MANDRINI, EUGENIO
ANSIADA PRESA

Llega
invasora del secreto de la desierta noche,
la amistad.
Llega
y desencadena formas,
palpitaciones, la amistad:
y de nuestras férreas sombras del diluvio
algo fulgura.
Dura toda la oscuridad la amistad:
a su fuego es mas tibio el tiempo en la ciudad rechinante.
Una mujer fecunda, las confesiones, el esplendor perdido,
los rostros que el sueño no olvida, regresan a nosotros;
la audaz infancia, las porfías del deseo
y el universo ágil, regresan a nosotros. Así caemos en ella
como el otoño en el árbol.
Más allá que la nostalgia, que el delirio
de someter al olvido los escombros,
se yergue la amistad.
Llega
enardecida
y la muerte pueril pierde coraje, se disipa.
Invencibles por un instante somos
en la ciudad sobreviviente.
Ansiada presa la amistad. Rara de alcanzar.
Como Dios en la tierra.

EL DÍA DEL MILAGRO

Al César
un verano al que tirita
peras de agua a los de labios de uva seca
multitud a los enterrados en su soledad
a los tristes una sonrisa de loco iluminado que vio a Dios
y Dios le alzó el pulgar
frazada al que no supo que esa puerta daba a la intemperie
y la abrió y el frío era de cactus
luz a los apagados
mas luz a los oscuros que al levantarse tropiezan con sus hijos
patio al solitario en su sótano
un no a los acorralados por las órdenes
un beso al pobre diablo
romeos a las julietas solitarias
aplausos al que regresa indemne del infierno
aullidos de jauría a los amantes hastiados
gorjeos al gorrión o algo de la Callas
el cielo prometido a quien siga el vuelo de las naves cósmicas
a través del agujero del zapato
almohada a quien no tiene donde apoyar los sueños
himnos al albañil que cae del andamio y ya no almuerza
paz de larga silla al que huye de su sombra
piedad en los espejos a las que fueron bellas
libros de poesía al filósofo
oídos a Dios (repitamos esto: oídos a Dios) nuevas embestidas al que perdió su toro
risas de demonios a quienes creen que solo existe un cielo y es
azul
una tenaza a Cristo
luz de otoño a los inviernos que de tan pálidos son oscuros
un ayudante al que lleva su esqueleto a cuestas.
Después, que sea lo imposible.

EN UNA PALABRA

En el ocaso de la vida, cuando había superado las
mil tonalidades del color, y los diez mil instrumentos
del sonido, y las cien mil miradas que dan
forma y consistencia al mundo, el poeta escribió
su última obra con menos de dos palabras: un
poema en verdad musical y sugerente, que no nombraba
al universo, ni a la libertad, ni a la paz, ni
al amor siquiera, y que sin embargo podría persuadir
a todos por igual: a amantes, a místicos, a
revolucionarios y a dioses domésticos.
La palabra era
Oh
Se burlaron mucho de él, algunas piedras
picotearon sus últimos huesos, y no lo dejaron descansar
ni a la orilla del río.

