FERRARO, ARIEL
BIOGRAFÍA DE LOS DESTRUIDOS

A Iverna Codina

La oscura pajarera de los vientos
Abierta al horizonte del olvido.

Los destruidos vuelven del otoño,
Trayendo solitarios sus rebaños exhaustos
Y su inventario largo de polvo multiforme.

Por eso nada, nada, puede matar en ellos
Esa dorada música forestal que desciende
Besando los andamios desde la madrugada.
Nada, el vino que lame con sombras melodiosas
Las rodillas del hombre, seguidor y fraterno,
Porque su pan es duro pretexto de la tierra.

Y su sueño una pena esculpida para siempre
Al pie de una ceniza que, enlutada,
empolló sus despojos en la flor de la nieve.

(De �Antepasados del insomnio�, 1966)

CARNAVALES DEL NORTE

A Alejandro Jassán

Anatomía elemental del grito
Demolido en la árida de la fiesta
Y el ademán del canto embravecido.

Cuando el vino sonámbulo inaugura
Sus diabólicas y displicentes estaciones
Y los hombres y las mujeres acuciosas,
Enmascarados en la violencia del insomnio,
Mueven la bacanal bajo una música afiebrada.

Desde el extraño pedestal del humo
Que les alza la sangre y los domina,
Van soltando ejercicios de flores y de luna.

Allí desborda entonces su mítica alegría,
Efímera y salvaje pero también inconmovible,
Donde todos penetran para eludir el tiempo
Hasta ser descubiertos de nuevo por la vida.

CEREMONIAL PARA ARQUEÓLOGOS EBRIOS

Quise tocar el signo de las flores
Y buscar por la esquina de los vientos,
La diadema solar de los quinotos
Sobre la frente de la madrugada.

Quemar la piedra azul de la bengala,
Ésa que alumbra el vértigo del sueño,
Para que crezca tal como se quiere
La devoción carnal de las ciudades.

Y edifiqué tus lúcidos colores
Y rejunté en el pecho entusiasmado
Los juguetes adultos de tus calles,
Hechos a la medida de la gracia.

Pero yo, caminante, me confieso ahora
Que todo fue artilugio del acecho,
Una casual memoria del designio.

¿Quién salpicó la piel del arco iris
Y los faroles de papel de fiesta?
¿Quién enterró la sombra de las cañas
Bajo la nada que a lo ancho crece?

Mis preguntas tienen huecas las palabras.

Mientras mueven las ruinas de tu noche
Los arqueólogos ebrios del fracaso.

DEL VINO NUEVO EN EL PAÍS DE CUYO

A Carlos y Lili Navarro

Aflora, en el prestigio de los labios,
Un mensaje de mosto sorprendido
Que llega desde el fondo del otoño

Con su líquido equipaje de dulzura,
Buscando las gargantas fraternales
Para atrapar un sueño fugitivo.

Oh, transparente génesis de alquimia
Desovada en el parto luminoso
De los viejos lagares del milagro,
Donde un duende de cal guarda escondido
Su diapasón de luz entre semillas.
Allí nace la música del gusto,
La sonrisa pascual, bajo las venas:
Carne y ojos de Dios, que entre los pámpanos
Van arrasando el liquen del rocío.

Esto saben los viejos labradores
-Los bodegones del ritual lejano-
Y las vírgenes silvestres, que en la noche
Traen la cruz del viento en sus mejillas
Para que el sol no deje la mañana.

Por eso uno se explica de qué signo
Surge el color abierto de este zumo,
Que pone euforia plena en la palabra
Y otro tacto cabal entre las manos.

Oh amantísima tierra de mi sangre,
Hospedadora de la sed más viva:
Por ti la savia general del hombre
Funda palomas de ilusión y canta.

(De �Ceremonial para arqueólogos ebrios�, 1983)

EL RABDOMANTE

�El pastor de agua silba a un manantial y
he aquí que éste, brotando de su lecho, se
adelanta siguiéndolo.�

Henri Michaux

Adscripto entre vestigios y palomas
Llega en las amarillas escamas del otoño
A presenciar la fiesta carnal de la vendimia.

Humillado y soberbio como un escarabajo,
Envuelto entre sus ropas lejanas y apagadas,
Su edad está en pedazos caídos de la Biblia.

Nadie sabe el secreto de su boca desnuda,
Manantial agridulce de la sentencia viva.
Nadie sabe qué nombre perdió por los caminos
Ni en qué sauce de lluvia se dieron los poderes.

