GRIECO, PEDRO
AGUARDA EL SOLSTICIO

Por estas calles del día alguien deambula
en busca de una tierra de rectitud.
Lleva ocultos los ojos para no equivocar el camino
desbordado de imágenes
películas proyectadas por infinitos rayos solares.

Camina a tientas. Imita autómatas.
No es un druida.
Remanente de una especie extinta.
Busca un olor a hierba fresca y peras rosadas.

No sabe si persigue un sueño
o un sueño lo persigue.
No sabe si está despierto o dormido.
Sólo sueña que un sueño lo habita
y lo transporta por Stonehenge y otros círculos solares
en espera del solsticio de invierno o verano
para mantener firmes los ojos frente al sol
cerrados bien cerrados.

Harto de luz.
Desea que un verbo lo ilumine.

AL BORDE DEL SUEÑO

Hay un sueño para cumplir y otro
para soñar y que nunca se cumpla.
Está escrito que así sea y se llora para no saber
cuál se debe cumplir y cuál soñar libremente.

Somos claros y somos oscuros por puro deseo.
Somos limpios y nos embarramos en charcas y estíos.
Ah, en secreto somos inocentes, somos puros.
¿Quién nos programó inconstantes tan humanos?

No pongan una cruz ahora sería funesto casi cruel
para las nubes cuando se elevan de este infierno al cielo.
O que un pájaro quedara clavado en el silencio
o un corazón enamorado en un abismo vacío.

No pongan una cruz al morir cada día
libres sean las flores
de semillar en el umbral de la esperanza.
No pongan una cruz nunca.
Dejemos al menos la muerte libre de símbolos.

BREVES

Aferro el aire por el camino.
Será mi recuerdo de este mundo.
Espero que nadie se dé cuenta
si falta un puñado.

*
Ningún hombre
está demasiado lejos
de sí mismo.

*
Las lágrimas de madre
roban amparo a las palabras.

*
Ah, si fuera austera
la luz en los errores
como generoso
el amor en el sufrimiento.

*
Nunca el cielo estará fuera de tu corazón
pues nadie puede echar al cielo
fuera de sí mismo.

*
Un día saldré al mundo
a repartir silencios.
Nada más que silencios.
Que es como decir
mi pan y mi corazón.

EL HILO INSONDABLE

Un hilo de luz, en la brisa tenue del atardecer,
ondea en el osciloscopio del hospital.
¿Es posible? ¿Es posible que en esa caja negra
se luche con el mito del viejo minotauro?

Buscar la ventana verde que quiebre el agobio y abrir.
En la calle vehículos y personas vienen y van.
Hay dudas sepan para qué�
Se sospecha andan para justificar sus horas.

Dejar abierto.
Contemplar a quién está unida
a la caja del hilo monótono.
No se sabe si respirará otras imágenes.
Necesidad de beber un ansia de cielo y de árboles.

Hay un tullido sobre el césped del parque.
No está atado a hilos de luz fraccionada.
Duerme plácido sobre una lona de luna y de sol.
Yace donde un caos vital lo circunda y acuna
en una aurora sin ventanas al día extenso y luminoso.

Yace libre como estrellas en su luz de diamantes.
No sabe de esperanzas.
Duerme con una seguridad que espanta.
Y en esa pureza simple y muda
mora una fe sublime y feroz.

A través de un ángulo oblicuo
el ojo regresa a la habitación.
Ante la caja negra espera no olvidar su fe.
En el osciloscopio fluctúa una línea con un bip bip bip.
Lenguaje monosilábico reductor de la vida
a una hebra quebrada en esa urna electrónica.

Oh, Dios, ¿d�nde está el sostén del universo?
O al decir de Galileo: todo eppur si muove y no lo vemos.

Hemos reducido una suma de hechizos
a una hebra lumínica quebrada y oscilante.

Ah, mundo
eres el espejismo que nunca llegaremos a destruir.

(De Puerto de Buenos Aires y otros poemas, 2001)

EL LUGAR

Busco un lugar donde compartir mi pan.
Una choza pequeña para ofrecer vino y paz.
Traigo nueces de otro invierno y castañas listas para asar.

