PAZ, NOEMÍ
�LOS NIÑOS NOS MIRAN�

Observad: los niños miran nuestros disfraces
la gran estola de la dama
el atavío oscuro de la monja
el delantal de la maestra
la barba del psiquiatra
los anteojos del padre
las perlas en cultivo de la madre
las charreteras del militar el cleriman anglosajón del
clérigo
el techo artesonado de los poderosos
las incomprensibles chozas de nuestras
periferias
y los innúmeros objetos que bailan a
nuestro alrededor.
Observad: los niños nos miran
mejillas transparentes
ojos
llenos de luz.
Espían por los agujeros de las
cerraduras
encaramados a las escaleras
empinándose agudos en los árboles
cabalgando por sobre las veletas
inclinados al borde de los túneles
emergiendo de bajo nuestras
camas.
Los niños nos miran
llenos de miedo y esperanza.
Somos su espejo retratado en horas
su inmortalidad
su desmesura
su sinfín de cinema continuado.
Su cárcel sustancial.

Que no nos vean
sin esta dignidad de los disfraces.
Que no imaginen cosas
Que no astillen sus soles
en esta procesión de nuestras culpas.

�Señor, señor; esconda su memoria
(está manchada)
�Señora, su lágrima se ve desde el tranvía
�Perfúmese proteico ejecutivo
su olor profundo puede delatarlo.
A esconder, a esconder, ya ¡más a prisa!
¿O es que van a cambiar, señores míos?
¿O es que piensan crecer,
antes de muertos?

No pregunten por mí;
soy una niña.
Y los estoy mirando.

ALGUIEN ME ESPERA

Alguien me espera
al otro lado de la tarde.
Iré
atravesando el tiempo con las manos.
No es fácil todavía.
Habré de construirme por adentro
hora tras hora.
Alguien me espera.
Hay tiempo entre los dos,
muros,
ficciones.
A veces me detengo, estoy cansada,
ficciones y ficciones en los muros de arcilla.
Linternas extraviadas
proyectan humo, sombras
alrededor.
Si no hubiese nadie,
si nadie me esperara
aún así
deberé atravesar el tiempo
con las manos,
construir desde adentro,
a ser partera
en la emergencia de la luz.
No es fácil todavía
este viaje
por zonas de deslinde.
La soledad
ahora
provee otra sustancia,
no admite ya refugios,
sonrisas,
concesiones.
Me aleja
agigantada.
El viaje era preciso
y sin apelaciones.
No sé si habrá posada
entre tanta intemperie.
Los signos se dispersan
en brumas imprecisas.
El código sellado
deviene con mi sangre:
yo soy la extranjería
que emigra hacia su patria
de pocos
y de lejos.

Alguien me esta esperando
al otro lado de la tarde.
Solo abriendo mis venas
conoceré su rostro.

APRENDIZAJE

Es una larga despedida,
es el aprendizaje
momentáneo
pautado,
silencioso,
de una continua despedida
nuestra vida en la tierra.

Cuida
que cada día sea
como una naranja luminosa
los instantes sus gajos
desprendidos
uno a uno
con dulzor.

Cada gesto
es el heraldo de un adiós.
Cada palabra
una huella en el tiempo.
Todo desaparece,
se transforma,
se integra en una estela
invisible y astral
como el vuelo de un pájaro.

Nada se pierde nunca.
Nada se recupera.
Solo tenemos el minuto
para plasmar
nuestra presencia trashumante
en el alma del todo.

Porque un día,
con el gesto gatillado en asombro,
se nos despide el cuerpo
para siempre.

APUNTE DE UNA NOCHE DE VERANO

La luz es triste
pero el olor de los jazmines
sube
y se olvida.
El cielo abre
paréntesis de sombras.
Las casas y las calles
extienden su murmullo de cuerpos acosados.
La luz es amarilla,
artificial, inútil,
marchita; marchitada.
El viento traza, libre,
mis círculos amados
y juega en el espacio perfectamente solo.
El sí es como una espiga
que me brota en la sangre
vertical y sublime.
Él no es una amenaza entre cosas oscuras.
En medio las preguntas
se han descalzado y danzan.
Amo el viento que huye
pero la luz es pobre,
marchita, mutilada.

