CÚNEO, DARDO
CANCIONERO DE FRONTERA Y ANTICIPACIÓN

Canciones de frontera

Nada está en su lugar
(ni falta hace que lo siga estando.
Y el orden embrolla ya de viejo)
Se supone que la reiteración de los oficios
trae alguna tranquilidad, manera
de permanecer retenidos, de quedar
como plegados,
pero son los oficios los que trasiegan.
Muy de madrugada, una hora antes,
cuando nadie ha lavado aún el rostro de los
niños,
reordenan los oficios su inocencia
y diferentes entonces y recién
y sin quererlo saber, sin atreverse a más,
alguien manso seguirá vistiendo viejo oficio
y se enredan los dedos de la mano
y nos desmemoriamos de futuro.

Por más que no quisiéramos y quiero
asumirnos tal cual en las colinas, estoy
y estamos en el límite de la luz
que modifica su revelación a diario, estoy
y estamos deshaciendo las pistas protegidas
donde quedan los trenes suspendidos,
los puentes aferrados.

No detrás del cristal sino golpeándolo
como el pájaro y las lluvias, estoy
y estamos cambiando las posadas por caminos
donde desbaratan su métrica los turnos, estoy
y estamos, ciegos o no, trabajos de la nada,
con el todo deshilado a cuestas,
otra vez iniciales.

No desmemoriaré las sangres,
no les descontaré un solo día
y los que viví
y los imaginados
como dos ramales juntos
y tan reales
se alistan en ellas
con su augurio de verdad agotada.
Lo que fui y quise ser está en mí
sin rechazo
y ése soy el que acercan al límite las sangres
sin fatiga.
Porque no declino lo que fui, sigo esperando.
Sin renegarme, me anticipo.

Nos faltarán siempre las pruebas.
No está mal.
En la cabal exactitud de la intemperie,
te sientes arropado por el todo tan prontamente
cerca de la nada,
su vecino real, o eslabón paralelo

-no existen los zaguanes de reclinación,
las series intermedias del sosiego,
las palmadas en la espalda y ya tendrás tu
recompensa
-nada de eso existe,
ni notarios presuntuosos alquilados para verdades
a medias,
ni testimonios del ocio, ni domingos.
No hablemos de legítimas actas asentadas con números
y sellos ordenadas clasificadas bibliotecas archivos
colecciones y museos que lo explican todo tan claramente
confundido;
no huyamos documentales desolados

-aquí terminan y comienzan tus turnos, tus
extremos,
y sin las pruebas
te arreglas el ansia para que decidas
el dia lunes, temprano, o cualquier día
sin horario y demora,
en el momento en que la luz revea tu rostro
lavado por las lluvias.

CANCIONES DEL DÍA SIGUIENTE

Conoces el tibio escalón de la demora.
Y esperas.
Tus huesos reciben las lluvias alegres
del verano.
Y un Dios bailarín, en la liviana tarde,
te dice:
¿fue tuyo el juego?
Y agrega consideraciones terrestres, azuladas,
turnos desprendidos y consuelos.
Los días rehacen el juego antiguo, sus sorpresas,
y las plurales memorias
apuran las noticias del delirio.
Te solicitan el aire manso
y las aguas intranquilas de la orilla.
Pero tan pronto la luz se abriga en tu piel
sabes que tu historia es distinta,
que el regreso no existe,
que tu casa es la espera,
que en ella Dios aguarda,
y que, acaso, la de Él y la tuya sea una misma.

*

El Gran Buscado
ayuna y cena contigo.
El Gran Buscado
te anuncia y te desdeña.
El Gran Buscado
te abriga en la fe
y te desampara.
El Gran Buscado
te da lucha.
Y la declinas.
El Gran Buscado
muere en ti.

Somos los asesinos de Dios inconformista.