Voy en camino.

Traigo en el pecho nieve y fuego
y aquel río
que asciende el curso esplendoroso.

Busco ese jardín donde crezcan las estrellas
y canten todos los pájaros.

Una capilla donde erguir mi última oración.
No importan paredes ni el color de los vitrales.
Donde sea posible desnudar ídolos
remover piedra por piedra
hasta hallar el punto fundante
rechazado por los arquitectos.

A un paso posible de la muerte.
O en el momento mismo de la muerte
deseo que el verdor de los árboles tenga sentido.
No sea mera casualidad.

Estoy en camino.
Percibo la presencia cada vez más cerca.
Un perfume de espíritu me guía.
Arde el tiempo.

Oigo el silbo que restaura el alma.
Siento la presencia muy cerca.
Ahora sí veo el lugar:
es muy pequeño
es un templo.
¿Me abres tu corazón?

EL MITO

Día tras día en Cnosos regresa el sol
el Palacio Mayor para alumbrar
ruinas silenciosas de lluvia.
Ruinas solas y alejadas
de la risa del mar.

Quien no estuvo
está, cada vez más vivo
en el poder de una palabra.
Y el laberinto de su significado
nos fascina y devora una y otra vez.

(Inédito)

EL PÁJARO DE LA MAÑANA

Un pájaro canta en mi ventana.
Es temprano y es otoño.
Ante el inexorable desplome
de la noche y sus cielos
abrió el corazón del día
y trajo el sol a mi ventana.

Canta. Canta. Canta.
No sé quién es ni para quién, pero
canta hacia adentro y hacia fuera
haciendo ilímite los límites de mi ventana.
Hace frío y él festeja el sol de la mañana.
No hace otra cosa. Sólo canta o intercala
breve como un milagro
o experimento en el vacío,
un silencio alumbrador.
Luego canta, canta y canta.

Es su pertinencia
la alegría acontece limpia, aparte, ajena.

Es un milagro vestido de pájaro.
Es un ángel vestido de canto.
Vaya uno a saber.
El investigador o el sabio saben
de razonables explicaciones.
Pero hoy desbordante de mañana
percibo santidad y gozo lo que acontece.
Porque ¡canta, canta y canta!
¡Canta en mi ventana!

ELLA

a Blanca M. Tidone

En las extensas y delgadas noches de insomnio
cuando a mi lado ardes en tu llama de esencias
y uno habita la solitaria ciudad del dolor
contemplar, en la penumbra, el perfil de tu rostro
y preguntarse si no es una alucinación
(mientras aleteas en tus sueños de alondra),
poseer tan próxima tu extraña hermosura.
Horas en templos de un misterio vacío
donde el ala de una paloma crea un eco
que hasta el fin del universo reverbera.
Fluye la silenciosa música de lágrimas
purificando mis horas nocturnas y una voz
me dice: �A través de esos ojos azules
es Dios quien te mira y te cuida y te ama.�
Quizás afuera llueve o apresura el viento
su paso o no hay tormenta ni exista el afuera.
Mas algo embellece el despertar cada mañana.
Y pláceme pensar que también sueñas conmigo.

ERATÓSTENES

I

Es la sombra la que se ha ido
el yo permanece.
Ella por ser hermana del sol,
el yo por la idea de muerte que lo habita.

Que la tierra es plana nadie lo discute.
¿Quién puede caminar sobre una esfera
sin resbalar en el vacío?

Que las sombras en Tebas y Alejandría
no armonicen al medio día
es una cuestión de triángulo.
Exacta y bella geometría
para un amigo de Messina.

Escribió:
�El fondo del pozo no refleja el rostro
cuando en él la luz cae a plomo.
Acaso en Tebas el medio y el día
sean diversos y singulares.

Perseguir la luz es duro
cuando la muy canalla se disipa
en cada grano de arena,
en espejos quebrados sobre la superficie del mar,
en cada matiz donde se pliega,
el ojo que la contempla.
Arquímedes, amigo, olvida las naves romanas
que rondan el horizonte por un tiempo.
Regálame unas horas de tu mente�.

