VELA, RUBÉN
AMÉRICA

El viento de la noche, para quien el hombre es un
desconocido: su furiosa soledad sin medidas.
¿Cómo eras, patria de mi patria, antes de llamarte
América?

AMÉRICA

Largo día del mundo,
la esmeralda vigila
con sus ojos
de tigre.
Es el rostro del dios
que pasea su hermosura.

Y canta.

AMÉRICA

La serpiente girando
hacia el centro del mundo.

La gran misteriosa.

Hacia el árbol de esmeraldas
que vive debajo de la tierra.

AMÉRICA

La mano que dibujó el
vuelo de la serpiente.

La mano que grabó
el árbol del maíz.

En la piedra
está escrita
la Historia.

AMÉRICA

Y su amante furioso, el jaguar de esmeraldas, que
abre sus ojos en la noche.

AMÉRICA

Con la piedra fijé el nombre de mi raza.

Lo salvé de la segunda muerte, del olvido.

Con la piedra hice el falso funerario, su arrogancia
y su orgullo.

Esta es la piedra viva que fecunda los campos y las
mujeres.

Esta es la piedra hembra, esta es la piedra macho,
donde frotan su vientre los reciencasados.

Es la piedra de lluvias.

El alma de mis muertos.

AMÉRICA

I

Viviremos desnudos bajo el sol, seremos siempre
jóvenes y no habrá otra memoria que la piedra.

II

Sólo la piedra conoce el porvenir.

AMÉRICA

La edad
de los cuerpos
desnudos
donde todo
está muerto
o todo está
por nacer.

AMÉRICA

Sonríe, y alguien
cae rendido
a sus pies.

Y mata
por amor.

AMÉRICA

I
Crecen las palabras sin su sentido más preciso. Es
necesario encontrar la clave del poema. ¿Dónde está
la belleza?

Surgen de pronto las frutas obligatorias: el melón,
país del verde más espléndido, la ardiente papaya
y el plátano, portador del beso crudo.

II
Y los dedos del agua salvadora: las pequeñas raíces
y el maíz silvestre; los saltamontes y la hormiga.

Y la llama y el guanaco y la vicuña, cada uno en
sus diferentes alturas.

Y el lobo y su pariente el perro del desierto. Y el
puma y la veloz lagartija.

III
Y en el centro de la noche, los toros salvajes.

AMÉRICA

Incendiarse
en
la
palabra.

Crecer
en
libertad.

AMÉRICA

¡Tontos, estúpidos, ganad su ira, torced sus brazos!
¡Entonces, entonces, hombres de buena sed! Ella os
quiere así, ella es la esperada.

Pequeña de tanta muerte, un árbol de pan nacía de tus
labios!

AMÉRICA

Hombre
con su rima fácil:
el hombre de cada día

AMÉRICA

Allí, la tierra dio frutos
y el sol, hombres dorados.

Y una mujer y su ardiente camarada
atravesaron el agua de diamantes
que corre de una a otra vena.

AMÉRICA

Llenándote de hojas y de días
de horizontes navegadores
tu estatura me aniquila
tu aurora llagada
donde sólo la piedra permanece.

AMÉRICA

El hombre y la mujer
desnudos como el río
de las generaciones
y el pájaro embriagado
que lanza su reto jubiloso
hacia la aurora.

AMÉRICA

Alta luz del silencio
sobre la noche
tu mansa voz de luto
me desnuda.

Y es de nuevo América
un hombre partido en dos
una mujer asesinada
una larga memoria de violencias.

AMÉRICA

�Esto es América�, me decían
mostrándome las altas cordilleras,
el suicidio del sol sobre los trópicos,
los grandes ríos furiosos.
Sólo vi pies descalzos,
criaturas americanas
sobre el hambre y el frío
como frutos desnudos.
�Esto es América�. Sobre las tierras
indias del centro y del sur
vi desolación. Y, al borde,
las grandes ciudades opulentas, sólo
al borde�

ARTE POÉTICA

La palabra
siempre
temerosa
del vestido
de
gala
sobre su desnudez
magnífica.