IMÁGENES PARA UNA CARTA DE AMOR EN INVIERNO

¿Qué hiciste del deseo que apretabas
en los dientes como una presa?
Deberías imaginarme extendidos los brazos
a la espera de tu sombra de lámpara
o tu cabellera negra que iniciaba la noche
Ver como te desnudabas
era un acto de resurrección donde
el aire, el ojo, el latido, el tiempo, se paralizaban;
luego, al acariciarte, se encendía el otro cielo,
el de un infierno perdurable, en el que iríamos
a yacer hasta dorarnos
Vuelve
Es invierno, y si vuelves,
habré olvidado al exiliado que soy debatiéndose
como pez en el anzuelo del frío
Libérame del estupor de estar viendo,
nítido en la sombra, el límite del fin, mientras
el viento raspa la puerta
y siembra miedo en los espejos
¿O será que saciado está
el ciego animal de tu hambre? Acabo de pedirle a la escalera
que me devuelva la rima de tus pasos, y a los ruidos
de la noche que se congreguen
en tu nombre, y tu nombre se oiga, exaltado,
como un coro de Verdi
Vuelve
La soledad es un ciego palpando un eclipse
La soledad es el gato negro de Poe que oscurece
el fuego de los tigres
La soledad es un dios sordo que no sabe gozar
de los rezos del mundo
¿A qué, entonces, tanta soledad
si ya la elevaste a multitud?
Vuelve
A veces, al mirarnos desnudos, brotaba
de los ojos una luz de incendio que hacía retroceder
a los muebles; otras veces, siempre desnudos,
permanecíamos tensos y graves, como en un concierto,
creyendo escuchar los movimientos
de la sangre. Eran nuestros modos
de detener al tiempo, ese bárbaro que pasa dejando
solo rastros de perdición
Vuelve No me hagas escribir que
el amor termina siempre refugiándose en sí mismo
como un ovillo de silencio
y que su secreto es desear morir,
después de haberse llevado todo como el río,
y dejarnos sin saber para quién
humeará de nuevo: acaso
para el viento que todo lo abate
No demasiado tarde
vuelve,
vuelve
¿Pero adónde irías a volver si nunca
nos hemos conocido?
Solo son imágenes
para una simulada carta escrita
en una de esas tardes de un desnudo invierno
frío y solitario como todos.

LA ALMOHADA

En mi almohada hay un tigre.
Me lava la cabeza con su aliento de fósforo,
me cuenta la selva en el oído, el matorral
donde acechan las voces del terror o el susurro, el
arte del sigilo que apaga el gemir
de las hojas secas.
En mi almohada hay un tigre.
El resplandor donde los ciegos tambalean
La sangre de la luz que envidia el fuego.
Si duerme —raras nocheslo
hace con la cola enroscada en mi cuello
como un látigo que espera.
Si está alerta —tantas nochesme habla. Me dice: -Escribe,
con el asombro del color que soy
con el hambre de las entrañas que soy
con el brillo de oscuridad de la mirada que soy.
En mi almohada hay un tigre.
Todo tigre es un poema feroz.

LOS FENÓMENOS DE LA BELLEZA

Durante largo vuelo silencioso
el viejo ruiseñor,
el de plumaje esquivo y cielo imprevisto
anduvo eligiendo, ciego o vidente,
aunque trémulo como ante un repentino
grano de uva azul o de diamante,
la rama de un árbol desde la cual cantar
y finalmente se detuvo en aquélla,
la muy oscura como luz de azufre del infierno, donde se balanceaba (¿o levitaba?)
un ahorcado.
Y cantó.

OTROS DESEOS

que la obrera sea un trazo de luciérnaga
en la sin luz del hormiguero
que la piedra enamorada de las nubes, aún
en cielo borrascoso, se disuelva en ellas
que la araña, su tristeza indecible, teja la red
de atrapar al tiempo y le devuelva el tiempo las presas que intuyeron la trampa
que el árbol arrastre al bosque e invada
la ciudad de bestias menos crueles
que el relámpago se consagre al espejismo
y derrame visiones en el desierto
de los ciegos
que la jauría descubra el cementerio de elefantes
y sea como tocar el cielo con la lengua
que lo áspero alcance la tibieza del vapor
que exhalan las bocas en invierno
que el fuego se cueza en el de los amantes
y no haya mas noche que la noche alumbrada
que antes de ser degollada, la gallina empolle
una rosa igual a la cresta del gallo
que le turba el sueño
que el cielo sepa que el único diluvio universal
es el llanto de los débiles
que la muerte, ya reliquia de vieja y apenas sostenida
por un bastón de ceniza que va deshaciéndose,
nos oiga decir: Adiós, muerte, adiós
que el poeta, de tanto espiar y espiarse en las hendijas
sea el ojo de leer la ceguera y de escribir
sobre todo lo incierto aun
que por razones de exigencia poética nunca
sepa la luna qué se oculta en el lado oscuro
del oso polar
que el mar retorne a su memoria de arena
y ya no se oigan, de los oleajes, las
bravuconadas, y de los ahogados,
sus mugidos de doliente cadencia que el barro de la monótona vasija se aloje
en los páramos donde cambiar de formas en
la obra del viento, las lluvias
en cuanto a los dioses, qué desearles a éstos,
tan indemnes en sus máscaras de ausencia.

