GUTIERREZ, ANTONIO RAMÓN
BAJO LA LLOVIZNA

El recuerdo,
como un combatiente de la Resistencia
va por las noches bajo la llovizna,
debajo del brazo lleva tu voz
entre las sombras sitiadas del parque.
Afuera arde la ciudad,
las linternas buscan nuestra íntima conspiración,
la ciudad arde,
arde mujer, gorrión, bajo tu largo abrigo
y tu paso de sensual conspiradora.
Al menos esta noche no nos atraparán,
el amor es indestructible bajo los puentes o bajo el sitio de los invasores.
Oh! conspiradora celeste
llevas en tu bolso granadas de olvido.
El tiempo ha pasado nuestros nombres.
Dónde estás ahora que tu ciudad
ya se ha liberado de mi melancolía.

BEIRUT

Beirut, bella palabra habitada,
herida por los colmillos de los cañones.
Beirut, posada donde se detienen a cenar
los jinetes que cabalgan en el bies del camino,
campos sin distancia, ahuecados parajes.
Beirut, hermosa ciudad que llora
mientras lo real llueve a baldes de muerte y luto
sobre el pañuelo negro de su cabeza desnuda.
El fuego de la destrucción nieva oscuramente.
¡Oh! las caravanas de los desvividos,
las formas desalquiladas de los caminantes.
¿Quién acude al llamado de las madres
que corren cual Hécuba ladrando al vacío
como queriendo matar a dentelladas el aire?

CONFLAGRACIÓN

El tiempo ha desembarcado en la playa
y ha minado el mar para que sucumban los barcos.
Los pertrechos se ven sobre la playa sin límites
donde yacen las sirenas muertas
y donde el amor se pudre como un lobo.
Con armas ausentes, con bocas perdidas,
con simple arena vamos capitulando.
El tiempo ha desembarcado
el correr de la tarde, la puesta del sol,
armas más mortíferas que el ladrido de los obuses.
Como si esto fuera poco, el lucero de la tarde
es una ojiva de olvido por si acaso.
Amor, toda la tierra es Pearl Harbor.
De Conflagración, 1991

EL BAILE DEL SER

I
Esta danza y todos aquí
sobre la inclinada llanura.
Los cuerpos sangran lento y dan
un solo giro en el patio absurdo
mientras se oye la orquesta típica,
sus bandoneones gastados, su dolor bailable.
¿Acaso Dios mira la escena?
Esta pareja ya ha dado sus pasos
por las tablas de su turno y se retira
a un costado de la fecha,
aquella otra tuvo a su tiempo los hijos
que han salido a la vez a danzar
y avanzan resueltos entre los caídos.
Danzan la memoria, las tardes felices,
las estaciones, los niños ya viejos danzan.
Todos cruzan en diagonal el patio
y el baile parece un éxodo. No han de bailar dos veces el mismo tango.
Las notas atraviesan los pechos
de los ágiles moribundos.
II
El bandoneón exhala tiempo,
triste dimensión que parte
hecha música en los campos
y produce ayeres a cada nota,
partituras de arena,
ritmos de viento Sur.
La orquesta es una barca sonora
donde ha salido a bailar la víspera.
Los colonos se han puesto las mejores ropas,
los padres todavía jóvenes danzan y ríen
mientras los niños juegan a la muerte
y les entra un sueño anticipado.
Los músicos saben que les va la vida
en cada acorde, en cada pieza
y que tocar es una forma de ir muriendo
con un poco más de ritmo.

EN LA PAZ

Ese minero murió por renacer
de quinientos años de muerte.
Descendió del Alto, se fue a la hoyada
con la dinamita lista
para subir la voz allí abajo
y reclamar la luz que le negaran.
Demasiado tiempo
en las profundidades arriba,
él y los suyos
como sueños de la tierra.
Nunca le dieron ni el aire
a sus pulmones de pala, sólo carbón y pena,
sólo mineral y sombra.
Quinientos años cayendo
no es poca muerte
para levantar El Alto.
Y ese minero un día
decidió nacer de la tierra
con el explosivo bajo el brazo
como un pan de fuego
y se fue a la hoyada
a nacer muriendo,
a morir naciendo.
Toda la luz fue suya ese día.
De La canción primordial, 2005