¿Más arriba hay estrellas?

* Nació en Buenos Aires.

CANTO TERCERO

Si en tu corazón habita la semilla
el fruto ha de llegar.

Viajan los vientos y las lunas
parten.
Crecen los árboles y las flores
fingen
ser siempre aquella flor
que marchitó un verano
inadvertido.
Todo gira despacio.
Todo vuelve a girar
eternamente.

Tú creces desde el centro,
como el árbol.
Y maduras al sol.
Lento maduras.
Entrégale a la tierra elemental,
de cara al cielo,
acércate a su entraña
palpitante
y ya no pienses más
que,
dulcemente,
el fruto ha de nacer.

Tú eres semilla.

DOMINGO EN LA CIUDAD

Manadas de amantes amarillos
atraviesan el túnel de los subterráneos.
Lámparas vacías
dejan caer eclipses en una densa oscuridad.
Salpicados de neón
los pequeños burgueses pasean su hastío
por el domingo sin magia de los cines.
La ciudad se maquilla
con �pan-cake� de cemento iluminado,
esconde, sinuosamente, sus arrugas
y se ríe, como una vieja cocotte,
profundamente harta,
sin saberlo.
Los monobloques danzan, ásperamente.
El viento desliza sus dedos blancos
sobre los letreros;
caen papeles sucios.
Pero el viento se ha ido.
Los barrenderos duermen.
El cielo no se ve.
La tarde ha muerto.
Un agrio olor a vida se arrastra por las calles.

EL AHORA

Develo el ahora:
segundo sin tiempo,
es un espacio ardiente,
una flecha que arrojo hacia lo eterno.
Contorneo el instante
cuidadosamente,
con reverencia,
con amor.
El acto sale de mí
como una paloma de su palomar.
Me lleva consigo,
me translimita.
A cada instante está naciendo el ser.
Debo vaciarme
para que nazca puro.
Sólo el silencio me acerca su medida.
Líquido silencio bautismal
que lava mis ayeres
y me yergue en el ya
de donde emerjo.
Cada instante es sagrado.
Portador de la ofrenda
expande lo que soy a estadios infinitos,
inscribe mi memoria en el futuro.
Me da la libertad.

EL SALTO

Salta en el vacío
con la victoriosa levedad
del pájaro,
la elástica pujanza del felino,
la entrega dócil del bambú.

Liviano
suave
salta
que el aire te sustenta
y tu peso se apoya
sin pesar
en la Gracia,
ese viento
donde convergen todos los vientos,
ese espacio absoluto para la libertad.

ELLA

Ella intercambia besos con los gatos,
se tutea con las palomas
y ha intimado
con los fotógrafos de plaza
al punto de poder penetrar
el túnel luminoso
oculto
tras el portal del manto negro.
Esto le permitió incursionar
en los misterios,
asistir a las levitaciones
del amor,
ver las danzas nupciales
entre el Sol y la Muerte,
acercarse a los ciclos de la Luna
y trabar amistad
con la sabiduría de los cangrejos
y el corazón andante
de los escarabajos.
Tras el país de los muertos
tropezó con los niños
y sus fábulas órficas;
fue allí que conoció a los pájaros
-sus instructores-
y se atrevió a emprender el vuelo.
No obstante
puede vérsela a diario
(durante los crepúsculos)
caminar lentamente
con aire distraído,
gran naturalidad,
modesta,
por el Jardín Botánico.

ENCUENTRO

Estabas oculto por los biombos del tiempo.
Sin embargo lo simultáneo existe
en pluralidad de dimensiones.
Caminando los días te encontré
tras una puerta
cuyas secretas llaves esperaban al amparo del ser.

Ahora descanso.
Mis cauces interiores se abrieron lentamente
para absorber la luz.

LOS DÍAS QUE HABITAMOS

Los días que habitamos
dejan su sombra blanca en la partida.
Hechos de espera,
tensos tras el mandato silencioso,
nos unifican.
Hay algo en el dictado de la sangre
que los desvela,
algo lento, sin nombre,
removiéndose entre quietos oleajes.
Deshabitados,
aguardamos el éxtasis.
Nuestros ritos secretos
se emancipan
del claustro de las horas,
triunfan
sobre el ordenamiento inveterado,
están violando
las fronteras oscuras.
Buscamos el sentido silencioso
que arrebata el imperio de la sangre.
Los días que habitamos
cruzan, innominados,
el camino hacia un dios.

