FERNÁNDEZ, RUTH
ALEGORÍA POR UN CLAMOR

Cuando se hayan perdido
todos los nombres de Dios
y mi ojo me castigue
contra una pared
creciendo brazos para el grito
aún existirá una piel negra
en cualquier lugar del viento
o un párpado de revancha
por las calles.

Entonces,
no se podrá comprar
el tiempo que queda
y usarlo como un trapo
sino que estará en la boca
desesperada de los pueblos.
Cualquier descalzo pie
en América
cualquier espantapájaros
serán la mutación del hombre
y su alquimia de dedos
y ya podrán gritarme:
Oigan, aquí estamos
los pobladores de la tierra
venimos desde atrás
con caras sin fronteras
-eso qué importa-
tenemos uñas y manos
sin religión
fabricadas por viejos señores
con nombres de Cristo y Anticristo,
aunque bien sabemos
que ambos palpitan en la carne
desde el abdomen mismo
en la formidable vena de la historia.
Créanlo
no somos un invento anecdotario
venimos envueltos
empaquetados para el odio
en la salvaje peregrinación
de la muerte.
Tal como lo quisieron
así somos
aunque el feroz incendio
en gestos alertados
no será más, nunca más
porque ahora
una mística llamada
nos dilata para la luz eterna.

En tanto,
yo podré escucharlos
sin el arrodillado cementerio
de suburbios degollados
puesto que también estaré transitando
la aventura de la verg�enza
ya que para entonces -como dije-
todos los nombres de Dios
se habrán perdido.
Solo quedarán ellos con su voz
humillada
con las arrugas de la virtud gratis
o la brutal posesión de la sangre.
Serán simplemente
los pobladores de la tierra.

(De “El credo y la sangre”, 1967)

COMO UN VIEJO LAGARTO

Amigo
cambia tu corazón en cedazos
para que no vengan luego los colores
de la muerte
y seas el hijo pródigo reiterado
sobre la tierra
el infante que se ahoga
por última vez entre pantanos.
Quizá te hable de horizontes cerrados
o de huérfanos que cundían
el polvo de los siglos.
Ahora sé que mi queja se extiende hasta ti
y te golpea.
Porque eres hombre relativo prehistórico
esgrimiendo un garrote entre tus brazos.

Y sin embargo aun así te amo
créeme te amo con mi voz más lúcida
una y otra vez aunque me abandones
pegado al desprecio de la iguana
-esa lunación sin ojos entre las rocas-
Piedra sobre piedra planetaria
es mi soledad
mientras sigo el juego de tus múltiples rostros
reclamando un estallido de tu cuerpo
y el paso de tus horas por mi vientre
ay, tan fugaz.

Ahora
cortada de mi canto
del lugar mismo donde nacieron mis ancianos
como ángeles vacíos que han sembrado el mundo
de un sueño fetal y silencioso
así estoy.
Por eso cargada paralizada en la nostalgia
quisiera hablar contigo
conversar sobre esos misterios rotundos
que nos enlazan a todos
y decirte algo muy simple:
¿No soy acaso hermana del sol
y tengo su vislumbre sobre mi frente?
¿Por qué lloro así mi pie sin tierra
donde no aparece jamás tu corazón?
¿y sí por el contrario el mío como un viejo
lagarto que se desliza desde antiguo
buscando el infinito?

No nos queda —creo que lo sabes-
ni la raíz áspera y menesterosa
de los expatriados
porque hemos sido enviados en un vuelo dudoso
a otear este gusto a tierra
a homologar el pacto
de ser únicamente pasajeros de un llanto dibujado.
Estoy
y estás también sobre esta arena
de metralla mientras llega la lejanía
entre un cielo abismal
y el calcáreo corazón de un hueso.
En la rotación de los mundos
somos apenas el resto perdido de una inicial
inseminada en el hueco de una virgen
pronta a prestarnos su tiempo mortal
su alta nube de galaxias y esmeraldas.

Vuelve pues tu cuello y mírame
estás como un insensato que tiembla
junto a su lámpara vacía
también vestido de un cuerpo que se pierde
en la pequeñez del átomo.
Tendré que recordarte igual
tu infinito desamparo en la silenciosa
espuma de estrellas que nos aplasta;
lívida relación de una muerte
la tuya propia la mía el olor del universo
la suma total que golpea las tinieblas
que enlaza las palabras y que te aqueja
noche a noche.
Y todo aquello que no veo que no vemos
pero que aspiramos como una señal de humo
en la eternidad.

