CASTIÑEIRA DE DIOS, JOSÉ MARÍA
CAMPOS DEL SUR

Campos del Sur, abierta patria mía.
Quiero decir su elogio en vaso de oro:
Canto a su augusta plenitud de toro,
A sus cielos brillantes como el día;

Canto a la innumerable tropelía
De la cachirla y al chajá sonoro,
Y aquí mi verso celebrante honoro:
Canto al perfil rotundo de la hombría.

Canto al bagual elástico, a las rubias
Parvas de la abundancia, y a la entrega
Frutal de un cielo generoso en lluvias,

Campos del Sur, países de la aurora
Por no mirarlos tengo el alma ciega;
Mi infancia, de rodillas, aún los llora.

DE LA NOSTALGIA

Al fondo de la tarde
recalaban los pájaros.
Mi corazón andaba como un río entre pulpas
vegetales; corría
con la boca abrasada
por las nubes profundas;
vadeaba unos remansos iguales al silencio
para salvar su música.

Nauta de aquellas aguas mi corazón quería
ser un río en la tierra.

Allí me hizo su huésped
la Nostalgia.
A su vera
se alzaba un caserón de paredes pluviales
y a su nombre los pájaros
morían sin piar
bajo el viento rasante.
Yo me acogí a su reino
y sometí mi vida, mi pasión y mi muerte
a su oscuro mandato.

Oh Señora implacable: de tus manos sin huesos
recibí esta doliente figuración del mundo,
esta forma apenada
que transita mi sangre.

DÉCIMAS

1

Los mármoles en el frío
¡qué claridad desolada
fían al agua alborada!
Canta en su espacio el estío.
La piedra aún más helada
vive en el calor, y el viento
oye su voz apagada.
¡Dejadme, ramas, aliento,
que canto en la tierra y siento
cómo gira la alborada!

2

Ya el potro remonta el día:
¡qué relumbre el de las crines!
La luz abre sus jardines
a ras de la noche fría.
Todo es primicia: ¡alegría!
va a nacer el sauce. Puede
nacer en la luz que cede
al empuje de la hora.
¡Cómo edifica la aurora
sus conventillos de nieve!

EL ÁRBOL DEL PARAÍSO

Mi corazón fue en otro tiempo hormiga.
Y andaba por la tierra solitaria mordiendo
las raíces del Árbol,
subiendo por su tronco casi humano, triscando
las hojas alboradas recién hechas por Dios,
hospedando su júbilo en los frutos iguales
a un racimo de lágrimas.

Fue en la infancia. Recuerdo
como un mapa poblado de tritones y endriagos
la corteza del Árbol,
su lumbre despegada de la esfera celeste.
Entonces, con el día se emplumaban los pájaros,
la música corría a horcajadas del aire
con las piernas desnudas,
y aliados a las cosas los colores buscaban
su sitio en la mañana.

(Oh júbilo: en el orbe se construía el orden
y era el día el retrato feliz de la armonía).
Sólo mi corazón contemplaba ese mundo,
y mis cinco sentidos
en línea de batalla
sabían que el Edén se iniciaba en el Árbol.

Por eso se hizo hormiga mi corazón, y anduvo
recorriendo raíces, cortezas, hojas, frutos,
como querría hacerlo en este mismo instante
si otras crueles hormigas,
crecidas al amparo de la sombra y la noche,
no le ataran los pies y lo tuvieran preso.

EL ATLETA DE PIEDRA

(Ante un �kuroi�, en Atenas)

¡Canta, piedra, de nuevo, como si el aire fuera
madera de guitarra, como si fuera mía
la pluma de paloma que empluma el mediodía!
¡Canta, piedra, de nuevo; mi corazón espera!

Y avanza el pie brumoso. ¡Lánzalo a la carrera
como un overo joven bajo el arco del día
y parte en dos la pulpa frutal de la alegría!
¡Canta, piedra, de nuevo, tu antigua primavera!

Nada y nadie limita tu silencio y el mío;
el tiempo arde en la gota de sangre de la rosa,
la penumbra expectante se arrodilla en el frío,

y aquí estoy yo, salvaje como un rey emplumado,
y repto hasta que palpo tu humanidad rugosa,
tu piel, casi de adentro, su temblor apretado.

EL CONTRABANDO

Para mi hijo José Luis.

Hace no sé ya cuánto tiempo
-no es ocasión para recordar-
con mis bolsillos llenos de grillos
entré, de noche, a la ciudad.

