SIMPSON, MÁXIMO
A TIENTAS

Yo solamente busco
el domicilio de la muerte,
y lámparas votivas,
palancas del azar, golpes de mano
que alumbren estos días,
que alumbren estos días.

ASÍ FUE

Piedrecilla,
pregonera de Aquello que ignoramos:
con brusca displicencia la aparté del camino,
con mis pies que me llevan a la nada.

CANCIÓN DE DON ELÍN

Pero, ¿qué se hicieron las nieves de antaño?
Francois Villon
Yo vi una melodía ahogada en alta mar,
un arpegio sonámbulo, exiliado,
ya ciego entre los pájaros,
y un piano derribado en la intemperie,
y un músico extraviado por las nieves del tiempo.
Yo he visto todo eso, pero dónde,

¿dónde andará mi padre, don Elín?
¿Acaso está en el aire? ¿Acaso está en la nieve?
¿Acaso está en los pétalos dormidos?

Yo vi una melodía ahogada en alta mar,
vi un caballo sin alas,
un fuego sin calor, un río sin orillas.

Yo he visto todo eso, pero dónde,

¿dónde andará mi padre, don Elín?
¿Está reconstruyendo los rotos mecanismos?
¿Está bebiendo luz, prepara sus maletas?

Yo vi una melodía ahogada en alta mar,
vi un sueño que corría hacia el abismo,
vi un zapato perdido,
una paloma herida convocando a los ángeles.
Yo he visto todo eso, pero dónde,

¿dónde andará mi padre, don Elín?
¿Cómo hará en las mañanas para entornar las puertas?
¿Cómo hará por las noches para inventar las flores?

Yo vi una melodía ahogada en alta mar,
yo vi una copla exhausta, despoblada,
una trova, un acorde, una rapsodia
sin violín, sin garganta.

Yo he visto todo eso, pero dónde,
¿dónde andará mi padre, don Elín?
¿Dónde andará�

Ay, yo vi una melodía ahogada en alta mar.

DOÑA BERTA

Escindida, expulsada, peregrina,
tan próxima a mi puerta, a mi arcoíris.

Oh reloj a destiempo,
aciago minutero desbordado:
me mira desde altos ventanales,
desde mesetas verdes.

Mira desde la tarde
donde vive dispersa, pensativa,
ya perdida, remota,
soñolienta,
sembrada entre el rocío,
extendida,
doliente,
separada.

Me mira desde un íntimo otoño,
desde ocultas fontanas.

Tan pequeña entre el musgo,
tan sola en la intemperie.

EL CABALLO Y EL TIGRE ME ACOMPAÑAN

Agregué viento al viento,
sueño al sueño.
He roto las fronteras,
atravesé las puertas, las ventanas,
y en las ciénagas verdes
hundí los ojos turbios.

Agregué viento al viento,
sueño al sueño,
y me subí al mangrullo de la tarde,
que es eterna y fugaz
en el vivo esplendor de los ocasos,
en la nube de polvo que anuncia la desgracia.

Pampa de mis adentros,
mi país que soy yo:
estoy ahora solo
junto al arduo fogón de la memoria,
recuperando en sueños el patio de mi casa,
el mantel, el cuchillo,
la cuchara dormida,
y crepitan los rostros que perdí
con el hambre de amor en el desierto.

(De La casa y otras visiones, 1995)

EL COMEDOR

Destemplado,
aterido,
sin cubiertos, sin sillas,
sin ventanas, sin flores, sin paredes,
sin mesa horizontal,
al borde del abismo.

Un aire de nostalgia lo llamaba,
una atmósfera oscura de duelo subrepticio,
un aire como endecha.

El comedor huia hacia el ocaso,
hacia un país soñado,
hacia el día siguiente.

EL DESBORDE

La casa entera toda,
toda fuera de si,
se buscaba los ojos,
el zócalo perdido,
la pacífica mesa adormecida.

La casa vigilaba las trastiendas
y vislumbraba prójimos remotos.

Toda fuera de sí,
la casa pedía alrededores,
solicitaba entornos,
declives,
aledaños,
lejanías.

Se ponía la casa los olores,
el hedor del vecino,
se agazapaba en trajes de oscuros dormitorios,
en cajones,
en sótanos,
en lámparas.

La casa entera toda,
toda fuera de sí,
vaticinaba flores,
irrumpía en estrechas escaleras,
convocaba a las puertas.

La casa entera toda salía hacia la calle,
llamaba a su cuchara.

Desgarrada,
oscilante,

corría tras de sí la casa toda,
por asilos
temblores,
sepulturas.

EL RASTREADOR

¿Dónde están las pisadas de mis pasos,
dónde están las miradas que dejé por el aire?

En pos de aquellos rastros
camino tras el puma,
el buitre, la calandria,
pruebo pasto, mastico,
huelo el viento, la brisa,
registro las raíces,
las grietas, los resquicios,
vuelvo atrás, adelante,
giro en torno
del olor a pasado,
a triste antig�edad, a tardes viejas,
convoco desde el sueño las guitarras del mar,
los tambores del tiempo.

