PELTZER, FEDERICO
AUSENCIA

La lluvia se despeina en la ciudad.
El mar parece un ojo insomne
que mira desde sí las otras soledades.
Desfilan por la calle
siluetas dibujadas sin un nombre
que pueda pronunciarse lentamente.
Espera este cansancio estremecido
debajo del paraguas.
¡Y no poder desordenar tu pelo!
De Un ancla en el espejo, 1995

COMO EL MAR

El amor es como el mar
—decías—.
Engendra valvas y moluscos,
se demora en madréporas.
Su vigor se abre paso entre las algas,
se estrella con sus labios en las rocas,
se amansa en arrecifes.
Sus manos se derraman en las playas
de caderas sinuosas;
se duerme tras la última creciente.
Desde lo más profundo
promueve ciertas luces,
asciende hasta la luz
y con la luz se ciega
para morir de pura claridad. El amor es como el mar
—decía—.
Como el mar es eterno en el instante.
Tal sólo en el instante.

COMO EL PERRO

El hombre, como el perro
rebusca algún lugar para tenderse.
No es que pretenda dormitar al sol
(o a la sombra, según las estaciones).
Busca un espacio amigo
en donde le resulte soportable
la idea de la nada que lo espera
o la luz prometida
de Dios, el Dios que acaso lo perdone
por vagar tantos años
en busca de un lugar donde tenderse. De Mareas, inédito

CUANDO ME VOY…

Cuando me voy, cuando me voy, me vuelvo.
De tanto demorar la despedida,
te robo vida por llevarme vida
y el beso que me das no lo devuelvo.
Nazco de tu mirada y me revuelvo
en la esquina, en la calle, en la partida.
Quiero salir por donde no hay salida.
Cuando me voy, cuando me voy, me vuelvo.
Te veo así volverte y apartarte
y estás más cerca que en ninguna parte
cuando echo a andar y de tu umbral me alejo.
Me arriesgo a navegar en noche abierta,
y la memoria vuela hasta tu puerta,
como un ancla arrojada en un espejo.

DIVAGAR

A veces imagino
que tus manos se desbocan,
que se vuelven viajeras,
se les pegan estrellas a tus dedos,
se funden soles en tus palmas mudas.
Surcan la noche improvisadas,
cabalgan en el pulso del espacio,
se agitan como un soplo de penumbra,
sacuden las ventanas, las cortinas
y aterrizan en mí,
pájaros confundidos
o felinos despiertos.
A veces imagino
que rezo a un dios ausente
y me responde.

EL ABSOLUTO QUE BUSCAS

El absoluto que buscas
depende de tu talante,
en la bajamar del tiempo,
la pleamar del instante.
El absoluto está en ti,
caminante siempre errante.
Adondequiera que vas
te lo llevas por delante.

EL BESO

Se acerca,
amaga, dominante
antes de poseer.
Mira unos labios pétalos,
intuye una tibieza
plegada a la medida
del deseo.
Vacila,
ya enfrentado;
teme retroceder y consumirse
en el revuelto impulso.
La ve a su alcance: espera.
¿Lo está esperando?
Basta un gesto final
de la audacia sujeta,
arrebato que augura
plenitudes.
En la espera presiente
suave, fugaz contacto,
posesión, dependencia,
solapado demonio
ángel de invicta llama.
¿Brotará de aquel roce
un rostro revelado,
una explosión del ser?
Se vuelve sobre sí
con el último espasmo.
Otro orden lo mueve,
el orden del desorden.
Siente estallar un sol
recién nacido;
lo acaricia una luna
roja como un imperio.
Todo está consumado.
El mar besa a la playa.

