CALVO, LUIS RAÚL
¿CUÁNTAS MANOS RECONOCIERON

¿Cuántas manos reconocieron en tus pezones una parte de la
inocencia?
Alguien me recuerda a ti y sin querer le quito identidad.
El tiempo es único e irrepetible, por eso a veces es todo y a veces
es nada.
Ella sale por las noches para desmitificar el mundo de lo real.
Siempre hay y habrá un hombre solo, esperando en la esquina.
Ella nada en otras aguas, por ello se torna inalcanzable a nuestro
tacto, a nuestro olfato, a nuestra vida.
El origen de una caricia descubre el punto límite del deseo. Allí
nos reconocemos una y otra vez por el resto de nuestros días.
Fue todo tan armónico, tan apacible, que nos alejó de lo humano.
Tus ojos, bella lluvia de otoño. Así, tan tristes, me dan tanta vida.
Verme en ti, así tan lejano. Siempre debería verme así en ti.
Como un extranjero.
Esa mirada, perdida, extraviada. Esa mirada, sabe más de lo
necesario.

88 BUENOS AIRES

El telón levanta
sus ventanas de odaliscas.
Es una noche más
en un Buenos Aires
vulnerado
por fantasmas que inoculan
sus estigmas
pero un zumbido
de música herida
invade las capas
más feroces de la jungla.
Detrás de la persiana
un verde ocre
huele
a miseria escondida
y la ciudad duerme
hasta llagarse de inercia
por claveles nacidos
a destiempo.

CRIMEN PASIONAL EN LA CALLE TRES ARROYOS

Son las dos de la madrugada de un lunes cualquiera.
Hace treinta y dos años en la calle Tres Arroyos
un inesperado crimen nos recordaba que también
se mata por pasión.
Las crónicas oficiales sólo reseñaron
los celos enfermizos del autor de la tragedia pero nada dijeron de la consternada Laura
la desdichada enfermera que aceptó consumar
aquel ritual con su despiadado amante.
¿Quién fue la víctima y quién el victimario
en la gélida noche del 4 de julio?
¿Qué se perdió en esa nocturna ceremonia
pactada de antemano?
Los cuerpos de ambos tomaron rumbos distintos
pero nada diferencia a una cárcel de una morgue.
Tal vez ella repose en paz junto a sus muertos
quizá él todavía continúe atormentado por la traición de esos
labios que tanto deseaba.
Debe ser verdad aquello de que el amor y la muerte
tienen un mismo destino.

EL FUEGO…

El fuego� corazón sagrado que todo lo puede y todo lo acaba.

EL GRITO

Hemos visto noches de miradas eternas.
Los crucifijos esperan el reencuentro con sus dioses.
Mañana es posible.
Las ciénagas han muerto de frío a la intemperie.
Ahora, tus ojos no vacilan en el llano.
Las comadres enlutecen de rubor
cuando el grito quiebra nuestros huesos.
Respirar en la brasa es comenzar de nuevo
la vigilia del beso demorado.

GENERACIÓN ABIERTA: 20 AÑOS (1988-2008)

Tal vez acaso, nos reconoceremos
en las imágenes del tiempo
como una vaga sombra que cubrió
los anchos mares del Atlántico.
Una cruel ironía: las páginas amarillas
serán sólo eso, un reflejo certero
de que hemos vivido el ocaso
de un sueño, la fragmentada realidad
de una vieja utopía, el deseo recobrado
en las antiguas musas del Olimpo.
Muchos ya han partido para reencontrarse
en otros ríos, en otras regiones del alma,
la pasión de la sangre no invade territorios
que separen lo que la belleza une en el silencio. Quedarán las palabras, sí, al menos
las palabras, desoladas voces de la memoria,
de la fugacidad, del olvido.

GIMES EN EL MOMENTO DEL ORGASMO

Gimes en el momento del orgasmo y tu placer me aleja de la
muerte.