¿Quién soy yo entre tinieblas?

Yo soy el rastreador,
el que se busca.

EL SOLISTA

Voy de aquí para allá con mis valijas
de nunca haber llegado,
cantador transeúnte por los patios del día,
entonador de salmos,
milonguero,
solista consagrado por la destrucción.

EL TESTIGO

Un garfio ronco y una dura garra,
sueños ultramarinos descienden sobre el mundo.
Y yo soy el testigo,
apenas archivero,
simple bibliotecario de los días difuntos,
funcionario de pequeñas desdichas,
centinela.

FIESTA

Esta fiesta comienza desde abajo:
cuando los pies se encuentran,
cuando los pies se aman,
se entrelazan,
se besan, se visitan,
se tocan,
se interrogan,
un escozor los une,
un azoro, un anhelo, un calosfrío,
y cuando los pies se miran
cuando los pies
son manos y son alas,
cuando los pies se alejan
y retornan,
cuando los pies se alejan
y retornan,
cuando los pies se acechan y se abrazan,
cuando los pies se rinden
al oscuro temblor que los convoca,
ya las sábanas gimen,
ya las sábanas cantan,
y un secreto rumor de profecía
asciende por los cuerpos
hasta el centro del mundo.

HALLAZGO

Excavando entre ruinas, entre olvidos,
encontré este huesito, este silencio.

Esta minucia
que resplandece aún entre mis dedos
con una luz muy suave,
es una emanación,
o apenas
el sosegado aroma de un tal vez.

¿Qué hacer con él, cómo cuidarlo?
¿Cómo esconderlo
del tropel de los días?
¿Cómo salvarlo de las autopistas,
de las celebraciones,
de la sociedad civil y del Estado?

¿Cómo guardar su resplandor?

IGLESIA

Aquí gemí sin creer en nadie,
aquí me refugié una tarde entre las tardes,
en este banco entre los bancos,
yo,
que era apenas un hombre entre los hombres.

(De Estación final, 1985)

INQUILINO

Soy el arrendatario de mis ojos,
el inquilino de mis manos,
y estoy aquí,
locatario de un fragmento de tiempo,
deudor hasta la médula,
víctima de la usura de unos días terrestres.

LA BALA PERDIDA

Vibra en la contingencia,
y es casual, improbable,
aleatoria, fortuita.

Nadie sabe su origen,
la fuente o arrebato que la impulsa:
acaecer absoluto,
triunfo y esplendor de lo instantáneo,
una bala perdida atraviesa los jardines,
destroza las ventanas, desbarata la siesta,
los gestos, las conversaciones.

Aunque es favorita del azar,
y ambiguo su destino,
ha elegido su meta,
y sin ira, sin odio, sin amor, sin tristeza,
llega certeramente al corazón.

LA BALDOSA

Esa baldosa rota con su pequeño charco
vive en medio del patio
como un falso profeta.

Esa ínfima ruina,
esa grieta del mundo,
ese fracaso de la vida que ya toca sus bordes,
esa breve fisura es un aviso,
una señal dejada como por puro azar.

Esa trivial metamorfosis,
ese ex abrupto de agua
que con un charco de locura
desafía la calma de las flores,
es nada más que eso: una provocación,
un torvo golpe al aire de la casa.

LA GOTERA

La gotera caía
sobre el pan,
sobre el tiempo.

La gotera caía como salmo insensato,
como loco aleluya,
como lento gorjeo,
como un aria indecisa.
Y la gotera hablaba en medio de la noche,
era un ala que rozaba los días.

La gotera caía como terca amenaza,
se metía hacia adentro,
en la médula misma,
en el cogollo herido,
en las uñas dormidas,
en el cuaderno niño entre las letras,
adentro de la pulpa,
adentro de la vida.

La gotera caía
sobre el pan,
sobre el tiempo.

LA NUBE DE POLVO

Una nube de polvo,
un remolino andante es ahora la forma del
destino.

¿Soy acaso y mismo que vengo desde lejos?
¿Soy aquel que se acerca
y estoy aquí y allá,
en el centro del vivo torbellino?
¿Es acaso el bramido de las flores,
el canto de la piedra,
el tumulto del cielo que desciende
hasta el rostro sin nadie en medio de la nada?

Yo pregunto quién viene, quién se acerca:
¿Es acaso el invierno enmascarado,
o el dictamen en celo de un dios a la deriva?

¿Ninguno viene ahora, nadie viene,
soy yo mismo que vengo, mi adversario?

Polvareda profunda,
horizonte que llega del lado de la muerte:
yo espero al pie de mi,
con las armas del sueño y la vigilia.

LA TARDE

La tarde con sus flores,
la tarde con su calle y con su árbol,
con la mujer que cruza sin apuro
y el hombre que reprocha a su solapa,
que recrimina a su bastón,
que alega contra el viento,
contra el sueño y la luz, contra la tarde.
La tarde que perdí, que recupero,
¿no es la tarde de ayer, la que yo quise,
no es la tarde de hoy, la de mañana,
una tarde pequeña, humilde, sola,
una tarde perdida en el camino,
en la orilla del tiempo?

