OTERIÑO, RAFAEL FELIPE
AHAB

En el rostro, afuera, a bordo, a lo lejos,
el ojo humano que mira, la claridad
perpetuamente observada, los ecos
y las sombras enfermas, la orilla
ordenadora y los perfumes del lecho,
combatiendo sobre precarios puentes,
odiándose, porque la obstinación
ata cabos que la lumbre en tierra no desata,
y los leviatanes se burlan del deseo
y es bella una mano en lo alto de la colina.

Durante años convesando a solas,
sin muelles declinantes en la tarde
ni sombras agoreras contra los débiles
muros: sólo la estela en el fondo del agua,
las olas golpeando remotamente la costa,
el cuerpo como una red de infinitos desafíos,
el alma una barcaza arratrada mar adentro.

ARS MORIENDI

Queda el cuerpo detrás de la ventana,
los remolinos en la arena,
brújulas imantadas
y caracoles sin su lecho de mar:
-tu mundo que la humedad no revienta-.
Siempre un poco y siempre un poco más.

Queda el corazón inspirado,
la escritura ensayando la felicidad
pues los murmullos no cesan,
las raíces no dejan de moverse
y los abedules siguen creciendo en el cuarto.

Pero no te detengas bajo la sombra azul
ni dejes de beber en el lago de plata.
Teje de sol a sol, teje de luna a luna,
la pequeña cárcel donde únicamente cabes tú.

BEBEMOS EN SOLEDAD

BEBEMOS en soledad, sin mirar a la gente, sin mirar el
lugar donde bebemos,
bebemos poblados de fantasmas que no pueden caer y
danzan,
bebemos jugos primitivos, machacados, destilados,
savias poderosas subidas de la tierra gota a gota,
gota a gota recogidas por nosotros.
bebemos de pie, con miedo:
en el fondo borroso de la copa
yace el rostro perdido en sueños cósmicos,
el rostro aventado por sueños revolucionarios,
por infinitos cataclismos, por muchas muertes,
nuestro propio rostro, plural, ampliado, viejo y nuevo
a un tiempo,
rodeado de otros rostros que giran que lo componen,
que lo integran,
que se le suman.

CAMPO VISUAL

I

CON un lápiz y un papel se puede demostrar el mundo,
pero pongámonos de acuerdo: demostrar algo
es abarcarlo con cuidado y presentarlo desnudo;
demostrar el mundo es posible, por supuesto
si se espera sólo el reflejo de sus rasgos notables,
sus tics, sus colores o temperaturas,
pero nunca la campana escuchada desde
la niñez,
nunca la calle estrecha definitivamente
viva en la memoria.

II

Hay un mundo mental, elaborado, preciso,
con márgenes, con diásporas, con artistas que el
pensamiento resuelve:
y otro mundo visual, armonía visible lo llamaría Heráclito:
los jamones que cuelgan del techo, el vino.
Un mundo que no esconde genios ni números premiados
y es riquísimo y bello y gira sobre sus propios ángulos
y se siente y se toma y se bebe y te moja todo el cuerpo.

CUANDO EL VIENTO LASTIME CADA VEZ MENOS TU PIEL

CUANDO el viento lastime cada vez menos tu piel
y tus manos estén juntas hechas sólo una espera;
cuando entiendas los signos de la noche, el vuelo
inabarcable de las mariposas, en verano,
su única vida quemada junto al sol,
¡ignorados amigos desde siempre!,
sabrás que con tu voz, con tus ojos perdidos se construye
la vida,
aliada del dolor y la memoria.
Que sólo la alegría de poder sonreír,
mirar la lluvia lenta tras los vidrios,
el sol sobre las piedras nuevamente,
y decirles adiós o buenos días,
los pequeños nacimientos de todos los instantes
serán para ti lo único que exista, lo que te haga vivir,
sin edad,
sobre la ausencia y el olvido.

CUANDO TE EXIGEN QUE CAMBIES

Cuando te exigen que cambies, que mudes
la conducta dócil del corazón
por otra que sostienen frágiles normas,
acatas presuroso, obediente
a la minúscula autoridad que respetas
con escéptica soberbia.

