TARRAF, ADELA
ALEGATO AUSTRAL

A los mártires de nuestras Islas Malvinas,
vivos por siempre en nosotros.

Ay de las tierras avasalladas por la codicia matona,
ay de los mártires de la felonía,
sus derruidos torsos diseminados en la turba.
Sus ofrendas finales en la tragedia;
el trunco son de un clarín y este laurel postrero,
y sus almas de niños rodando
bajo el filo incivil de los mercenarios.
¿lavarán las conciencias del usurpador tenaz,
y de quienes mercan una patria adolescente
como una mera casa desechada?

Las naves rolando insomnes en sus fondeaderos
y los alamos reflejos al poniente,
memoran al Gran Almirante que incendiaba las aguas
hasta el silencio�

Como esos duros pájaros australes
que ante el invierno trazan su prospectiva de migraciones,
en solidario abrazo americano
permanecemos en gran desvelo mágico,
entre los azules rápidos del inmenso reclinado.
Purificadas por el chasquido a sal de las pleamares
y su tendal de valvas como un pan compartido;
desplegadas en el mapa natal
cual gaviotas a los vientos alisios,
nadie hallará solas a estas costas abiertas,
donde la libertad reposa
y la hermosura es inocente como el principio del mundo.

ALETHEIA

La luz radiosa que acopia el mar bellamente rapaz,
de la vida del hombre espante
sus gigantescas sombras.
Ortega lúcido insiste
en que hallar la verdad, eso es la luz.

Desocúltate tú, ciudadano del mundo.
Descúbrela ahora de sus túnicas grisadas.
Instálala como testigo
de la faena que te impone el mundo en su mira
y déjala que defina el rigor mejor
para tu destino transparente.
Para tu identidad será bastante,
un nombre inocente de toda impostura.

AMOR, CORAZÓN DE PÁJARO

Dónde me dejas, adónde vas y quién, me oyes,
toma tu mano sobre los cataclismos�

Odysseas Elytis

Pánica de verdes y sacudida
de airosas estatuas decidoras,
atardece Buenos Aires celada por un río antiguo,
que disputa al horizonte
su preclara inmensidad.
Sobre el fuego disciplinado de sus cabalgaduras,
amazonas y jinetes cruzan bajo la espesura
el vasto parque primaveral,
de pinares subyugados por las constelaciones
y ceibos inclinados extrañando las aguas.
Al calor que octubre expande a la carrera;
despertados uno por el nombre del otro
fatalmente, como el sol ruboriza a los pétalos pálidos,
y al ansia de vivir conmina a su dorado huracán,
cada átomo en acción engendra su misión programada
desde una ignota estirpe estelar.
Una entrañable danza transcurre
en los viajes de la sangre, festiva y acechante,
y todo es dación o sed alternativas;
ruido del agua entre las piedras �oh música terrenal �;
singladura azarosa de un viaje en la memoria.

En la fecha morosa de jacarandáes sin hojas, más azules,
me encaminé hacia ti como un pequeño manatial
fiel a su cauce, tal un diálogo que entresueña
a borbotones el corazón, súbito rey,
apenas corazón de pájaro.
En esa atmósfera de un instante violeta ,
con el tráfago a un costado y en el otro
la vida cual una sombra que se va tranquila,
con rumor de floresta maga
donde el hornero sabe tajar el aire
con su cascada de expandidos cristales
�y así de bello es su llamado de amor�,
fue el beso aquel para siempre, indetenido,
de dos fugaces dueños
de la prisa de la vida.
En el �paseo dulcemente umbroso�,
dos leones domados por el bronce permanecen quietos;
otras parejas pasearán ajenas
con su lenguaje de ojos,
y las palmeras dócilmente esbeltas
coloquian azuzadas,
rítmicas como molinos de viento.
¿Dónde, en las venas o en el hueso,
se aposentan a vivir osados
instantes únicos, irremesiblemente avaros,
que erosiona el tiempo para desheredarnos de su linaje,
casi ángeles revoloteando,
casi verdes,
tal un laurel delicadamente tallado en el mármol?