Trae tu corazón triste de cenizas
y tíralo junto al mío.

(De �Amor sobre la piel del tiempo�, 1978)

DESDE EL ORIGEN

Un anillo u otro y otro
en velos siderales
formando el ser
caído de pronto sobre
la tierra.

¿Pero quién nos rescatará
del llanto y los silencios
que aguardan en estas soledades?
¿En ese eterno ojo con el alto hueco
de tiniebla y serafines?

Era pues la memoria del hombre
del que venía taciturno
vuelto a la nada
donde sin la sangre espera.
Y surgen desde el origen
envejecidos signos
sobre las carnes sin concluir.
Palpitan su rezago de piedra
en los que tiemblan los siglos;
donde aún le toca respirar
le corresponde
repetir las ciudades
y amar.
Simplemente amar hasta su fin.

Oh bella catedral de soles
que desde siempre sigues
inventando corazones nuevos
para no morir.

(De “Desde el origen”, 1966)

ELLOS

Desde mi plexo solar
invoco a los augures
para no arrojar mis lágrimas
al vacío de las profanaciones.

Desde mi hombro derecho
y hasta mi hombro izquierdo
trazo los rituales de la luz
cuyos enigmas tiemblan
por debajo de mi calavera.

Y es que se desplazan todavía
los huesos de mis hermanos
de casa en casa de piedra en piedra
cuando por los intersticios de la noche
ruedan sus voces tumbadas de verde.
Cuando se detiene la respiración y el nacimiento
y ya no hay jardines para meditar.

Allí los invasores atraviesan lo sagrado
de la sangre
escarban en la urdimbre de sus caras
en el temblor de sus dedos.
Oh las náuseas y el arañazo de la muerte
en las gargantas. Todas las palabras sin bautismos
y los herrajes moribundos donde yace Túpac-Amáru
y duermen playas de siglos las escalinatas
de palomas enterradas en Machu-Pichu.

Ay esas tinieblas sin apelación
para los inocentes que abren sus barbas de tierra
y van a reunirse como roca de llanto
con las nueve lunas de sus antepasados.

Ahí están sus sables muertos sus
vagos líquidos desnudos y mi
propio cementerio arrodillado.
(El que husmea en los vapores de aquellas tristes
mujeres y sus silencios
de pirámide.)

¿Dónde están ahora sus nombres amados?
Ya no conocemos sus facciones sus olores
o sus rasgos
porque han sido borrados
junto con la saliva.
Puesto que no poseen cerbatanas ni curare
ni siquiera el rojo visor de tímpanos
que estalle entre sus ropas
para señalar a la Muerte.

Huáñoj caypi cútiy
Huáñoj caypi cútiy (Morirás si te quedas aquí)
Ay eckescka eckescka (ahogado ahogado)

(De �El libro de las invocaciones�, 1985)

LA ESPERA

Se espera
siempre se espera
con los ojos cargados
de vida.
Se aguarda escapando
con la piel y los dientes
se hurga en la boca
de la muerte
y nada se halla.
Solo eso: la espera
que se prolonga / sin dimensión
ni ruegos
sumida en la trampa
de cualquier crimen.

Hartos ya de tener
carne y confianza
cargados el vientre
de sexo, pesadumbre y postergación.
El infinito alunando las noches
con el pavor de no llorar
y echados fuera del mundo
solos
en la espera.
Siempre suicida, mortal
irreverente
jinete de la eternidad
y de la nada.

(De “Desde el origen”, 1966)

LAS EXTRAÑAS CRIATURAS

II

Ahora sé que también soy un cuerno
desolado
en un jardín distante
allí donde nacen como escalofríos
mis venas de intemperie
en el cual la carne de mis manos
ha dejado de ser
y un friso de encapuchados me señala.
Están ahí
en el justo lugar de las alturas
donde yo misma había sido diseñada
como tímida monja. Y no obstante existe
una estancia vacía un registro de la historia
que no me pertenece.

Perdida de mi canto
endemoniada por conjuros
hay delirios que vagan en espirales
mientras vienen a mí duplicados
todos los estallidos;
los restos de caras que fui dejando
en el relámpago de muecas y horizontes.