IX

Toda la calma del mundo le pertenecía
a la abuela. Lo supe desde muy temprano
cuando en esas densas mañanas, de olores
indefinidos, con la neblina del sueño
aún instalada en mis ojos, la espiaba
yendo y viniendo por las amplias
habitaciones de la casa.
Ella le hablaba a las plantas, quienes
dócilmente crecían a su antojo, a la vieja
máquina de coser, quien con su gracia
lograba remendar hasta los pecados
más atroces del alma, a los frescos alimentos con los cuales acostumbraba crear
un sin fin de sabores, destinados
al paladar de los infaltables parroquianos.
Toda la calma del mundo le pertenecía
a la abuela. No era la calma habitual
-la destinada a los simples humanosa
ella le estaba reservado, el don de la sabiduría.

LA CAÍDA

Uno retiene las cosas
para llamarlas por su nombre
pero no es el nombre
lo que predispone al vacío.
Uno precipita con sus ojos
la caída del mundo
para inventar otras regiones
que nos devuelvan lo perdido.
Pero ¿Quién se esfuma
por las blancas colmenas
como una mujer perturbada
por los comensales en ruinas?
La memoria en llamas
invade otros tiempos.

LA ESTRECHEZ DEL MUNDO

En el límite de todo, tú adorada mía
ahora que la sal del hierro no corroe
los ligamentos del esperma, vienes a mí
blanca etérea, elevando tus ojos rojizos
por las gargantas del océano.
Condenado amor, la estrechez del mundo
se interna en los mares ultrajados
allí donde la luz del ciego y las camas
de alquitrán ya no alcanzan para contener
la esclavitud de los siervos.
Bella amante de fin de siglo, tu mirada
me precipita al abismo y así permanezco
acosado por la esclerosis de los cuervos
que soplan en mi nuca una sentencia
de antiguas verdades.
El hechicero que besó la horca por última vez
aplaudiendo a su verdugo, las calaveras de trapo
galopando en los caballos de la muerte
y ese terror acumulado en la falsa renguera
del enano mestizo.
Esta visión endemoniada de las cosas
es la furia reflejada en tus caderas de agua
hoy, que los muros han caído y las alcobas muestran su miseria de lana
estamos juntos en la región deshabitada del fuego.

LA MIRADA

Esa pesada carga del deseo
purifica la razón del violinista.
Ella sabe que el virtual descubrimiento
pasa por sus ojos
allí donde los monstruos más sagrados
atormentan el caldo del cartero.
Imperfecta y deleznable
su piel amarga restituye
al visionario de Manhattan.
Por ella, el Mar Mediterráneo ahogó la voz
del depravado, una tarde de abril
en Buenos Aires.
Esa pesada carga del deseo
transpone fechas y ciudades
heredera del silencio, el primer grito
partió de su incestuosa pupila.
Siempre fue así y ella lo intuye
desde el calvario de Otelo y Desdémona.
Una mujer en la noche
piensa como pulverizar la mirada.

LA OTRA OSCURIDAD

La otra oscuridad es este pacto labrado
con los sórdidos impostores.
¿Quién transformó los harapos calcinados
en la ensoñación de los dementes?
La rebelión de la piel es un atenuante
a la mentira.
Nosotros, los blancos atrincherados
en las bujías de plomo
descosemos las blusas amarillas
de la mujer amada y reciclamos su aroma
así como otros reciclan las miserias
más humanas.
Este es el estado de las cosas
la fragmentada disolución del alma
en la carne de los desenterrados.
Quizá por eso, este amor con gangrena
sacude a los amantes y nos traslada
a Notre-Dame, allí donde el viejo jorobado
se recompone en los campanarios de plata
y vislumbra enajenado las cuentas pendientes
que en algún momento se ha de cobrar.

LA VIDA REAL

La vida real es un desgastado
sacerdocio.
En las altas ciudades, miles
de fieles confinan sus almas
para apaciguar el fuego de la carne
la dorada caridad de la limosna
el religioso orden de los días
por venir.
Habíamos dejado todo en manos
de los dioses, la deidad de la
cuaresma y los santos evangelios
éramos buenos y santos y la tierra
del paraíso nuestro más preciado
bien.
Pero tú, que renegaste de dogmas
y costumbres y elegiste la libertad
a ciegas a los prometidos reinos
de la sabiduría, hoy deambulas por la
espesa niebla del ocaso con la cabeza gacha
y las manos atadas a un dudoso banquete.

