGENES PARA UN RÍO I

Te trasiego mi alma….
Luis Franco Cuando digo tu nombre, padre Río,
mi corazón renace pez y greda
y en lo más leve de tu barro queda
henchido por las zafras del rocío.

Cuando digo tu nombre desafío
la eternidad que en tu corriente rueda,
pampa de luz que en su trigal enreda
los vastos aires de tu señorío.

Busco en ti los confines del dorado,
los desiertos enjambres de la arena,
las sigilosas danzas chulupíes.

De tu latido y fuerza enamorado
muerdo en ti una recóndita condena
y en azúcar y polen me deslíes.

IMÁGENES PARA UN RÍO II

…el polvo de la antigua gente
bulle bajo la tierra…

Juan Carlos Dávalos

Un panal de cardones y pucaras,
un hacha desceñida, un jaspe herido
tocan en lentos médanos de olvido
la más remota y pura de tus caras.

En la espesura de tu ser amparas
el fuego trunco, el pedestal caído.
Ciegamente resuena en tu mugido
un pulso de humahuacas y tilcaras.

En fieles geometrías tutelares
o en solícita alfarera
lejanas indias vuelven en tu espuma.

Cuando el verano ciñe tus ijares
y tu cuerpo en sus fraguas exaspera,
sangre ancestral tu corazón exhuma.

INFANTILES

La tarde fleta nubes policromas
que zarpan sobre pálidos berilos.
La alegría madura de los tilos
pro los cauces del aire vierte aromas.

Prados de hielo alumbran en los filos
remotos, entre vegetales lomas
donde la luz prodiga sus redomas
de color y la sombra sus sigilos.

La choza del labriego la opulenta
umbría hiere con su faz hambrienta
que vela por dos párvulos desnudos,
cuya tez sólo el céfiro acaricia.
En ambas carnes la miseria inicia
lenta saña de pájaros picudos.

LAVANDERA EN EL RÍO

Con ademán de trigo vulnerado
vuelca puntual su cuerpo sobre el río
y una evasiva llama de rocío
le deshace, entre espumas, el costado.

Tantas veces el agua la ha mirado
desfallecer junto a su aliento frío
que ya el alma le arrastra hacia un baldío
sosiego de panal deshabitado.

Su cadera de pulcra alfarería
el aire ciñe con carnal encono
y un henchido cansancio la socava.

Entre sus brazos se disuelve el día
y ya madura de ávido abandono
su corazón en pez furtivo acaba.

LLEGARON

Llegaron
bulliciosas.
Traían racimos,
sedas y palomas.

El tiempo
deteníase en sus bocas.
Sus senos
olían a frondas.

Se dieron
melodiosas,
ingenuas, iguales,
nada más que formas.

Tragadas
por un agua sorda,
pasaron
igual que sombras.

De las cenizas
de sus horas,
sólo queda
este eco de rosas
con que mi ser
explora
tu residencia
más honda.

Beso tus labios,
tu belleza en ellos,
tu vida misma
en su estremecimiento.

Sabor de fruta viva
y cristalino fuego
gana mis vanas,
tañe mis nervios.
Madura llama
donde tu carne bebo,
donde yo mismo
tiemblo.

Panal
donde no me detengo,
buscando siempre
adentro,
más allá de tus labios,
más allá de mi beso,
en lo intangido,
en lo secreto.

Allí donde arde
tu alumbramiento,
como un dios insaciable
me sumerjo.

Inmóvil
miro
la imagen que de ti
modelan mis sentidos,
el rostro, el cuerpo,
los miembros finos,
la voz, el gesto,
el perfume, el vestido.
Miro tus ojos
infinitos,
maduros
de sentido.
Tu mirada
miro,
rayo que sube
de tu yo más íntimo.
Lo que es trama
de tu recinto
-abeja
coral y lirio-
tañe gozosamente
mis sentidos;
mas nada dice
su latido
de lo inefable,
de lo intangido.
Ni ojos, ni boca,
ni oído,
ganan la almendra
de tu yo escondido.

MADONA

Gozosa y maternal mirada vierte
el cielo sobre el valle, que declina
sus colores en lúcida neblina
y en imagen de sueño se convierte.

El soplo de las ráfagas un fuerte
olor a tierra núbil disemina.
Recua de truenos cóncavos trajina
el río, que en tenaz tropel se vierte.

