PRELER, HORACIO
BARATIJAS

El fuego arde y la materia es un axioma.
La energía engendra las cosas más extrañas,
las telarañas, los papeles,
el ojos denigrando la figura,
las puertas sin cerrojo,
la contextura ósea.
Hay personas mirando el horizonte
en una visión huera,
puerto que recibe barcos cargados de riquezas
para rendir países,
monarcas que gobiernan un pueblo de fantasmas.
Los sueños ofrecen la ventaja de las cosas sencillas:
humildes baratijas
para vender en el mercado.

CASA VACÍA

Alguien alguna vez hará el inventario de las cosas,
levantará papeles, abrirá los cajones de un escritorio
antiguo, revisará bibliotecas, estanterías
muebles, aparatos usados, buscando una explicación
a tanta fantasía.
Nada perdurará para dar testimonio.
Uno se lleva todo. Sus historias,
la clave de sus miedos, la lóbrega codicia,
la indiferencia, el odio,
los almanaques viejos.
Entonces encontrarán escobas en todos los rincones,
trapos de piso, humedad,
los restos de comida que han quedado en el plato.

(De Lo real, nuestra casa)

CUERPO Y ALMA

El alma soporta la idea de la muerte
sola en su misión,
apenas apoyada en la fragilidad del cuerpo.
Un incipiente calendario
le arroja algo de esperanza,
le insinúa la penumbra del ojo
por la ventana entreabierta de la realidad.
Nada le ofrece protección
y la idea desciende como el rocío
sobre los techos de las casas.
Cuerpo y alma suspendidos sobre el vacío
colgando de una soga,
materia descreída,
ojo lisiado enfrentando la oscuridad.

(De Zona de entendimiento)

EL NUDO DE LA DESDICHA

Cuando la soledad se dispersa
se oye el canto de los pájaros
y la transparencia del río
que atrapa la corriente.

En oscuras retinas la penumbras languidece
sin entender la luz.
la muerte es lo que es,
lo recibido que flota en la colina.

En un libro abierto en la página de la vida
había párrafos desmembrados,
líneas subrayadas,
llamadas al pie.

La piedad es una dura roca,
la mano enguantada
que toca la piel desde lejos.
Así, el alma aniquila el deseo
y abre un ancho foso hasta su recinto.

Donde Dios erró
nadie podrá enmendar,
nadie podrá curar la herida,
nadie podrá deshacer el nudo de la desdicha.

(De Silencio de hierba)

EL SEÑOR GIANNI

Todas las tardes junta las hojas
que el viento ha volteado
y las mete en un hoyo.
Enciende una fogata y espera.
Después riega las plantas,
va de aquí para allá
atento a cada extraño brote,
cuidando que todo crezca en orden,
que nada perturbe su labor,
como un dios que no ha perdido la esperanza.

EL VASO LLENO DE LUZ

El vaso lleno de luz
tiene ojos de caracol
y el brillo que ha recibido de lo opaco
se derrama sobre el mantel de la tarde.

Un vaso lleno de cenizas
tiene garras de chacal
y se ilumina cuando se apagan
las lámparas del amanecer.

El vaso de la fantasía
se abre al milagro de las horas
y contiene los restos de la realidad.

ESQUINAS

La ciudad tiene esquinas
en la distancia exacta, esquinas diagramadas,
hechas para contar las calles,
para saber por dónde pasamos,
dónde han quedado los objetos perdidos.
Sirven también para obtener recodos,
simetrías, espejos,
para seguir de largo o esperar
mirando el umbral, la vereda,
el agua que se pierde.
Luego, cuando la noche le pisa los talones
la esquina se duerme en cualquier parte,
debajo de algún árbol, en una plaza sola,
en una habitación, en algún cementerio.

(De Lo real, nuestra casa, 1991)

HABLAR

Lo principal es hablar,
hablar hasta que la lengua se reseque,
hasta que la voz sea un triste lamento.
El silencio era el principio,
el bosque ambiguo del sonido,
el áspero contenido de la sangre
que mella el paraíso perdido de la infancia.

Hablar no es hablar solamente,
es presentar pruebas de la memoria,
planear una muerte segura,
retener una lengua dispersa,
organizar sistemas,
dar a las palabras
una lumbre que nadie había advertido.

(De Zona de entendimiento)

INTRUSIÓN

Una palabra desconocida andaba por la casa.
Poseía un poder absoluto sobre las cosas:
podía romper espejos
y destruir la ventana opaca de la materia.
Hablaba de piedras de percepción
y discurría hasta el amanecer
en una lengua primitiva.
Descubrió paisajes delineados en la oscuridad
y tomó apuntes de una realidad innecesaria.
Finalmente encontró
el principio elemental de lo desconocido,
aquello que escapaba al límite de la razón.

