GENOVESE, ALICIA
*

MARÍA INÉS MATO nadó las aguas
más frías del planeta;
cruzó el Beagle, el canal de la Mancha,
un estrecho impensable del mar Báltico.
Sin trofeos, ni estadios
sus travesías parecieron inventadas.
Bordeó el glaciar en paralelo,
en círculo la isla de Manhattan;

aguas que expulsan con su mezcla ácida,
raras aguas que entregan
su cauce de vértigo.
María Inés Mato eligió en lo abierto
mareas de montaña
y volcanes helados,
oleaje turbio del mundo sensible
cenizas, peces, barro.

¿Quién acepta una nadadora sin pie
o ese imposible desequilibrio?
Con una pierna menos y sin prótesis
entrenó como una disidente;
en el verso libre encontró ritmos,
palabras que sostuvieran el calor;
en la falta de gravedad del agua
se llenó de voces;
nadar es hablar con la respiración.

Al mar del sur le habló con la memoria
de las mujeres yámanas,
a bordo de sí, con la corriente
del cuerpo hizo canoa
para llevar el fuego a la otra orilla.
María Inés Mato unió el estrecho
que separa Malvinas. Brazada tras
brazada, de la guerra abre olvidos;
una huella de espuma, un puente blanco,
un rastro en el agua de los vencidos.
¿Quién acepta una nadadora sin pie
que explora las bajas temperaturas,
sin rayas marcadas ni andarivel,
en las olas de su propia ruptura?
Con aire, un mar en contra se horada.
Del agua helada dijo duele muchísimo
pero es una frontera,
un cruce, solo eso.

Sin traje de neoprene
se zambulló en los hielos antárticos,
la gorra de goma de los nadadores
emergió inédita entre los témpanos;
un video muestra el barco guía
y su continuo braceo
bajo el ancho vaivén de una gaviota.
Coordenadas desiertas
que borran cualquier marca.

Proezas hacia adentro
probadas con el pulso.
Si cada persona es su propio mapa,
el suyo traza líneas,
casi imaginarias.
María Inés Mato buscó aguas frías
mares renuentes a la aceptación,
nieve hendida del planeta ¿o qué
callados, secretos límites cruzó?

De Aguas, 2013

*

THALES imaginó la tierra
como un plato flotando
sobre el océano
y dijo que todas las cosas,
agua en su origen,
estaban llenas de dioses.
“Animadas” interpretó luego
la hermenéutica,
pero él lo decía
mientras frotaba
un trozo de ámbar
y briznas de pasto
se le adherían sin explicación;
mientras apoyaba un imán
contra el metal
de una armadura
y la piedra se detenía
como sus ojos atentos;
mientras alcanzaba
la altura de Keops
midiendo en la arena
la sombra proyectada.
Causas, ese más allá,
perseguía Thales,
en su universo
atravesado por ríos
y oscuridad
de dioses enérgicos.
Causas,
cuando el Delta del Nilo
hacía brotar en las mareas
los papiros, el loto,
y el sol de Mileto
caía desarmado
sobre el mar Egeo.
Anaxímenes propuso el aire
y Heráclito el fuego,
pero el agua
fue para Thales el principio,
la omnipresencia ordenadora.
Un ojo de agua
se abría en todas
y en cada una de las cosas
hasta volverlas físicas
y maleables.
Ningún filósofo aún
había separado el agua
de la idea del agua,
ni existían
mundos paralelos,
ni especulaciones
que el agua
no pudiese atravesar.

De Aguas, 2013

ANÓNIMA

vete Federico a la cruzada
si regresas
asaré carne de venado
y sonreiré junto al fuego
al verte desgarrar
un muslo entre los dientes
tu barba crecida
con olor a pólvora

vete a mí me toca
raspar con arena
el tizne en la marmita
cuidar a los niños
de la fiebre azul
cuídate tú también
del escorbuto

ojalá tengáis tiempo
de inventar la penicilina

vete tranquilo
los hombres que se quedan
rimarán mi lamento
y mi dolor suspendido
de un gancho

como una res
o una brillante cacerola

De Anónima, 1992

EL BAÑO

Hay una ducha al fondo
de la casa
y cada tardecita
después del calor, el río
los mates, las conversaciones
sudorosas en el porche
es la hora del baño
Atravieso los ligustros
dejo la toalla en una rama
el jabón
sobre un tronquito
hachado al ras; un mínimo
preparativo antes de hacer
correr
el agua
Fría al comienzo
después más tibia
llega la que el sol
abrasó en el tanque
de fibrocemento
el día entero
Al aire libre
la caña de ámbar
vuelve encantamiento,
el rito diario;
me lavo la cabeza
me bajo los breteles,
la malla y vigilo, casi
con inconsciente cuidado
que los sonidos sean
los habituales:
algún zorzal
que levanta vuelo
una gallineta que picotea
las últimas migas
en el pasto, esa quietud
atardeciendo
las casas vecinas
y la variedad inabarcable
de hojas y ramas en el monte
extasiadas rozándose
Me enjabono
la espalda, los hombros
arden y otra vez el agua
reciben plácidos,
más sensible
el borde sin solear
del cuerpo siempre enmallado;
los pelitos de la vulva emblanquecen
con la sedosa jabonada
y los pezones se agrandan
bajo las marcas
geométricas del escote
Abro por completo la ducha
y el caudal
cae a brochazos
casi helada me apura
fuera del letargo
de la respiración;
hasta que cierro y vuelvo
al calor de las telas
al sigilo en la toalla
mientras el agua
por la zanjita
perfumada corre
como un suspiro aliviado
como un instante amoroso
y su exigente vigilia
No sabe nadie
nadie presencia
mi tarde detrás
del arroyo;
piedrita que alguien regala
y al aceptarla toma
la forma de tu mano;
no tiene valor
no se cotiza
ni siquiera se pone
en una vitrina
de objetos exóticos;
se vive con poco
con nada
se hace un reino