V

Una marcha de hombres de cenizas
pudo pasar sobre ti
arrollando tus vestigios
abriendo los restos de tus fortuitos
ademanes;
Quizá lapidando tus ceremonias
sin saber que en último caso
volverías hacia nosotros
esos aires de muerte
esa sombría respiración
que desde la tierra te mira.
Pájaro que corre entre el vuelo de la bruma
árbol suspendido cuando interrogas a
las sombras.

Tu cara es la mía hermano paralelo
con sus telarañas inútiles
y sus programas de inconclusa biología
porque aún estás en la cifra de un silencio
que purga los más absurdos pecados.

(De �El soy y la rebelión�, 1981)

MEMORIA NÚMERO DOS

Hoy
son las sombras
y los altares
que reverdecen en las yemas
de mis dedos
cuando nacen soles
desde adentro
como trayéndome vientos
helados contornos
de lo que fui.

Una existencia trasegada
sin liberación para el amor
con violetas hendiduras
sin carne, sin sabores
desprovista de círculos
en la sola convivencia del silencio
de todos los silencios distantes
donde ya moría.

Sin embargo
estaba en la oquedad del mañana
abrevando la vida por venir
como una flor sosegada
un pájaro aún no dibujado.

(De �El cazador de la luna�, 1973)

MEMORIA NÚMERO TRES

Antiguas pupilas me gritan
su mensaje
porque para saber morir
estoy viviendo
con todos mis llantos
clausurados
obstinada de recuerdos
o caricias.
Nada me vale buscar el rumbo
en el amanecer del hombre
puesto que de allí vengo
con mis caras moribundas
y los humus y las edades
que me ha quedado
desde siempre.

Por eso aúllo como
león derrumbado
como hembra desprovista
por eso ansío la memoria
de los tiempos y el regreso
de la gran voz llameante
y terrible
la voz del que junta las aguas
en mi ojo
para volver de nuevo
con el misterio
asido de mi mano.

(De �El cazador de la luna�, 1973)

MEMORIA NÚMERO UNO

Asumo el infinito
desde todos mis huesos
Desesperadamente existo
buscando la hoja
el trampolín creciendo
regresándome en agonías
de palabras, de manos
de huidas asesinas
plurales dimensiones
que no me pertenecen.

Me pregunto
dónde quedarán las aguas
los pastos y las criaturas
de la sangre
que fueron desde siempre.

Cómo se me acortan los ángulos
del cielo
cuando la respiración
queda tras de mí
sola
sin su esencia.

Entonces
bastará únicamente
la cósmica memoria
donde durmieron mis penas.

(De �El cazador de la luna�, 1973)

POEMAS DE LA TRAVESÍA

I

Aún esperar es la consigna
el imponderado caudal
que lleva
al son del olvido.
Transitar la aventura
con el humo deshecho
de la carne
y solo en el último combate
una diamela agonizada.

Toda queja es sendero maldito
que conduce a las aguas insepultas
o volver al Yo
con Aquel que es el mañana,
regresar para la nube y la tierra
recomendando el rito
de la perfección.

Ni la palabra
que también huye
ni las pasiones
efímeros trapecios
audaces contrapartidas del hombre.

Porque pareciera
que la muerte es el amparo
a la desnuda travesía
un mudo y venidero
ropaje.

Lo cierto es que redime
de la mueca del llanto
y junta los huecos dispersos
en cualquier rosa de otoño
para luego retornar al cuerpo con amor.

II

Y nada puedo dejar
ni la mirada de mis primaveras
ni el íntimo contorno
ni siquiera el grito
en la llama del aire.

Nada puedo legar
únicamente por mí
la protesta del trigo
la sarmentosa muerte falsa
la postergación de las manos
o el hambre,
los omóplatos quejosos a ras de tierra
y el oscuro y lejano
mensaje de un hombre cualquiera
llamándome.

III

Con el ojo que va al cielo
el hombre construye
la primera cabeza rodante
y la cabeza gira sin reposo.
Pero el Ojo mira las andanzas
de otros ojos
y de las manos parlantes
y de los signos
que confunden
las solemnidad de Dios.

Nada será igual
ni la flor estrellada
ni el génesis del polvo
solo girasoles en el mundo vivo
mientras el topacio
y las tinieblas se llenarán
de silencio.

Un remanso
de anillos siderales
y el Ojo no reposará.

