PAITA, JORGE ANDRÉS
AIRE PARA DÚO DE SILBOS

Recoger al pasar un silbo en cualquier esquina,
un hábito del lugar, un saludo esquivo
de la gente que a solas anda por Buenos Aires,
seguir con los propios labios la melodía
que al pasar sin querer nos pasa un desconocido.

AL TANGO

Donde América hispana se hunde en brumas australes, se detiene la selva, tiembla el color del fruto,con un poco de amor adverso, sarcasmo, luto
vos naciste en voz de porteños y de orientales.
Desdeñaste, al calar la fiesta, coplas triviales,
preferiste al desmán canoro el lamento enjuto,
una impar, silvestre nostalgia de lo absoluto
te inspiraron sombras en danza por arrabales.
Lastimero y matón y a ratos envilecido
de dramón, de resentimiento, sos redimido
cuando un verso de Manzi alumbra tapias, malvones.
Me acunaste de niño, cante en mi entierro, pido,
un violín de De Caro, errátil y estremecido
sobre el hondo sur penumbroso de bandoneones.

CANCIÓN DEL SOLDADO LIN A UN ESCRIBIENTE DE PALACIO

Corazón de mono solemne,
cabecita rápida y monda
como un canto rodado,
te hacen mal las banderas quemando el aire
y el sonoro andar de los hombres,
te ahogas entre las nubes
amarillas que alzan
las ruedas y los caballos,
estornudas ante la sangre,
y el sol sólo vio desnuda
tu espada allá, en los desfiles,
en teatrales cambios de guardia.

Yo, que duermo bajo las lunas
implacables de la frontera,
yo, el soldado Lin, te dedico
con sonriente rencor esta melodía,
traserito de rata,
riñón que trabaja en vano,
acertijo de reverencias,
que no obstante la seda en el pecho exhibes
como estrellada noche,
y haces listas de méritos y deméritos
con tu letra mezquina,
silenciosa, como un tropel
de hormigas en marcha.

EL MALHADADO

a Antonio Christophersen
No lo evoqué muchas veces,
no vino a andar por mi verso,
pero lo llevo disperso
por la memoria con creces,
que ya en la escuela, infalible,
se graba en cada argentino
muerto a mitad de camino,
vivo en su �sombra terrible�.
Su nombre en cuanto lo saco
a resonar por la historia
es campanada mortuoria
doblando en Barranca Yaco.
Paraje de paradoja,
zanjón que agolpó su vida
en la hora embravecida
en que la vida lo arroja,
pues si en su tiempo, por cierto,
nacen, mueren, criollos, godos,
él, lejos, los sobró a todos
en el nacer para muerto.
Y esa aciaga estrella abarca
hasta el tiro en aquel viaje
y corre sobre el carruaje
hecho una fúnebre arca.
Cuando asomó la galera
temblaron los emboscados,
aunque brutos desalmados:
no mata al Tigre cualquiera.
Y al fin su pregunta, grito
que atronó hasta en los infiernos,
entre los llantos eternos
del postillón, ¡pobrecito!
Pregunta al botón, que trunca
dejó el trabuco homicida:
¡que quién manda esa partida!
¡No se debe saber nunca!
¡Y, ah, la jugada perversa,
desbancarlo así el destino
de Córdoba en un camino,
Córdoba siempre, la adversa!
Quedó allí de rostro entero:
ciclón la pelambre fuerte,
un ojo abierto a la muerte,
cruza de brujo y matrero.

LETANÍA EN LA INSUMISA

Expiró, dejó arriba un cuerpo de vieja
en el curso igual de los días,
y furtiva por la ciudad que habitan las sombras
sin querer se ensimisma tanto que la descubre,
desde el ubicuo trono de las tinieblas,
la deidad estigia: �Caray,
ni tú, buena moza, sobras
en la fábrica insomne del universo�.
Y le dijo lo que tenía que hacer de muerta.
Así siempre se oye allá abajo —mientras sus dedos
de fantasma mueven las cuentas
de tanto varón burlado—:
�Tuyo el beso aquel y aquel otro,
la caricia negada y negada, tuya;
tuyo el páramo que atesoran los hemisferios
sumidos de mi corpiño, el terrón que envuelven mis tercas, morosas enaguas, tuyo�.
Así canta siempre y arriba crecen los robles.

MADRIGAL

Ella a menudo en Sardis
tendrá su pensamiento puesto aquí
Safo
Cada vez he muerto en tu orilla,
resucitado en ella —grave estertor
que declina hasta donde sube vuelto vagido—.
Cada vez no sólo la lava de la lujuria,
el néctar azul del ser
se vertió en tu copita. No la compartas;
no en un brindis cualquiera al menos.
De Eros en Amazonia

NO DUALIDAD

En reanudada discusión con Murena
ya partícipe del silencio
que concilia retos y réplicas.