CÁNTICO CONDICIONADO

Hemos hablado tanto.
Hemos dicho todos los discursos.
Hemos fatigado idiomas, dialectos, combinaciones
apócopes, slangs y juegos mudos.
Hemos perdido tanto la palabra,
y si y no de cualquier manera cómodos e insuficientes
nos hemos entendido alguna vez muy pocas o
ninguna y como quieras nos reconocemos
fantasmados aquí y
ahora
nos pesan bloques tenaces de murmullos de
todo aquello que nos hemos dicho,
pátina humosa de los discursos,
trampas añosas de los madrigales, y
ahora
nos siguen invadiendo enredaderas de frases
secas, determinadas,
nos siguen invadiendo qué se le va a hacer,
how do you do, todo el tiempo pasado
fue mejor,
nos siguen invadiendo imágenes acostumbradas
y vienen tan rápidamente
-invadidos así, o despojados
menos sabemos la fidelidad de las cosas que les
cambia el nombre a las cosas
(cuando una cosa es llamada dos veces
de una misma manera
una de ellas perdió su verdad)
menos sabemos que la suma de las palabras no
es igual a la suma de los significados,
menos sabemos a la palabra saltando del orden
que las vertía ensartadas y a los significados
deshaciéndolos y reequipándolas de otros filos,
velocidad, espesura, colores y
ahora, ahora
si yo sé qué decir digo: estamos en asamblea
permanente,
hay mitos desocupados,
está abierta la inscripción de los elementos,
la Smithsonian se quedará cortita si insiste
en reproducirlo todo en miniatura,
coloreado y vestido;
estamos en asamblea permanente
y ya no es bastante liberar un lugar común
por un disparate
y valdría la pena proponer a Mr. E.e. Cummings,
de Massachusetts, para que haga de
secretario de actas, pero tampoco es bastante.
Si la vieja aritmética de las sílabas no acierta
ya a las mismas palabras y acertando
no cabrían en ellas las primaveras
extendidas hacia vaya a saberse dónde
más allá de dónde,
votemos, por ejemplo, un orden condicional
de las sílabas para que la palabra se rehaga
en intranquila floración, abierta.

Pido la palabra,
esa palabra.
Pido la palabra a rehacer para darle mis encargos.

La palabra que completa los tiempos de las
cosas y las vuelve hacer a nuestros
usos al nombrarlas.
La palabra de nuestras nuevas posesiones.
Pido la inocencia y la oportunidad de la palabra.
La propia palabra en una palabra, pido.
Concédeme Dios este derecho que ya no cedo.
Concédeme tu destreza de poderes inaugurales,
tu alianza de iniciado.
La palabra que aluda contornos debatidos,
días prolongados,
alejados motivos.
La palabra aludiendo y pasajera llenándose de
idas, sobresaltos, predicciones,
aludiendo interinatos y sorpresas,
aludiendo y andando exploradoras sílabas
alteradas recomponiéndose sin fijarse
en el solo lugar ahora inexistente como
sería cerrarse otra vez y definiendo.
(La palabra se desconsuela cuando define)

Pido la palabra, esa palabra.
Sin ella ni Tú ni yo permaneceremos porque
nos llevarán a su muerte las palabras
consumidas.
La pido, Dios, para ganarla y ganarme en
ella, para rehacerme a tu lado, rehaciéndola,
rehaciéndote, rehaciéndonos.
Pido la palabra esa. Dios te la pido. Dios, pidiéndola.

CUADERNO OLVIDADO

Sé la muerte del niño en las espigas

Abro un libro antiguo
y leo en su letra mi fatiga.

Nos ha olvidado el cielo
que ya no nos envía
el eco de un paisaje de siete primaveras
y de una mujer que nunca conoció las ropas
y en su arco de luna nos cubría.

(Somos el olvido del cielo).

Nochebuenas con pianos había
y tropas de palomas en los mediodías
y niños en la costa vigilando estrellas.

¿Quién fusiló en el atardecer al titiritero?

En días de canción, la marinera
voz del niño que pienso y que me sabe
hermano antiguo sobre la ribera
de la perdida mar me da la clave.

Y en olvidada soledad primera,
así nube, así puerto y la su nave,
estremecido asilo el de la espera,
o viento que hizo prisionera al ave.

Recóbrate a la mar, que recobrarse
es ganar la canción, la nube, el puerto
en libre sucesión de luz y sales.

Recóbrate que el niño ha de fijarse
en un presente nuevamente incierto
desde oscuros y ardientes litorales.

La nube en soledad se me ha venido
al corazón en busca de morada.
Su irreal realidad de cielo herido,
con intranquilo rumbo, apresurada,

vio en los mapas del aire, prometido,
un puerto numeroso de llegada.
Puerto a la mar, ribera con sentido
y torre de paloma enamorada.