En el fondo saber que eres inexpugnable,
señor y siervo en lo profundo
de tu reino, y que las últimas palabras,
el vuelo último,
no son alcanzados por dardos furibundos.

Sabes, desconsoladamente,
que eres tú quien enciende
tus propias lámparas.

DADME

Dadme, mis mayores
dos grandes ojos que bizqueen
para entender el tiempo presente.
Un tercer ojo de profeta o cíclope
para conocer el tiempo que vendrá.
Y una regla lesbia en las manos
para medir vuestra inocencia.

EL CANTO DE LAS SIRENAS

Lo que estaba abajo lo hemos llevado arriba,
lo que yacía en sombras se oculta en resplandor.
En invierno expulsamos el frío
y en verano lo forzamos a entrar.
tanto amamos los cuartos que se abren
como la llave que los clausura.

Vamos, venimos, no callamos nunca.
¿Alguien llama cuando estamos por partir?
una lágrima a punto de caer se cristaliza
y en su interior renace el pabilo de la culpa.

Si algún día el invierno cesara, oiríamos
claramente: el canto de las sirenas
fue veneno en las islas, lo demás,
transformaciones, infracciones, oraciones.

EL CUERPO SABE

Gastado, desgastado,
pero otra vez en pie
porque la palabra aprendida
ha sido vivir,
el cuerpo sabe desde temprano oírse.

Si la señal es en la piel
el mal debe buscarse en superficie:
dedos como raíces o ramas,
manos abiertas a la negrura
en espera de ser colmadas por el día,
el péndulo buscando a ciegas su centro.

Si está en los ojos
también es pérdida fugaz:
relámpagos en el costado izquierdo,
gota que rueda en el derecho,
síntomas de que algo en el mundo cede
y no se alzan gritos de protesta.

Grave, en cambio, es oir
quejas en lo profundo, voces
que en la noche de súbito llaman:
son muecas del alma
que anticipadamente escucha la partida,
cristales del cuerpo que se desgasta inocente
y cuya última palabra es la voluntad de vivir.

EL NADADOR

El ágil golpe de piernas, la zambullida, los brazos
girando acompasados mientras la orilla queda atrás,
demostrarían, a primera vista, felicidad,
triunfo sobre lo natural estable;
sólo que el cuerpo ignora setenta metros de oscuras
aguas debajo
y peces que ríen del esfuerzo torpe, sin dirección,
y barcos que se bambolean repitiendo: �todo vuelve
a sus legítimos dueños�
y líquenes ganados por una pereza fantasmal
y la estrella, por fin, en el lecho que tanto buscó,
mientras en la superficie el nadador nada, nada.

EL OTRO

Lejano, invisible a veces,
o tan presente en los labios del día
que su sola mirada alcanza para herir,
el otro ha ido, ha venido, ha llamado
y pide lugar ahora en el poema.

Hecho de sed, de huesos, de repetidos
naufragios, sospechas, egoísmos,
viniendo ha huído y huyendo ha llegado.
Y no fue por debilidad ni por orgullo:
fue minucioso trabajo del amor.

El es un bosque en un arcón cerrado.
Es una nube pasajera. Son dos ojos
hambrientos en el poderío de la luz
tratando de conservar entre pétalos
su moneda de oro.

EN LA CRESTA DE LA OLA

COMO en el ritual de la pesca: se echa la línea,
se espera que la humedad y el frío ahuyenten a todo
contertulio
y convocadas las aguas poderosas se espera el arribo
de los peces.
Se desechan los que traen coronas en las agallas o
florecientes estrellas,
los que desatan músicas en contacto del aire.
Hasta que prende un brazo, suben risas, insectos
que en los sótanos antiguamente crecían y eran piedras
de escándalo.
Entonces se comienza a escribir,
a reparar los extremos todavía sangrantes,
a beber con humildad toda sangre.

ENTRE DOS AGUAS

Torpe, expuesto, exasperado,
viendo ojos
donde deben verse cabellos,
ecos
donde el tímpano propone voces.
La perfección dada vuelta
como un guante, creencias
mostrando hilachas, descompresión,
el pico de agua que gotea,
y donde, dónde la letra nítida.

