LAPEYRIERE, AMELIA
BAILARINES EN EL TIEMPO

Bailarines del viento
que sopla en la memoria,
eso somos,
el aire respirado,
oxígeno que pudo almacenar
el alma.

Nos va dejando el tiempo
excluidos de todo.

Bailarines somos,
bailarines en el tiempo,
que olvidamos los pasos
cuando la música
se apaga.

COMO UN ANDAR DE LLUVIA

Se va quedando mudo
el tiempo de la fragua.
Un yunque silencioso
despide cada hora.
Algo se ha quebrado:
una rama partida,
un ala que no tiembla,
un árbol que, vencido y reseco,
languidece y muere.
Se va quedando mudo
el tiempo de la fragua.
Hay algo en el silencio,
como un andar de lluvia,
agonizante y tierno
que, mansamente,
llama.

CRISTAL ARDIENTE

Escribe en el cristal
con voz ardiente,
cava en la hondura de la piel
el grito manso que deja la fisura
del adiós
y lo lleva al otro lado de un porqué.
Tiene en los ojos ese acento
imposible de mirar, la savia amarga
que arrastró la dulzura,
la hizo silencio y la bebió
hasta agostarla.
Desde su desheredad
se hizo rutina, camino ajado,
polvo, grieta, estéril viento que gime
buscando algún regreso. Perdido en el ayer,
sólo encuentra la palabra vacía,
la noche solitaria,
exordio de un sueño que no existe,
pregón que nadie escucha.

DESEO DESDOBLADO

En la tela absurda de mis
pensamientos,
desdoblé un deseo:
ser un poco más
y ser un poco menos.
Más, para quien de mí espera
menos, para mi cansancio.
Vivir es de por sí
un acto
una percepción,
un sentimiento,
el acto de pensarse
y de sentirse vivo.
Las preguntas son andamios
o graffitis
en un intemporal espacio.

DISFRACES QUE NOS PINTAN

¿Cómo buscar el centro
de aquello que se nombra?
¿O el nombre es solamente
un barniz,
un pretexto,
cobertura que pasa
sin dejar nada a cambio?
Si se olvida,
si a pesar de las letras
que pronuncian las voces
y se guardan, se escuchan,
son apenas disfraces
que están hoy,
que nos pintan la cara,
la vida, los sueños,
la realidad,
y son letras que van llenando libros,
junto a fotografías
que el tiempo va borrando,
¿cómo buscar el centro
de aquello que se nombra?

EL MUNDO SE ME ANTOJA

El mundo se me antoja
como un fuego hecho de agua,
como el tacto del vacío,
como un sol que se aleja,
un lugar imaginado,
inexistente.

EL SABOR DE LA VIDA

Caminemos el tiempo
que nos deja en las manos
esas líneas sinuosas.
Caminemos las horas,
los minutos que ríen,
el sabor de la vida
que nos habla
y nos bebe
hasta apurar la copa.
Caminemos el tiempo
que traza laberintos
y en su juego imposible
nos seduce, nos calma,
nos excita y nos vence. la mañana, la tarde, la noche.
Caminemos, vendados los ojos,
con los pies en los hombros
con el paso impreciso,
que es avance
y es volver a la cuna
y es buscar lo insondable.
Caminemos el amor
que nos niegan,
que nos dan
y que damos.
Caminemos
el sabor de la vida.

HASTA EL ÚLTIMO ROCE DE LA SED

No es buscando los nombres imposibles,
ni los hechos fabulosos sucedidos,
tampoco es entrechocar las copas
para señalar
minutos que el viento de los años
nos recuerda.

No es retroceder en la memoria
saber que la llama oscurecida
ya no existe,
todos los ojos del mundo
la llevaron
prendida en sus pupilas sin retornos,
todas las bocas retuvieron el sabor
hasta el último roce
de la sed
que sigue
en el agua de la vida
palpitando.