De Química diurna, 2004

EL MUNDO REMATERIALIZADO EN EL POEMA

El jazmín la semana en que florece,
las maderas tibias del deck al recostarte,
la velocidad contra el viento,
la bici en el charco que derrapa,
las manzanas claras de estación.
Los limones arrancados de la planta,
el agua de la crecida tapando el sendero,
la imposibilidad de salir, los sonidos ahuecados,
la marea que baja después y te despide
en un oleaje limpio.
El amarillo suave, el naranja hiriente,
la luz de cada ciudad.
El agua torrencial
contra el parabrisas del auto,
los frenos ciegos en la banquina,
el huracán en la espalda,
la arrítmica respiración.
La corriente a favor en la canoa,
la serpiente mimetizada y quieta,
el temor, lo inestable,
el atropellado curso de agua.
El biguá con el bagre
ensartado en el pico,
la foto que perdiste, la sola mirada.
La palmera que sigue brotando
aunque no parezca,
el roble rojo en el rocío de las siete,
la luz del este, la del oeste,
el abrazo de las cañas al pasar.
La sencillez de lo que prospera en tierra,
las casas de paso, las casas de permanencia,
lo que amanece, lo que atardece;
los olores que te llevan de ida o de regreso.
La resina de los pinos, la madera al arder,
el sudor, la salamandra,
el hipnotismo del fuego.
Las piernas esforzadas en la calle de tierra,
la caricia en las azaleas del rosa ceniciento,
las hebras de té asentándose y la acidez
de la naranja en el vapor.
El cambio de luna con lluvia,
las semillas arrastradas, el desborde del río.
La pareja de búhos en la galería
y los murciélagos ruidosos al amanecer.
Las ciruelas bajo el grifo,
las gazanias diurnas.
La ruta abierta
entre los pinos.
Unos pocos granos de arena
y el sol que gira
en la escala de la mano;
los médanos blancos,
el mar por unas horas,
los ojos turquesa,
la caída de la tarde
en el espejo retrovisor.

La naturaleza no es sólo
una armonía retórica.

De La contingencia, 2015

LA RESENTIDA

Con mi silencio haré
una máquina de guerra,
con retraimiento
una catapulta
que arroje una y otra vez
las piedras más desgarradoras,
las que brotan apretadas
de las fisuras volcánicas
Con mi silencio
un corredor de lava,
un lloradero de fuego
que vuelva
la zona impasable
Pertrechos de combate,
material estratégico
desviados todos,
con mi oscura
sola decisión de callarme
Un arma
mortífera construiré
armaré, lanzaré
siempre en futuro
como los planes perfectos
La venganza se cumple
inflexible en el futuro
En el presente hay ojos
menudencias, imprevistos,
un temblor en la mano
de la víctima
que vulnera
La venganza
desplaza el tiempo,
el futuro puede
sacarme este aspecto
penoso:
el vituperio de los mercaderes
la diatriba de los justos

De La hybris, 2007

PUENTES (FRAGMENTO)

Puente Avellaneda, Pueyrredón
Puente Alsina cambiado el nombre
en los mapas,
por el mismo zanjón del Riachuelo
Puente La Noria. Pasajes
al otro lado de la ciudad;

no son postales congeladas
mis idas y vueltas
sino pigmentos tornadizos
como la capa de asfalto
El paso capturado y la mirada
en la misma
agua grasosa que no absorbe
el desecho químico. Amargor
que queda flotando en la superficie
como en el cuerpo
lo inasimilable

Hay un pozo imantador
en este cruce
de puentes suburbanos
que en cada pasada
me desvía
hacia tiempos suspendidos
como hacia un carril
de detención

Petróleo muerto, desgastes
erosión obsesiva
que no ha logrado disolver
cierta hora de niebla temprana
y cielo opaco para llegar
al sitio de los comienzos
Más allá, del otro lado
el viento para en los oídos
y empieza la gravedad, la filigrana
de pequeños actos perecederos
y su trazo enmarañado
Pero aún sobre el puente, suspensa
puedo asir del trayecto
el goce a futuro
de la expectativa,
ese rocío ensoñado que fue
siempre a escondidas, una forma
instantánea de felicidad

Napas geológicas de la memoria
en la napa oscura de río, mezcla
donde no llegan grandes obras
de saneamiento
y ninguna partida es concluyente

Manchas de brea y plomo
paisaje quemado que tiembla

De Puentes, 2000