DE CICCO, ALFREDO
ANIVERSARIO

Para Leo
en su cielo más alto.

Eras como una carta. Te llevaron
estampillas llamadas mariposas.

Lloré con una nube que vertía
un enjambre de gotas azuladas.

Y enterré la dulzura
al borde de tu mano somnolienta.

Escucha: está más áspero el romero
a veinticuatro meses de tu ausencia.

ANOCHE…..

Anoche
bebimos juntos
un gran vaso de primavera.

Como el aire, el poema
iba hacia ti, hacia mí.

Ahora
todo lo que despierta
emerge a borbotones
de tu ayer inflexible.

Permaneces.

ANOCHECER EN GRAN MALVINA

Penumbras
de una sombra
largamente sola.

Residuos callados
de estrellas.

Desgarrados contextos
de vacíos,
claroscuros altivos,
azules desolados.

Urdimbre de ansiedades
fraternas,
cuentos de siglos
sin pronunciar,
huecos intrépidos
donde se aguardan
nuestros nombres.

Colinas.
Toboganes de noches
vagabundas.

Acaso, la gestión
de las olas
y la rosa del viento.

Es todo, Gran Malvina.
La vida continúa.

ANTARES

En otoño
te recorro en voz baja
para salvar tus ojos imposibles
de esa larva celeste
que se incrusta en los sueños.

Los huecos, los canales secretos
de la noche
son entonces tangencias de las manos
hipocampos de besos
compuertas de silencios confiscados.

Encallados en tu cuerpo
es un barco de lluvia la caricia.

(Alta mar, 1974)

ATARDECER EN SOLEDAD

Esta solemnidad vaporosa
me lleva un río hacia el mar.

Por el vacío
la luz inicia su regresión
las sombras
unen cosas imaginarias.

No sé dónde repecha el abandono
el silencio
volcado sobre un día
escondido en el tiempo
el eco
la dispersa orientación de los ojos.

¿Quién entreteje encarnizadamente
las cabriolas del sueño?

¿Quién la ansiedad
y el íntimo cansancio
la nostalgia y la niebla?

No sé si estoy o falto de la historia
menuda que comienza.

(Islas Malvinas, 1975)

AUNQUE NO QUEDE NADA….

Aunque no quede nada.
Nada más que los ojos sin nosotros.

BELLATRIZ

Tu postigo hechizado
flamea en el vivac del atardecer.

Lejos
…más allá de las lunas de tus senos
hay cometas de puentes levadizos
y ternuras y antílopes y abismos
con brújulas y ancestros.

Pregunto por ti
y me ofreces una gaviota de tus ojos
una trampa de lluvia
una condenación en la montaña.

Huyo
pero me alcanzas con un caballo
de viento
me envuelves con hormigas
llenas de primavera
entras a saco en mi corazón
y arrancas de mi boca hebras y hebras
de sueños
gritos
estertores de siglos
enormes días de palabras.

Te quiero.

Te recelo.
Tú debes ser sin duda
la eternidad por dentro.

(Viena, 1968)

CALLAS…

Callas.
Palmo a palmo se agota el infinito.

CANTO DE AGOSTO

… Tu sentimiento es una inmensa llama.
Fornida luna roja
para un vehemente cielo.

Acaso es un sendero
que termina en mi pecho
o un jazmín olvidado
en un álbum de amor.

También es este canto, demorado
en el desván del aire.
Este extraño tumulto
de mi arteria más joven.
Y el tránsito obstinado, taciturno,
de mi melancolía.

Pero tu sentimiento
también es la vigencia
de mi ciudad. La calle.

El texto de sus pájaros que invaden
la porción vegetal de la mañana.

Sus árboles que encienden
las bujías azules del aroma.

El jueves de una reja. La ventana
errante de los sábados.

El vendedor de diarios que nos pasa
debajo de la puerta
su cotidiana soledad.