HUMO DEL TIEMPO

Muy dentro de mí en dulce vértigo
se apagan las cenizas
de la hoguera
que me estuvo alentando.
Intento conservar la armonía,
mas no logro siquiera mantener,
en alerta,
a ese amigo dilecto,
que compuso mis horas.
Lo esquivo, me lastima,
evado su presencia,
aunque busque asfixiarme en su forma incorpórea,
aunque siempre me hable,
sin que quiera escucharlo
y me diga tantas cosas terribles.
Tal vez eso busco
deshacerme en tinieblas,
replegarme en un lecho de sombras,
o en los huecos informes
que golpea el silencio.
Tal vez por eso busco
que me olvide o me duerma
o me aquiete
ese humo del tiempo
que me lleva ventaja,
me domina, me vence
y me gana,
me gana.

LÍNEAS QUE CAMBIAN

El ángulo es el espacio entre nosotros,
espacio breve que se abre
en el intento de lograr el infinito;
vos, yo, líneas que cambian,
se acercan, buscan algún modo
de reducir distancias
o de sumarlas a otra realidad.
A veces, minutos pasajeros pulsan
en un hoy imaginado,
y son refugios, puertos, bahías o ensenadas
capaces de prolongar la vida,
pese a lo efímero de la luz
que nos sostiene.

LO QUE TAL VEZ NO EXISTA

Se está borrando la mirada;
o no, en realidad nunca se mostró
ni se sostuvo.
No hubo ojos que dieran
un segundo, una letra,
una respiración amable,
una sonrisa fugaz.
La imaginación a veces juega
con su carga increíble,
incierta, poderosa.
Rozada por el cansancio
abandona el juego,
se sienta a esperar,
como si hubiera quién, desmadejando el tiempo,
lograra recrear la vida,
un día sólo, acaso,
o al menos, instante.
Busca en la sombra circular
que envuelve los espacios
la dulzura, la tibieza de creer
que hay un dibujo donde están las formas,
o un espejo con imágenes distintas,
que se dejan ver,
a pesar de la ceguera.
Un poeta sabe decir con precisión
las cosas bellas
que suceden o no sucederán,
aquello que se puede asegurar,
porque tal vez no exista.

MENTIRSE LOS DÍAS

Encierro circulante de silencios
fluctuando en las ausencias.
Mañanas que se aguardan,
aunque, quizás, no existan.
Se falsifica tantas veces la esperanza…

Necesidad de postergar memorias
para no ceder.
Necesidad de mentirse,
con la sabiduría de aquellos
juegos inocentes
que imaginábamos en la niñez.

Mentirse los días que vendrán.
Y existir, simplemente existir,
como si no conociéramos los límites.

MURO SIN HUECOS

Detrás de papeles, el reloj
se esconde.
Yo misma me escondo
entre los papeles. Me miro desde un ángulo,
¿cuál?, no importa.
Prefiero no verme.
El reloj me ignora.
Sé que existe.
¿Cómo no saberlo?
El tiempo es un muro.
Y yo soy un muro.
He ido apilando ladrillos.
No dejé los huecos,
necesarios huecos.
Me olvidé del aire.

NI EL DESHACER DEL TIEMPO

Parecer un pájaro
sin serlo.
Navegar en los ojos
sin ser lágrima.
O en el cielo
sin ser nube.
Pretender ser la mañana
y estar en el crepúsculo.
Sin ver la oscuridad
ser sombra.
Sin ver la claridad
ser luz.
Oír el penitente
goteo de las horas.
Vigilia interminable.
La noche no es perfecta.
Ni el agua.
Ni la piedra.
Ni el sol.
Ni el aire.
Ni la vida.

PARTIDAS

Toda vez que iniciamos la partida
es una manera osada
de buscar un algo
que nos guíe.
Tantas fueron las señales,
que perdemos la noción de lo vivido.
Soñolientos, confusos, sin oír,
tintineantes las voces
que nos llaman,
olvidamos el impulso primero,
y en una hoguera interior,
convertidas las ideas en cenizas,
descubrimos que el cielo que fue nuestro
se ha apagado.