II

Duro fue el castigo del Centurión al soldado
por atravesar con su espada a un viejo excéntrico.
Cuyos vecinos recordaban corriendo desnudo
por las calles de Messina al grito de: ¡Eureka!¡Eureka!

el soldado se justificaba para sí:
�No respondió a mi advertencia.
Siguió ensimismado en una carta.
Prefirió la última línea a mi hierro afilado.
Un viejo loco escribiendo a alguien de Alejandría�.

III

Un esclavo tracio frecuentador del griego
conservó el papiro hasta morir.
De tanto en tanto, sin saber,
agotaba esos símbolos y geométricas figuras.
�Si descubro su significado seré libre�, afirmaba.

Antes de consumir la lámpara de aceite
el último fulgor
sostenía aquella línea final:
�Si las sombras son correctas y las sombras no mienten,
la tierra es redonda como dices,
aunque sólo sea demostrable una vez al medio día�.

LA MOSCA CONTRA EL VIDRIO

Está en la penumbra.

Un claror hace real lo oculto
bajo el manto de la noche.
Otra realidad se manifiesta
ante sus ojos infinitos.
Hacia ella vuela.
Una y otra vez vuela
y choca
lo incomprensible.

El claror hace real lo oculto.
El prado, las flores, ciertos insectos,
el brillo del movimiento, le pertenecen.

Una y otra vez vuela y choca
hasta agotarse
contra una superficie metafísica.
¡Qué existencia de clara oscuridad!

¿Alguien verá a través de lo imperceptible?

Yo aquí y ahora.
La mosca contra el vidrio.

Tú aquí y ahora
detrás del vidrio oscuro.

Nosotros todos siempre:
moscas contra el vidrio.

NAVIDAD 1994

Un hombre ha hecho sus oraciones.

Pero, ¿qué hace, Dios mío, en esa Soledad
buscando referencias de poetas chinos del siglo octavo?

En algún milenio futuro ya no importará
quién fue musulmán, ateo, budista o cristiano.
¿Estará construyendo un puente inagotable?

Hay brindis y fuegos de artificios en el instante
en que una joven muere de cáncer y un joven de Sida.
Hasta beber del vaso de eternidad ¿qué significa?
Y, ¿qué impiedad es el vacío obrar de un hombre?

Desasido del mundo es posible que no esté haciendo nada.

Gira.
Reinicia las oraciones de la carne al espíritu
y espera
nacer de nuevo.

Sabrán si lo ha logrado por el olor a establo,
el pacífico aliento de los animales
y una luz y una paz que iluminan
el claro día de todas las horas.

Es más, lo sabrán por el retumbar del verbo
en la nítida luminosidad de vuestra casa.

… Y esta es la única posibilidad
contra la finitud.

NOCHE DE SOL

Desde el centro de la noche
se oye el lento respirar de los eucaliptus.
La diáfana Vía Láctea invita ser acariciada
y mis brazos de acacias floridas envuelven las estrellas.

Algunos presocráticos escrutadores percibieron
la música de las esferas.

Excediendo la gran Vía, otros soles y quásares,
sus campanitas luminosas tintinean,
mientras luciérnagas como quarks
acontecen con intermitente felicidad.

El lejano resplandor de una ciudad no mengua
el duro azul de la noche
y en medio de ese dócil cielo
¿qué es esta pequeña y a la vez infinita dimensión
cuya conciencia los astros contiene?

En mis oídos un coro azorado de grillos
cautiva la expansión de la mente.

Más allá del oscuro límite del cosmos o del caos,
sobre la quieta extensión de la Pampa,
la abierta esperanza.
Otras, sí, otras dimensiones posibles.

Vivir
al borde del universo
es nuestro destino.

¿Pero quién posee el manto y el coraje, quién,
con qué abrirá las aguas originales?
¿Tendremos un desierto en espera
o un diluvio de fuegos intemporales,
un no tiempo
una esfera
otra existencia?