Tu sentimiento es un reloj lejano
tocando en el invierno.

Acaso es una instancia
dormida en la ceniza
o un álamo de fuego
levantado en el frío.

También es esa duda
que divulga la tarde
cuando se va en los techos de la lluvia.

El perfil de tus dedos. El silencio
derrumbado del agua.
El hincapié del viento.

Pero tu sentimiento
también es esta tarde
que se queda conmigo.
Que en un salto se carga de hojas verdes,
de chispeantes hogueras.
Que puede ser un matorral de estrellas
o una lágrima.
Que tiene sobresaltos y alegrías,
redes gigantes, símbolos, raíces,
arcos iris.

Al filo de la noche,
cuando sube descalza la ternura,
tu sentimiento asume mis recuerdos.
Siente mis manos como cosas suyas.
Hecha a andar por mis labios y se pierde
sobre un lino celeste.
Entonces
tu sentimiento es un delgado sueño
que se estruja y se canta.

CREO EN EL INSTANTE…

Creo en el instante, en el tiempo del amor.
Tu amor es este instante que se deshace en grito.
Y tu grito, una nube de tiempo
donde estoy encerrado.

(Al costado la estrella del centauro
es una torre blanca.)

Desesperadamente
ando sobre tus ojos.
Subo. Trepo distancias. Acumulo
caricias. Secretos.

No me sueltes la mano.
Fíjame bien al viento.

El mundo está muy lejos.
Absurdo, inverosímil,
allá abajo.

DENEB

Cuando despierto
he dejado atrás los astros
y una persecución de sombras.

En su boca
arde todavía el anochecer
y las chispas tardías del verano
inician largos viajes
por su pecho desnudo.

Amanece.

Hago con ella
la travesía de un gorjeo.

Aún es toda mía
desde el gorrión a la sed.

(Iguazú, 1979)

DESENCUENTRO

Tu rostro se malgasta en la llovizna
perezosa de otoño.

Busca la mano igual, la coincidencia,
con un croquis de frío.

Mis latidos se castigan entonces
revolviendo tu imagen.

Y el ahora se me enreda de ausencias,
de nostalgias, de anillos.

Pero todas las cosas que te amaron
me destejen los labios;

la curva de tus senos merodea
sin encontrar mi cuerpo;

y a mi lado repites la distancia
como una tarde sola.
Te separa la pausa de la piedra.
El tamaño del viento.

EL AMOR APETECE…

El amor apetece
lo sensible.

Su argumento reside
en la artesanía de los labios,
en la vigilia de los ritos,
en la puntualidad del sortilegio.

Su parábola tiene la incertidumbre
del adiós, el miedo imponderable,
la estremecedora agonía
de las dulzuras acumuladas.

Su riesgo
es una crónica de ojos perdidos
y ese cristal de alineación
donde se compran los silencios.

EL PAISAJE ES UN CUERPO…

El paisaje es un cuerpo,
tu cuerpo,
que se parece a un paisaje.

De pronto,
el paisaje es un pulso,
tu pulso,
que empieza en todas partes.

EN LOS DIAS CLAROS….

En los días claros
hay algo que se busca en ti,
como un eco versátil
que se enciende y se apaga.

Dilación inestable,
puede ser una infancia
residual, un espejo imposible
o algún raro vestigio
de otra vida anterior.

Tal vez
cierto rol del color
o una fugacidad de las manos.

O acaso una ternura
solitaria, evadida
de todas las ternuras que fallecen.

ENTRE NUBES OCIOSAS…

Entre nubes ociosas
un espacio planea
ser el mar sin el mar.

ESTACIÓN DE SUBTE

Fue al descender. De golpe tu diseño
riguroso y azul. Mediterráneo.
Eras el mar. El salto simultáneo
de los ojos adentro del ensueño.

Breve el adiós, ceremonial, pequeño.
Y a correr, a volar al subterráneo
consumiendo tu gesto momentáneo,
respirando tu voz como en un sueño.