(De Silencio de hierba, 2001)

LA HIERBA

Hierba, hermana,
te vi crecer en el invierno y el otoño,
en la primavera y el estío.
Tu color era desigual
y tu costado, leve.
Había un hoyo en nuestra casa
y en él ahogábamos a los visitantes.

Hierba, hermana de la noche,
crecida hacia el mismo lugar,
forma de amar,
tiempo donde la semilla húmeda,
fustigada por la mentira,
soñaba hasta la madrugada.

Hierba, hermana mía,
lo oscuro te pertenece.

(De Silencio de hierba)

LA MENTE IMITA

Te oigo en el fluir de la mente
ahondar lejanía,
émula sufriente de la eterno.
G. Ungaretti

Con las hojas caerá el primer otoño
pero al final todo volverá al momento inicial.
¿Qué buscas, entonces,
alma extrañada, lejana, cubierta de silencio,
despertar temerario
de los pájaros de la madrugada?
Algún día serás recibida, alma mía,
como una flor reseca
y permanecerás, quieta, hasta el olvido.

Sueño tentador que huye como un canto rodado,
mira hacia arriba el nuevo ciclo,
mira hacia atrás la vieja estrella
y restablece la alegría.

La mente imita el sufrimiento de la eterno
y llena de remordimientos permanece la memoria.
La muerte persigue la justa recompensa
para que el ojo vea el dolor cuestionado.

De su lodo se levantará un estrecho límite.

(De Silencio de hierba)

LA MUERTE DE UN POETA

Un poeta muere como cualquier hombre.
Se desploma de pronto
o padece una larga enfermedad.
Abandona entonces a sus hijos,
sus afectos y sus pequeños lujos:
su infancia,
la carta de un amigo
y algunos libros que lo encallecieron.
Además,
los poemas que nadie escribirá por él.

(De “La razón migratoria”, 1977)

LA PARED

Todas las mañanas un hombre
levanta las paredes de su casa.
Sube a los andamios; el sol brilla en su piel.
Abajo, sus hijos juegan con la arena.
Está solo.
Quizá piensa en la mujer que tuvo
o en la época en que fue feliz.
Cuando termina su trabajo,
recoge sus herramientas
y regresa por el mismo camino que llegó.

(De “La razón migratoria”, 1977)

LA VACA MUERTA

¿Cómo seguir el vuelo de la perdiz del campo?
¿Cómo seguir la carrera de la liebre en la noche?
No podemos detener la trampa del ojo
para rastrear el viento.

Los perros corren a las mariposas
y la perdiz vuela hasta la altura del sol.
Hay una vaca muerta en medio del camino.
Atrás quedó la época en que retozaba feliz.
Ahora yace en la tierra
mientras la lluvia cae
sobre el costado del invierno.
Allí no hay nada más que una osamenta
que la noche mira indiferente.
Entonces percibí su naturaleza junta a la mía,
su osamenta junto a mi esqueleto.
Sus huesos quedaron a la orilla
de un río abandonado,
mientras se sacaban al sol.

En otro lugar del universo,
una yegua orinaba profusamente sobre la tierra.

(De Silencio de hierba)

LO OSCURO

Cuando escribe viaja por sus años
y descubre parajes que no había conocido.
Desde el comienzo del mundo
la locura era tan clara
como un amanecer de verano.
La brisa de la mañana corría por las calles
cruel como la mirada del asesino.
Entonces la paciencia de la sangre
retornaba a los borradores de la vida
y, sigilosamente,
inclinaba la balanza hacia lo oscuro.

(De Zona de entendimiento)

MITOLOGÍA DE LA BELLEZA

La belleza impone al creyente
el hábito de la perfección
y el profundo malestar de la carne.
Es una creación sin dueño que estira el horizonte
para ocultar el alimento de la lengua.
Se puede tocar la lenta curvatura del dolor
como un pájaro sobre la rama de un árbol.
A veces asoma en la fría lágrima
una muerte olvidada,
la página de un diario personal
o la nostalgia de un juguete perdido
en una vieja casa de provincia.
La belleza conmueve al que contrata con la vida
para entregar su sangre al precio del asombro.
El instituto es contendiente de la fe
en la argamasa de la sangre coagulada
sobre la mano del verdugo.
La voz clausura la belleza del grito
sonando en la claridad del mediodía
y el ojo concentra en un punto
su entendimiento de la luz.
Los grises perfumes crean la ventana de la tarde,
fracasado viaje al territorio de los sueños
donde la mente construye
la ilusoria mitología de lo bello.

PAÍSES

El viaje es a la medida del dolor.
Entregar la mano, sentir los dedos,
las huellas digitales, la sangre que llega
desde triste frontera.
Sentir el peso del esqueleto madurando,
dibujando círculos para obtener un punto de partida,
un leño navegando en un extraño río. Respirar
con la boca entreabierta, mirar hacia adelante
y hacia atrás, hurgar en los bolsillos,
secarse las lágrimas, quitarse los zapatos
para crear una frase común.
Hay esquinas que parecían países, murmullos, ecos,
países que no tenían ciudades, llanuras
ni mares interiores, vacíos por dentro,
países, en fin, hechos sólo para morir.