Viaja la nave. Tú, amigo, respóndeme. Pronto,
envía a este náufrago la botella con el mensaje
que la espera se acorta y acaba.
En un parpadeo
cualquiera
puede
salir el sol.
Y nos ciegue.

REGRESO A LUCANIA

Y les conté la bondad de otros continentes
llanuras infinitas, climas dispersos…

Su respuesta, “Ah, ¿y el dolor de la patria lejana?”

Salí a caminar piedras blanqueadas por un sol milenario,
vi los olivos torturados, sus nudos en la garganta
con hojas color ceniza.
Campos al abandono del canto de las cosechas
campesinos en refugios de pobreza subsidiada.

Olí el aire estremecido en el recuerdo de bombas y metrallas,
la seca ausencia de los pájaros.

Contemplé valles y peñascos dudosos de niebla.

Estuve ausente.

Del trueno y la tormenta reconocí una voz familiar
esa voz necesaria en toda la tierra
la voz compañera de la lluvia
golpeando con ternura en el corazón de los hombres.

Periférico a todos los caminos
un día acepté este territorio peculiar
donde emerger y respirar y gritar:

¡Aquí estoy, nací de la Palabra!

Y alguien traducirá esta roca
a aquellas piedras antiguas.

* Nació en Viteri de Potenza, Italia. Llegó junto a su familia, a Buenos Aires, siendo niño, en 1953.

SINFON�A OTOÑAL

Las sombras son más lánguidas
y las hojas caídas recorren el parque
por un lugar donde dormir.
Han regresado los pájaros negros
en busca de semillas de Rye grass.
¿Qué puede hablar un hombre a una tarde de otoño?

Es la época de los crisantemos.
Recuerdan el cumpleaños de Blanchette
cuando su madre colocaba flores de crisantemos,
y allí están, listos para festejar
alrededor de un tronco seco.
Mesa redonda donde invitamos a horneros,
calandrias, gorriones, benteveos,
y toda ave del cielo que acepta
compartir parte de nuestras comidas.

El liquidámbar ha perdido sus hojas estrelladas.
El gingko bilova se ha vestido de oro y el fresno
mudó su vestido verde por uno de intensos amarillos.
Pero, dentro de un silencio de sol y de sombras,
cuando una brisa de violoncelos acaricia la hierba
y asciende entre las ramas desnudas de los álamos,
¿qué puede hablar un hombre a una tarde de otoño?

Una liebre, quizá la última,
corre ante las voces estridentes de los niños:
los niños muy divertidos van tras la liebre.
Los padres muy divertidos van tras sus hijos.
¿Será la última que habite nuestro tiempo?

Ella no lo sabe. Nunca lo sabrá.
Habrá sólo casas y más casas y más padres y más niños.
Los habitantes del Hemisferio norte
ignoran que ahora es otoño
ellos viven inmersos en primavera.

�Quien para el otoño no construyó la casa
ya no habrá ninguna. Quien ahora esté solo, solo
estará por mucho tiempo�, dijo Rilke.
Pero bajo la Cruz del Sur
nada es verdad y todo es posible,
como de imposible es asirse a una tarde,
pues inasible es la vida.
¿Acaso se aferra la luna al charco que la refleja?
¡Es tan inasible una tarde de otoño! ¡Tan inasible!

Ahora llueve.
Las voces se apagan
y las gotas van sonando dispersas
aquí y allá sobre el techo gris,
sobre la hierba y sobre el sendero.
Pronto será una sinfonía.
Así me habla esta tarde de otoño.
Quizá otra tarde también nosotros busquemos
como otra hoja marchita los brazos de la tierra.

Hay algo triste en una tarde de otoño:
las promesas primaverales y estivales han huido
y el bello oro lento deja de ser eterno.
Por dentro una voz no cesa de inquirir
qué puede reflexionar un hombre con una tarde otoñal
cuando súbito anochece y eclipsa
las sombras melancólicas de mi voz.

Algunas casas encendieron sus chimeneas.
Y uno imagina esa intensidad de infinito
en la llama que danza en el aire
su sed de vida
en la etérea oscuridad.

Una última ráfaga barre el ocaso
y ni una palabra queda para ser hablada.