Telaraña de azúcar. Voladura
de fechas con fogatas. La ternura.
Aquel candor gacela de tu acento.

De nuevo y ante mí como aquel día
cuando todo llegaba y se perdía
con la sonrisa y la corbata al viento.

ESTOY SOÑANDO QUE ME DEJAS….

Estoy soñando que me dejas solo
y una estatua de mármol me interroga.

FIN DE SEMANA

Delatan los jilgueros sin destino
al vegetal maduro de antemano.
Y Noviembre recuéstase en la mano
labradora y botánica del trino.

Dejo tu nombre exacto, repentino,
arañado en la frente del manzano.
Y tus ojos me aprietan al verano
con su compacta sensación de vino.

Dando pincel al techo colorado
un operario rubio y atezado
silba un trozo de música imprecisa.

Y la vida cabalga sin sosiego,
trazando la parábola de fuego
que lleva del carbón a la ceniza.

(�Suburbio azul�)

HAN PARTIDO TUS OJOS….

Han partido tus ojos. Se te han ido
dentro de mí.

Sólo te queda el hueco de un instante
lleno de mí.

Los ojos buscan siempre otros ojos
por donde huir.

HAY UN BARCO ENCERRADO….

Hay un barco encerrado
en la botella verde de tus ojos lejanos.

HOY

Es obra del verano y la persigo
entre el follaje denso de los brazos.

Siento en mi rostro hundirse sus cabellos
como alfileres tibios y castaños.

Una angustia de besos me sofoca
con sus labios cerrados de domingo.

Usa la miel mirándome a los ojos.
Tiene por sobrenombre mi suspiro.

En su risa de malva parpadea
la violeta vesánica del sexo

y hay un rumor de siglos que desciende
por el reloj de arena de su cuerpo.

Quiero estrenar su boca sin oírla
mientras maduran lunas de agua clara,

hoy que cimbro en su talle de vidriera
como un convulso moscardón sin alas.

(�Las mujeres y el viento�)

I

Ubicado
entre el olvido y la nostalgia,
cada uno concluye
por ser una nebulosa
individual,
una secuencia de puerta mágica
que se cierra en sí misma.

Un algo necesario
a paredes y sombras.

III

Estamos hechos sobre nosotros;
lo adivina una piel que llega desde un círculo
balanceado entre siglos.

No somos pues culpables
de buscar hacia adentro
ese elemento errante, esa remota conexión
que patrocina nuestros ojos.

IV

El tiempo
agota lentamente la roca.

La eternidad carcome
a la estrella, acorrala la transparencia,
reconoce la vida y la separa.

El minuto no alcanza:
pide ayuda a una lágrima.

IX

Al lado de la imaginación
el colmillo famélico de la realidad
destroza minuciosamente el correaje
de los años,
escarba en las fisuras
de las fechas que engendra y abandona.

Su ejercicio recuerda
el morboso ritual de los fiscales
hurgando entre la sangre, el humo
y las palabras gastadas,
los delitos que viajan en nosotros.

JUNIO

Desde este otoño con sabor de lluvia
-por empezar, muchacha-
que nos deja tan solos en nosotros,
quisiera que miraras
los dedos rojos de las ramas secas
en actitud de súplica y plegaria.

Cómo la noche, encima de la noche,
deletreando su párrafo de gotas,
con su ronda pecosa de hojas muertas
ya nos invade el cielo de las manos.

Cómo, del litoral que sobrevives
apenas nos apunta su misterio:
La mordaza del canto.
El espectro del río.

Vamos quedando solos,
cada cual en el sitio de su angustia
alertando momentos sin sentido
por nuestros recovecos interiores.

Quisiera sin embargo,
que auscultaras mi corazón espeso
para ese largo viaje sin luceros.

Y apretarás a mí tu carne dulce
que huele a yerbatales y a almadías,
con ese miedo tuyo
-paloma de ansiedad, malva de niebla-,
empinado a tus ojos.