No se deja decir el nombre
que no colma el oído y al labio excede;
figurarse que el fruto y la flor se excluyen
no nos llevó a ser santos,
no dio mejores poemas.

Las palabras son el rebaño
del silencio natal —él nutre las voces
pacientes, pero no pierde
si se aparta la letra deshabitada.
¿Dónde está el universo en guerra con tu camino?

Prometeos de raza o por afición,
hay prójimos embrujados
en la jaula del dos que alternan:
o hacer el libro absoluto
o ayudar a la Providencia quemando el libro.

No descubre ni cubre el sol la linterna.
Mi breve boca no usurpa
ni desmiente a la voz. No agota la rosa
ni la niega el pincel que acierta y pasa. El silencio
no se agranda si nos callamos.

Es papel la literatura
de palabra nacida de la palabra;
al alcance y a mil distancias de lo indecible,
no está mal la palabra,
no está mal la literatura.

PALABRAS EN SU MEMORIA

La atareaban en sus macetas las lentas plantas
y a mí, en ciernes desde aquel patio, los mil rebaños
de las nubes, lentos también como aquellos años
de mantel y dedal, de trompos y tiernas mantas.
Fue volviendo el rostro al fulgor de imágenes santas
al roer la vida el perfil de varios antaños;
una tarde en un hospital no fuimos extraños
tras habernos dado sin ver pesadumbres tantas.
Viste todo ese día y yo, bajo todo el peso
del natal desencuentro, sigo tras vidrio espeso
viendo a solas ponerse el sol sobre nuestra historia.
No sentí posarse en mi frente tu primer beso,
no sentiste el mío postrero y aquí, por eso,
los recojo en pobres palabras en tu memoria.

PARÁFRASIS DE GOTTFRIED BENN

Has escrito un poema
con palabras que no se mueren
al cabo de tres murmullos,
¡y quisieras, ah, ser dichoso!

Lo has escrito tú con cuidado,
te dio tu mujer un beso
y el amigo después su media sonrisa,
su media palmada. ¿Y bien?

¡Bueno, hermano, sería que el Intendente
se plantara ante tu ventana
con flores, con una orquesta,
cada vez que amanece tu cumpleaños!

RELACIÓN LINEAL CON AMIGOS (FRAGMENTO)

Las avenidas,
diagonales y plazas se diluyeron
en suburbios de caseríos ralos, maltrechos,
borroneados ya por los yuyos.
Sobrevino después un síncope del paisaje
y duró una pampeana monotonía
entrecortada a veces por nuestras voces
y el raudo zum-zum rasante
de otros autos. �Está más gordo�.
�Él cree que va a fumar hasta los sesenta�.
�¿Navidad? Como siempre, con la familia…
Ernestina este año sueña con Grecia
pero temo…� �¿Más acordados
con el eterno Tao? ¿O mediocremente,
como tantos, más conformistas?�. Tal la cuestión
un instante al fondo aleteante, como algún trío
de gaviotas que cruza, mínimo trazo
que agranda el cielo desierto. Pasó un arroyo.
Altos bosques se alzaron como de un sueño
tapando el sol ya quemante.
Finalmente la ruta onduló a lo lejos
como una acerada cinta
de medir que escapó al carrete
y llegamos pronto a esas lomas
que de cerca son médanos blanquecinos,
donde el flexible y calmo pinar se afirma,
se torna salino el labio.
Al bajar el declive a trancos forzosos
desde aquel dilatado y corvo cerco de pinos
me encegueció la playa, que era un incendio
de plata hasta el horizonte. La algarabía
de unos chicos con mantos negros, que reculaban
al avanzar la espuma, grandes y zonzos,
de paso nos entretuvo. Con pie tanteante,
tras emerger del brusco abrazo que hiela
y un instante corta el respiro,
poco a poco hasta el cuello en el mar entramos
toreando el tropel translúcido de las ondas
cuyo músico embate arranca a los cuerpos
resplandores de primer día.
Y así, como restituidos
al gran ser, perdimos el tiempo espléndidamente.
Hasta que al fin, volviendo de aquella arena
que abrasaba el talón, y hacía los pasos arduos,
con la cruel mirada del sol en nuestras espaldas,
repasamos la cuesta
y el empinado bosque rumbo a un oasis,
que asumía un vago tenor de tejado a ratos,
según los hondos recodos de la espesura.
Bajo recuestas ásperas de cotorras
que entre las altas ramas revoloteaban,
desde allí nos llegaba y se distraía
pasajera en la brisa una ensoñación de cordero dorado, morcillas negras,
y desde allí más tarde,
al recoger el cielo el cendal de brillos,
la bahía turquesa intenso se contemplaba.
De Despliegues (inédito)
Revista Casandra N� 14

SOBRE UNA ANTIGUA SOSPECHA

La imponente mandíbula de mi abuelo
casi un siglo masticó duro
vacajes, salinas, huertas,
y un mal día fue aquel coloso
otro almuerzo frugal del cáncer.