I

Invocó a la triple Hécate
y salió a la misteriosa noche
donde repetían los astros
una suma imposible.
Tomó entonces las riendas
de su carro tirado por dragones
y se dio al espacio en busca de hierbas
para su condición de hechicera.
En el guadal del aire galopaban las sierpes
y giraban las ruedas cósmicas
en el lodo del tiempo como por un vecinal camino.
Y así anduvo hasta donde la agarraba el día
cuando la claridad amenazaba hacia el poniente.
Pasó Medea por los montes Pelión y Otris,
recogió la sombra de las hierbas,
cortó de algunas espinas la forma
para continuar después su marcha
y recolectar tréboles sin hojas
de las faldas del Atedón y el Pindo
e inmolar ovejas negras de familia
para los dioses de la noche.
Juntó entrañas de la palabra lobo,
alas perdidas de lechuza, piedras del oriente,
invertidas raíces, infamias regadas por la luna
y preparó con todo eso el gran caldo
en que se cocina buena parte del mundo.

IV

Cuando llegué aquella tarde
arreciaba la tormenta sobre los bosques
y los trenes pasaban repletos de soldados,
padres que iban a morir
bajo las ráfagas del tiempo,
bajo el fuego de las certeras cotidianeidades.
El frío y el hambre amenazaban con revelar nuestros nombres.
Antes de caer llamé a tu puerta
y supe que eras bella como un poema de Verlaine.
Luego, bajo la ausencia de una lámpara
en las noches escribí tu cuerpo.

IX

¡Oh! Poesía, te amé en secreto.
Por las noches iba hacia tu alcoba
con la excusa de un libro cualquiera
y tú me aguardabas temblorosa
como una mujer adúltera.
Poesía, nos hemos amado en secreto
tal cual es el único amor posible,
casi dolorosamente, casi trágicamente.
De La ciudad de los lugares comunes, 1991

LA CANCIÓN PRIMORDIAL

Escribo en esta noche
mientras un motor se oye en la ruta
como una canción primordial.
Es el cortejo de los amores que no fueron, las bocas que no besé, las palabras que no dije,
los lugares donde no estuve, los libros que no leí,
los cabellos que no acaricié, el rumor
de las noches de verano en Bell Ville, la juventud
que fue quedando atrás como nidos de horneros,
los años como una melodía que insiste
y que me trae la nostalgia de unos ojos,
el sabor de unos labios que aún me hieren el alma,
el recuerdo del paso del tren de las doce.
Escribo en esta noche,
mientras un motor se oye en la ruta
como una canción primordial.

LA GUERRA

Otra vez las negras naves, la espada sobre Troya.
Unos niños corren contra el muro
y a su alrededor el mundo se deshace en relámpagos,
la niña es una gacela, tan pequeña, tan ágil y sola
mientras busca refugio del diente de las ráfagas.
Cómo saltan esos niños y huyen de la ira de Marte,
cómo van y vienen tomados de la mano
y a sus pies la ciudad destruida,
Escipión volviendo a ordenar la quema de Cartago,
otra vez la sandalia de Atila sobre el pasto.
El muro contra el que corren los niños
es el paredón de todas las ejecuciones del mundo,
el madero y sus clavos, el Gólgota,
y allí a pocos pasos yacen las sombras de los padres,
el refugio del pecho del padre convertido en ruinas,
inundado del frío repentino de las rocas,
los brazos de la madre caídos para siempre
dejando al descubierto la soledad de la tierra.
¿Qué cenarán esta noche esos niños
en la mesa servida de escombros?,
¿quién cerrará las puertas de una casa sin paredes?
Cesan ya las bombas y el viento sopla en las colinas
y allí los árboles aserrados, el suelo inerme,
la baba de las cabras, la calma de los muertos,
la proximidad de la noche y esos niños ya viejos
caminando con sus bastones sobre las ruinas.