ANTE UNA FLORES EN LA FALDA

Bajo un enebro los huesos esparcidos
y brillantes cantaron
bajo un árbol a la fresca del día
con la bendición de la arena.

Thomas S. Eliot

La falda
que da tanto vuelo está volada de viento,
ha desdoblado
flores como ojeras antes de la consumisión.

En el dibujo inanimado defienden
un ayer de perdida naturaleza.

Componen la postal de una foliada ternura;
la imitación de un esplendor caliente,
y en las nocturnidades,
dejadas de olores y murmullos
no tremolan al son guitarrero del grillo…

También de nosotros quedará una fotografía.
Dirán: Así era. Tenía los ojos nobles
y la voz argentina.

Oyendo el agua entre piedras,
en una esbelta costa con fondo de poniente
quisiera perdurar,
acompasando al mundo en dioses que no serán despedida,
incorporándome
en piernas como torneados tallos,
que irían aventando
la flora cósmica
de la sonrisa.

ARROYO EN RÍO CEVALLOS

Fluye la antig�edad,
el papiro bíblico que narra
la virginidad del elemento
frente al tiempo guerrero…

Festivo entre berros y entre moles,
arroyo,
alísanos esta alma,
ríspida
cual piedra no tocada.

ATMÓSFERA MEMORANDA

Tus manos se desplazaron siempre
hacia el sueño del mar.

Jorge Seferis

Mi casa lindaba con el bosque proveedor de piñas;
ritos del fuego eran piedad en la salamandra.
Jubilante el mar cercano me escudriñaba
como un noble animal.

Sorprendí a las bellas carniceras del amanecer;
su alborotada cofradía durante las mareas;
a retaguardia junto a las lanchas de los pescadores
que se juegan a vencer o morir.

El jazz melódico seguía mis pisadas;
mi piel se comía al sol;
todo era demasiado perfecto para la soledad.

De noche, ni la fronda sacudida interceptaba
el susurro oceánico cuando se va pero se queda.

AÚN BUSCO VIDA VENERANDA

Para cuando mi nombre
merezca una flor

He cesado mas no deseo estar sola,
dulce caminante que llegas a mi mármol.
Estoy en esta silenciosa nada
indefensamente abrigada,
y más allá del frágil polvo,
extrañando al mar turquesa,
al pájaro en el follaje,
y también algunas tersas palabras.

De lo incorruptible de estas partículas
que sedimentan mi rastro,
gracias por el perfume de esa flor
que no puedo ver con los ojos de antes,
pero sé cómo es el aura de una rosa rosada.

¿Cuánto hice por ti, cuánto dejé de hacer?
¿Hasta qué dimensión te amé?
¿Cuántas cosas por el mundo adoré
sin que me dejaran adorarlas?

Noble alma que piensas en la mía,
con que me nombres basta;
pero esa bella flor
todavía me encanta.

BALADAS
DONDE LA NIEVE CUBRE LA CRESTA DEL VOLCÁN

Miradlo y olvidadlo, si podéis
al rey
de este prado perdido.

Mark Van Doren

1. VERDAD DE AMOR

Libérate,
verdad mía que expando confidencial
en lo desierto de un valle.

Vuela, verdad de amor,
arriésgate o muere
si es preciso,
como un follaje de otoño,
amarillo,
sin ruido entre las piedras�

despréndete ya
acompáñate de viento,
y entrégate
a otras manos vacías,
y alégrate
porque conmigo has llorado.

II. EL OLVIDO

Niégame;
di que mi nombre es nuevo,
y que no tengo imagen,
como no ves más que madera
en todos los árboles del bosque.

Cuando estés solo y sombrío,
borra tanto hasta que mi forma se pierda
o quémala:
recurre una vez más al fuego.

Niégame.
Tálame.
Bórrame.
Quémame.
Olvídate de quien eres
y acaso ya no exista�.

Pero lo tuyo que hay en mí
yo misma lo he forjado.
Ahora ni siquiera tocarlo puedes.
No puedes tocar un canto.
Compréndelo.
Es libre.