ARTE POÉTICA

Aquel que no
mate y resucite
que abandone el
Arte de la poesía.

Aquel que mata
y resucita
es el Príncipe
del Arte.

DE MI RAZA

I

Poesía es una raza.

Yo me siento y reconozco en esa raza. Allí viven mis
padres y mis madres, señores que nunca han muerto,
que no han conocido la vejez ni la agonía.
Allí están mis hermanos tan queridos y mis primos
gloriosos. Allí el hombre y la mujer que
descubrieron la clave del futuro: el que inventó el
nombre del maíz y del vientre hinchado por el
aire caliente y fraternal de América.

II

Seres queridos que en delirio de cobres y de bronces
crearon la belleza del antiguo mundo. Alfareros
de misteriosas ecuaciones que acumularon por
siglos su equipaje de encantamiento y hechicerías.

III

Padres locos, madres locas, hijos y nietos locos de la
locura del conocimiento: el señor dueño del fuego
y el matemático puro que atrapó la Agricultura.
Abuelos de estatura de árboles inmensos en medio
de la noche para señalar el camino. Padres locos,
madres locas, hijos y nietos locos de la locura del
conocimiento. Padre de los días venideros que no
se agotan nunca.

IV

Yo vi esa señal en la madera, comprendí el lenguaje
de la piedra, amé la tierra y la simple y perfecta
disposición del agua por lograr su ajustado
equilibrio. Subí la montaña diestra en sabidurías,
admiré los huevos deslumbrantes —generadores
del futuro- en los nidos de los pájaros del trueno
y escuché la voz profunda de mi raza en lo más
hondo de la noche, en lo más puro de mi corazón.

V

Poesía es esta raza. Continúala.

Escoje a tu mujer, la del luminoso silencio que
enriquece al poeta.
Bébele las sorprendidas palomas de su sexo, florécele
sus pechos en poemas, destroza con el más
terrible, tierno amor, su piel más íntima. Que se
incendie en urgencias el sol negro que guarda
celosamente para ti entre sus piernas. Y ya dentro de
ella, habitante de un pueblo que continuará tu
nombre, revienta tu enloquecida granada de carne
en aguas crispadas y profundas, en aullidos de
gozo en donde resida el porvenir, el rostro
confiado de tus hijos.

VI

Entonces, poeta, la piedra cantará.

(“La palabra en armas”, 1971)

DEFINICIÓN

América sin el Arco del Triunfo.
América sin el David de Miguel Ángel
América sin la Venus de Ampurias
Nueva e intacta América
que ignoraba la locura de Paolo Uccello.

Porque cuando digo América
digo la América que cantó Pablo Neruda,
que cantó el cholo Vallejo,
que cantó Huidobro como un nuevo maldito.

Que cantaron los hombres
del tabaco y de la hechicería.

EL POEMA

He robado criaturas arrancándolas violentamente del
pecho de sus madres. Aún recuerdo el asombro
de sus rostros, aquel grito de espanto que se prolongaba
en la noche. Después de usadas en inenarrables
ceremonias, he tatuado en su piel tan suave y delicada
las iniciales del poema.

He destruido los nidos de los pájaros amados. He
matado esos pájaros y sobre los despojos de esa belleza
salvaje raramente contemplada por los hombres, he
escrito el poema.

He abatido el árbol más hermoso, calcinado con
secretas hogueras su ramaje perfecto. Y con la corteza
aún crujiente, con su sangrante pulpa, he alimentado
en las noches de invierno el poema.

He violado y mentido. He traicionado.

Y todo esto es poco precio, sin embargo, para tanta
alegría,

Para su amor verdadero.