Los vientos corredores la trajeron
cuando la lluvia demoró al verano
y en los ecos de luz envejecieron

las tardes sin sosiego. Fue un lejano
camino que aire y nube recorrieron
para abrirse al corazón como una mano.

(1938 — 1946)

* Nació en 1914.

EL FUSILADO

I

Hago pie en la tierra que te aleja
para contar tus días y tus voces.
Aquí, los pasos de tu sangre abierta,
en paralela de luz y resplandores,
hacia el confín inaugural te llevan
donde la historia es hombre y sólo hombre.

No te lloro. Te canto. Sedicioso.
(Con qué preanuncio fiel de camarada)
Caudillo de tu sangre y tu decoro,
tu primavera al este calcinada
es un pedazo inicial del todo
mientras te vas haciendo enteramente nada.

II

(La siesta. Y el cepo.
Crónica del olvido voy haciendo)

Se me mancó el caballo en la barranca.
Atrás, los fusiles y el voleo.
Al frente, el agua. Pero
río no soy. Todo soy pampa.
Pisar tierra es tener al mundo
en esta misma mano de la lanza.
Darse vuelta y decir: Yo no me entrego,
es ser todo tierra, nunca agua.
Si ellos pudieran más, vaya la cosa,
fue que enredaron mis piernas a lo indio
sin dar fatiga gaucha a las espadas.
De encerronas no hay por qué quejarse.
Juego de Dios y el Diablo. Madrugadas
como ésas supieron mis aceros
con Dios de mi lado no sé cuántas.
Me vistieron en lazo y tironeando
me rondaron sobre el pasto duro.
Duelen tristes las carnes humilladas.
Sangre rabiosa me cubrió los ojos.
Olí otra vez a tierra. Después, nada.

III

La humedad de la tierra te dilata
las narices morenas. Condenado.
Sientes las geografías que se escapan
de tu mundo cerrado.
Sientes y resientes, corazón aprisa,
la humedad el aire serenado.
Vale tu piel por húmeda ceniza
tendida ya a tu lado.

IV

Ya que estoy a morir, ¿vale la vida
algo más que este irse apresurado
hacia donde la llevan los fusiles,
pero irse así como me voy yo yendo,
jineteando mi asombro entrecortado,
callando al corazón la despedida
y agitando las manos en el sueño?
No se prendan a mis sienes las alarmas.
No me zumbe el miedo en los oídos.
Me han cortado el paso y mi desquite
sólo es de sangres serenadas, quietas,
una muerte fresquita como el alba.
Nada más. Lo bastante. Yo en la celda
y el mundo, todo el mundo, al otro lado.
Yo en la celda, solo, replegado,
sintiéndome en los huesos, y vacío
de días hasta hoy, desde mañana,
descontándome noches, atardeceres,
viajes, novias, hijos y campañas.

Yo en la celda, solo, acorralado,
descargándome de lunas y caballos,
de pampas, entreveros, rebeliones.
Yo en la celda, solo, cancelado,
echando atrás recuerdos y sentidos.
Cuando a morir me lleven,
juro que iré limpio.
(Los ojos sin recuerdos se entenderán
mejor con la muerte)

Cuando a morir me lleven,
iré descalzo, sin peso de distancia.
(La piel sin memorias se entenderá mejor con
la muerte)

Aquí, en la celda,
los aromas de la noche enrejada
quieren recordarme que soy como el caballo
frenado en la ribera
y que las energías pueden rehacerse en cada
aroma.
Pero yo renuncio a saberme otra cosa que varón
sentenciado,
prisionero,
que está solo de este lado del mundo
y espera cuatro tiros para su alma.
Espero.
Me tumbaré en la tierra cuando levanté el día.

V

Entreluz del rocío. Amanecida
tierra en el silencio y el espanto.
Nubes de polvo cubrirán tu herida.
Y el día no dará lugar al llanto.

Verdes son las riberas de tu vida
con pastos y jinetes entretanto.
Eternidad de pampa requerida
te hace con niebla azul alegre manto.

Descansas, desandado y desprovisto.
Húmedo de silencios, permanente,
con ojos que miran lo no visto.