III. DE LA LLOVIZNA

Desciende, llovizna.
Festiva en la noche de claror, restalla.
Hiende apenas al limonero;
mi amor me besa
y una rama de azahares
tiembla.

Desciende, llovizna.
Tamborilea en las hojas
tú que eres
música.

Y desciende, llovizna.
Aquel instante feliz
se ha ido con su viajera nube,
y ahora pasa de largo,
y a mi despedida
ahogada como un pichón en el ró
otro pájaro la lleva
nadie sabe adónde.

IV. DONDE LA NIEVE CUBRE LA CRESTA DEL
VOLCÁN

Nieve, comienza a cubrirme la frente,
tan cerca de la boca
donde la palabra es fuego.

Digo que poco ha de durar tu frío puro
sobre el rescoldo encendido.
Nieve, cúbreme bien la frente,
ahora que de mi corazón
crece una llama verde como un pino.

CUERPOS CELESTES

Opongo mi fortaleza
a tu dominio sin palabras;
tu ojo de lince atravieso,
y en ese afable soslayo
de tu corazón sin realidad,
digo que alguna vez sumé las exigencias todas
dejándolas ante ti.

Sí. Cual el solar espectro irrumpes.
Del misterio insondable
en una estela abarcas los primarios colores
y yo ordeno el intangible espacio,
donde te extiendes, fugaz.

EL AMOR ES DE ESTE MUNDO

El amor es de este mundo
ni un minuto antes, ni un minuto después.
Llega a mi y propago al viento unánime
la voz de esos amantes que pronuncian sólo un nombre
hasta el fin de sus días de rosas y de espinas.
De qué vale en el devoto amor
la palabra volada
que solitaria sucumbe en la necedad, esa máscara,
librando al fuego imp�o
al único y grande amor
que cabe en cada vida.
Porque el amor es hoy
y el instante no vuelve.

Un día señalado
uno de esos que amó y fue esplendorosamente amado,
desciende a su frontera
sin nadie y sin abrazo.

¿Acaso el otro percibe el entrecortado llamado
del corazón que lo evocó,
más allá del espacio y del tiempo?

Para el amor que es de este mundo,
ni un minuto antes, ni un minuto después,
esa mutilación es un dolor sin pausa en la mitad
del canto.
Sabe de alguien que fascinó su vida,
se entramó en sus huesos y en sus labios tembló
y se fue de improviso indefensamente,
y una extraña desolación circunda los caminos.

Porque el amor es de este mundo
ni un minuto antes, ni un minuto después.
Más allá de la hermosura del universo,
del horizonte que es fuga prometiendo un viaje,
¿en otra fiesta del cosmos
habrá un idilio de almas,
sin manos y sin beso,
sin peso ni defecciones
que aguarde a los desencontrados
que por la tierra se amaron,
ni un minuto antes
ni un minuto después?

EL MAR

Triste es el mar que revive
Triste esmeralda de ausencia
Triste pensar que redime
Triste un coloquio en sus velas

Fueron mercurios de aurora
Fueron los cofres del sueño
Fueron las cosas… y cosas
Fueron borradas de viento.

Suave buscó la caricia
Suave de arena caliente
Suave y umbrío se aísla
Suave creyendo que duerme.

Nutre con más savia nueva
Nutre moluscos del bajo
Nutre y se enjuga sus lenguas
Nutre las aves de paso.

Lleva en sus aguas salobres
Lleva una suerte de lejos
Lleva un efluvio de noche
Lleva un recuerdo en su eco.

Surca hasta allendes orillas
Surca y se pierde al ocaso…
Surca la playa una niña
Surca en el aire un albatros.

(De “Verdes horas”, 1952)

* Nació en San Antonio de La Paz, provincia de Catamarca.

EL MAR ES DE LA HUMANIDAD

El majestuoso nadador embate lo pétreo
Y en pos del juego de las olas cruje
De quién es esa sobrecogedora energía
Sino de aquellos y de mí
Latidos todos de la vida
De los violentos que denigran
Su piel axial
Y de los seducidos como yo
Cuya voz antigua jerarquiza
Su informe
Sobre la inmensidad

HOMBRO DEL MAJESTUOSO

El frescor perfumado del mar viene hacia la
tierra, entre el olor de las juncias y
de la sal�

Walt Whitman

Un majestuoso hombro del Atlántico
al este de la Casa del azar jadea
pero no duerme.

