OLASO, SEBASTIÁN
A VECES ES NECESARIO VOLVERSE HOMBRE Y NADA MAS

A veces es necesario volverse hombre y nada más: volverse
manso, dejar de buscar en el barro las pisadas del chico perfecto
que no fuimos, de esa criatura que no se parece a nadie. A veces
es necesario poner el peligro entre las reglas del juego y nada
más. Apoderarnos del reflejo de las ruedas que iban a llevarnos, a
sacarnos de aquí, a invitarnos a ese paraíso entre paréntesis, a ese
paraíso entre comillas que nadie nos mostró. Un paraíso que iba a
protegernos de la voz, de la mirada, de los gritos, de los puños de
un padre que hizo su nido en un sueño de dolor, que sobrevive al
sueño, que nació de nosotros, que no se parece a nadie. A veces
es necesario mostrarse solitario. Desmentir el abrazo, demoler
la expiación. Denunciarnos por el abuelo muerto, por el padre
muerto, por el hermano muerto, por el hijo muerto. Envejecer
por torpeza, quitarnos los escudos, rogar que un huracán, exigir
que un rayo. Ser prácticos y necios. Creer que lo necesario y lo
imposible se presienten. Confiar en que marquen las pisadas. En
que se combatan. En que se hundan. Negar. Seguir negando que
lo necesario y lo imposible caminan sin mirarse sobre el mismo
muelle. Que el agua no aceptó sus credenciales y ahora los vigila:
presenta sus armas, apunta y no hace fuego. A veces es necesario
caminar y nada más. Siempre es imposible. Nos traiciona la carga:
El peso nos demora. La demora nos pesa.

ANCLAJE- III

En el principio no existía la arena.
El origen de todo fue un movimiento tan minúsculo,
que las horas calladas comenzaron a girar
sin manifestarse en el espacio ni en el tiempo.
Hubo fuego, hubo noche,
hubo un tumulto de océanos furiosos de su anchura.
La gran fábrica atropelló la quietud del universo
y sus elementos fueron el remo, el nido, el cobre y la madera,
el desamparo, los nietos, el trabajo.
Caímos en el uno de uno mismo; en el cruce genital;
en la geometría; en el sur con el oeste y sus antípodas.
Caímos con los cinco sentidos
que simulan sacarnos del encierro.
Hubo un accidente entre el amor y el amor
y perdimos el cero para siempre.
No hubo invitación. No habrá despedida.
La consigna es ocupar, ocuparse,
desviar de su rumbo las puras latitudes incompletas.
Es por eso que basta una ausencia, una ausencia nada más,
solamente una ausencia, para que el mundo todo se vacíe.

CREO DE CREER- V

Y entonces,
sentiste danzar mi cuerpo sobre el tuyo;
surgiste de mis más íntimos himnos, has sido amiga
de mis líquidos y olores.
Fuiste dueña por un siglo de la aspereza de mi cuello
(fuiste cómplice del grito).
Saliste a caminar
por los ocultos algodones de tu sangre,
bebiste de mi sangre, y allá lejos,
tan cerca de los bordes de mi piel,
tan al fondo de tu caja de Pandora,
me regalaste un surco.
El mundo fue tan inmensamente diminuto
que apenas
si cabían nuestros brazos oprimiendo las espaldas.
Dónde estabas, mujer, dónde estaba tu pasado,
dónde guardaste tu miedo,
en qué valijas de la mente escondiste
tus desprecios,
en qué minuto de tu pecho se durmieron
los profetas del engaño.
Dónde estábamos entonces,
cuando aquel latido vio tañer
torpemente mis campanas,
en qué andén de tus piernas se ocultaron
tus silencios.
Dónde estaba el hombre que se escapó
de mis codos
para girar en espiral sobre tus grietas.
Dónde, dónde estábamos entonces,
dónde estabas entonces, mujer,
cuando estabas conmigo.

DESHIELO

Después de tanto error, de tanto escombro, de tanta culpa sin
latidos, después de tanta agua sin beber, de tanto no beberé,
de tanta arena movediza para un hombre quieto. Después de
tanto juramento, de tanto juramento roto, de tanto juramento de
romper. Después de tantas cenas en silencio, de tanto teléfono en
silencio, de tantos canales sin un barco que atraviese los silencios,
después de tanto silencio en los relojes, de tanto silencio en el
deseo, de tanto silencio en las guitarras que pasaban. Después
de tantas guitarras maldecidas, de tantas guitarras de lujuria
maldecida, de tantas guitarras de ternura amurallada. Después de
haber renunciado al rocío, al polen y a la miel. Después, cuando
todo era moscas y metales y más moscas, cuando los guerreros
sólo parpadeaban, cuando los párpados de los guerreros ya ni
siquiera llamaban ni al sueño ni a la luz, alguien ofreció la gasa
de su piel, la vitamina de su voz, el soplo de su lágrima feliz.
Alguien reparó los techos con su abrazo, abrió las ventanas con su
abrazo, alguien se llevó la basura, quemó las cartas envenenadas,
vació la violencia con su abrazo. Alguien lustró los pisos, perfumó
las sábanas, perfumó la mirada, perfumó el futuro. Alguien trajo
su placenta, su pasaje, sus caminos, su ambulancia. Alguien barrió las últimas cenizas, desmontó el universo, se apoderó del universo,
creó un universo nuevo, me puso el sol en la boca, me puso los
verbos en la carne, me puso la pasión en todo el cuerpo, derritió
las nieves de la cumbre, me invitó a la cumbre, me acompaña en
la cumbre.