(De “El credo y las sangre”, 1967)

TIEMPO NÚMERO CUATRO

Y es que la piel oscura de estas fundaciones
no era apetecible a los del norte.
Porque éramos criaturas venidas
desde adentro del polvo
con nuestros runa-uturunkos y nuestros kakuy y
las bellísimas dinastías mutiladas
en el canto de las primaveras.

Fuimos también el eslabón de vinos de hojas
traídos en barcos de carga
en barcos de sangre
esos que poblaron las condenas
la extinción de los antepasados
el abierto vientre de América Latina.

Y fue la sustancia de los sueños inmigrantes
con sus asombros lejanos
en la plaza las madrugadas desnudas y la voz
de aquella que amó al pueblo
junto al borde de las calles.
Ésa como de espuma de fuego
como hermana del grito de Juana Azurduy
la que aún ahora mira al porvenir
desde más allá de la Historia.

Es ella latiendo sola a la intemperie
abierto su costado en amarillas tinieblas
oh garza de ala sensible
estás ahí con tu cara lavada
y tus velos de muerte.
Porque sigues como brizna y naufragio
como piedra hirviente y furiosa
emplumada de desafíos.
Porque vienes Eva Perón
y me visitas en el oscuro rescoldo
de los pechos de cenizas en las novias que
bajan de la montaña con los pies brumosos
de los dueños de mi tierra.
Y todo es humo y sol y alarido violeta
frágil envoltorio de rescate
que sigue brillando en la eternidad
como una pequeña lágrima.

(De �El libro de las invocaciones�, 1985)

TIEMPO NÚMERO UNO

Densas bocanadas rozaban los pezones
abiertos de las hembras
y el chillido de los pájaros
era un festín que hería
con sus estiletes de muerte.

Miro mis manos que nacen de excavaciones
de una tumba milenaria
y he aquí que desde el norte
aviones supersónicos desploman
su telón de sombras
en la dulzura de los campos
vienen apagando como condena
la luz de los cirios donde aún yace la Novia
donde llora todavía el perfil de mis abuelos.

Y es que los hombres de la América del Sur
iban a ser exterminados
paulatina y dulcemente pinchados sus ojos
y deshechos sus testículos
en rojos ángeles caídos.

Oh esas tragedias pendiendo como ahorcadas
de la copa de un árbol
las deshilachadas encías y los dientes tiritando
en la tierra sin luz.
Ahora era mi voz y la de ellos
el pronombre secreto que aleteaba
junto a los cerdos y sus brujas
por detrás de sus cejas las mías como tigres
mirando a la eternidad.

Porque no obstante aun con la bomba del exterminio
allí abajo y el ocre de los vientres
reventados de neutrón
habríamos de invocar el nombre del Anciano de los Días
el más alto
el que lleva la miel del universo.

(De �El libro de las invocaciones�, 1985)

TIEMPO NÚMERO VEINTE

Malvinas
mariposa clavada en los mares
del sur colección dormida en caja de vientos
canto hoy a los helados habitantes de
tu océano con nombres de bisagras y apellidos
de fuelles hijos de los hijos que vinieron de la
alegre Italia o Polonia o los tiernos desterrados
de mi geografía
cuando presiento sus cuerpos desolados en
olores nocturnos en el techo de tus casas
solitarias hirviendo a la deriva gaviotas
recaladas para la muerte.
Y es que toco sus despojos que regresan
desde más allá de un mar que no te ha echado
al olvido Malvinas obstinada piel desnuda
expuesta a la libido de un hombruno
cardumen de mujer.
Oh rocas de abandono donde alientan todavía
lianas y rampas de inolvidables fantasmas
adolescencia de tu cifra entre los vientos
¿qué aventura o qué tristeza me lleva
a la estrella de agonía donde han
quedado estampados mis niños inmigrantes
mis gorriones argonautas?

Lloro tus gatos en la noche tus cementerios
sin moblajes esas lívidas consignas
mesa de tempestad de un mar vengador porque
veo como púlpitos de fuego los gritos abismos
que rompen la sombra quieta
la sombra quieta del infierno en el que hay
un látigo reptil que navega llevándose
sus caras hacia el vacío.
Ah esa sensación estática de la Muerte
en el atroz espasmo de las aguas.
¿Sabes? Apenas poseo un pedazo de tu historia
pero presiento que hubo ocultos y llaves
y grietas en los cielos desde donde
caen vampiros y antifaces tras los gemidos
del holocausto.