Todavía es oro su máscara de sol;
eléctricos y refulgentes los que habitan sus taludes;
y en las noches lunares,
son hierro sus cabalgaduras.

Mi amigo el mar vivido sobrevive
más allá de las injurias y las devastaciones.

Aún es azul el ónix de sus canteras.

HOTEL DE PÁJAROS Y CINERANTES LUNAS

Donde Cabo Corrientes
hiende sus moles en el océano
como dedos en largas cabelleras de cintas,
y un pino prevalece,
con su raíz en los resquicios
de la dureza ardida,
aquel hotel de pájaros
y cinerantes lunas,
era pausa de vientos desaforados.

Un soñador desde un piano
arrancaba acordes en el vértice de la tempestad,
leona aullante en las ventanas.

Últimos trovadores de la tarde
un chingolito emitía su llamado
y la respuesta del otro
era la misma inocente música,
casi un rizo de notas, oh pájaro del rulito.

Sí; los tenues pájaros
cómo saben de amor.

JUEGOS DE AGUA DESDE EL CHATEAU

Tres descalzos por la rambla cruzan
Con su piel de bronce
La briosa lluvia no cercena
El innumerable fluido de su conversación
Es mediodía La luz cenital nos roza
Los meandros de plata La lluvia en su aspersión
Todo lo entona sin estridencias Suavemente canta
Tanta pregunta innominada se trizará
En la música de un océano sumido
En su rito bautismal Llueve agua sobre las aguas
Los del andar placentero dominan la loma
Como un retrato el campo de una medalla
La invasora bruma en puntas de pie blanquea
La atlántica ciudad cuyas torres vibran
Tal espadas cimbreantes en su lar de médanos
Llueve Los adoradores de la magia marina
Descienden los gentiles escaños de la arena
Y sus torneados cuerpos dóciles tallos al aguacero
Como amantes titilan en los brazos del agua
Llueve Dos adolescentes alegremente temerarios
Retan al mar profundo remando en sus Kayacs
Ya con los brazos caídos se dejan devolver
Riendo a mandíbula batiente
La mano tendida de la playa
Rescata a esos vástagos burlones
Pero ellos insisten en volar Llueve
Ojos que ganan una fracción clamorosa del universo
Labios que pierden bajo el peso del beso
Voces que cesan porque fallida es la palabra
Como el caballo vivencia el silbido del amo
El hombre te celebrará mar de apasionado verso
Mientras atas y desatas tus oleajes azules
Bello en tu espectro de colores
Aunque al reclamo sobre el origen sólo suceda
Un singular laberinto de puertas subterráneas
O la escritura fugaz
de la espuma que ríe.

MADRE REDIVIVA CON FONDO DE MAR

Rescatada de la dispersión
triunfa la imagen de la madre sobre la arena,
en una fúlgida mañana de diciembre
en que compartimos la dación del mar.

Su mirar sin edad,
su indefensión de niña adulta,
enmarcábanle como un aura
el rostro bello bajo leve penumbra
de una capelina de Paja de Italia.

Ella posa rediviva,
sellada entre los colores deslumbrantes del verano
y nadie me puede de ella desabrazar.

Desde una fotografías con atmósfera marina,
un perfume infinito
se derrama estremecedor en mi vida,
surgiendo de su serenidad más nueva cada día,
y de su augusta
frontera
de silencio.

MAR �MAR EN PLAYA CHICA

Homme libre, toujours tu chériras la mer!

Charles Baudelaire

Estruenda el mar en la transida tosca.
El agua respira insome.
Estalla como un alga de vidrio elástico.
Casi una ciudad blanca desplomada.
Olas hechas regazos
consecutivamente la devastan y la fundan.
Olas que se suicidan.