Si abro la ventana
entra la duda, si la cierro
el laberinto urde su trépano.
Elocuencia, en definitiva, ruido.
Y el mercurio una vez alto,
otra vez bajo, todavía espeso
en los vasos comunicantes.

ESCRIBO CONTRA LA MUERTE

Mi carga de imágenes es pobre:
árboles y viento para entender el curso de la vida
o un pájaro infinito para medir su intensidad.
Y arañas y luz central turnándose una y otra vez.

Mi carga de recuerdos también es corta,
dos o tres cuadros obsesivos:
un caballo y un niño galopando sobre la nada,
el cuerpo ciego de este mundo condenando antes
de nacer.

Mi carga de deseos se achica con los años:
los barcos de plata están todos hundidos, para bien,
y del tren nocturno sólo guardo el grito
de unas ventanas como flechas bajo el cielo
maravilloso.

En otro tiempo la eternidad traía sus voces:
eran los rostros humedecidos de una pasión sin forma
que buscaba la flor entera donde encarnar,
rostros y flores entre los que yo me buscaba,
desde lejos.

Ahora la mañana se recuesta en mi brazo
y esta página es mi comienzo y mi fin.
Escribo contra la muerte: ya no hay lugar en mí
para todas las puertas que expulsan el paraíso.

ESTAMOS CONDENADOS A MORIR REGANDO LOS
AGAPANTUS

UNO se define, levanta vallas, incendia o mina las
comunicaciones de los portadores de nuevas costumbres
pero es inútil, un día se comienza a humedecer la suela de
los zapatos, el alma,
y ya estará sellada nuestra suerte: la nueva costumbre
crecerá como una ameba
en nuestro reino anterior, en los aposentos definitivamente
inundados;
descubrirá el bisel de los espejos, los nudos de las ramas,
el canto de las monedas.

Como reyes sin trono y sin bienes miraremos un mundo
ajeno
que crece, su retumbante belleza.

EXCUSAS

Una mirada insuficiente
que en el asombro encuentra eco,
una elección de la soledad
que más allá del silencio se cumple,
un deseo insatisfecho
que en la imaginación va poblándose,
un cantar ciego
que al desplegarse da respuesta al mundo:
ésa es la justificación
que puedo darte;
tiene el sabor de las piedras escritas,
el orgullo de los árboles alineados,
la altura de los castillos tan frágiles
que elevo.
Sé benevolente,
también la hoja en busca de la luz
al intentar romper el vidrio se asfixia.

EXORCISMOS

1

EL bailarín expulsa sus demonios
en inventa la vida
Cree que las tablas o el violín de las tablas
le pertenecen
Que puede exigir, sojuzgar
Sin embargo es su primera riqueza
La posibilidad de crear la realidad
con materiales errantes

2

Danza porque hay puntos en el espacio
Gira porque su peso es grave
Nadie puede tocar un cuerpo que danza
Un cuerpo que danza no es de las manos
es del aire
No es de quien danza
es de los ojos.

3

Cada día tiene la forma de su trabajo
Apenas en la danza nos reconocemos
Huéspedes de una fiesta prohibida

4

Tibieza que dejan los cuerpos
en las habitaciones
Tibieza que se resiste a caer
El cuerpo se va y queda su temperatura
por testigo
Ultimo rasgo de tensiones cumplidas
De dardos llegados a su fin.

HOMBRE �PÁJARO

El hombre-pájaro no existe,
ni siquiera el condenado a empujar sus alas
todo el día.
Lo busco por las calles, con el hombro vencido.
Lo busco en los subterráneos, en el último andén.
Y lo raro es que todavía escucho promesas de pie
junto a los muros.

Moscas y heliotropos ya son montañas a mi lado
pero la sed y el hambre me dicen que no hay pérdida,
que mañana serán trépanos de la eternidad.
¡Qué desajuste para el mundo serían sus alas abiertas!

Hombre-pájaro: ilusión de un instante en la mesa vacía.
Memoria descarnada de esta cabeza erguida por error
sobre las piernas líquidas, cada vez más hondas,
de la desesperación.