Y poderte sentir antes que el viento.

* Nació en el barrio de Flores, Capital Federal, en noviembre de 1922

JUNTOS…

Juntos,
abruptamente juntos,
los enamorados se desnudan
en la pureza de sus analogías.

Indáganse en forma de besos.
Desmadejan las voces, las sombras.

Su abrazo es un diálogo
de piel, un testimonio entrañable
de impregnaciones alucinantes.

Y su ternura una ondulación
del tiempo,
la aglomerada evidencia del corazón,
el paraíso del fuego y de la noche.

LA DUDA…

La duda.
La certeza.
Y pensar
que apenas una lágrima
estacionada en tus ojos
puede explicar el mar,
los pájaros oceánicos,
el origen azul de la tibieza,
la humanidad y el mundo.

LA SOMBRA DE TU SEXO…

La sombra de tu sexo
es una noche erguida en tu blancura.

LLUEVE…

Llueve.
Tu voz sobre la almohada
pone en marcha la noche.

LO RECUERDO….

Lo recuerdo.
Su dócil corazón tenía un poema.
Era dado al marfil y a los planes inciertos.
Coleccionaba amigos y leyendas.

Lo veo.
Su vida estaba por abrir
los libros, los países.

Sin embargo, traslúcida,
daba con la verdad, como la luna
acierta con el mundo.

Cuando se fue
apenas hubo tiempo de entornar la alegría.

Era un extraño apóstol.

Se parecía a ti
en eso de soñar y morir.

LOS CERROJOS

He gustado en el tiempo
el sabor de la tierra.

He gozado al invierno
bajo el sol. He aguardado la lluvia
en las montañas arrugadas y azules.

Me he ahogado en el fondo del mar.
He partido y he vuelto a Dios.

Me he aferrado a esa luz
triste de las chimeneas
al cadáver del amigo que no puedo ver
a los rincones donde los sueños se reúnen.

He conocido a la memoria
y al silencio.
Al sillón de la infancia
a los ídolos que olvidan a los hombres
a la angustia insaciable
al modo de preparar la soledad.

He vivido el universo
de las golondrinas. La fragancia de los años
a través de los años.
El borde de la estrella doblada
en el amor.

¿Por qué no oír ahora
lo que dice en su edad la noche
al pétalo que se separa y cae
al limo del poniente
a la humedad del corazón?

LOS ELEMENTOS QUE HACEN LA FELICIDAD…

Los elementos que hacen la felicidad
deben buscarse en algunas tardes
de octubre,
en esa arrobadora insolencia
del tulipán anaranjado
o en las hondas revelaciones
que exigen la adoración y la fragancia.

O bien en esa extraña inmolación
del otoño
donde los días se acortaron con los pájaros,
y el fotógrafo de la lluvia
con meditada languidez
exhibe su carpeta autografiada
a las caricias y a las confidencias.

MARINA

Tirada sobre las rocas húmedas la cabeza,
mi boca canta alegre para el agua salada.
De pronto callo. Pienso con cerrada sorpresa
que hace cinco minutos que te tengo olvidada.

ME QUIERES….

Me quieres
junto a un día tuyo
en las cercanías de tu pelo encendido.

Las horas, abalorios del tiempo,
caen de tus manos.

Por tus hombros
oscilan las lianas de la música
como una presa incierta.

A menudo golpeas el pecho de la tarde
o rompes un cristal de la luna
para traerme palabras.

Te pertenezco como un anillo,
como un círculo debajo de tu seno,
como un arco salvaje.

Me sueltas a veces por las estrellas
pero me vigilas con fervor de horizonte.

Si te engaño me subes al cadalso
de tus ojos abiertos.

Te bates con el aire
que devora mi risa.

Huyes,
me escondes en la maleza del crepúsculo.

Allí
cavas y cavas mi corazón
hasta su más cóncava ternura.