Las luces verdes, rojas y azules
ahí no más me quisieron cegar
pero yo andaba con mis bolsillos
llenos de luces de verdad.

Al cruzar las calles del centro
la ciudad me quiso atrapar
pero los grillos de mis bolsillos
se pusieron a musicar.

Cuando los parques y los rascacielos
Me asombraron a no dar más
El más callado de mis grillos
Su guitarra se dio a templar.

Después las gentes ciudadanas
Me hicieron reír y penar
Pero gracias a aquellos grillos

Mi corazón pude salvar.
Hijo: no tengo un solo grillo
De los que digo en ese cantar.
Te largo así, desnudo al mundo
¡Nunca me habrás de perdonar!

EL POETA

Le dije al Tiempo: muerde mi costado.
Hinca tu diente de metal en tanta
Voz como la que colma mi garganta,
Y apaga la canción que estoy cansado.

Después puse mi boca yerta a un lado
Y pisé la Esperanza con mi planta
(Esa nodriza azul que me amamanta
Y harta mi sed de ángel exilado).

Hollé mi corazón, rompí la venta
Que me ataba al dolor y a la alegría,
Y derramé mi vida por la arena.

Sergó la noche el cereal del día
Y me veló, entre lágrimas, la Pena
Mi corazón cantaba todavía.

EL RESERO

Aquel que en medio de la noche ardiente
cruza, no sé si al Sur o hacia el olvido,
es el retrato de mi ayer perdido,
es mi rostro doliente.

Su corazón no tiene otro latido
ni otro color que el de la luz poniente;
es el dibujo de un dolor presente,
es mi rostro querido.

Él es la sombra del que fui, la sombra
de una imaginación, el puro anhelo
que en sí mismo se nombra;

es mi dolor, quien pude ser un día;
es el retrato de quien tuvo un cielo
y la mano vacía.

EL SANTITO CEFERINO NAMUNCURÁ LA GALERA

Entre vigilia y sueñera
llegan a punta de rieles
donde aguaita la galera,
esa heroica fortinera
que no reclamó laureles.

Y sin tiempo que perder
se acomodan en el coche
que parte a todo correr
para ganarle a la noche
las horas de mejor ver.

A veces el mayoral
sofrena el tronco piafante
porque ha oteado hacia el aguadal
ese volido anhelante
que anuncia que algo anda mal.

O ha visto un indio bombero
perdido en la lejanía;
o se le hace que aquel tero
grita con agorería
su alboroto mensajero;

o ve en el vuelo espiral
de los caranchos, delante,
esa funesta señal
de que la muerte rasante
pasó por el pajonal.

Entonces, serenamente
como cuadra a un buen cristiano,
traza una cruz en su frente
por si ha caído un paisano
lanceado cobardemente.

¡Dígame ahora, y no quiero
tallar de juez de la gloria,
si no fue un descuido fiero
olvidar al que primero
juntó pueblos en la historia!

Que cuando nadie cruzaba
las anchas pampas desiertas
donde el salvaje moraba,
la galera atropellaba
hasta con sus yuntas muertas,

y al mando del mayoral
y el grito del postillón
dibujaba en el guadal
-si es que no recuerdo mal-
las rutas de la Nación.

EL SANTITO CEFERINO NAMUNCURÁ LOS FUNDADORES

Al traqueteo cansino
del tren que en la pampa avanza,
como en sueños Ceferino
ve aquel gauchaje argentino
que puso el pecho a la lanza.

Ya está enfrentando el malón,
ya amojonando el fortín
a punta de corazón,
en aquella sinrazón
de vivir en un confín,
porque aislado en el desierto
y en tal vida miserable
su destino era el de un muerto
que se mantiene despierto
por darle trabajo al sable.

¡Milicos de aquella guerra
que agrandaron la heredad!
Fueron la flor de mi tierra
en su oscura vida perra
de miseria y soledad.

Ni una condecoración
ni mención reglamentaria
recuerda su condición,
que suele haber confusión
de una letra en patria y paria.

Fundaron las poblaciones
al socaire del mangrullo
parando las invasiones
sin hacer reclamaciones
por no tener nada suyo

más que el deber y esa vida
del servicio entre despojos
con que su patria querida
los largaba en la partida
como toros con tramojos.

Y cada cual en su día
rindió la cuenta final
frente a la indiada bravía,
probando la valentía
del soldado nacional.