La eternidad yace como una música.
El espacio
en un vértigo de un eterno sin ruido.
El coro humano arrecia
su desamparada pregunta.
Nuestra voz roza la eternidad
tal una arena fina.
Tal esas vertiginosas arenas
de las playas abiertas.
La piel las siente y cree
que son arenas recién nacidas.
Las olas se desencadenan como caballos que nadan.

En las rompientes volean
algas repentinas todas de sal nevada.
El mar sigue pasando entre colores.
Como un buen caminante
con su túnica suelta.
En la orilla hace el juego dudoso
del felino domado.
Sin embargo es tan libre
en su poder desesperado.
Es su modo de darse; es uno más que busca
su propia forma remota.
Aparece escalando infatigable
un estadio profundo.
Trepidando la noche costanera
con su andanada da cascos que siempre están llegando.
Nosotros lo contemplamos
a la manera de un desnudo perfecto.

Planean las gaviotas
recortando médanos en el viento.
Entonces los tres retomamos
el tema interrumpido del Viaje.
El mar con su quejumbre de metales,
su polvo de metales
deshechos por la luna.

Mar del Plata, enero de 1963

MEDITACIÓN PARA DESPUÉS

Contempla la villa: subyugada
por el ojo pensativo del mar;
y el bulevar, último hurto
a su costado abierto.
Repara en el acantilado invicto
cuando genera la majestad de las rompientes;
en los líquidos precipicios
prontamente saturados por transidas aguas;
en las espumas súbitas,
quebradas floraciones de vidrio.

Tú que callas, sé testigo
de la calma casta
que sucede a la disuelta hermosura.

Oh Dios, aliento inmolado:
Si al mundo nos impeles con devoción de vida,
y celosamente nos demandas
contra el rescoldo del corazón;
si tu universo es bello
como un árbol centenario no destruido
por la contienda,
¿qué veremos después,
con sólo espacio
en las cuencas vacías?

MIRA EL MAR CON TODA TU MIRADA

Si la rutina ata tu laboriosa mano
y a tu memoria ávida de vida apaga,
una piedra al sol en Playa Chica es tu evasión,
tu plataforma exclusiva al enigma marino.

Puja un rumor azul en los acantilados
y las sutiles aguas diminutivas
salpican y restañan tu piel ahora de cobre.

El motonauta ufano
se va y regresa en su rauda isla.
En el lomo de la arena,
una guitarra espera su mano y acaso cantes
con esas notas saladas.

Ante tus ojos la blanquinegra pirata de las estelas
te encanta y desconcierta.
Ésa que ensaya sus levantadas acrobacias,
para que sientas en su buche latir
al corazón ebrio de vuelo,
como sus alas abiertas.

NATURALEZA CERCA DE MÍ

El cómodo ambiente no me basta
ni el admirado objeto del artesano.
Almohada son del cuerpo y consuelo de la conciencia.
Ni me basta el Arte: ese dulce dolor a rastro de
la vida.
Que me cale el día un rayo de presencia natural:
la milenaria emisión de una piedra;
la envidia por el pájaro que vuela.
El volcán diminuto de unas flores, novias del aire;
nieves o nubes; bosque, montaña o río;
el mar, el mar,
el mar.

NOSOTROS LOS ROSADOS

Al paso
ingresaremos por los caminos de antes.
Las galaxias retornan
otra vez a sus órbitas!

Nosotros
más opacos,
somos la piel
de un sentir desconocido.

Nosotros los rosados.
Descifrador te escuchará la piedra silenciosa.
Pero el musgo,
ese verde dirá:
Como yo promueven sobre la tumba del pasado.
Eso es el vivir.

OH CORAZÓN, PONIENTE DE ISLA

Algo debe haber que nos consuele,
oh corazón, poniente de isla.

Algo ágil y joven
como el espacio
entre el sol y el mundo.
oh corazón, mar herido por la piedra.

Algo, sí, que de pronto nos pierda,
veloz y eléctrico
corazón de nube.

POEMA

Después de trasegar el camino
que nadie más conociera,
volví al corazón con su portal entornado.
Desde el vano me dijo:

Por qué llegas sola, vuélvete.
Yo te encendí en amor.
Ahora el fuego ha comenzado
a consumir tus paredes.