El olvido te busca entre la gente.
Y un júbilo lejano e imprevisto
te invade ya las sangres, lentamente.

(1957)

EXLIBRIS

Debe entristecerlo y a la mano también
ése no sé si el libro previo reeditando
sus confinadas tipografías será mañana o esta
misma tarde
equilibrio, instrumento. Algo entristece
su antaña ternura ya de paso,
su veteranía reemplazada, pero tal vez entristece
menos
esta activa memoria
a diario acrecentando y resumiendo en unificadas
curvas de luz
la duda que escribió todos los libros
y feliz de seguir dudando desletrada.

II

Reconozcamos.

El río era lo único en la nada, en la tarde enorme, en la soltería
de Dios. Era vida cuando no lo era el barro en mano alguna;
húmeda voz resonando en los vacíos; fábulas desarropada;
resplandor de leyenda pasajera; día uno remolcando
vientos y soñándole miradores y campanarios a las orillas.

Reconozcamos golpes de mar, o líquidas barbas de abuelo
desplegando sus hábitos de ira, toda la preexistente terquedad
del mundo, todos los humillados desiertos del mundo,
todo el mundo anciano y reincidente agitándose
en los últimos escalones del agua y atormentado lamiendo
las riberas solas.

Y reconozcamos tierra sin terror, luna perdida.

Dios criollo se había demorado, aquí, en la llanura,
alisándola con la hábil ternura de sus manos
y dejándola así limpia y fresquita,
sin visibles fronteras, sin murallas, sin declinaciones,
para instalar eternidad en ella,
y el hombre librara su juego inaugural, entero,
su relación del rocío y el relámpago,
la unánime anécdota del niño, tal vez su lágrima
anhelosa, sus tentativas.

Pista de Dios, mi patria abierta.

III

Patria en los aires muy tempranos.
Nada le dice al hombre que otros hombres hayan grabado
el orden de los tiempos,
deslinde de días trabajados
o cosechas de ayer cavándole fatigas.
Ni geometrías reclinadas
para labrar la única soberana sombra.
Sólo los delimitados verdes dan los avisos de
la impaciente madrugada:
tierra de Dios para nosotros,
y desde Él a nosotros en trato bilateral,
directamente.
Compromiso con Dios es habitarla
desentornándole acasos al vacío
desde las sumas de la nada,
diligenciándole primicias, adivinaciones,
sobresaltos del júbilo iniciador,
sus fábulas.

Y en la luz de la tarde ardiente reponer la
vecindad laboriosa de Él.

Pero tras el juncal y el pájaro
apenas paramos el primer rodeo,
aislamos unas pocas generaciones,
no olvidamos suficientes muertos.
Poco o nada supimos infundir en el barro su
consistencia originaria, su mágica energía
multiplicadora,
ni a la cal le añadimos sus representaciones
concurrentes.
Los incompletos oficios
hicieron a nuestra edad infiel y sosegada.
Y puede referirse:
la eternidad no se hizo pirámide ni copla.

INSCRIPCIONES DE ANTICIPACIÓN

A una alondra en el Siglo XXI

Te recuentan ligero suave vuelo
estos días plurales del niño que corre hacia el
aire su patio sin murallas.

Hacen tu fábula una poblada tarde
con servicio de anhelos y de escalas,
Dios, la eternidad y los metales,
delicias pasajeras, serenadas
ternuras porque sí fundamentales.

Eres la comprometida siempre alondra,
deslimitada ala, consagrada,
eres el mismo niño,
eres el paso que fuga y queda
en la reiteración de las partidas.

IV

Argentino acuclillado,

que no te pones en punta de pie para mirar el horizonte,
porque no quieres saber que el horizonte comienza a tus
pies,

desmemoriado de eternidad,
colonial,
perentorio,

desde el próximo día viene por ti la Patria, sin embargo:
viene concediéndole a tu rostro las señas de la época
atropelladora,
y a entregarte sus circulaciones de muchacha,
y viene con noticias:
aún está en ti a certidumbre de la magia,
el día del desafío,
la madurez primera,
aún te corresponden algunos contenidos de la nada desde
donde saltar al todo en estos días del mundo reventando
de sus viejas fronteras.