EL TAHUR

Mírame, dios extraño
que desde tiempo atrás
me guías por caminos de neblina,
de azar, de trampas y de signos.
Yo soy un jugador, no necesito
decírtelo, mi dios imprescindible.
Juego a derechas cuando tú no juegas
y hago obligadas trampas si me pones
entre tu espada rota
y los sólidos muros del azar.
Juego en la noche mientras otros
hacen brotar un sol en sus mujeres;
juego con languidez. Como un insomne,
tiro los dados en el verde mapa
y dibujo el destino que tú eliges.
Ávido fumador, bebedor seco,
absorbo maldiciones cada noche.
Me consumo los ojos,
tiemblan mis manos (no se ve el temblor).
A veces desearía
que mis ojos se abrieran ante el mar,
el árbol sano, la despierta fruta
y que mis manos fueran al encuentro
de un pecho de mujer, y que aprendieran
aquel secreto oficio que comparan
con una incomparable alfarería.
Tú no consientes treguas
y me has hecho traidor, tramposo, oblicuo,
revuelto sobre mí, siempre despierto,
pájaro de la noche,
dedos de imán, ojos de basilisco.
Voy a dormir por hoy. Va amaneciendo y yo —vampiro— de la luz escapo.
No me quites, mi dios, la noche larga:
es mi condena y soy un condenado
que adora los rincones de su infierno.
De Los oficios, 1989

HABÍA UNA VEZ UN HOMBRE

Había una vez un hombre
con una felicidad moderada,
como la arena en el desierto.
Hablaba mucho, reía poco.
No lloraba
porque las lágrimas son gasto
y es preciso guardar las energías
para…
¿Para qué?
Y una vez aquel hombre,
mirándose mover brazos y boca
delante de un espejo,
se asombró de su propia energía
y comprendió que ser feliz es gastarse
y él estaba intacto,
resguardada piedra.
Había una vez un hombre
que aprendió a llorar
tarde.
De La mi muerte, 1969

II

Ninguna estrella está. Sólo hay �estaba�.
Mueren con luz y son después de ser.
Hacen falta otros ojos para ver
la luz que sigue cuando todo acaba.
Hay una mano que no da y que daba.
Para dar y quitar usa el poder.
Flecha herida de ser y no saber,
la estrella se desprende de su aljaba.
Y nosotros, que estamos y no estamos,
pendientes de esa luz que no advertimos,
¿por qué damos sin ser, somos sin dar?
¿Por qué de aquella mano nos soltamos
para no ser siquiera lo que fuimos,
barcos a tientas por el mismo mar?

LA VELA

Marcha el velero por el mar.
Por encima del mar, el viento
peina la vela de doblez latina:
una apunta a la aurora,
otra al poniente. Busca el remoto norte sin saberlo,
aunque navega persiguiendo el sur.
El audaz tripulante
ignora que es juguete de una fuerza
y ciego servidor de unos ojos voraces.
Hay una vela
que apunta solamente hacia arriba,
desprendida del mar,
señora de los vientos.
Su punto cardinal está en la altura.
¿Quién dispondrá de aliento para izarla
y gobernar la nave,
a salvo de borrascas,
hasta el lejano puerto
donde mana la fuente de la luz?

LOS CINCO SENTIDOS

Tengo el don de mis ojos
testigos de Venecia entre la bruma,
de glaciares remotos como el sur,
el Galo Agonizante
y la secreta Dama del Armiño… Tengo aún el oído que me informa
el diálogo del río con las piedras,
un andante del Sordo
y el gozo vertical de la calandria.
Tengo el olfato para recordar
el perfume a jazmines de una piel
hecha asimismo de jazmín y olvido.
Mi lengua, con mi atento paladar,
celebran el sabor
de aquel vino de Salta
bebido entre poetas afanosos.
Hablo también del tacto y de estas manos
con prohibición severa
de abarcar los dos pechos que la gracia
preservó en la mujer,
la única mujer que las colmaba.

NACIÓ MI VIDA CON SED

Nació mi vida con sed
y la sed me llevó al mar.
Y el mar aumentó la sed…
¡Cuento de nunca acabar!
Cuando aprendí que la sed
jamás se puede saciar,
era ya tarde: la red
se acababa de enredar.
Tomad nota y aprended
la ciencia de este cantar:
cuando ya no queda sed
se endulza el agua del mar.