(�Encuentro con el tiempo�)

MIENTRAS TANTO

Un penúltimo sol entrecortado
por un gris cielorraso de paloma,
bebe la linfa de las calles, toma
la dimensión violácea del sembrado.

Y un muro de laurel, recién llegado,
-mensajero con números de aroma-
enciende las luciérnagas, asoma
su cabellos de vidrio perfumado.

Por el suburbio azul desmesurado
alguien junta silencios y moldea
la tibia rosa y el jazmín helado.

Y un cedro con la luna en la cintura
iza en el mástil de la noche oscura
la pena absorta que su cal flamea.

MUCHACHA SOLA

Esa muchacha se caía
de sus ojos.

Iba y venía en sus ojos sin viento
con los pasos más torpes.

Clavaba en cruz su intimidad.
Desarropaba su esplendor.
Su cabello era un nudo
olvidado.
Su brazo un ala rota
con pesadillas de ternura.

Esa muchacha se caía de sus ojos
empecinadamente celestes.

Bajo la luz revertía un nombre
un sueño.
Hacía memoria.

Y perdía lentamente
con ordenada simplicidad
el sueño
el nombre
los sonidos
los ecos.

Esa muchacha
deliraba silencios.
Silencios.

Trepaba y se caía de sus ojos
cada vez más altos
cada vez más celestes.

Y solo entendía la fugacidad
del tiempo
la implantación de las cosas perdidas
el gruñido del mar
las palabras que a veces posterga la tarde.

(Mar del Plata, 1978)

NO BASTA EL CORAZÓN…

No basta el corazón,
la avaricia de un párpado,
el filo de la noche.

Es necesario
una alondra rezagada,
una eclosión, un pedestal
o un sol sobre los muros.

No alcanzan
las islas del atardecer.
los pensamientos húmedos del vino,
el halo que se desvanece.

Es preciso
el palpitar de los pasos.

Un día
para adherir al color de los árboles.
Una ventana. Un límite.

REGRESO AL SUBURBIO

Daban las seis y te reconocía,
puerto de sauce y cal donde llegaba.
Un eco de luciérnagas zarpaba
y un velero de pájaros venía.

Entré por tu dulzura y persistía.
Escuché tu silencio y me nombraba.
Estaba la tristeza. Todo estaba
en tu grave, civil policromía.

Sobre el humo del tren, sobre el follaje,
el gorjeo infinito del paisaje
conjugaba tus símbolos sin centro.

El alba bostezaba entre los rieles.
Y tu amor forcejeaba en los claveles
por salir de la tierra hacia mi encuentro.

SABES LLORAR…

Sabes llorar.
Conjugas lo inaudito.

SENO…

Seno.
Rampa de azúcar.
En el vértice ondea
tu divisa más alta.

SI NO EXISTIESE EL TIEMPO…

Si no existiese el tiempo
lo fabricaría tenazmente el recuerdo,
la concavidad del olvido,
la duda o la certeza.

Si no existiese la duda
la inventaría el presentimiento
o la amplísima verdad del amor.

Pero si no existiese la verdad
la duda y el tiempo serían ecuaciones
imposibles,
ranuras obturadas por el barro del alma;
giratorias, enajenados tanteos
en la caverna de las cosas.

Somos de primogénita verdad.
Aunque el tiempo nos borre,
aunque la duda nos inicie.

SINONIMIA

Veamos.
El sur es un límite,
Puede ser una palabra de amor.

Una huella en la piel
un peine roto
la llave con memoria
abriendo el otro lado del mar;
un disco
resbalando en el tiempo
o el encendedor cerrado en la intimidad
como una portezuela de sangre.

Acaso
aquel sabor orgánico en la hierba
más nocturna del alba.

O bien
esta hoja seca
con tres vueltas de tarde
que divide en pedazos mi universo.