¡Qué me vienen con historias,
si el valor de ese valiente
anda vivo en las memorias
de mi pueblo y en sus glorias…
perdonando lo presente!

EN LA TUMBA DE RAMSÉS ll

(En Luxor, en el Valle de los Reyes)

¿Para qué este esplendor recamado, esta gloria
de la piedra, lujoso monumento de un día;
para qué, si en el paso del Nilo se veía
como en una clepsidra, la vida transitoria?

¡Cuánta sed de vivir más allá de la historia,
oh ese junco pensante que deshilacha el viento!
¿Para qué, si la vida tan solo es un momento,
una gota del tiempo que desborda la noria?

Todo quedó aquí inscripto: los triunfos de la guerra,
las obras, las riquezas, la fama conseguida
y el juicio de los hombres en balanza de tierra;

¿para qué, si el olvido crece como el desierto,
y en este colorido teatro de una vida
tan solo se dibuja la soledad de un muerto?

ENVÍO

Padre Cantor: si allá en el Sur, un día,
te entreví en el paisaje,
y porque andaba el alma en su alegría
no entendí tu mensaje
sino el encanto de la Poesía,
hoy te brindo este canto de homenaje
en el nombre del Pueblo y su coraje,
y en la certeza de tu profecía:

�tiene el gaucho que aguantar
hasta que lo trague el hoyo
o hasta que venga algún criollo
en esta tierra a mandar.�

EPÍSTOLA TESTIMONIAL PARA JOSÉ HERNÁNDEZ I

�pero yo canto opinando
que es mi modo de cantar�.
MARTÍN FIERRO Fue allá en el Sur, entre ganaderías
y pampas cereales;
la vida era un malambo de alegrías
en dos canchas iguales:
arriba el cielo y sus astronomías,
abajo un continente de trigales,
y las constelaciones de animales
girando entre las noches y los días.

¿Cómo no vi, Padre-Cantor, el día
que tu canto anunciaba?
¿Y esa docencia de la rebeldía
donde se demoraba
la lengua oscura de la profecía?
¿Cómo no vi en el gaucho que se alzaba
la historia en que mi Pueblo se miraba,
la pena en que mi Pueblo se moría?

(¡Mi Pueblo: esta razón de amor y vida,
este ensueño engrillado,
esta injusticia que jamás se olvida,
este puño apretado,
esta vida en miserias dividida,
este dolor en lágrimas templado,
esta imagen de pájaro estaqueado,
este Cristo de muerte repetida!).

EPÍSTOLA TESTIMONIAL PARA JOSÉ HERNÁNDEZ II

¿Cómo no vi, vuelvo a decir, la clave
de tu canto y tu llanto?
¿Cómo no vi tras la espiral del ave
el ala y su quebranto?
Esa la culpa fue, mi Dios lo sabe.
Sólo después de haber sufrido tanto
aprendí que en la clave de tu canto
todo el destino de mi Pueblo cabe.

¿Es que nada cambió de lo que ha sido?
¿El Tiempo es sólo eso,
una falsa ilusión de haber vivido?
¿O el hombre vive preso
de un sueño en otro tiempo acontecido?
¿O vivir es tan sólo el embeleso
de un paria que está siempre de regreso
sin nunca haber llegado ni partido?

Porque, de nuevo, un viento de dolores
nos desanda la vida
y otra vez, como ayer, los vencedores
(o acaso �la partida�)
avanzan sin clarines ni tambores
sobre la Patria herida y sometida,
mientras la Libertad chaira, escondida,
la chuza en cruz de los libertadores.

EPÍSTOLA TESTIMONIAL PARA JOSÉ HERNÁNDEZ III

Hoy, como ayer, la Patria es la figura
de una madre cautiva:
el desamparo roe su hermosura;
sobre su carne viva
hozan los perros de la desventura;
y, entre la niebla, el invasor arriba.
(¡Hoy, como ayer, la salvación estriba
en desatar de un tajo la atadura!)

También la Patria es un edén abierto;
un país exiliado
por la metrópoli imperial del Puerto;
el Sur, desamparado,
cae hacia el mar como un albatros muerto;
y el Norte es un silencio encarcelado.
(¡Hoy, como ayer, el Pueblo liberado
desflorará con risas el desierto!)

Y la Patria es, también, mi Pueblo herido,
esa carne sufriente
con su pobreza de recién nacido;
el dolor de mi gente
en espejos de llanto repetido;
y un cortejo de muertos a su frente.
(¡Hoy, como ayer, mi Pueblo combatiente
renacerá en cada laurel caído!).