PAUSAS

Y fue preciso el laberinto,
fue necesaria la espiral,
la infancia entre los cuartos
con olor a eucaliptus,
la irrupción del amor,
el escándalo de amar sin ser amado,
la víbora del odio
midiendo la mejor pradera,
la muerte cara a cara haciendo guiños,
las ciudades que exceden de sus nombres,
otra vez el amor en las ciudades
y los libros ajados
como amistad que desdibuja el tiempo.
Y fue preciso todo, suma y resta,
para encontrar aquella antigua esquina,
desvelar el otoño y restituir
el arraigado olor de las fogatas,
las hojas que se van con la humareda,
el pueblo adormecido en la memoria.
De Los poemas del niño, 1991

POEMAS

Salí de tu presencia
las manos con la flor de tu medida.
Anduve por las calles
midiendo pasos, hombres
y viento, y hasta luces,
¡y todo tu medida confirmaba!
No pude usar mis manos
y maniatado voy por tu cintura.
Dejándote de noche,
silenciosa hacedora de palabras,
hallé la dimensión de tu misterio.
Silbando un aire a solas
desemboqué en tu nombre
de viva herida y de dolor perfecto.
Con manos y memoria
te llevo en el pequeño sobresalto
de amarte y estar vivo
y medir las fronteras de tu imagen.
Poblé las calles con tu imagen-nombre:
ya toda la ciudad se llama: tú.

*

Porque tienes tu muerte,
como todos.
La muerte es otra sangre
individual y fiel,
y se aquerencia.

Con mis manos la toco,
con mis besos la beso,
y mis ojos se miran
con ella y se comprenden,
a través de tus ojos.
Pero tengo mi muerte
(Como todos)
distinta de la tuya.
Y es mi muerte que toca,
esta vez, a tus manos;
y es mi muerte que besa
la ofrecida dulzura
de tu boca despierta.
Y te mira mi muerte
porque está viva, viva,
con tu sangre y mi sangre.
Por amarte completa,
te he querido esa muerte
que te va deshojando.
Y tu muerte es mi amada
y mi muerte está sola…

Como dos criaturas,
tu muerte con mi muerte
se enamoraron
hoy.

De La sed con que te llevo, 1964

POETA, TAMBIÉN PROFETA

Poeta, también profeta.
De tanto profetizar,
tu palabra es la veleta
que mueve el viento del mar.
Poeta, lo que te inquieta
es cosa de nunca hallar.
Mal poeta y mal profeta…
Lo mejor será callar.
Y que baile la veleta
al son del viento y el mar.

PORQUE TIENES TU MUERTE

Porque tienes tu muerte,
como todos.
La muerte es otra sangre
individual y fiel,
y se aquerencia.

Con mis manos la toco,
con mis besos la beso,
y mis ojos se miran
con ella y se comprenden,
a través de tus ojos.
Pero tengo mi muerte
(Como todos)
distinta de la tuya.
Y es mi muerte que toca,
esta vez, a tus manos;
y es mi muerte que besa
la ofrecida dulzura
de tu boca despierta.
Y te mira mi muerte
porque está viva, viva,
con tu sangre y mi sangre.
Por amarte completa,
te he querido esa muerte
que te va deshojando.
Y tu muerte es mi amada
y mi muerte está sola…

Como dos criaturas,
tu muerte con mi muerte
se enamoraron
hoy.

SE ME HA PERDIDO EN EL SUEÑO

Se me ha perdido en el sueño
el Dios que soñé más mío.
Quizá haga falta otro Dios
para adiosarme el vacío.
Así no tendrá mi sueño
tanto frío.
Lo que supe y lo que sé
son agua del mismo río.
Lo que sabré está en el mar,
el mar sin ningún navío.
Saber que no lleva a Dios,
ya no es mío.
De Cantares en el tiempo, 1994

SIERRA MORENA

… y pese a las razones, y pese a la prudencia
que Sancho, el escudero famoso recomienda,
el triste Caballero sin tacha y sin hacienda
está por sus amores cumpliendo penitencia.
Es fuente de desvelos su grave mal de ausencia
y no halla mensajero más digno que su ofrenda.
Preside el alto cielo la fe de su contienda,
la cuita es su morada, su escudo la inocencia.
Después, la noche llega. Tropel de pensamientos
renuevan en su pecho rigores y tormentos,
la duda y la entereza que aguarda un signo, un algo.
Y entonces, criatura que nace de su idea,
asoma entre las sombras la blanca Dulcinea
y alivian sus dos rosas la frente del hidalgo.
De Poesías, 2003