PÁJARO NO ESMALTADO

1
Frente a un gorrión detenido en los labios de ella
¿qué morder primero? ¿el gorrión? ¿los labios de ella?
¿o el aire donde conviven el gorrión y los labios de ella?
2
Sorprendido en la pirueta de su arte instantáneo
¿es el gorrión una fibra del aire? ¿un tatuaje
desubicado en la luz? ¿el ritmo de paso del polvo?
¿un clavo que salta de la cruz al árbol y de éste al tiempo?
Tal vez el pájaro sin historia sea un ser fantástico
cuyo don de suscitar visiones lo poseen sólo los dioses,
alguna ardua concepción del mundo, o el amor.
3
En su monólogo sin gloria cree ser la belleza
antes que el poder, y se ve, o se sueña, brotar sobre los altos muros, como un fogonazo del paisaje,
como un renacimiento del verdor.
4
A veces el gorrión vuela embriagado, desentendido y feliz;
a veces hurgonea entre los deshechos con extenuado fatalismo;
a veces se abalanza como un tizne de arpón sobre la ballena
de la tierra; otras, se sume en arrebujada quietud, abrumado
por repentinos golpes de ansiedad o de olvido.
Así de incierto y mudable es el poema.
5
En la grisácea velocidad de una piedra
arrojada a la otra orilla, y en el ocre despojo de
una penumbra yaciente al borde de un camino, he
creído avistar un gorrión, su temblor, su fugitivo
zigzagueo. Ah, mimético animal, sutil ornamento
de la opacidad.
6
Como los monstruos fugaces que modela el viento en los
médanos; como los restos de congoja que sueltan las
espaldas cuando huyen o caen; o como esguince de humo,
pluma de humo o humo en el adiós, así de inapresable es el gorrión: solo la jaula
del mundo lo detiene, lo contiene.
7
Palpables y tenaces, el día y la noche prevalecen
y solo el atardecer es lo desapercibido. El atardecer
es aquel patio donde el cuerpo se echa a morir
en un sillón y nadie acude a salvarlo
porque el atardecer es lo desapercibido.
Ah, gorrión, descendiente dilecto del atardecer.
8
El gorrión que olvida su cuerpo, que desatiende
la vertiginosa relación entre el incidente y la realidad
y queda dormidito a las puertas de un gato,
será bocado de gorrión.
Como el poeta su desdicha perfecta está en el sueño.
9
Cae un copa de Murano
un vitraux del siglo XII
un mosaico bizantino el paisaje de la ventana de Magritte, y el ojo
se hace añicos.
Cae una llovizna, un otoño, una virgen, un país,
y aun el yeso de una nube, y el ojo se hace añicos.
Pero un gorrión cae en el ojo, y el ojo se echa a volar.
10
Haya un lugar para el gorrión, una migaja para él
de azul despedazado: lo pido por amor
al dios del trino mudo que acaricia a los pájaros vulgares.
11
Quien ordena su vuelo más súbito,
el salto súbito, la súbita huida.
¿La muerte? ¿Las furias? ¿El terror? ¿Otro paraje feliz?
Rara ave que no conoce el reposo, igual a ciertos hombres
azotados largamente por lo inescrutable, como el
capitán Akab, o mi padre albañil entre
los andamios, esas balsas del aire.
12
Desalojado de los talleres del infierno donde
se eslabonan los fulgores del color, y exiliado del edén, de sus diamantes, no le queda más que pasearse
entre las hojas que tiritan, el ramaje desgastado,
y las soledades y premuras de los hombres.
Ah, gorrión, pájaro no esmaltado.
13
Gorrión que entra en el ojo
provoca finalmente rasgaduras que aturden.
Fatalmente