Tibio caudal de pájaros y gleba
por las ondas del piélago campestre
abre el peón, gemelo de la esteva.

En su panal moreno al hijo abreva
la pastora, madona que en terrestre
fruto su sino sórdido renueva.

MANUEL ÁLVAREZ PRADO

En estas crispadas costas
vengo a desandar tus pasos.
Aquí arreciaban tus lanzas
coronel Álvarez Prado.
Al frente de la partida
la Patria iba de a caballo;
la montonera la afianza
coronel Álvarez Prado.

Arde la erizada arena
alrededor del airampo
y arden hierros y jinetes
bajo el cielo seco y alto.

Tatuado de sol y greda
pelea el Río a tu lado;
coscojas de ronca espuma
potro y apero de barro.

Y el viento bagual enrola
sus cuchillos en tu bando,
las clinas de sal y arena
coronel Álvarez Prado.

Con mi sangre y mi guitarra
en la refriega te alcanzo;
quiero porfiar por mi tierra
coronel Álvarez Prado.

¡Esos tiempos de entreveros
y de ponchos colorados,
tercerolas y tacuaras
y sables entremezclados!

Como antes la sumalahua
reclina en la luz sus ramos.

¿Dónde tu espada y tus gauchos
coronel Álvarez Prado?

Bajo un churqui de Tilcara
tu imagen revive en árbol.
Puedo respirar tu sombra
coronel Álvarez Prado.

Orillas del Río Grande,
largo puma desbordado.

MANUEL EDUARDO ARIAS

Por estas abras voy y en estas quiebras
de Zenta, deslindando tu figura:
la mirada que el celo desmesura,
el rostro, su esplendor de asiduas hebras.

Vuelven los entreveros que celebras
desde el ardor de tu cabalgadura,
la montonera que la sangre apura,
los altos hechos que en laurel enhebras.

Vas con tus gauchos alanceando godos.
Pruebas la libertad, la Patria y todos
los temples del coraje y de la suerte.

Y en estas soledades imagino
la gloria y el revés de tu destino,
la pelea, el honor, la opaca muerte.

MATERIA

Qué confiada duermes
Juan Ramón Jiménez

El sueño de tu cuerpo te enajena
y en dimensiones puras te aprisiona.
Cosa entre cosas, yaces sin persona
sin más vida que un brillo de azucena.

Como un navío en una mar de arena
tu presencia sin ti me desazona.
¡Cómo alcanzar sin tu fervor la zona
donde el sueño te rinde a su cadena!

Con sosiego de río congelado
en el lecho maciza resplandeces
y aunque tu cuerpo late a mi costado
materia impenetrable permaneces.
¡Qué distante y extraña me pareces
de vuelta de tu mundo clausurado!

MEDITACIÓN

¿Y si el cielo en sus múltiples abismos
sólo sigila un infinito cero
donde lo último iguala a lo primero
en un rodar de opacos espejismos?

¿Y si no hay más que un truco de guarismos
indiferentes? ¿Si lo verdadero
finca en este glacial sepulterero
que nace y crece con nosotros mismos?

La espiga, la paloma, las gacelas,
el leopardo, ¿no son también parcelas
del lodo original que nos enlaza?

Si nos sujeta por igual la muerte,
¿no nos convocará una misma suerte
al hombre y a la flor que lo solaza?

PALABRAS A UN RÍO

Ah la inmadura edad en que acudía
puntual a tu reclamo de rocío
y entre ramales de olorosa arena
éramos juntos en tu reino ambiguo,
tú enamorado de tu quena de agua,
yo con mi asombro y mi silbido.
Con qué floridos toros el verano
acosaba tu cuerpo desmedido
y qué orilla de cajas y jinetes
anticipaba la sazón del trigo.
Te daba yo guirnaldas de bejucos,
tú, rumores y peces evasivos.

En vecindad de líquenes y abejas
iba un ángel oculto en mis sentidos,
me decían los pájaros el nombre
arcano de las cosas ya perdido
y la noche su fábula invasora
de duendes y luciérnagas y grillos.
Qué dulce tu corriente si mojaba
el borde de mi sueño en su latido
y me colmaba de presencias puras
meciéndome en espacios indecisos.
Aún no estaba en mí sino en el aire
en un fanal de imágenes perdido,
vacilaba mi ser entre los seres
trocado en pez, en ave o en racimo.