UN NIÑO SE ME HA MUERTO

Un niño se me ha muerto.
Yo quise rescatarlo,
pero la muerte es madre poderosa.
¿Cómo acunar a un niño moribundo
con sueño no mortal,
si otros brazos más sabios lo reclaman?
El niño que murió buscó a su madre.
La muerte es buena madre, sabe arrullos.
Un niño se me ha muerto.
Lo miraba morir y estaba ciego
soñando vidas mientras él moría.
Teníamos, los dos, el compromiso
de vivir en niñez con rostro de hombre.
“Se alquila cuarto para un niño muerto”,
leí en alguna parte. Me he tocado
porfiadamente hasta sentir mi frío.
Dos niños se me han muerto.
Un tercero, de lejos, dice: No.

*

Había una vez un hombre
con una felicidad moderada,
como la arena en el desierto.
Hablaba mucho, reía poco.
No lloraba
porque las lágrimas son gasto
y es preciso guardar las energías
para…
¿Para qué?

Y una vez aquel hombre,
mirándose mover brazos y boca
delante de un espejo,
se asombró de su propia energía
y comprendió que ser feliz es gastarse
y él estaba intacto,
resguardada piedra.

Había una vez un hombre
que aprendió a llorar
tarde.

De La mi muerte, 1969

VESTIDURA

La noche está encendiendo
estrellas en la carne.
Los pétalos de un viento contenido
moldean este cuerpo
de asombrado silencio frente al bosque.
Llegan roces, mareas y naufragios.
Mi boca ha tropezado una medusa
y mis manos conciertan agonías.

Hay una voz que anuncia:
“Sólo para los dos
arde la luz del Reino”.

Estamos tan desnudos
que tu cuerpo y mi cuerpo
se visten con sus sangres.

VI

Sombra no más me vi, sombra distante.
Toqué mi rostro y lo sentí borrado.
Todo lo comenzado y no acabado
se disipó en el sueño de un instante.
Una prestada luz menos brillante
me reveló otro rostro sepultado.
Y fui sombra de un rostro recobrado,
sombra quedó detrás, sombra delante.
Y Tú, ¿dónde estuviste tanto día,
tan de oscuro silencio recubierto,
mientras mi nueva sombra amanecía? ¿No me oíste doblar llamando a muerto?
¿No viste al hombre nuevo que nacía
desde lo más profundo del desierto?

VICTORIA

Llanto y vacío y muerte.
Se nos gastan las manos
en la arena.

Se duele el viento
sobre nuestra piel.

En todo hemos perdido,
menos en ser amando.

De Poesía secreta, 1981

XVI

Vendrá un tiempo sin noche y sin mañana
(la noche es tierna, la mañana es dura).
Otro tiempo vendrá, sin levadura,
sustancia nada más, sustancia humana.
Enfrente de mis ojos, la ventana
abierta: el horizonte y otra altura.
¿Habrá un rostro tal vez? ¿Será la oscura
noche total sin tiempo y sin mañana?
Amo al tiempo que marca tantos pasos,
estos pasos que doy de hombre menudo,
menudo y desangrado por saber.
¡Tanto saber no sé! ¿Habrá otros brazos,
blandos brazos de amor que hagan escudo,
al tiempo de saber y no volver?

XXIII

Como el desnudo Adán de la Sixtina,
me siento ya, flotante y desprendido;
miro en antiguas nubes confundido
al hombre que ayer fue, mientras declina
el sol, por sombra oblicua ensombrecido.
La tarde cae. En el ocaso erguida
se apaga la otra luz que llamé vida,
el fuego que se amansa en el olvido. Como el Adán desnudo miro el rayo
de aquel Rostro de luz que en mi desmayo
imagino llegar, aunque no viene.
Y ya en la noche del temblor oscura,
creo escuchar al ángel que murmura:
�El dedo que te suelta, te sostiene�.
De El silencio y la sed, 1994