EL POEMA

I
Vida por vida, palabra por palabra, estos son
los hechos en la cámara de torturas,
en la sala de operaciones.

El condenado piensa en el poema. Sin nada que
hacer sin él. Sin nada que hacer con él.

Encerrado en la detestable celda.

En el infame tiempo.

II
Aparecen las fieras: palabras.
Aparecen las fieras: palabras.

Aparece la locura y su arco de luces gritando sobre
las palabras vivas. Es una flor que grita. Un dolor. La
falta de un perfume.

El prisionero hace sonar su látigo.
Un ropaje de circo lo desnuda; es el viejo
domador de fieras.

Las palabras se agrupan en el aire:
traicioneras, arteras, enemigas.

El condenado a vida las hostiga.

He aquí a las miserables temblar cobardemente,
mansas al fin,
casi inocentes.

EL SUEÑO DE ULISES

Un olvidado dios de piedra
que aún permanecía
bajo el sol de Tasmania.

¿Permanecía?
Sí, permanecía,
pleno y total
como en su edad primera.

Alcé mis manos hacia su sexo entero,
hacia el fuego del mundo,
y vi
el rostro antiguo de mi madre
en juventud,
su rostro verdadero.
Y vi
la paciente sonrisa
de la mujer que amo
rodeada por mis hijos
en la patria lejana.
Y vi
la belleza del mundo,
la inextinguible belleza de este mundo,
la alta y verdadera belleza de este mundo.

Pero una sombra inútil
oscureció la luz
de esa tarde australiana.

¿Quién es?, grité asombrado
ante el torpe enemigo.
Y el dios de piedra dijo:
“Defiéndete de ti”

(“Tasmania”, 1965)

EN LA SELVA

Comienzan las lluvias, amigos, y aquí estoy con mis
dioses ventrudos que reciben, manos en alto, al Poema.

La mulata llena de sed abre sus ojos al mundo y
respira la libertad.

He olvidado la ciudad. Me demoro aprendiendo los
largos nombres extranjeros. Y el extraño sonido de
algunas palabras que se escurren como peces.

Y las flores exudando un mismo olor a hembra.

Mulata, sólo ahora comprendo el nombre de la poesía.
Ella es mi dureza, mi nueva alegría. ¡Quién habla
de morir � !
(“Beni”,1962)

ENVÍO

I
Hijo mío, hijo mio,
quise darte
la palabra exacta
el ademán preciso
sólo te di el poema
la mitad del mundo.
¿Cómo me perdonarás?

II
Algo mas que el vino
para calentar el corazón de un hombre.
Algo mas que el poema
para vivir

(“Los secretos”, 1969)

LA INOCENTE

A Alejandra Pizarnik

Desnuda y victoriosa, da de comer
a los animales salvajes.

Ellos lamen sus muslos, le gastan
el sexo dulcemente, se alimentan
de esas aguas más profundas.

Al amanecer, ella cierra sus
piernas. Los animales gimen
al principio, rugen luego,
la despedazan con sus garras.

La bella indiferente dice: ¡hasta
mañana! y duerme.

Los animales protegen sus
despojos.

MACCHU-PICCHU

Es su casa de piedra,
su mansión de silencios,
allí donde el tiempo teje
la sed de los equinoccios.
¡Miradla bien!
Una raíz. Un sueño.

TIWANAKU PARA RECORDAR

La grieta, el aire; otra
herida con su mismo nombre:
América.

MANERAS DE LUCHAR

Que no me digan
que escriben simplemente,
que dicen el poema
sin pensarlo siquiera.
Que él nace porque sí.

Es un arduo trabajo,
un oficio de herreros,
un hacer proletario.
Un cansancio que continuará mañana.

Que no me digan
que se hacen poemas sin sudores,
sin una larga y violenta jornada de trabajo.
Tengo las manos como las de un labriego,
duras, gastadas, llenas de poemas.