Pasado el luto, la historia
me sugiere, como ya a tantos,
que entre el sueño en la cama y el cataclismo
de una mente sin parpadeos
(no habría, no, luz y sombra)
nuestro día es un sueño sobre la marcha,
del que no nos es fácil
arrancarnos.

En fin, sabemos
que aquel jardín inmutable,
corrompido por el común abuelo de barro,
es y no es este mismo
de presentes y urgidas flores
que alteran soles y lunas.

La realidad es uno con lo ilusorio,
pero así como en una rueda
los rayos en movimiento
uno son con el disco inmóvil que fingen.

TRÍPTICO DEL TIEMPO

a Bernardo Ezequiel Koremblit
I La rosa de hoy
Yo no voy a adularte, tiempo ido,
mi voz uniendo al coro de cantores
que ponen por las nubes los colores
de tu fresco de ayer, desvanecido.
Se dora la niñez el que no ha sido
leal en mantenerla y rumia amores
de miel el que tragó los sinsabores:
mentado ayer es un ayer mentido.
Sólo no es lo que no ha sido nunca,
se abre en la rosa de hoy la rosa trunca,
mi ahora es toque de mi hora ausente.
Cuenten ilusos rentas del pasado
que, siempre invicto y siempre amenazado,
yo no tengo otro bien que este presente.
II Mientras tanto
Este presente, paso por que escalo
sobre un abismo hacia una cima incierta,
apenas es, mas siempre es otra puerta
que la vida me entreabre de regalo.
Llega y ya fue cuando por él resbalo
con la atención partida o mal despierta
mas si lo habita toda el alma alerta
deja entrever de eternidad un halo.
Al bajar de mis días la marea
no faltará quien de la orilla vea:
todo fue el humo azul de un cigarrillo;
mas, mientras tanto, vengan los presentes
en la ronda de auroras y ponientes
hasta que tanto don rompa el bolsillo.
III Morir de vida
Morir de vida, si Dios quiere, quiero.
Preferible es la copa desbordada
al transparente avance de la nada
tras un vivir guardado y lastimero.
Se estará abriendo paso con esmero
la muerte por mi cuerpo. A su llegada
le pediré, por gracia, que apiadada
sea la esposa que ya, ay, no espero;
que no deje que en nombre de la ciencia me apaguen los doctores la conciencia,
que me tenga la mano, tierna y fuerte.
Y poco más. Que me abra la ventana.
Digamos, otra escena cotidiana.
Morir de vida quiero y no de muerte.

VERSOS DE METRO NUEVO SUEÑO DEL ALEJANDRINO ASIMÉTRICO

Me contó en un sueño Alejandro que harto del tedio
de ser siempre dos, pegoteados sin mucho brío,
de arrastrar acento gabacho aun en Darío
y en Machado en mi huerto blanco encontró remedio.
Si de chico, por juego, en yunta araba en el predio
de Berceo y el Arcipreste, después fue el lío:
lo embrujó en pelucón* en Francia, lo trocó en río
de pelucas partidas siempre por raya al medio.
Y hoy reunido, me dijo, nada de alborotarse,
yo no soy manantial ligero, soy mar que esparce
de muy hondo un rumor muy lento que tiende al gris.
Y otra cosa me dijo, cosa para asombrarse,
argentino y no alejandrino quiere llamarse
pues fue al fin castellano en tierra de Jorge Luis.

VERSOS DE METRO VIEJO

Esa endiosada moza del suburbio
que a la ventana acepta el homenaje
de brumosas guitarras,
la eterna piba en flor que le sonríe
disco a disco a Gardel sobre los años,
es hoy la vendedora displicente que en la boutique escribe con la zurda,
de puro liberada,
y cuya boca forma y forma globos
de chewing-gum y anda allí arrastrando pasos
que nacieron cansados,
la que contesta �la menor idea�
cuando alguien, imprudente, la interroga.
Tengamos calma —Borges nos diría—:
si el tiempo devoró el panteón entero
de los robustos dioses
que reinaron de Homero hasta Virgilio,
¿por qué iba a perdonar este indigente
santuario de arrabales
que alcanzó la ciudad vertiginosa?
Con todo —nos diría
también, o yo lo agrego—,
como Odiseo vuelve a las andadas
si reabrimos su libro, los jazmines
a nevar vuelven en dormidos patios
lindantes con el cielo
(y está Lechuza desangrado y solo
y está la pieza donde entró la ausencia
y está Malena, errante por la noche),
si la voz de Ángel Vargas,
salmo orillero de malandras eses,
nos sale al paso en calle que transcurre
en Buenos Aires y en Montevideo.