(Gibraltar, 1968)

SONETO DEL POR QUÉ

Porque llegabas épica y abrías
de sol a sol las lunas de la mano.
Porque me complicabas con la vano:
campanarios, anillos, lejanías.

Por tu noche de flor. Porque asumías
mi liturgia rural desde temprano.
Porque le disputabas al verano
una paloma azul y la perdías.

Porque echabas de bruces en la hoguera,
a babor y a estribor de mi ceguera,
tu corazón apenas entreabierto.

Porque desmantelabas a mi lado
tu secreto recién acariciado.
Y no iba a ser. Estabas en lo cierto.

SONETO PARA SOLEDAD CAUTIVA

Gran Soledad, tu estirpe de malvina
como el petrel se aleja, te abandona.
Una asfixia de patria se amontona
aquí, donde la tierra se termina.

Esta amargura densa, repentina,
que me bebe la sangre, te perdona.
Gran Soledad, recuerda mi persona:
volveré por tu pena y tu neblina.

¿Qué pasó con tus ojos de frontera?
¿Adónde el viento de la cordillera
escapó con tu sílaba yacente?

Gran Soledad, no queda una campana
ni un badajo de piel americana
que no repiquen por tu nombre ausente.

SONETO SIN SALIDA

Quise en vano evadirme de mi historia,
salir de mi congénita tardanza.
Hoy me mido la vida y no me alcanza,
para ser arenal y escapatoria.

He saldado mi deuda de confianza
llenándome de gris y trayectoria.
He perdido tu nombre y tu memoria.
He cambiado la boca y la esperanza.

He intentado sin suerte la partida
que pudiera juntarme con la vida
replegada detrás de la que pierdo.

Y hoy que me escapo con las hojas secas,
Agosto me sujeta las muñecas
con algo parecido a tu recuerdo.

SUBURBIO AZUL

Eras —lo digo así- trama de cielo,
pizarra de cristal, labios lejanos.
Empinaba ligustros suburbanos
tu paisaje de mica y terciopelo.

Parecía tallada en mi desvelo
tu promesa de inviernos y veranos.
Y estabas en las líneas de mis manos
como el perfume dentro del pañuelo.

Carretel de mis sueños regulares,
eras mi palomar de palomares.
el café con estrellas polizontes.

Un tiempo de jazmín te devoraba.
Y un concilio de malvas te llamaba
agricultor de lunas y horizontes.

TAL VEZ LO SEPAS TODO…

Tal vez lo sepas todo
y anticipes las manos.

TE IBA HACIENDO MÍA…

Te iba haciendo mía
la noche.

Tu voz, red de murmullos,
hablaba de las cosas que no se dicen nunca.

Yo callaba y buscaba en las tinieblas
una huella, una luz, algún sendero
para volver contigo
a la costa de todos los comienzos.

A partir del olvido,
pregúntame.

TE INCORPORA LA TARDE…

Te incorpora la tarde
a su dulce estupor de siluetas y anhelos.

La araña de la lluvia
enlaza al ciprés del silencio
y al plátano de tu corazón.

Me gustaría interpretar tu olvido.
Perseguirte debajo de los sueños.
Hablarte de mi amor, de las primeras luces,
del carretel del viento.

Pero ya no me escuchas.
Te desnuda el otoño.

TODO TIEMPO…

Todo tiempo
pide ceniza.

Todo recuerdo,
viento.

Prende mi boca antigua
y llévala a tu boca.

No importa que te vayas
después. Que eches mi nombre
entre las ramas secas.

A la vida le basta
un soplo de memoria.

TUS OJOS…

Tus ojos
color de otoño herido.

UN FIN ES UN ORIGEN….

Un fin es un origen destrozado
que conserva la puerta y la ceniza.

UN SONETO EN VERANO PARA ANDRÉS

Andrés, yo soy tu abuelo y te confío
mi legado de tinta y sonajero;
para andar en sus claves de romero
toma de mí tu corazón y el mío.