8

Atrios encabritados y columnas eternas
cayeron de rodillas.
Duros, desaforados,
discutieron su muerte con el Tiempo.
Agónicos y atroces,
reclamaron un vaso de elocuencia perpetua.

(De “Más poesía”, 1962)

* Nació en la ciudad de Buenos Aires en 1929.

LOS PERROS DE LA CARRETERA

Los perros de la carretera de pronto están
ahí, de medio a medio, como concreción
del olvido, como fuego pretérito, como
perros muertos en la carretera.

Los perros de la carretera que se enfrentan
a los motores de explosión, que huelen el
motor de los aviones, que pretenden vivir en
este mundo.

MALTIEMPO

Llueve sobre relojes y retratos, sobre zapatos y praderas,
sobre el invierno y el verano.

Llueve sobre Jonás y la ballena, sobre Moisés
en la montaña, sobre Jesús crucificado.

Llueve sobre los rostros del Mesías.

Llueve sobre José, sobre David,
y llueve sobre el Bien y sobre el Mal.

Y llueve sobre iglesias, mezquitas, sinagogas,
sobre canchas de tenis, jardines, acueductos,
sobre el pálido joven
que toma su café leyendo el diario.

Llueve sobre la Plaza del Recuerdo,
llueve sobre el Palacio de Justicia.

RÉQUIEM

Las hormigas ya vienen,
los búfalos embisten mi escritorio,
las cigarras le cantan a la muerte.

SABERES

Alzan las cintas, parten los tungos
como saetas al viento veloz.
Modesto H. Papávaro

¿Sabe el caballo que ganó la carrera?
¿Sabe acaso que existen laureles y naufragios?

¿Sabe acaso el caballo
que es el rey de la tarde,
un cansado relámpago triunfante?

Alivia los pesares su paz vertiginosa,
¿pero acaso vislumbra la trama que lo envuelve,
los pactos que suscita,
los toques a rebato, los brindis y los hurras
la traición de los cálculos voraces,
las sumas y las restas,
la multiplicación de la esperanza?

¿Sabe el rosal cuadrúpedo y equino
que de su apremio nacen los cantos victoriosos?
¿Sabe acaso este viento de ijares como sueños
que lo nimba la gloria?
¿Qué sabe el alma del caballo?

SONATA

Toca el violín la casa:
se asoma de sí misma,
se sale de la casa,
y le atraen vacíos hacia arriba y abajo.

Toca el violín la casa,
tiemblan sótanos negros de cólera indecisa,
tiembla toda la casa con su gran cuerda humana
cuando suena el violín violento de la casa.

La casa tiene lámparas votivas,
roperos tristes,
ventanas que miran hacia adentro.

TO BE OR NOT TO BE

Yo quise ser un rojo violín desorbitado,
un ex abrupto eterno,
un jardín de magnolias o una tromba,
y sólo soy ahora profesor de nostalgias,
edecán del otoño pesaroso.

Yo quise ser el mar,
o tal vez quise ser lo que no quise,
un triángulo isósceles o un trueno,
o una momia egipcia
con su paz infinita, imperturbable.

Eso quise tal vez en mi constancia,
en mi apuro, en mi afán, en mi zozobra,
quise ser el revés, la mano izquierda,
el costado de mí, me renegado,
y sólo soy mi tú, mi pobre mí,
un pronombre ya exhausto,
un posesivo huérfano, un despojado mí.

Eso quise tal vez,
y sólo soy ahora mi vecino,
apenas mi perfil, mi suroeste,
mi terco lateral:
estoy en la adyacencia limítrofe de mí,
y siento desazón, me extraño mucho.

(De “Poemas del hotel melancólico”, 1963)

TRANSCURSO

Brizna a brizna, gota a gota,
voy partiendo de a poco, suavemente.
Hay siempre algo de Simpson
que el tiempo arrastra y roba,
malversa, desvalija.
Es un lento saqueo de mi aquí, de mi allá,
de todos mis nosotros, mis aquellos.
Es que fluyo incesante, fluyo adverso
y me expropian los dorsos, los destinos.
Y desciendo sin pausa
a los mudos confines donde reina la piedra,
el pedregullo.

VISIÓN 24

Abandonado en campo raso,
ese pañuelo diminuto
sólo espera un milagro, una señal,
una canción de cuna.

VISIÓN 27

Asciende hacia la lluvia,
hacia el Sol, hacia el cielo.
Y se arroja sin norte, sin oeste,
sin arriba ni abajo, sin espejos ni flores.

Es él, aquel que vuela sin semblante ni espalda.

VISIÓN 28

Pasa un carro tirado por caballos:
un carro de otro tiempo,
y caballos sepultos por las olas.
Sobre el carro va un hombre derrotado
por una densa niebla, por el impuro olvido.

(De Alrededores, 1998)