Entonces lloré,
y comprendí,
y corrí para salvar
la mitad de mi vida.

POEMA DE LAS MANOS

La mano
de ella
enjoyada
larga
pensativa
deja
sobre la madera
de lustroso
sándalo
una petaca

Ambas relucen
y el tic
al posarse
es delicado
como el principio
de una tecla.

La mano
de él
dorada
con nervaduras
fuerte y sobrecogida
descubre
un cigarrillo
funda
la llama

La mano de ella
tiembla
se tiende
se vuelve
sin guardar nada

La mano de él
siente un llamado
acaricia
la mano
de ella
porque fue
como si oyera
decir
a un cómplice
su nombre

PUERTO

Océano, oh padre
de los coros eternos.

Andreas Kalvos

Sobre ancas verde-oro,
cabeceando arriban las barcas
y el puerto es una fiesta
tras la aventura ancestral.

Alguna madre, alguna novia,
furtivamente hacen sus cuentas:
no falta nadie; también furtivamente
de cara al cielo se persignan.
¿Los pescadores aman al mar
o aborrecen su dura lex?
¿Le temen o se recuestan en el pecho de las naves
como en un sueño a la sombra de un eucalipto?
De pie y alertas; tenso el brazo y la mirada,
cuando bajan las castigadas redes,
cuando descargan las ubérrimas cestas
¿piensan sólo en el kilaje de los peces,
o en ese atlante mano abierta
que queda atrás con sus melenas
y repentinos corceles?

PUNTO MUERTO

Dios, ¿dónde está?
El sol,
y esa amante calidad humana
que torna el viaje
de la vida
breve,
¿dónde están?

Veo el cielo,
celeste
hábitat
de un Dios distendido y redondo
como una fragancia.
Pero Él debe ser gris,
el del color negado,
y no corre a acudir
donde ya mora.

Veo la noche madurar
cómo se va instalando
la claridad
del sol que no eclosiona
para mí.

Los demás desfilan
enviados como rayos.
Ninguno ha de vivir
mi mundo como suyo.

Ni mi blanco asombro,
ni mi agonía
enamorada de todo,
como el ocaso.

Una catapulta de desgracias
me traba en su red.
Me hace el respiro escaso
como el aire de una campana.

Entonces,
el huracán de la vida
que inunda de libertad
los nudos exactos del cuerpo,
ése se acerca y pasa.

Y debe haber amor
¿pero dónde,
dónde está?

REINGRESANDO AL VERGEL

Al Río de la Plata dije adiós desde un mirador de viento,
en ese encuentro cenital donde se entrega
a un gran desierto de azules semovientes.
Estadios arriba, el Atlántico alisaba
cada vez más su vastedad serena.

Debajo de nuestro vuelo erraban memoriosos
cúmulos nimbos en multitud dormida
ah, qué fantasmas lánguidos.

Gigantescas damas como de nieve
Incorporábanse al paisaje lunar.

El sol se compadecía de cuanto rozaba
dorando esos trémolos pendones,
esas heridas efímeras de levitadas hondonadas.

Era el poniente dramático de las alturas.
Nosotros pendíamos del aire
enfrentados a legiones de criaturas inapresables,
vacantes que van por el cosmos con los ojos vendados.

Me internaba entre precipicios de nubes desoladas y puras;
confines donde ocurre la cita de los universos.

La luz del sol era privacidad
de esas muchedumbres de vapor
amenazantes u oscurísimas.

Todo cercado por un silencio
final y primero.

Éramos ojos intrusos o inocentes;
irrumpíamos a espiar ese paisaje virgíneo.

¿Cuánto duró el encantamiento parecido al miedo?
El pájaro de acero inclinó la nariz,
desafió volantes aguas
que iban cambiando de forma sin cesar
magníficas y ciegas.

Hizo trizas al agua así reunida
y enfiló mojado
con la nostalgia madre de la tierra.

Recuperé para mis ojos el mundo de los vivos,
abierto tal flor exótica y tornasolada,
flor vencedora del polvo y del insecto
saciada por miríada de aguas.