MERCADO DE HACIENDA

Animal manso y perfecto
¿qué instancia intercederá a tiempo
entre la naturaleza y tu forma
para que la más feroz de las especies,
que pastan luz en el planeta,
no se nutra con tu muerte?
Entre el barro y el cosmos
¿quién te defiende del certero golpe
que termina con todo rastro
de universo en tus ojos breves?,
¿qué derecho hay para que esta masacre cotidiana
y el brutal martillo de una inteligencia superior
se instalen en tu indefensión irrepetible?
Solo, solo, huérfano de Dios, desprotegido,
de cara a lo real, sin posibilidad de defensa
caminas por los míseros corrales
que gobierna una razón pragmática.
Más lúcido que los matarifes
presientes la descarga final.
Una condición de barbarie alimenta
con tu muerte nuestra vida.
Poco sublime es tu caso, pero yo digo:
animal manso y perfecto.

MOLDE PARA UNA METAFÍSICA

Para crear una existencia sólo hay que retirar
los sobrantes, la materia que le rodea,
llegar con el martillo hasta las galaxias
y continuar sacando mundo, cavando sombra
hasta dar con la forma justa y definitiva,
separada de todo lo que la trasciende.
Obtenido ese modelo de piedra temblorosa,
hay que volver a llenar el universo,
colocar en sus órbitas los planetas,
las estrellas en sus constelaciones,
los ríos en su cauce, los peces en su espina,
jardines alrededor de los brazos,
huertas que broten en el afuera vacante.
Por último, del centro de todo lo posible,
retirar la pieza de mármol, ahuecar ese espacio,
para dar cabida a la nada,
es decir, a un hombre repleto de vacío
con la mirada puesta en todo lo que le falta.

MYRIAM

Hermana, qué paradoja, hoy que has partido
y que tu ancla se hunde en la tierra te canto
cuando ya es tarde y estás derramada sobre la vasta piedra
y te elevas tan alto entre los cuerpos leves,
hoy que el viento de los árboles no toca tus ojos
y el día es un reverso y te estoy pensando
y eres por un momento otra vez.
De ti nacen las flores apagadas y el musgo
y tus contornos se esfuman
y tu melodía se pierde entre las ruinas.
¿Recuerdas allí en tu desierto los senderos del patio?
El viento te prosigue y algunas palabras
y la textura de las cosas que tocamos.
Aún resuena tu voz en la casa y sé que no has partido del todo
y que me oyes despaciosamente desde tus largas raíces.
De Los reversos, 1989

PADRE

I
Los motores de tu época aún resuenan
en este macadán heracliteano
como una sinfonía que prosigue
cuando todos los músicos se han ido,
el resoplo de aquella máquina de café
cual un tren pronto a partir a la memoria,
en esa estación de la que nadie se despedía
salvo para volver a la noche siguiente
con un día menos de luz en el trayecto,
las voces de los socios cumpliendo con la física,
creyendo que todo eso era tan natural
como una puesta de sol o una tarde de lluvia
o porque las formas geométricas no se discutían
en aquel salón que se cobró parte de tu tiempo
en ese club donde amarrabas tus noches
para cumplir con el mandato de un pueblo en la llanura,
en ese River de Bell Ville con camiseta de Boca Juniors
(paradoja que nadie interrogaba porque no hacía falta)
y vitrinas que exponían como vidriados mausoleos
los restos de un pasado de equipos campeones
y de copas atestiguando el triunfo de tanta derrota.
Padre, consumiste el turno asignado, el crédito de luz,
de la mejor manera, puesto a vivir sobre tu hora
sin preguntar de balde cómo comenzó todo esto.
Atrás fue quedando al agua de los días nacidos,
tus padres españoles enseñándote el espacio, tu hermano Benito que vino con ellos en el barco,
muriéndose de pulmonía una mañana como tantas
en que era demasiado fácil morir de tiempo o pulmonía,
tus primeros trabajos de cadete en esa Casa de Ramos Generales
y luego la mecánica de las tardes, aquel Concesionario
con tractores Fiat y Someca rugiendo amenazantes
como tigres cebados por la curvatura de mi infancia,
tu juventud a cambio de un salario y un poco de sentido,
tu combate heroico contra las hordas de la adversidad,
el trabajo como la única respuesta filosófica posible.
Absorbiste la suma de tus horas con tus brazos y tus ojos
y fuiste el último hombre bueno sobre la tierra.
II
Mi padre fue un poeta
aunque él nunca lo supo,
escribió con pasos firmes
sobre la tierra y con trazos de vida,
los días y las noches, los sueños,
las mañanas luminosas de setiembre
y tuvo a diferencia de mis pobres libros
los mares y la luna en el poema,
poesía escrita con el puño de la tarde.
Dijo con su andar y con su cuerpo
lo particular de un viaje irrepetible.
Su prosa vistió ropas de mecánico,
camisas de empleado de comercio, frases obreras volviendo del trabajo.
El río se deslizó en su escritura viva
en un tiempo que hoy acude a mi memoria.
Padre, hasta aquí llega mi elegía,
para qué insistir en surcar con palabras
tus mares vividos.