LOS DÍAS QUE HABITAMOS

Los días que habitamos
dejan su sombra blanca en la partida.
Hechos de espera,
tensos tras el mandato silencioso,
nos unifican.
Hay algo en el dictado de la sangre
que los desvela,
algo lento, sin nombre,
removiéndose entre quietos oleajes.
Deshabitados,
aguardamos el éxtasis.
Nuestros ritos secretos
se emancipan
del claustro de las horas,
triunfan
sobre el ordenamiento inveterado,
están violando
las fronteras oscuras.
Buscamos el sentido silencioso
que arrebata el imperio de la sangre.
Los días que habitamos
cruzan, innominados,
el camino hacia un dios.

MENSAJE

Quiero decirte
desde mi más oscura lejanía,
desde mis intuiciones más recónditas,
desde ese límite impreciso
donde palpita el ser
que yo te busco,
que te he buscado a tientas por el tiempo
sabiendo de tus formas y tu hondura,
escuchando tu voz entre mis venas.
Quiero decirte que estás en mí
desde el remoto día de las anunciaciones.
Que te recibo
plenificada y repetida
por mi zona de luz y mi tiniebla.
Uno conmigo,
ligado en unidades infinitas
hasta hacernos dos ecos subterráneos
hasta borrar el yo
con sus cristales dolorosos y agudos.

Quiero decirte
ahora que estoy sola,
toda esta voz inmensa que me cruza,
esta verdad crispada de matices,
acuosa en el silencio,
moribunda
que se me va hacia ti para habitarte
que se quiere grabar -fuego y angustia-
en tu núcleo esencial
porfiadamente.
Somos dos cuerpos separados
por una multitud desconocida
y este vacío
es un gran almohadón donde me acuesto
contando los minutos
que se alargan.

Quiero decirte
en esta hora
despojada de mí,
libre y desnuda
que amo desde tu amor
mi propia esencia
y esa entraña insondable
que nos guarda.
Que en este ardor descanso
de mis largas vigilias
y que te pido un poco
de eternidad
en cada beso.

ORÁCULO

Nuestro pequeño mundo no será conmovido
si dejamos de inmediato la ropa sucia
y vamos a visitar al soldado japonés
(dice el oráculo)
Estoy perpleja.
Paso y repaso las incontables callecitas
con sus ventanas abiertas a la vida.
Asomo apenas la cabeza,
no logro entender.
Llevo en la mano un mapa de ruta
pero estoy perdida;
no logro encontrar la casa del soldado japonés.
Pasan los pescadores y me saludan;
los gitanos pasan y sonríen,
con sus artesas
siguen pasando las lavanderas,
pasan los pobres mendicantes,
pasan y saludan los opulentos,
pasan la adúltera y la enamorada,
el banquero y el estafador.
Pasan y sonríen, convencidos.

Me quedo en esta callecita
quieta,
callada,
sin responder a los saludos.
Tiro el oráculo al río que fluye
y fluye muy anciano,
me siento en el suelo,
de espaldas a las ventanitas
frente al oscuro fluir de las aguas,
cierro los ojos
y acepto mi destino.

PASAJEROS

Un perro anda olfateando eternidad,
un niño
inicia la caída por el tiempo.
Sobre un blanco carruaje,
blancos, casi violáceos,
van los muertos.

POEMA-CARTA NÚMERO DOS

Solo.
Estabas solo.
Lo dijiste en una noche absurda
en una esquina rota del tiempo mutilado.
Me pedías futuro
erigiéndome en dios dispensador.

No hay dioses en la tierra.
Pude apenas decirte mi palabra,
apoyar
una mano
sobre tu piel.

Muy poco.
Casi nada.

Dijiste adiós en otra esquina
de mi tiempo.
Te hundiste en una sombra
que ascendía sin tregua por tus huesos cansados.
Yo sabía
que cargabas dolor.
No era mi culpa.