LOS TURNOS

1.

En cada una de las cosas inventa el tiempo sus
deseos
y trabaja los suyos el espacio,
y prolijidades de la muerte son a veces vencidas,
y las cosas se cargan y dilatan,
ensanchando el por qué, sus dudas, se meditan
y acaso un día de estos triunfales retenida
por un pensamiento
se eterniza de una vez para siempre tanta laboriosa
espera.

2.

Manos a la obra imprescindibles inventores y
aliados.
Otras figuras harán las veces de las cosas que
dejaron de esperar.
O Dios no existe.

PATRIA DE LA LLANURA

I

Aquí, no más de aquí, entre nosotros,
siendo anticipación más que recuerdo
-o recuerdo constituido hacia mañana en las
revueltas sangres
que quieren cumplir turnos empujándonos,
rehaciéndonos.

Aquí, celeste sur plenario,
donde la luz aún vierte aromas dulces de pastos
y de olas
y el aire se rehabita de fantasmas oceánicos.
Aquí, recién lugar de amanecida:
en tu inocencia de gigante intranquilo,
patria no de entonces,
se anticipa tu certeza.

II

Reconozcamos.

El río era lo único en la nada, en la tarde enorme, en la soltería de Dios. Era vida cuando no lo era el barro en mano alguna; húmeda voz resonando en los vacíos; fábula desarropada; resplandor de leyenda pasajera; día uno remolcando vientos y soñándole miradores y campanarios a las orillas.

Reconozcamos golpes de mar, o líquidas barbas de abuelo desplegando sus hábitos de ira, toda la preexistente terquedad del mundo, todos los humillados desiertos del mundo, todo el mundo anciano y reincidente agitándose en los últimos escalones del agua y atormentado lamiendo las riberas solas.

Y reconozcamos tierra sin terror, luna perdida.

Dios criollo se había demorado, aquí, en la llanura,
alisándola con la hábil ternura de sus manos
y dejándola así limpia y fresquita,
sin visibles fronteras, sin murallas, sin declinaciones,
para instalar eternidad en ella,
y el hombre librara su juego inaugural, entero,
su relación del rocío y el relámpago,
la unánime anécdota del niño, tal vez su lágrima
anhelosa, sus tentativas.

Pista de Dios, mi patria abierta.

POEMA 60

1.

Has andado, Dardo Cúneo, andando
desde el corazón a la muralla,
desde el fruto segado hasta las lluvias,
las manos en la ceniza
y reencarnadas.
No recapitulan, hoy, tus alborotos,
ni tus sangres vienen consagradas
sumándose los días de la pena.
En la diversidad de poderes y confines
esperas la sorpresa de lo cotidiano,
donde aún nos habitan
las morosas anticipaciones.

Como entonces, un niño quiere encontrar a Dios
en la colina.

2.

Dios, proveedor del rocío,
gimnasta invulnerable,
elector del silencio:
por tus venas espaciales este Dardo Cúneo, hoy,
quisiera escalar los vacíos de otras noches
primeras,
participar quisiera en tu memoria de capitán de
jornaleros, soldados, herejes, excursionistas.

Dios desacongojado:
tu espera son los plazos del solitario desde
andenes y riberas.
Todo estará por siempre a decidirse
una vez y otras veces
en tu alegre memoria.
Ser tu cronista, quisiera.

(Dios juega conmigo, con nosotros,
al límite y al nacimiento de las ansias).

3.

En su nombre y no en vano,
cortejos muy a prisa,
a la nada arrepentida
a enterrar la llevamos,
a la indulgencia demorada
a enterrar la llevamos,
a la nostalgia mal habida
a enterrar la llevamos.

Hoy se me mueren
las últimas tentativas de la tristeza
y otros garabatos.

4.

Cosas del oficio de hombre
otras tantas veces nuevas:
fabricante de muros y de fábulas,
asuntos extremos
y eternidad —recién- de la pareja;
inventor del día siguiente, sus dichosos
plurales,
sus lunas intranquilas,
sus viajeros.
Los primeros trabajos borrarán los rostros
prorrogados.
Los trabajos nocturnos aromarán el río.
Y un niño más un pájaro le nacerán al alba.
5.