Oh iluminación
sé también que hacia el 2.000 ellos volverán
reclamando sus flores y sus besos y piedras
esparcidas en sus hombros de juventud suficiente.

Ay espantapájaros del poder con las milicias
de la Nato en la fortaleza fuera ya de las
hendiduras de nuestras tierras porque después
del penúltimo estallido conozco las voces que
unirán las islas con el acompasado vuelo del
cóndor en su ala aunque sé también
del héroe hermético cuyos lamasterios van poblando
el espinazo de los Andes
el que lleva en su coraza la cabeza de león
tú Rafael allí verde rayo entre los vientos
puesto que somos los sin fronteras
ahí donde adivino que no abismos en mi raza
que mi madre es antigua
cósmica como las migraciones de la sangre
y que por sus manos conoceremos
al ángel del hexagrama y la rosa.

Con la cara partida en soledades rescato sus
cuerpos —carozos fosforescentes- dormidos también
junto a la mariposa en su caja de hielo.

(De �El libro de la invocaciones�, 1985)

UN PÁJARO HUYE DE LA TIERRA

He visto brotar de la tierra el nombre
de la soledad.
Sé que hubo remotos paisajes y
gobernantes del río
y la montaña
y que de mar en mar fueron golpeados
como juguetes de ignominias.
Allí fue donde mis ancianos enjugaron
sus cadáveres
y ciertos caminantes pisaron las huellas
de los
gliptodontes. Donde se erigieron reyes
en relatos simples
como el corazón de una oveja.
Fue el lugar donde el gato montés lloró
junto
al gusano que roía una calavera.

Y no obstante hay ahora un pájaro que huye
de estos dioses olvidados
de aquella voz primigenia —testigo colosal
de los
hacedores de la sangre.

Yo misma pude cantar el enigma de sus
templos
de la gallina negra decapitada para obtener
el amor
del deseo regado bajo un árbol tembloroso.

Es aquí donde las sombras regresan para
anidar sus pantanos
-ciudades que ahogan el corazón de los
siglos
con una bomba arrojada al azar-
pese a que en el socavón muere la luz
de un relámpago
en los dientes del lobo
mientras a mi vez quedo como moneda
perdida
borrada para siempre mi cara
y con la mano de Dios pegada a mi costado.

Sumergida y taciturna tierra —ya sin
adjetivaciones-
lloro esta geografía de expatriada
de donde cuelgan cabezas y el reverso
de mi llanto
se impregna con el olor de los cuerpos.

Es éste el lugar donde William Blake
puso su estigma
su vértebra mortal
latiendo sus fantasmas de culpas y de
espantos; es donde
el Dante cantara su paraíso de ángel
desterrado
y Túpac Amáru fuera repartido al ancho
viento
igual que una bandera de fuego
su mirada puesta en un punto de la eternidad.

Ay tierra
piedra sin sal en ásperas tinieblas
no sé qué caminante me llevará al alto
bosque
sin gritos ni ropajes para acallar mi nostalgia
y trasvasar mi mapa en el espacio; para
reprimir
esta lágrima de corderos y de tigres donde
agonizan mis hermanos.
Y es que por fin conozco los nombres
de tu travesía
las señales del retículo el aleteo del sueño
con sus plumas extrañas en las que
alocadamente retumban
los colores del infinito ese atroz asaltante
que golpea
mis entrañas.

Ahora están aquí los ritos secretos de esos
augures
que rondan los entretelones de mi sangre.

(De �El sol y la rebelión�, 1981)

YO, DESDE MI ASOMBRO

Sí, lo sé.
Cuando la luna se separa del sol
los hombres se convierten
en estrellas de nieve.
En lo profundo
mi mano es como un desierto
como una intensa bandera
donde suenan tambores
y caballos lastimeros que
atropellan el aire.

Entonces quiero gritar mi nombre nuevo
esas letras de destellos asustados
donde duermen.
Allí la estación de la agonía
permanece quieta
mientras un extraño está hurgando
en las venas que me quedan
-esos oscuros gatos sin albergues-
con ojos ahuecados
porque toda yo
soy un alucinado convento
lleno de sarcasmos.

Ya mi asombro ha quedado atrás
y para siempre.

(De “Desde el origen”, 1966)

* Nació en Córdoba el 12 de marzo de 1919 y fue trasladada a San Miguel de Tucumán a los pocos meses.