¿Qué desoladas máscaras derrumbaron sus días
Por los extraños ritos de fuegos herrumbrados.
Allí donde la harina se hace desmelenada
Brotando del sombrero
Como un vástago ciego de la sabiduría?

Él conoce las leyes de la fauna dispersa
Y el aguijón del vino semental y perfecto.

Y entre los cartabones de su pan desterrado,
Va gritando palabras forestales de miedo;
Como si por el ojo de la llave del mundo
Divisara la muerte sedienta de la tierra.

Por eso es que en sus dedos la obstetricia encantada
Pinta de verde el duro corazón de los bueyes.
Mientras la noche, a solas, le seguirá sus pasos
Florecida en la luz
De un maíz de luciérnagas.

EL TRANSEÚNTE

En los vivos espacios de la noche,
Fueron siempre los árboles fieles depositarios
De la pura secuencia del rocío.

Lo sé perfectamente.

Pero en verdad me restan muchas obligaciones
Y aún debo seguir, seguir interpretando
Al transeúnte cotidiano de este páramo,
Donde la sucia inmensidad se arrastra
Desde el instante en que enviudó el misterio.

ENVÍO

Luciérnagas del mundo: uníos,
Para que la noche ciega de los hombres
Tenga sólo tropiezos de ternura.

FORMA

Un extraño monograma de ceniza
Sobre la piel del día imperdonable
El tedio es una larga memoria pisoteada
Y el otoño,
Una lámpara en ruinas repartida,
Derramando horizontes en su asedio de cobre.

Tan solo tú,
Que naces a la izquierda de la lluvia,
Puedes fundar la forma
Melodiosa del aire.

IMPOSICIÓN DE LA GREDA

Con la claridad alta que me da la distancia
Yo volví a los caminos que de ti van y vienen
Y fundí las memorias que van de tus leyendas
Hasta tu pie presente
De unidad verdadera.

Estuve como un huésped
Caído sobre el tiempo,
Sin noción del color, de la sed ni del sueño;
Tan sólo me asistía la idea enamorada,
Y el aire servicial
De tus profundas cosas.

…Ah, ¿que cómo venía?
¡No me pregunten, no!
El pájaro no sabe de músicas y canta.

El hombre no adivina dónde nace el desvelo.
Creo que fue la angustia que madura horizontes
La que me trajo sí, este impulso de greda
De los nidos de sombra
Donde nacen y mueren las altas primaveras.
O de tus lentos llanos
Donde el tiempo se ordena bajo la voz del cielo.

De allí esta serenata ritual y valedera
Que quiero modelar
Grata como la albricia.

Que arda fuerte en mi voz
Como un cruento deseo.

(De “Serenata de greda”, 1954)

* Nació en los Llanos de La Rioja el 20 de septiembre de 1925. Falleció en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1985.

INCOMPARABLE

No hubo peor exilio que el de la propia tierra.
No hubo peor palabra que la oración en llamas.
No hubo animal más triste que la sombra del hombre,
Espantando fantasmas al romperse en la calle.

ITINERARIA SANTIAGUEÑA

A Emma Fasio de Carreño

Aquí, en la polvareda del destierro,
Donde el verano deja sus pesadas escamas
Y un órgano silvestre de chicharrras
Disuelve su concierto monocorde,
Yo descubro el secreto de tus ponderaciones
En medio de este mundo de hacheros y troncales.

¿Quién tañe campanillas de luna por el monte
Y hace que las iguanas cobren por el rocío
Presencia seductora de frágiles muchachas?

Yo sé del animismo que invoca el alfarero
Al modelar sus vasos con sangres virginales,
Para guardar el vino puro de los dolientes .

Sé también del incesto
Del pájaro, que llora desde hace mucho tiempo
En medio de las ramas quemadas por su sombra.

Yo sé de la paciencia pirómana del jume,
Emergiendo en la sal generosa y perfecta
De esta tierra colmada por su riqueza pobre.

Y he visto a las mujeres de bíblica estatura,
Hilar los melodiosos colores de sus telas
Con la medida justa del hombre, que reclama
La entalladura sobria de sus antepasados.

Oh, la historia desnuda,
Transformada en si misma sobre todos los días.
Con trenes aguateros
Llenando el aire vivo de un olor a tanino;
Insinuando violentos destellos de progreso
Y perdiéndose luego como un trapo de sueño
Hacia distintos rumbos de la melancolía.