Mas allá de los trenes del estío,
del balde con arena y con febrero,
lo darás a las brujas del sendero,
al gitano del mar y su atavío.

Volverá, con los tiempos, a tu mano,
cuando sientas adentro del verano
la nostalgia y su múltiple estallido.

Cuando nada te angustie ni te asombre.
Cuando llenes la cara con mi nombre
y nos separe apenas el olvido.

UN SONETO PARA GRACIELA
EN PRIMAVERA

Diste para un insomnio, para un dolor de seda.
Yo te esperé de noche junto a mi pelo oscuro.
Después vino tu nombre como una polvareda.
Tu herencia de crepúsculo, tu signo, tu conjuro.

Hoy, que trepas fragancia, tu frescura me queda
airosa de horizonte, penetrante de muro.
Y te miro. Y comprendo que a tu lado se pueda
capturar el presente, provocar al futuro.

Tu rostro es mi nostalgia, mi certeza, mi alarde.
Cuando lo dejo solo, derramado en la tarde,
regresarás a mi rostro con un niño olvidado.

Un día sabré mucho de tus ojos dispersos.
Hoy me basta la historia de tu beso mojado
porque estás en mi vida como un libro de versos.

V

Las manos góticas de la lluvia
afirman el concepto
de lo irreparable.

La conciencia lo sabe
en un lugar lejano y solitario
que ofrece al pensamiento.

VENGO DE ACARICIAR….

Vengo de acariciar
tu silencio.

Allá en el fondo
una estrella desprevenida
se cae de la noche.

Mueres calladamente
sobre el regazo anónimo
de una canción.

La melancolía abre
una flor, la nostalgia arde en ti
como una lámpara.

Será justicia devolver al viento
los grandes gorriones de tus ojos.

VII

Ese sueño escondido en el fondo
de tu corazón
es un guijarro mudo, sofocado
por esqueletos de palabras.

Cuando perdido definitivamente
nadie golpee a tu puerta.
el misterio que nadie ha conocido nunca
podrá tal vez tantear el sueño
moverlo, desecharlo.

VIII

Un día pensamos
que no ser debe morir.

Un día comprendemos
que hay que morir.

Allí debe estar el secreto:
en esa lucidez última que aferramos
con lo que queda de los ojos.

VUELCO EN SEPTIEMBRE

Yo no la vi. Dijeron que tenía
la pubertad del agua transparente.
Ten cerca de la lluvia. Tan ausente
de la insólita piel donde moría.
Espantada la tarde pretendía
salirse de su nombre, vanamente.
En alguna silueta del poniente
Septiembre, sin color, sobrevivía.

Me hablaron de su pelo perfumado.
Me dijeron su salto mutilado.
Me contaron su boca y su agonía.

No me esperó. No pudo. Ni siquiera
pudo cerrar la mano que extendía.
Murió sin agarrar la primavera.

X

Al lado de la imaginación
el colmillo famélico de la realidad
destroza minuciosamente el correaje
de los años,
escarba en las fisuras
de las fechas que engendra y abandona.

Su ejercicio recuerda
el morboso ritual de los fiscales
hurgando entre la sangre, el humo
y las palabras gastadas,
los delitos que viajan en nosotros.

XII

Al lado de la imaginación
el colmillo famélico de la realidad
destroza minuciosamente el correaje
de los años,
escarba en las fisuras
de las fechas que engendra y abandona.

Su ejercicio recuerda
el morboso ritual de los fiscales
hurgando entre la sangre, el humo
y las palabras gastadas,
los delitos que viajan en nosotros.

XIII

Al lado de la imaginación
el colmillo famélico de la realidad
destroza minuciosamente el correaje
de los años,
escarba en las fisuras
de las fechas que engendra y abandona.

Su ejercicio recuerda
el morboso ritual de los fiscales
hurgando entre la sangre, el humo
y las palabras gastadas,
los delitos que viajan en nosotros.