(De Lo real, nuestra casa)

PAN DE LA CENA

Cada noche cortamos el pan de la cena,
tristes como un árbol a la hora del crepúsculo,
ásperos como los perros
que despedazan a sus dueños.
Sitiados por el agua y la tierra,
por la luz y las sombras,
de arriba y de abajo,
dividimos las venas de los hombres,
bebemos de los senos de la noche,
sin poder escapar,
hambrientos de amor,
sedientos de claridad,
purificados por el aliento de la nada.

(De Zona de entendimiento)

PENURIAS PERSONALES

Cuando las penurias personales son una compañía
definitiva hay que despertar sonriendo
en la mañana. Siempre los aposentos
han cautivado la imaginación
y han demorado la ternura.
A veces descubrimos que existe la verdad
y el misterio. Entonces asoman los mendigos
del alma
poniendo las manos sobre la coyuntura
de los párpados.
El ojo desnudo comienza a verter una lágrima,
una sola y enorme lágrima que cae al piso,
corre hasta la puerta y continúa por la calle
donde algún transeúnte, fugazmente, se detiene
sin creer lo que ve, pensando que el dolor
es una extraña criatura que se devora todo.

PRISIONEROS DE LAS PALABRAS

Prisioneros de las palabras creemos que el poema
es una obra, un trabajo
o el fruto de una estructura de la sangre.
Todo es hacer, rehacer, remover a tientas
en las rutinas de la noche.
Es el crepúsculo del asombro,
la hoja devorada por la oruga
o la razón del fuego para arder.
Despertamos a la búsqueda de territorios ignorados
la aventura que soslaya el riesgo,
que toca una reseca madera
y la piel de un animal muerto por las tinieblas.
Es el lenguaje usual,
un horizonte con resuelto habitante
que roza su esqueleto frente a un espejo.

(De “El ojo y la palabra”, 1981)

RESIDUOS DE LA MUERTE

Vivimos la soledad como un difunto ser
que ha muerto en lugar apartado.
Nos quedan papeles, diarios escritos
en épocas lejanas, también objetos sin valor,
gastados trajes, cajones sin cerrojos.
En la noche tomamos una escoba
y juntamos las cosas inservibles.
Todo lo colocamos en una bolsa inmensa
que se llena hasta el borde,
que pesa,
que nos duele,
que entregamos al primer extraño que lo pida.

ROSTROS

Su madre suele repetir palabras incoherentes
y se confunde con los nombres y los días.
Los años vividos están clavados en sus manos
de gruesas nervaduras,
en sus pequeños huesos
que avanzan despiadados
y amenazan quedarse con su cuerpo.
Su alma se sostiene
apenas apoyada en un hilo de luz.

Cuando regresa a su casa, recorre su soledad,
enciende una pequeña lámpara
y envuelve en una vieja tela todos los recuerdos.
El tiempo dibuja patios antiguos,
calles arboladas
paredes descoloridas,
disfraces que aprendió a querer,
rostros que abandonaron el rencor,
rostros de la primavera,
y el sol, que no cesaba de brillar.

(De Zona de entendimiento)

SÍMBOLOS

Un extranjero recorre las calles
de una ciudad desconocida.
El misterio se encierra
en los extraños laberintos.
Los hombres pasan unos junto a otros,
sólo los viejos conocidos se saludan
con las ceremonias de costumbre.
Nos entendemos pobremente,
apenas delineamos los contornos del gesto
articulando símbolos heroicos
para superar el desamparo.

(De “Lo abstracto y lo concreto”, 1973)

* Nació en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires, en 1929.

VENDRÁN LAS LLUVIAS

Vendrán las lluvias
y morirá la niebla.
Cantará un pájaro
y se romperá la garganta del viento.
Llegará el invierno
y ahogará el dolor tedioso de la piel.
Habrá una llama viva
y se quemará el cráneo del guerrero.
Se encenderá una lámpara
y se abrirán las valvas de la noche.
Se oirá un lamento
y veremos a nuestro padre muerto.
Sonará una trompeta
y el cielo reconocerá la estrella perdida.

ZONA DE ENTENDIMIENTO

A veces pensamos que la soledad
es una cosa que podemos manejar
como si fuera una materia inerte.
Vemos la claridad desde la ventana
mientras la brisa mueve las cortinas.
El perro duerme debajo de la silla
y las horas pasan
como un ciego tanteando las baldosas.
En la mesa se amontonan libros y papeles.
Entonces nos acomodamos en un rincón
y buscamos imágenes de un paisaje ignorado.
Todo el silencio regresa de la calle
y se sitúa en la casa.
Nada se mueve, nadie habla.
La tarde es un atajo,
una zona de entendimiento
que nos mira desde la eternidad.

(De Zona de entendimiento)