Hoy es distinto.
Ya no puedo dejarte mi palabra.
Escribo en el vacío.
Sé de tu muerte.
Sola.
Ignoro los detalles
(qué rostro se inclinó sobre tu rostro
qué rostro imaginaste,
qué dioses
rompieron tus amarras).
Solo.
Nada más que eso sé.
Que estabas solo cuando llegó la muerte.
Que quizá la esperaste
en medio de una casa iluminada
por temor a encontrarte
con tus días quebrados en tus dedos.

Dijiste que partías en busca del olvido.
Ahora tu silencio te convierte en enigma.
El dedo de la muerte nos divide;
Altera jerarquías,
destruye contundencias,
opera cambios
en las leyes del juego.
Y los provisionales,
los que estamos aquí,
del otro lado,
nos quedamos vacíos,
con el gesto inconcluso,
sin poder añadir ya nada
nunca.
El dedo de la muerte nos divide
definitivamente.

(Me pedías futuro
erigiéndome en dios dispensador.)

No hay dioses en la tierra.

Aquí solo hay preguntas.

POEMAS DEL TIEMPO

II

Los días,
plataformas de agua
girando en círculos concéntricos,
deslizándose lenta
lentamente.
¿Hacia dónde?
Cada vez son más vastas
las cavernas sin eco del pasado.
Cada vez.
Se suma otra unidad a la clepsidra,
oscura percusión,
gotear escurridizo de la nada.
Los días.
Desmoronamientos sin sonido.
Líquidos derrumbes
poblados de fantasmas.

POEMAS-CARTA EN RESPUESTA A CÉSAR

A César Fernández Moreno

I

LA CIUDAD

Tras el cristal empañado,
lastimando las manos en
las paredes del laberinto,
inclinándome bajo las ráfagas
de arena,
también yo pensaba
todos los rumbos son capaces de
alejarnos.
Y te debía una respuesta
tan intemporal como el otoño.
Creo haber dado con el hilo de
Ariadna
para ir al rescate
del propio Minotauro.
El hilo es el producto
de un tejido
que fabrica —viviente-
el propio corazón.
Si nos sacamos la cabeza
como quien saluda por la calle
y la arrojamos calladamente
a alguna plaza pública
deteniéndonos, luego
a respirar,
escucharemos, con gran sorpresa,
el ritmo del propio corazón,
y en él descubriremos
una pequeña semilla
(tan pequeña como un grano de mijo).
Con una regadera común,
comprada al paso, comenzaremos a regarla
despacio, sin apuro,
en medio de la calle.
Hasta que un día,
inadvertidamente,
cualquier lugar sea
el ámbito preciso y ordenado
para ese encuentro
que, ante los ojos distraídos,
parecerá casual.

(De �Sentimientos�)

QUIZÁS SEA PRECISO

Quizás sea preciso
que las zarpas del tigre se claven en tu carne.
Todo el dolor del no saber
sea quizás preciso.
La sangre
debe mojar tu cuerpo
caliente y pegajosa.
Con lágrimas
ablandarás el muro del corazón
porque es preciso.

No hay puerta falsa
para entrar a la vida.

Derribarás tu imagen cien mil veces,
la hundirás en el polvo,
aullarás largamente
con ululante aullido hasta calar tus huesos.

Y habrás de abandonar la armadura
cobarde
que te protege de tu propio parto.

Tocaron a nacer
hace ya tiempo.

RESPUESTAS

Dios es el ser de quien estamos grávidos.
Dios es la entraña y su razón oscura.
Dios es la luz del fruto que nos nace
y es la señal con que nos inaugura.

RITUAL

Oigo el llamado de mi corazón
como un tambor debajo
de la luna.
Como un tambor ritual.
Solo en la noche
convocando a la danza,
al rito del amor.
Galopante tambor de noche
y viento,
crecido de la tierra,
ardido desde el fuego,
visitador del árbol
y la pena.
Retumba por la noche
percute en una franja
del sonido,
emite vibraciones
y se alarga
como un pájaro abierto
entre las sombras.

¿Puedes oír en la alta noche
este llamado de mi corazón?
Es un tambor debajo de la luna,
es un tambor ritual que te convoca,
percute y te convoca,
golpea y te convoca,
se alarga y te convoca
al rito del amor.