II

El huésped
revolvió entre los secretos
que yo escondía en mis cajas.
Los manchó de ajenidad.
Y después de llevarse
lo que nadie debió ver
me dejó
vacío de misterios.
Desnudo.
Delatado.

III

Gira, pero no sólo gira. También ofrece, castiga, rompe, mata.
También muestra, sana, libera, sopla. El mundo se recuesta sobre uno, sobre los hilos de uno. Los hilos tejen un futuro
cuando destejen un sueño. Arman una piel cuando desarman
un pliegue de codicia. Muestran el amor mientras esconden un
miedo. Y otro miedo, y otro miedo más, pero el amor siempre
es uno, es el mismo, es apenas una mancha en un paisaje de
arena. Y entonces otro se aprieta contra uno, un universo hecho
de hilos misteriosos acomoda los latidos cuando desacomoda la
historia, dibuja una guirnalda y desdibuja las brújulas, los mapas
salvadores, los pentagramas lúcidos. Y los hilos, los ovillos, las
cuerdas se enraciman. Para salir del estanque entran en el mar.
Para prenderse en el viento se desprenden de la fuerza. Siempre
hay otro lejos, otro salpicado de arte enfurecida, otro que urde,
que imagina, que impone la imagen de ninguna soledad. La
ilusión de ninguna soledad. Siempre hay un otro, un dictador,
un remanso, un fetiche irrenunciable. Un mundo que jura que
gira. Que solamente gira. Un hilo que jura que no se enredará.

IV

Pero cuando algo sucede,
lo más importante es lo que sucede
detrás.
Detrás de una guerra
sucede que los pueblos
recuperan la caverna.
Detrás de un nacimiento
sucede que los pueblos
reconstruyen la caverna.
Detrás de un olvido
sucede
que los pueblos reclaman
la caverna.

LA ESCLAVITUD DE LOS PECES- VIII

Seguiremos girando.
Viajaremos en círculos de sangre y agua
dejando que nos hundan los años y las noches,
las pasiones, las piedras y lo inmóvil.
Sabiendo girar como giran las tormentas,
y sabiendo sentir el mundo con la ilusión
de un acierto.
Girando a fuerza de fuego, a fuerza de tierra,
a fuerza de almas que caen pesadamente de sus barcas,
a fuerza de cuerpos que saludan desde el puente;
que saludan a fuerza de giros,
a fuerza de giros que acompasados
hacen de nosotros su herramienta,
a fuerza de giros que sin advertencia
nos hieren, nos rinden, nos excitan hasta agrietar
nuestras fronteras
con este contrabando de peces
(tan extraordinariamente hondos),
que hacen de los huesos
la ruta donde giran los oídos, los odios,
las verdades y las cárceles, los zapatos arruinados
por la escarcha, el motivo
sagrado, la luz, los motores ateridos.
Giraremos, seguiremos
girando, veremos golondrinas en busca de su
brújula, asesinos buscando su
guarida, huérfanos que ya no saben dónde
buscar, insaciables personajes que ya no saben
qué buscar.
Giraremos sin orden, sin obligación, giraremos
sin alejarnos de los miedos atávicos, giraremos
sin conciencia, sin consuelo, sin pausa.
Giraremos esclavos de un origen venerado.
Y cada vez que giremos será la última vez.
Y cada vez que giremos será la única vez.