MENSAJE A LOS HOMBRES DE ESTE SIGLO

¿Es la poesía, acaso, el lenguaje de los impotentes,
la música celestial de los eunucos,
el ensueño de los débiles de espíritu?

Hombres de este siglo:
contemplad la palabra.

Leedla
en los muros que acumulan
descifrables memorias como gritos
reclamando
el pleno ejercicio del amor,
la libertad inmensa.

Buscadla
en aquellos rostros sorprendidos
que descubren de pronto
su condición de pueblo.
El luminoso, único destino
del hombre aquí en la tierra.

Ved la Palabra
en ese niño hambriento
devorando
los huesos que aún le quedan
de su propio esqueleto,
destrozando en llantos su futuro
al cual nunca arribará.

¿Sumiso, manso, domesticado el poeta?

He aquí su palabra.
Su salvaje alegría.
Su porfiada esperanza.

MESA DE LOS PECADOS CAPITALES O AUTOBIOGRAFÍA DEL POETA O PRESENTACIÓN DE SUS INFIERNOS O JUSTIFICACIÓN DE SU FE Y DE SU ESPERANZA

A Juan Carlos Martelli

I

Yo era el Príncipe de las constelaciones más confusas,
la culebra acuática de las calamidades, el azogue
de las melancolías.

Un coro de ángeles alababa, con antiguas canciones,
mis más espléndidos extravíos, mi lenguaje más
obsceno.

Pero era también el Arcángel de los descubrimientos,
el incansable recolector de la palabra en los campos
helados, el labrador de la hierbabuena.

¡Oh, miseria interior! Mi podredumbre transformaba
las cosas de este mundo en objetos de pura belleza.

Mis fatigas más perversas, mis fracasos, reventaban en
mi boca como flores del bien, con un amor distinto.

Y a pesar del infinito amargor de tantos días difíciles,
los hombres recobraban a mi paso su pérdida
condición de gigantes en la tierra, la dimensión
irrepetible de su libertad y su alegría.

II

Cada una de mis fabulaciones más perversas
engendraba mis hijos espléndidos.

Mis constantes suicidios, el delirio de mis venas
desbordándose en ríos de pánico y resentimiento,
fecundaban los campos, purificaban las cosechas.

Al disparo certero, al terror más absurdo, mis sienes
estallaban como cuevas antiguas, liberando los
olvidados animales de la aurora.

¿Arrancarme el corazón? Crecía la música. Mis
blasfemias salvaban el futuro, ya existente en los no
nacidos espacios profundos de mi ser.

Y al negar a mi Padre, al verdadero desde Siempre, su
Palabra Ordenada: Protegedlo y Honradlo. El es
el Elegido.

III

Reventaba por placer los ojos de los recién nacidos.
Pero visiones maravillosas les revelaban la belleza
de este mundo.

De cada pedazo de piel que arrancaba, brotaban luces
como incendios de donde renacía la verdadera
memoria de los hombres.

Maté mis propios hijos, los por mi engendrados y
alumbrados. Y ellos alabaron mi sabiduría al
convertirlos en hombres para siempre.

Entonces destrocé el odio y el amor, todo cuanto en
mí tenía. Y creció ante mi la Hembra Victoriosa,
la mujer portadora del más perfecto amor
sobre la tierra.

IV

Así, a pesar de mi mismo, soy el arrogante dispensador
de bienes no deseados, el insolente instrumento de
la verdad para probar la existencia de otra verdad
no alcanzada. El Arcángel caído portador de la
esperanza y la alegría.

El condenado de la Fe. El Único. El Elegido.

V

Madre misteriosa, ¿en qué lecho me has parido?

¿Qué violador invisible llenó de músicas tu memoria
más íntima?

¿El asombro de qué prodigio ungió tus muslos
en tu noche de bodas?

¿Qué dios transformado en pájaro perfecto penetró su
nombre de virgen, se adentró en tus entrañas, puso
su canto en ellas?