PASEANDO EN UN TRANVÍA

Se me cuelga una palabra
mientras pasa un tranvía por la calle;
se desliza en el aire,
se mezcla con las horas.
Hay un reloj gigante:
indica
los minutos,
y al compás del silencio
hay luces que se mueven
marcando en cada acera
algún tic-tac distinto.
Las letras se me enganchan
en la mochila negra
que llevo a mis espaldas.
Una tortuga vuela
como otra voz del tiempo.
Vamos, no te quedes, me dice,
no camines despacio,
que la gente se aburre,
quiere más movimiento,
bailar en cuatro patas,
llenarse con la risa,
¡no importa cómo sea!
Preciso es olvidar
el mundo que agoniza.

REVERSO

El reloj frente al espejo:
la aguja gira al revés,
mira hacia atrás para
no ver el ahora.
La ceniza precede al fuego,
el estallido a la causa,
el olvido a la memoria,
las notas a la clave. Los talones avanzan,
quedan atrás los dedos.
Los ojos miran el camino recorrido.
El verano anuncia la primavera,
la primavera el invierno.
La Tierra rota a la inversa
para volver al origen;
desaparecen,
una tras otra, las eras;
y todo vuelve a ser polvo,
big bang,
implosión de lo vivido.

SEDIENTOS DE TODAS LAS MEMORIAS

Acaso sea este pensar continuo
la señal necesaria para estar despierta.
No se sabe con certeza
cuál es el camino para conocer
las propias realidades.

Celebremos el contento diario
de sentirnos vivos,
a pesar de los sahumerios,
del aroma derramado
en la sábana del aire,
que la mirada lleva
hacia otros ojos para convertir en signos,
en preguntas, en huellas que nos hablan
hasta dejarnos mudos,
sedientos de todas las memorias
de los siglos.

TRÍPTICO DEL SILENCIO

I
¿Quién me tiene amarrada?
no sé por qué pregunto,
si nadie va a responderme.
Alguien escucha, sin embargo,
escucha, pero no me oye,
se envanece con esa indiferencia
que agrede los silencios
y los arroja por el hueco oscuro
de un ascensor que tiembla
y cae desde la nada;
no tiene frenos que detengan su caída.
Todo ha sido dicho y no razono,
nos está llevando el tiempo; ni vos ni yo ni nadie
puede permanecer en el ahora.
El tiempo me ha borrado,
sí, me ha borrado,
—este instante no es mío—.
II
La noche está vacía,
el mundo se dispersa,
no hay vuelo que sostenga
la promesa del mañana.
Rompe el portón un ruido,
nadie oye el golpe,
nadie escucha;
tal vez no quieren escuchar
y prefieren dormir en un colchón de dudas.
Las miradas se pierden
buscando otra manera de ver
lo posible.
El cielo estalla con sus luces pequeñas y lejanas,
la ciudad apaga sus clamores,
la oscuridad es un grito que se ahoga
en el sosiego de la almohada.
III
Me sostengo de un pensamiento.
Oigo las voces, no son mías ni ajenas,
disparan sonidos como si fuera un tren
que descarrila y cae dando tumbos, mientras un motor ruge
y los silencios, aunque quieran despertar
y ser y estar en cada uno
—sin ser nadie—,
caen vencidos.

UN DESARMADO COMPÁS

Cae la lluvia que destroza el aire
con su implacable sonido.
Y hay una réplica constante,
un desarmado compás
sobre el eterno círculo concéntrico,
donde, sin saber por qué,
la imagen se detiene.
No hay ángulos que se abran
ni espacios que queden entre líneas.
Sólo hay gotas que deshace el tiempo
y desparrama, al azar,
la vida.

UN PUNTO EN EL ESPACIO

Y todo está pasando, así, como sucede.

Qué dimensión la nuestra,
tan breve, tan absurda
que no encuentra asidero en el tiempo.

El cielo es ilusorio, la tierra es pasaje,
un abrigo por dentro,
pintura transitoria de un punto
que transita el espacio.