FIESTA PATRIA I

De la frente al empeine
me sobran fuerzas
para guardar las fieles
correspondencias.
¡Ah, Patria, Lucecita,
para cuidarte
me basta con mirarte!

FIESTA PATRIA II

Banderita fiestera,
vengo diciendo:
mientras pueda mirarte
me sobra el cielo.
¡Viva mi suerte:
porque soy fuerte y libre
puedo quererte!

FIESTA PATRIA III

¿De dónde vendrá el Malo
que me entretenga
mientras mi alma atesore
sus limpias prendas?
Dios y Patria enlazados,
mis dos amores.
Que otros cuiden sus flores.

FIESTA PATRIA IV

De las flores me gusta
la rosa roja,
que es como un corazón
que se deshoja.
Tal me voy deshojando,
Patria querida,
¡en tu suelo mi vida!

GARCILASO

(A Miguel Ángel Gómez)

¿De qué provincias de la lozanía
vuelve la noche de ojos de mendigo,
y tornas, Garcilaso, buen amigo,
en la hermosura de la luna fría?

¿En qué laurel antiguo el aire estría
tus ojos puros y tu voz de trigo
mientras suenas tu música y persigo
por tus laureles la esperanza mía?

Porque en los cielos tu fragante idioma
nombra los tulipanes desmedidos
de la noche sin fruto y sin paloma,

y por los altos prados siderales
pulsas tus juncos verdes, malheridos
en un dulce tumulto de cristales.

* Nació en Ushuaia, provincia de Tierra del Fuego, el 30 de marzo de 1920.

JESÚS GRITA: �DIOS MÍO, DIOS MÍO,
¿POR QUÉ ME HAS DESAMPARADO?

Grita otra vez, Señor: que la oreja del mundo
te escuche; que el oído de piedra de la vida
sienta de nuevo el grito de tu boca partida;
grita en tu soledad el desgarro profundo

del dolor implacable de la existencia humana;
grita el grito del hombre que está en tu forma preso
colgado de sus cruces de carne, sangre y hueso;
grita por mí, por todos, por esta instancia vana

de ser y de vivir; grita y parte la hora
hasta que el mundo entienda tu grito desolado,
ese largo bramido que tortura mi pena.

Pero ¿por qué, Dios mío, me abandonas ahora;
por qué, por qué me dejas solo y abandonado
con esta inmensa carga de amor y de condena?

LA PIEL

La piel, que en vida me limita, a nada
De la vida prendió, toda es espera
Fruto disperso y desplegada esfera;
La piel, mapa y raíz de la mirada.

Se dio de boca al mundo encabalgada
Sobre la grupa de la primavera;
Ahora es menos piel de la que era,
Menos mentira, más muerte esperada.

La luz apenas roza el continente
Donde respira, como un pozo herido,
Bajo el brillante escándalo del día.

Esta es mi piel, encierro del presente
Y perro fiel de todo lo vivido,
Tal vez prisión, tal vez copa vacía.

LA TAPERA

Clavé los ojos en el campo abierto
Como la luz clava el rejón del día;
El tiempo ardía en su espiral vacía
Pero a sus pies estaba el tiempo muerto.

Quise negarme a ese testigo cierto
Pero una voz, tallada en la alegría,
Se alzó entre los adobes y decía:
�La luz es más hermosa en el desierto�.
Cerré los ojos y en tal punto digo
Que levanté la casa a cal y canto,
Techada en cielo, cimentada en trigo;

Volví a mirar con un dolor sin llanto,
Y vi que redoblaban su castigo
La soledad, el cardo y el espanto.

LOS RÍOS

Inclinados al Sur
Se van los ríos
Cerca los bajos cerros
De mis Tres Picos.

Ríos de mis amores
Cómo los miro:
Napostá, Sauce Grande,
y Sauce Chico.

Inclinados al Sur
Los ojos míos,
Cómo se están doliendo
De haberse ido.

MEDITACIONES ANTE EL PESEBRE DE
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
en la Navidad de 1976

Señor, en estas horas de angustias y de miedos, sólo
puedo ofrendarte mi corazón quebrado.
Tal vez en esta noche gozosa mi penuria quiebre el ala
del ángel o haga llorar al pájaro.
Porque, a pesar de toda mi pequeñez humana, yo soy
la muchedumbre de tus desamparados.
Bajo el frío desvelo de los cielos australes, aquí traigo el
cordero de mi pueblo en los brazos.
¿Qué podría ofrecerte, Señor, si nada tengo más que
el dolor antiguo de todos mis hermanos?
Con los ojos vacíos me acerco a tu pesebre mientras luce
en el cielo la estrella del milagro.