¡Y que grito enternecedor, qué aterradora sinfonía
brotó de tu garganta, oh virgen perdida desde
siempre, oh madre ganada desde siempre!

Madre misteriosa, gozoso nombre de la tierra india,
hembra de América abierta en dos, pariéndome
con entera y desconocida alegría.

VI

Y el coro de ángeles protegiéndome desde entonces,
transformando mis lepras y sangrías, mi carne
llagada y lastimosa, mi nombre tan herido, mis
enteras miserias, mis soledades y mis profundos odios,
mis injustificables crímenes, mis agonías y mis
muertes, en una resurrección constante, en una
salvación fuera del Tiempo.

VII

Esta palabra que crece duramente en libertad y cruel
armonía.

Porque Yo soy,

Yo justifico

la presencia del fruto del Vientre Elemental sobre la
tierra.

(�La palabra en armas�)

MIENTRAS CANTA EL PÁJARO DE LA NOCHE

I
Ellas es América, un mutilado nombre,
un cuerpo llagado y su cansancio.

¿Y qué te creías que era el Nuevo Mundo,
y qué te creías que era esta canción?

Pero nuestra fe es más grande.

II
La voz de América lanzada en el
grito del pájaro.
Ella está allí, la enamorada del Sur.

Es su música austral, la voz de
sus pájaros de noche.

III
He dicho América.
La tierra abrió su piel.

IV
Cuerpo cansado y solitario. ¿Y tus alas de luz,
tu primavera?

¡Vuela, corredor del aire, pregúntale a la noche
mi nuevo nombre!

V
Canta, azucena, voz nocturna.
Canta el nombre de América en
este país lejano.

Quiero nacer de nuevo. Nacer
de su vientre de luz.

VI
Méceme como si fueras mi madre.
Bésame como si fueras mi mujer.
Úsame, ámame, memoria tan profunda y escondida.
En la noche extranjera, la Cruz del Sur señala mi
esperanza.

Allí está mi patria americana.

VII
Canta, pájaro de la noche, que
soy inmortal.

Que tengo una sola muerte y luego
no moriré jamás.

Viviré en la eternidad de América.

VIII
Seré una piedra.
Seré el rostro de esa piedra.
Seré la memoria de esa piedra.
Seré la esperanza de esa piedra.
Seré la inicial de un dios.
Seré el relámpago de un dios.
Seré la sonrisa de una pampa abierta.
Seré la hoja de un maíz, seré su flor y su fruto.
Seré el cansancio de un hombre americano.
Seré su sed y su alegría.
Seré un día eterno y memorable.

Seré también América.

IX
Canta, pájaro de la noche, que
no tengo miedo.

Que construyo una casa con poemas
de piedra.

Que invento un río de alcoholes
profundos.

(Invento el río florecido de mi
esperanza.)

Mi porfiada esperanza en el poema.

X
Y le haré el amor con los dientes alzados.

Con mis brazos rodeando su ecuador.

Mi vientre en los Andes.

La alegría de mi sexo alimentando sus ríos minerales.

Mis muslos descansando en las planicies del Sur.

Mis pies venciendo el asalto polar.

XI
¡Ataca, viudo de la noche, pájaro de la arena!¡Ahora!
Que soy un hombre en celo, un macho sin piedad.

Pero su nombre es América, su ternura.
Su asombro �

(“Yarralumla”, Australia, 1965)

POEMA CON PUEBLO

¿De ti, de mí, que ha de quedar mañana?
¿Este momento, el beso aquel, el hijo,
nuestros cuerpos desnudos amándose
con su lenguaje perfecto,
este abandono tan feliz que nos cubre,
casi la ausencia de nosotros mismos?

¿O nada quedará de lo que tuvimos en las manos,
el nombre con que nombramos nuestro amor,
el nombre con que nombramos nuestro corazón?

Pero algo permanece
que no se alimenta del lenguaje
de los muertos.