LA CASA

CREES que al volver la encontrarás decrépita:
la humedad victoriosa en sus paredes,
sin el horizonte tibio que los cuerpos le daban.
Pero no, ella vive entera, engendra diálogos,
crea otra intimidad más honda que los besos,
no alcanzada por el ligero resplandor de la luz,
ya para siempre externa.
Las arañas -ecos de la memoria o presencia-
reinventan las rutinas, el metafísico
rolido del tiempo.

Tal vez el óxido haya marcado los metales
pero todo está igual: eres tú quien se ha ido.

LA ESCALERA

Subir la escalera es ejercicio diario:
un pie detrás del otro, la mirada
dos escalones más arriba, la mano
fugaz en la baranda; pero subir
exige simetrías que el corazón no atiende:
la confianza en un antes y un después
y el olvidable abajo y el incierto arriba,
las sombras, el ayer, las vísperas, el nunca.
Ilusión que el habitante alienta
mientras el pie repite: no hay término,
no hay término,
y los ojos buscan vagoroso cenit.

LA GAVIOTA

LA gaviota vuela siete jornadas
detrás de la estela que el mar borra.
Vuela desde antes de la tentación
como si no hubiera regreso.
Hacia espejismos donde toda ilusión
se descompone y comienza a caer.
Sobre ciudades que de pronto se cierran
o melancólicas se abren a la extenuada fe.

Y arriba a momentáneas delicias:
ser puro espíritu lejos de la tierra,
ojo ingrávido que deja su sitio aquí
y sueña en la luz del día
y sueña
mientras el corazón fija un rumbo falso
para que el deseo de volar no acabe.

LA VIDA NO ABANDONA SU TONO MENOR

Ahora escucha la huida
de la tiniebla tras la tiniebla
y los pasos de la mañana
junto a tus propios pasos.
Ya la noche
encontrará unidas las manos
y voces en las habitaciones
soltando su imaginación.
Y la mente, delicada operaria,
separando materiales viscosos,
hebras
que todavía llevan electricidad.

La vida no abandona su tono menor:
por su fronda privada
cruzan claudicaciones
mientras su oído enfermo
inventa penitencias.

LECCIÓN DE PIANO

Las manos danzando errátiles sobre el teclado,
el corazón más atrás. Ha de nacer la melodía.
Avances, retrocesos, el dedo que encuentra
la nota justa y la deja escapar, la matemática
endiablada de la música. Versiones, aproximaciones;
cuando más cerca están más remotas parecen,
más ilusorias son:
la vida copiando a la vida,
a puertas cerradas jugando a recomenzar,
persiguiendo el ascua donde arder.

LÍNEAS DE LA MANO

Líneas de la mano, líneas de la vida,
puntos cardinales extraviados en la piel,
les ruego que no digan toda la verdad:
si la vida será corta en extremo
afirmen que la mirada miente
y que una lectura más atenta
podría revelar
cuánto recorrerán los pies,
cuánto rogarán los labios todavía.

MIENTRAS LA LUZ SE EXPANDE POR EL MUNDO

Hasta hace instantes había movimiento en las
ventanas:
el cuerpo yendo de una a otra habitación,
una luz se encendía abajo, otra luz se volvía a apagar.
Pero la noche ha caído y no hay alerta en las paredes
desvanecidas;
podría decirse que la casa pende de un hilo que está
pronto a cortarse,
cuando el prisionero ya no respire en la oscuridad.

MIGRACIONES

Predicen migraciones, vuelos nocturnos,
gallos aleteando diez veces en la oscuridad
y tú, fascinatio fugacitatis, apenas sabes
si tu vecino vela en la noche, si tu enemigo
ha encendido el fuego y vigila también.

Por hábito recibe vibraciones y por hábito
las echas a la borda, como si el universo
hoy comenzara a rodar,
sin preguntar quién se va,
quién descendió al infierno, quién vio a Dios.

MIRAS EL MUNDO

Miras el mundo y la sentencia se cumple:
el otoño llega primero a los frenos,
los pájaros mueren en las tormentas,
las hojas caídas alimentan la tierra,
su acumulación genera calor,
el calor apura la podredumbre.

Hay quien observa , hay quien espera
oír dos veces a la vida, hay quien ve
los primeros tallos en invierno
y busca respuestas en la escarcha,
respuestas que en el aire están:
en la cima del tiempo no nacido.