LI

Burlémonos del mar obsecuente que se arrastra y se brinda sin
reclamar un beso. Riámonos del inconsciente del mar, ese ente que
inconsciente se asusta de sus propios fantasmas enterrados bajo
mil paladas de agua. Escribamos fábulas acerca de un personaje
sombrío que sólo mira hacia afuera, que intenta escaparse
de su fuente. Postulemos que el hombre que no se quiere, no
quiere. Pregonemos en todas las esquinas, que todos sepan
que hay alguien, quizás una mujer, que olvida la arrogancia
de lo inmenso. Hagamos una, dos, cien caricaturas de nuestro
mastodonte que se agita para ver si es cierto que está vivo, que
va y viene como quien mendiga un abrazo, que no se planta en
su lugar, que no reclama su poder, esa marioneta impresentable
que cada vez tiene más sed de una caricia maternal, y gritemos
qué inocente que es el mar que confía en nuestra máscara, qué
mal que baila, qué asimétrico, qué rústico, qué inseguro que
es el mar. Y alejémonos con ironías bien pulidas. Y cuando no
pueda oírnos, digamos orgullosos que si nosotros fuéramos el
mar, pobre la arena, pobre la tierra, pobre el aire, que si nosotros
fuéramos ya no el mar sino una ola del mar, pobre el pescador,
que se cuiden los botes y las islas, que si fuéramos ya no una ola del mar, que si apenas fuéramos la espuma de una ola, ahí sí que
seríamos temibles, que con sólo blandir una burbuja todas las
rodillas clamarían piedad y todas las alas se batirían en fuga. Y
volvamos a la orilla, amenacemos al mar con fina inteligencia,
mintamos, traicionemos, humillemos al mar, robemos los tesoros,
vaciemos los músculos del mar, quitémosle todo. Hagamos una
hoguera con la historia del mar. Y echémosle la culpa.

PARA SANGRAR O VOLVER- II

A veces me lamento de contar
con tan pocas palabras, con tan pocos gestos,
de sentir apenas lo que siento,
de no poder diseñar otro destino,
otra fuerza, otra dimensión
que se prolongue un poco, tan sólo un poco más allá.
Me lamento de estos límites,
de estas desgraciadas cadenas
que me atan como si mataran,
que me ajustan al talle de lo que soy
sin dejarme empujar mis miserias un poco,
tan sólo un poco más allá.
¿Cómo desgarrar este entramado,
cómo seducir las amplitudes de la ausencia,
cómo resolver esta ecuación de sumar y sumar
tantos puñados de pobreza que nunca serán otra cosa
que uno, que la unidad de uno mismo:
el esfuerzo más el dolor más el coraje,
el amor más el futuro más el verbo, la osadía
más el hambre, el miedo más la música?
Sumarse por completo es casi como no sumar nada,
es casi lo mismo que arrastrarse por los gastados papeles
de la tierra dejándose vencer antes de dar el primer paso,
antes de dar el primer beso, la estocada más feroz;
es casi lo mismo llorar que desnudarse,
mentir que gritar, dormir que mirar fijo, que mirar fijamente a los ojos para afirmar las pasiones,
que mirar fijamente a los ojos para no escuchar.
A veces me lamento de que tanto mundo por delante
se escape irremediable de mi paso por el mundo.

PARA SANGRAR O VOLVER- IX

Si una mujer de hielo derritiera sus curvas
frente a la atávica mirada del deseo,
si por milagro me rozara, si me nombrara,
y si esta mujer fuera después un río
que transporta sus olores hacia el cántaro oblicuo
de una Magdalena, si así fuera,
yo nadaría dentro de ella en busca del cántaro sin ruedas
para quebrar la condena de su llanto infinito.
Junto a mí, los pájaros azules besarán sus rodillas,
se moldearán en ella para darme coraje:
serán la harina de su piel, y por la rodilla azul
del alimento desnudo se harán azules mis palmas,
y mi sudor azul
será la tinta de los verbos que buscaré bajo sus aguas.
Sí, ya puedo sentirlo: ya la recorro, ya la vivo, ya me entrego.
Amo los golpes de sus rodillas en las mías durante el abrazo.
Amo la tarde vieja que esparce sus limones
entre mis lámparas mudas, circulares, ojos
donde el mundo se me cuela para nacer en su imagen.
Y en su llanto, sí, en su llanto:
allá en los horizontes, los barcos reconocen su lágrima,
aserrín de la sangre que sorprende a todas las galaxias
sin hacer otra cosa que ataviarlas de su vida.
Si una mujer de hielo derritiera sus curvas hasta vaciarse de su viaje
en el cántaro oblicuo de una Magdalena,
yo me hundiría por completo en el río reciente de su huella
hasta perderme indefenso en los pozos
de este vuelo ancestral, ancestralmente oblicuo,
ancestralmente azul.

VI

el hombre
lucha por su gente
y su gente
pide más
entonces
el hombre
lucha por su mundo
y su mundo
se resiste
entonces el hombre
lucha por dejar de luchar
y las ratas
encuentran
un alimento
extraordinario

VII

Me callo cuando la palabra es lo único. La palabra es la moneda
que sobrevive al vacío. Golpea con los huesos, en los huesos se
corrige, entre los huesos se modela la moneda y su eco de huecos
es la imagen del terror. Yo gritaría la palabra para decir que la
palabra no es el hueso, no es el hueco, no es el eco. Y ya no sé
si en el grito hay fortuna, si en el silencio hay fortuna. Si hay
fortuna.