Yo conozco el afecto cantor de tus aldeas
Tus desiertos reptiles, infernales y rudos,
Y la bárbara puerta de tu bosque de vidrio.

Todo esto, que me llega como un niño de espinas,
Y se inmola en mi voz
Por hallar el futuro.

LA ANTIG�EDAD PRESENTE

Luz esculpida en la frutal memoria
De la hondonada misma del misterio.

Voy perdido en mis ojos por entre maravillas
Y un naufragio de sueños me salpica las manos,
Desde aquel testimonio donde florece el hombre.

Y duelen mis espaldas dobladas por la historia,
Cuando celebro el peso de los juguetes puros
Hechos de piedra libre con animal liturgia.

�. Como que soy quien lleva por las huellas del mundo,
Esa urgencia insaciable del viajero geológico.

LA NIÑA SILENCIOSA

Pasa con un farol bajo el diluvio,
Dulcísima inspectora de los pinos
Como quien quiere recobrar la primavera.

Para arrancar del alma de este verde
La impresión digital que le marcó el infierno.

LA PIEDRA PRODIGIOSA

Hemos visto danzar desorbitada
La piedra del limbo en sus vestigios.

Cuando el mar sacrificó sus peces
Por prender en el pecho de las aguas
Una estrella de estambres absolutos.

Mientras la niebla urdía en sus escollos
Todos los vaticinios previstos y fatales.

Y en esa extraña inquisición del páramo,
Retomamos nuestras manos contenciosas
Para borrarnos y olvidar que fuimos.

LA SANGRE SIN FUTURO

Muchachas que soñaban con encantar la vida
Bajo la resolana del condominio pleno.

¿Qué designios de rabia quebraron su ventura?
¿Qué destrucción escrita se ha cumplido en la tierra?

Acróbatas de un denso perfume inusitado
Tocaron el trigémino de todos los prodigios,
Labrando en los lugares una estación de amantes.

Pero cuando el infierno se desató en las cosas,
Les dejó una llovizna de lodo por las venas
A cambio de la risa que inauguraba el día.

LA VIDALA

A Leopoldo Torres Ag�ero

Va moliendo la noche sobre el parche de un bombo
Y crece desde el vino que aceza con la copla.

A veces es paloma vapuleada en la harina,
Con que febrero enciende su ansiedad bramadora.
A veces es la lengua calcificada y seca
Que llora sus rundunes, ahogados en la greda.

A veces, en la albahaca brutal de su concierto
Perfuma el humo recio de las proveedurías,
Porque un llanero dice el amor en su alarido.

A veces trae en ancas cansancio de guadales
Y una parva de siglos que va desparramando.
Y del tuétano emergen los reinos escondidos.

Y en esa connivencia de cuero y de nostalgias,
La tierra se hace pulso
Para latir cantando.

LAMENTACIÓN DEL PARAÍSO

La estrategia irremediable del perfume
Tiene sabor de cosas desoladas
Y hojas torcidas de sonambulismo.

De la pureza del amor salvaje,
Hemos pasado a un vínculo de lágrimas;
A la ciega obscenidad, desesperada
Por los miembros del sueño que se quiebran
Cuando l recuerdo en sombra se contrae.

LAS DESTRUCCIONES FESTIVAS

Entre las tablas de la ley violada
Quedaron los vejámenes rojizos,
Los harapos, destilando silenciosos
Palabras enterradas en la escoria
De un llanto vertical, desemplumado.

¿Cómo buscar entonces la cometa
Por los parques pintados del verano,
Y los globos de colores que nacían
De los bolsillos de las mariposas?

Un animal flotante se desboca
Por los umbrales de las estaciones,
Donde el amor llegaba o se volvía.

Y en el piolín de sueño de los niños,
Un diente de cartón se hace pedazos.

LAS ESPERANZAS DEMENCIALES

Como si hubieran muerto en los vestigios
De la cintura rota del invierno,
Yo estoy aquí, gozoso de pesares.

Porque espero los dedos verticales del agua,
Para regar la sombra de lo que se ha perdido.

LOS ARQUEÓLOGOS

Los arqueólogos bajan al secreto
A buscar las impresiones genitales
De los días doblados en la sombra.

Y descienden hacia el tiempo lastimado
Ávidos de memorias y llamadas
Entre lanas tejidas por el llanto
Y fragmentos de guijarros sospechosos,
Donde el ocre puntual de las tinajas
Se eternizó entre escorias y raíces.

Donde el humo rubricó desesperado
La siembra del panal de las fogatas
Y el tabaco esporádico del tiempo
Desintegró los signos prometidos.