¿Qué tenemos, entonces, para darle,
fuera de nuestro amor, de nuestros hijos?
No un momento, no el nombre
de nuestro corazón y su apellido.
Ni tú ni yo. Lo que hay detrás de
lo tuyo y lo mío
más importante aún que nuestros besos.

Lo que en el Pueblo acontece, no en nosotros.

(Buenos Aires, 1963-65)
(“Poemas australes”, 1966)

PREGUNTAS

¿Soy también en esta selva, el monstruo silencioso que
destroza entre sus garras el corazón del inocente?

Poderosas garras de luz, tengo. Porque yo —ya lo
dije- soy como la serpiente del templo de Copán,
así, entero de belleza.

¿Soy también el pájaro funesto de la madrugada que
acecha en la rama más alta de este bosque sagrado?

¡Oh, ciudad! Yo soy el asesino.

TODO O NADA

No hablar de américa
no hablar de nada
no mencionar la muerte que te aguarda
como un ángel siniestro
no decir cosas
o decirlo todo de golpe
descubrirte penetrarte desnudarte
te cae el sol encima
te arde en tu fosa como una lepra
te cae la sed el hambre
se han olvidado las ofrendas
el pago a la tierra el tabaco la coca
te cae el dolor
de tanto espacio herido inútilmente
por los pájaros gigantes de rapiña
que llegan desde el norte
desde el centro del hielo
de la región de la muerte
para escarbar con sus garras
tu corazón de americagambartes
que late todavía.

Y aun sigues viendo el mundo a través de tus manos
gran niño ciego deslumbrado por el arco de todos los
colores
sigues viendo criaturas que nacen como pólipos o
adherencias
sobre la tierraindiaherida
aferradas encimadas atrapadas
como racimos de seres extraños que miramos con
desconfianza
de un planeta desconocido antiguamerica
de una tierra de cobre donde todos les pertenecemos
y en donde todonada es de ellos
la piedra habitada por el rayo
la piedra de color de calor
de arrabio de rabia de furia
viendo todo por tus manos gritando sobre muros de
piedra
gritando lo que viene desde el ombligo del mundo
manopiedra culebra manopiedra serpiente
manopiedra del llanto
manopiedra cansancio
manopiedrahambre del hombre americano
manopiedra gambartes

Y me nace esta alegría entre tanta ausencia
haberte conocido
haberte hablado
haber visto con mis ojos
lo que tú quisiste que vieran tus ojos
tu sabiduría tu humildad
madrepadre gambartes
que construias con tus manos tan pequeñas
los radiantes monstruos del pasado hacia el porvenir
que inventabas la música de las raíces profundas
en la historia partida de esta tierra
con tu corazón de poderoso mago de la aurora
tus manos que inventaban el verdadero nombre de
américa
americagambartes
que soñaban américa
que lloraban américa
que gozaban américa.

Porque hay que decirlo
volver a repetirlo
quien no ha entendido nada aún de todo esto
que destroce su cuerpo sobre el gastado asfalto
de esta ciudad deforme y malqueriente
que se suicide sin asombros
desde el último piso de sus años vacíos y sin esperanzas
que se corte su sexo para no perpetuar sobre el mundo
su sombra miserable
y si aun después de todo esto sobrevive
que mire por ultima vez un cuadro de gambartes
una hechicería de gambartes
la luz cegada por el resplandor del relampagogambartes
y resucitando al fin sobre la aurora de un distinto
nuevodía
cobijarse para siempre en su vientregloria-padremadre-
gambartes

¡La gran perra por qué te has muerto de temprano
aunque sigas tan vivo para siempre
américagambartes!

TOTALIDAD

Delante de mí
detrás de mí
debajo de mí
encima de mí
alrededor de mí

América

su largo nombre
su voz de adentro.

(“Poemas indianos”, 1960 y “Poemas americanos”, 1963).