XIV

Al lado de la imaginación
el colmillo famélico de la realidad
destroza minuciosamente el correaje
de los años,
escarba en las fisuras
de las fechas que engendra y abandona.

Su ejercicio recuerda
el morboso ritual de los fiscales
hurgando entre la sangre, el humo
y las palabras gastadas,
los delitos que viajan en nosotros.

XIX

Al lado de la imaginación
el colmillo famélico de la realidad
destroza minuciosamente el correaje
de los años,
escarba en las fisuras
de las fechas que engendra y abandona.

Su ejercicio recuerda
el morboso ritual de los fiscales
hurgando entre la sangre, el humo
y las palabras gastadas,
los delitos que viajan en nosotros.

XV

Al lado de la imaginación
el colmillo famélico de la realidad
destroza minuciosamente el correaje
de los años,
escarba en las fisuras
de las fechas que engendra y abandona.

Su ejercicio recuerda
el morboso ritual de los fiscales
hurgando entre la sangre, el humo
y las palabras gastadas,
los delitos que viajan en nosotros.

XVI

Al lado de la imaginación
el colmillo famélico de la realidad
destroza minuciosamente el correaje
de los años,
escarba en las fisuras
de las fechas que engendra y abandona.

Su ejercicio recuerda
el morboso ritual de los fiscales
hurgando entre la sangre, el humo
y las palabras gastadas,
los delitos que viajan en nosotros.

XVII

Al lado de la imaginación
el colmillo famélico de la realidad
destroza minuciosamente el correaje
de los años,
escarba en las fisuras
de las fechas que engendra y abandona.

Su ejercicio recuerda
el morboso ritual de los fiscales
hurgando entre la sangre, el humo
y las palabras gastadas,
los delitos que viajan en nosotros.

XVIII

Al lado de la imaginación
el colmillo famélico de la realidad
destroza minuciosamente el correaje
de los años,
escarba en las fisuras
de las fechas que engendra y abandona.

Su ejercicio recuerda
el morboso ritual de los fiscales
hurgando entre la sangre, el humo
y las palabras gastadas,
los delitos que viajan en nosotros.

XXI

Tan difícil como explicar el mar
es el abandono.

Se sabe únicamente que contiene
inmensidades de agua,
una tarde no alcanzada para siempre
y todos los pedazos de la soledad
y todas las botellas
con todos los mensajes de la desesperación,
ahogándose entre peces voraces
y cigarrillos sanguinarios.

XXIII

Siempre hay un propósito
en esos ojos.
En todos los ojos.

Un orden de multiplicación
que llega desde mecanismos anteriores
para comprender la insaciable
tenacidad del insecto,
la intención de la nube,
la ceniza y su piel imperceptible.

Te he mirado,
te miro,
con un propósito.

XXIV

En los vanos de las puertas
se agolpan los amores antiguos
sin nadie que les hable de lluvias,
de pinceles, de fresnos.

Anotan el cielo y gritan algo
que recuerda una armonía guardada,
un culto de ternura,
una palabra todavía flagrante.

Prófugo de las cosas,
no puedo rescatarlos.

XXIX

Olvido,
pero siempre queda una memoria
que viaja con un vínculo.
una esfinge en cuclillas,
un cerrojo.
Unívoco cerrojo.
Sordo, textual. Para que nadie escuche.

XXV

Volvamos
ante pequeños gestos.
Ocupemos de nuevo el bosque,
el jardín, el mar.
Pero no hablemos del otro lado
de la ventana
con las sombras furtivas.
No preguntemos demasiado
por aquella alegría
que sentimos y amamos.

Aceptemos que existió una vez
otra intimidad,
otro ardor perceptible.

Un paisaje desollado y ausente.

XXX

Al fin y al cabo
todo será una campana de orden
y entrará la última luz,
el dolor de la tarde.

Con cadenas, la ausencia.