Fresca la sien de toronjil y albahaca
y el aire de naranjos y pilpintos,
entre sus gajos mi ciudad crecía
como un fruto recién amanecido.
Ah, su olvidado pecho de guitarra
bajo el jazmín insomne del estío,
su cintura de tapias y cebiles
y las cintas y espuelas de su brío.
Era una antigua estampa de herrerías,
carros llenos de trébol y chirridos,
potros ásperos, llamas apacibles
y un ronco trajinar de misachicos.

Desnudos como entonces, en tu espuma
relumbran bulliciosos niños
y sumisas mujeres desvanecen
el polen de su caras en tu frío.
Entre ramales de olorosa arena
éramos juntos en tu reino ambiguo,
tú enamorado de tu quena de agua,
yo con mi asombro y mi silbido.

Aguas espumosas
que váis a la mar,
los pasos que andaba
vengo a desandar.

PASTORA PUNEÑA

Ved este ángel guardián de imaginero
por la erizada sed de los tolares,
esta brizna de Dios, entre sayares,
ceñida en el candor de su venero.

Un frágil sobresalto de cordero
guía sus leves pasos tutelares.
Queman su corazón los peladares
y lo desgaja el viento encomendero.

Hilan sus dedos de inocente harina
un ajado vellón de indiferencia
que el ánimo en las manos le confina.

Errante soledades de majada
le abren un vegetal cauce de ausencia,
un sosegado arrimo de la nada.

PILPINTOS

Desde quién sabe qué lugar apartado del tiempo
regresan iguales
envueltos en el ritmo indiferente de las estaciones.
Unidos a los mismos árboles,
a los pájaros habituales,
al río inveterado,
repiten gozosos la imaginería del verano.
Allí están, sobre la tierra jugosa,
con sus reanudados juegos.
Tejen y destejen nerviosas guirnaldas
desde los bejucos al estiércol reciente,
desde el estiércol a los charcos del sendero,
desde el sendero a los manantiales del aire.
Aparentan hojas flotando en altos acuarios,
ingrávidos camafeos, párpados errantes,
escamas de luz dehiscente
y aglomeran en el barro inestables corolas.
Con qué gracia entrelazan
las alternativas del deseo
y se buscan y rehuyen en ceñido arabesco.
Alguna golondrina rompe el encanto
con el pico urgente
y esa muerte frágil, impalpable,
sucede sólo como momentánea ausencia.
Ahora colman los gajos del espacio y juntan
todas las presencias
en el hilo invisible de sus rondas
como si ataran en una sola imagen
la aparente multiplicidad de los seres.

Así, efímeros y eternos, transitan
el cuerpo del verano
llegados quién sabe
desde qué lugar apartado del tiempo.

QUÉ BRUÑIDOS

Qué bruñidos
los cristales
sosegados
del paisaje.

Y qué dentro
de diamante
oloroso
el aire.

Qué suspirar de frondas
y cantares,
qué aliento de praderas
y trigales.

En el cielo violeta
un miraje
de rosadas
naves
hacia nevadas islas
flotantes.

Y qué herida
y congelada sangre
cuaja el ceibo
en la carne
transparente
de la tarde.

En tu rostro se mira
la luna que nace.

RETRATOS

Con sus ojos sin límite despiertos
-ya nada más que sombras esmeradas-
en silencio me envían sus miradas,
desde la pálida pared, mis muertos.

Miro esos rostros y los entreabiertos
labios, con sus sonrisas coaguladas,
copia ya de fervores y de nadas
que la Nada consume en sus desiertos.

Cada imagen encierra un tiempo inerte
y una imposible eternidad remeda.
Ay, sólo el gesto de la vida queda
sobre el enjuto hueco de la muerte.

Ya tanta ausencia el corazón hospeda
que entre resecas soledades rueda.

RÍO YALA

De minerales viñas sustentando
en soledad y hoguera fría creces
y en repetido ser desapareces
tras de tu cuerpo siempre despeñado.

Tu soltura de líquido venado
encelas en tropel de ariscas reses
y en grito y sangre y músculo padeces
tu estación de guerrero enamorado.

A vibradora sien enaltecido
tu savia elemental —tu fiel latido-
en pájaro y corola se consuma.

Retorna un tiempo de infantil sosiego
cuando mi corazón añoso entrego
al rumor de tu fábula de espuma.