POEMA NOCTURNO

¿Quién podrá acaso
responder por todo esto?
por las constelaciones y la brisa
en esta noche extraña y la locura
que habita dentro de la triste sala
de nuestras perplejas cabezas.
Nadie, nadie en la curvatura de la bóveda
que dé cuenta de ese chillido que insiste
ni de toda una serie de cosas.
No se entienden las razones
que tendrá en sí la madreselva,
mucho menos la persistencia del agua.
Esto no es cuestión de palabras
sino de materiales convocados.
¿De qué se trata en definitiva?
¿quiénes se harán cargo en esta hora?
Es tarde, la nada aúlla en el jardín
como un can vacío, animal ausente
ladrando a la geometría pura.
Es tarde, todo está quieto ahora
y ha empezado a sangrar de nuevo en el planeta.

RECORDATORIO

Un nombre en el Diario y la frase:
estudiante de medicina de 5to año,
secuestrada y desaparecida en la Esma
el 15 de noviembre de 1976.
Te veo en la fotografía de la página
mirar hacia un afuera ahuecado
donde la realidad prosigue más allá del papel
su danza de hecatombes y horrores.
Tus ojos impresos son los mismos
que en otro tiempo habrán visto los amaneceres
y sufrido ante la injusticia en estas calles.
La bondad y la belleza se congregan ahora
en este recuadro viviente donde tu ser
no se corrompe en medio de tanta noticia aciaga.
En este triste bar donde los dos yacemos
sostienes la memoria y la tarde.

XXXV

Las cilias de la ira de Juno
asentaron la peste sobre Égina
y la noche se pobló inhóspita
con los gritos de los moribundos
como por una aciaga orquesta
de un naufragio terreno.
Y flotaba un aire pesado
sobre los huesos desnudos de palabras.
Todo era a la vez silencio y aullido.
Los techos, como Adelantados, clavaban cruces en las tierras del cielo
fundando póstumas Hiroshimas.
Parvas de cadáveres tomaban atajos
hacia el juicio final,
comitivas de nada en los senderos,
ademanes de brazos pretéritos,
salteadores de la desesperanza,
cuerpos y armaduras coincidiendo en la hora.
Las campanadas eran todas finales
como si el tiempo hubiera decidido
de una vez tomar su propia medicina.
Una verdad persistente caía en la bóveda
a la manera de un poema de Dios.
De Metamorfosis cotidiana, 2004

XXXVIII

Toda Creta fue laberinto
y para huir del rey Minos
tuviste Dédalo que idear una máquina
hecha de plumas y tragedia.
Fabricaste al mismo tiempo
el vuelo y la caída.
Una a una fue pegando Ícaro
las alas de su muerte,
el plumaje de un oscuro final
como ladrillos de elevado túmulo, carpintero de su ataúd hecho a medida.
No te acerques demasiado al sol
porque el calor derrite ilusiones,
le habías recomendado a su vivo cadáver.
No te aproximes al Boyero, a la Osa ni a Orión
y vuela siempre a la misma altura de los tiempos,
le habías dicho a su mala estrella.
Y atrás fueron quedando como constelaciones terrenas
las islas de Paros y Delos, Lebintia y Caimna.
Todos los pastores los tomaron por dioses
queriéndose perpetuar en la altura y en la historia.
Pero Ícaro, de ala caída, fue a dar a las aguas
donde ahora su vuelo navega escrito.