Ellos irán palpando las granadas
Hechas de barro y de cristal ajeno,
A cortejar las crines dolorosas
De las remotas vírgenes del viento.

En el estante horizontal de arena
Escrutarán las urnas del enigma.

Y habrá un niño de yeso, deshojando
Las preguntas que viven por la muerte.

LOS IMPENSABLES RÍOS

Ríos que tantas veces desnudaron
La sutilísima claridad de la luna.

Son ellos
Los que, precisamente, necesitan abrigo

Para cubrir el cuerpo deshilachado de las aguas,
Que hoy tiritan su pobre soledad sin remedio.

LOS JUGUETES MORTALES

Entonces, muy niños todavía,
Nos alucinábamos empecinados y felices,
Cuando el viejo y nevado Fujiyama
Se alzó en malabarista de cumbres y de ramas.

Pero pronto el instinto carnal de las ciudades ,
Nos enseñó que aquellas increíbles proezas
Eran fatua ilusión
De juguetes mortales.

LOS LUGARES COMUNES

Reclamamos las flores de los jardines viudos,
Los peces del exilio para poblar las aguas,
y pájaros que borren la afrenta de los aires.

Reclamamos los niños que andaban por el día
Luciendo esa sonrisa que ayer les apagaron.

Reclamamos un foso de dimensión profunda,
No para el mandamiento de estos miles de muertos,
sino para el entierro de la conciencia humana.

LOS NEGADORES

Un ruiseñor de piedra cae entre la vendimia
Desierta y calcinada del año sin festejos;
Cuando los hombres roban los bienes de la música
Y envenenan los vínculos dignos de la tierra.

�Entonces nuestra historia desprestigia su origen
Apedreando la espalda del que intentó negarla.

LOS TESTIGOS

A Sigfrido Radaelli

El tiempo no es un símbolo de arena
Ni hay ovejas conducidas por las tardes
A través de un mecanismo de dulzura.

El palomar perfecto de los días
Desclava el corazón de sus litigios
Y los abrazos vivos se destruyen
Desesperados por hallar al hombre.

Una mano precisa, sobre la piel del mundo,
Va moviendo el resabio de la historia perdida.

�Pero nosotros somos y seguiremos siendo
los testigos sagrados de lo que nunca fuimos.

MANUAL DE CENIZA

Algodón de la piedra.
Pulso de los estragos
Impalpable viruta de cuando los relámpagos
Lamían en la médula de los bosques glaciares
Y las especies vivas rodaban por el fuego
Hacia las destrucciones posibles de la muerte.

Ya sabemos que siempre la luz no ha sido todo;
Si la historia del mundo se ha molido los huesos
Y hasta los megalitos lijaban sus enigmas.

Desperdicio desnudo.
Niebla manual caída.
Vínculo de volcanes, blanca sombra del tiempo.
Penitente sustancia que aventada en los años,
Desparrama la flor
De su tacto secreto.

(De �El rabdomante�, 1966)

MANUAL DE LA BAGUALA

“Como la flor de la luna, la baguala ha
elegido la noche para nacer, crecer y morir.”

Madurada en la pena y en la sabiduría,
Amarra sus raíces en el mugrón del vino.
Y se va por la boca del hombre que la canta,
Como la mano sola del árbol, hacia arriba.

En la jaula de luna del bombo solitario,
Crece golpe tras golpe
Toda su hechicería.
Se hace estrella de llanto. Y alumbra en la saliva,
Gritos de brote duro, de imprecación y arrimo.

La seguirán cantando hasta el alba los hacheros
Y hacia los cuatro rumbos derramará el delirio.

Pero cuando el rocío lama el follaje ciego
Y en las botellas muertas venga a mirarse el día,
Será ceniza rota su savia consolida
Y morirá en la lumbre
La flor del coplerío.

(De “La Rioja innominada”, 1960)

ODA LLANERA AL GENERAL DON ÁNGEL VICENTE PEÑALOSA

A Félix Luna

Cuando el viento deshoja la arena de los médanos
Y se alza en los quebrachos su polvareda oscura,
Se hace surco la boca del abuelo llanisto
Para que en ella crezca tu planta montonera.

Entonces,
Los que amamos esta tierra desnuda
Conjugando la herencia de tu sangre rebelde,
Vamos a nuestros hijos
Con tu nombre en los dedos.