SOLOS

Una larga tristeza vuela sobre las cosas.
El cielo cae,
imperceptible,
en la ciudad dormida.

Somos criptas cerradas
rozándonos la piel.
Un día más ha partido,
un enigma quebrado que se aleja.
Que no retornará.
Y nos encuentra fríos,
cubiertos de palabras,
gesticulando espectros,
con el ojo vacío y la voz
sin llegar.

La ciudad se emborracha de luz
mientras crecen las risas
tapándonos la boca.

Estamos solos.
Con las manos ausentes
y un llanto antiguo
ulcerado en secreto.

Estamos solos ante el cielo que cae,
ante el día que muere,
ante el espejo oculto en que nos mira
nuestra propia mirada.
Interrogando.

TODO ES YA TAN LEJANO

Todo es ya tan lejano.
El tiempo ha acumulado
sus arrugas
en esta vieja tarde.

Cal ardida
mis huesos te reclaman.
Desde un confín austral
piden tus huesos
para fundirse en ellos sin memoria.

Vociferan los días a mi espalda
su aridez insepulta.
Trato de consolarlos con palabras
establo
mariposa golondrina
Trato de apaciguarlos olfativa
pastizales de lluvia
leños ardiendo en la mañana.

Trato de adormecerlos con imaginerías.
Sólo les doy palabras
ficciones de ficciones.
El tiempo está cansado
tus huesos no me llegan.
Equivoqué los trenes en este largo viaje.
Un señalero cruza con su bandera verde
y se pierde, después,
en un extenso matorral de vías.
Consulto los horarios
en pizarras de humo.
Cientos de pasajeros
metidos en sus jaulas
me están telegrafiando
su solo signo solo.
Pero estoy fatigada.
Los telegramas caen
y entrecruzan sus signos
en el polvo.

Tus huesos no me llegan.
Equivoqué los trenes.
Ya todo es muy confuso.
El tiempo está mordiéndome la mano.
Es tarde.
Debo vestirme para el cóctel.

VUELCA SEÑOR MI FORMA

Vuelca Señor mi forma verdadera
la imagen que dibujo entre las sombras.
Viene y se va mi rostro en el olvido.
Viene y se va lo que de Ti revela.

Altas son las paredes de la noche.
Es muy alto el misterio.

Dame un cuchillo
Dios
para que pueda
romper el vaso, trasegar el vino
fundir mi esencia en el espacio ajeno.

Quiero escapar entera por mi sangre,
salir de cauce,
desbordar el río.
¿He de nacer, Señor,
he de nacerme?

YO NACÍ EN BUENOS AIRES

Voy a poner mi aviso:
�Permuto corazón por flor azteca�.

Yo nací en Buenos Aires
latitud sur,
ciudad cosmopolita,
amalgama de inglés y de lunfardo,
maridaje de fútbol y rabia acumulada.
Ciudad portuaria
con origen de tango,
un idioma estirado como sus bandoneones
y su proletariado
que nunca se decide
a
�tobeornottobe�
Ciudad de crucigrama
donde se habla de �guita�
veinticuatro horas y media, cada día.
Ciudad, al fin,
perímetro del hombre en ajetreo
que se oye muy vacío
debajo sus voces.
Ciudad de compraventa
de los metros cuadrados
a plazos de sangría.
Artificial,
sin ocio,
con francos semanales
cubiertos de mentiras
para �seguir tirando�.
Apátrida ciudad
más acá del país
que apenas conocemos.

�Y la nostalgia oprime
(café con leche medias lunas
se alquila pieza vendo departamento
corra allá compre aquí
fume cigarros X)
Y la nostalgia oprime
porque oprime la calle, la gente,
la quebrada aventura
de esta ciudad del Sur
babel de sinrazones donde se va la vida
en cuotas cotidianas
sin un poco de cielo para abrigar la tierra.

Yo nací en Buenos Aires
(involuntariamente)
tengo que perdonármelo
y hacer juego a la vida.
La ruleta no para.
Si ustedes me permiten
voy a la agencia próxima
para poner mi aviso:
�Permuto corazón por flor azteca�.
(No traten de entenderlo;
no significa nada.)