Desde los cuatro rumbos, ateridos de pena, se allegan
los pastores a tu casa de trigo.
Vienen desde la zafra de las tierras del Norte, como
sombras de azúcar con los rostros dormidos.
Bajan lentos mensúes los ríos litorales. Descienden del
Oeste los demiurgos del vino.
Y desde el Sur galopan los hombres de las pampas, con
sus vidas cansadas de repetir caminos.
Todos hechos de sueños, pasiones y esperanzas, te
buscan en la tierra como a un niño perdido.
La noche tiene el peso de una espiga madura y el tiempo
es un misterio que se ovilla en sí mismo.

Aquí estoy, en la marcha de tu pueblo expectante, junto
a Nuestra Señora, San José y los pastores.
Tu cuna se acucurra bajo el frío del mundo, pequeña
como el cuenco íntimo de la noche.
¡Déjenme ver al Cristo que encarna la esperanza!,
clamo entre los metales de oscuros centuriones.
¡Déjenme ver al hijo de Dios, al Enviado, que ha
bajado a la tierra para salvar al hombre!
¡Déjenme ver al Niño sin su cruz todavía, mas ya
crucificado por su amor a los pobres!
¡Aleluya! proclama mi corazón quebrado. ¡Aleluya! los
hombres de mi tierra responden.

Yo sé que tu convite, Señor, es para todos, y tu amor la
medida de nuestros sufrimientos.
Y sé que en tu pesebre cabe la paz del mundo, porque
sólo en tu gloria se reconcilia el pueblo.
¿Vendrán todos, Señor, a esta fiesta de parias?
¿Vendrán los perseguidos, los ciegos, los enfermos?
¿Vendrán los castigados por el hambre y la inquina?
¿Y vendrán los esclavos de la furia y del miedo?
Tú eres el Salvador prometido a los pobres: danos tu
paz cristiana ya que naces por ellos.
Sólo tu amor nos queda, Señor, entre dos odios:
concédenos justicia para seguir viviendo.

¡Y protege a mi Patria, predilecta del Cielo!

ODA FILIAL A TIERRA DEL FUEGO I

Bajo la luna inútil de Buenos Aires vuelco
hacia ti, patria mía, mi corazón perdido.

Es una misma noche la que alienta y corona
mi pecho y tus mareas,
y también sobre ti, tal vez en esta hora, baja
el cielo de mayo sus azules pluviales
mientras al paso del otoño
las hayas y los coigues se iluminan de fuego.

¡Pequeña solitaria, patria aislada en el Sur!:
desde la pampa íntima de mi patio en Palermo
yo retorno a tu oscura soledad majestuosa
como en los días de la infancia
con los ojos heridos por la lumbre polar
y la voz de rodillas.

¡Acógeme en tu espacio de piedra, viento y nieve,
dame el fruto morado del regreso
que ofrenda el calafate,
y el corazón de la frutilla,
que soy el-hijo-pródigo.

ODA FILIAL A TIERRA DEL FUEGO II

En las noches y días de este largo destierro
mi corazón te ha contemplado
como a la pobre huérfana que los parientes ricos
dejan a la intemperie,
y he golpeado tu nombre
en los pechos cerrados de las gentes
para decirles: miren mi patria abandonada.

Tu olvido era en mis huesos el dolor del olvido
y era un duro castigo saber de tu hermosura:
tú, primera en el mapa, la última en el ábaco;
vigilante del sur, señora de la antártida;
custodio de las islas que nos robó el inglés.

ODA FILIAL A TIERRA DEL FUEGO III

Entonces
los ojos de la infancia construían tu imagen;
una dulzura de chulengo cruzaba por mi sangre
y me anegaba el sueño loco de los loberos,
y de Nicola, el buscador de oro que cernía
las aguas plateadas de la Lénox,
y de mi abuela pescadora que nunca pudo arar
el mar,
y de los capitanes frustrados y los contrabandistas
triunfantes,
y de Radowisky, que una vez me alzó en brazos
(cuando mi alma sin justicia se apiadaba
de los presos camino al Monte Oliva).