MIRO HACIA ATRÁS Y ESTAS TU

SOLO, como es posible estarlo a cierta edad,
oyendo cómo resuena la brújula del amor, la
brújula ciega,
la brújula dormida para siempre en su lecho de
piedra.
Miro hacia atrás y estas tú,
tu paso cada vez más lento en su piso de lavanda,
tus manos transparentes por la malicia del adiós.

Tal vez el verano deje pasar tu gota indemne.

Pero yo sé por qué odio las voces azules del
invierno,
conozco mi rencor a sus uñas mugrientas.
No quiero verte a ti ni a mí bajo su toldo
inmóvil,
no quiero saber nada de su orín helado
junto a nuestras desmemorias.
Somos hijos del sol y que en su corazón buscan la
cima:
yo en tus manos fui el pájaro dócil que se
acerca a beber,
tú la escalada que demasiado tarde abrió su
paso.
Mi temor es no haber guardado toda la harina
que pedirá la boca,
mi miedo haber perdido este instante.

¿Y cómo oscurecer los vidrios para no hacer
caso a la lluvia?
¿Qué almohadas de cera echar contra las puertas
para que llegue el sueño?
¿Cómo —dime- nos defenderemos de la tristeza de
los techos,
del crujido de las hojas que han comenzado a
caer?

MIS AMIGOS POETAS

Mis amigos poetas son como chicos en los
aeropuertos:
corren de un lado a otro pidiendo información
que de inmediato olvidan,
confunden la lista de espera con el purgatorio
y temen más el silencio de sus propias voces
que la noticia de un avión perdido en la inmensidad.

Sentados en sillas que no se tienen e pie
discuten largas horas las probabilidades de
un vuelo,
conmovidos por el estampido que hacen las
almas a partir.

Darían su vida por leer en el cielo las
señales de arribo
y por un solo verso se desprenden de todas
las manos.

MITAD DE LA VIDA

Y ahora, a los desiertos últimos.
Los recientes altares
y los instintos más débiles,
todo finamente abatido.
Argumento, culpas y rencores
también cruzan más allá.
¿Qué buscan fuera del aura de sombra?

La imitación llega a su término
y las respuestas ya no se escuchan.
Mentían por piedad:
detrás de la risa no hay nada
y era falsa la idea
del llanto y del consuelo.

PEDI A LA LLUVIA

Pedí a la lluvia un par de labios húmedos
y su respuesta fue esta boca lastimada.
Pedí al viento un corazón de verdad intocable
y puso a mi lado el músculo amargo que os entrego.
Pedí a la nube dos piernas ágiles y fuertes
y he aquí esta pesada marcha inútil por el bosque.
Pedí una lengua esclarecida
y mirad la onda que golpea contra todas las hojas.

Si mirad: labios, corazón y muslos buscando de muro en
muro su plenitud negada.
Este mundo deforme
con los ojos detenidos en la estrella.

-POESÍA, ¿ES ESTE TU LUGAR?

I

La biblioteca de los maestros
se componía de muy pocos volúmenes.
Tan pocos como fueran necesarios:
La Biblia, Dante, Shakespeare, Cervantes.
Lo demás en ellos era vida, sólo vida:
la fórmula exacta para ayudar al destino.
Ahora los maestros se han ido muriendo
uno tras otro, sin explicación.

¿Y que puedo hacer yo, en la cumbre del día,
mientras mi tiempo me pide respuestas
cada vez más precisas
y nadie parece advertir que las palabras
no bastan, son ríos ligeros,
no alcanzan para colmar nuestros soles vacíos?

II

Escribir para que las palabras encarnen:
que se libren de la abstracción que las busca
y prendidas a la pata izquierda de una garza
se eleven hasta que el ojo las confunda
y haga de ellas una piedra en la que podamos orar,
un cuerno para soplar antes del alba.
Escribir para que el milagro crezca,
para que el cristal en la sala se rompa
y las palabras, hijas de riesgo, vuelvan a hablar.