LO QUE NO FUE

Ahora, que hemos descubierto
en palabras el origen del silencio
nuestras almas permanecerán
quietas en el horizonte.
Ya no habrá lugar para la duda
ni miraremos con los mismos ojos
la eternidad de la luz.
El vacío cubrirá las anchas veredas
con su obscuro manto de junio y dejaremos partir mansamente
las cenizas de aquello que no fue.
Acaso, por los fríos designios
de la razón, saludaremos su vertiginoso
paso hacia el abismo.
Sólo los ángeles nos salvan.

LO QUE VENDRÁ

Anudar legumbres en la silla de entierros.
Retornar al centro de la mesa para no asfixiarnos
/en el borde.
Los extremos se tocan en la boca del pez.
Vivimos hacia adentro excomulgando a la luciérnaga.
La enredadera escapa del inquilino infiel
aquel que clavó un féretro en la bahía del absurdo.
Alguno vendrá con palanganas de carne a sucedernos.

LOS AMANTES

Dicha y ocaso, gravidez de los rituales.
Línea oblicua del amor en las maletas del viajero.
Los perros ladran su tormento en las trenzas de la
/dama. Hueco de rencor, antiguos maleficios.
¿Quién ha robado los bastones del ciego
buscando luz en las tinieblas?
Nadie separa nuestros cuerpos de la tierra
pero ellos, los amantes, no esperan el orgasmo
para saciar su sed de cruzas elegidas.

NO TE RECONOZCO EN ESA ACTITUD

No te reconozco en esa actitud, entonces descubro que mi
conocimiento sobre ti no tiene un origen.

PERDIDOS ENTRE TANTAS GENTES

Perdidos entre tantas gentes. Esa sutil trampa que nos tienden,
para mantenernos alejados de las cosas importantes.

SÉ QUE NO PUEDO DARTE LO CONVENCIONAL, LO ESPERADO.

Sé que no puedo darte lo convencional, lo esperado. Por eso creo
que puedo librarte de lo peor de mí.

SILLA VACÍA

De cara al sol nuestra historia
reconoce sólo una parte de la silla.
Esa vaciedad que ha quedado grabada
en la raíz de los espejos, torna lúgubre
el candor de los espías
miserables corazones
que se esconden al despertar
de la noche.
Más allá de la crepitud del infierno
los huesos dormidos se reconocen
tiesos y escaldados.
En esa habitación, un hombre
se deja morir día tras día.
Muchos de esos seres hoy
también se aventuran a pernoctar
en el olvido.
Se despiertan por las mañanas, toman
un sorbo de café e imaginan
que la plenitud de la belleza
está del otro lado de la tierra.

XII

Ese hombre que hoy duerme
en medio de la calle
alguna vez supo disfrutar
de los placeres terrenales.
Amó a dóciles mujeres
bebió finos licores
dilapidó lo propio
y lo ajeno, como queriendo
negar aquello de que
nada es eterno en la vida.
En otros tiempos
al ver a otros hombres
durmiendo como él duerme ahora
solía repetir en voz alta:
�Algo habrán hecho
para merecer esto�.

XIII

Esa dulce muchacha que reía
y le hablaba a los pájaros
(�La vida es bella��)
callaba cuando ellos
dejaban de cantar.
Una mañana los vio morir
al costado de un árbol caído.
Nunca más se supo de ella
pero corría el rumor
en el barrio
que en un loquero de Barracas
ella inventaba pájaros
para seguir ejerciendo
su antigua manía.
También se comentaba
que les susurraba
una y otra vez:
�No hay nada más amargo
que el sabor de la derrota�.

XXII

Hay distintas formas de ver pasar
la vida, de contemplar lo bello
o lo siniestro, que ha quedado perpetuado
en algún sitio.Son esas marcas, espejos de otros tiempos
que vuelven a la memoria
y nos recuerdan que una ciudad
también carga con una cruz en sus espaldas.
Es el peso de la historia, de las batallas
aún pendientes, estigmas que nos acompañan
estemos donde estemos.
Como esa dama viajera, que ama
a un hombre, pero que de tanto
en tanto necesita cruzar
el corazón de Buenos Aires.