Y eras también los montes y los cerros natales,
y los árboles petrificados, casi azules en sus sueños
de hielo,
y el viento frío austral
tejiéndose en el cálido vellón de los corderos.

ODA FILIAL A TIERRA DEL FUEGO IV

Pero estabas cortada de la patria que amamos,
como un segmento de carcoma; decían
que eras tierra maldita,
donde no crece el pasto,
Donde Dios ha regado con sal el monumento
de la muerte.
Y sin embargo, todos
los años de los tiempos,
en un ciclo florido que empezó con los indios,
con un Adán-yagán y una Eva-yagana,
nacen niños fueguinos,
Dos otorga a la tierra, en su prieta vejez,
nuevos ojos
(para que la descubran),
nuevas manos
(para que encuentren la frutilla escondida),
nuevos pies
(para que hollen la nieve como una pulpa cálida).
Y, además, eres tú, isla mía, pequeña solitaria,
esa patria del hombre
donde Dios me ha ordenado cantar
y por Quién canto para ti.

ODA FILIAL A TIERRA DEL FUEGO V

(Desde el río barcino viene a mí, nuevamente,
el viento que te envuelve con su lengua de sal,
y la noche porteña se colma con una flor de miel
y una luna de hielo.
Mi patio de Palermo se ha agrandado
como en la luz ardiente de una Anunciación
y el corazón del hijo-pródigo
se reclina en tus costas para siempre).

POEMAS DEL DESTIERRO I

Conduélete de mí, Ángel Guardián, y mira
mi rostro desquiciado,
esta frente perdida, rota por arrugas que la
amelgan y habitan,
estos ojos vacíos a pesar de las lágrimas,
esta boca que Dios eligió para el canto,
estos pómulos,
esta nariz,
estas orejas,
todos puestos encima de una carta viviente, de un
mapa apasionado;

Y este tronco,
que tiene dos mareas sin pausa ni descanso,
-dos vertientes purpúreas de alegría y de pena-
y una cárcel de huesos para que no se escape el
corazón
y mantenga en la angustia su figura de puño;

Y estas piernas
que sirven para andar y están quietas
y encaraman al pobre hombre que soy
encima de la tierra,
a la altura de un metro y setenta centímetros,
(a esa altura donde nadie se apuna);

Conduélete de mi, Ángel Guardián, y mira
esta triste presencia,
esto que un día Dios, al final del Trabajo,
quiso hacer semejante,
parecido a Sí mismo;
¡conduélete de mí!

POEMAS DEL DESTIERRO III

Déjame solo, Ángel, que soy Adán
el Desterrado,
y me he puesto en cuclillas sobre mi oscura
sombra
para que todos vean
la marca de un castigo.

¿Qué valen tus dos salas para mi desamparo?
Como en medio del trueno y de la lluvia
el mendigo protege su cabeza con una sucia
bolsa de arpillera,
yo me quiero cubrir con mis mismos pecados
(mis pecados que huelen, oh Dios mío, a una
vieja humedad)
y decirme en voz baja, para que no lo oigan los
vecinos,
�no soy digno, Señor, de que entres en mi casa�.
Pero tú no me dejas, Ángel mío, y te obstinas,
y quieres, como ayer, estar pegado a mí
formando una aleación monstruosa en estos días:
un ángel desarmado y un dragón venenoso;
y tus alas insisten con un ruido
de torcazas en vuelo
y haces como un zureo melodioso
mientras aquél que fui te contempla de pie
con ojos infantiles
acostumbrados al milagro

Pero hoy todo es distinto:
¡déjame solo, Ángel!

PRIMER POEMA

El domingo que viene
(viene bailando zamba,
viene en las nupcias vegetales de la tierra y enero,
viene con la mirada sorprendida como la piel
de las muchachas en el agua,
viene en un potro blanco con el sol en el lomo)
el domingo que viene
iremos, José Luis, a pescar,
no dorados, ni bagres, ni toninas plateadas
sino luces y pompas de colores,
cometas luminosas,
cachirlas deslumbrantes,
y al caer el ocaso pescaremos el Sol.

Y volveremos juntos, con mi fraterna pipa,
alegres como pascuas,
con un cartel que diga:
�somos los albañiles del Edén�.

¡Qué escándalo de triunfo, qué tumulto glorioso;
se caerán los ojos de la gente
frente a la luz radiante
que daremos al mundo!