Vamos con el amparo que nos da tu presencia
En su leche de tiempo que nos nutre y ordena;
Vamos con la nostalgia sonriente de los muertos,
Que abrieron las picadas
Desastillando sueños.

Vamos a nuestros hijos para que ellos te sepan
Centinela del polvo, custodiando las leguas.
Y tallamos la limpia presencia que te asoma
Florecido y exacto
Como un río en la selva.
Que tu coraje ciego vuelva por entre ramas
De añosos algarrobos, donde rebota el hierro.
Y tu virtud patriarca sea igual que la fruta
Navideña y sabrosa por la que el hombre baila.

Si supieran aquellos que izaron tu cabeza
Y en la siesta de Olta degollaron la tierra
Que tu voz hoy comanda gauchadas y desvelos,
Se vendrían seguros a rendir sus partidas
Por el pan insaciable
De los que van huyendo.

Por eso,
Los que amamos esta tierra desnuda
Conjugando la herencia de tu sangre rebelde,
Vamos siempre a los mapas,
Para rastrear tu signo.

… Y tu barba retoña,
entre una carga seca de leguas y de estrellas.

PÁJARO SEÑALADO

Sobre el muelle pensativo del rocío
Esperó al impagable pájaro del mensaje.

¿Desde qué latifundios escondidos y extraños
Enhebrará su vuelo cotidiano y exacto?
¿Quién escribe los textos lujosos de su anillo
Que busca entre los hombres los fieles receptores?

Yo escucho desde lejos su música escondida
Y me arrebata el fuego desnudo de sus alas.
Tiendo la mano al aire repleta de saludos
Y de negras semillas de vino solitario,
Pero él pasa en su mástil, ajeno y sin mirarme.

Y esto sucede siempre:
Cuando los alfareros del sueño se levantan
A congraciarse con la madrugada.

QUIRQUINCHO

Media luna de barro, duende del hormiguero,
Transeúnte sin rumbo de la miel y el olvido.
Con un río de escamas lo ha quemado el diluvio,
Alargándole el tiempo que socava las uñas.

Hongo animal.
Perdido y doloroso traficante nochero,
Sabe que los perfumes crecen con el rocío
Y que duermen los nidos sin peligro ni miedo.

Urna de fuego frío, carapacho de higuera;
Sólo escucha la pampa su acordeón de alfarero.
Cuando expíe la pena de soledad que lleva,
La magia entre sus huesos pintará un arco iris.

Y fundará altiplanos de música en los ojos
De los hombres que tienen por destierro la piedra.

(De �La música secreta�, 1962)

RIOJA DEL SUR

Partiendo días, deshojando nombres,
Estoy en ti donde me nutro y canto.
Y arde mi voz sedienta y sin amparo
Bajo los rumbos de tu rumbo solo.

Y te pronuncias, oh sur, bajo mis ojos
Y te retuerces entre el polvo abierto.

Ah, las veces que me habré mirado,
Sobre la luna de tu espejo duro
Con palabras que al decirlas me desangran.

Yo fui orfebre, pastor y hasta custodio
De todas, todas tus dolidas cosas,
Que tanta falta hicieron en los días
En que doblé mi nombre en las ciudades.

Oh sur, oh nombre que se ensancha,
Como el dum-dum de caja novenera.
Que se gana en los labios y en las venas
Y anda ciego buscando sobre el pecho
La rosa capital, para arrastrarla.

Que se nos viene en todos los insomnios
Con sus médanos rotos y espinudos;
Con ese viento zonda que enloquece,
Revolcado en el infierno y en la melancolía.
Con el zumo de panzudos algarrobos
Y cien nombres montoneros a caballo,
Para que tomen gracia los que vengan
A decirnos que no tuvimos nada.

Oh mi tierra del sur,
Quebrada por la guerra de los años.
Estás en mí como una vieja pérdida,
Doliendo sin tenerte;
Dejando la saliva gusto a sombra,
Cuando vuelvo a tus cosas apagadas.
Cuando veo tus ranchos rebotando
Bajo aquel largo miedo de los llanos.

Cuando siento que se mueren poco a poco
Las barbas dolorosas del abuelo
Y en los techos se ahorcan las guitarras.

Oh mi tierra del sur…
En la paz crucificada de tus predios,
La flor aborta entre tus andurriales
Con pétalos de arena y garfios duros,
Y crece entre osamentas torturadas.

Y el viento arrea sus majadas de polvo.
Y te quedas allí, sur,
Como una albricia sin sentido,
O como muchas cosas
Tal vez innumerables.