XI

En otro espacio, en otro ahora, en otros cuerpos, en otros, hay
cristales que iluminan, piezas que se ensamblan, amores que se
alzan, ruedas que ruedan, recorridos recorridos. Y en este espacio
sin cuerpo, en este ahora sin espacio, en este cuerpo sin ahora,
el deseo se instala, se riega, se impone y amenaza: El deseo sin
mapas se convierte en el mapa del infierno.

XLIII

No te equivoques, Dios: Suplicamos por un nuevo dictador.
Extrañamos el odio. Con un poco de esfuerzo y mucha suerte,
esta noche gozaremos de una estupenda pesadilla. Por qué nos
falta el viento de un golpe, de un estallido, por qué nos niegan
la violencia. Por qué no. Por qué no hay un infinito de llagas
superpuestas. Dios, dónde están las balas que reclaman nuestros
pechos, dónde la tristeza que perdimos. Dios, no nos quites
estas perlas para siempre. Danos esperanza. Danos suplicio.
Un porqué. Un por qué no. Queremos sangrar las monedas, los
pétalos, el costo de la pureza.

XLVIII

dentro del lugar para todo
hay un lugar para todos
dentro del lugar para todos
hay un lugar para nadie
en el lugar para nadie
uno
es el único que queda
y donde queda uno fuera de todos
lo único que queda
de todo
es lo peor
y de todo
lo único que queda
para uno
es lo peor
de lo que queda

XV

Entre el pan tostado de los lunes y colchón oscuro de los sábados
hay acordes que ya no dejan eco. Estos violines, estas guitarras,
estos bajos rabiosos que muerden lo que no saben tragar, arrastran
el pasado como diablos inocentes, y desempolvan el pasado, y
lo pintan, lo enjabonan, lo refriegan y lo enjuagan. Restauran y
reinstauran el pasado, y hasta parece que el pasado fuera lo más
noble. Nunca se apolilla, nunca se pudre, nunca se agrieta, nunca
se duerme. Y entonces, el pasado sin ruedas me ocupa toda la
vida. Naceré hoy, hoy espero, hoy me han traicionado, hoy se
mueren todos mis muertos, hoy me salpicó la euforia de esa
mujer que hoy me deseaba, que hoy me había amado, que hoy
me habrá abandonado con puñales y sin besos. Y hoy también
me despierto con dientes de leche, hoy me ha acunado mi madre,
hoy cumpliré ocho, cumplí quince, cumplo veintinueve años.
Hoy escribo mi primer poema. Hoy leí todos los libros, hoy voy a
pasear por todas mis ciudades, hoy me escondo entre las sábanas
para no llorar. Y sin embargo lloro. Porque el pasado con amarras
me ocupa toda la vida. Me trae los panes tostados de un lunes,
el colchón oscuro de todos los sábados. Y es claro que hoy no fue
sábado, que el colchón no se va a marchitar, que ella tampoco se ha marchado. Y es claro que tampoco tengo euforia porque ella,
ella no tiene paz. Porque ella me despierta y me despierta y me
despierta para decirme que no está, que no estará, que quién sabe
si alguna vez estuvo cuando estaba. La fórmula que absuelve, la
fábrica, la física, la fonética que absuelve. Cómo entraré ahora en
el ahora. Cómo saldré del pasado, si sólo tengo ahora para más
y más y más pasados. Y más pasado sobre menos ahoras. Cómo
oleré estos panes, cómo ilumino este colchón. Cómo dancé. Cómo
romperé los mapas que me imponen los relojes maltratados. Sí,
cómo. Cómo me ensordezco del eco primitivo, cómo encuentro
el cómo para estrenar otros vientos, si es que se puede, y para
hacer vibrar otras cuerdas que desaten los nudos de mis tangos.
Y si es que se puede, también, sobre todo y más que nada, cómo
el cómo de perdonarle el olvido. De perdonarme este perdón. De
olvidar que soy su olvido. De extirpar la unción extrema.

XXXII

Lágrimas sobre una caja vacía.
Quietud apenas desafiada por un párpado partido.
Tanta inmensidad acorralada por rincones indecisos.
Lágrimas sobre una cama vacía.
Planicies perfectas sin almas a la vista.
Abismos que crecen sin vistas para el alma.
Y sin abrazo.
Y sin religión.
Y sin rima.
Y sin violines.
Lágrimas sobre una casa vacía.
Espejismos de ladridos, de arañazos y de flores.
Tanta piel desprotegida en un refugio sin piel.
Abismos sobre una cara vacía. Planicies sin ladridos. Sin arañazos partidos.
Sin párpados que crecen.
Espejismos sobre una quietud apenas desafiada.
Rincones indecisos sin religión a la vista.
Lágrimas vacías sobre otras lágrimas vacías.
Un abismo debajo de otro abismo.