Y mientras recorramos la ciudad asustada
nos seguirán los perros, los gatos y los pájaros,
y saldrán de sus nidos de dedal las hormigas,
y entraremos en casa como reyes, seguidos
de un cortejo increíble.

Entonces gritaremos: �¡la vida es un domingo!�:
y mamá, con sus dedos de nube y de ternura,
sacudirá tu blusa salpicada de pasto
y con leves palmadas
te llevará hasta el sueño.

QUIERO MORIR EN LA TIERRA…

Quiero morir en la tierra
donde viví…

Si muero en cualquier esquina
digan que me confundí;
quiero morir en la tierra
donde viví.

Si muero en aguas del mar
digan que me confundí;
quiero morir en la tierra
donde viví.

Si muero en lo alto del aire
digan que me confundí;
quiero morir en el cielo
donde viví.

SEGUNDO POEMA

Nunca me dejes en la calle solo.
Si te alejas, el Miedo
se prende a mis cabellos
y me arropa la pena de los desamparados.
Por eso
nunca me dejes solo.

Necesito tu mano, pequeña
como el ala de un pájaro,
para andar en el mundo,
y ese tambor batiente de alegría
que redoblan tus pies
cuando vas a mi lado.

Necesito
tu sombra diminuta y el insistente peso
de los interrogantes que te despierta el mundo
porque gracias a ellos
las cosas tienen nombres
y surgen, como flores, de sus presencias muertas.

Cuando Dios —el buen Dios que ampara
nuestra casa-
te trajo a mi existencia
yo tenía los ojos aburridos, el alma
castigada, los oídos cerrados,
y todo era tan sucio que la cara del tiempo
daba náuseas.

Yo sé que tu presencia
dio comienzo al milagro
y el patio fue glorioso por las blancas banderas
que ciñeron tu cuerpo,
y la mesa sintió que su antigua madera
recobraba las yemas y las flores,
y hasta el cielo —lo sabe bien mamá-
tuvo estrellas y astros
que entonces descubrimos
en noches de vigilia.

Por eso
nunca me dejes solo,
porque cuando te alejas
entra en mi alma un miedo…

SOLILOQUIO DE JUDAS

�Ya se acerca el que ha de entregarme�.
S. MARCOS

Si Jesús fuera un poco tolerante, si acaso
venciera esa costumbre de levantar la voz
frente a todo injusticia, y pregonara un díos
dispuesto a convenir el cambio paso a paso;

y si olvidara, acaso, su aire de redentor
de enfermos, pobres, viudas, cautivos (esa gente
que no va a agradecerle nada, seguramente)
y sólo recitará que su Dios es amor;

yo sé que algunos ricos lo verían mejor
y, tal vez, le darían su apoyo siempre y cuando
no hablara de pobreza, justicia ni dolor.

Pero es tan obstinado que seguirá gritando
sobre el techo del mundo su amor y su verdad.
¡Ya voy a rescatarlo de tanta soledad!

SOLILOQUIO DEL AUTOR

en la 1� Estación, en Jerusalén

¡Todos alrededor del escenario!
¡Más cerca ustedes, los mejor vestidos!
Los soldados que esperan escondidos
por si fuese su apoyo necesario.

Y que alguien grite: �saquen del Calvario
a Barrabás�, y grupos repartidos
pidan que al rey de los desposeídos
le coloquen un mote lapidario.

Y aquí conviene que Pilato diga
su letra y que contemple Su semblante
como si fuera una persona amiga.

(Yo estoy en el teatro de tu suerte
y escondido, sin gallo que me cante,
todos los días te condeno a muerte).

SOLILOQUIO DEL AUTOR EN JERUSALÉN

¿Y fue aquí la tortura, la humillación, el peso
de la cruz infamante?; ¿fue aquí, sobre esta vía
de piedra, que tu cuerpo lacerado subía?;
¿fue aquí donde te llevan hacia el Gólgota, preso?;

¿y fue aquí donde un pueblo convalida el proceso
de tu crucifixión?; ¿fue aquí donde aquel día
te hieren tantas veces?, ¿y fue aquí la agonía
de un Dios, abandonado de Dios solo por eso?;

¿y fue aquí, en estas piedras, donde tus ojos viran
hacia el dolor más hondo? ; ¿fue aquí y en este punto
donde arrastras tu pena mientras todos te miran?;

¿y fue aquí donde ahora, cuando tu vida acaba,
mueres para salvarme de mi?; ¿fue aquí, fue aquí?;
pregunto.