Fue una hora lejos de la habitual comarca;
una incursión a un limbo sin pecado ni salvación posible.

Reingresaba a la estirpe que allá abajo
lanzaba la estampida de su reino salvaje.

Abría el subtrópico sus verdes llamaradas,
y en el parto de los ríos
los peces como de vidrio devorábanse amándose.

El lagarto-sopor flotaa por las lagunas lilas
tal un olvido grueso de los milenios.
El Gran Pintor distribuía los ramos añiles del jacarandá,
la talla esbelta de los lapachos.

Tocar tierra firme fue un segundo bautismo
donde se quiere abrazar la criatura.
En mi interior recreé rostros queridos.
Una honda mirada recordó en mis venas
los jardines secretos que comunican a las almas.

Mutilados una hora de la tierra,
¿quién teme volver a vituperarla,
quién teme regresar de esas esquilas imperecederas
para morir por ella?

Vuelo de Buenos Aires a Corrientes, 1981

(De �Mi amigo el mar vivido�, 1985)

SHELLEY ENTRE EL FUEGO Y EL MAR

Los alegres marinos
son allí osados, libres.

Percy Bisshe Shelley

Oh Shelley,
cuando la niebla
forja imágenes andantes;
y entre arenas
fecundantes de azul
se acuevan las almejas,
y gaviotas planean
fingiendo dunas en la bruma,
te vieron despavoridamente tus amigos
disputar cara a cara con la muerte, la vida
postrer poema
en tu nao Ariel.

Un tumbo a lo largo de tu talla,
testimoniaba que el oráculo marino
oficiaba su complicidad.
Después vino tu arcón de arenas húmedas
el súbito descendimiento
a un son de marejada,
el amortajamiento
bajo una luna de yeso.

Con tu cuerpo frío;
sin esa mirada
que esclarecía el espectáculo del mundo,
¿qué hacer sino ofrendarte
al encendido leño puro,
a la vista del inocente
mar tenebroso?

Con ortos y ocasos tu polvo confundido;
y la bruma
y lágrimas como de sales florecidas,
y tu pelo y los festones húmedos de la arena
Oh Shelley,
todo lo rubio concluía en la playa.

SIENTO QUE EXISTO CUANDO ME NOMBRAS

Tal un retrato doblado
yazgo bajo tus párpados,
y es tu mirar moroso el que me incorpora
casi con mis latidos en la mano.

Me atisbas sostenidamente como la nostalgia
cuando salva un paisaje para siempre.

Y yo, sentimiento que vuela,
adoradora del sol que el horizonte inunda,
vivo mi ocaso ante el mar y cada tarde me apago
en esas tus mínimas cavernas.

Ah, arrogante.
Si invocas al amor Dios te dirá:
Arranca esa sola espina
que punza dos corazones amantes.

¡Y hazlo aunque sea únicamente por ti!
Si es que no me olvidas en tus párpados,
como en un bello libro que a todas partes llevas
prolijamente
cerrado.

UNA ISLA QUE PASA

Estoy solo.
El paso del amor me ha sostenido
hasta que mi cabeza choca contra el cielo.

William Carlos Williams

Isla, cosa solitaria,
donde las olas sueltas
se recuestan adolescentes.

Al irnos alejando
creemos que te marchas con el agua.
Tienes la forma y la actitud
estática y sacudida
de una frente.

Y algo se ha de perder
de todo cuanto queda para siempre:
Tu soledad,
un sentimiento puro…

Nuestro corazón
escondido,
es una isla que pasa.

VIVIR EL ABISMO

Algo tajante se corta aquí.
En la barranca a pico allá abajo,
las aguas llegan y se tragan
el candor lustroso
de los lobos marinos.

Son aguas artesanales.
Con la gubia continua de los siglos
hieren el fogazón extinguido de la tosca,
para forjarles a ellos
sus rudos nidos.

No. No es ésta playa para redimir.
La roca vigia viola al mar.
Su monstruosa belleza
como un animal mineral nos anonada,
a nosotros, los pequeños,
los que podemos vibrar.

Barranca de los Lobos, diciembre de 1981