III

Las palabras no son de nadie: giran en la noche.
Tómalas tú, dáselas a él, pero por breve tiempo.
Sometidas a presión envilecen
y el uso de los cuerpos las devuelve al limbo
De donde vinieron.
Hélas ahí,
moviéndose como élitros que ninguno ve.
Hasta que alguien de nuevo las llama
y regresan, henchidas de una esperanza
que ya no moraba entre nosotros.

POR CADA PALMO DE TIERRA

Por cada palmo de tierra
años enteros en las ramas.
Por cada día de navegación
largas jornadas de corrientes adversas.
Por cada señal en el camino
legión de caminantes extraviados.
Por cada pez en la línea
horas interminables boyando en la corriente.
Por cada árbol con sus hojas
montañas de escoria acumulándose a los pies.

Todo lo has ganado. Todo lo debes.

RARA MATERIA

Rara materia que no cedes razones.
Si tocas el labio del amor es para herirlo,
si llamas al pensamiento es para dejarlo secar:
cede alguna vez, regresa a tu reino oscuro.

No es justo tu veneno restregando sed
a los sueños, incertidumbre al corazón,
esperanza a las secretas mutilaciones:
cede alguna vez, demasiado conoces.

Ciega, pestilente, enancada en la noria
de la ilusión, aléjate del humano olor
que destila nuestra debilidad, rara materia.

REPENTINAS VIOLENCIAS

PODEMOS acariciar un fruto que madura y poner en
él toda esperanza,
mirar al cielo y conocer por una nube si lloverá pronto
o si en la noche golpearán los cascarudos contra la lámpara
de la cocina.

Lo saben los ojos que un día se despiden del gris,
las hojas que se pegan a la piel como manos,
lo sabe el cielo que desciende húmedo sobre los techos
que ardieron en la tarde.

Todo está vivo y aúlla contra una piel que suda
para dentro,
una piel que quiere despertar y un día comprende que ella
también marcha pacífica hacia la muerte,
y no quiero oir la palabra es tarde.

RETRATO DE AYER

PODRÍAN haber sido palmeras arqueadas por el
viento rasante del otoño,
o labios murmurando secretos al son de una música
hecha de adioses y tiempo,
pero eran sauces —largas hojas de plomo- apenas
prendidos de la tierra,
viejos sauces en los que el alma abría su tienda
y llamaba
con un hilo de voz.

No, no era palmeras recostadas contra un cielo de ceniza,
no eran bocas humedecidas por la baba larga del mar.
Eran estrellas movedizas cada una con su promesa,
hilos de miel, de hiel, de saliva seca en los labios mudos:
hilos de sangre por los que camino ahora.

TOMAS EL BREVE TALLO

Tomas el breve tallo.
Lo rodeas de tierra firme.
Cuidas no lastimar las raíces llovidas.
Esperas la llegada del verano.
Le ruegas que resista,
que no crezca en la muerte,
que abra sus corolas
en un golpe de viento,
sin preguntar hacia dónde ni hacia quién.

VIAJERO SIN FIN

Toda la vida oyendo el tic-tac del reloj
sonar sobre el pecho del recién nacido.
Toda la mañana el avión perdido en la tormenta
sin encontrar una señal en las nubes.
Toda la noche el ascensor en el 5� piso
donde sólo habita la memoria.
Subiendo o bajando para cumplir un rito
que se consuma en lo oscuro.

Manos de seda tejen esto que no se entiende.
redes ligeras lo han dejado aquí,
en este cielo, en este mundo,
para que sin diferenciación se pierda.
¿Pero quién sabe cuándo el corazón queda solo,
cuándo otro más débil lo acompaña,
y acaricia a la sombra de las palabras
en lugar conmovido al que debíamos llegar?

VIEJOS AMIGOS

Se hablaba del arco de ternura que fuimos
y como coleópteros fugaces recordamos vinos
oscuramente hollados
y madrugadas secretamente bebidas.
La vida se sostenía en la memoria atenta
y por instantes sonreímos creyendo que al nombrar
matábamos por fin a los duendes arteros
que nos tocaron el hombro cada noche.

Pero si alguien quedó afuera de esa luz inventada,
si alguien pudiera contar lo que el corazón encendió
diría que en la tarde definitivamente en sombras
tú y yo movíamos los labios, movíamos los labios
y encendíamos cigarrillos en los relámpagos de la memoria
insomne.