Sé que fue aquí. Lo sé. Lo sé porque yo estaba.

SONETOS 1

¡Quiero un día entre todos esperado:
Sol en la luz de la esperanza cierta
Con la ilusión, de par en par abierta,
Para el que está a su puerta esperanzado!

Detrás de mi voz, el tiempo a su costado,
La vida con su página desierta,
El olvido de ser, la letra muerta,
Y el Amor con un rostro sosegado.

¡Quiero ese día impar entre los días,
Sin dolor, sin premuras, sin mañana!
Coronado de cantos y alegrías!

¿Cuándo vendrá? Sólo una voz de arena
Me responde en la música lejana:
�Cada día tendrá su propia pena�.

SONETOS 2

¡Tumba, Alegría, tu atolón de flores,
Derrumba los volúmenes del día,
Ciñe con tu ecuador la geografía,
Tiñe con tu cometa los colores,

Que ya vuelven, con todos los honores,
Si no la risa la sonrisa mía,
Si no la escena la escenografía
Donde el alba redobla sus tambores!

¿Y es esta niebla aquella ardiente aurora?
¿Este ruido su música sonora?
¿Esta hecatombe la primera escena?

Todo fue en vano. Pero qué daría
Por dormirme en tus brazos, Alegría
Hoy que duermo en las manos de la Pena.

SONETOS 3

Como un mendigo al peso de la humildad doblado
Avanzo contra el viento de las furias marinas
Y la noche ululante se acrecienta a mi lado
Mientras las aguas cantan sobre sus propias ruinas.

Con tu antigua violencia mi pasión iluminas:
¡Oh dios de las venganzas, contempla al castigado!
Soy aquel impetuoso que hoy, sin flores ni espinas,
Vuelve a llorar sus penas en el mar exaltado.

Vuelve a la mar y escucha su idioma venerable.
¡Oh mareas sin patria, oleaje infatigable,
Oh esperanza, ofrecedme lo que mi voz reclama! :

Segad mi corazón, desatad sus latidos
Y que todos los vientos arrasen mis sentidos
Y esta pasión oscura que crea lo que ama.

TERCERA POEMA

Recuérdate de mí, José Luis, cuando el Ángel
de la Guarda me lleve
y estas manos inútiles,
que no han sabido hacerte un barrilete
ni construirte un barco,
se queden para siempre quietas entre raíces
y terrones salobres.

Entonces yo quería
que la imagen que guardes de tu padre no sea
la aburrida de un hombre
que sólo escribe y lee.

Querría que me vieras
como cuando me inclino de noche hacia tu rostro
y te contemplo igual
que si mirara un cielo,
para estudiar las nubes de los días futuros
y desnudar presagios.

Querría que me vieras
enalteciendo cosas sin provecho: los versos
las flores y los pájaros,
las cosas que han servido para que en nuestra casa
el pan de cada día sea un signo de amor
y el vino una vertiente que canta desde lejos.

Querría que me vieras
como he querido ser, y eso es difícil,
porque el hombre destruye
sus sueños con la dura
maza de cada día
y un día pesa encima de los sueños igual
que una desesperanza.

Sin embargo, recuérdame
cuando me lleve el Ángel,
porque no en vano eres
la sangre de mi espíritu,
mi mañana posible.

VENGO DEL NORTE

Vendo del Norte entre las bajas flores
respirando la siesta, y con el pelo
cayendo como el aire desde el cielo,
poblándome la boca de rumores.

Miro una flor, sus fuegos anteriores
resplandeciendo casi como el yelo,
y en ese espejo mi dolor encielo
como una llama ardiendo entre las flores.

Me dejaré, memoria, en tu aire obscuro,
amándola en su soledad de isla,
perdido el rostro en un amor tan puro,

que ya no sé en qué aires la deseo,
con esta flor en que el amor me aísla,
desde la luz tan triste en que la veo.

YA TORNARÁ AL AZAR

Ya tornará al azar de un nuevo día,
Como entre la enramada de la aurora,
Si no el amor, la rama que enamora,
Si no el reír, su ramo de alegría.

Todo será otra vez como debía
Ser en el arco exacto de la hora:
La vida, con su máscara sonora,
La muerte, con su voz de mediodía.

Pero ¿qué haremos hoy con esta pena
Qué haremos con su ánfora quebrada,
Harta de amor, de soledades llena?

¿Qué haremos con el peso de su sombra
Nadie responde, nadie dice nada:
Ni el silencio nos nombra.