Aprendiz de cronista de Dios, si asi lo fuera,
cierro este poema, en febrero 14,
día de mis sesenta años,
entre el límite y las ansias.

(1970-1974)

PUERTAS DE JERUSALEM

I

El aire inscribe la piedra
prisionera
del aire.
La piedra revisa los reposos del aire.
Tres niños retienen, en la calleja rosada,
la danza del aire.
Tres ancianos, amadores de la piedra.
Es temprano tan tarde en los días
de la piedra y el aire.
Hoy también se inician los poderes
de la piedra y
rehace su eternidad el aire.

II

La piedra restituye la flor.
Esta mañana,
el parque florido, al pie de la muralla,
remonta en el aire la luz nueva
de una muchacha morena que se llama Sefarad.

(1983)

SONETOS CON DIOS

(1938 — 1946)

I

¿Para qué guarda su energía el hombre?
¿A qué secreta luz volvió su mano,
sin grabar la piedra, sin dar su nombre
a este su vacío tiempo anciano?

¿En qué caja de nieblas detenidas,
en qué prisión sin prisas y lamento,
sin júbilo y terror, sin requeridas
hijas de su alegría y su tormento,

se esconde, y no mira, y no alienta,
y no grita y no llora, y no proclama,
y no sabe el amor que lo sustenta,

y ama a un viejo Dios que no le ama,
y no vive en su noche descubierta
la fe universal que lo reclama?

II

Busca tu propio Dios entre las hierbas.
Búscale, peregrino, por los llanos.
Por laderas y montes. Por acerbas
soledades de tránsitos humanos.

Caminos que a él van hasta ti llegan,
y en la pista de Dios te están buscando.
Por ríos de cristales ya navegan
tú y tu Dios, tu propio Dios, cantando.

Él no es un viejo niño arrodillado.
Dios es un niño joven. Es arquero.
Es atleta, es poeta y es soldado.

Es pastor de milicia sublevada.
Padre de rebelión. Y compañero.
Centinela en la torre derramada.

III

Pienso a Dios muchachón y jornalero,
pleno en el canto y leve en la alabanza.
Dios anónimo, diario y pasajero.
Y agricultor de regular labranza.

Yo lo sé popular. Y así lo quiero.
Hijo de sus labores. No de holganza.
En vivas sangres, vive Dios obrero
en zonas de la espiga y la esperanza.

De júbilos sencillos y trigales,
diaria cosecha y gozo masculino
que atiende a los instintos paternales.

Dios alegre y varón. Y campesino.
Que cuida al tiempo el heno y los rosales.
Y suyo es nuestro pan y nuestro vino.

IV

Por caminos de paz o los de guerra,
en la ruta del júbilo o del llanto,
Dios numeroso, corazón de tierra,
universo de auroras y de espanto,

Dios de la nube, nuevo Dios que aterra
al hombrecito que no sabe el canto,
voy hacia ti, acaso en paz o en guerra,
en la ruta del júbilo o del llanto.

Ven a mí, mozo Dios, de lejanía,
de pampas y de selvas, Dios profeta,
hecho a imagen del hombre y de su ría,

de su canto primero y su careta,
para hacer, fraternal, la travesía.
Viejo Dios hecho niño. Dios poeta.

V

Patria de la llanura,
Patria abierta.
Partiremos hacia ti y contigo. Partiremos.
No hay por qué ni manera de elegirte desde las posadas,
y es como hacer hijos el servir a tu amor en los campamentos,
en alboroto que reordenen tus sangres fundadoras y las
sangres nuestras.

Yo te llevaré aquí delante
y sólo me atreveré a nombrarte en los caminos.

(1966)

VI

A Bartolo Cúneo, herrero.

Dios herrero que veo entre las fraguas
con prisas encendidas y fervores,
Dios que vino del viaje de las aguas
y rehizo su imagen en labores.

Entre hierros del alba y sometido
a faenas con canto silenciado,
Dios, Versión de Dios, digo a tu oído
que mi abuelo Bartolo está a tu lado.

Tomo, en tu nombre, pan de la jornada
que el abuelo distante entregaría
para distante infancia irrecobrada.

En el atardecer de la herrería,
tú aún estás, allí, ya demorada,
la fragua, el abuelo y mi alegría.

(1943 — 1949)