ROSA

Su presencia de pájaro y de llama,
de caracol de luz, de copa y seno
el espacio define y queda lleno
del rubor de diamante que derrama.

Rayo cautivo de su propio freno
el corazón fugaz del aire inflama
y en sus lentas bahías desparrama
los latidos de su hálito sereno.

Su rojizo licor el día bebe
y en la ofrenda la rosa se extenúa.
Ya su mejilla el término insinúa
y por fin en ajada sangre llueve.
En el contorno nada se conmueve
y en otra rosa el brindis continúa.

TEODORO SÁNCHEZ DE BUSTAMANTE

En este libro que tus días próceres
dice como un prolijo relicario,
un retrato convoca tu presencia
austera y el latido de un país
nuevo que te acompaña. Esa imagen
-cabellos dóciles, figura grave-
corrobora jornadas pensativas,
lecciones de esencial sabiduría.
Por arte de esa estampa y esas páginas
siento correr la arena de tu vida:
las aulas iniciales y los libros,
abiertos hacia Dios y a la evasiva
justicia de los hombres. Y aquel día
desplegado en el mástil del recuerdo:
día de la bandera azul y blanca
con Belgrano y Gorriti en las sagradas
naves, cuando la libertad porfiaba
también en tu mirada diligente.
Después las armas emancipadoras,
su destino de sangre, arrojo y gloria
y derrotas aciagas. San Martín
resplandeciendo en tus afanes. Y otros
nombres en tu retablo americano.
Y el exilio, las largas y salobres
nieblas de los exilios, confinado
corazón en los gajos de otros aires.
Luego el tenaz regreso, los trabajos
y los días, honores apremiantes
y tantas veces licores de amargura.
Mil ochocientos diez y seis, matriz
provincial de la patria urgente
con tu aliento y tu pluma en su bautismo
ceremonial. Después tu desolada
muerte en lejanas sombras, ya la historia
del país y la tuya para siempre
unidas. Y yo, Mario Busiñani,
jujeño de extranjera estirpe, dejo
-por todos- estos versos junto al mármol
patricio que celebra cada día
tu presencia de prócer ejemplar.

UN PAISAJE CAÍDO

Un paisaje caído
sobre un caído espejo
con ramas extendidas
en un cielo sin lejos.

Entre frondas y nubes
desnudo va tu cuerpo,
de cuerpo a luna
de luna a cuerpo.

Primero macizos
los días llegaban.
Líneas y colores
en su fragua
urdían un mundo
de formas exactas.
Qué simple era todo.
El pájaro, el agua,
el árbol, colmaban
el estanque azul
de cada mañana.
Después —caracola
de honda resonancia-
el rumor del tiempo
soplaba.
Ahora yo mismo
ardía en la fragua.
Qué distinta entonces
cada mañana,
muriendo conmigo
exhausta,
vencida
por lentas espadas.
Sonámbulo río
de insaciables aguas
formas y relojes
devoraba.
Huesos de mis días
yacen en sus playas,
rodeados de nombres
fragantes y de alas.

UNA GRUTA DE FRONDAS

Una gruta de frondas,
de olores y de pájaros.
Un derretido espejo
que huye en espuma y canto.
Un ramaje de sol
creciendo desde lo alto.

Qué caída contigo
por un cielo hacia abajo.

VERANO

Esta es la brusca orilla del verano
con su fulgor de pájaros y mieses,
ésta su alba de lluvias y embriagueces
y ésta su tez de cedro y de manzano.

Ved el color enardecer su mano
y su latir de arcillas y de peces,
ved su cigarra urgiendo madureces
y su cadera púber en el grano.

Con plenitud de azúcar y de llama
hiende los pechos duros del granado3
y acumula en las vides su congoja.

Por abejas y grillos se derrama
y se tiene -ya toro fatigado-
en un lecho de zambas y de aloja.

VIAJE

Un rayo entre dos ceros. Una rosa
en el azar de la corriente, un ala
que sobre el viento sin cesar resbala
y en imprevisto muro se destroza.

Un plural espejismo que propala
alrededor su repetida glosa.
Un curso sibilino hacia una fosa
y un latir de tinieblas que nos cala.

Los días con su aliento de ceniza.
La tierra con sus sales y sus jugos.
Dividido entre nubes y entre yugos
el corazón sin pausas agoniza.
¿Alcanzará este viaje que nos triza
un confín sin esclavos ni verdugos?